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Por Angelina Hernández
Número 32
La
escuela de Saussure afirma que para que el circuito de la palabra
sea completo se necesitan al menos dos personas y la facultad de
asociación.1
Esa
asociación se dará en la medida en que el emisor y
el receptor compartan el mismo código. Sin embargo, hay ocasiones
en las cuales aun cuando se complete el circuito de la palabra se
producen verdaderos "cortocurcuitos" -sobre todo en la
comunicación escrita- que nos aterran.
Dice
Gabriel Fonnegra2 que el contenido
y el estilo de un texto van de la mano de quien lo escribe; que
el vigor, la belleza de las imágenes, la claridad, la palabra
precisa y que todo lo que nos causa placer en la lectura proviene,
antes que de un severo reglamento, del saber, la sensibilidad y
la experiencia. Menciona también que en el fértil
quehacer de la escritura conviene mantener una actitud abierta,
creativa, que le permita a cada quien ir descubriendo su propio
estilo.
La
comunicación escrita expone la personalidad de su autor en
función de la forma en que se manifiesta la combinación
semántica, el tono, las figuras de dicción, el uso
de neologismos, los tropos o giros de dicción.
A
continuación anoto algunos criterios que a mi juicio debemos
cuidar para mejorar este importante aspecto, necesario en la vida
cotidiana, pero indispensable en nuestro desempeño profesional.
Revisión
del texto. Una vez que hayamos concluido la escritura de un
texto -y sobre todo si en el proceso hemos hecho alguna corrección-,
es conveniente revisarlo dos veces para asegurarnos de que embona
correctamente, que el texto tiene unidad y no se ve como un texto
pegado.
Simplificación
del lenguaje. Evitar palabras como inexpugnable, tangencial,
dicotomía, ignoto, exigüidad. Incluso en aquellos artículos
dirigidos a intelectuales el lenguaje deberá ser preciso
y entendible, no pretencioso. Si existen tecnicismos, traducirlos
al lector.
Evitar
los eufemismos. La gente muere, no pasa a mejor vida.
Consistencia
en los nombres. Identificar los componentes de los nombres de
persona y cuidar las formas. Por ejemplo, si se refiere a Pedro
Pablo Cabeza de Vaca de los Monteros y Aparicio no usarlo después
como Cabeza de Vaca, y luego como de los Monteros, y lo mismo con
nombres de instituciones o programas.
Concordancia
de género y de número. No perder de vista el género
del sujeto del cual se habla, ni su carácter singular o plural.
Todos
somos en algún momento autores de textos, y en su producción
hacemos evidente nuestra competencia textual, es decir, nuestros
conocimientos de la lengua y de la cultura. La tendencia actual
nos lleva hacia una redacción menos puntuada; pero en todo
caso debemos ser claros y concisos y evitar el rebuscamiento y el
excesivo uso de figuras oblicuas, tropos y tecnicismos, sin caer
en el correccionismo extremo, que puede producir en nuestro lector
o interlocutor el mismo "cortocircuito" que a nosotros
al leer o escuchar expresiones tan desafortunadas como aceite de
olivo, armatroste, antidiluviano, chequear, dentrífico, diabetis,
gasolinería, impredictible, ingerencia, orfanatorio, preveer
y variancia, entre otros.
Nuestra
comunicación habla de nosotros y si tenemos la afortunada
posibilidad de expresarnos en una lengua que es tan rica, tan vasta
y variada, en la que además siempre encontraremos recursos
para comunicarnos con propiedad, aprovechémosla para brillar
con luz propia. Y algo más, evitemos los lugares comunes
y tratemos de encontrar nuestra propia voz.
Notas:
1
Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general.
Madrid, Alianza, c1987.
2 Fonnegra, Gabriel. Gramática
Simpática. Bogotá, Panamericana, 1997.
Angelina
Hernández Escobedo
Correctora
de estilo de la Oficina de Imagen y Relaciones y profesora de Análisis
de la Información en el Departamento de Letras del Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México,
México. |