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Por Martín Fontecilla
Número 32
Me gustaban los combates. De alguna
forma me recordaban a la escritura. Se necesitaban las mismas
cosas: talento, cojones y estar en forma. Sólo que la forma
era mental, espiritual. Nunca se era un escritor. Uno tenía
que convertirse en escritor cada vez que se sentaba a la máquina.
No era tan difícil una vez sentado frente a la máquina
de escribir. A veces lo que era difícil era encontrar aquella
silla y sentarse en ella. A veces uno no podía hacerlo.
Igual que al resto de los mortales, a uno se le atravesaban cosas
delante: pequeños problemas, grandes problemas, continuos
golpes y vapuleos. Uno tenía que estar en forma para soportar
aquello que intentaba matarlo.
Charles Bukowski. Hollywood. Pág. 288.
La escritura constantemente nos
conduce a paradojas. Una que siempre ha llamado mi atención
es la disparidad de percepciones que se pueden tener sobre el propio
acto de escribir. Las palabras de Bukowski me permiten ilustrar
una de ellas; en su libro de recuerdos, Hollywood, Bukowski
nos describe cómo para él la escritura mostraba muchas
semejanzas con las peleas de box y las peleas entre borrachos que
protagonizó en su juventud; escribir, para él, es
como boxear, es decir, es un desafío, no es algo en lo que
uno se pueda involucrar sin estar de algún modo preparado.
Esto es a lo que se refiere con "estar en forma": para
boxear hay que prepararse, hay que hacer ejercicio, hay que estar
en el gimnasio, alimentarse bien, seguir las instrucciones a veces
excesivas del entrenador y sufrir de vez en cuando un descalabro.
Pero también hay que tener el coraje de hacerlo, porque pararse
enfrente de un contrincante que le puede a uno magullar la cara
o producirle un espantoso dolor de cabeza, no se hace sin tener
un poco de valor y de voluntad, también de temeridad y arrojo.
Simplemente, no sólo se debe estar en forma sino también
tener la actitud. En el cuadrilátero, los combatientes
están solos uno frente al otro, y cada quien depende tanto
de lo que haya hecho para prepararse como de la voluntad que tenga
para mantenerse en pie. Músculos, destrezas, voluntad.
Al parecer no habría nada
más contrario a la escritura, pues en ella no vemos golpes,
no vemos sangre, ni ponemos en riesgo nuestro físico... Cuando
menos no parece directamente, pero tengo en la memoria los nombres
de algunos que pusieron en peligro su vida, o que de hecho la perdieron,
por lo que escribieron. Ahora bien, creo que la visión de
Bukowski sobre el acto de escribir toca de cerca lo que se puede
reconocer como la naturaleza compleja, fatigosa y agotadora de la
escritura. En verdad, ésta también nos exige músculos,
destrezas, voluntad y carácter. Lo que quiero decir es que
no se puede escribir sin tener una preparación previa, es
decir, de algún modo, redactar también nos exige estar
en forma: debemos acumular experiencia y habilidades en procesos
complicados como la formación de un argumento, la estructuración
de párrafos, la formación de oraciones claras y precisas.
Escribir "bien" no es una destreza que simplemente desarrollemos
con el paso del tiempo, como sucede con el hablar, por ejemplo.
Para hablar no tenemos más que utilizar nuestras disposiciones
innatas para imitar y simplemente la interacción social,
la familiaridad con los sonidos y su práctica nos conducen
a un buen desempeño. Escribir, no. Escribir nos plantea la
necesidad de entrenarnos en técnicas que nos ayuden a salir
de los atolladeros y bloqueos, que nos sirvan de guía en
los momentos de desesperación, cuando simplemente en nuestra
mente no encontramos el modo de articular una idea o de siquiera
concebir un pensamiento. Escribir también nos pedirá
que nuestras destrezas para organizar la información o crear
conjuntos coherentes de ideas tengan un cierto nivel de desempeño;
incluso la práctica para formar párrafos simplemente
nos demandará familiaridad con una amplia variedad de estructuras
textuales. En fin, escribir es un problema y sólo la práctica
constante, la ejercitación frecuente, la redacción
continua nos pueden dar la condición no sólo física,
sino como señala el propio Bukowski, también la condición
espiritual para afrontar el reto de crear una obra escrita.
Esta es la faceta que le ha llevado
al escritor estadounidense a ver en la escritura una forma de boxear,
es decir, como una actividad en la que o se desarrollan los músculos,
habilidades y carácter o simplemente nos exponemos a ser
derrotados ya sea por las distracciones grandes o pequeñas,
por la flojera y la apatía, que en la escritura toma la forma
más frecuente de la improvisación. También
nos exige carácter, voluntad y determinación en muchas
ocasiones, pero especialmente, creo, la exigencia de ser creativos,
originales e imaginativos. En suma, aunque muchos enfoques y teorías,
así como diferentes científicos, sicólogos
y filósofos han subrayado la forma en que la creatividad
es casi una peculiaridad innata en el ser humano, ser imaginativos
y creativos requiere también de práctica, constancia
y energía, es decir, requiere de una voluntad empecinada
en esa dirección, no importando las dificultades, las condiciones
o las obligaciones. En términos de otro autor admirable,
Ray Bradbury, promotor de la práctica constante, incesante
de la escritura, los escritores debemos aprender la lección
de la lagartija: corre, detente, corre, detente, date prisa, no
te muevas. El asunto es que es necesario escribir con frecuencia,
de preferencia todos los días y, al menos, diez minutos.
Llevar un diario puede ser una manera de hacerlo; un diario puede
ser el lugar en el que reflexionemos sobre las experiencias más
estimulantes que hayamos tenido, sobre los pensamientos o las ideas
más sugestivas que se nos hayan ocurrido, sobre el libro
o la película que más nos haya impactado; no tiene
que ser un diario de nuestra intimidad, sino simplemente la oportunidad
que nos damos para explorar y curiosear, la ocasión para
mantener la condición física y espiritual que necesitaremos
para no ser vapuleados por las palabras.
Referencias:
BUKOWSKI,
Charles. Hollywood. España, Anagrama, 2002. 319 págs.
BRADBURY, Ray. Zen en el arte de escribir. España, Minotauro,
1995. 146 págs.
CHERKOVSKI,
Neeli. Hank. La vida de Charles Bukowski. España,
Anagrama, 2000. 303 págs.
Martín Fontecilla
Delgadillo
Profesor e investigador en
el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México. |