Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Junio - Julio 2002

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

Rusia y la recuperación de la propaganda a la soviética
 

Por Miguel Vázquez Liñán
Número 27

Hace ya mucho tiempo que había pensado escribir este artículo, pero el momento en el que decidí que no podía seguir retrasándolo fue hace unos meses, al entrar en una librería de Moscú... Miento, en varias librerías del centro de Moscú.

En todas ellas colgaban enormes carteles (y pequeños, y medianos, y calendarios y postales, y...) de Vladímir Putin, el flamante presidente de la nueva Rusia. Putin con la bandera, Putin enfundado en un kimono, luciendo su cinturón negro (el mito del hombre fuerte, más ruso que las matrioshkas...), Putin con la familia, Putin hombre de estado, etc. Y claro, las comparaciones son odiosas, pero en mi cabeza saltó instantáneamente la visión de esos mismos carteles con las fotografías de los diferentes secretarios generales del Partido... Sí, del Partido Comunista de la Unión Soviética. De nuevo el culto a la personalidad que, si bien nunca desapareció, ahora se hace patente sin escatimar en medios y muy... a la soviética.

Vladímir Putin ha decidido volver a lo que conoce en lo que a construcción del estado se refiere: mientras menos enemigos... mejor. Esto, en lo que a comunicación se refiere, significa centralización de la propaganda y control de los medios de comunicación. Lo puede hacer,... lo está haciendo.

No tardó mucho en eliminar a los dos magnates de los medios de comunicación que no quisieron sumarse a la línea presidencial (por lo visto no llegaron a un acuerdo): Boris Beresovsky y Vladímir Gusinski, ambos exiliados en este momento tras algunos sinsabores con la justicia rusa. Con estos dos empresarios fuera de juego, la mayoría de los medios de comunicación nacionales (especialmente la televisión) quedaban en manos de personajes afines al gobierno.

Los ciudadanos rusos con ganas de contrastar fuentes, de conocer otras visiones de lo que pasa en su propio país y en el resto del mundo, lo tienen cada vez más difícil. Internet, y el acceso a la prensa extranjera son una salida (de minorías, no nos engañemos) y algunas honrosas excepciones dentro de la prensa rusa como Moskovskie Novosti o Ezhenedelnaia gazeta, otra de las posibilidades. La democracia dirigida de Putin ha ido arrinconando a los periodistas opositores, que salen de un medio y entran en otro que suele tener los días contados y muchas dificultades para encontrar apoyo.

No es extraño que un antiguo espía de medio pelo con una experiencia política muy limitada tienda a imitar modelos anteriores, sobre todo si el resto del mundo no abre la boca sobre el particular. Europa critica con la boca pequeña y EEUU, con Bush a la cabeza, ha encontrado un aliado con el que se entiende a la perfección: dos mediocres queriendo hacer Historia... No debe engañarse el ranchero tejano: su amigo sigue manteniendo un discurso diferente, según éste esté dirigido hacia el exterior o el interior de su país. El 15 de mayo de 2001 el diario El País publicaba estas dos noticias: "La OTAN y Rusia crean un Consejo de Cooperación para enterrar la Guerra Fría" y "Nuevo Pacto de Varsovia de Rusia y cinco países ex soviéticos". La primera hacía alusión a la creación del Consejo OTAN-Rusia, un foro en el que los 19 miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y Rusia hablarán al mismo nivel, aunque Rusia no tendrá derecho al voto (juntos, pero no revueltos). Es decir, se daba un paso más en la luna de miel que Estados Unidos y Rusia viven, sobre todo tras el 11 de septiembre, fecha en la que los dos presidentes comenzaron a hablar sin tapujos el mismo idioma: "Estás conmigo o estás contra mí".

Por otra parte, la segunda noticia se refería a la fundación, por iniciativa rusa, de un nuevo bloque militar "en lo que parece ser una respuesta a la inminente expansión de la OTAN a Estonia, Letonia y Lituania"1. La alianza, firmada, además de Rusia, por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, era una buena forma de contentar a la cúpula militar rusa, que influye extraordinariamente en el presidente y que no está nada entusiasmada con el acercamiento a Occidente. Pero Putin le quitaba hierro al asunto: el nuevo organismo "no está dirigido contra nadie en concreto, sino contra la amenaza que hoy enfrenta al mundo"2 ...

Y es aquí donde entramos en el tema estrella: la amenaza que hoy enfrenta el mundo no es otra que la del terrorismo internacional, una denominación que George Bush le puso en bandeja de plata a su colega ruso para definir lo que estaba ocurriendo en la gran espina que tiene clavada Rusia: la guerra de Chechenia. La cosa está clara: todos los líderes europeos han condenado el terrorismo internacional y se han cuidado mucho de definir qué es exactamente (no vaya a ser que no coincidan...). Cada país, por lo tanto, llama terrorismo internacional a lo que le parece, pero cuando llevas ese estigma encima te conviertes en maldito. Putin lo ha hecho con Chechenia. En una campaña de propaganda bastante tosca, el presidente ruso no se cansa de repetir que Rusia está a la vanguardia de la lucha antiterrorista, que lo lleva haciendo desde hace años en Chechenia y que, pobrecito, nadie lo entendía. Ha buscado pruebas de las relaciones de los guerrilleros chechenos con Al Qaeda y se ha adjudicado, sobre todo a nivel interno, gran parte del mérito de la victoria de la civilización contra el terrorismo internacional.

Esta excusa le ha servido al gobierno ruso para continuar su política de limpieza en Chechenia, uno de esos conflictos de los que el mundo se ha olvidado, mirando hacia otra parte ante una visión tan espantosa. La primera guerra de Chechenia (1994-1996) tuvo la oposición de gran parte de la población rusa y de los medios de comunicación. La segunda, que comenzó en 1999 y llevó al poder a Putin, contó con un apoyo (inicial, ya no es lo mismo) mayor debido a unos atentados que dejaron más de 300 víctimas en Moscú y que fueron adjudicados, sin ninguna prueba convincente, a guerrilleros chechenos.

El gobierno ha hecho todo lo posible porque los medios de comunicación no pudiesen informar libremente de lo que está pasando en Chechenia, sacándose de la manga disposiciones de todo tipo para impedir el paso a los informadores a territorio checheno.

Por encima de todas las triquiñuelas legales, y la enorme cantidad de legislación inoperante articulada sobre la marcha, en la práctica, la restricción de los derechos de los profesionales de la información en Chechenia se está llevando a cabo de una forma muy censurable, usando el mecanismo de la acreditación. Según se entiende en la "Ley de Medios de Comunicación" (27-12-1991), la acreditación está destinada a facilitar el establecimiento de oportunidades adicionales para que los periodistas gocen de mayores facilidades para acceder a la información. La falta de acreditación no puede servir, por tanto, para restringir los derechos de los periodistas para el libre desarrollo de su trabajo, a no ser que haya otras restricciones específicas establecidas por la legislación federal.

El gobierno ruso se sacó de la manga unas "Normas de acreditación", que son, sobre el papel, las que regulan el acceso de los periodistas a la zona del conflicto. El hecho verdadero es que regulan, no tanto el proceso legal de acreditación por un órgano estatal, como las condiciones para informar dentro de un territorio que forma parte de la Federación Rusa (Chechenia). Y estas condiciones son, con mucho, más restrictivas que las fijadas en la Ley de Medios de Comunicación, que niega la necesidad de acreditación para la actividad periodística dentro del territorio de la Federación Rusa (artículo 48, partes 3 y 4).

Por si todo esto fuera poco, el sistema deja de ser operativo desde el momento en que representantes del Estado han permitido entrar a territorio checheno a muchos periodistas sin acreditación, y no lo han hecho con otros que sí la tenían.

El punto 13 de las normas prohíbe a los periodistas viajar a Chechenia por su cuenta, y entrevistar a militares sin permiso de los centros de prensa y estructuras militares rusas, incluso si el periodista está acreditado. Con acreditación o sin ella, la actividad periodística en Chechenia está prohibida si no se forma parte de un grupo oficial.

El punto 14 estipula que un representante de los medios puede ver revocada su acreditación, si distribuye información que desprecie de algún modo el honor y la dignidad del ejército o que falsee el desarrollo de las operaciones antiterroristas llevadas a cabo en el Cáucaso Norte.

Desde el comienzo de la campaña chechena, los periodistas han tenido serios problemas para conseguir información de la zona en conflicto. El 1 de octubre de 1999, una Resolución del gobierno creaba el Russian Information Center, con la colaboración de todas las grandes agencias. El objetivo de este centro es el de servir de fuente de información principal (una información que, por supuesto, es previamente censurada por militares y funcionarios del Estado).

La orden gubernamental que Vladímir Putin sacó adelante el 20 de enero de 2000, creó el puesto de Ayudante del Presidente, entre cuyas funciones está la de coordinar la información generada por las autoridades que toman parte en la campaña del Cáucaso, y la cooperación con los medios de comunicación.

Sergei Yastrzhembsky ocupó este puesto, y una de sus primeras actuaciones fue la de promulgar las ya citadas "Normas de acreditación", que dieron como resultado el estado perpetuo de semilegalidad en el que los profesionales de la información han trabajado y trabajan en Chechenia.

Estas normas, que desde luego son propias de una guerra, y no de una "operación policial antiterrorista" (como Putin no se cansa de nombrar a la guerra de Chechenia), permiten a los periodistas tomar parte en la cobertura de la campaña militar en Chechenia, "sólo si están incluidos en el grupo formado por el Aparato en acuerdo con los jefes de las estructuras de poder rusas y el United Military Group en el Cáucaso Norte". Un periodista puede hacer fotografías o filmar en las zonas de batalla y asentamientos militares "sólo bajo la protección y control de los representantes del ejército de la Federación Rusa". Como ya hemos dicho, las normas prohíben también a los periodistas viajar de forma independiente a Chechenia.

Con estas reglas del juego, sobra decir que la libertad de movimientos para los periodistas en Chechenia está bastante restringida. Sin acreditación, está totalmente prohibida la presencia en Chechenia, lo que ha sido conformado por las numerosas detenciones de periodistas sin acreditación. El caso más famoso fue el de Babitski, el periodista de Radio Liberty que, tras haber sido atacado continuamente por las autoridades rusas bajo la acusación de haberse vendido a los "bandidos" chechenos, permaneció secuestrado, presuntamente por estos mismos "bandidos" durante varios meses. El secuestro terminó con un oscuro intercambio de prisioneros, en el que el periodista fue usado de moneda de cambio. Nada quedó resuelto (como tantas otras cosas en esta sucia guerra), la "investigación" se cerró antes de comenzar, y Babitski permanece en un discreto silencio desde entonces.

Ante esta situación, no cabe duda de que la información sobre la guerra de Chechenia que recibían todas las redacciones del mundo era deficitaria y, por supuesto, sesgada. La imposibilidad de trasladarse a Chechenia con las mínimas garantías de volver vivo a casa, hizo que la búsqueda de otras fuentes de información llevase a los informadores a Internet, convertida así en "fuente de fuentes".

Y esta situación se completa, para tener la estampa completa, con una campaña de demonización del checheno y alabanzas a la nobleza del pueblo ruso (que sin duda existe, pero no de la forma patética y maniquea de la propaganda del gobierno). En este ambiente surgen películas como Voiná (La Guerra) del director ruso Alexéi Balabánov. En el filme se cuenta como un soldado ruso (Iván, interpretado por Alexéi Chádov) que ha luchado en Chechenia y que, de vuelta a casa, decide volver al frente para ayudar a John, un británico que tiene a su novia secuestrada por chechenos. John paga por sus servicios a Iván, pero éste, bondadoso, repartirá luego lo ganado. Además, el británico no saldrá bien parado tampoco, ya que usará la triste historia para grabar un documental con el que hará mucho dinero... En fin: el occidental materialista, el checheno malo y el ruso noble... El panfleto está servido. Y para que no quede ninguna duda sobre quién es el malo, la película, con grandes dosis de acción, no escatima medios de sangre, cabezas cortadas, mutilaciones varias y antisemitismo, que no podía faltar... muy a la Spilberg en Salvar al Soldado Ryan (por cierto, otro panfleto propagandístico donde aparecen todos los complejos históricos del director norteamericano). Mientras, su director, jura y jura que no hay ideología, que cuenta las cosas como son...

La película, como no podía ser de otra forma, ha recibido las alabanzas de personajes como Nikita Mijailkov, el famoso director de cine, defensor (últimamente) de causas zaristas, ortodoxas y de grandeza rusa en general... Le viene de familia. Su padre fue el autor de la letra del himno soviético (loas a Stalin incluidas). Este himno, que desapareció de la vida pública por decreto de Yeltsin, ha sido recuperado por Putin. De nuevo el himno de los soviets suena en el Kremlin (otro símbolo, ¿no?... aunque yo también me quedo, musicalmente, con el soviético...) y... ¿a que no saben quién ha escrito la letra del nuevo himno? ¡El papá de Nikita otra vez! Nonagenario, pero en forma el señor. Y es que claro, aunque sólo fuera por decencia, había que quitar algunas partes de la letra antigua...

He tratado en este artículo simplemente expresar mi preocupación por el estado en que los medios de comunicación (entendiéndolos en su sentido más amplio) se encuentran en Rusia. Obviamente quedan medios que se han salvado de la quema y que denuncian a diario la precaria situación del pluralismo informativo en Rusia. Pero es más preocupante aún, que un estado debilitado recupere un nacionalismo ruso decimonónico, cambiando al partido por la Iglesia Ortodoxa (me quedo con el Partido) e introduzca esta forma de ver las cosas en la educación (hay nuevos libros de Historia... algunos terribles), el cine, la TV... y los medios en general. Volvemos a tener la propaganda a la soviética en pie de guerra. Pero en los puestos callejeros de venta de música suena con fuerza renovada Vladímir Vysotski, un extraordinario cantautor muerto en 1980 que contó, mucho mejor que yo, todas estas cosas.


Notas:

1 El País, 15-05-2002
2
Ibídem.


Dr. Miguel Vázquez Liñán
Tecnológico de Monterray, Campus Guadalajara, Jalisco, México