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Por Héctor Villarreal
Número 31
Sobre la legitimación
pragmática del saber
En las sociedades contemporáneas,
casi de cualquier punto del planeta, el conocimiento en áreas
muy específicas es construido, sistematizado y comunicado
(narrado) por grupos pequeños altamente especializados. Aunque
la participación de todos los miembros de la sociedad -con
su trabajo, producción y reproducción de información-
contribuye a la constitución y ampliación de los saberes
institucionalizados y de los saberes populares, son esos grupos
los que detentan el reconocimiento público como autoridades
del conocimiento en el que se especializan. Tales grupos -constituidos
jurídicamente como asociaciones o sociedades, y culturalmente
en comunidades académicas- son las que deciden qué
es el saber, quiénes son los que saben y cómo se debe
comunicar ese saber. Y los demás aceptamos o reconocemos
que así sea. De ahí, por ejemplo, la entrega de premios
nacionales e internacionales y los premios que cada una de esas
comunidades entrega a sus miembros, de acuerdo con las reglas que
han establecido. Por eso también para el ejercicio de ciertas
profesiones se requiere obligatoriamente la posesión de un
título de cierto grado académico, otorgado por una
institución o autoridad educativa legítima y legal.
De acuerdo con Jean Francoise Lyotard, el consenso permite circunscribir
el saber y diferenciar al que sabe del que no sabe (La Condición
Posmoderna, p. 51).
Las comunidades académicas,
incluyendo las especializadas en ciencias sociales, están
constituidas por individuos que se dedican profesionalmente de tiempo
completo a la construcción del conocimiento, así como
a la guía de su aplicación, legitimación, custodia,
institucionalización y difusión. Por lo general, estas
comunidades se encuentran enmarcadas en instituciones educativas
de nivel superior y centros de investigación auspiciados
por fundaciones, así como por organismos públicos
centralizados o descentralizados. En literatura no hay propiamente
comunidades académicas, pero sí hay grupos e individuos
identificables o reconocibles por la sociedad con el estatuto de
intelectuales, los cuales se caracterizan por publicar en editoriales
de prestigio y revistas respetables, además de ganar premios
por sus obras y reconocimientos a sus trayectorias. Algunos de ellos
son amigos o colaboradores cercanos de importantes políticos
o, eventualmente, incursionan en la política de manera protagónica.
Las comunidades académicas
legitiman el saber (su saber) y a sus miembros como autoridades
de ese saber a partir de su posesión de ciertos títulos
académicos y el cumplimiento de los métodos y procedimientos
reconocidos socialmente como válidos, tales como la forma
narrativa, los productos comunicativos que realizan para su difusión
y los medios de comunicación que emplean o disponen para
ello. Entonces, el saber socialmente reconocido y legitimado es
el que realizan los sujetos válidos, narrado de forma válida
por los medios válidos. La narración del saber y su
socialización, por tanto, obedece a reglas pragmáticas
y consensuales. De este modo, el saber se constituye también
por su propio protocolo y su juego de lenguaje. Es decir,
hay un juego de lenguaje que como tal tiene reglas, las cuales
deben cumplirse para ser aceptado como jugador. Por medio
de estas reglas, "definen así lo que tiene derecho a
decirse y hacerse en la cultura". (p. 56)
En todas las comunidades académicas
hay saberes que van reconociéndose como tales, de modo que
deja de discutirse sobre su veracidad; pero hay temas que resultan
polémicos, de los cuales se construyen diversos relatos teóricos
que pueden ser distintos o contrapuestos aunque cumplan con los
procedimientos reconocidos como válidos. Por ejemplo, el
origen de la vida en la tierra o la extinción de los dinosaurios
son temas de los que difícilmente puede concluirse con una
sola narración que todos los jugadores reconozcan
como indiscutible. En la misma revista o libro podría haber
un artículo o capítulo que argumentara que los dinosaurios
se extinguieron como consecuencia de un desastre causado por el
choque de un meteoro; otro podría decir que fue por una epidemia,
uno más, tal vez, explicaría que algunas especies
de mamíferos se alimentaron de sus huevos hasta que se interrumpió
por completo su descendencia, etcétera. No obstante la falta
de similitud de los relatos entre sí, todos esos artículos
o capítulos serían válidos en tanto hubiesen
sido escritos por sujetos válidos que cumplen con el tipo
narrativo válido y comunicado en un medio válido.
Las formas del discurso del saber
reconocidas actualmente como desarrolladas (válidas), admiten
un solo juego con reglas invariables (Cfr. p. 52), pero los
relatos pueden ser distintos o contrapuestos entre sí. El
juego admite una pluralidad de relatos, tantos como jugadores.
Pero lo sorprendente es que ha llegado a ser más importante
el cumplimiento de las reglas que la veracidad del relato, pues
un enunciado que sea verdadero no será reconocido como tal
si no cumple con ellas, mientras que todos aquellos que cumplen
con las reglas tienen un reconocimiento homólogo de su veracidad
(relativa), salvo, quizá, por el prestigio de su expositor.
El párrafo anterior nos habla
de uno de los problemas claves de la postmodernidad: la invalidez
(rompimiento de reglas) de proclamar y reconocer verdades absolutas
e incontrovertibles, determinada por la performatividad del
saber y sus reglas de juego, y en la que su legitimidad es
más política que epistemológica. Esto es lo
que Lyotard llama como la legitimidad pragmática del saber,
sea científico o narrativo. En un texto titulado Pragmatismo
e Inteligencia Política Global, José Luis Orozco,
profesor de posgrado de Relaciones Internacionales, afirma que el
neopragamatismo, "cuenta con los controles científicos
del aparato analítico, matemático y lingüístico
más sofisticado, como con las certezas discursivas de un
modo de pensar..." (p.7). Este modo de pensar pragmáticamente
legitimado con sus grandes presupuestos -los del intercambio,
la tolerancia y la productividad-, "desbancan
cualquier cosmogonía, teleología o historicismo"
en la que se posasen el pensamiento sólido y sus corolarios
revolucionarios o utópicos.
Dentro de esta legitimidad pragmática,
a los sujetos válidos (jugadores que cumplen con las
reglas) podemos denominarlos como actores; mientras que a los relatos
que cumplen con el tipo de narración válido le llamaremos
discursos y a los medios válidos por los que se comunica
les diremos arenas.
Pluralidad y jerarquía
en las arenas de discusión
Un mismo campo de conocimiento
es compartido por varias comunidades que no necesariamente coinciden
en cuanto a la totalidad de los saberes, pero que todas reconocen
y cumplen con las reglas del juego. Entonces, sobre un mismo
tema puede haber una pluralidad de discursos que, en tanto son divergentes
o contrapuestos entre sí, dan lugar a debates. Y también
en cada comunidad puede haber miembros que no coincidan con la totalidad
de saberes que reconoce esa comunidad ni con todos sus relatos.
En el juego de lenguaje, todo enunciado es una jugada. Por
eso, explica Lyotard, "hablar es combatir en el sentido de
jugar" (p. 29)
Las comunidades especializadas en
ciencias sociales -de manera especial por la naturaleza de su objeto
de estudio y más al tratar de procesos presentes- dan lugar
a múltiples debates que llegan a ocupar la atención
de la opinión pública y de los gobiernos, e incluso
a influir en la toma de decisiones de éstos en algunas ocasiones.
En tales casos, los discursos son esfuerzos por explicar de manera
analítica la complejidad de escenarios socioculturales, predecir
posibles desenlaces o consecuencias y, opcionalmente, proponer posibles
acciones para incidir en la realidad presente y futura. Esas explicaciones,
predicciones y propuestas de los discursos representan implícitamente
las convicciones, ideologías o intereses de los actores en
juego. Encontramos en estos debates el esfuerzo de los actores por
legitimar sus relatos y por apelar a la aceptación de la
mayoría del auditorio. "Así se introduce una
relación del saber con la sociedad y con el Estado"
(Lyotard, p. 79).
Los medios reconocidos como válidos
para la exposición de los discursos y la realización
de los debates son aquellos que gozan de prestigio basado en los
estatus de sus fundadores, directivos y de los actores que en ellos
han participado. Estas arenas son los espacios en los que las autoridades
de cada materia escenifican los debates mediante su narración
discursiva. No obstante el desarrollo de los medios electrónicos
y la aparición de nuevos, el que sigue siendo el más
importante, dentro del convencionalismo pragmático, para
el reconocimiento y difusión de los saberes, así como
para realización de los debates, es la revista (impresa).
Pero no son válidas todas las revistas, sino sólo
aquellas especializadas en un área de conocimiento, cuyos
consejos editoriales están integrados por miembros que poseen
el estatus de autoridad en esa área de conocimiento y en
las que sólo se admiten discursos y actores con las características
señaladas. Los artículos publicados en ellas se conocen
también como papers, y dependiendo de la polémica
o interés que susciten se amplían o desarrollan sus
argumentaciones en más artículos o a veces dan lugar
a libros en los que se continúa con el debate, así
como en diarios, semanarios y revistas de difusión (de
características distintas a las especializadas).
Aunque las revistas especializadas
son las arenas más importantes, la participación de
los actores más importantes en diarios de prestigio y programas
especializados de radio y televisión, hace de estas otras
arenas los medios de difusión para introducir los discursos
y los debates en la opinión pública, socializando
así su legitimidad y moviendo simpatizantes a su favor, con
lo cual se influye en la toma de decisiones y se ganan apoyos para
mantener o elevar sus estatus. Reconózcase entonces como
incontrovertible la importancia para el debate público internacional
a medios como: The New York Times, Newsweek, Le Monde, The Economist
o El País, para el público de habla hispana; así
como los numerosos programas de radio y televisión de cada
país con mesas de discusión.
Actualmente, la revista más
importante, la arena estelar para la exposición mundial de
los discursos y la escenificación de los debates, es Foreign
Affairs (¿si no, cuál?), que se presenta a sí
misma como: "la publicación más influyente"
("the most influential publication"); influencia que necesariamente
tiene que reconocerse, independientemente de la simpatía
o antipatía que a cada quien cause. Fundada hace cerca de
75 años y vinculada al poderoso Consejo de Relaciones Exteriores
(Foreign Affairs Council), para la discusión de la
situación política mundial y el rol de Estados Unidos
en ella, Foreign Affairs tira de cada número más de
110 mil ejemplares, cantidad superior a cualquiera otra publicación
de sus mismas características de formato y periodicidad;
ahora también con una edición en español a
cargo del Instituto Tecnológico Autónomo de México
(ITAM).
La multiplicidad de arenas en las
que se escenifican los debates representa la pluralidad de las sociedades
democráticas y la diversidad de los escenarios socioculturales
sobre las que se construyen los discursos, pero también representan
la estratificación de la jerarquía de los actores.
Esto quiere decir que hay distintos niveles de debate. Distintos
no tanto por el nivel intelectual o la capacidad argumentativa (en
el supuesto de que los jugadores cumplen con las reglas del juego),
sino, sobre todo, por el prestigio que la sociedad, en especial
sus élites y las propias comunidades, reconocen o le dan
a cada arena y a sus actores, así como a la importancia que
a cada escenario se le reconozca. Existen, entonces, debates de
temas internacionales, nacionales, regionales, efectuados en arenas
que ocupan distintos niveles dentro de una jerarquía determinada
por su prestigio y el de los actores que en ellas se admite.
Un ejemplo de esta jerarquía
es descrito en un artículo de Paulo Sotero, publicado precisamente
en Foreign Affairs (otoño - invierno 2002), que trata sobre
el interés que hay de los think tanks norteamericanos
respecto a lo que ocurre en las distintas regiones del mundo, reflejo
del interés del gobierno de Washington en ellas. Los think
tanks se definen a sí mismos como creadores de ideas,
pero, a diferencia de las universidades, que crean conocimiento,
a veces abstracto y otras con orientaciones políticas, los
think tanks también se encargan de impulsar esas ideas
en el proceso político. Sotero explica que dentro de la industria
de las ideas de los think tanks, los "socios menores"
son los centros de investigación y debate dedicados a América
Latina y el Caribe, los cuales "suelen movilizar audiencias
menos estelares que sus congéneres más establecidos",
pues, según cita a Moisés Naim, editor de Foreign
Policy (revista fundada por Samuel P. Huntington, de quien hablaremos
más adelante), "la relevancia del público que
atraen refleja la importancia de la región en Washington".
En contraste, "la conferencia de un ministro de Singapur o
de China en la Brookings Institution, en el Carnegie Endowment for
International Peace o en el IIE [Institute for International Economics]
atrae miembros de los niveles más altos de la administración
y del Congreso y una audiencia de especialistas calificados".
Tal ejemplo coincide con el análisis
de Orozco: "El compromiso científico del pragmatismo
propicia, primero, al intelectual corporativo, empresarial, preocupado
por empedrar el camino de los intereses y, a su lado, al intelectual
estratégico, militar, orientado directa o indirectamente
a la seguridad nacional. Sus habitáculos intelectuales, los
think tanks, rompen la tradición de los cenáculos
y camarillas prevalecientes entre los seguidores y amigos del intelectualismo
europeo y latinoamericano. (p. 18)
Tres Grandes Protagonistas de
los Debates Contemporáneos
A partir de la demolición
del Muro de Berlín y la implosión de la Unión
Soviética ha habido, en mi opinión, tres discursos
que ocupan la posición más importante en el debate
contemporáneo, tanto por la recurrencia de referencias a
ellos en las arenas más importantes como por mantenerse presentes.
Sus autores se han convertido en celebridades reconocidas
mundialmente y constituyen citas inevitables para todo aquel que
quiera participar en la polémica. Uno, El Fin de la Historia,
de Francis Fukuyama; dos, El Choque de Civilizaciones, de
Samuel P. Huntington; y tres, La Tercera Vía, de Anthony
Giddens.
Los debates sobre El
Fin de la Historia de Fukuyama y El Choque de Civilizaciones
de Huntington surgieron a partir de sendos artículos
publicados en revistas especializadas que dieron lugar a libros
en los que los autores confirmaron sus tesis, replicando en ellos
las críticas que recibieron (en artículos publicados
en revistas especializadas). La replica y la contrarreplica se ampliaron
y trasladaron también a la arena bibliográfica bajo
el sello de prestigiadas editoriales: Planeta, Paidós, Taurus
(en sus ediciones en español).
La revista National
Interest publicó en el verano de 1989 (N° 16) el artículo
"The End of History?", del neoyorkino Francis Fukuyama,
profesor de la Universidad Johns Hopkins. En 1992 apareció
su libro con el mismo título, pero ya sin el signo de interrogación:
The End of History and the Last Man, confirmando así
su tesis y rebatiendo a sus críticos. Desde entonces no ha
dejado de hablarse de Fukuyama para bien o para mal. Diez años
después, el propio Fukuyama escribió un artículo
en el que hace un recuento de las criticas recibidas durante ese
tiempo y las refutaciones que hizo a ellas.
En el caso de Huntington, profesor
de la Universidad de Harvard, Foreign Affairs publicó en
el verano de 1993 (Vol. 72, N° 3) "Clash of civilizations?".
Solamente dos números después de su publicación
(Vol. 72, N° 5) apareció otro artículo de Huntington,
"If Not Civilizations, What?", en el que contestaba a
sus críticos, pues el número anterior ocupó
buen número de sus páginas a confrontar o descalificar
su tesis. En 1996 fue publicado The Clash of Civilizations and
the Remaking of World Order. También, como puede verse,
ya sin signo de interrogación. Luego de los ataques a Washington
y Nueva York del 11 de septiembre de 2001, este texto adquirió
un renovado auge y es poco menos que insalvable su mención
en los análisis al respecto.
El caso de La Tercera Vía
es distinto al par de textos del neoconservadurismo norteamericano
referidos, pues su autor, Anthony Giddens, director de la London
School of Economics, es abierto partidario de la democracia social,
según evidencia el subtítulo de su libro: The Third
Way. The Renewal of Social Democracy, publicado en 1998. Más
propositivo que descriptivo y más político que académico,
el texto de Giddens ha tenido éxito por su influencia en
el primer ministro británico, el laborista Tony Blair, quien
supuestamente instrumenta sus políticas públicas basado
en una visión de La Tercera Vía (con todo y
su incondicionalidad al unilateralismo militar norteamericano),
así como por la simpatía de Gerhard Schroeder, primer
ministro alemán. Sin embargo, Giddens ha recibido críticas
provenientes de variados tonos del espectro ideológico, a
las cuales contestó con The Third Way and Its Critics,
en 2000, el cual se publicita en su portada con una frase de Blair:
"An Important Contribution to the Debate".
En cuanto a los actores que participan
en las arenas más importantes, el único desde una
posición marxista parece ser el norteamericano Noam Chomsky,
más con emociones que con argumentos y un estilo panfletario
de amarillismo apocalíptico, sólo "superado"
por la horrorización de Viviane Forrester y su fobia
al "neoliberalismo". Muchos marxistas siguen debatiendo,
pero su discurso ha dejado de ser marxista. Ellos mismos parece
que han dejado de ser marxistas. En México, por ejemplo,
Adolfo Sánchez Vázquez, decano del marxismo filosófico
(materialismo histórico y dialéctico) carece de aportación
alguna al debate contemporáneo (postsoviético), salvo
por algunas conferencias o declaraciones a la prensa, pues no tiene
ni un texto sólido que afirme alguna posición marxista
sobre el presente.
Al cancelarse la legitimidad de
las proclamas revolucionarias por la demostración fallida
de los desenlaces de sus proyectos históricos, el marxismo
(no la izquierda en general) parece incapaz de articular una propuesta
política de fondo (no revolucionaria) dentro del marco de
la legalidad, lo cual manifiesta su dificultad de articular discursos
suficientemente coherentes y ampliamente verosímiles. Quizá
por eso es en la literatura donde los marxistas mantienen una posición
importante y con influencia en la opinión pública,
sobre todo a partir de la entrega del Premio Nobel a Saramago. Éste,
junto con el "Subcomandante Marcos" y su retórica
cursi parecen ser un par de inspiradores de la resistencia marxista
y su crítica al sistema.
Actores y arenas del escenario
nacional
En México, por su formación
social y procesos históricos particulares, sin dejar de participar
en los grandes temas internacionales, resulta como tema más
recurrente del debate nacional el de la transición a la democracia,
en especial a partir del triunfo electoral de un candidato a la
Presidencia de la República de un partido distinto al que
había ganado ininterrumpidamente desde 1946 y del régimen
instaurado en 1929. Unos hablan de transición, otros hablan
de alternancia sin cambio, algunos niegan el cambio y sostienen
que la continuidad persiste, etcétera.
Actualmente parece como si fuera
obligado que toda cadena televisiva o radiofónica debiera
tener por lo menos un programa de debate político a la semana.
Estos programas son muy importantes para el debate nacional, pero
no se prescinde de las revistas especializadas. Las revistas especializadas
de instituciones educativas y de investigación tienen muy
poco eco en la opinión pública, excepto, quizá,
Metapolítica; pero otras con un formato como las de difusión
resultan mejor afortunadas en venta, resonancia e influencia, como
Este País, Voz y Voto y Nexos.
Nexos es una revista que formalmente
no pertenece a una institución académica, pero se
trata, claramente, de una revista que desde hace muchos años
ha estado conformada preponderantemente por académicos de
El Colegio de México (Aguilar Camín, Loaeza, Peschard,
Casar, Segovia, Meyer, Rubio, etc). Nexos existe desde 1978, entonces
bajo la dirección del célebre maestro Enrique Florescano,
pero alcanzó un lugar privilegiado en la opinión pública
cuando la dirigió Héctor Aguilar Camín, de
1983 a 1995, gracias, en buena parte, a la difusión que de
la misma se hacía por el programa televisivo homónimo
en el que aparecían debatiendo buena parte de los colaboradores
de ella, varios de los cuales también articulistas de los
diarios Reforma y El Universal. Por ello podemos reconocer que El
Colegio de México, desde hace años, es la institución
que predomina en el debate político en los espacios más
importantes de los medios informativos.
Las revistas de El Colegio de México,
las de sus centros de investigación, tienen un tiraje limitado
y son de escasa difusión y distribución (canje con
bibliotecas, puede suponerse). En cambio, Nexos tiene un tiraje
muy superior y con amplia distribución en todo el territorio
nacional, tanto en locales cerrados como en puestos de periódicos.
El grupo o los grupos académicos del Colmex tienen así
una presencia importante en la opinión pública nacional.
Sin duda, Nexos es un importante punto de referencia en el debate
político y cultural de México, a diferencia de otras
como Contextos y El Cotidiano, ambas de la Universidad Metropolitana;
o Universidad, de la UNAM, las cuales, no obstante que han crecido
en cuanto a su distribución, tienen muy poco eco en la opinión
pública y casi ninguno en la discusión académica.
Son cada vez más frecuentes sus apariciones en radio, televisión,
prensa y conferencias
Llama la atención el reciente
crecimiento en la participación en las arenas más
importantes de los académicos del Centro de Investigación
y Desarrollo Económico (CIDE) (Mayer Serra, Chabat y varios
más provenientes del propio Colmex, como Casar). Resulta
también interesante que el CIDE, desde el sexenio pasado,
ha venido desplazando al Instituto Nacional de Administración
Pública (INAP) como la institución capacitadora de
la administración pública, formadora de sus cuadros
y, sobre todo, como espacio del pensamiento y los estudios para
el desarrollo de ésta. La reflexión y la propuesta
de lo que debe ser una administración pública moderna,
de políticas públicas y análisis político
proviene del CIDE. (Sobre María Amparo Casar, coordinadora
de asesores de la Secretaría de Gobernación, véase:
Revista Milenio, N° 177).
De acuerdo con Lyotard, la naturaleza
del saber se ha modificado en tanto se ha vuelto un valor de cambio
en el mercado, una mercancía que es la principal fuerza de
producción; fuente de riqueza y poder, afectada por la tecnología
tanto en la investigación como en la transmisión de
los conocimientos (pp. 13 - 19). La legitimidad pragmática
de la que hablaba el filósofo francés parece también
una pragmática de marketing: no sólo hay que
saber, también hay que saber vender el conocimiento (know
how) y saberse venderse como autoridad del saber. En este caso,
el grupo o los grupos académicos de Nexos parecen haber sabido
promover mejor públicamente su nombre (publicitar), gracias
a medios impresos y electrónicos o, por lo menos, resultaron
afortunados para triunfar en el show business. La afirmación
no es gratuita, según se comprueba en las posiciones privilegiadas
que varios de ellos han alcanzado como consejeros del Instituto
Federal Electoral, de comisiones de Derechos Humanos o de academias
científicas; así como la reproducción de sus
artículos en cadenas periodísticas, estatus que a
algunos les ha permitido ocupar puestos en los más altos
niveles gubernamentales.
Sin embargo, al ver a Héctor
Aguilar Camín, proponiendo la migración de campesinos
a las grandes ciudades para reducir la miseria en el campo; o al
leer la renuncia de Jorge Castañeda por convenir así
a sus intereses, tras haber concluido sus proyectos en la Secretaría
de Relaciones Exteriores y reincorporarse a la cátedra, no
puede ser más oportuna, para terminar, la siguiente cita
de Lyotard, cuando se refiere a la enseñanza superior: "La
transmisión de los saberes ya no aparece como destinada a
formar una élite capaz de guiar a la nación en su
emancipación, proporciona al sistema los jugadores capaces
de asegurar convenientemente su papel en los puestos pragmáticos
de los que las instituciones tienen necesidad", de modo que
la perfomatividad tiene por consecuencia global, "la
subordinación de las instituciones de enseñanza superior
a los poderes". (pp. 104 - 107)
Notas:
Jean Francoise Lyotard, La Condición
Posmoderna, Barcelona, Planeta, 1993. Título original:
La Condition postmoderne (1979).
José Luis Orozco, Pragmatismo e Inteligencia Política
Global, México, Universidad Autónoma Metropolitana,
2000.
Paulo Sotero, "Los think tanks y su visión washingtoniana
del mundo", Foreign Affairs, edición en español,
otoño-invierno 2002.
Alberto Aguirre M., "Los intelectuales detrás de Santiago
Creel", Milenio, N° 177, México, 2001,
Héctor
Villarreal |