Por Salvador Leetoy
Número 29
La televisión ha sido
objeto de numerosos estudios de los cuales han surgido un sinfín
de discusiones sobre todo tipo de temas. Sin embargo aún
no se ha podido llegar a un consenso entre los investigadores para
dar una propuesta concreta sobre la explicación de sus efectos.
En México, comenta Sánchez Ruiz (1992, pp. 11-28),
las investigaciones sobre la televisión inician hasta 1960,
10 años después de que llegó este medio al
país, existiendo a la fecha un buen número de estudios
al respecto -unos más serias que otros-, pero aún
con lagunas en el conocimiento que demuestran la complejidad del
tema por la variedad de posturas teóricas que tratan de entenderlos.
Los niños han sido un segmento
de estudio que no ha escapado a este debate, ya que los investigadores
constantemente están en busca de pruebas que los lleven a
comprobar el efecto de los mensajes televisivos en ellos. Al respecto,
Orozco (1990, p. 13) comenta que los niños aprenden mucho
más de los que se les enseña, es decir, existe la
capacidad en el infante de captar más información
de la que se emite debido a todo el entorno cultural que lo envuelve
y con el cual interacciona. Esto es, los mensajes televisivos no
son 'digeridos' por los niños tal y como se emiten, sino
que existen una serie de mediaciones cognoscitivas que los hacen
entender los mensajes desde el punto de vista del medio en el que
se desenvuelven, ya que este proceso no sólo es racional,
sino que también involucra cuestiones emotivas y valorativas
(Fuenzalida, 1984). Stuart Hall (en Lozano, 1996, p. 165) afirma
que la decodificación de los mensajes se puede dar de tres
maneras: por un lado puede existir una lectura dominante-hegemónica
donde se interpreta al mensaje de tal manera que se asimilan los
valores y opiniones hegemónicas. Por otro lados puede existir
una lectura negociada, donde el individuo 'filtra' la información
de tal manera que el mensaje no se capta tal cual es emitido, pues
el receptor obtiene sus propias conclusiones acerca de lo que está
percibiendo debido al entorno en el cual se encuentra. Por último
existe la lectura oposicional, donde el individuo rechaza frontalmente
la carga ideológica del mensaje debido a que surge un choque
con sus valores, actitudes y procesos cognoscitivos y empíricos.
Lo interesante de los estudios de
recepción es que su base es sumamente compleja al integrar
contextos culturales, sociales e históricos de las audiencias,
además de mensajes polisémicos y factores institucionales
y de producción -de los medios masivos- dentro del análisis
de la construcción de significados (Biltereyst, 1991, pp.
469-497). Las mediaciones que se presentan en el entorno del individuo
y que determinan su comportamiento y sus percepciones de la información
que se le emite aún continúan en estudio, pero siguen
produciéndose investigaciones serías que tratan de
entenderlas.
Los niños no son ajenos a
estos procesos, sin embargo, sus sentidos por la naturaleza curiosa
propia de su edad, se encuentran más sensitivos y atentos
que los adultos a los estímulos visuales que resultan novedosos
y llamativos (Gil Olivo, 1989, p.58):
Los niños no poseen tantas
barreras que los lleven a reprimir sus deseos promovidos por estímulos
inmediatos, pues su capacidad para discriminar lo que es bueno
de lo que es malo a esa edad aún es nula. Además,
el niño confía en la autoridad moral de sus padres
y son éstos los que precisamente le permiten o hasta le
piden ver televisión...Tomada bajo estas condiciones, la
posible influencia de la televisión va más allá
de plantearse como problema puramente educativo, ya que en realidad
provoca en el niño modificaciones psicosomáticas
e intelectuales a niveles que por ahora sólo podemos esbozar
a grandes rasgos tomando en cuenta las investigaciones realizadas
en nuestro ámbito.
A pesar de ello, el niño
receptor "es un sujeto determinado cultural y socialmente,
con la capacidad de aceptar, rechazar o modificar los mensajes televisivos
a los que está expuesto." (Charles, 1989, p. 16) Un
mismo mensaje televisivo se enfrenta a múltiples lecturas
y no se pueden asegurar efectos ideológicos iguales en todos
los niños así como tampoco una nulidad en la discriminación
de la información emitida por el medio. En otras palabras,
los mensajes son polisémicos: se presentan diferentes interpretaciones
de una misma emisión dependiendo de las circunstancias en
que se desarrollan.
El entorno influye de manera importante
a las percepciones de los mensajes, ya que es aquí donde
las mediaciones nos formulan una apreciación de la realidad.
Comúnmente quien más influye en las decisiones de
los niños son sus madres, ya que de alguna manera son ellas
las que generalmente filtran y externan sus puntos de vista a cerca
de los mensajes de los medios más directamente que ninguna
otra persona. La influencia materna es sumamente importante en la
manera en que los niños desarrollan sus cualidades cognoscitivas.
Encontramos que las apropiaciones y aprendizajes que éstos
derivan de su interacción con la programación televisiva,
está fuertemente influenciada por la mediación materna.
Concretamente, en este sentido, Martha Renero (1995, pp.127-153)
afirma que la madre se apropia de los mensajes televisivos y del
modo de ver T.V. de sus hijos, reforzando la autoridad del ámbito
de significación familiar, que junto con la escuela y otras
instituciones sociales resultan tener mayor validez, en términos
pragmáticos, que la propia televisión. Varios estudios
de recepción nos dan la pauta para afirmar que la familia
es la principal mediadora de la interacción de los niños
con la televisión (Orozco, 1992, p. 13)
Es el escenario familiar donde
esa interacción es directa y se produce casi siempre la
primera apropiación de los mensajes, al otorgarles un sentido
y un significado concretos. Es también donde se produce
una negociación sobre y a partir de la televisión
entre los diferentes familiares y donde ciertas actitudes de los
miembros mayores se manifiestan.
La apropiación de los mensajes
es otro tema que forzosamente tenemos que tocar al hablar de los
procesos de recepción. Al respecto Sarah Corona (1989, pp.
69-70) menciona:
La TV toma en cuenta la competencia
del niño apropiándose de sus sentimientos, capacidades
y gustos para elaborar un producto cultural. Los niños
a su vez hacen suyo el programa de acuerdo con su competencia.
El acto de apropiación depende entonces de dos momentos:
el que ejecuta la televisión y que consiste en manejar
un producto legible para un publico lo más amplio posible
y el que ejecuta el niño, que es indisociable de sus condiciones
de existencia.
A partir de la apropiación
no ha permitido tomar en cuenta las condiciones de existencia
del niño, léase clase social, sexo y edad, lo cual
nos pone en un lugar favorecido frente a algunos estudios funcionalistas
y críticos que conocen poco a sus receptores e infieren
más sus resultados de los contenidos manifiestos de la
TV y de las respuestas de los receptores que de la situación
real de quienes la ven.
... Encontramos que la propuesta televisiva se transforma en el
proceso de ludificación y que esta transformación
tiende a diferenciarse según las condiciones de existencia
de los niños.
Los niños llevan más
allá del cuarto de televisión los mensajes que reciben,
dándoles interpretación propia a la vez que sufren
una influencia en su comportamiento. Se realiza con ello una relación
de doble apropiación en la que tanto el niño como
la televisión juegan un rol muy especial derivada de la capacidad
receptiva de los primeros.
Las audiencias -en este caso los
niños- hacen de las series emitidas un pretexto para tener
un común denominador en sus charla y juegos con quienes interactúan
-grupos de referencia-, es decir, se "apropian" de los
programas de la televisión para hacerlos parte de su vida
diaria no sólo en el momento que se encuentra frente de ella,
sino que les da un motivo de socialización con los demás
niños de su edad (Corona, 1990, cap.2) El conocimiento del
contenido temático de la serie les permite desarrollar charlas,
debates y opiniones con otros niños. Esto deriva en un intercambio
de ideas que fomenta la convivencia.
La apropiación de mensajes,
al igual que las mediaciones, también es determinada por
las mismas variables que modifican -en mayor o menor grado- la percepción
, aunque para ello los productores de programas buscan estandarizar
los mensajes bajo un común denominador, esto es, emitir mensajes
sencillos que la mayoría de las personas puedan entender,
ampliando con ellos al número de receptores para hacer más
factible su comercialización.
Al analizar esta información,
no podemos dejar de pensar sobre qué ocurre con la identidad
cultural de los niños al exponerse a mensajes provenientes
de programación extranjera, pues si bien, dependiendo del
entorno en que se desenvuelvan , consumen más o menos programación
de este tipo y se apropian de diferente manera, es latente la presencia
de estereotipos , mensajes hegemónicos o estilos de vida
diferentes a su entrono cultural y social.
Se han hecho numerosos estudios
tratando de explicar este proceso de apropiación desde la
panorámica de la identidad cultural.
Lo primero que debemos realizar
para identificar la posible pérdida de esta identidad, es
buscar una definición que confronte los argumentos a favor
o en contra de esta idea. García Canclini ( 1995, pp. 107-109),
define a identidad cultural:
... es (la identidad cultural)
una construcción que se relata. Se establecen acontecimientos
fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de
un territorio por un pueblo o a la independencia lograda enfrentando
a los extaraños. Se van sumando las hazañas en la
que los habitantes defienden ese territorio , ordenan sus conflictos
y fijan los modos legítmos de vivir en él para diferenciarse
de los otros.
Schlesinger (1994,p. 102), por su
parte, presenta elementos característicos de la identidad
cultural:
Esos elementos característicos
serían la continuidad de su asentamiento territorial ,
que implica una significación profunda del concepto de
lugar, una lengua distintiva, un panteón identificable
de héroes, batallas y tradiciones que toman la forma de
una "histeria nacional" o memoria colectiva, e instituciones
específicas de naturaleza política, económica
y cultural. Manuel Parés i Macias (1988:60) ha sugerido
con pertinencia que el concepto de "sociedad civil"
es lo que propiamente se encuentra en el corazón del análisis,
entendiendo "sociedad civil" en el sentido de relaciones
comunitarias solidarias y una esfera privada voluntaria-
Es conveniente puntualizar que viendo
esto desde la óptica de las teorías nacionalistas,
es el lenguaje y la cultura los que determinan de manera crucial
la formación de una conciencia e identidad nacional y cualquier
modificación a éstos podría representar una
posible pérdida de valores.
La cultura no es un factor crucial
para sugerir una deformación o desvalorización del
sentimiento nacionalista , de hecho, las instituciones políticas
serían más determinantes que la televisión,
la cultura y el lenguaje a la hora de producir o reproducir este
tipo de sentimientos, sugiere Collins (1990, cap. 12). Schlesinger
(1994, pp. 108-109), critica esta postura postnacionalista que arguye
que "la defensa cultural no sólo es inherentemente irrealizable,
sino también indeseable" , afirmando:
No hay ninguna razón para
estar en total desacuerdo con la opinión de que la popularidad
mundial de la cultura estadounidense sea indicio de que "las
comunidades culturales se constituyen horizontalmente a través
de las fronteras nacionales con tanta frecuencia como se constituyen
verticalmente dentro de las mismas fronteras nacionales"
(Collins, 1990: 213) ... Quizá decir que "algunas
veces" sea mejor que "con tanta frecuencia como"
. Tampoco, en verdad, estoy en desacuerdo con Collins cuando menciona
la folie de grandeur del proyecto eurocultural, en el que
un continente diverso se trata como si pudiera ser una sola nación...
En realidad, no es que la "cultura nacional" sea un
error de categorización, pues de hecho esta categoría
identifica tanto una realidad como una aspiración y no
es esa categoría un foco de contención, e inherentemente
un objeto de prácticas transformativas. De cualquier modo,
decir que pudiera haber, que de hecho hay, culturas nacionales,
de ninguna manera excluye la realidad de que hay también
una cultura mundial o transnacional. Necesitaremos pensar en términos
de la interacción y paralelismo simultáneos de los
diferentes niveles culturales que existen dentro de formaciones
sociales dadas. Insistir en una disyuntiva entre "esto"
y "aquello" sirve para hacer una buena polémica
o buena propaganda política, pero no para un buen análisis.
El concepto de identidad se difunde
por medio de diversas maneras. García Canclini continúa
diciendo que durante mucho tiempo los principales dispositivos en
los que se formuló este concepto fueron los libros escolares,
los museos, los rituales cívicos y los discursos políticos.
Posteriormente la radio y el cine contribuyeron durante la primera
mitad del siglo a hacerlo, mientras que con la posterior aparición
de la televisión se vino a complementar el cuadro. Durante
los ochentas surge un cambio radical, ya que con las aperturas de
las fronteras a mercados globalizados y a procesos de integración
regional, el rol de la culturas nacionales fue perdiendo terreno.
Esto se vio reflejado en la disminución en la importancia
de los referentes tradicionales de identidad por la transnacionalización
de las tecnología y a la comercialización de bienes
culturales.
Bajo esta óptica, se supone
que la pérdida de identidad cultural no está determinada
meramente por los cambios en las costumbres tradicionales, pues
estaríamos dejando de lado la capacidad natural de las sociedades
de adaptarse a su tiempo y realidad. Más bien se reconocen
a las identidades culturales por la permanencia de la esencia de
sus usos y costumbres, es decir, de aquello que las distingue de
la globalización.
De hecho la identidad cultural de
un grupo social es concebida como "la capacidad de interacutuar
con las múltiples ofertas simbólica internacionales
desde las posiciones propias" (García, 1990, p. 16).
Ante la adopción total de la perspectiva externa sobre la
interna, será preciso hablar de una pérdida de identidad.
Ante este planteamiento surge la
preocupación de que la identidad cultural de los niños
sea afectada por la programación a la que se exponen ya que
los programas infantiles distan mucho de permanecer ajenos a este
debate.
No se puede dejar de señalar
que una definición de identidad cultural es sumamente compleja
debido a los patrones subjetivos que se mezclan. La creación
de. estereotipos, ideologías, valores y actitudes opera en
los programas infantiles extranjeros como un esquema de persuasión
pro status quo, afirma Tapia (En Beltrán y Fox. 1980, pp.
98, 99) en donde a los niños se les suministra una "vacunación
social". Esta es "suministrada" para construir defensas
contra valores y creencias diferentes a la ideología hegemónica
que le conviene mantener a la élite en el poder.
En los mensajes se incluyen significados
dominantes o preferentes que buscan la legitimación de valores
y perspectivas del mundo. Sin embargo no podemos dar por sentado
que se contextualicen las ideas hegemónicamente pues cabe
la posibilidad de no apropiarse de la idea sugerida.
Bandura, en su teoría del
aprendizaje social, comenta que los niños aprenden cómo
comportarse modelando el comportamiento que observan, incluyendo
el que perciben indirectamente de los medios. Además aprenden
cuáles son las circunstancias apropiadas para comportarse
de cierta manera y sus posibles consecuencias (Comstock y Strasburger,
octubre 1993, pp. 501). Por su parte Berkowitz y su teoría
de la neoasociación cognoscitiva, comenta que "indirectamente
la exposición a los medios puede motivar o inhibir el comportamiento
evocando ciertas asociaciones, imágenes o pensamientos"
(pp. 501) Zillmans dice que la excitación producida por la
exposición a los medios se puede transferir a otras actividades,
donde la conducta agresiva puede ser externada. Esta teoría
de la excitación es la que más se ha centrado en el
estudio de los efectos en el comportamiento de o niños. (pp.
501).
Estas tres posturas teóricas
son criticables ya que proponen que los receptores no pondrán
ninguna resistencia a los mensajes emitidos, pues como sostiene
Gil Olivo (1989, pp. 57):
Hay que recordar que la misma
sociedad posee mecanismos e instituciones que castigan y reprimen
dichos actos (agresivos). Tampoco hay que olvidar que el individuo
es parte de un cuerpo social fincado sobre principios morales,
religiosos y valores culturales que de alguna manera condenan
la violencia, sea del tipo que fuere. Es decir, para aquellos
que ejercen la violencia social no solamente existen castigos
terrenales, sino posibles castigos después de la muerte.
Como se puede ver, la presencia
de varias teorías de comunicación que tratan de explicar
la influencia de los medios en las personas nos dan una muestra
de lo compleja que resulta esta tarea y del seguimiento que se le
debe dar a las investigaciones en el tema.
Los estudios de la comunicación
de masas históricamente se han realizado desde diferentes
posturas teóricas que tratan de entender el fenómeno:
desde la del imperialismo cultural que plantea que los medio masivos
de los países del primer mundo o hegemónicos -principalmente
los Estados Unidos- manipulan e influyen fuerte y negativamente
en las actitudes de los individuos promoviendo su ideología,
hasta la postura de los Usos y Gratificaciones, la cual sostiene
que los individuos son lo suficientemente hábiles como para
tomar de los mensajes televisivos sólo los que les puede
ser útil o necesario desechando lo que ellos consideran perjudicial.
Sin embargo, quizás el enfoque
más adecuado para analizar estas problemáticas de
recepción es la de los Estudios Culturales el cual si bien
reconoce que existe la promoción y expansión de las
ideologías dominantes -hegemónicas- por parte de los
grupos que los producen, aclara que el receptor puede aceptar, rechazar
o negociar el mensaje según sus diferentes mediaciones a
las que esté expuesto y a las percepciones que él
mismo formule basado en la realidad en que se encuentra.
Dentro de esta misma postura, cobran
especial importancia los estudios de recepción, los cuales
se enfrentan a esta múltiple investigación de variables,
es decir, la sola intención informativa del emisor no es
suficiente para crear actitudes debido a que hay que entrar al análisis
de diversos factores del medio, la realidad y la temporalidad en
la que los sujetos se encuentran.
Esta es la base en la que podemos
sustentar lo polisémicos que pueden ser los mensajes, ya
que a pesar de que existan casos claros donde le mensaje hegemónico
predomine en la mayoría de los receptores, también
es claro que no todos hacen una misma interpretación de la
información influidos en gran parte por factores culturales,
sociales y económicos.
Ahora bien, se ha enfocado la atención
en los niños ya que existe una preocupación de cómo
perciben los mensajes que les emiten los medios masivos, en especial
de la televisión. Los estudios culturales buscan entender
el proceso en el cual los sujetos pueden negociar, rechazar o aceptar
la información que están obteniendo del medio. Al
mismo tiempo cobran importancia las mediaciones a la que los niños
están sujetos y que pueden ser determinantes para crearles
ciertas actitudes.
Se puede decir que los mensajes
hegemónicos transmitidos en las series de dibujos animados
extranjeros predominan en la interpretación que los niños
hacen de estos. Hay lecturas que prevalecen: legitimación
de la violencia como un medio para resolver los conflictos, la concepción
machista en la que se presenta una imagen de la mujer dependiente
del varón dominante y el materialismo en los anhelos de los
niños cuando fantasean en lograr cumplir algún deseo.
A pesar de ello, se logra identificar diferentes niveles de negociación
o rechazo de las ideas transmitidas en la series, además
de que se encuentran mensajes polisémicos que enriquecen
las percepciones geográficas y lingüística de
la trama y el individualismo infantil.
Una recomendación para los
medios: si bien la carga ideológica emitida puede ser negociada
y "filtrada" por las distintas mediaciones a los que los
individuos están expuestos, no se puede asegurar siempre
una negociación o un rechazo a los mensajes hegemónicos,
ya que como se ha visto en diversas investigaciones, estos tipos
de mensajes predominan en la mayor de las veces en las percepciones
infantiles. La premisa en todo caso debe ser educar entretenidamente,
no entretener para manipular reforzando actitudes que pueden resultar
perjudiciales.
Se deben realizar una mayor cantidad
de investigaciones que nos lleven a tomar la pauta sobre la mejor
manera de utilizar a los medios para beneficio de la sociedad en
su mayoría, no para sólo unos pocos en el poder.
Hay que fomentar el pensamiento
critico y escéptico en la programación infantil que
promueva en los niños el cuestionamiento del Status Quo y
que ellos mismos formulen sus interrogantes y su posterior búsqueda
científica de las respuestas que enriquezcan su intelecto
y al propio funcionamiento de la sociedad. Ojo, la verdad nunca
estará en el dogma, sino en su cuestionamiento: Scooby
Doo, where are you?
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Mtro.
Salvador Leetoy
Profesor del Departamento de
Comunicación y Humanidades del Tec de
Monterrey - Campus Guadalajara. Jal., México |