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Por Armando Barrañón
Número 29
INTRODUCCIÓN
En una época caracterizada
por la anti-ideología, expresada en conflictos reales como
la asunción de la ultraderecha empresarial al poder, se vuelve
importante revisar las directrices que plantea este nuevo mundo
de vida, regido por la racionalización de los recursos en
términos de indicadores cuantitativos construidos sobre supuestos
criterios eficientistas. Ya que este mundo de vida pretende legitimarse
en términos de efectividad nacidos en el sistema científico-tecnológico,
se vuelve fundamental discernir los alcances y limitaciones de este
enfoque cuantitativo que se expresa en una progresiva matematización
de las ciencias empíricas y por extensión, del mismo
mundo de vida.
Este trabajo está organizado
de la siguiente manera. En la primera sección se aborda el
problema de la naturaleza del concepto, desde una perspectiva hegeliana,
tal como intentó hacer Benedetto Croce en su tratado de Lógica,
poniendo particular énfasis en la relación que existe
entre el concepto y la realidad . En la segunda sección se
resumen las
características esenciales de los pseudoconceptos, que vienen
a constituir las herramientas básicas empleadas por las ciencias
naturales y sociales. En la tercera sección se muestra el
papel que juega la cardinalidad como criterio discriminante entre
los conceptos puros y los abstractos, aspecto decisivo ya que al
ubicarnos en un universo finito, no podemos escapar de los pseudoconceptos
como medio para entender a nuestro mundo. Finalmente, en la cuarta
sección abordamos el problema de la matematización
de las ciencias sociales y naturales, desde la perspectiva que nos
da la dependencia entre los principios de las ciencias empíricas
y los principios de las matemáticas.
NATURALEZA DEL CONCEPTO
Es fundamental abordar las
características definitorias del concepto, ya que participa
en la producción del conocimiento y en la actividad espiritual
del pensamiento que busca la verdad. Además, expresa la esencia
de los objetos y busca la unidad en la multiplicidad.
Es fácil entender que al
interior del esquema general del método científico,
tal como lo adelantó Descartes, se encuentra una evolución
continuada del concepto, que se explicita gradualmente a partir
de si mismo. Así Hegel había concebido al método
de la ciencia como la explicitación del concepto por si mismo,
estando el concepto en primer lugar y en segundo lugar su determinabilidad.
De forma semejante, en la Filosofía el concepto contiene
la esencia de la sustancia y del objeto y al desarrollarse el concepto,
se genera el conocimiento1.
Desde Aristóteles se considera
a la realidad como el punto de partida de la filosofía. Por
esta razón se eliminan a los conceptos que carecen de concreción
o que no pueden materializarse. Otro aspecto importante del concepto
es su carácter expresivo, pues enuncia lo esencial de los
objetos y de esta manera se constituye como acto cognoscitivo2.
No siempre se ha entendido que la
naturaleza del concepto rebasa el marco del método científico,
extendiéndose a campos como el espiritual y moral. Efectivamente,
el concepto tiene una dimensión universal por ser la realidad
misma espiritual y no simplemente mecánica. Y como no hay
pensamiento sin volición, el concepto tiene un carácter
teleológico, y por lo tanto es útil. Es este nivel
teleológico del pensamiento. lo que ennoblece al hombre en
la búsqueda de la verdad y lo que da al concepto una dimensión
moral3.
Otro aspecto trascendental del concepto
puro radica en la manera en que supera la individualidad y alcanza
lo universal. Mientras que en las representaciones la esencia no
coincide con la existencia, esto si ocurre en el concepto. El concepto
rebasa la mera individualidad y multiplicidad que percibe la representación,
hasta alcanzar la unidad que hay en ellas, lo que le permite llegar
a lo universal.
Los pilares del conocimiento, que
son razón, causa y ley, son términos que se construyen
en base a los conceptos puros y abstractos; los conceptos empíricos
y finalmente a los conceptos puros, abstractos y empíricos,
respectivamente.
LOS PSEUDOCONCEPTOS
Cuando el concepto concreto no alcanza
la universalidad, permanece como un pseudoconcepto empírico.
Y si es un concepto universal que se materializa, entonces no deja
de ser un pseudoncepto abstracto. Las ciencias empíricas
son construidas en base a estos pseudoconceptos, lo que vuelve problemática
su utilización como marco de referencia para modificar el
mundo de vida en una sociedad científico-tecnológica.
Los pseudoconceptos presuponen la
percepción y los representativos, empíricos o clasificatorios
son empleados por la Ciencia natural. Por su parte, los pseudoconceptos
abstractos, numerativos y mensurativos, son usados por las Ciencias
matemáticas.
En la ciencia matemática
de la naturaleza se usan los pseudoconceptos empíricos y
los abstractos dentro de un juicio individual.
Cuando nos olvidamos de esta distinción
entre conceptos puros y pseudoconceptos, caemos fácilmente
en la tentación positivista de reducir la historia a ciencia.
Pero la historia precisa de un trasfondo filosófico y a su
vez es imposible construir una filosofía saludable que prescinda
de la intuición inherente a la historia (Croce, 227). La
forma en que estos pseudoconceptos pueden guiar la acción
es a través de los juicios individuales, lo que implica tener
un conocimiento concreto.
En los juicios individuales se predica
el concepto como universal, particular e individual. Lo individual
se funde con lo universal y tanto el hecho como el valor son determinados.
Cuando se unen el juicio definitorio y el juicio individual, tenemos
la síntesis a priori lógica, sin la cual no pueden
existir ni el sujeto ni el predicado. Cuando no se cuenta con conceptos
puros y síntesis a priori, lo que tenemos es la exterioridad
entre realidad y pensamiento, como ocurre cuando se manejan conceptos
abstractos y juicios analíticos o cuando se trabaja con conceptos
empíricos y juicios sintéticos.
CARDINALIDAD
Cuando nos limitamos a lo finito
e individual, no podemos considerar iguales a la existencia y a
la esencia. Y los conceptos puros no pueden limitar su extensión
a un grupo finito de elementos representativos ya que son universales.
De esta manera se establece a la cardinalidad del contenido de los
conceptos, como criterio discriminante entre los conceptos y los
pseudoconceptos. En consecuencia, puede iniciarse un proceso de
reducción de los conceptos, hasta obtener un número
definido de conceptos puros. Si este proceso no se detuviese, terminaríamos
con el único concepto de la abolición de los conceptos,
que de esta manera sería ultra-representativo (con un número
infinito de representaciones) y omni-representativo (posee un contenido
representable)4.
Tampoco podemos considerar a los
conceptos como de número infinito, pues tendrían el
mismo número que las representaciones. Y tampoco pueden ser
numerables pues entonces serían distinguibles o separables5.
En cambio, las ficciones conceptuales no son ultra-representativas
u omni-representativas. Las ficciones conceptuales no son contrarias
sino simplemente diferentes de los conceptos verdaderos6.
En su búsqueda por la verdad,
la conciencia finita supera lo finito, escalando hasta lo infinito.
Como Kant lo esclareció, las nociones del tiempo y espacio
matemáticos, son idealizaciones así como los juicios
cuantitativos que se desprenden de ellas (Croce, 151).
La crítica de la sociología
considera que el concepto de sociología no es universal sino
general por ser finito el grupo de entes que la representación
ha puesto ante el sociólogo y que él ha aislado de
los complejos a que estaban unidos. Esto limita la capacidad de
predicción de esta ciencia, pues podría incurrir fácilmente,
como lo ha hecho antes, en la falacia de accidente inverso.
LAS MATEMATIZACIÓN DE LAS
CIENCIAS
En las ciencias empíricas
se emplean conceptos representativos, que son de carácter
empírico ya que estas ciencias parten de lo real para componer
sus esquemas y sus leyes resultan ser conceptos empíricos
(Croce, 243). Para alcanzar una matematización de las ciencias
naturales, debería funcionar la naturaleza de una manera
mecánica perfecta, en la que la cualidad fuera eclipsada
por la cantidad.
La matemática no puede proporcionar
verdad ni se basa en percepciones, por lo que no es lógica
ni lenguaje. En vez de conocer, cuenta lo conocido y propone fórmulas
de igualdad. No son iguales los principios naturales y los principios
matemáticos, pues el carácter apriorista de los principios
matemáticos provoca que se muestren todos y del todo falsos.
Pues la realidad es una unidad orgánica que comprende a todas
las dimensiones y no se genera a partir de un espacio de dimensiones
distinguibles y enumerables, sino que solo consta de espacialidad
que se vincula con la pensabilidad y la intuibilidad.
Las matemáticas están
construidas a partir de pseudoconceptos abstractos, analíticos
a priori, que no pueden ser verdaderos ni se originan en las representaciones.
Por esta razón los pseudoconceptos abstractos no pueden pensarse
ni imaginarse, alcanzando una universalidad que carece de concreción.
Estos entes ficticios permiten que se efectúe el juicio numeratorio.
Desde esta perspectiva, la matemática no trasciende el nivel
de lo práctico y solo imita a la filosofía, razón
por la que ha sido considerada como Simia Philosophiae.
A pesar de que la matemática
se ostenta como ciencia exacta, sus fórmulas dependen para
su aplicación de la imprecisión de los principios
de las ciencias empíricas. Conforme se vuelven determinantes
las diferencias individuales, desaparece la supuesta universalidad
de la aplicación de las matemáticas, que resultan
ser más aplicables al globus naturalis que al globus intellectualis
(Croce, 268).
A la luz de estas consideraciones,
resulta desmedida la pretensión de la lógica formalista,
dentro de la que se incluye a la lógica matemática,
y que quisiera reducir al pensamiento en los cauces de la proposición
verbal, limitándolo a la esfera de las proposiciones. Llega
a postularse como una matemática universal que quisiera ser
tomada como una ciencia general del pensamiento (Croce, 110). Entre
otros aspectos problemáticos, la cuantificación del
predicado incluye al sujeto dentro del predicado, tal como ya ocurría
en el juicio.
CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
Se ha mostrado la importancia
de la cardinalidad como elemento discriminante para deslindar a
los conceptos puros de las ficciones conceptuales, en términos
de su ultra-representatividad y omni-representatividad. De esta
manera, se establecen las limitaciones de las ciencias empíricas
por operar con pseudoconceptos y, al matematizarse, se vuelven incapaces
de abordar campos donde sea decisiva la identidad individual, como
lo es el mundo de vida y cualquier dimensión histórica.
De ahí la incapacidad del matematicismo para fundar las guías
de acción en nuestra sociedad científico-tecnológica,
en la que se han establecido sistemas cuantitativos para operar
toda índole de actividades, incluyendo la educativa.
El autor agradece el apoyo brindado
por la División de CBI, UAM-A, para la realización
de este trabajo.
Notas:
1
C.W. F. Hegel. El concepto de religión. México: FCE:
1998, pp. 115-116.
2 B. Croce. Lógica como
ciencia del concepto puro. México: Contraste , 1980, p. 54.
3 B. Croce. Lógica como
ciencia del concepto puro. México: Contraste , 1980, p. 57.
4 B. Croce. Lógica como
ciencia del concepto puro. México: Contraste , 1980, p. 41.
5 B. Croce. Lógica como
ciencia del concepto puro. México: Contraste , 1980, p. 75.
6 B. Croce. Lógica como
ciencia del concepto puro. México: Contraste , 1980, p. 50.
Armando
Barrañón Cedillo
Depto. de Ciencias Básicas, Universidad
Autónoma Metropolitana- Azcapotzalco,
México, DF, México |