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Abril - Mayo 2002

 

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Verdades a medias
 

Por Verónica Castrejón Román
Número 26

Ese día Rodrigo se levantó temprano. Desde la noche anterior me dijo que los del comité lo habían citado para una reunión en Tayoca. Ahí, en la ranchería de doña Liz les entregarían grano de ese que regalan en el gobierno.

Estaba recontento. Me dijo que aprovecharía pa' llevar al pueblo lo de la cosecha de limones y ansina matar dos pájaros de una pedrada; "me dio harto trabajo que me anotaran en la lista, pero mi compadre Alberto me ayudó". Así me dijo cuando me salió con el cuento de que "'ora sí íbamos a salir de pobres."

Al otro día, ¡válgame dios! Juntitos todos mis vecinos me vinieron a avisar que mi Rodrigo había muerto revuelto con otros a los que acusaban de asesinos, bandidos y no sé cuántas cosas más.

Llorosas todas las del rancho nos juimos en bola pa'tratar de ver que no juera a ser cierto; pero no. Rodrigo y don Alberto, el Isaías, José Luis, Mario; "el Vacas", hijo de doña Julia, "el botellón" y varios más de los que temprano se treparon al camión de redilas se murieron. Los mataron, mejor dicho... ¿Y todo por qué?, nadie sabe, nadie supo, pues como sucede siempre, la única verdá es la de la muerte.

Aluego, al otro día me vinieron a decir mis hijos que a su padre lo habían echado al periódico. Me lo llevaron. En la foto aquella más llenita de rojo que de otra cosa, aparecía mi prieto todo bañadito en sangre.

Pero eso no era lo más curioso, sino que en una de sus manos aparecía una pistola d'esas que dicen que cuestan mucho dinero. ¡'ora! ¿di'onde? Si con trabajos juntamos pa' lo de la tranca del gallinero.

Pero salió en los periódicos, en toditititos los periódicos. ¿Mi Rodrigo gavillero?, ¿asesino?, ¡¿guerrillero?! Pero si era retemiedoso. Con decir que no iba ni a las cantinas pa' no meterse en pleitos, contimenos iba a andar armado.

Él aprendió desde niño a usar el machete, a segar, a sembrar, a retajar los cerros y ... a besar; besaba rebonito. Rodrigo, mi prietito, ¡ya más nunca te'de ver! Y 'ora que no estás me dan retiartas ganas de platicarte: saliste en el periódico y se me hace extraño, ¿te acuerdas que me decías que las cosas que en ellos salen son la pura verdá?

Pos pa'que veas que no. O dime tú ¿di'onde ibas a sacar la lana pa' comprar pistola? Si mero en ese día platicamos que con lo de la cosecha alcanzaría pa' lo de la engorda de los pollos, ¡ya perece que lo ibas a gastar en pistolitas d'esas, cómo no!

No, ¡claro que eso no es verdá!

Lo que nadie se explica es quién la puso en tu mano. Tu mano. 'Ora me acuerdo cuando te picó el alacrán. Sí, fue en la izquierda. 'Tabas contento porque al menos no 'bía sido en la que usabas pa'escrebir. No'más te hacías pato, como que le sabías a las cuentas. La noche entera te la pasaste sumando y restando, pensando en todas las cosas que tenías que comprar.
Y todo pa'nada. La muerte te salió al encuentro por el vado, cargadito de limones, con un montón de maíz e ilusiones en el costal.

Otra vez me vinieron a ver hoy. Me trajeron el periódico. Ya ni lo quería ver; pero resulta que repitieron tu foto, o mejor dicho, hoy te volvieron a echar pero en dos fotos: en una está tu mano sola, sin la pistola; en la otra pareciera que acababas de tronarla.

Esas dos fotos contigo tirado en la mitá del camino solamente me comprueban que los periódicos, aunque siempre me dijiste lo contrario, sólo dicen a medias la verdá.

Una última cosa, mi prieto, ahora salen con que se va a soltar una investigación, y yo pregunto, ¿para qué? Si tu mano ya no podrá jamás nunca retajar el cerro con el machete, y en el patio nuestras milpas se empezaron a secar.

Por eso digo... ¿Ya pa'qué?


Verónica Castrejón Román
Periodista, Actualmente se desmepeña como encargada del departamento de difusión de proyectos del Centro de Investigación y Desarrollo Educativo de Acapulco,Gro, México, dependiente de la Secretaría de Educación.