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Febrero - Marzo 2003

 

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La Escenificación Mediática de los Grandes Debates Contemporáneos
 

Por Héctor Villarreal
Número 31

Sobre la legitimación pragmática del saber
En las sociedades contemporáneas, casi de cualquier punto del planeta, el conocimiento en áreas muy específicas es construido, sistematizado y comunicado (narrado) por grupos pequeños altamente especializados. Aunque la participación de todos los miembros de la sociedad -con su trabajo, producción y reproducción de información- contribuye a la constitución y ampliación de los saberes institucionalizados y de los saberes populares, son esos grupos los que detentan el reconocimiento público como autoridades del conocimiento en el que se especializan. Tales grupos -constituidos jurídicamente como asociaciones o sociedades, y culturalmente en comunidades académicas- son las que deciden qué es el saber, quiénes son los que saben y cómo se debe comunicar ese saber. Y los demás aceptamos o reconocemos que así sea. De ahí, por ejemplo, la entrega de premios nacionales e internacionales y los premios que cada una de esas comunidades entrega a sus miembros, de acuerdo con las reglas que han establecido. Por eso también para el ejercicio de ciertas profesiones se requiere obligatoriamente la posesión de un título de cierto grado académico, otorgado por una institución o autoridad educativa legítima y legal. De acuerdo con Jean Francoise Lyotard, el consenso permite circunscribir el saber y diferenciar al que sabe del que no sabe (La Condición Posmoderna, p. 51).

Las comunidades académicas, incluyendo las especializadas en ciencias sociales, están constituidas por individuos que se dedican profesionalmente de tiempo completo a la construcción del conocimiento, así como a la guía de su aplicación, legitimación, custodia, institucionalización y difusión. Por lo general, estas comunidades se encuentran enmarcadas en instituciones educativas de nivel superior y centros de investigación auspiciados por fundaciones, así como por organismos públicos centralizados o descentralizados. En literatura no hay propiamente comunidades académicas, pero sí hay grupos e individuos identificables o reconocibles por la sociedad con el estatuto de intelectuales, los cuales se caracterizan por publicar en editoriales de prestigio y revistas respetables, además de ganar premios por sus obras y reconocimientos a sus trayectorias. Algunos de ellos son amigos o colaboradores cercanos de importantes políticos o, eventualmente, incursionan en la política de manera protagónica.

Las comunidades académicas legitiman el saber (su saber) y a sus miembros como autoridades de ese saber a partir de su posesión de ciertos títulos académicos y el cumplimiento de los métodos y procedimientos reconocidos socialmente como válidos, tales como la forma narrativa, los productos comunicativos que realizan para su difusión y los medios de comunicación que emplean o disponen para ello. Entonces, el saber socialmente reconocido y legitimado es el que realizan los sujetos válidos, narrado de forma válida por los medios válidos. La narración del saber y su socialización, por tanto, obedece a reglas pragmáticas y consensuales. De este modo, el saber se constituye también por su propio protocolo y su juego de lenguaje. Es decir, hay un juego de lenguaje que como tal tiene reglas, las cuales deben cumplirse para ser aceptado como jugador. Por medio de estas reglas, "definen así lo que tiene derecho a decirse y hacerse en la cultura". (p. 56)

En todas las comunidades académicas hay saberes que van reconociéndose como tales, de modo que deja de discutirse sobre su veracidad; pero hay temas que resultan polémicos, de los cuales se construyen diversos relatos teóricos que pueden ser distintos o contrapuestos aunque cumplan con los procedimientos reconocidos como válidos. Por ejemplo, el origen de la vida en la tierra o la extinción de los dinosaurios son temas de los que difícilmente puede concluirse con una sola narración que todos los jugadores reconozcan como indiscutible. En la misma revista o libro podría haber un artículo o capítulo que argumentara que los dinosaurios se extinguieron como consecuencia de un desastre causado por el choque de un meteoro; otro podría decir que fue por una epidemia, uno más, tal vez, explicaría que algunas especies de mamíferos se alimentaron de sus huevos hasta que se interrumpió por completo su descendencia, etcétera. No obstante la falta de similitud de los relatos entre sí, todos esos artículos o capítulos serían válidos en tanto hubiesen sido escritos por sujetos válidos que cumplen con el tipo narrativo válido y comunicado en un medio válido.

Las formas del discurso del saber reconocidas actualmente como desarrolladas (válidas), admiten un solo juego con reglas invariables (Cfr. p. 52), pero los relatos pueden ser distintos o contrapuestos entre sí. El juego admite una pluralidad de relatos, tantos como jugadores. Pero lo sorprendente es que ha llegado a ser más importante el cumplimiento de las reglas que la veracidad del relato, pues un enunciado que sea verdadero no será reconocido como tal si no cumple con ellas, mientras que todos aquellos que cumplen con las reglas tienen un reconocimiento homólogo de su veracidad (relativa), salvo, quizá, por el prestigio de su expositor.

El párrafo anterior nos habla de uno de los problemas claves de la postmodernidad: la invalidez (rompimiento de reglas) de proclamar y reconocer verdades absolutas e incontrovertibles, determinada por la performatividad del saber y sus reglas de juego, y en la que su legitimidad es más política que epistemológica. Esto es lo que Lyotard llama como la legitimidad pragmática del saber, sea científico o narrativo. En un texto titulado Pragmatismo e Inteligencia Política Global, José Luis Orozco, profesor de posgrado de Relaciones Internacionales, afirma que el neopragamatismo, "cuenta con los controles científicos del aparato analítico, matemático y lingüístico más sofisticado, como con las certezas discursivas de un modo de pensar..." (p.7). Este modo de pensar pragmáticamente legitimado con sus grandes presupuestos -los del intercambio, la tolerancia y la productividad-, "desbancan cualquier cosmogonía, teleología o historicismo" en la que se posasen el pensamiento sólido y sus corolarios revolucionarios o utópicos.

Dentro de esta legitimidad pragmática, a los sujetos válidos (jugadores que cumplen con las reglas) podemos denominarlos como actores; mientras que a los relatos que cumplen con el tipo de narración válido le llamaremos discursos y a los medios válidos por los que se comunica les diremos arenas.

Pluralidad y jerarquía en las arenas de discusión
Un mismo campo de conocimiento es compartido por varias comunidades que no necesariamente coinciden en cuanto a la totalidad de los saberes, pero que todas reconocen y cumplen con las reglas del juego. Entonces, sobre un mismo tema puede haber una pluralidad de discursos que, en tanto son divergentes o contrapuestos entre sí, dan lugar a debates. Y también en cada comunidad puede haber miembros que no coincidan con la totalidad de saberes que reconoce esa comunidad ni con todos sus relatos. En el juego de lenguaje, todo enunciado es una jugada. Por eso, explica Lyotard, "hablar es combatir en el sentido de jugar" (p. 29)

Las comunidades especializadas en ciencias sociales -de manera especial por la naturaleza de su objeto de estudio y más al tratar de procesos presentes- dan lugar a múltiples debates que llegan a ocupar la atención de la opinión pública y de los gobiernos, e incluso a influir en la toma de decisiones de éstos en algunas ocasiones. En tales casos, los discursos son esfuerzos por explicar de manera analítica la complejidad de escenarios socioculturales, predecir posibles desenlaces o consecuencias y, opcionalmente, proponer posibles acciones para incidir en la realidad presente y futura. Esas explicaciones, predicciones y propuestas de los discursos representan implícitamente las convicciones, ideologías o intereses de los actores en juego. Encontramos en estos debates el esfuerzo de los actores por legitimar sus relatos y por apelar a la aceptación de la mayoría del auditorio. "Así se introduce una relación del saber con la sociedad y con el Estado" (Lyotard, p. 79).

Los medios reconocidos como válidos para la exposición de los discursos y la realización de los debates son aquellos que gozan de prestigio basado en los estatus de sus fundadores, directivos y de los actores que en ellos han participado. Estas arenas son los espacios en los que las autoridades de cada materia escenifican los debates mediante su narración discursiva. No obstante el desarrollo de los medios electrónicos y la aparición de nuevos, el que sigue siendo el más importante, dentro del convencionalismo pragmático, para el reconocimiento y difusión de los saberes, así como para realización de los debates, es la revista (impresa). Pero no son válidas todas las revistas, sino sólo aquellas especializadas en un área de conocimiento, cuyos consejos editoriales están integrados por miembros que poseen el estatus de autoridad en esa área de conocimiento y en las que sólo se admiten discursos y actores con las características señaladas. Los artículos publicados en ellas se conocen también como papers, y dependiendo de la polémica o interés que susciten se amplían o desarrollan sus argumentaciones en más artículos o a veces dan lugar a libros en los que se continúa con el debate, así como en diarios, semanarios y revistas de difusión (de características distintas a las especializadas).

Aunque las revistas especializadas son las arenas más importantes, la participación de los actores más importantes en diarios de prestigio y programas especializados de radio y televisión, hace de estas otras arenas los medios de difusión para introducir los discursos y los debates en la opinión pública, socializando así su legitimidad y moviendo simpatizantes a su favor, con lo cual se influye en la toma de decisiones y se ganan apoyos para mantener o elevar sus estatus. Reconózcase entonces como incontrovertible la importancia para el debate público internacional a medios como: The New York Times, Newsweek, Le Monde, The Economist o El País, para el público de habla hispana; así como los numerosos programas de radio y televisión de cada país con mesas de discusión.

Actualmente, la revista más importante, la arena estelar para la exposición mundial de los discursos y la escenificación de los debates, es Foreign Affairs (¿si no, cuál?), que se presenta a sí misma como: "la publicación más influyente" ("the most influential publication"); influencia que necesariamente tiene que reconocerse, independientemente de la simpatía o antipatía que a cada quien cause. Fundada hace cerca de 75 años y vinculada al poderoso Consejo de Relaciones Exteriores (Foreign Affairs Council), para la discusión de la situación política mundial y el rol de Estados Unidos en ella, Foreign Affairs tira de cada número más de 110 mil ejemplares, cantidad superior a cualquiera otra publicación de sus mismas características de formato y periodicidad; ahora también con una edición en español a cargo del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

La multiplicidad de arenas en las que se escenifican los debates representa la pluralidad de las sociedades democráticas y la diversidad de los escenarios socioculturales sobre las que se construyen los discursos, pero también representan la estratificación de la jerarquía de los actores. Esto quiere decir que hay distintos niveles de debate. Distintos no tanto por el nivel intelectual o la capacidad argumentativa (en el supuesto de que los jugadores cumplen con las reglas del juego), sino, sobre todo, por el prestigio que la sociedad, en especial sus élites y las propias comunidades, reconocen o le dan a cada arena y a sus actores, así como a la importancia que a cada escenario se le reconozca. Existen, entonces, debates de temas internacionales, nacionales, regionales, efectuados en arenas que ocupan distintos niveles dentro de una jerarquía determinada por su prestigio y el de los actores que en ellas se admite.

Un ejemplo de esta jerarquía es descrito en un artículo de Paulo Sotero, publicado precisamente en Foreign Affairs (otoño - invierno 2002), que trata sobre el interés que hay de los think tanks norteamericanos respecto a lo que ocurre en las distintas regiones del mundo, reflejo del interés del gobierno de Washington en ellas. Los think tanks se definen a sí mismos como creadores de ideas, pero, a diferencia de las universidades, que crean conocimiento, a veces abstracto y otras con orientaciones políticas, los think tanks también se encargan de impulsar esas ideas en el proceso político. Sotero explica que dentro de la industria de las ideas de los think tanks, los "socios menores" son los centros de investigación y debate dedicados a América Latina y el Caribe, los cuales "suelen movilizar audiencias menos estelares que sus congéneres más establecidos", pues, según cita a Moisés Naim, editor de Foreign Policy (revista fundada por Samuel P. Huntington, de quien hablaremos más adelante), "la relevancia del público que atraen refleja la importancia de la región en Washington". En contraste, "la conferencia de un ministro de Singapur o de China en la Brookings Institution, en el Carnegie Endowment for International Peace o en el IIE [Institute for International Economics] atrae miembros de los niveles más altos de la administración y del Congreso y una audiencia de especialistas calificados".

Tal ejemplo coincide con el análisis de Orozco: "El compromiso científico del pragmatismo propicia, primero, al intelectual corporativo, empresarial, preocupado por empedrar el camino de los intereses y, a su lado, al intelectual estratégico, militar, orientado directa o indirectamente a la seguridad nacional. Sus habitáculos intelectuales, los think tanks, rompen la tradición de los cenáculos y camarillas prevalecientes entre los seguidores y amigos del intelectualismo europeo y latinoamericano. (p. 18)

Tres Grandes Protagonistas de los Debates Contemporáneos
A partir de la demolición del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética ha habido, en mi opinión, tres discursos que ocupan la posición más importante en el debate contemporáneo, tanto por la recurrencia de referencias a ellos en las arenas más importantes como por mantenerse presentes. Sus autores se han convertido en celebridades reconocidas mundialmente y constituyen citas inevitables para todo aquel que quiera participar en la polémica. Uno, El Fin de la Historia, de Francis Fukuyama; dos, El Choque de Civilizaciones, de Samuel P. Huntington; y tres, La Tercera Vía, de Anthony Giddens.

Los debates sobre El Fin de la Historia de Fukuyama y El Choque de Civilizaciones de Huntington surgieron a partir de sendos artículos publicados en revistas especializadas que dieron lugar a libros en los que los autores confirmaron sus tesis, replicando en ellos las críticas que recibieron (en artículos publicados en revistas especializadas). La replica y la contrarreplica se ampliaron y trasladaron también a la arena bibliográfica bajo el sello de prestigiadas editoriales: Planeta, Paidós, Taurus (en sus ediciones en español).

La revista National Interest publicó en el verano de 1989 (N° 16) el artículo "The End of History?", del neoyorkino Francis Fukuyama, profesor de la Universidad Johns Hopkins. En 1992 apareció su libro con el mismo título, pero ya sin el signo de interrogación: The End of History and the Last Man, confirmando así su tesis y rebatiendo a sus críticos. Desde entonces no ha dejado de hablarse de Fukuyama para bien o para mal. Diez años después, el propio Fukuyama escribió un artículo en el que hace un recuento de las criticas recibidas durante ese tiempo y las refutaciones que hizo a ellas.

En el caso de Huntington, profesor de la Universidad de Harvard, Foreign Affairs publicó en el verano de 1993 (Vol. 72, N° 3) "Clash of civilizations?". Solamente dos números después de su publicación (Vol. 72, N° 5) apareció otro artículo de Huntington, "If Not Civilizations, What?", en el que contestaba a sus críticos, pues el número anterior ocupó buen número de sus páginas a confrontar o descalificar su tesis. En 1996 fue publicado The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. También, como puede verse, ya sin signo de interrogación. Luego de los ataques a Washington y Nueva York del 11 de septiembre de 2001, este texto adquirió un renovado auge y es poco menos que insalvable su mención en los análisis al respecto.

El caso de La Tercera Vía es distinto al par de textos del neoconservadurismo norteamericano referidos, pues su autor, Anthony Giddens, director de la London School of Economics, es abierto partidario de la democracia social, según evidencia el subtítulo de su libro: The Third Way. The Renewal of Social Democracy, publicado en 1998. Más propositivo que descriptivo y más político que académico, el texto de Giddens ha tenido éxito por su influencia en el primer ministro británico, el laborista Tony Blair, quien supuestamente instrumenta sus políticas públicas basado en una visión de La Tercera Vía (con todo y su incondicionalidad al unilateralismo militar norteamericano), así como por la simpatía de Gerhard Schroeder, primer ministro alemán. Sin embargo, Giddens ha recibido críticas provenientes de variados tonos del espectro ideológico, a las cuales contestó con The Third Way and Its Critics, en 2000, el cual se publicita en su portada con una frase de Blair: "An Important Contribution to the Debate".

En cuanto a los actores que participan en las arenas más importantes, el único desde una posición marxista parece ser el norteamericano Noam Chomsky, más con emociones que con argumentos y un estilo panfletario de amarillismo apocalíptico, sólo "superado" por la horrorización de Viviane Forrester y su fobia al "neoliberalismo". Muchos marxistas siguen debatiendo, pero su discurso ha dejado de ser marxista. Ellos mismos parece que han dejado de ser marxistas. En México, por ejemplo, Adolfo Sánchez Vázquez, decano del marxismo filosófico (materialismo histórico y dialéctico) carece de aportación alguna al debate contemporáneo (postsoviético), salvo por algunas conferencias o declaraciones a la prensa, pues no tiene ni un texto sólido que afirme alguna posición marxista sobre el presente.

Al cancelarse la legitimidad de las proclamas revolucionarias por la demostración fallida de los desenlaces de sus proyectos históricos, el marxismo (no la izquierda en general) parece incapaz de articular una propuesta política de fondo (no revolucionaria) dentro del marco de la legalidad, lo cual manifiesta su dificultad de articular discursos suficientemente coherentes y ampliamente verosímiles. Quizá por eso es en la literatura donde los marxistas mantienen una posición importante y con influencia en la opinión pública, sobre todo a partir de la entrega del Premio Nobel a Saramago. Éste, junto con el "Subcomandante Marcos" y su retórica cursi parecen ser un par de inspiradores de la resistencia marxista y su crítica al sistema.

Actores y arenas del escenario nacional
En México, por su formación social y procesos históricos particulares, sin dejar de participar en los grandes temas internacionales, resulta como tema más recurrente del debate nacional el de la transición a la democracia, en especial a partir del triunfo electoral de un candidato a la Presidencia de la República de un partido distinto al que había ganado ininterrumpidamente desde 1946 y del régimen instaurado en 1929. Unos hablan de transición, otros hablan de alternancia sin cambio, algunos niegan el cambio y sostienen que la continuidad persiste, etcétera.

Actualmente parece como si fuera obligado que toda cadena televisiva o radiofónica debiera tener por lo menos un programa de debate político a la semana. Estos programas son muy importantes para el debate nacional, pero no se prescinde de las revistas especializadas. Las revistas especializadas de instituciones educativas y de investigación tienen muy poco eco en la opinión pública, excepto, quizá, Metapolítica; pero otras con un formato como las de difusión resultan mejor afortunadas en venta, resonancia e influencia, como Este País, Voz y Voto y Nexos.

Nexos es una revista que formalmente no pertenece a una institución académica, pero se trata, claramente, de una revista que desde hace muchos años ha estado conformada preponderantemente por académicos de El Colegio de México (Aguilar Camín, Loaeza, Peschard, Casar, Segovia, Meyer, Rubio, etc). Nexos existe desde 1978, entonces bajo la dirección del célebre maestro Enrique Florescano, pero alcanzó un lugar privilegiado en la opinión pública cuando la dirigió Héctor Aguilar Camín, de 1983 a 1995, gracias, en buena parte, a la difusión que de la misma se hacía por el programa televisivo homónimo en el que aparecían debatiendo buena parte de los colaboradores de ella, varios de los cuales también articulistas de los diarios Reforma y El Universal. Por ello podemos reconocer que El Colegio de México, desde hace años, es la institución que predomina en el debate político en los espacios más importantes de los medios informativos.

Las revistas de El Colegio de México, las de sus centros de investigación, tienen un tiraje limitado y son de escasa difusión y distribución (canje con bibliotecas, puede suponerse). En cambio, Nexos tiene un tiraje muy superior y con amplia distribución en todo el territorio nacional, tanto en locales cerrados como en puestos de periódicos. El grupo o los grupos académicos del Colmex tienen así una presencia importante en la opinión pública nacional. Sin duda, Nexos es un importante punto de referencia en el debate político y cultural de México, a diferencia de otras como Contextos y El Cotidiano, ambas de la Universidad Metropolitana; o Universidad, de la UNAM, las cuales, no obstante que han crecido en cuanto a su distribución, tienen muy poco eco en la opinión pública y casi ninguno en la discusión académica. Son cada vez más frecuentes sus apariciones en radio, televisión, prensa y conferencias

Llama la atención el reciente crecimiento en la participación en las arenas más importantes de los académicos del Centro de Investigación y Desarrollo Económico (CIDE) (Mayer Serra, Chabat y varios más provenientes del propio Colmex, como Casar). Resulta también interesante que el CIDE, desde el sexenio pasado, ha venido desplazando al Instituto Nacional de Administración Pública (INAP) como la institución capacitadora de la administración pública, formadora de sus cuadros y, sobre todo, como espacio del pensamiento y los estudios para el desarrollo de ésta. La reflexión y la propuesta de lo que debe ser una administración pública moderna, de políticas públicas y análisis político proviene del CIDE. (Sobre María Amparo Casar, coordinadora de asesores de la Secretaría de Gobernación, véase: Revista Milenio, N° 177).

De acuerdo con Lyotard, la naturaleza del saber se ha modificado en tanto se ha vuelto un valor de cambio en el mercado, una mercancía que es la principal fuerza de producción; fuente de riqueza y poder, afectada por la tecnología tanto en la investigación como en la transmisión de los conocimientos (pp. 13 - 19). La legitimidad pragmática de la que hablaba el filósofo francés parece también una pragmática de marketing: no sólo hay que saber, también hay que saber vender el conocimiento (know how) y saberse venderse como autoridad del saber. En este caso, el grupo o los grupos académicos de Nexos parecen haber sabido promover mejor públicamente su nombre (publicitar), gracias a medios impresos y electrónicos o, por lo menos, resultaron afortunados para triunfar en el show business. La afirmación no es gratuita, según se comprueba en las posiciones privilegiadas que varios de ellos han alcanzado como consejeros del Instituto Federal Electoral, de comisiones de Derechos Humanos o de academias científicas; así como la reproducción de sus artículos en cadenas periodísticas, estatus que a algunos les ha permitido ocupar puestos en los más altos niveles gubernamentales.

Sin embargo, al ver a Héctor Aguilar Camín, proponiendo la migración de campesinos a las grandes ciudades para reducir la miseria en el campo; o al leer la renuncia de Jorge Castañeda por convenir así a sus intereses, tras haber concluido sus proyectos en la Secretaría de Relaciones Exteriores y reincorporarse a la cátedra, no puede ser más oportuna, para terminar, la siguiente cita de Lyotard, cuando se refiere a la enseñanza superior: "La transmisión de los saberes ya no aparece como destinada a formar una élite capaz de guiar a la nación en su emancipación, proporciona al sistema los jugadores capaces de asegurar convenientemente su papel en los puestos pragmáticos de los que las instituciones tienen necesidad", de modo que la perfomatividad tiene por consecuencia global, "la subordinación de las instituciones de enseñanza superior a los poderes". (pp. 104 - 107)


Notas:

Jean Francoise Lyotard, La Condición Posmoderna, Barcelona, Planeta, 1993. Título original: La Condition postmoderne (1979).
José Luis Orozco, Pragmatismo e Inteligencia Política Global, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2000.
Paulo Sotero, "Los think tanks y su visión washingtoniana del mundo", Foreign Affairs, edición en español, otoño-invierno 2002.
Alberto Aguirre M., "Los intelectuales detrás de Santiago Creel", Milenio, N° 177, México, 2001,


Héctor Villarreal