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2003

 

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La Fotografía y el Arte de la Felicidad
 

Por Gilia González
Número 33

Hay muchas razones para tomar la decisión de ser felices. Por nosotros mismos, para darle una mejor cara a la vida, para digerir más rápidamente los momentos de adversidad. Volveré a estas afirmaciones más adelante, luego del siguiente rodeo, que considero necesario para fundamentarlas.

De un tiempo para acá me preocupa darme cuenta de la falta de atención, o de la poca capacidad que los jóvenes tienen para darse cuenta que mucho de lo que percibimos por los cinco sentidos está altamente, gravemente contaminado, y que esa contaminación está dirigida a corromper a la sociedad. Me referiré en concreto al sentido de la vista, al ámbito de lo visual, que es ahora el que nos compete.

Por medio de la saturación de imágenes están logrando desensibilizar a las nuevas generaciones, a que ya no los afecte tanta basura. En el cine y en la televisión juntan imágenes y sonidos que pueden llegar a alterar severamente nuestra estabilidad emocional. Me desespera, me angustia y me entristece darme cuenta de que después de una película, en la que el elevadísimo volumen, la constante agresión auditiva, junto con terribles, innecesarias y a veces absurdas imágenes de explosiones, masacres, atentados tanto a humanos como a los demás habitantes de nuestro planeta, sobre todo los jóvenes salen del cine diciendo "La película estuvo buenísima; ¿a dónde vamos a cenar?".

No me molesta pensar en la cena, pero sí dos cosas: el que puedan calificar todo lo anterior como "buenísimo" y por tanto recomendable, y que cuando salen de la sala de cine nadie intenta reflexionar o analizar el contenido real del filme.

Me entristece aún más el hecho de que algunas gentes digan que exagero cuando quiero analizar esas cosas como las que salen en el cine y en la televisión, o en algunas revistas. Esas cosas que me agreden, y por las que me quedo muda, o un tanto en shock.

Alguna vez alguien me preguntó por qué yo no hacía fotos en la morgue o en los hospitales. Mi respuesta fue que yo, como todos en este mundo, no he podido evitar el vivir cosas muy trágicas, dolorosas e irreversibles y, por lo mismo, conocer el significado de la angustia, de la ausencia, del dolor y de la pérdida. Pero quiero que todo eso sea parte de mi vida cuando realmente me toque. Vivirlo si no hay otra posibilidad, sí, pero no ser masoquista. Prefiero compartir con quienes lleguen a ver mi obra todo lo que por mi particular punto de vista percibo de la realidad que normalmente me rodea.

Por lo contrario, he quedado muy satisfecha cuando en una de mis últimas exposiciones1 la gente salió con una sonrisa, con un evidente buen sabor de boca después de haber recibido y compartido parte de mis emociones positivas.


Ensayo 1. Gilia González de la Torre

Esa es hoy mi propuesta: invito a todo el que me escuche a compartir sus alegrías, sus sensaciones y emociones, sus anhelos, para comenzar este nuevo milenio. Me gustaría dejar en el pasado el contenido tan negativo que predominó en el Siglo Veinte, o por lo menos durante los años que yo viví conscientemente en él.

Estoy segura de que en ese siglo que acabó hace pocos días, además de todas las maravillas de que nos enteramos, y de todos lo avances científicos y tecnológicos, hubo muchísimas buenas noticias que no fueron difundidas porque lo que venden son las noticias amarillistas, morbosas y vacías. Me gustaría que los niños tuvieran más información sana, de contenido sustancioso. También me gustaría que hubiera una educación para sentir el arte. Y digo "sentir" porque en muchos casos del arte no hay que explicar nada, sino que hay que abrirse a descubrir qué fibras nos toca, qué partes de nuestro interior vibran con lo que está ante nosotros.

No quiero decir con esto que promuevo un arte superficial; todo lo contrario. Propongo que enseñemos tanto a las viejas como a las nuevas generaciones a disfrutar todo lo que nos rodea y es positivo, a observarlo y a valorarlo desde los más ángulos que nos sea posible: de cerca, de lejos, sentirlo, tocarlo si se puede, y volver a valorarlo.


Bailarines. Gilia González de la Torre

Así como hay muchas formas de expresión, todos tenemos muchos caminos para manifestarnos sin que perjudiquemos a terceros, pues, por más razón que tengamos, hay formas de expresión que hacen que el individuo no recapacite en aquello que se le plantea, y es así que resulta manipulado hacia actividades nocivas.

No estoy haciendo una nueva propuesta, entiéndase, del llamado "arte por el arte". Esta tendencia, siempre parcializadora y enredada como concepto, ha querido soslayar el arte de contenido social y el arte de contenido directamente político, y aun prohibirlos, para que sólo se expresen aquellos artistas que están de acuerdo con lo establecido. Mi propuesta va más bien por el lado de una amplitud de criterio que respete y propicie todas las expresiones artísticas, sin dejar fuera ni la que incluye o se basa en la crítica social y en la discrepancia política, ni la que consigna la realidad positiva y sus posibilidades.

Como todos sabemos, tampoco estoy descubriendo con esto el hilo negro, sino que hay antecedentes teóricos al respecto por parte de algunos filósofos del arte. Un caso para tomarse en cuenta es el del esteta inglés Herbert Read, que muestra que la variedad de los distintos modos de hacer el arte es un proceso lógico, de acuerdo, en primer lugar, con el temperamento y el carácter del artista, y en segundo lugar de acuerdo con los estímulos que le dan su formación y el medio que lo rodea. Además, este filósofo del arte propone precisamente algo a lo que párrafos arriba me he referido: la educación por el arte.


Aldo, donde sea que estés te quiero 2. Gilia González de la Torre

Y, a todo esto, es difícil no aceptar que el arte que se cree no político, por llamarlo de algún modo, resulta a veces muy político. Sé de un pintor chino que se puso a pintar cangrejos una vez que los japoneses habían invadido su territorio, simbolizando así que el invasor tendrá finalmente que regresar sobre sus pasos.

Y hace poco un amigo me comentaba que supo de alguien que para protestar contra la saturación visual que durante estos años ha venido invadiéndonos hasta provocarnos una asfixia inconsciente, se propuso exponer en las calles de Buenos Aires grandes rollos de tela blanca cubriendo aparadores, letreros, anuncios, etcétera. Sería como cuando después de habernos saturado por un exceso de ruido, de lo más profundo de nuestros ser sale un ¡¡¡Shhhhhh!!! Se trata esta vez de una llamada de atención a quienes somos más sensibles al mundo de lo visual. Pero podrían idearse formas de protestar también contra todas las demás formas de contaminación que social e individualmente padecemos.

Afortunadamente, en este nuevo siglo, el Siglo Veintiuno, tenemos una gran cantidad de formas de expresarnos. Aunque también me llama mucho la atención ver cómo los jóvenes asumen profundamente lenguajes tan distintos, que a veces a nosotros mismos no nos resulta fácil sentirlos ni mucho menos comprenderlos. Pongo como ejemplo dos vivencias recientes: una fue en una exposición de "arte objeto"2 en la que, pese a la amplitud de la sala, nada más había unas cuantas obras, una de ellas maravillosa para mi gusto. La verdad, me hubiera gustado ver más de la obra de esa artista, por que ya en otras ocasiones me ha emocionado verla. ¿Por qué esa tendencia a reservarse las creaciones, por qué dar a los espectadores sólo una probadita, cuando hay mucho material guardado en la bodega, el cual se realizó para ser compartido?

Debemos entender que una obra nuestra no es todavía, digamos, la Monalisa, ni un cuadro de Van Gogh, los cuales desde luego sí llenan una sala entera con todo lo que han devenido a través de los años, con todo el alimento que han sido y siguen siendo para la sociedad humana.

Por otro lado, creo que la nueva música electrónica es un reflejo de la acelerada vida que se lleva en las grandes ciudades. Tal vez ayude a sobrellevar esa angustia social que se ha dado en llamar stress, para que después de tantos brincos sin ton ni son los jóvenes citadinos se sientan liberados de esa tensión que a lo largo del día se va acumulando en los hombros. Pero debo confesar que no me gustan esos ritmos, que no los siento y que en consecuencia no van conmigo. Me parece que en vez de liberar de veras la tensión lo que hacen es anestesiarla, como una droga, y que la consecuencias pueden ser negativas. Si esa música liberara de veras a los jóvenes, quizás no habría tanta delincuencia juvenil.

Creo de verdad, o al menos así lo espero, que son pocas las personas que tienen algo de masoquistas y que por lo tanto mantienen por voluntad propia alguna constante negativa a lo largo de su vida. Ya sean el dolor, la tristeza o cualquier sentimiento que nos opaque la sonrisa. Regreso con esto a mi planteamiento inicial, incursionando ya en el papel del arte para estos propósitos.

Para estos propósitos, pues, en primer término el arte es sinónimo de vida, y por tanto las posibilidades de definirlo son muy amplias: Si el arte es vida, es entonces creatividad, crecimiento, aprendizaje, emociones, colores, intensidades, formas, expresión, sabiduría, sensibilidad, comunicación, alimento, equilibrio, responsabilidad de todos, obligación de todos.

Y todo esto es también para la vida: el arte es retroalimentación. Retroalimentación para todos, para el individuo en particular, y para la sociedad en su conjunto. En un lance de globalización, que ahora está tan de moda, el arte es retroalimentación para la humanidad entera, alimento para que la especie humana prevalezca sobre las amenazas de extinción que sobre ella se ciernen. Quizás la depresión y la tristeza se han arraigado en los individuos y en las sociedades, sobre todo entre los sectores de jóvenes, debido a que las muestras de lo que será el futuro que constantemente esos jóvenes reciben son desastrosas. Pero también, creo yo, porque no son suficientes las muestras que les ofrecemos quienes creemos que el futuro puede ser agradable, y menos las de quienes creemos que estamos obligados a alcanzar un futuro agradable.

Así, insisto, sin desconocer en absoluto el derecho y la obligación que los artistas tienen de protestar mediante su obra contra el dolor y la injusticia, cuando así sienten hacerlo, creo yo que hace falta también hacer constantemente propuestas artísticas de lo que puede ser la felicidad, cuando triunfe nuestra lucha por la dignidad humana. La evasión, si es que alguien piensa en eso, sería no permitir en nadie la protesta. Pero el hecho de no permitir la expresión de la alegría y de las posibilidades de la felicidad actual o futura, me permito calificarlo como perversión, pues propicia ante todo esa enfermedad social anímica que es la desesperanza como modo de vida.

En este mismo orden de ideas, queda claro que los industriales de la violencia se pondrán en contra, principalmente, de que se produzca un arte de la alegría y de la felicidad. Ellos necesitan manipular todo el tiempo con demagogia, es decir, alentando las llamadas bajas pasiones de la sociedad no educada, haciendo que el individuo desprotegido se regodee en el crimen y en el desprecio de la vida. Y yo creo que no admitir la posibilidad del arte de la felicidad es hacerles el juego a esos enemigos del ser humano.

La antropología nos dijo hace mucho que el ser humano es ante todo un ser que imita. Yo propongo que le demos, para que trate de imitarlas, muchas muestras de la felicidad. Propongo un arte, el arte visual en mi caso y concretamente la fotografía, que propicie el anhelo de la felicidad. Al fin y al cabo, la conciencia de cómo lograrla está por fortuna en muchas otras posibilidades didácticas, incluyendo el arte fotográfico mismo, igual de fundamentales y que no tienen por qué sufrir menoscabo a causa de que el arte para las perspectivas luminosas del ser humano también se manifieste.


Partituras para una noche en La Habana. Gilia González de la Torre.

Por otro lado, hay que decir que no es posible entender profundamente el significado de la palabra "felicidad" si no la relacionamos con una vida de calidad, entendiendo por la calidad de vida lo siguiente:

-Que toda persona tenga seguridad médica.
-Que toda persona tenga derecho a un trabajo digno.
-Que toda familia tenga una vivienda digna.
-Que toda persona tenga acceso a una educación que propicie su sano desarrollo.
-Que toda persona tenga derecho a participar en actividades culturales que nutran su espíritu, en el mejor sentido de la palabra "espíritu" que es el de la conciencia.

Claro que esta pirámide de necesidades fundamentales no la han logrado ni siquiera los países más avanzados del orbe. Las deficiencias que la sociedad común entre ellos, la poco educada, padece con respecto a estos puntos que he enumerado, hace que sus valores se distorsionen gravemente, pues el desarrollo de las personas como consecuencia de la mala educación es muy irregular. En esa sociedad pobremente educada y altamente enajenada de los países ricos, los bienes materiales se vuelven una obsesión, y la ansiedad, la depresión, la angustia y el desencanto propician la fuga hacia las drogas, que momentáneamente mitigan su relación enferma con el medio ambiente y con su propio medio social. Y, luego, las adicciones van transformando a los individuos en psicópatas. Al otro lado del panorama, afortunadamente, hay países que sin tener grandes recursos han sufrido ya saben de la necesidad de la felicidad, y que ésta puede lograrse con la lucha constante por la dignidad, una de cuyas manifestaciones es sin duda el arte.

Insisto en mi convicción de que la lucha de la conciencia por la dignidad se verá fortalecida si en vez de la frustración, el dolor y la desesperanza, vislumbramos al final la meta de la felicidad y que para ello, sin duda, contará mucho nuestro trabajo en el sentido que propongo.

Ante el criterio que niega la posibilidad del arte de la felicidad aduciendo que primero deben resolverse las necesidades básicas, es decir, que primero debe resolverse el problema económico y sólo después dedicarse al disfrute de lo bello, me permito recordar que fue el psicólogo y sociólogo Abraham H. Maslow quien modernamente esbozó la teoría de las necesidades y las motivaciones, que atañe a este punto. Dice él que en la "pirámide" de las necesidades, las superiores, entre las que se encuentran las que podríamos llamar "del espíritu", y desde luego el arte, no pueden ser satisfechas mientras no se satisfagan las menores, lo económico por delante.

Creo yo que este determinismo cae por su propio peso, pues si así fuera, el propio arte de protesta y el político, en tanto que arte, en tanto que manifestación de un espíritu en lucha, quedaría anulado. Creo, así, que un arte de protesta que no se sustenta en la alegría de la perspectiva final de triunfo de la dignidad sobre la adversidad, conduce a la enajenación. Es lo que ha ocurrido en los países más avanzados de hoy, en los que la imagen continua del dolor acabó por ser una credencial del mismo y una preparación para soportarlo cada vez más descarnadamente, como preparación para la guerra y otras clases de crueldad histórica. Prefiero pensar, con Arnold Hausser, que el arte es una expresión humana que surge de la necesidad de sobrevivencia, y que es también, como dice el por otra parte ya citado Herbert Read, "un mecanismo regulador de la existencia humana". O sea que es una actividad que gratifica y ennoblece, que humaniza, en una palabra, a la vez que prepara al ser humano para conseguir el sustento de la alegría y la felicidad.


Inquietudes. Gilia González de la Torre.

Antes de terminar, y a modo de ilustración de algo más objetivo que conduzca a la satisfacción de las "necesidades básicas", creo bueno incluir aquí las "emociones básicas" que Santiago Mar Zúñiga postula en su libro El ángel de la felicidad, o El arte de ser feliz:

La ira, que se debe a la agresividad incontrolada y es, como el autor dice, "un río salido de cauce que inunda y destruye todo a su paso con gran violencia".

La envidia, que es tener dolor por el bien ajeno. Nunca es noble, dice Zúñiga; no hay, como se dice, envidia de la buena. La envidia da lugar a ser como otros, o a tener lo que ellos, a como dé lugar. Motiva la competencia sin límites.

El odio, que siendo desde luego lo opuesto al amor, motiva la aversión incontrolable hacia algo o hacia alguien, al grado de querer hacerle daño, o causarle la muerte. Las guerras son un ejemplo terrible del odio.

Los celos, que son un sentimiento de temor por la posible pérdida de la persona amada, y que da lugar al odio y la ira.

El miedo, que es un estado de ánimo, sigue diciéndonos Zúñiga, asediado por la inseguridad ante el peligro, real o imaginario, y que consciente o inconscientemente se asocia con la muerte. En este punto, hay que tomar en cuenta que la adquisición desorbitada de bienes, si por un lado produce una sensación de seguridad, es sobre todo una falsa prevención contra la muerte.

La razón por la que debemos superar estas emociones básicas es que si bien ocasionalmente pueden conseguirse momentos felices mediante ellas, motivarán también actos que no sólo producirán infelicidad a quien las deja actuar sobre sí mismo, sino también en las personas a quienes están dirigidas o a quienes se involucra al actuar mediante ellas.

Finalmente, y para cerrar retomando el tema central de esta intervención mía, quiero decir que según sus perspectivas de beneficio social, me parece que la palabra "arte" puede escribirse de las siguientes tres maneras:

"arte", con puras minúsculas, cuando por lo menos cambia la forma de ver, sentir y de ser de una sola persona. "Arte" con A mayúscula, cuando cambia la forma de ver, sentir y de ser de un grupo de personas, o a un conglomerado social como puede serlo una ciudad entera, y "ARTE", con todas las letras mayúsculas, cuando se vuelve parte de todas las siguientes generaciones, como es, por ejemplo, el ARTE de Picasso, el de Leonardo da Vinci y el de Van Gogh. Creo que el ARTE DE LA FELICIDAD también debe escribirse con mayúsculas. Porque estoy segura de que éste no es nada más un deseo mío, sino que toda la humanidad, finalmente será feliz.


Regalando dulzura. Gilia González de la Torre.


Notas:

* Ponencia presentada en el Coloquio Internacional de Fotografía Latinoamericana "Memoria Iconográfica del Siglo XX", La Habana, Cuba, 8 de marzo del 2001, día internacional de la mujer.
1 Exposición Múltiplos de luz, Jardín Borda, Cuernavaca, Morelos, México, Fotoseptiembre 2000.
2 Jimena Armida, exposición Diva, Galería Ánima löte, Cuernavaca, Morelos, México, 2001.


Gilia González de la Torre