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Por Juan Gil
Número 31
Introducción: más leña al fuego para una
polémica ya anticuada
Incomprensiblemente larga, y en la mayoría de las ocasiones
improductiva, ha sido la polémica que han sostenido los teóricos
de la comunicación para separar al periodismo de la literatura.
Unos reconocen que el periodismo tuvo como tronco matriz a la literatura,
pero sostienen que hoy es un contrasentido seguir manteniendo esa
unión, puesto que en los países de cierto grado de
civilización, el fenómeno periodístico se ha
convertido en un elemento independiente y autónomo.
Otros,
en cambio, defienden que esa imbricación con la literatura
es más beneficiosa que perjudicial. Piensan que considerar
al periodismo como una disciplina absolutamente nueva, autónoma,
sin ningún legado reconocido, como si hubiese surgido de
la providencia, no sólo es un error sino que va contra toda
lógica.
El
periodismo está pertrechado de herencias históricas
y literarias. En la actualidad está trabado, como actividad
multidisciplinar, por infinidad de influencias provenientes de distintos
ámbitos del saber. Sirva como botón de muestra la
utilización de técnicas de investigación cualitativas,
comúnmente utilizadas en Sociología, para la comprensión
de la realidad social.
Siendo
esto una realidad meridianamente constatable, sobre todo en épocas
de elecciones, lo cierto es que a las páginas de tipografía
impresa siguen acudiendo, solícitos a la llamada, los literatos,
historiadores, críticos de arte, juristas
en definitiva
un amplio grupo de intelectuales cuya formación académica
está bastante alejada de las Facultades de Comunicación.
Nosotros
queremos señalar que, en esta absurda batalla por mantener
un espacio en el periódico emprendida entre periodistas y
literatos, en reiteradas ocasiones se han expuesto con demasiada
vehemencia los aspectos que les separan y, por el contrario, muy
raras vez se han señalado los lugares comunes que comparten.
Periodismo
y Literatura son dos actividades que caminan paralelas, cogidas
de la mano, como en un matrimonio obsceno e interesado, y que por
ello están condenadas a entenderse. Ambas comparten la lengua,
los autores, los recursos retóricos, la obligación
de adaptarse a las necesidades de sus receptores
y por tanto,
ambas se influyen mutuamente en un juego de erótica lingüística
que nos beneficia a todos.
Martínez
Albertos1, que fue el gran iniciador
de los estudios de Periodística en España, allá
por mediados del siglo pasado, consagró la división
entre relato de hechos y comentarios. En todos sus manuales ha recogido
la tradición anglosajona (story/comment) y cuando ha abordado
el tema de la clasificación de los géneros, dejaba
fuera de la plazuela periodística a los textos que tradicionalmente
se habían utilizado en nuestros periódicos.
El
ensayo, el artículo costumbrista, la crítica literaria,
las novelas cortas... son para él géneros literarios
que se publican en los periódicos, por no profesionales y
que por tanto, no se les puede considerar como parte del periodismo.
Apoya esta postura afirmando que las finalidades de estos géneros
difieren en todo de la de los textos periodísticos. Sólo
comparten la utilización del mensaje y el soporte.
Sus
discípulos y seguidores han seguido la línea marcada
por él. Así por ejemplo, López Hidalgo2
, después de recoger en su último trabajo las diferentes
tendencias defendidas por otros autores y de reconocer que en el
siglo XXI estas cuestiones necesitan un acicalamiento, afirma en
su conclusión final:"opto
por reducir las clasificaciones de los géneros periodísticos
al binomio anglosajón que los divide en relatos de hechos
y comentarios."
Quizá
los ríos de tintas que se han vertido en pro de la separación
de este unión de conveniencia han sido tan inútiles
como superficiales, y lo más preocupante es que han ocultado
un cúmulo de intereses oscuros por parte de unos y de otros.
Los
periodistas, como no podía ser de otra manera, reivindican
en su campo de trabajo, que es el periódico en particular
y el periodismo en general, su posición de privilegio y no
quieren que los intelectuales de otras ramas del saber les hagan
sombra. Patalean porque los cultivadores de la lengua son los niños
privilegiados y consentidos de las redacciones, que escudándose
en su halo de artistas de vanguardia, no quieren someterse a las
rutinas que impone la profesión.
En
el otro lado de la trinchera se encuentran los intelectuales anteriormente
citados, que saben que para ser miembros conformadores de la opinión
pública tienen que dejar las esquirlas de su trabajo publicadas
en las páginas de los periódicos, o en su defecto,
tienen que hacer escuchar su voz en las ondas hertzianas.
Las
raíces de esta controversia son profundas. Ya, en el siglo
XIX desde Mariano José de Larra y Mesonero Ramos hasta José
Martínez Ruiz "Azorín" pasando por Unamuno
y Valle Inclán
hasta bien entrado el siglo XX, estos
escritores obtuvieron de los periódicos un más que
apetecible salvoconducto económico para la supervivencia
diaria en épocas de carestía.
No
podemos dejar en el tintero a esa pléyade de escritores de
periódicos de la década de la posguerra civil española.
En este grupo destacaron, entre otros, Julio Camba, César
González Ruano, Fernández Almagro, que debido a la
falta de libertad más elemental para escribir de política,
esculpían en letra impresa crónicas de costumbres,
de viajes, taurinas
Ideológicamente los periódicos
eran deleznables pero literariamente tenían una calidad superlativa.
La
diferencia sustancial es que tanto Umbral como Vázquez Montalbán
o Manuel Vicent, por citar algunos ejemplos actuales, ya hace mucho
tiempo que se percataron de que para pertenecer a la flor y nata
de la opinión pública no podían encerrarse
en su torreón de marfil, como los poetas decimonónicos,
ajenos a la trivialidad del mundo cotidiano.
Esa
política no les es recomendable y mucho menos rentable. Ninguno
quiere poner en juego sus pingües beneficios en una doble vertiente.
En primer lugar porque los contratos con las editoras de los periódicos
son muy jugosos; y en segundo lugar, porque ese contacto periódico
con los lectores, ya sea diario o semanal, lo utilizan como trampolín
para luego aumentar el número de venta de sus novelas.
Es
común, en las redacciones de los periódicos, calificar
con desdeñosa acritud de literato a una persona con ciertos
aires de escritor, con ideas sorprendentes, mínimamente culto
y dotado de cierta pulcritud de léxico. ¿Acaso cuando
se le avillane el estilo con descripciones sistemáticamente
pedestres o tropiece con demasiada frecuencia en el manido tópico
de la frase hecha, podremos entonces, catalogarlo como periodista?
Si
el periódico se ha convertido hoy en una inmensa catedral
en la que está presente la rigurosa y desnuda arquitectura
de la noticia ¿por qué no es posible que sus huecos
sean también cubiertos por la riqueza orfebre de los creadores
de otras ramas del conocimiento?
Como
dice Roland Barthes3:"El
escritor es un sacerdote asalariado, es el guardián, mitad
respetable, mitad irrisorio del santuario de la gran Palabra, especie
de bien nacional, mercancía sagrada producida, enseñada,
consumida y exportada en el marco de una economía sublime
de los valores".
Desde
nuestra óptica personal consideramos que el anquilosamiento
mental que impide ver los vértices de la realidad, debería
ser una práctica desterrada de la actividad periodística.
Puesto que no hay una norma preestablecida que impida la llegada
a los medios de intelectuales, éstos no tienen obligación
de renunciar a enriquecer una profesión, de por sí,
ayuna de ingeniosidades.
La
quiebra: el nuevo periodismo y sus consecuencias
El punto de inflexión en la disputa la encontramos en la
vigorosa entrada en los periódicos de los nuevoperiodistas.
Este grupo de escritores norteamericanos dieron viveza a los relatos
periodísticos. De su particular bohemia o su especial dandismo,
pasaron a ser personajes públicos gracias a que sus trabajos
fueron impresos en la prensa.
La
gran mayoría de los trabajos de estos escritores metidos
a periodistas encontraron su espacio en los periódicos convencionales,
"tanto en los más importantes diarios de información
general como, principalmente, en revistas y magazines de calidad
especializados en temas sociales y culturales. Magazines de gran
circulación como Esquire, New York, Ramparts,
Playboy
"4 La
revista New Yorker eleva el reportaje literario a la categoría
de literatura.
Este
denominado Nuevo Periodismo estadounidense, nacido en los primeros
años de la década de los setenta al albur, por qué
no reconocerlo, de la improvisación, consiguió actualizar
una vieja preocupación que consistía en informar subjetivamente
de los hechos reales.
Este
fenómeno tuvo sus padres en Hemingway, Jack London, Norman
Mailer y sobre todo, en Tom Wolfe. Eran escritores cuya fama o biografía
les había llevado al periodismo de forma ocasional, pero
después de la experiencia, la tentación se convirtió
en norma y decidieron quedarse permanentemente. El mundo editorial
americano siempre defendió la diferencia entre ficción
y no ficción.
La
literatura y el periodismo en esa época quedaron superados
por un género nuevo, por aquellas calendas aún sin
definir, pero que tenía sus vectores propios, su autonomía
y consiguió aumentar la confusión al dar el salto
al libro.
Ellos
consiguieron, con la incorporación de las técnicas
narrativas de los relatos de no ficción, convertir en una
entelequia el axioma: los hechos son sagrados las opiniones son
libres. Diálogos, descripciones, metáforas, comparaciones,
y un sinfín de recursos retóricos fueron los nuevos
materiales lingüísticos utilizados en la escritura de
grandes reportajes5, hecho que
no casaba con la tradición del periodismo informativo.
El
nuevo periodismo propiamente dicho fue capaz, desde sus inicios,
de asimilar actitudes y técnicas de las corrientes tradicionales
de la profesión, pero no se conformó con imitar esas
rutinas. Fue mucho más allá. Su praxis consistía
en desarrollar nuevos modos de concepción, elaboración
y escritura de la información, virtualmente capaces de subvertir
la ortodoxia periodística dominante desde su mismas raíz.
A
Tom Wolfe6, se le ha considerado
el superestar, como dice Umbral, de esta nueva manera de
concebir el periodismo. Aparte de destruir las fórmulas del
reportaje, él también rompe "con el estilo y
el atuendo de los periodistas clásicos, fotógrafos,
cámaras, locutores y redactores, que según nuestro
Camilo José Cela, son el gremio peor vestido y más
guarro de todos los gremios."7
De
forma sucinta podemos decir que las innovaciones más sobresalientes
del nuevo periodismo eran: la construcción escena por escena,
registrar el diálogo en su totalidad, retrato global del
comportamiento de los personajes, e incluir finalmente el punto
de vista en tercera persona.
Las
drogas, el sexo, la mafia, la delincuencia juvenil, los deportes
violentos, en definitiva los ingredientes de una vida paralela alejada
de la pulcra y aburrida burguesía, son los elementos que
tiene que inventar el nuevo periodismo para crearse su propia épica
y evitar así caer en la lírica romanticona de siglos
pasados.
A
pesar de estos lazos de unión, cuando Bernal y Chillón8
reflexionaron sobre el nuevo periodismo, afirmaron que "no
es un movimiento, ni una escuela, sino una tendencia o corriente
del periodismo estadounidense contemporáneo, integrada por
periodistas de distinta actitud, concepción del mundo, estilo
y orientación profesional."
Es
cierto que este grupos de escritores-periodistas no contó
con un manifiesto que les aglutinase, ni existía una voluntad
de estilo que les uniese, como en la mayoría de las generaciones
literarias. Pero, al menos, sí coincidieron en sus respectivos
trabajos, en un abierto rechazo a las técnicas, rutinas y
formas dominantes de la prensa escrita de Estados Unidos, amén
de la incorporación de procedimientos de escrituras propias
de la novela realista. En menor grado utilizaron técnicas
provenientes de otros géneros literarios, que se resumen
en las propuestas anteriormente mencionadas.
Creer
que la revolución en los periódicos llegó con
estas nuevas aportaciones es un tanto arriesgado. Algunos nombres
de plumas ilustres de nuestro siglo XIX y principios del XX, ya
mencionados, también abarrotaron los escasas publicaciones
periódicas con técnicas más literarias que
periodísticas.
Por
supuesto que Wolfe y los suyos no han inventado el periodismo
ni la literatura periodística. El propio Tom, en un inhabitual
rasgo de modestia, rastrea en la historia de la literatura la
huella de precursores "no del todo malos": el gran Balzac,
por supuesto, el Dickens de Sketches by Boz, el
Mark Twain de Innocents Abroad, el Chejov de Press...
Yo daría el toque local añadiendo al Orwell de Homenaje
a Cataluña y la nota españolista diciendo que,
de haberlo conocido, el propio Wolfe no habría dudado en
citar algún que otro artículo de Larra.9
En
la misma senda de ruptura con la tradición anglosajona han
trabajado los profesores Bernal y Chillón10.
Sorprendieron a la tradicional Periodística con un estudio
novedoso y fresco de mediados de los ochenta, que ellos denominaron
Periodismo Informativo de Creación.
Sus
aportaciones son tan polémicas como esclarecedoras. Espigando
en su libro podemos destacar la propuesta de disolución de
las fronteras que separan a los géneros periodísticos
tradicionales. Su periodismo informativo de creación no cabe
en los estancos de los géneros al uso, porque su alternativa
se preocupa más por mostrar que por decir. Reconstruyen espacios
reales y no se limitan a la mera descripción de éstos.
Abandonan
la tradicional pirámide invertida de las noticias e imponen
una nueva organización estructural, adaptada en cada caso,
a las exigencias de los receptores y del suceso o tema que tienen
que narrar. Incluyen varios puntos de vista y no tienen reglas de
carácter axiomático, sino flexibles para poder adaptarse
a la complejidad del acontecer.
Además,
estos textos pertenecientes al periodismo informativo de creación,
recogen las aportaciones de los nuevoperiodistas. Utilizan
por lo común la técnica de transcripción del
diálogo en su totalidad, además de registrar también
los rasgos elocutivos, lo que Jakobson11
denominó función expresiva del lenguaje.
Ineludiblemente
el lenguaje de este periodismo informativo de creación huye
de las normas estereotipadas, aburridas y en muchas ocasiones crípticas
de la redacción periodística. La verdad y el lenguaje
unidas no son más que una metáfora, como pensaba Nietzsche:
Todo
lenguaje está compuesto por palabras, que a su vez se convierten
en conceptos desde el momento que dejan de servir justamente para
la vivencia original, única e individualizada, a la que
deben su origen. Por eso la verdad no es más que un conjunto
de generalizaciones, que los usos y la costumbre del hombre han
venido imponiendo, es decir metáforas ya olvidadas, monedas
que han perdido su imagen y ahora tienen una significación
acuñada12
Conclusión:
la mezcla es riqueza.
Con estas aportaciones se caen los mitos que han trabado la historia
de los últimos años del periodismo. El tótem
de la objetividad, al que debía aspirar todo buen periodista
nos es compatible con esta enfática reivindicación
del yo sujeto, que interpreta la realidad, que ordena el material
informativo según un criterio previamente fijado y que escribe
en el periódicos ajustándose a un espacio y a un tiempo.
Esa
frontera es dura de superar. "En efecto poco y malo se ha dicho
sobre el sacrosanto mito de la objetividad informativa, que junto
con su cohorte de acólitos -la imparcialidad, la neutralidad,
el apoliticismo, la independencia- ha ejercido y ejerce hoy una
influencia determinante sobre la concepción y la práctica
de la prensa escrita contemporánea."13
El
discurso objetivo se ha convertido en interpretativo. El periodismo
es un método de interpretación periódica de
la realidad14, lo que significa
que es tan importante lo que se diga como la persona quien lo diga.
El quién es tan importante como el qué. Lo cual nos
lleva a la inevitable conclusión de que la objetividad, al
ser inalcanzable, no debe ser paradigma que deba respetar el periodismo.
Esta discusión también alcanza al debate sobre la
Verdad.
El
debate epistemológico entorno a la Verdad, planteado
por muchos autores y desde una amplia gama de perspectivas, está
estrechamente vinculado con el discurso informativo y literario.
Una prueba más de esta estrecha unión entre estas
dos ramas del saber. Así al menos lo cree Michel Foucault15
cuando afirma: "pienso cómo la literatura occidental
ha debido buscar apoyo desde hace siglos sobre lo natural, lo verosímil,
sobre la sinceridad y también sobre la ciencia, en resumen
sobre el discurso verdadero".
El
filósofo francés Baudrillard16
ha reflexionado mucho y bien sobre la Verdad, lo real y lo verdadero.
Él considera que los medios son nada más que empresas
productoras de sentido que el denomina lógica del simulacro.
"Si resulta prácticamente imposible aislar el proceso
de simulación a causa del poder de inercia de lo real que
nos rodea, también ocurre lo contrario (y esta reversibilidad
forma parte del dispositivo de simulación e impotencia del
poder), a saber, que a partir de aquí deviene imposible aislar
el proceso de lo real, incluso se hace imposible probar que lo real
sea
"
No
siempre hay que valorar la prosa cortada y serena, que huye de la
elocuencia y de los hermetismo, como elemento cercano a lo real.
Con una prosa corrosiva y lúcida, pero grata de leer a la
vez, acompañada de un sentido del humor ácido, heredado
de por ejemplo de Valle-Inclán, también se puede conseguir
una buena recreación de la realidad.
En
tiempos de pensadores descuidados, palabreros cosmopolitas y que
agitan mucho las múltiples ideologías sin ninguna
propuesta en firme; los lectores críticos agradecen ese minuto
de filosofía que le regalan algunas columnas de los periódicos.
Textos que captan la atención de los receptores avisados,
además de por la reflexión en sí misma, porque
están escritos con el esmero y minuciosidad del orfebre.
Además el sustento alimenticio del escritor no está
sujeto al vaivén caprichoso del político de turno.
El
periodista no es un novelista, aunque inevitablemente, sus materiales
contienen un poderoso aliento de ficción, de creatividad
activa sobre lo que percibe; el periodista no es un sociólogo,
pero qué duda cabe de que en su trabajo habita una sociología
práctica y cotidiana; el periodista no es un historiador,
aunque de las hemerotecas los historiadores extraerán parte
de la materia prima con la que trabajen
17
En
definitiva que el periodista, no es ninguna de esas personalidades,
pero en él confluyen retazos de todas. Puede ser cualquiera
en un momento determinado y dejar de serlo al instante siguiente.
Nuestra
posición es que la relación periodismo/literatura
sólo podría deshacerse si considerásemos que
todo periodismo es literatura, escritura, creación relato,
crónica, narración de un hecho cuyo referente es el
acontecer o la idea que de éste tiene el periodista. La hoja
impresa será buena o mala, mejor o peor redactada, deleznable
o admirable, pero siempre literatura y siempre periodismo.
Era
así, antes de la llegada de las grandes agencias, cuando
los periódicos tenían que valerse por sí mismos
con la información que ellos producían. Retrocedieron
cuando la imagen ocupó espacio y luego se multiplicó.
Los periódicos creyeron que la imagen era objetiva y que
deberían luchar con ella en el terreno de la objetividad.
Luego se demostró que ella también es intencional
y no inocente, porque el fotógrafo, bueno o malo, artístico
o mediocre, también es un creador y no un simple instrumento.
Por
encima de los libros de estilo, de los redactores jefe de cada sección,
la más leve noticia contada con mimo por cualquier redactor
(periodista o escritor) puede convertirse en un fragmento de literatura.
Por eso es mucho más interesante realzar la importancia de
la escritura, la limpieza del punto de vista y la manera de contar
que perder el tiempo con fracturas teóricas que no le importan
a los lectores.
Notas:
1
Véase Martínez Albertos J.L: Curso general de redacción
periodística. Madrid, Maitre, 1984. Pág: 271-291.
2 López Hidalgo A: Géneros
periodísticos complementarios. Una aproximación crítica
a los formatos del periodismo audiovisual. Sevilla, Comunicación
Social, 2002. Pág: 256.
3 Barthes R: Ensayos críticos.
Barcelona, Seix Barral, 1967. Pág: 177
4Chillón L. A: Literatura
y periodismo. Una tradición de relaciones promiscuas.
Universitat Autònoma de Barcelona, Servei de publicacions
de la Universitat de Jaime I Universitat de València, 1999.
Pág : 222
5 Véase, modo de ejemplo,
el gran reportaje de Capote, T: A sangre fría. Madrid, Unidad
Editorial, 1999. También aquí podríamos citar
a Mailer N: Los desnudos y los muertos. Barcelona, Anagrama,
1997.
6 Véase Wolf T: El nuevo
periodismo. Barcelona, Anagrama, 1976. En el prólogo
de noventa páginas, amén de hacer una declaración
de principios nos ofrece una reflexión desenfadada sobre
los rasgos formales que caracterizan el nuevo periodismo y lo diferencian
de otras manifestaciones periodísticas contemporáneas.
7Umbral, F: "Los snobs. Tom
Wolfe". El Cultural. Suplemento cultural del diario
El Mundo. 2-8 enero de 2003. Pág: 50.
8 Bernal S/ Chillón Albert:
Periodismo informativo de creación. Barcelona, Mitre,
1985. Pág: 40.
9 Tubau I: "Los balzaquitos
americanos de la era pop invaden la universidad española".
En Cam de l'Arpa, Nº 62. Abril 1979. Pág: 25-27.
10Bernal S/ Chillón L:
"¿Qué es el periodismo informativo de creación?".
En Periodismo informativo de creación. Barcelona,
Maitre, 1985. Págs: 83-102.
11Véase Jakobson R: Ensayos
de lingüística general. Barcelona, Seix Barral,
1991.
12 Véase Nietzsche F:
El libro del filósofo. Madrid, Taurus, 1974.
13Bernal S/ Chillón Ll.
A: Periodismo informativo de creación. Barcelona,
Maitre, 1985. Pág: 11.
14 Véase Gomis L: Teoría
del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona,
Paidós Comunicación, 1991.
15 Foucault M: El orden del
discurso. Barcelona, Tusquets, 1999. Pág: 18.
16Baudrillard J: Cultura
y simulacro. Barcelona, Kairós, 1978. Pág: 46.
17Bastenier M.A: El banco
móvil. Curso de periodismo. Madrid, Ediciones El País,
2001. Pág: 18
Referencias
bibliográficas:
Barthes R: Ensayos críticos.
Barcelona, Seix Barral, 1967.
Baudrillard J: Cultura y Simulacro. Barcelona, Kairós,
1978.
Bernal S. y Chillón L. A: Periodismo informativo
de creación. Barcelona Maitre, 1985..
Chillón L. A: Periodismo y literatura. Una tradición
de relaciones promiscuas. Universitat Autònoma de Barcelona.
Servei de publicacions de la Universitat de València, 1999.
Foucault M: El orden del discurso. Barcelona, Tusquets,
1999.
Gomis, L: Teoría del periodismo. Cómo se
forma el presente. Barcelona, Paidós Comunicación,
1991.
Jakobson R: Ensayos de lingüística general.
Barcelona, Seix Barral, 1991.
López Hidalgo A: Géneros periodísticos
complementarios. Una aproximación a los formatos del periodismo
audiovisual. Sevilla, Comunicación Social, 2002.
Martínez Albertos J. L: Curso general de redacción
periodística. Madrid, Maitre, 1984.
Nietzsche F: El libro del filósofo. Madrid,
Taurus, 1974.
Wolfe T: El nuevo periodismo. Barcelona, Anagrama,
1976.
Artículos de revistas:
Tubau I: "Los balzaquitos
americanos de la era pop invaden la universidad española".
En Camp de l`Arpa. Nº62. Abril 1962.
Umbral F: "Los snobs. Tom Wolfe" en El Cultural;
suplemento cultural del diarios EL Mundo. 2-8 de enero de
2003.
Lic.
Juan Carlos Gil González
Profesor colaborador del Departamento
de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad
de Sevilla, España. Miembro del equipo de investigación
Comunicación y Cultura. Secretario del Instituto Europeo de
Comunicación y Desarrollo. |