Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Agosto - Septiembre 2002

 

Número actual
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52)(55) 58645613
Fax. (52)(55) 58645613

Generación Pokemon: Video ergo sum
 

Por Salvador Leetoy
Número 29

La televisión ha sido objeto de numerosos estudios de los cuales han surgido un sinfín de discusiones sobre todo tipo de temas. Sin embargo aún no se ha podido llegar a un consenso entre los investigadores para dar una propuesta concreta sobre la explicación de sus efectos. En México, comenta Sánchez Ruiz (1992, pp. 11-28), las investigaciones sobre la televisión inician hasta 1960, 10 años después de que llegó este medio al país, existiendo a la fecha un buen número de estudios al respecto -unos más serias que otros-, pero aún con lagunas en el conocimiento que demuestran la complejidad del tema por la variedad de posturas teóricas que tratan de entenderlos.

Los niños han sido un segmento de estudio que no ha escapado a este debate, ya que los investigadores constantemente están en busca de pruebas que los lleven a comprobar el efecto de los mensajes televisivos en ellos. Al respecto, Orozco (1990, p. 13) comenta que los niños aprenden mucho más de los que se les enseña, es decir, existe la capacidad en el infante de captar más información de la que se emite debido a todo el entorno cultural que lo envuelve y con el cual interacciona. Esto es, los mensajes televisivos no son 'digeridos' por los niños tal y como se emiten, sino que existen una serie de mediaciones cognoscitivas que los hacen entender los mensajes desde el punto de vista del medio en el que se desenvuelven, ya que este proceso no sólo es racional, sino que también involucra cuestiones emotivas y valorativas (Fuenzalida, 1984). Stuart Hall (en Lozano, 1996, p. 165) afirma que la decodificación de los mensajes se puede dar de tres maneras: por un lado puede existir una lectura dominante-hegemónica donde se interpreta al mensaje de tal manera que se asimilan los valores y opiniones hegemónicas. Por otro lados puede existir una lectura negociada, donde el individuo 'filtra' la información de tal manera que el mensaje no se capta tal cual es emitido, pues el receptor obtiene sus propias conclusiones acerca de lo que está percibiendo debido al entorno en el cual se encuentra. Por último existe la lectura oposicional, donde el individuo rechaza frontalmente la carga ideológica del mensaje debido a que surge un choque con sus valores, actitudes y procesos cognoscitivos y empíricos.

Lo interesante de los estudios de recepción es que su base es sumamente compleja al integrar contextos culturales, sociales e históricos de las audiencias, además de mensajes polisémicos y factores institucionales y de producción -de los medios masivos- dentro del análisis de la construcción de significados (Biltereyst, 1991, pp. 469-497). Las mediaciones que se presentan en el entorno del individuo y que determinan su comportamiento y sus percepciones de la información que se le emite aún continúan en estudio, pero siguen produciéndose investigaciones serías que tratan de entenderlas.

Los niños no son ajenos a estos procesos, sin embargo, sus sentidos por la naturaleza curiosa propia de su edad, se encuentran más sensitivos y atentos que los adultos a los estímulos visuales que resultan novedosos y llamativos (Gil Olivo, 1989, p.58):

Los niños no poseen tantas barreras que los lleven a reprimir sus deseos promovidos por estímulos inmediatos, pues su capacidad para discriminar lo que es bueno de lo que es malo a esa edad aún es nula. Además, el niño confía en la autoridad moral de sus padres y son éstos los que precisamente le permiten o hasta le piden ver televisión...Tomada bajo estas condiciones, la posible influencia de la televisión va más allá de plantearse como problema puramente educativo, ya que en realidad provoca en el niño modificaciones psicosomáticas e intelectuales a niveles que por ahora sólo podemos esbozar a grandes rasgos tomando en cuenta las investigaciones realizadas en nuestro ámbito.

A pesar de ello, el niño receptor "es un sujeto determinado cultural y socialmente, con la capacidad de aceptar, rechazar o modificar los mensajes televisivos a los que está expuesto." (Charles, 1989, p. 16) Un mismo mensaje televisivo se enfrenta a múltiples lecturas y no se pueden asegurar efectos ideológicos iguales en todos los niños así como tampoco una nulidad en la discriminación de la información emitida por el medio. En otras palabras, los mensajes son polisémicos: se presentan diferentes interpretaciones de una misma emisión dependiendo de las circunstancias en que se desarrollan.

El entorno influye de manera importante a las percepciones de los mensajes, ya que es aquí donde las mediaciones nos formulan una apreciación de la realidad. Comúnmente quien más influye en las decisiones de los niños son sus madres, ya que de alguna manera son ellas las que generalmente filtran y externan sus puntos de vista a cerca de los mensajes de los medios más directamente que ninguna otra persona. La influencia materna es sumamente importante en la manera en que los niños desarrollan sus cualidades cognoscitivas. Encontramos que las apropiaciones y aprendizajes que éstos derivan de su interacción con la programación televisiva, está fuertemente influenciada por la mediación materna. Concretamente, en este sentido, Martha Renero (1995, pp.127-153) afirma que la madre se apropia de los mensajes televisivos y del modo de ver T.V. de sus hijos, reforzando la autoridad del ámbito de significación familiar, que junto con la escuela y otras instituciones sociales resultan tener mayor validez, en términos pragmáticos, que la propia televisión. Varios estudios de recepción nos dan la pauta para afirmar que la familia es la principal mediadora de la interacción de los niños con la televisión (Orozco, 1992, p. 13)

Es el escenario familiar donde esa interacción es directa y se produce casi siempre la primera apropiación de los mensajes, al otorgarles un sentido y un significado concretos. Es también donde se produce una negociación sobre y a partir de la televisión entre los diferentes familiares y donde ciertas actitudes de los miembros mayores se manifiestan.

La apropiación de los mensajes es otro tema que forzosamente tenemos que tocar al hablar de los procesos de recepción. Al respecto Sarah Corona (1989, pp. 69-70) menciona:

La TV toma en cuenta la competencia del niño apropiándose de sus sentimientos, capacidades y gustos para elaborar un producto cultural. Los niños a su vez hacen suyo el programa de acuerdo con su competencia. El acto de apropiación depende entonces de dos momentos: el que ejecuta la televisión y que consiste en manejar un producto legible para un publico lo más amplio posible y el que ejecuta el niño, que es indisociable de sus condiciones de existencia.
A partir de la apropiación no ha permitido tomar en cuenta las condiciones de existencia del niño, léase clase social, sexo y edad, lo cual nos pone en un lugar favorecido frente a algunos estudios funcionalistas y críticos que conocen poco a sus receptores e infieren más sus resultados de los contenidos manifiestos de la TV y de las respuestas de los receptores que de la situación real de quienes la ven.
... Encontramos que la propuesta televisiva se transforma en el proceso de ludificación y que esta transformación tiende a diferenciarse según las condiciones de existencia de los niños.

Los niños llevan más allá del cuarto de televisión los mensajes que reciben, dándoles interpretación propia a la vez que sufren una influencia en su comportamiento. Se realiza con ello una relación de doble apropiación en la que tanto el niño como la televisión juegan un rol muy especial derivada de la capacidad receptiva de los primeros.

Las audiencias -en este caso los niños- hacen de las series emitidas un pretexto para tener un común denominador en sus charla y juegos con quienes interactúan -grupos de referencia-, es decir, se "apropian" de los programas de la televisión para hacerlos parte de su vida diaria no sólo en el momento que se encuentra frente de ella, sino que les da un motivo de socialización con los demás niños de su edad (Corona, 1990, cap.2) El conocimiento del contenido temático de la serie les permite desarrollar charlas, debates y opiniones con otros niños. Esto deriva en un intercambio de ideas que fomenta la convivencia.

La apropiación de mensajes, al igual que las mediaciones, también es determinada por las mismas variables que modifican -en mayor o menor grado- la percepción , aunque para ello los productores de programas buscan estandarizar los mensajes bajo un común denominador, esto es, emitir mensajes sencillos que la mayoría de las personas puedan entender, ampliando con ellos al número de receptores para hacer más factible su comercialización.

Al analizar esta información, no podemos dejar de pensar sobre qué ocurre con la identidad cultural de los niños al exponerse a mensajes provenientes de programación extranjera, pues si bien, dependiendo del entorno en que se desenvuelvan , consumen más o menos programación de este tipo y se apropian de diferente manera, es latente la presencia de estereotipos , mensajes hegemónicos o estilos de vida diferentes a su entrono cultural y social.

Se han hecho numerosos estudios tratando de explicar este proceso de apropiación desde la panorámica de la identidad cultural.

Lo primero que debemos realizar para identificar la posible pérdida de esta identidad, es buscar una definición que confronte los argumentos a favor o en contra de esta idea. García Canclini ( 1995, pp. 107-109), define a identidad cultural:

... es (la identidad cultural) una construcción que se relata. Se establecen acontecimientos fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de un territorio por un pueblo o a la independencia lograda enfrentando a los extaraños. Se van sumando las hazañas en la que los habitantes defienden ese territorio , ordenan sus conflictos y fijan los modos legítmos de vivir en él para diferenciarse de los otros.

Schlesinger (1994,p. 102), por su parte, presenta elementos característicos de la identidad cultural:

Esos elementos característicos serían la continuidad de su asentamiento territorial , que implica una significación profunda del concepto de lugar, una lengua distintiva, un panteón identificable de héroes, batallas y tradiciones que toman la forma de una "histeria nacional" o memoria colectiva, e instituciones específicas de naturaleza política, económica y cultural. Manuel Parés i Macias (1988:60) ha sugerido con pertinencia que el concepto de "sociedad civil" es lo que propiamente se encuentra en el corazón del análisis, entendiendo "sociedad civil" en el sentido de relaciones comunitarias solidarias y una esfera privada voluntaria-

Es conveniente puntualizar que viendo esto desde la óptica de las teorías nacionalistas, es el lenguaje y la cultura los que determinan de manera crucial la formación de una conciencia e identidad nacional y cualquier modificación a éstos podría representar una posible pérdida de valores.

La cultura no es un factor crucial para sugerir una deformación o desvalorización del sentimiento nacionalista , de hecho, las instituciones políticas serían más determinantes que la televisión, la cultura y el lenguaje a la hora de producir o reproducir este tipo de sentimientos, sugiere Collins (1990, cap. 12). Schlesinger (1994, pp. 108-109), critica esta postura postnacionalista que arguye que "la defensa cultural no sólo es inherentemente irrealizable, sino también indeseable" , afirmando:

No hay ninguna razón para estar en total desacuerdo con la opinión de que la popularidad mundial de la cultura estadounidense sea indicio de que "las comunidades culturales se constituyen horizontalmente a través de las fronteras nacionales con tanta frecuencia como se constituyen verticalmente dentro de las mismas fronteras nacionales" (Collins, 1990: 213) ... Quizá decir que "algunas veces" sea mejor que "con tanta frecuencia como" . Tampoco, en verdad, estoy en desacuerdo con Collins cuando menciona la folie de grandeur del proyecto eurocultural, en el que un continente diverso se trata como si pudiera ser una sola nación... En realidad, no es que la "cultura nacional" sea un error de categorización, pues de hecho esta categoría identifica tanto una realidad como una aspiración y no es esa categoría un foco de contención, e inherentemente un objeto de prácticas transformativas. De cualquier modo, decir que pudiera haber, que de hecho hay, culturas nacionales, de ninguna manera excluye la realidad de que hay también una cultura mundial o transnacional. Necesitaremos pensar en términos de la interacción y paralelismo simultáneos de los diferentes niveles culturales que existen dentro de formaciones sociales dadas. Insistir en una disyuntiva entre "esto" y "aquello" sirve para hacer una buena polémica o buena propaganda política, pero no para un buen análisis.

El concepto de identidad se difunde por medio de diversas maneras. García Canclini continúa diciendo que durante mucho tiempo los principales dispositivos en los que se formuló este concepto fueron los libros escolares, los museos, los rituales cívicos y los discursos políticos. Posteriormente la radio y el cine contribuyeron durante la primera mitad del siglo a hacerlo, mientras que con la posterior aparición de la televisión se vino a complementar el cuadro. Durante los ochentas surge un cambio radical, ya que con las aperturas de las fronteras a mercados globalizados y a procesos de integración regional, el rol de la culturas nacionales fue perdiendo terreno. Esto se vio reflejado en la disminución en la importancia de los referentes tradicionales de identidad por la transnacionalización de las tecnología y a la comercialización de bienes culturales.

Bajo esta óptica, se supone que la pérdida de identidad cultural no está determinada meramente por los cambios en las costumbres tradicionales, pues estaríamos dejando de lado la capacidad natural de las sociedades de adaptarse a su tiempo y realidad. Más bien se reconocen a las identidades culturales por la permanencia de la esencia de sus usos y costumbres, es decir, de aquello que las distingue de la globalización.

De hecho la identidad cultural de un grupo social es concebida como "la capacidad de interacutuar con las múltiples ofertas simbólica internacionales desde las posiciones propias" (García, 1990, p. 16). Ante la adopción total de la perspectiva externa sobre la interna, será preciso hablar de una pérdida de identidad.

Ante este planteamiento surge la preocupación de que la identidad cultural de los niños sea afectada por la programación a la que se exponen ya que los programas infantiles distan mucho de permanecer ajenos a este debate.

No se puede dejar de señalar que una definición de identidad cultural es sumamente compleja debido a los patrones subjetivos que se mezclan. La creación de. estereotipos, ideologías, valores y actitudes opera en los programas infantiles extranjeros como un esquema de persuasión pro status quo, afirma Tapia (En Beltrán y Fox. 1980, pp. 98, 99) en donde a los niños se les suministra una "vacunación social". Esta es "suministrada" para construir defensas contra valores y creencias diferentes a la ideología hegemónica que le conviene mantener a la élite en el poder.

En los mensajes se incluyen significados dominantes o preferentes que buscan la legitimación de valores y perspectivas del mundo. Sin embargo no podemos dar por sentado que se contextualicen las ideas hegemónicamente pues cabe la posibilidad de no apropiarse de la idea sugerida.

Bandura, en su teoría del aprendizaje social, comenta que los niños aprenden cómo comportarse modelando el comportamiento que observan, incluyendo el que perciben indirectamente de los medios. Además aprenden cuáles son las circunstancias apropiadas para comportarse de cierta manera y sus posibles consecuencias (Comstock y Strasburger, octubre 1993, pp. 501). Por su parte Berkowitz y su teoría de la neoasociación cognoscitiva, comenta que "indirectamente la exposición a los medios puede motivar o inhibir el comportamiento evocando ciertas asociaciones, imágenes o pensamientos" (pp. 501) Zillmans dice que la excitación producida por la exposición a los medios se puede transferir a otras actividades, donde la conducta agresiva puede ser externada. Esta teoría de la excitación es la que más se ha centrado en el estudio de los efectos en el comportamiento de o niños. (pp. 501).

Estas tres posturas teóricas son criticables ya que proponen que los receptores no pondrán ninguna resistencia a los mensajes emitidos, pues como sostiene Gil Olivo (1989, pp. 57):

Hay que recordar que la misma sociedad posee mecanismos e instituciones que castigan y reprimen dichos actos (agresivos). Tampoco hay que olvidar que el individuo es parte de un cuerpo social fincado sobre principios morales, religiosos y valores culturales que de alguna manera condenan la violencia, sea del tipo que fuere. Es decir, para aquellos que ejercen la violencia social no solamente existen castigos terrenales, sino posibles castigos después de la muerte.

Como se puede ver, la presencia de varias teorías de comunicación que tratan de explicar la influencia de los medios en las personas nos dan una muestra de lo compleja que resulta esta tarea y del seguimiento que se le debe dar a las investigaciones en el tema.

Los estudios de la comunicación de masas históricamente se han realizado desde diferentes posturas teóricas que tratan de entender el fenómeno: desde la del imperialismo cultural que plantea que los medio masivos de los países del primer mundo o hegemónicos -principalmente los Estados Unidos- manipulan e influyen fuerte y negativamente en las actitudes de los individuos promoviendo su ideología, hasta la postura de los Usos y Gratificaciones, la cual sostiene que los individuos son lo suficientemente hábiles como para tomar de los mensajes televisivos sólo los que les puede ser útil o necesario desechando lo que ellos consideran perjudicial.

Sin embargo, quizás el enfoque más adecuado para analizar estas problemáticas de recepción es la de los Estudios Culturales el cual si bien reconoce que existe la promoción y expansión de las ideologías dominantes -hegemónicas- por parte de los grupos que los producen, aclara que el receptor puede aceptar, rechazar o negociar el mensaje según sus diferentes mediaciones a las que esté expuesto y a las percepciones que él mismo formule basado en la realidad en que se encuentra.

Dentro de esta misma postura, cobran especial importancia los estudios de recepción, los cuales se enfrentan a esta múltiple investigación de variables, es decir, la sola intención informativa del emisor no es suficiente para crear actitudes debido a que hay que entrar al análisis de diversos factores del medio, la realidad y la temporalidad en la que los sujetos se encuentran.

Esta es la base en la que podemos sustentar lo polisémicos que pueden ser los mensajes, ya que a pesar de que existan casos claros donde le mensaje hegemónico predomine en la mayoría de los receptores, también es claro que no todos hacen una misma interpretación de la información influidos en gran parte por factores culturales, sociales y económicos.

Ahora bien, se ha enfocado la atención en los niños ya que existe una preocupación de cómo perciben los mensajes que les emiten los medios masivos, en especial de la televisión. Los estudios culturales buscan entender el proceso en el cual los sujetos pueden negociar, rechazar o aceptar la información que están obteniendo del medio. Al mismo tiempo cobran importancia las mediaciones a la que los niños están sujetos y que pueden ser determinantes para crearles ciertas actitudes.

Se puede decir que los mensajes hegemónicos transmitidos en las series de dibujos animados extranjeros predominan en la interpretación que los niños hacen de estos. Hay lecturas que prevalecen: legitimación de la violencia como un medio para resolver los conflictos, la concepción machista en la que se presenta una imagen de la mujer dependiente del varón dominante y el materialismo en los anhelos de los niños cuando fantasean en lograr cumplir algún deseo. A pesar de ello, se logra identificar diferentes niveles de negociación o rechazo de las ideas transmitidas en la series, además de que se encuentran mensajes polisémicos que enriquecen las percepciones geográficas y lingüística de la trama y el individualismo infantil.

Una recomendación para los medios: si bien la carga ideológica emitida puede ser negociada y "filtrada" por las distintas mediaciones a los que los individuos están expuestos, no se puede asegurar siempre una negociación o un rechazo a los mensajes hegemónicos, ya que como se ha visto en diversas investigaciones, estos tipos de mensajes predominan en la mayor de las veces en las percepciones infantiles. La premisa en todo caso debe ser educar entretenidamente, no entretener para manipular reforzando actitudes que pueden resultar perjudiciales.

Se deben realizar una mayor cantidad de investigaciones que nos lleven a tomar la pauta sobre la mejor manera de utilizar a los medios para beneficio de la sociedad en su mayoría, no para sólo unos pocos en el poder.

Hay que fomentar el pensamiento critico y escéptico en la programación infantil que promueva en los niños el cuestionamiento del Status Quo y que ellos mismos formulen sus interrogantes y su posterior búsqueda científica de las respuestas que enriquezcan su intelecto y al propio funcionamiento de la sociedad. Ojo, la verdad nunca estará en el dogma, sino en su cuestionamiento: Scooby Doo, where are you?


Referencias:

Beltrán, L.R. y Fox, E. (1980) Comunicación dominada: Estados Unidos en los medios de América Latina. México: Editorial Nueva Imagen.

Biltereyst, D. (1991). Resisting American Hegemony: A Comparative Análisis of the Rection of Domestic and US Fiction. Europen Journal of Communication, 6, 469-497.

Charles, M. (1989). La Televisión y los Niños. El reto de vencer al Capitán América. En E. Sánchez Ruiz (comp.), Teleadicción Infantil, Mito o Realidad. México: Universidad de Guadalajara.

Collin, R. (1990). Culture Communication an National Identity. Canada: University of Toronto Press.

Comstock, G. y Strasburger, V. (Octubre, 1993). Media Violence: Q & A. Adolescent Medicine: State of the Art Reviews 4, (3). pp.501.

Cornejo, I., Urteaga, M. y Viuveros, F. (1993). Televisión sí, pero con orden. El psicodrama aplicado al estudio de la recepción televisiva de los niños. México: CONACYT,

Corona, S. (1989). El niño y la T.V. , una relación de doble apropiación. En E. Sánchez Ruíz (comp.), Teleadicción infantil, Mito o Realidad. México: Universidad de Guadalajara.

Corona, S. (1990). Para jugar con la televisión. En M. Charles y G. Orozco (Comp.), Educación para la Recepción. Hacia una Lectura Crítica de los Medios. México: Editorial Trillas.

De la Garde, R. (1993) Dare we compare?. En R. De la Garde, W. Gilsdof e Ilja Werchselman (Eds. ) Small nations, big neighbour.

Dorfman, A., y Matterlart, A. (1978). Para leer al Pato Donald. México: Siglo Veintiuno Editores.

Elasmar, M., y Hunter, J. (1997). The impact of foreign TV on a domestic audience: a meta-analysis. Communication Yearbook, 20, 47-69.

Fejes, F. (1984). Critical Mass Communications Research and Media Effects: The problem of disappearing audience. Media, Culture & Society, 6, 219-232.

Fernandez Collado, C., y Elkes, D. (1986). La televisión y el niño. México: Nueva Biblioteca Pedagógica.

Fuenzalida, V. (1984). Televisión: padres e hijos. Chile: CENECA, Ediciones Paulinas.

García Canclini, N. (1995). Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México: Grijalbo.

Gil Olivo, R. (1989) los Niños Purépechas y la Televisión. En E. Sánchez Ruiz (Comp.), Teleadicción Infantil, Mito o Realidad. México: Universidad de Guadalajara.

Gunter, B. (1994). The Question of Media Violence. En J. Bryant & D. Zillman (Ed.). Publisher. Media Effects. Advances in Theory an Research. New Jersey: Lawrence Erlbaum Associates,

Jacks, N. (1994). Televidencia, En G. Orozco (Comp.). Perspectivas para el análisis de los procesos de recepción televisiva. México: Universidad Iberoamericana.

Lozano, J.C. (1994) Oferta y recepción de televisión extranjera en México. Comunicación y Sociedad, 25.

_____ (1996) Teoría e Investigación de la Comunicación de Masas. México: Alhambra Universidad.

Sánchez Ruíz, E. (1992). Tendencias en la investigación sobre la T.V. en México 1950-1990. México: CEIC Universidad de Guadalajara.

Morley, D. y Silverstone, R. (1994) Comunicación y Contexto. Perspectivas etnográficas sobre la audiencia de los medios. Versión, 1994, 78-84

Orozco, G. (1990). Recepción Televisiva: Tres aproximaciones y una razón para su estudio. México: Universidad Iberoamericana.

______ (1992). Hablan los televidentes: Estudios de recepción en varios países. México: Universidad Iberoamericana.

______ (1994). Televidencia. Perspectivas para el análisis de los procesos de recepción televisiva. México: Universidad Iberoamericana.

Renero, M. (agosto, 1995). Audiencia selectivas en el entorno de la oferta multiplicada; el discurso materno acerca de los usos de la televisión y otros medios. Comunicación y Sociedad, 24, 127-153.

Severin, W., y Tankard, J. (1997) Communication Theories. Origins, Methods an Uses in the Mass Media. (4th. Ed.). USA: Addison Wesley Longman, Inc.

Schlesinger, P. (1994). Medios, Orden Político e Identidad Nacional. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, 3, (18), 99-113


Mtro. Salvador Leetoy
Profesor del Departamento de Comunicación y Humanidades del Tec de Monterrey - Campus Guadalajara. Jal., México