Por Verónica Castrejón
Román
Número 26
Ese día Rodrigo se
levantó temprano. Desde la noche anterior me dijo que los
del comité lo habían citado para una reunión
en Tayoca. Ahí, en la ranchería de doña Liz
les entregarían grano de ese que regalan en el gobierno.
Estaba recontento. Me dijo que aprovecharía
pa' llevar al pueblo lo de la cosecha de limones y ansina matar
dos pájaros de una pedrada; "me dio harto trabajo que
me anotaran en la lista, pero mi compadre Alberto me ayudó".
Así me dijo cuando me salió con el cuento de que "'ora
sí íbamos a salir de pobres."
Al otro día, ¡válgame
dios! Juntitos todos mis vecinos me vinieron a avisar que mi Rodrigo
había muerto revuelto con otros a los que acusaban de asesinos,
bandidos y no sé cuántas cosas más.
Llorosas todas las del rancho nos
juimos en bola pa'tratar de ver que no juera a ser cierto; pero
no. Rodrigo y don Alberto, el Isaías, José Luis, Mario;
"el Vacas", hijo de doña Julia, "el botellón"
y varios más de los que temprano se treparon al camión
de redilas se murieron. Los mataron, mejor dicho... ¿Y todo
por qué?, nadie sabe, nadie supo, pues como sucede siempre,
la única verdá es la de la muerte.
Aluego, al otro día
me vinieron a decir mis hijos que a su padre lo habían echado
al periódico. Me lo llevaron. En la foto aquella más
llenita de rojo que de otra cosa, aparecía mi prieto todo
bañadito en sangre.
Pero eso no era lo más curioso,
sino que en una de sus manos aparecía una pistola d'esas
que dicen que cuestan mucho dinero. ¡'ora! ¿di'onde?
Si con trabajos juntamos pa' lo de la tranca del gallinero.
Pero salió en los periódicos,
en toditititos los periódicos. ¿Mi Rodrigo gavillero?,
¿asesino?, ¡¿guerrillero?! Pero
si era retemiedoso. Con decir que no iba ni a las cantinas pa' no
meterse en pleitos, contimenos iba a andar armado.
Él aprendió desde
niño a usar el machete, a segar, a sembrar, a retajar los
cerros y ... a besar; besaba rebonito. Rodrigo, mi prietito, ¡ya
más nunca te'de ver! Y 'ora que no estás me dan retiartas
ganas de platicarte: saliste en el periódico y se me hace
extraño, ¿te acuerdas que me decías que las
cosas que en ellos salen son la pura verdá?
Pos pa'que veas que no. O dime tú
¿di'onde ibas a sacar la lana pa' comprar pistola? Si mero
en ese día platicamos que con lo de la cosecha alcanzaría
pa' lo de la engorda de los pollos, ¡ya perece que lo ibas
a gastar en pistolitas d'esas, cómo no!
No, ¡claro que eso no es verdá!
Lo que nadie se explica es quién
la puso en tu mano. Tu mano. 'Ora me acuerdo cuando te picó
el alacrán. Sí, fue en la izquierda. 'Tabas contento
porque al menos no 'bía sido en la que usabas pa'escrebir.
No'más te hacías pato, como que le sabías
a las cuentas. La noche entera te la pasaste sumando y restando,
pensando en todas las cosas que tenías que comprar.
Y todo pa'nada. La muerte te salió al encuentro por el vado,
cargadito de limones, con un montón de maíz e ilusiones
en el costal.
Otra vez me vinieron a ver hoy.
Me trajeron el periódico. Ya ni lo quería ver; pero
resulta que repitieron tu foto, o mejor dicho, hoy te volvieron
a echar pero en dos fotos: en una está tu mano sola, sin
la pistola; en la otra pareciera que acababas de tronarla.
Esas dos fotos contigo tirado en
la mitá del camino solamente me comprueban que los periódicos,
aunque siempre me dijiste lo contrario, sólo dicen a medias
la verdá.
Una última cosa, mi prieto,
ahora salen con que se va a soltar una investigación, y yo
pregunto, ¿para qué? Si tu mano ya no podrá
jamás nunca retajar el cerro con el machete, y en el patio
nuestras milpas se empezaron a secar.
Por eso digo... ¿Ya pa'qué?
Verónica
Castrejón Román
Periodista, Actualmente se desmepeña
como encargada del departamento de difusión de proyectos del
Centro de Investigación y Desarrollo
Educativo de Acapulco,Gro, México, dependiente de la
Secretaría de Educación.
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