Por Marisa Avogadro
Número 30
Ojitos de Ilusión
Miraba desde el cielo azul profundo,
amplio, inmenso. Una noche tan especial. Tintineaban cual canto
de pajarillos salvajes, un mar de estrellas. Cuántas casas,
cuántas personas, cuántos pensamientos.
Detenido por los aires, seguía
observando. Mis alces ya cansados y con mucha sed. Observaba tantas
caritas!. Una muñeca para mí, susurraba una pequeña.
Un auto a control remoto, repetía un niño. Y era un
juguete tras otro, una bicicleta, un jueguito de te; una computadora,
unos rollers...
Pero allí estaba Pedro. Ojitos de ilusión mirando
a través de la ventana. Campo traviesa, la media luna se
reflejaba en el lago, repitiendo el pedido del niño. Esta
noche sólo quiero que todos los niños del mundo tengan
mucho amor. Los niños que tienen casa y los que duermen en
la calle. Los que tienen mamá y los que ya no la tienen.
Los que comerán y los que no. Los que trabajan y los que
no.
Y al escuchar ese pedido del corazón,
hasta mis alces tomaron nuevamente fuerzas. Miré hacia abajo.
Distinguí la humilde casa de campo donde vivía Pedro
y bajé. Tendrían que haberle visto sus ojitos de ilusión.
Nunca olvidaré un rostro así. Y con palabras entrecortadas,
preguntándome si realmente yo era papá Noel, le dije
que sí y que esta noche se cumpliría su sueño:
tendrían amor todos los niños del mundo. Todos ellos
tendrían hoy ojitos de ilusión.
Lluvia Azul
El cielo está llorando. Sí.
Pero de alegría. Redondas gotas azules transparentes, caen
como una cortina. Perlas, perlas mágicas resbalan por campos,
tierras y aldeas.
El sol destella brillo bajo una
alfombra de gotitas azules que todo lo mojan. Sí, llegó
la primavera!. Caen las gotas y el color aparece. Rosas rojas, rosadas
y amarillas. Jazmines, aromas y azucenas. Gotas azules caen y los
árboles se tornan verdes. Los pájaros trinan y trinan.
Los naranjos nos inundan a azahares.
Y bajo una estela azul que se desvanece,
los ocres y amarillos se tiñen de vida. Los grises se transforman
y el color desborda la aldea. Lluvia azul, llegó la primavera!!.
Cuarto de Luna
Sólo el reflejo en el agua
de un cuarto de cielo abierto. Grande, brillante y blanco. Formas,
en mil formas se sugiere. Bosques, niños, carros guardianes.
Guerreros de otros tiempos y animales. Olores, casi ninguno y miles
de distancias.
Entre ella y nosotros un mundo;
mundo de voces imaginarias. De sensaciones despertadas en horas
avanzadas. De sensaciones distintas y encontradas. Del compás
de espera, de amor , de madrugada.
Grande, brillante y blanca. En el
cielo nocturno está el cuarto de luna, de la nueva, que vendrá
mañana.
La Esperanza
Bajo mi copa, han pasado miles
de milagros y misterios. Mis fuertes brazos grises plata, se levantan
firmes desde la tierra y miran al cielo en busca de gotas de sabiduría
para aconsejar.
Verde, verde-azulado, verde-esmeralda, son mis hojas de verano,
que como pares de antenitas han escuchado historias increíbles.
Cuántas veces los niños
traviesos me miran mientras rayan mi viejo tronco y juegan a la
pelota. Cuántas parejas se han dicho palabras de amor o han
discutido por horas.
Bajo mi copa, el amor, el odio,
la ternura, la paciencia, la intranquilidad, la paz, la espera,
todas se han dado cita. Noches y días, otoños y primaveras,
con la música del río que corre a mi derecha y me
susurra secretos de otras tierras, llevo siglos en este lugar, por
donde pasaron historias verdaderas.
Bajo mi copa, frondosa, verde, verde-azulada;
la esperanza me tiñe y forma hojitas. Cada vez soy más
grande y cada vez hay más esperanza. Gotitas verdes trasparentes
corren por mi cabellera.
Esperanza, ese es mi nombre y soy
un árbol que estoy a la espera, de quien necesite cobijarse
bajo mi madera.
Azabache
Negro nocturno. Azabache. Bravío.
Crines al viento y resoplidos. Lo miro a la distancia esbelto, trotando
por el campo abierto. Verdes y ocres se pierden entre aromas a lavanda,
tilos y recuerdos.
Negro nocturno, de noche. Cuando
sale a recorrer los pastizales a paso lento o al trote.
Azabache, azabache también
son sus ojos grandes, vivaces. Cada mirada es un gesto, una expresión
de amor, un movimiento.
Decidí acercármele
con terrones de azúcar, que comió rápidamente
y de nuevo sus ojos brillaron con un gracias dulce y salvaje, mezcla
de miel y menta.
Y volvió a correr al campo;
desafiando el viento. Habitante silencioso de nuestros suelos. Tras
él; cabalgan jinetes invisibles en caballos alados; los orígenes
de nuestras tierras. Los caciques vigilando, a campo traviesa.
En la cima
Desde arriba todo era más
pequeño pero más amplio. Tan amplio. Extendido al
infinito. Montañas y más montañas y valles
y tierra en círculos concéntricos.
Desde arriba todo era más
pequeño pero las voces del agua más fuertes, más
claras. Hilos transparentes pasando entre rocas coloridas. Brazos
firmes abriéndose paso por tierra y orígenes.
Fueron suficientes unos segundos. Vueltas y más vueltas con
la mente. Surcando el viento.
Desde arriba todo era más
pequeño, salvo nosotros. Nosotros, en la cima, cóndores
del aire, sintiendo y viviendo. Así, desplegando nuestras
alas y viajando por el tiempo.
Mundo Marino
Verde, verde esmeralda, verde brillante,
verde claro, todos los verdes y algunos violetas. Así es
mi casa, rodeada de algas, corales y perlas.
Un mundo nuestro, otro mundo. Burbujas
de aire que como globos navegan. Tesoros escondidos bajo rocas,
arena y trozos de madera.
Burbujas, burbujas salen de mi boca
cada vez que te hablo y muevo mis aletas al compás de las
olas danzarinas. Me deslizo rápido o bien despacio y mi piel
parece el sol encendido de madrugada.
En el fondo del mar , nuestro mundo
marino, sabe a sal y agua fresca. Peces somos, peces de agua y vida
silvestre. Algas azules, rojas y verdes. Flores desconocidas, multicolores,
que se mecen al compás de las aguas traviesas.
Mundo marino, otro mundo, de agua,
sales, arenas y misterio.
Mariposas
Ya no se encuentran en el barrio
donde vivo. El aire está más denso y oscuro. Ahora
hay humo, ruido, fertilizantes; las flores están solas sin
sus acompañantes.
Pequeños barriletes de colores
que duran un instante. Mariposas de alegría y festejo constante.
Ya no hay como habían, como antes. De corola en corola, de
sabores inconstantes. Banderitas de colores, arco iris, rayas y
motas, de lo tierno que provocan.
Mariposas tan sólo de infancia, de correr por los campos
traviesa como una esperanza. Presencia firme de los jardines, hoy
ausentes sin decires. Naturaleza viva o muerta, o en transparencia.
Jugueteo de alas que se cruzan en el aire cargado de aromas a tarde.
Alegría de flores y recuerdo de alas.
Chocolate y Pino
Fresco. Estaba como todas las tardes
cuando paseaba por el bosque de pinos y cedros. La lluvia había
mojado las tierras y todo era lavanda y sentimiento. Esas tardes
todo era calma y silencio, realmente disfrutaba de caminar a paso
lento. Altas copas miraban al cielo como sus pensamientos. Eran
verdes, amarillos, marrones; era otoño, cuando caen las hojas
y crujen bajo sus pies y el viento.
Sintió EL llamado a la distancia
y giró rápidamente la cabeza. Otra vez falsa alarma.
Caminó otros pasos bajo un sabor a chocolate amargo. Nuevamente
el sonido a la distancia y vuelta.
El lejano zumbido del aire entre
el follaje era igual a esa voz fresca, cristalina de María;
cuando el viento la traía hasta sus oídos. Otra vez
la confusión y el desconcierto. Entre el tintinear de hojas,
los ocres del tiempo, de nuevo sabor a chocolate amargo y los pinos
y los cedros.
Es invierno. En esta época
toda la gente toma chocolate caliente con vainillas, salvo Pedro.
Pinos, bosques, recuerdos...
Magter.
Marisa Avogadro
Catedrática universitaria. Magister
en Comunicación y Educación |