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Octubre - Noviembre 2002

 

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La televisión de la farsa
(programas cómicos)
 

Por Humberto García Gamboa
Número 29

Si hay un lugar de entretenimiento en la televisión éstos son los programas cómicos que evidentemente reditúan buenas ganancias porque son muy recurridos cuando mejores ideas faltan. Pero, de lo que uno se queja es del fatídico hecho que varias de estas producciones sean un tanto agresivas con su público quedando en el nivel de la farsa y lo burdo.

En teatro la comedia es uno de los géneros más finos, representa la forma en que el ser humano trasciende desde sus deficiencias mofándose de sí mismo y su circunstancia para lograr la diversión del público.

Por el contrario, el contenido de los actuales programas televisivos parecen disfrazarse de comedia pero sus guiones revelan una fuerte y cruda crítica a la realidad.

Muchos de ellos, contrario a sus pretensiones, nos alejan del buen humor y utilizan artificios para hacer reír al público a la fuerza, conduciendo al auditorio a escenas grotescas y muy ofensivas para la intimidad de las personas.

Y si los argumentos verdaderamente divertidos han faltado, escasean más los actores y los auténticos comediantes, como aquellos sensibles seres que divertían a la audiencia al situarse como protagonistas de los más chuscos enredos.

Entre juegos de palabras y malabares muchos de éstos cómicos inmortales provocaron la carcajada de los espectadores a través de poses y arrebatos fatuos pero simpáticos.

Y es que los tiempos debieron ser serios y solemnes, porque el espíritu mexicano de principios del siglo pasado veía al mundo de una manera prudente y formal. La educación y los métodos eran los más excelsos de ahí que derivaba en una vida cotidiana juiciosa y reservada.

Personajes como Chaplin y Cantinflas protestaron contra ello y a través de su expresión artística, denunciaron a su tiempo y a las hipocresías en las reuniones sociales.

Y tan densa era la seriedad del momento que entérese usted que varios intelectuales de la época quitaron cualquier crédito al ilustre Mario Moreno a quien calificaron de "payaso" y no más.
Pero la protesta de los artistas contemporáneos es muy diferente, no se expresan en contra de la seriedad de la realidad sino la retratan en un trago amargo, produciendo muchas veces el efecto contrario a la diversión.

Una buena protesta a lo que pasa en nuestro México se encuentra en los programas cómicos que se burlan de la calidad multifacética del lenguaje, que a la fecha sirve como moneda de dos caras, el talento falta y los deseos de denuncia son mayores que la creatividad.

No se puede negar que una amplia audiencia sigue las variedades más frívolas de la tele pero esto sólo sucede debido a que la baja comedia (también denominada "farsa") es simple y muy digerible.

Desgraciadamente no es un fenómeno exclusivo de una televisora, por ejemplo, pues parece que el talento artístico está volcado a la denuncia social y no a la diversión, como pudiera pensarse que debe ser, y ello trae por consiguiente que haya muy poca calidad en los programas.

Lo anterior hace recordar otro lugar en donde también abunda la denuncia y que es el cine mexicano actual. Los realizadores sienten que una película tendrá más éxito mientras más fuerte sea la sentencia sobre una realidad muchas veces subterránea.

En nuestros días un cineasta que se cataloga de serio es uno que busca realidades crudas, macabras y lo espeluznante de la vida tal cual es, como si los argumentos se basaran en escritores acostumbrados a revisar por debajo de las piedras de usos y costumbres de manera que los mexicanos despierten de su narcisismo histórico y acendrado.

El cine en el fondo nos propone un camino de crecimiento al llevarnos a reconocer la otra parte de lo que también somos, sin embargo, en la seriedad del caso, hace falta un buen cómico, que aliviane la carga de la crudeza del México de la corrupción, de los abusos, y del crimen.

Es por todo esto que no mal caería un nuevo comediante que, sin ofender al buen espíritu de los espectadores, pueda situarse en medio del ilusionismo azteca y la voluptuosa carnalidad de sus aspiraciones a través de un nuevo sentido, menos frívolo y más cercano ¿Conoce usted alguno?.


Humberto García Gamboa