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Agosto - Septiembre 2002

 

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La crítica del padre Amaro
 

Por Humberto García Gamboa
Número 28

Es fácil levantar una crítica en contra de la Iglesia Católica. Pensadores como Carlos Monsivais lo hacen a diario de una manera no sólo irreverente sino con ironía e irresponsabilidad, aprovechándose de los muchos episodios incómodos de la Iglesia, pero olvidando el legado de esta institución a la cultura mexicana contemporánea.

Irreverentemente se han alzado las protestas en contra de tonterías como el celibato y la castidad en sacerdotes. Se ha pedido tolerancia a los altos fueros eclesiásticos y el asunto ha sido mezclado con la política, de tal manera que no será posible entender el avance de las cuestiones sociopolíticas si no se admite antes la hipocresía y las faltas dentro de la institución religiosa más importante del país...

Se registró una notable afluencia de ciudadanos a las salas cinematográficas por la proyección de la película "El crimen del padre Amaro", pero este interés -sinceramente- proviene de las culpas nunca declaradas que han atormentado el corazón de nuestra idiosincrasia desde hace mucho tiempo.

Se produce un fenómeno de catarsis con respecto a la Iglesia. Sale a flote todo lo oculto o lo que no se había tratado por temor, lo que debe corresponder a una nueva etapa de madurez en la nación, a pesar de que en este ejercicio se produzcan excesos que confunden hacia el retroceso...

Por otra parte, también hay personas que piensan que las religiones, no solamente la católica, han corrompido la realidad del hombre. Han vuelto la espalda al espíritu por que son estructuras muertas y mecánicas.

El sistema eclesiástico del mundo padece el desgaste del tiempo. Es un gran gigante de engranaje totalmente autoritario que se basa en dogmas y laberintos exotéricos de tal forma que necesita ser constantemente refrescado con las ideas de los nuevos tiempos. Esa ha sido la labor del Papa.

¿Tendrá acaso importancia la agudeza y sensibilidad del pontífice por devolver a los feligreses el sentido de su devoción en medio de la intolerancia y el fanatismo católicos?

El hombre no se salva por su apego o discordancia con las normas de la institución religiosa. Se tiene que salvar por su fe.
De nada sirve discutir el pecado o la rebelión de un sacerdote. ¿En qué consiste la polémica? ¿Si su desobediencia ofende a alguien o no?

Tampoco tiene mucho sentido oponerse a la exhibición de un filme debido a que su realización y trascendencia ha traspasado los límites de la institución religiosa y se ha hecho tan público que empieza a formar cultura, es decir, es uno más de los grandes temas del mundo actual.

El clero debe callarse. Por que condicionar la libertad de alguien hacia una creencia determinada es ya, de por si, un abuso, por lo tanto, pedir que se respete una costumbre simbólica, como lo es el celibato, es llevar la realidad religiosa a un exceso cuyo resultado es el dolor, tanto de los sacerdotes que reprimen sus deseos como de las personas alrededor de ellos.

Y es que, la verdad, el celibato es tan sólo eso: una costumbre, una tradición, que como todas, su origen es remoto y ha perdido el sentido que la instituyó.

Sin embargo, estas tradiciones han sido importantes porque forman parte de una serie de figuras eclesiásticas alrededor de la identidad del cura, las cuales, tenían un rol central para aminorar las culpas de feligreses y aliviar las tensiones de quienes se sentían solos o desprotegidos.

Es pues, que el celibato, a pesar de ser una tradición vieja, en México funcionó porque dio al cura la imagen necesaria para intermediar dentro del intenso y energético corazón de las familias mexicanas.

Hoy en día el celibato y la identidad que representan los sacerdotes están en una grave crisis. Las tensiones intrafamiliares no solamente las resuelven por sí solos los miembros de la familia sino que existe una intermediación un tanto más sugerente en la vida íntima de las personas. Este nuevo personaje, capaz de alejar la soledad en nuestros corazones, no hay duda, es la televisión.


Humberto García Gamboa