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Por Javier Esteinou Madrid
Número 29
I.- INFORMACION, CULTURA Y CRECIMIENTO
La comunicación no
es una variable independiente o aislada del desarrollo como lo proponen
algunas visiones instrumentalistas de la modernidad (la comunicación
por la comunicación misma), sino que por lo contrario es
un elemento central de éste, sin el cual no se puede alcanzar
el crecimiento. En éste sentido, reflexionando sobre la relación
que existe entre comunicación y desarrollo, podemos decir
que el crecimiento entendido como el mejoramiento general de los
niveles económicos, políticos, culturales, psíquicos
y espirituales de la vida de los individuos o de la población,
a través de la satisfacción de sus necesidades básicas1,
es producto de un conjunto de factores y procesos sociales complejos,
dentro de los cuales, el detonador de todos esos elementos es la
adquisición de conciencia sobre las realidades o problemas
que se tienen que resolver. Esto significa, que para que se produzca
un desarrollo material de la sociedad antes se requiere generar
un previo crecimiento mental de la misma. De lo contrario, no existen
condiciones apropiadas para la gestación del desarrollo:
el desenvolvimiento de los individuos, comunidades o de un país,
parte de la evolución de su intelecto y no de la multiplicación
acumulada de simples acciones materiales.
Por ello, pensamos que la revolución
más radical de una sociedad se da a partir del momento en
que los individuos que la conforman modifican su concepción
del hombre, del mundo y de la vida y la llevan a la práctica.
La evolución de una nación empieza con su cambio cerebral
y no con la simple mutación materia de su entorno.
La conciencia se forma por la sedimentación
de las sensaciones, datos, signos, símbolos, informaciones
y sentidos que se reciben y asimilan en el cuerpo y cerebro (hemisferio
derecho e izquierdo) y que posteriormente se convierten en emociones,
afectividades. Estas a su vez se convierten en directrices, concepciones,
principios, valores y visiones de la vida,, que a su vez, se transforman
en reacciones, conductas, hábitos, costumbres, tradiciones,
historias, inconscientes grupales y bases civilizatorias de la sociedad.
De ésta forma, el progreso del pensamiento parte del conocimiento
(cognitivo y afectivo) que nuestros sentidos adquieren de la realidad
y esto depende del grado de información veraz y oportuna
que se recibe de ésta y de la manera como se procesa y asimila.
En éste sentido, el hombre y la sociedad son lo que piensan;
y al principio del siglo XXI el pensamiento personal y social, cada
vez más, se forma y depende del funcionamiento de los medios
de información colectivos.
De aquí, la importancia vertebral
que ocupa actualmente el papel de la producción, difusión,
almacenamiento y procesamiento de la información para la
superación de los conflictos de nuestra sociedad. Tenemos
que recordar que la distribución de información y
de cargas emotivas de nuestra sociedad es un insumo central que
acelera o retarda nuestro crecimiento colectivo: a mayor difusión,
organicidad y objetividad en la circulación de la comunicación,
mayor crecimiento de nuestra conciencia nacional y, por lo tanto,
avance de la sociedad y viceversa. No debemos olvidar que la
distribución de nueva información orgánica
en el país, produce nuevas formas de conciencia, que a su
vez, generan frescos cambios conductuales que transforman la nación.
Hay que tener presente que a principios
del siglo XXI los medios de información, particularmente
los electrónicos, son grandes alimentadores y excitadores
de nuestros cerebros y emotividades, y por lo tanto, de nuestras
conciencias. Por ello, la difusión sistemática de
realidades y afectividades sobre nuestros principales problemas
nacionales a través de los medios de información colectivos,
puede provocar un avance cualitativo en el proceso de desarrollo
de nuestra sociedad.
Sin embargo, hay que tener presente
que no es la simple cantidad desbocada de difusión de información
la que propicia el desarrollo, como lo han señalado las tesis
desarrollistas o las ideologías modernizantes de la Libre
Circulación de la Comunicación, sino la calidad
y organicidad que guarda ésta con respecto a realidad y las
prioridades de crecimiento que se requieren resolver. La distribución
irracional y saturante de información colectiva, puede generar
una sociedad enajenada en su conocimiento, produciendo un estancamiento
de la misma2.
Por lo tanto, hay que crear y transmitir
aquellas informaciones que permitan relacionar nuestra toma de conciencia
con aquellos programas de acción concreta que tiene instrumentados
el aparato de gobierno y la sociedad civil para crecer. De lo contrario,
de muy poco servirá la generación de conciencia social
sobre nuestra problemática nacional, a través de los
medios de difusión, si éstos no encuentra una canalización
específica mediante los proyectos de trabajo de la sociedad
y del Estado: la información puede obrar como abono del cambio
social, sólo si se coloca en el campo cultural y social propicio
para germinar.
De aquí, que para lograr
el desarrollo de nuestro país, más que producir y
distribuir gigantescos torrentes indiscriminados de información
masiva sobre nuestros sentidos que lo que ocasionan es el embrutecimiento
y la enajenación de los mismos, se debe elaborar una jerarquía
de necesidades informativas acordes con las prioridades de crecimiento
estratégico que encara nuestra sociedad en cada fase de evolución
por la que ésta atraviesa. Esto significa, que las necesidades
de comunicación para la expansión de la sociedad mexicana
en los últimos 80 años han sido muy distintas, en
el período post-revolucionario; que en la fase de industrialización;
que en la etapa del "desarrollo estabilizador"; que en
el momento del "boom petrolero"; que en la actual época
de dependencia alimentaría; que en la era de la destrucción
ecológica; que en el tránsito de la nueva tercera
revolución industrial que experimentamos; que en los tiempos
de la más alta concentración urbana que sufrimos;
que en la fase de transición democrática que hoy enfrentamos;
que las de la nueva reorganización del mundo por bloques
comerciales a principios del siglo XXI, etc.
Es dentro de este contexto que los
medios de información colectivos y en especial la televisión,
como las principales infraestructuras educativas de nuestra civilización,
ocupan un papel central en el desarrollo de las mentalidades y sensibilidades,
y por lo tanto, en el desarrollo del país: Hoy día
la televisión se ha convertido en el sistema nervioso fundamental
del avance o retroceso de nuestra cotidiana cultura nacional3.
Por ello, aunque estamos conscientes
que la televisión no produce efectos automáticos sobre
el auditorio. Que no es una aguja hipodérmica que inyecta
mecánicamente sus contenidos en los cambios de la población.
Que existen múltiples formas de interpretar por parte del
auditorio los mensajes televisivos que recibe. Que por parte de
los emisores no existen efectos acabados sobre los auditorios como
hemos creído en años anteriores. Que no es omnipotente
para producir procesos mágicos. Que normalmente refuerza
tendencias previamente ya existentes en el seno de las comunidades.
Que la conciencia humana no solamente se produce por la acción
simbólica de la televisión, sino por un conjunto más
amplio de relaciones sociales y de redes culturales que impactan
sobre la inteligencia y la sensibilidad de los individuos. Que su
efectividad de convencimiento no depende totalmente de las imágenes
que se transmiten sino de otros procesos sociales complementarios,
etc. También sabemos que, a través de las propiedades
físicas que ha conquistado y de los hábitos culturales
que ha formado, la televisión cuenta con un alto margen de
eficacia persuasiva comprobada para crear y cambiar las formas de
pensar y actuar en México.
En la actualidad debemos tener presente
que en nuestro país, frente a la tradicional acción
del sistema escolar y religioso, la televisión se ha convertido
en la principal red educativa capaz de cambiar, con mayor rapidez
y agilidad, los valores, las actitudes, los hábitos y las
conductas de los receptores. En una idea, dirige la cultura cotidiana
en cada sexenio de gobierno. Es decir, la televisión se ha
transformado en el principal mediador cultural, a través
del cual el Estado articula ideológicamente a nuestra sociedad,
convirtiéndose en la principal organizadora colectiva de
la historia moderna de México.
Sin embargo, esta mediación
central entre gobierno y sociedad, que ejercen los medios y la televisión,
no significa en ningún momento, que la capacidad de persuasión
que realiza sea omnipotentemente eficaz o absolutamente aplastante
para convertir en socialmente dominante cualquier mensaje transmitido
por éstos y mecánicamente doblegar las conciencias
y las acciones de todos los ciudadanos que son tocados por la infraestructura
mediática de las industrias culturales. La capacidad de convencimiento
de los medios y en particular de la televisión tiene límites
de competencia muy precisos, y los principales son los tres siguientes:
Primero, las informaciones de los
medios que reciben, decodifican e interiorizan los receptores nunca
se asimilan homogéneamente en ellos con el mismo signo ideológico,
emocional y energético con la que se emiten; sino que varían
según son sus situaciones históricas, antropológicas,
religiosas, económicas, familiares, políticas, culturales,
materiales, regionales, étnicas, productivas, etc, que los
determinan como seres humanos. No debemos olvidar que los públicos
no son pasivos, ni neutros, ni socialmente vírgenes, sino
que éstos practican sus propios procesamientos de lo que
los medios les ofrece de acuerdo a sus propias experiencias de vida
y sus inserciones sociales4.
Segundo, la habilidad seductora
de los medios, especialmente de los audiovisuales nunca puede rebasar
el peso de la realidad que enfrentan los espectadores, pues siempre
las circunstancias de sus vidas concretas son más fuertes
que el poder simbólico que alcanza la información
y las imágenes que se difunden: La realidad y la experiencia
personal es más fuerte que la producción simbólica
y virtual de los medios. En este sentido, es necesario subrayar
que los medios no sustituyen a la dinámica económica,
política, social y existencial de los hombres; sino que la
apoyan o debilitan con base en los proyectos globales que existen
detrás de éstos. De lo contrario, sobrevaloraríamos
el papel de éstos al otorgarle fantasiosamente una absoluta
capacidad transformadora, cuando sólo son tecnologías
mediadoras muy perfeccionadas de representación y conocimiento
de la realidad.
Tercero, cuando la gama de discurso
que transmiten los medios encuentran las condiciones psicológicas
favorables en los campos de conciencia de los públicos, éstos
son asimilados en un alto porcentaje y viceversa, destacando la
tendencia de reforzar orientaciones previamente ya existentes en
el seno de los individuos y las comunidades o crear nuevas si son
necesarias.
Es por estas razones, que por ejemplo,
al alterarse dichos límites, los contenidos de la omnipresente,
redundante, ultramoderna y amplísima imagen televisiva del
Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del candidato presidencial,
Carlos Salinas de Gortari, no encontraron recepción en la
inteligencia de la mayoría de los ciudadanos y los contenidos
de la televisión oficial fueron derrotados de manera drástica
en las últimas elecciones para Presidente, Diputados y Senadores
el 6 de julio de 1988. Ello, provocado porque la campaña
de venta de la imagen partidista que se montó violó
las siguientes dos leyes básicas del funcionamiento de la
propaganda política:
En primer término, se olvidó
que el exceso de frecuencia de exposición visual de una propuesta
partidista genera una acción totalmente contraria al fin
buscado en la sensibilidad de la comunidad. En este sentido, al
pensar el PRI que el uso desmedido de la repetición, a través
de los medios públicos y privados, era el puente mágico
para enlazar candidatos y masas con el fin de obtener el voto, olvidando
que la aplicación del oficio político era la única
vía para ganar la real voluntad popular, lo único
que consiguió fue la indigestión política del
auditorio ante cualquier sugerencia del partido tricolor (La relación
de proporción de intensidad de presentación en la
pantalla fue aproximadamente de 10 anuncios del PRI por uno de la
oposición).
En segundo término, la propuesta
de los contenidos emitidos estuvieron cargados de pronunciamientos
y promesas poco creíbles, envueltos en lenguajes muy desgastados
que fueron calificados mayoritariamente como demagógicos.
En este sentido, los pobladores, especialmente de las grandes ciudades,
mostraron que todavía tienen muchos elementos de su experiencia
cotidiana y de su memoria para enfrentar al poder televisivo, no
creerle, e incluso, actuar en su contra5.
De todo esto, aprendimos que los
medios de información y la televisión, por sí
solos, son incapaces de mover voluntades, cambiar ideologías,
y sobre todo convencer algo totalmente opuesto a lo que el público
vive de manera cotidiana. Tenemos que reconocer que la realidad
es más fuerte que la presencia de todos los signos televisivos
y virtuales juntos, sobretodo cuando éstos insisten en apartarse
de la verdad, y en volverse retóricos, huecos y vacíos
de contenido. Con ello, le quedó demostrado al poder que
no es lo mismo vender detergentes que plataformas políticas6.
Empero, no obstante la existencia
de diversos límites reales en la tarea de mediación
social que realiza la televisión entre pueblo y gobierno,
su capacidad de persuasión y de movilización de la
población en el país ha sido tan eficiente en diversos
momentos, que ha generado fuertes fenómenos sociales de signos
contrarios. Así, por ejemplo, en un sentido positivo constatamos
cómo a través de las acciones promocionales de la
televisión, se ha colaborado a reducir en la última
década la tasa de crecimiento demográfico del 4.3%
al 2% construyendo un nuevo modelo cultural de familia basado en
cuatro miembros: padre, madre y dos hijos. De igual forma, se ha
contribuido a alfabetizar y a otorgar instrucción básica
a través de la telesecundaria a miles de mexicanos, a tal
grado, que de 1983 a 1987 se redujo el índice de analfabetismo
en sujetos mayores de 15 años del 14 al 7.1%, alfabetizando
a más de 3 millones 300 mil mexicanos. Esto significa que
hay 92 de cada 100 mexicanos adultos que ya saben leer y escribir
en el país7.
De la misma manera, ha logrado promover
permanentemente la donación altruista de sangre a hospitales
y bancos de plasma8. Asimismo,
con apoyo de las campañas de prevención médica
vía televisión, la acciones del sector salud, la participación
de 600 mil voluntarios y la instalación de 80 mil puestos
de vacunación, se pudo inmunizar en dos fines de semana de
1987 en todo el territorio nacional a más de 12 millones
de niños contra la poliomielitis, a 10 millones de pequeños
contra la difteria y la tosferina, y a 2 millones de niños
contra el sarampión, que en conjunto han alcanzado reducir
en más del 35% las enfermedades infantiles en la República9.
También, por la acción
instructiva de la televisión y otros canales de comunicación,
se ha formado en los últimos dos sexenios una nueva cultura
financiera de masas que ha logrado crear una base de educación
económica que permite que la clase media y algunos sectores
de la clase popular sepan cómo invertir sus ahorros en diversos
instrumentos de capitalización, distintos plazos bancarios,
pagarés, renta variable, papel comercial, petrobonos, acciones
de empresas, etc. En los mismos términos, en los spots televisivos
transmitidos de 1984 a 1985 consiguieron abarrotar los Registros
Civiles del país para regularizar las uniones libres de las
parejas y registrar oficialmente a sus hijos. En idéntico
sentido, la repetición publicitaria a través de la
televisión ha creado en las ciudades desde hace 15 años
a la fecha una cultura de uso de la toalla sanitaria que las mujeres
urbanas, y se nota cada vez más con marcada claridad, que
también ya empieza a surgir en el campo.
Igualmente, se logró que
los ciudadanos hicieran valer más sus derechos como compradores
mediante la educación televisiva que ha proporcionado el
Instituto Nacional del Consumidor y la Procuraduría Federal
del mismo en los últimos 12 años10.
De igual forma, se obtuvo que a través de la promoción
televisiva más de 80 mil pedalistas participaran en 1987
en el Paseo Ciclista de la Constitución, 15 mil atletas asistieran
a la Sexagésima Tercera Carrera de la Constitución
en el D.F. y 4 mil deportistas estuvieran presentes en el IV Maratón
Deportivo Guadalajara11.
También a partir de la difusión
de la propaganda audiovisual sobre la prevención de los accidentes
de trabajo y la capacitación de aproximadamente un millón
de funcionarios públicos por el Instituto Mexicano del Seguro
Social, se obtuvo que los percances de trabajo en las empresas se
redujeran el año pasado en 57%12.
En idéntico sentido a través del incremento de las
campañas publicitarias, en 80% en prensa, 110% en revistas,
85% en radio y 200% en televisión, la iniciativa privada
pudo sostener la demanda de consumo de la población en ciertos
renglones excepto el sector textil, la industria zapatera y la industria
automotriz que fueron afectadas drásticamente por la crisis
económica de 198713.
Asimismo, mediante la promoción televisiva y la preparación
de 450 mil promotores del voto por parte de la Federación
de Trabajadores al Servicio del Estado se logró que el 85%
de los ciudadanos en edad de votar se registraran voluntariamente
en el Padrón Electoral para participar en las elecciones
presidenciales de 198814.
Igualmente, otro caso sumamente
meritorio de persuasión y movilización de la sociedad
mexicana ocurrió ante los terremotos de 1985, donde a través
de la televisión y otros medios de comunicación, el
conjunto social se sensibilizó de la magnitud de la tragedia
y logró vincular las urgentes demandas de socorro con los
ofrecimientos de ayuda voluntaria de los ciudadanos, creando un
movimiento de solidaridad civil que no se había presenciado
en las últimas cinco décadas15.
Mediante otras acciones persuasivas
la televisión nos ha reeducado cotidianamente para sustituir
en nuestro registro de domicilio la colonia por el código
postal. Para agregar otra cifra cabezal por zonas cuando el número
telefónico rebasó los seis dígitos. Para aceptar
las nuevas instalaciones en nuestro hogar que permitieron el cambio
de voltaje de 120 a 110 volts. Para cambiar las placas al nuevo
sistema de referencia permanente. Para pagar los impuestos de las
personas físicas y morales en las fechas indicadas, etc.
Por otro lado, en un sentido negativo
presenciamos cómo la televisión ha propiciado a lo
largo de los años un permanente ciclo consumista que provoca
el desperdicio de gran parte de la energía de nuestra sociedad.
A través de las imágenes que diariamente se difunden,
constatamos cómo la televisión reconstruye en la pantalla
otro país que no es México. De igual forma, mediante
los valores televisivos que se proyectan, observamos como la televisión
ha generado un fuerte corrimiento de la frontera ideológica
nacional que ha propiciado la desmedida admiración por el
estilo de vida y éxito por lo extranjero o norteamericano
y el rechazo a los netamente local. También se ha constatado
como los medios de difusión, especialmente electrónicos,
han generado el triunfo de la cultura idiota que ha ocasionado un
enorme deterioro intelectual, psíquico, emocional y espiritual
de la población, etcétera.
Por ello, nos preguntamos, ¿si
durante décadas la televisión ha sido capaz de provocar
nuestro cambio mental y afectivo para optar por otro whisky, brandy,
cigarros, perfumes, ropa, automóviles, valores, creencias,
imaginarios, etc., por qué no va a poder hacer cambiar nuestra
mentalidad frente a los grandes problemas de desarrollo que enfrentamos
como país?. Por lo mismo, es necesario analizar de qué
manera Los medios de información y las televisoras pueden
colaborar a producir en sus auditorios una cultura de avance nacional
y no de retroceso regional.
II.- HACIA OTRO CAMBIO DE CONCIENCIA
VIA LOS MEDIOS DE INFORMACION: EL MODELO DE COMUNICACIÓN
DE SERVICIO PUBLICO
A diferencia de la estrategia
mercadológica o hollywodense que concibe a los receptores
como meros consumidores reales o potenciales diferenciados por estratos
de ingresos y que ha sido enormemente asimilada por los modelos
mexicanos de televisión, nosotros pensamos que las televisoras
de Estado deben comprender a sus auditorios como complejos sectores
humanos enmarcados por múltiples problemáticas educativas,
laborales, económicas, habitacionales, étnicas, nutricionales,
lingüísticas, políticas, etc., que deben resolver
para subsistir. Es decir, deben ser abordadas como sectores que
se encuentran en distintas fases de su desarrollo económico,
político, social, cultural, psíquico y espiritual;
y no como meros receptores pasivos de información y decisiones
centrales que son susceptibles de ser o convertirse en sujetos de
mercado.
Por consiguiente, dentro de esta
perspectiva, los medios audiovisuales deben funcionar frente a sus
públicos como tecnologías culturales capaces de producir
cargas informativas y atmósferas emotivas que crean conciencia
para enfrentar las contradicciones que impiden su progreso. En otras
palabras, las televisoras deben actuar como instrumentos culturales
de desarrollo nacional y regional, a través de la distribución
de sensibilidades y conocimientos especializados por zonas de conflictos,
y no como empresas aisladas productoras de abundante información
comercial o parasitaria desvinculada de las urgentes necesidades
de sobrevivencia municipales y estatales donde actúan. Situación
que ha sido enormemente demandada por los diversos grupos sociales
y políticos de la sociedad mexicana.
Esto implica que las televisoras
de Estado como mediadoras culturales entre el gobierno y la sociedad,
a través de la elaboración y la difusión de
diversas subjetividades y sensibilidades sobre nuestros obstáculos
de desarrollo, deben gestar un ágil y permanente proceso
de transformación de las estructuras mentales de la población
frente a los grandes problemas nacionales y regionales que les impiden
crecer. Ello exige que las televisoras públicas, en conjunto
con otros aparatos culturales, a través de su programación,
formen otra neocorteza cerebral de conocimientos y sentimientos
en el país que nos permita armonizar coherentemente nuestras
acciones colectivas como sociedad, con las urgentes necesidades
nacionales de crecimiento que hay que solucionar para prosperar.
Creemos que hoy día el mayor problema del país
no es el pago de la deuda externa, ni el alto desempleo, ni la aguda
inflación, ni la avanzada contaminación, ni la conquista
de nuevos mercados, ni la agobiante carestía, ni la ausencia
de vivienda, ni la urgente modernización, etc.; sino nuestra
transformación mental y emotiva como sociedad frente a nuestros
conflictos de crecimiento para poderlos resolver. Es decir, la producción
de un gran salto de conciencia colectiva que genere los conocimientos,
sentimientos y actitudes civilizatorias mínimas para poder
sobrevivir como personas, grupos, comunidades, naciones y humanidad.
Esto requiere la creación
de un nuevo proceso de educación cotidiana de nuestras inteligencias
y sentimientos para adquirir a través de las televisoras,
mayores márgenes de claridad y sensibilidad colectivas sobre
nuestras demandas de desarrollo y sus respectivas soluciones. Tenemos
que pasar de aplicar un proyecto televisivo narcotizante y fugaz,
que en el mejor de los casos informa sobre algunos hechos aislados,
fragmentados y descontextualizados; a instrumentar un proyecto de
comunicación que nos sensibilice sobre nuestras necesidades
de desarrollo y movilice a la sociedad en función a la superación
de las mismas. Ello implica producir para cada momento de nuestro
crecimiento una ecoconciencia, vía los medios de información,
que nos permita abrir nuestros horizontes de conocimientos y sentimientos
individuales hacia una nueva macrovisión cósmica que
amplíe nuestros límites de lo posible y nos permita
regresar al ciclo vital de la vida y de la naturaleza del cual velozmente
nos hemos alejado tanto.
Esta moderna acción de reeducación
cotidiana, exige reducir la enorme distancia que actualmente existe
entre la información y la afectividad que producen las televisoras
públicas, con las necesidades de desarrollo que enfrenta
nuestra sociedad para afianzarse como nación. La televisión
de Estado tiene que convertirse en un instrumento que active el
desarrollo de la sociedad y que no lo retarde: la televisión
pública nos puede hacer dar pasos de avance infinitos en
la ampliación de nuestra conciencia a ritmos más acelerados
que los que se han logrado en décadas anteriores, para llegar
a ser una sociedad superior y no una simple masa creciente de habitantes
inferiores con conciencia enana.
Por ello, es fundamental recapacitar
que salvo los problemas que nos impone la dinámica de la
naturaleza como son las inundaciones en el Bajío, los terremotos
en el Valle de México, las heladas en la frontera norte,
las plagas en el Golfo, las sequías en las zonas áridas,
los huracanes en las costas, etc., el resto de los problemas que
tenemos en nuestra sociedad, como la creciente pobreza, la fuerte
desnutrición, las altas tasas de natalidad, la destrucción
ecológica, la arraigada corrupción, la macro concentración
urbana, el aniquilamiento de especies animales, el uso irracional
de recursos energéticos, el acentuado alcoholismo, el grave
desempleo, la seria farmacodependencia, etc., son realidades producidas
por la mente del hombre y que pueden modificarse en la medida que
se corrijan nuestras estructuras cerebrales y afectivas como personas,
grupos, comunidades y sociedad. Es decir, aunque aparentemente todas
estas contradicciones surgen por procesos políticos, por
formas de organización social, de tendencias históricas,
de modelos de producción, de herencias materiales, de determinaciones
económicas, de desequilibrios entre campo y ciudad, de insuficiencias
económicas, etc., en última instancia, todos estos
hechos parten de las visiones profundas, que los individuos poseen
sobre el hombre, el mundo y la vida.
Por lo mismo, frente a este panorama,
es necesario subrayar que son situaciones que no nos imponen las
fuerzas naturales, sino que las genera el entendimiento deformado
de los mexicanos. Por ello, insistimos que en nuestro país
podrá existir progreso tecnológico, aumento de riqueza,
expansión material, incremento de las comunicaciones, perfeccionamiento
científico, reagrupación política, modernización
social, etc., pero si no hay transformación de nuestras estructuras
psíquicas, finalmente, no hay avance de nuestra sociedad.
De aquí la trascendental importancia de educar y modificar
nuestras bases de inteligencia para crecer como país. Para
esto, hoy día contamos en nuestra sociedad con el aparato
educativo tecnológicamente más desarrollado y perfeccionado,
que son los medios de difusión electrónicos y en especial
la televisión.
En la construcción de esta
alternativa es importante tener presente que la clave para producir
este nuevo proyecto de cultura nacional a través de la televisión,
no consiste en sólo generar programas de nacionalidad mexicana
y ya no importar contenidos, es decir, mexicanizar la pantalla,
pues podemos producir todas las horas visuales que deseemos sin
alcanzar avances en la formación de nuestra conciencia nacional.
Lo que se requiere para crecer es elaborar una programación
audiovisual que colabore a cambiar nuestras conductas colectivas
sobre los grandes conflictos de desarrollo que encaramos.
Sabemos que la transformación
mental y afectiva de nuestra sociedad no es tarea ni responsabilidad
única de la televisión de Estado sino del conjunto
complejo de medios de comunicación y de instituciones culturales
que existen en el país. Por ello, será en la medida
en que todos los canales de difusión accionen a corto, mediano
y largo plazo en esta misma dirección, que podrán
darse procesos de profunda modificación ideológico-afectivo
y de reorganización de la comunidad en función a sus
urgencias inmediatas como se logró sorprendentemente ante
los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985.
Sin embargo, mientras despiertan
y reaccionan el sistema global de medios de comunicación
y de cultura en esta perspectiva, es necesario considerar que la
televisión ocupa un papel central en la promoción
de nuestra identidad y sensibilidad nacionales pues se ha convertido
en el principal instrumento intelectual a través del cual
cotidianamente la población reconstruye en su inteligencia
la realidad macro social con la que se relaciona. De aquí
la importancia de propiciar la transformación profunda de
esta institución cerebral del país.
Por lo anterior, creemos que una
televisión pública que no fomente en población
un permanente proceso emotivo y racional que nos conduzca al análisis
y a la autocrítica de la realidad para regresar a nosotros
mismos como personas, como familia, como barrio, como delegación,
como municipio, como Estado, como región, como cultura, como
nación y como humanidad, es una televisión que no
generará un avance en sus auditorios, pues propiciará
que nuestra conciencia y afectividad se continúe evadiendo
de la realidad concreta sin enfrentar los obstáculos que
debemos asimilar para superarlos, crecer y sobrevivir. Esto fomentará
que la energía colectiva del país se continúe
perdiendo a través de los ciclos ideológicos del desperdicio
mental que erosionan salvajemente la formación de nuestra
identidad nacional, y por consiguiente, prosiga el derroche de este
monumental recurso psíquico de la sociedad para construir
una nueva fase de la nación: nuestra energía mental.
Ante ello, nos cuestionamos, ¿De
qué sirven los desarrollados ojos tecnológicos que
ha construido la televisión si a través de éstos
no podemos mirar a México, ni tampoco nuestro interior?.
El continuar conservando la opacidad de nuestra conciencia colectiva
frente a nuestros fuertes conflictos de crecimiento, prolongará
la confusión y el debilitamiento de la marcha de la sociedad,
pues evitará la atención de su malestar interno impidiendo
su progreso. Hay que considerar que los problemas de nuestra sociedad
únicamente podrán ser resueltos en la medida en que
colectivamente adquiramos conciencia racional y emotiva de su existencia
y no en el porcentaje que los olvidemos. Los medios de información
colectivos y la televisión debe optar por la vida y no por
la muerte del país: si no forma conciencia sobre los conflictos
nacionales, se inclina por la muerte de nuestra sociedad.
Pensamos que para desentrañar
la relación entre el funcionamiento de las televisoras públicas
y la satisfacción de los más relevantes problemas
nacionales, y a su vez, para construir este proceso afectivo y racional
en el interior de la República, debemos de partir de las
respuestas a algunas de las siguientes preguntas: ¿Hoy día,
qué información es la que deben generar las estaciones
de televisión frente a los requerimientos de desarrollo que
encaran sus públicos?. ¿Qué mapas mentales
hay que crear para las próximas décadas de la crisis
nacional?. ¿Qué actitudes colectivas hay que introducir
en los ciudadanos para atenuar la caída vertical del país?.
¿Qué valores hay que interiorizar para que los mexicanos
nos sintamos seguros de ser mexicanos?. ¿Qué sensibilidad
hay que despertar para fortalecer la cohesión de nuestro
Estado-Nación?. ¿Qué ciclos culturales hay
que armar para rescatar la identidad regional?. ¿Cuáles
son los mínimos mentales que debemos crear para superar la
crisis civilizatoria que se profundiza en nuestra nación?.
¿Qué clase de información
hay que distribuir en los hogares mexicanos para alcanzar un crecimiento
sostenido de 3.5 al 4% como pretende el gobierno mexicano?. ¿Qué
conductas grupales hay que despertar frente al surgimiento de la
nueva revolución industrial, ahora denominada reconversión
industrial que cambiará radicalmente la estructura de nuestra
sociedad?. ¿Qué tipo de realidades hay que difundir
cuando el modelo de desarrollo que ha sostenido a la sociedad mexicana
en los últimos 60 años ya se ha agotado y la era del
petróleo ya vislumbra su fin?. ¿Cómo construir,
a través de la televisión, un Estado-Nación
más sólido que se pueda enfrentar al nuevo proyecto
transnacional del capital financiero que presiona por debilitar
a nuestro gobierno?. ¿Qué clase de información
hay que distribuir a las inteligencias del país para despetrolizar
la economía mexicana y vivir lo más justamente esta
etapa de transición energética y social por la que
atravesamos?.
¿Cómo convocar a través
de la televisión a los principales sectores del país
alrededor de un sólo proyecto de crecimiento que le dé
una nueva fuerza histórica al Estado Mexicano?. ¿Qué
políticas culturales deben promover la televisión
cuando observamos que la tasa anual de inflación está
desmoronando las tradicionales instituciones sociales de nuestra
comunidad?. ¿Qué informaciones hay que producir y
cómo hay que distribuirlas en el país para que impacten
favorablemente como efecto multiplicador en los centros neurálgicos
que generan el desarrollo nacional?. ¿Cómo los espacios
televisivos nos pueden ayudar a disminuir la creciente tensión
provocada por la insatisfacción de los niveles mínimos
de bienestar social?. ¿Qué clase de programación
hay que ofrecer a nuestra sociedad vía televisión
cuando sabemos que después de 510 años de fundado
el país, apenas en 1987 hemos alcanzado como promedio básico
de conocimientos el sexto grado de primaria mental?. ¿Qué
tipo de insertos publicitarios deben existir en nuestro país,
cuando sabemos que para 110 millones de habitantes que viven en
la República Mexicana, sólo existe mil 800 bibliotecas
públicas?. ¿Qué tipo de cultura nacional debe
formar la televisión cuando sabemos que es urgente aumentar
en 7 millones de hectáreas la frontera agrícola del
país para resolver las necesidades de alimentación
de la población nacional en los próximos siete años?16.
¿Qué clase de cultura hay que impulsar a través
de la televisión cuando en una década, desde 1977
a 1987, la participación del trabajo en la formación
del Producto Interno Bruto se redujo un 63.5%, lo que significa
que el trabajador del salario mínimo, por lo menos ha laborado
gratis durante 5 años y medio?17.
¿Qué carácter
deben tener las telenovelas cuando nuestra sociedad tiene a más
de 17 millones de desempleados y en la década del 2,000 se
tendrán que crear, por lo menos, un millón de empleos
anuales para satisfacer la demanda básica de la población?18.
¿Qué clase de spots promocionales se deben difundir
de hoy en adelante por la televisoras de Estado para gobernar civilizadamente
al Distrito Federal, la ciudad más grande del mundo, que
para principios del siglo XXI cuenta con 35 millones de habitantes?19.
Ante el umbral del gran cambio tecnológico en el que estamos
¿Qué cargas culturales hay que producir para que avance
la reconversión industrial?.
¿Qué concepciones
debe difundir la televisión para incentivar un proyecto económico
que permita producir para crecer internamente y no para pagar los
simples intereses de la inalcanzable deuda externa de más
de 80 mil millones de dólares?.
Ahora bien, siendo que la televisión
no puede propiciar de un sólo golpe la evolución de
todos los cuadros mentales que existen en el país, sino sólo
la transformación de algunos, esto exige la elaboración
de una estrategia cultural muy precisa para determinar cuáles
son aquellas áreas mentales vitales, cuyo avance se tiene
que fomentar para generar un desenvolvimiento integral de la nación.
Para evitar un derroche de esfuerzos en la producción de
esta estrategia, que es un tarea sumamente amplia y compleja de
realizar, debemos partir de una economía muy estricta de
reflexión y acción.
La guía de este análisis
debe estar conducido por la claridad que aporten las siguientes
tres preguntas: 1) ¿Cuáles son las necesidades de
desarrollo que hoy en día enfrenta la sociedad mexicana?;
2) ¿Cuáles son los actuales procesos sociales a través
de los que se está originando el cambio fundamental de nuestro
país?; y 3) ¿Cuáles son los mapas mentales
que están impidiendo el avance del conjunto de la sociedad
mexicana y cuya transformación puede provocar un efecto multiplicador
que acelere el progreso de ésta?.
Creemos que la conjunción
de estas tres vetas del pensamiento y acción confluyen en
la ejecución de una sola labor: la localización de
los grandes problemas nacionales que actualmente impiden el progreso
de nuestra sociedad. Es por ello, que frente a esta situación
debemos cuestionarnos qué deben y qué pueden hacer
las televisoras de Estado para propiciar la resolución de
los principales conflictos estructurales de nuestro desarrollo.
Hasta el momento podemos decir,
que en términos generales, la información que ha elaborado
y diseminado la televisión nacional, básicamente ha
surgido de los intereses espontáneos, de la presiones burocráticas,
de los requerimientos coyunturales, de las exigencias de la lógica
del mercado, de las "relaciones amistosas", de decisiones
improvisadas, del "estado de ánimo" de los conductores,
de propuestas experimentales, de la lógica del jefe, de las
extremas presiones de tiempo que imponen la producción televisiva,
de "intuiciones creativas", de oportunidades comerciales,
de "compromisos contraídos", etc; pero no ha emanado
el examen profundo y sistemático de las necesidades estructurales
que enfrenta y requiere satisfacer el proyecto de crecimiento de
la nación. De aquí, el gran abismo que se ha producido
entre la cultura televisiva que han inculcado las instituciones
audiovisuales y las deprimidas condiciones de vida que soporta la
población mayoritaria de los municipios del país.
Derivado de ello, hoy vivimos una
asombrosa paradoja que caracteriza los tiempos de inicio del siglo
XXI: A mayor desarrollo de las tecnologías de información,
mayor pobreza de sus contenidos comunicativos.
Curiosamente, la actividad publicitaria
que es el área que más hemos combatido la generación
de pensadores críticos sobre la comunicación en México,
es el sector que con mayor profesionalismo ha aplicado la investigación
para producir sus líneas informativas a través de
la televisión: no produce ningún producto comunicativo
sin análisis previos. El problema es que todas esas habilidades,
recursos, conocimientos, experiencias acumuladas, etc., se dirigen
hacia el único objetivo de cambiar o reforzar las mentalidades
para la compra de un jabón, una cajetilla de cigarros, un
refresco, un perfume, un automóvil, etc., y no para la modificación
de nuestras actitudes ante los grandes problemas nacionales que
nos impiden avanzar.
Para evitar caer nuevamente en esta
gravísima desviación, es imprescindible, por una parte,
que las televisoras estatales planifiquen orgánicamente la
elaboración de su información audiovisual a partir
del diagnóstico de las principales carencias que requiere
resolver cada zona de desarrollo de la Nación. En otras palabras,
a través de las televisoras y otros medios de comunicación
se deben producir distintos paquetes emotivos e informativos envueltos
en todos los géneros audiovisuales atractivos (telenovelas,
mesas redondas, series informativas, programas grabados, películas,
series de concursos, videos espectaculares, etc.) cuyos contenidos
generen una base de sensibilidad y conciencia que permita enfrentar
las diversas urgencias que encara cada comarca de la República
Mexicana. Esto significa, que hay que elaborar a través de
la televisión nuevas políticas de programación,
y por lo tanto, de educación formal e informal de los públicos,
que partan de la localización de los conflictos que determinan
la vida de los auditorios.
Por otra parte, para abordar el
progreso del país desde la televisión hay que generar
con anticipación a la presencia de los conflictos, un cotidiano
proceso educativo de evolución de las mentalidades y no esperar
a que las contradicciones alcancen dimensiones críticas y
desproporcionadas para que sean consideradas por las políticas
informativas de las televisoras. Desafortunadamente, ésta
ha sido la tónica de funcionamiento generalizado que ha seguido
la televisión mexicana: la sensibilización de la población
a través de la programación va enormemente rezagada
de las inminentes necesidades de desarrollo que hay que solucionar,
y éstas se encaran, sólo posteriormente cuando son
realidades que adquieren proporciones alarmantes que ya son difíciles
de controlar por los órganos de gobierno establecidos.
Por ejemplo, el caos ecológico
no se abordó en sus orígenes a través de la
televisión, sino que hasta que alcanzó la proporción
de inversiones térmicas que redujeron notablemente la presencia
del oxígeno para nuestras vidas. El problema del crecimiento
demográfico no se enfrentó en sus principios, sino
hasta que la concentración humana en manchas urbanas exigió
la urgentísima planificación natal. La descentralización
nacional no se planteó en los comienzos de la aglomeración
social, sino hasta que la aguda falta de dotación de servicios
y empleo en las ciudades exigió volver los ojos al interior
del país. El desperdicio del agua no se abordó en
su nacimiento, sino hasta que se agotaron los mantos acuíferos
que nos dan la vida y tuvimos que importar agua del exterior. La
formación de una mínima cultura antisismos para el
Valle de México, requerida desde hace décadas por
ser muy vulnerable esta región ante los movimientos telúricos,
se ha preparado raquíticamente sólo después
de los devastadores terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985.
La generación de una amplia cultura sexual que incluyese
el empleo de preservativos y otros métodos preventivos para
evitar el embarazo y el contagio de enfermedades venéreas,
requerida urgentemente desde principios de siglo, no se impulsó
televisivamente a partir del surgimiento de este moderno medio de
comunicación en los años cincuenta, sino hasta 1988
cuando apareció la moderna peste negra del siglo XX: el SIDA.
El llamado a la solidaridad económica no se convocó
ante los permanentes abusos de la clase gobernante, sino cuando
la inflación llegó al 160% anual de deterioro del
poder adquisitivo. La corrupción oficial no se abordó
en sus orígenes pestilentes, sino hasta que las arcas públicas
quedaron vacías sin dinero para enfrentar los compromisos
públicos. El deterioro de la medicina pública no se
encaró en el clímax de su ineficiencia, sino hasta
que quebró en el año 2002 cuando los enfermos murieron
por falta de medicinas.
De lo contrario, de no efectuarse
esta urgente estratégica racionalización de flujo
televisivo, se seguirán produciendo monumentales volúmenes
cotidianos de información innecesaria que no se relaciona
con las exigencias subjetivas que requieren adquirir los públicos
para resolver sus contradicciones materiales y desvían y
atomizan las conciencias, evitando el avance social de los mismos,
con su consecuente retroceso humano. Así, por ejemplo, "la
radiodifusión comercial continuará destinado más
de sus dos terceras partes de información al entretenimiento,
el 10% a los programas educativos y orientadores y el 5% a tareas
publicitarias"20.
Ante esta realidad, nos preguntamos
¿Qué sentido tiene el que la televisión pública
y privada inunde de 110 horas diarias, 770 horas semanales y 3,080
horas mensuales los hogares mexicanos?. ¿Qué le deja
a la maltrecha sociedad mexicana la importaciónde miles de
contenidos visuales parasitarios?. ¿ Qué gana la comunidad
nacional con la difusión masiva de tanta información
desvinculada de nuestros principales problemas nacionales?.
En la actualidad, nuestra República
cuenta con la infraestructura de telecomunicaciones suficientes
para provocar este avance de la sociedad mexicana. Por ejemplo,
desde 1921 hasta la fecha la industria de la radiodifusión
ha crecido a un ritmo de 7.7% anual que es una tasa superior a la
de la expansión demográfica en este periodo. Incluso
ha sido mayor a otras ramas de la comunicación más
estratégicas para el desarrollo económico del país
como son los ferrocarriles que en 77 años, es decir, desde
la época pos revolucionaria de 1920 a la fecha sólo
ha crecido un 25% con un tendido de 5 mil kilómetros de vías
férreas21.
Esta expansión vertiginosa
de las telecomunicaciones en la República mexicana ha generado
en 70 años en el terreno material, una gigantesca capacidad
instalada de más de 16 mil cien kilómetros de microondas,
con 224 estaciones repetidoras y 110 terminales; 595 estaciones
de televisión divididas entre canales nacionales, repetidoras,
televisoras locales, y televisoras de los gobiernos estatales; 1,332
emisoras de radio en el país, divididas en 875 estaciones
en A.M. y 479 en F.M; un sistema de satélites compuesto por
el complejo de satélites Morelos II, Solidaridad I y Solidaridad
II que cubren todo el territorio mexicano y otras partes del continente
americano (El sistema de satélites Morelos I ya terminó
de operar con vida útil); 400 periódicos de circulación
local y 192 revistas, la mayoría de circulación nacional
y de periodicidad variable; 59 agencias de información de
noticias, de las cuales 14 son nacionales y 45 internacionales,
con 64 corresponsales extranjeros, 57 de periódicos y 7 de
revistas; más de 16 mil videoclubes; 40 empresas dedicadas
a la producción del video, y más de 3 mil 500 salas
cinematográficas con la presentación de aproximadamente
mil 500 funciones diarias en el país22.
En el campo de la formación
de recursos humanos en comunicación, contamos con más
de 60 escuelas de información, 15 mil docentes especializados
en esta área, 30 mil alumnos y más de 100 mil profesionales
formados de esta rama en toda la República.
Es por ello que, a principios de
siglo XX, por la incipiente expansión de las comunicaciones
masivas no podíamos adquirir rápidos y nuevos estados
de conciencia colectivos que nos permitieran evolucionar aceleradamente
por los rumbos que exigía el cambio global de la sociedad
pre revolucionaria. Fueron los procesos de comunicación lentos
y aislados los que, poco a poco, en la medida en que entraron en
contacto unos con otros, se multiplicaron y se fecundaron entre
sí, los que gestaron la visión de un cambio profundo
de la sociedad mexicana que dio origen a la Revolución de
1910.
Sin embargo, al contrario, ahora
al iniciar el siglo XXI contamos con un avanzadísimo sistema
de telecomunicaciones electrónicas que pueden provocar una
sistemática y omnipresente sensibilización a domicilio
de las conciencias para crear las mutaciones necesarias que requiere
producir el urgente proyecto de sobrevivencia de la sociedad mexicana.
Por lo mismo, se puede afirmar
que las condiciones tecnológicas y de formación de
recursos humanos para el cambio mental y espiritual del país
ya están dadas. Lo que queda ahora es efectuar el trabajo
político y organizativo para lograr la reorientación
del contenido de tales avances electrónicos para impulsar
el urgente salto mental que requiere nuestra sociedad.
Creemos que de nada servirá
el enorme esfuerzo administrativo, político, de innovación
tecnológica, de capacitación de cuadros humanos creativos,
de organización, de movilización, etc., que exige
el nuevo proyecto de televisión pública, si toda esta
infraestructura no es enfocada al cambio de nuestra mentalidad sobre
los grandes problemas nacionales. Si la televisión no sirve
para esto, nos preguntamos ¿Qué sentido puede tener
su presencia en el país?. Si la televisión sólo
colabora a entretener, divertir, informar pero no contribuye a la
transformación humana de la población ¿Qué
la puede justificar?. Si la televisión no crea mayores niveles
de conciencia colectiva sobre las trabas que impiden nuestro desarrollo,
¿Cómo defender la ampliación tecnológica
que durante más de 50 años ha logrado el Estado Mexicano
a través del tejido televisivo para llegar a la recámara,
la sala y la cocina de todos los hogares mexicanos?. Si no es útil
para estos fines ¿Por qué no dar paso entonces a otras
relaciones de comunicación más vitales como son el
encuentro familiar y los vínculos personales que tanto ha
desplazado la presencia de la televisión y otras nuevas tecnologías?.
En este periodo de transformación
acelerada por el que atraviesa nuestra sociedad, el único
sentido que fundamenta la existencia de la televisión, es
el aprovechar al máximo su gran potencial pedagógico
para producir mayores niveles de conciencia colectiva sobre nuestras
problemáticas, que nos sirvan para organizar a los municipios
y delegaciones del país de forma que permitan recobrar los
hilos del proyecto nacional perdidos y aminoren la crisis global
que nos desintegra como Nación. Por lo anterior, creemos
que la razón de ser de la televisión mexicana y si
alguna justificación tiene la presencia del Estado en ésta,
es la de colaborar a través de ella a conocer y sentir más
nuestro país para adquirir mayores niveles de claridad que
nos permitan hacerlo progresar y no desmovilizar y dispersar a la
sociedad a través de la permanente diversión espectacular
y el entretenimiento fugaz.
Por lo mismo, de seguir utilizando
mayoritariamente la televisión para el esparcimiento es casi
como aceptar que las principales carreteras del país, que
también son vías de comunicación estratégicas,
sólo se aprovechen para transitar a los centros vacacionales,
los cabaretes, los clubes de golfo, las canchas de tenis, zonas
residenciales, etc., y por lo tanto, los transportes de carga, los
automotores de trabajadores, los vehículos oficiales, los
automóviles de negocios, las carretas campesinas, los camiones
de la industria de la construcción, etc. no deben circular
por éstas.
Tenemos que entender que el monumental
esfuerzo material que ha hecho la sociedad mexicana durante más
de 50 años para desarrollar el sistema nervioso televisivo
del país, no ha sido para destinar este estratégico
recurso cultural para la simple promoción publicitaria o
el esparcimiento, sino para enfocar estas herramientas para la educación
y transformación mentales del país frente a sus grandes
conflictos de crecimiento, uno de los cuales, en un porcentaje mínimo,
es el entretenimiento y no su esencia.
Por lo anterior, consideramos que
con la misma cantidad de técnicas, los mismos estudios, la
misma iluminación, los mismos desayunos, el mismo presupuesto,
los mismos memorándums, la misma saliva, las mismas calorías,
etc., que se dedican, hoy día, para producir la actual televisión
mayoritariamente parasitaria, se puede generar una nueva programación
que propicie el desarrollo del país: la información
de contenido social genera la superación de nuestra sociedad
y la comunicación de fuga de la realidad produce el retraso
de nuestra Nación. En el presente, lo que le falta al
Estado Mexicano para lograr a través de la televisión
este avance mental de la sociedad frente a su crisis de desarrollo
son dos cuestiones: por una parte, la elaboración de una
nueva concepción de la función orgánica que
deben ejercer los aparatos audiovisuales frente a las exigencias
del crecimiento social. Y por otra, la presencia de una nueva voluntad
política para lograrlo.
En la actualidad, en el terreno
informativo hemos avanzado sustantivamente en la innovación
de nuevas tecnologías de comunicación, en la forma
especializada de cómo transmitir los datos, en la manera
de cómo abordar casi exhaustivamente la vista y el oído
a través de imágenes y sonidos, en la capacitación
de cuadros altamente profesionales, en la expansión de redes
de información, etc.; pero el gran problema es que todavía
no sabemos cómo utilizar los canales de difusión para
contribuir a resolver los grandes conflictos que encaramos en cada
fase de nuestra evolución histórica. Por ello, creemos
que el proyecto de reforma y modernización de los medios
de información de Estado, enormemente solicitado por los
sectores mayoritarios y representativos de la sociedad mexicana,
no provendrá de la adquisición de nuevas computadoras
visuales para descomponer el color, de la incorporación del
sonido estereofónico a la señal auditiva, del aumento
de la cobertura televisiva, del enlace instantáneo de la
señal a todos los rincones de los municipios, de la introducción
de nuevos lenguajes visuales en la pantalla, de la substitución
de las tecnologías analógicas por las digitales, de
la modificación del logotipo de la imagen, de los nuevos
ordenadores de datos, etc., sino en la medida en que la televisión
de Estado aborde el cambio de nuestras culturas cotidianas frente
a los grandes problemas del país.
Por lo mismo, insistimos que considerando
que la televisión es la principal red educativa que existe
en nuestra sociedad, la pregunta central sobre ésta no es
cómo renovarla a través de la incorporación
de nuevas tecnologías sino el indagar cómo aprovechar
todo su potencial para la transformación mental y afectiva
de nuestra sociedad ante sus principales obstáculos que le
impiden crecer. La modernización del país no se logrará
si no se construye a través de la televisión una nueva
cultura ante nuestros dilemas de crecimiento.
Si los medios de comunicación
y en especial de la televisión no optan por la superación
de los conflictos del país, nos cuestionamos ¿ Por
qué la sociedad mexicana deberá seguir pagando el
funcionamiento parasitario de éstos ?. La sociedad civil
necesita despertar de la oscuridad mental en la que hemos permanecido
muchas décadas y que nos ha impedido tomar conciencia de
que, bajo cualquiera de las dos formas de financiamiento tradicional
de los medios, el mercantil o el subsidio público, finalmente,
su funcionamiento lo pagamos los receptores. Por el publicitario,
porque el monto que se invierte en este rubro es cargado por la
empresas como costo de producción al precio último
de los productos que pagamos los consumidores. Por el subsidio gubernamental,
porque proviene del erario público que se forma de los impuestos
que aportamos los ciudadanos. Por lo tanto, la operación
de los medios de comunicación en el país, bajo una
u otra modalidad, siempre la pagamos los espectadores. Por ello,
a principios del siglo XXI, los medios de información colectivos
y en particular la televisión tienen la obligación
irrenunciable de atender las necesidades de elevación del
nivel de vida de sus auditorios.
De lo contrario, de no avanzar con
ésta política cultural encontraremos que en plena
fase de modernización nacional, se habrán modificado
las estructuras económicas, políticas, jurídicas,
tecnológicas, etc. de nuestra sociedad; pero no se habrán
transformado las estructuras mentales profundas que, en última
instancia, son las que sostienen y le dan vida a nuestra nación.
Bajo estas circunstancias la sociedad mexicana estará avanzando
con los "ojos vendados" por un precipicio mental muy peligroso
y dentro de algunos años veremos y sufriremos las consecuencias
devastadoras que habrá dejado sobre nuestras conciencias
y comportamientos colectivos la presencia de la lógica de
mercado en el terreno cultural y espiritual de nuestro país.
Notas:
1
Concepto definido a partir de las ideas expuestas para el trabajo
de grupo del proyecto denominado Preparación básica
de la formación de recursos humanos en comunicación
para el desarrollo, Coordinador general del proyecto Mtro. Pablo
Casares A, Segunda Reunión de Consulta, UNESCO-UIA, 18-20
de mayo de 1987, México D.F. p. 1.
2 Para revisar como no es la cantidad
de información que se arroja a la sociedad, vía las
viejas y nuevas tecnologías de comunicación, lo que
provoca el desarrollo social, consultar nuestro trabajo El sistema
Morelos de satélites y su impacto en la sociedad mexicana,
V Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación
Social, Bogotá, Colombia, 6 al 10 de octubre de 1986, página
29.
3 Para comprender porqué
la televisión se ha convertido en el principal medio de comunicación
en la sociedad contemporánea, consultar nuestro trabajo:
Los medios de comunicación y la construcción de
la hegemonía, Editorial Nueva Imagen-Centro de Estudios
Económicos, Políticos y Sociales del Tercer Mundo
(CEESTEM), México, D.F., 1983.
4 Por otra parte, es alarmante
y aleccionador para la sociología crítica del estudio
del receptor, que quienes con mayor exactitud, sutileza y eficacia
conocen el perfil de comportamiento del auditorio es el sector dominante,
que impulsado básicamente por el capital industrial y comercial,
se dedica, a través de las técnicas de la mercadotecnia
y publicidad, a radiografiar los diversos patrones de aspiraciones,
gustos, comportamientos, debilidades, actitudes, preferencias, inclinaciones,
etc., del receptor, con objeto de integrarlo al proyecto de desarrollo
del capital nacional e internacional. Javier Esteinou Madrid, El
estudio materialista de la comunicación de masas, Cuadernos
del TICOM No. 1, Taller de Investigación para la Comunicación
Masiva, Departamento de Educación y Comunicación,
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, marzo
de 1979, p. 9.
5 Algunos otros ejemplos que nos
permiten comprender el poder limitado de la televisión, lo
encontramos cuando Juan Domingo Perón es elegido presidente
de Argentina en 1946, cuando tuvo toda la "gran prensa"
en su contra y con parte de ésta en 1973, y derrocado con
toda la prensa a su favor en 1955. O también cuando en julio
de 1979 el general Anastasio Somoza es derrocado en Nicaragua por
el Frente Sandinista de Liberación Nacional, no obstante
controlar y dominar durante más de 30 años la estructura
y dinámica vertical del aparato de la cultura nacional. Esteinou
Madrid, Javier, Los medios de comunicación y la construcción
de la hegemonía, Editorial Nueva Imagen, México
D.F., 1983, p. 110.
6 Víctor M. Bernal Sahagún,
Programa Intersticios, tema: La publicidad, Radio Educación,
18 de julio de 1988; Florence Toussaint, La televisión
y los resultados electorales, Proceso, 25 de julio de 1988,
p. 58; Fracasó la televisión, no todo es vender
detergentes, Excélsior, 5 de agosto de 1988.
7 Hoy 92 de cada 100 adultos
mexicanos saben leer y escribir, Excélsior, 13 de diciembre
de 1986; Reconocimiento de la UNESCO al gobierno mexicano por
los resultados de programas de alfabetización, Uno Más
Uno, 9 de septiembre de 1987; Descendió el analfabetismo
a 7.6%, Uno Más Uno, 27 de marzo de 1987.
8 Respuesta al festival del
donador altruista de sangre, Excélsior, 14 de octubre
de 1987.
9 Las campañas de vacunación
han logrado reducir 35% las enfermedades infantiles, Excélsior,
12 de marzo de 1986; El próximo sábado la segunda
jornada de vacunación antipolio, Excélsior, 22
de marzo de 1986; Serán inmunizados contra la polio más
de doce millones de niños, Excélsior, 14 de enero
de 1987; Millón y medio de niños serán vacunados
contra la polio en el D.F., Excélsior, 21 de enero de
1987; Aplicarán hoy a 12 millones de infantes la vacuna
antipolio, Excélsior, 24 de enero de 1987; Se inmunizó
contra la polio a 12 millones de infantes, Excélsior,
25 de enero de 1987; Aplicó la armada 75 mil dosis de
vacuna antipolio, Excélsior, 29 de enero de 1987; Vacunados
más de 10 millones de niños contra difteria y tosferina,
Excélsior, 23 de mayo de 1987; Del 26 al 30, vacunas contra
el sarampión: SSA, Uno más Uno, 20 de octubre
de 1987.
10 Cada vez más consumidores
hacen valer sus derechos: Pliego Montes, Excélsior, 11
de febrero de 1987.
11 Al maratón de Guadalajara
4,000 corredores, Excélsior, 4 de febrero de 1987; 15,000
atletas en la carrera de la Constitución, Excélsior,
8 de febrero de 1987; El paseo ciclista, un freno a la contaminación,
Excélsior, 5 de junio de 1987.
12 Bajaron los accidentes
laborales en 57%: IMSS, Excélsior, 10 de febrero de 1987.
13 Reconoció MMH el apoyo
publicitario a las campañas del sector público, Excélsior,
29 de septiembre de 1987.
14 Está preparando
al FSTSE a 450,000 promotores del voto, Excélsior, 2
de julio de 1987.
15 Esteinou Madrid, Javier,
La reconstrucción y los medios de comunicación,
El Búho, No. 15, suplemento cultural de Excélsior,
22 de diciembre de 1985; Esteinou Madrid, Javier, Televisión
y memoria social (dos partes), El Búho, Nos. 35 y 36,
Excélsior, 11 y 18 de mayo de 1986.
16 Urge aumentar en 7 millones
de hectáreas las fronteras agrícolas del país,
Excélsior, 4 de diciembre de 1987.
17 Brusca caída de
la participación del trabajo en el PIB, Excélsior,
15 de febrero de 1988.
18 Requiere el país
crear anualmente un millón de empleos, Excélsior,
14 de febrero de 1988; Afecta ya el desempleo a 17 millones de
mexicanos, Excélsior, 15 de febrero de 1988.
19 En el año 2000
la ciudad de México tendrá 26 millones de habitantes,
Excélsior, 16 de febrero de 1988.
20 Jiménez Espriú,
Javier Panorámica y perspectivas de la radiodifusión
en México, Secretaría de Comunicaciones y Desarrollo
Tecnológico (SCT), Primer Encuentro Latinoamericano y del
Caribe de Radio y Televisión, México 1986, Guadalajara,
Jalisco, 30 de octubre de 1986, páginas 4 y 5.
21 De 1910 a la fecha la
red de trenes sólo creció 5 mil kilómetros,
Excélsior, 10 de febrero de 1987.
22
Los medios de difusión masiva tienen un papel central
en la renovación, Excélsior, 16 de noviembre de
1986 e Información Relevante Sobre Medios de Comunicación
en México, Documento estadístico de apoyo preparado
para la Conferencia Internacional sobre "El Derecho a la Información
en el Marco de la Reforma del Estado en México", Cámara
de Diputados, LVII Legislatura, mayo de 1998, México, D.F.,
27 páginas.
Notas:
- Afecta ya
el desempleo a 17 millones de mexicanos, Excélsior, 15 de febrero
de 1988.
- Al maratón
de Guadalajara 4,000 corredores, Excélsior, 4 de febrero de
1987.
- Aplicarán hoy
a 12 millones de infantes la vacuna antipolio, Excélsior, 24
de enero de 1987.
- Aplicó la armada
75 mil dosis de vacuna antipolio, Excélsior, 29 de enero de
1987.
- Bajaron los accidentes
laborales en 57%: IMSS, Excélsior, 10 de febrero de 1987.
- Bernal Sahagún,
Víctor M., Programa Intersticios, tema: La publicidad,
Radio Educación, 18 de julio de 1988.
- Brusca caída
de la participación del trabajo en el PIB, Excélsior,
15 de febrero de 1988.
- Cada vez más
consumidores hacen valer sus derechos: Pliego Montes, Excélsior,
11 de febrero de 1987.
- De 1910 a la fecha la
red de trenes sólo creció 5 mil kilómetros,
Excélsior, 10 de febrero de 1987.
- Del 26 al 30, vacunas
contra el sarampión: SSA, Uno más Uno, 20 de octubre
de 1987.
- Descendió el
analfabetismo a 7.6%, Uno Más Uno, 27 de marzo de 1987.
- El paseo ciclista, un
freno a la contaminación, Excélsior, 5 de junio de 1987.
- El próximo sábado
la segunda jornada de vacunación antipolio, Excélsior,
22 de marzo de 1986.
- En el año 2000
la ciudad de México tendrá 26 millones de habitantes,
Excélsior, 16 de febrero de 1988.
- Está preparando
al FSTSE a 450,000 promotores del voto, Excélsior, 2 de julio
de 1987.
- Esteinou Madrid, Javier,
El estudio materialista de la comunicación de masas,
Cuadernos del TICOM No. 1, Taller de Investigación para la
Comunicación Masiva, Departamento de Educación y Comunicación,
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, marzo
de 1979.
- Esteinou Madrid, Javier,
El sistema Morelos de satélites y su impacto en la sociedad
mexicana, V Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación
Social, Bogotá, Colombia, 6 al 10 de octubre de 1986.
- Esteinou Madrid, Javier,
La reconstrucción y los medios de comunicación,
El Búho, No. 15, suplemento cultural de Excélsior, 22 de
diciembre de 1985.
- Esteinou Madrid, Javier,
Los medios de comunicación y la construcción de
la hegemonía, Editorial Nueva Imagen-Centro de Estudios
Económicos, Políticos y Sociales del Tercer Mundo
(CEESTEM), México, D.F., 1983.
- Esteinou Madrid, Javier,
Televisión y memoria social (dos partes), El Búho,
Nos. 35 y 36, Excélsior, 11 y 18 de mayo de 1986.
- Fracasó la televisión,
no todo es vender detergentes, Excélsior, 5 de agosto de 1988.
- Hoy 92 de cada 100 adultos
mexicanos saben leer y escribir, Excélsior, 13 de diciembre
de 1986.
- Información Relevante
Sobre Medios de Comunicación en México, Documento
estadístico de apoyo preparado para la Conferencia Internacional
sobre "El Derecho a la Información en el Marco de la
Reforma del Estado en México", Cámara de Diputados,
LVII Legislatura, mayo de 1998, México, D.F., 27 páginas.
- Jiménez Espriu,
Javier Panorámica y perspectivas de la radiodifusión
en México, Secretaría de Comunicaciones y Desarrollo
Tecnológico (SCT), Primer Encuentro Latinoamericano y del
Caribe de Radio y Televisión, México 1986, Guadalajara,
Jalisco, 30 de octubre de 1986, páginas 4 y 5.
- Las campañas
de vacunación han logrado reducir 35% las enfermedades infantiles,
Excélsior, 12 de marzo de 1986.
- Los medios de difusión
masiva tienen un papel central en la renovación, Excélsior,
16 de noviembre de 1986.
- Millón y medio
de niños serán vacunados contra la polio en el D.F.,
Excélsior, 21 de enero de 1987.
- Preparación básica
de la formación de recursos humanos en comunicación
para el desarrollo, Segunda Reunión de Consulta, UNESCO-UIA,
18-20 de mayo de 1987, México D.F. p. 1, Coordinador general
del proyecto Mtro. Pablo Casares A.
- Reconocimiento de la
UNESCO al gobierno mexicano por los resultados de programas de alfabetización,
Uno Más Uno, 9 de septiembre de 1987.
- Reconoció MMH
el apoyo publicitario a las campañas del sector público,
Excélsior, 29 de septiembre de 1987.
- Requiere el país
crear anualmente un millón de empleos, Excélsior, 14
de febrero de 1988.
- Respuesta al festival
del donador altruista de sangre, Excélsior, 14 de octubre de
1987.
- Se inmunizó contra
la polio a 12 millones de infantes, Excélsior, 25 de enero de
1987.
- Serán inmunizados
contra la polio más de doce millones de niños,
Excélsior, 14 de enero de 1987.
- Toussaint, Florance, La
televisión y los resultados electorales, Proceso, 25
de julio de 1988.
- Urge aumentar en 7 millones
de hectáreas las fronteras agrícolas del país,
Excélsior, 4 de diciembre de 1987.
- Vacunados más
de 10 millones de niños contra difteria y tosferina,
Excélsior, 23 de mayo de 1987.
- 15,000 atletas en la
carrera de la Constitución, Excélsior, 8 de febrero de
1987.
Dr.
Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación
y Comunicación de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Xochimilco, México, D.F., México. |