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El periodismo como terapia cultural
 

Por Enrique Anrubia
Número 27

De nativos y periodistas
El inicio del artículo consiste en una pregunta simple e inofensiva a primera vista: "¿qué es lo que relata el periodista: acciones (hechos) o sujetos (personas)?". Destilando opciones de apariencia igualmente simplista e inofensiva la respuesta más ecléctica es suponer que el fin de dicho oficio es narrar "las acciones -lo que les pasa, lo que hacen- de los hombres -a esos hombres, en ese lugar y tiempo-, en tanto en cuanto éstas interesan a otros hombres".

Si se continúa preguntando "¿y cuál es el criterio de legitimidad del "narrador"?, posiblemente la contestación bascule sobre una especie de agudeza comunicativa del periodista, un trabajo de investigación serio y, sobre todo, una percepción más o menos desarrollada del mundo social y cultural en el que acontecen "esos hechos a esas personas", es decir, un ojo crítico que es capaz de verlo casi todo.

Peculiaridades de diverso calado aparte -la objetividad como criterio de validez del periodista, el "legítimo" derecho a la publicidad de la información pública (valga), el interés comunicativo de la sociabilidad humana-, se podría decir que las dos premisas antes mencionadas hacen resonar otros ecos arcaicos bajo voces más actuales. "Narrar las acciones de los hombres en una cultura determinada" es algo que también hoy por hoy un antropólogo social, un sociólogo o un filósofo de la cultura rubricarían. Pero "narrar las acciones de la hombres" no es algo que quedó primeramente definido bajo las plumas de Fukuyama, Lévi-Strauss o Norbert Elías, sino bajo la Poética de Aristóteles. Narrar es un verbo representativo de acciones no en cuanto que la escritura misma es representación -el coro en escena, los trazos de una antigua Remington-, sino en tanto que la acción sólo es tal si puede ser narrada.

La segunda premisa -la situación privilegiada del periodista como narrador de lo social- se hermana con asombroso parecido a la función del antropólogo social como transcriptor y vocero de la cultura. No es sólo la idea de que el antropólogo o el "comunicador" poseen el lugar académico y laboral por antonomasia para relatar los hechos culturales, sino que ese mismo papel autoatribuido designa a ambos como ojos clínicos de lo social.

En este último sentido, para ambos el papel de "informadores" cumple la función de ser "portadores de información", y como tal su utilidad se resuelve en que son, de forma precaria pero auténtica, más similares a un "nativo informante" que a un "espejo cognoscitivo". De hecho, esta adscripción comparativa entre la antropología y las ciencias de la información acontece en el seno de la Historia académica de la primera en la Escuela de Chicago y en la fundación de lo que sería la antropología urbana. Williams, Parks, etc., son periodistas hechos antropólogos y antropólogos hechos periodistas. La reconstrucción de las acciones públicas -interaccionismo simbólico de Simmel por medio- es una finalidad que compete a ambos.

La cuestión estriba en que "reconstruir acciones públicas -que interesan a la polis-" es algo que definió Aristóteles de la tragedia.
Parece que la relación entre lo que se llama en antropología "informante privilegiado", el periodismo y la tragedia no es ni directa, ni central, ni tampoco "inverosímil".

Parte de prensa de la cultura, diario de campo editorialista.
Si en el epígrafe anterior se introducen semejanzas de primer orden -obvias algunas de ellas- en este apartado se ahonda en las mismas. Varios son los puntos a tratar.

1.- Metodología y técnicas: disciplinas que se autodefinen por el "método" respecto de otras, amén de comulgar en gran parte del mismo (mención a la creación de campos mutuamente influenciados: investigation journalism, visual anthropology -trabajo de campo entre supuestos criminales, documentales sobre "Mundos Perdidos"-)
2.- La concepción moderna de la epistemología antropológica y de la descripción periodística: causas, hechos, pruebas e ideas.
3.- El supuesto deje "autocrítico" de la antropología y del periodismo respecto de la cultura: el "para qué" de la ciencia confundido con la teleología de la misma.
4.- Los modelos de certeza, validez y opinión: la probabilidad y el pasado.
5.- Formadores de conciencia social y diversidad cultural: el paradigma de la complejidad como excusa.
6.- Ambas disciplinas tienen un escollo común seriamente asentado: la aporía del texto, esto es, poder enclaustrar "acciones y sujetos" en tinta y papel.

Un concepto semiótico de la cultura: la cultura tratada como un texto
Posiblemente todas las características arriba mencionadas tienen en común el fundamento de la subjetividad. Y quizás sea el sujeto la gran contribución moderna a la historia del pensamiento, a la vez que se convierte en su escollo más enfermizo.

En este epígrafe, se quiere rescatar las tesis de Clifford Geertz sobre el cómo y el qué de la narración cultural. Geertz ha sido padre involuntario de la posmodernidad antropológica debido a las dos frases que titulan este apartado. Desarrollarlas implica desmenuzar -no deconstruir- los enunciados anteriores.
Podríamos resumirlo en los siguientes puntos.

1.- A qué semiótica se refiere.
2.- Desnudez semántica y constitución simbólica de la realidad
2.- Definición de cultura.
3.- Definición de "como": metáfora y sentido. (Paul Ricoeur y Max Black)
4.- El autor del texto como "normalidad del texto": sujeto y narración

Interpretaciones y absolutos culturales
En este punto se quiere profundizar en las condiciones propiamente epistemólogicas de una propuesta hermenéutica de la narración cultural.

Para ello se quiere mostrar un punto mantenido tanto por la antropología como por las ciencias de la comunicación: la falsabilidad de la interpretación.

Mi tesis estriba en que es imposible mantener un criterio de falsación desde los presupuestos antes expuestos.

Como parte positiva se propone el desarrollo de las condiciones pragmáticas de la interpretación cultural -Dewey, Peirce y Winch-, a la par que una nueva concepción de qué se ha de entender por "diversidad cultural vs. multiculturalismo"

El periodismo como terapia cultural: temor, compasión y acciones antiheroicas
Las preguntas claves son:
- ¿por qué narrar?
- ¿qué narrar?

Todas pueden confluir en la idea de "hablar con alguien de alguien": y eso es lo que mostraba Aristóteles en su Poética. El "por qué" y el "qué" narrar se resuelven en un "cómo" narrar que implica no sólo fijar la atención sobre los recursos y los géneros lingüísticos, sino sobre la acción misma del hombre, por el simple hecho de que "narrar" es una acción, y como tal, una acción pública.

De este modo, el efecto catártico de la narración -una columna, una investigación etnográfica- implica una concepción de "diálogo" peculiar. Escribir sobre "las acciones de esos hombres en ese lugar y ese tiempo" es una terapia de la cultura que, como la viejecita de Forrester, no sabe lo que piensa hasta que no ve lo que dice. El meollo se centra en el paradigma del saber práctico. Creo que es en este punto donde las ciencias de la comunicación pueden aportar nuevas concepciones sobre qué narrar, a la vez que se pueden enriquecer (-se de) la idea aristotélica de qué es una narración. Entre medias, y como nexo de unión, está la concepción simbólica del ser humano y de la cultura, esto es, un antropología hermenéutica, o una poética cultural.


Enrique Anrubia