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Agosto - Septiembre 2002

 

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Selección de cuentos cortos
 

Por Alberto Enrique Ferreyra
Número 28

La compañía

Las visitas de la tristeza duraban lo que él entendía un tiempo
excesivo. Para colmo no era de los capaces de convencer a los huéspedesde que se fueran.

Se preguntaba por qué la alegría optaba por comer en lo de sus vecinosmientras que a él le jugaba de canillita que reparte a la mañana el vespertino del día anterior. Pensarlo prolongaba la estadía del malestar. Darse cuenta de esto, ni qué decir.

Cuentan que la tristeza huía de lo de Adrián en cuanto escuchaba ciertas canciones. Dicen que las de FM Millenium eran eficaces para cuando la pesadumbre superaba a la rabia. Que las de JAF le activaban el recuerdo de errores que se alegraba de no haber vuelto a cometer. Y que las de Rata Blanca lo dejaban con ganas de seguir escuchando la guitarra de Wálter Giardino.

Mentiras.
Algunos días no había Millenium, ni JAF, ni Giardino que valieran, así como en otros hasta Bandana le caía bien.

No eran éstas las noches en que se lastimaba advirtiendo que su
escepticismo era la consecuencia de sucesivas desilusiones y notando que había perdido casi toda su capacidad de creer en el cumplimiento de sueños.

Sin embargo, siguió yendo al frente, aunque por atajos. En vez de orientar sus fuerzas a aquellos lugares de donde la esperanza volvía maltrecha una y otra vez, las dirigió a zonas de la vida que no lo sobresaltaban.

Hoy por hoy hasta llega mejor a fin de mes que hace unos años. Sus ingresos aumentaron cuando decidió alquilarle una habitación de su casa a la tristeza.


Los autitos chocadores suelen salirse de pista

-Está medio loca, ¿no?
-Bueno, yo qué sé, cada uno tiene sus cosas.
-Sí, "sus rayaduras mentales" querrás decir.

Poco más se supo de la continuidad del diálogo de Natalia y Silvina, apenas se conoció que surgió en referencia a las lágrimas de una amiga en común al ver los autitos chocadores.
La cuestión es que a los 25 años, en el piso de juegos infantiles del Shopping del Abasto, Lucía sonrió ternura y de inmediato lloró añoranzas.

Solamente los autitos obraron tal efecto, quizás porque le gustaban de chica o debido a que en su infancia no había jugado en el barco que avanza y retrocede sobre su eje alcanzando cerca de tres metros de altura.

Se había emocionado Lucía. Esto no le impidió darse cuenta de que las lágrimas empezaban a bajar por sus pómulos, acto seguido de lo cual pasó el pulgar y el índice derechos para secarlas.

Mentiría Lucía si dijera que lagrimeó por no haberse animado a subir a la pista de choques que se disfrutan. Lloró porque vio como nunca ante otro objeto lo rápido que se le había pasado su primer cuarto de siglo.

Con los ojos aún vidriosos, mientras bajaba un nivel del shopping, pensó por qué lloraría a los 50 y deseó que fuera por otra imagen.

Silvina, la amiga del "cada uno tiene sus cosas", entendió que Lucía expresaba así su ilusión de tener en lo que le quedaba de juventud elementos para la emoción futura. Natalia volvió a pensar que Lucía estaba loca.


Amistad y noviazgo

- Vos sos como las radios que pasan Friends will be Friends solamente para el día del amigo, te creés que con un llamadito anual cumplís.
- Bueno, no te quejés, por lo menos te llamo.
- Sí, pero hay cuestiones en las que no vale lo de "peor es nada".
- ¿Por ejemplo?
- ¿Vos sabías lo que me pasó a mí hace dos semanas?
- No.
- ¿Y lo que me pasó hace dos meses?
- Tampoco.
- ¿Y lo que me pasó hace tres meses?
- Bueno, pero yo no tengo la culpa de que a vos te pasen tantas cosas.
- Nadie te culpa ni te echa en cara que si vos hubieras sabido lo que me pasó hace tres meses a lo mejor no me hubiera pasado lo de dos meses o dos semanas atrás.
- Me decís que no, pero me lo estás echando en cara.
- Ah, encima el desubicado soy yo. Vos equiparás amistad a llamaditos protocolares, no te das ni por enterado de lo que me pasa y te queda resto para reclamar que te siga considerando amigo.
- Bueno, estuve ocupado.
- De acuerdo, cuando te quede bien te cuento lo que me pasó.
- No seas cínico, contámelo ahora.

(Al rato)
- Mirá, si algo me queda claro de ahora en más es que con los amigos es preferible ser indiscreto y preguntarles lo que les pasa a ser discreto, no saber y no poder ayudarlos. No te niego que estuve ocupado, pero ya que estamos aprovecho para reconocer que bastante de mi ocupación se la lleva el egoísmo. Por creer que mis cosas son muy importantes me olvido
de las tuyas o de las de otra gente a la que no puedo llamar querida, a pesar de que me resultan queribles.
- Tampoco te des con un caño, no sos el único egoísta. Además, de las cosas que me pasaron a mí vos no tenés culpa y quién sabe si hubieras podido evitarlas.
- Vos lo decís: quién sabe.
- Igualmente no cargués con todo el fardo. Al fin y al cabo, si no me preguntaste debe haber sido en parte por tu egoísmo, pero en parte también porque me viste cerrado o medio hostil, yo qué sé. Bue, eh, digo, si querés nos juntamos mañana y seguimos charlando.

Al día siguiente, Marcela y Miriam siguieron pasando revista a sus pasados recientes y quedaron en salir juntas el sábado, si es que el novio dejaba a Marcela salir con la amiga a la que no podía ni ver.


Alberto Enrique Ferreyra
Departamento de Ciencias de la Comunicación, Universidad de Río Cuarto Argentina.