Por Soledad Jiménez
Número 33
Me propongo una relación
de lectura del libro de José Carlos Becerra Relación
de los Hechos. En particular me interesan algunos pormenores
de sus dos primeras partes que parecen transmitir, desde sus obsesiones
por la resurrección y la revelación, un intuir el
destino fatal que lo acechaba o una intención de encaminarse
a su encuentro. Quisiera hacerlo a la manera de un relator que,
ante los incidentes de un hecho, apunta todo cuanto de interés
advierte en éste.
Observo, primero, que de los cuatro
capítulos en que está dividido el libro, tres inician
con epígrafes de reconocidos poetas contemporáneos
que son, a la vez, representativos de tres de las lenguas más
habladas del mundo occidental: francés, inglés y español:
es como un deseo genuino del poeta de universalizar su tradición.
La última sección está dedicada a una persona
común lo que nos hace creer que cualquiera de nosotros podría
ser el depositario de esa dedicatoria. La organización del
poemario lleva a pensar que su estructura no es una advertencia
fortuita sino que constituye parte de una trama, tensada a conciencia,
sobre la cual fue urdido. Tal vez los estudios de arquitectura que
el poeta siguió responden a esa capacidad de José
Carlos para planificar y enlazar sólida y amorosamente cada
uno de los cuatro conjuntos. Cuatro capítulos que transitan
de manera sucesiva y alterna por los hilos conductores fundamentales
en la poesía de Becerra: resurrección, revelación,
destino, realidad. Repasemos los capítulos.
I. El primero, Betania, se emblematiza
con un epígrafe de Saint-John Perse que traduzco así:
Hombre contagiado de anhelo, hombre alcanzado por la infestación
divina. Alude con su título y su primer poema, de igual
nombre, a la resurrección o, como se insinúa en el
epígrafe, al anhelo de ésta. Lo constituyen los siguientes
poemas: Betania; Adiestramiento; Declaración de otoño;
Espacio virtual; No ha sido el ruido de la noche y La otra orilla.
Entresacando ciertos versos, podemos constatar que, en efecto, un
anhelo de resurrección y de revelación los recorren
sin lugar a dudas. De Betania leemos:
He tocado esta carne y no he hallado
otra resurrección que el olvido...
Y más adelante,
¿Dónde está
lo que resplandece cuando el fuego retrocede?
¿Dónde está aquello que no es vencido por
el poderío de lo que duerme...
Más explícitamente
sigue,
...la historia de Lázaro
se ha convertido en pasto de charlatanes
de buena y mala voluntad,
y la consecuencia es este legado de carne envanecida de su
morir,
aquello a lo que llaman primer paso hacia la inmortalidad.
Pero, ¿quién asume
el compromiso de la resurrección en la poesía de José
Carlos Becerra?, porque parece haber un desplazamiento en la ejecución
de la orden "Levántate y anda", un trastocamiento
de la tradición, ya que más adelante nos dice:
Dios ha entrado en su tumba tranquilamente
porque cree en el poder de los hombres para despertarlo...
Luego sigue:
He pasado tardes en silencio,
mirando mi fraudulenta resurrección...
¿Es acaso que el anhelo inicialmente
anunciado al abrir el poema ha nacido ya muerto?, ¿o que
se necesita de un vehículo específico para allegarse
a él?; ¿la mirada, tal vez? Porque casi para cerrarlo
dice:
He aquí esta mirada,
esta mirada nuevamente en las postrimerías de sí
misma,(...)
como una lúcida avanzada invernal.
Así, desde este poema inicial,
el corpus poético de la obra queda claramente definido por
esa mirada que no es una que contempla con regocijo o entusiasmo,
sino, más bien, una mirada interior que indaga e inquiere
sobre la esencia de lo divino y lo terreno, como queda dicho en
algún momento.
...porque no hay nada sagrado
en el regreso, porque sólo una vez despertamos temblando
para mirar el mundo...
Es pues una mirada meditativa que,
frente a los arcanos, busca traspasar la puerta-palabra que el autor
escribe así en cursivas para no dejar duda sobre el simbolismo
que le atañe- que se abre al misterio, lugar de paso entre
dos mundos. Punto en el que se sitúa el poeta y desde el
cual habla confiriéndole un valor dinámico y simbólico
a su lenguaje que nos invita, también a nosotros, a atravesarlo.
Definimos mirada no como un movimiento de ojos para ver, sino como
un movimiento del espíritu, una revelación por medio
de la cual nos adentramos en los arcanos. Esta es la definición
de la mirada de José Carlos Becerra en Relación de
los hechos; una mirada que mueve los resortes más íntimos
del alma del poeta. De los otros poemas de esta misma sección
leemos, en Adiestramiento:
La voz de aquellos que asumen
la noche,
marinería de labios oscuros;
la voz de aquellos cuyas palabras corresponden a esa luz donde
el amancer levanta
la primera imagen vencida de la noche.
Y más adelante
La voz de aquellos que llegan
a la oscura verdad de las últimas aguas,
la voz de aquellos que han besado el candor que en los labios
deja la muerte,
En Declaración de otoño:
Porque ahora miro las extensiones
del mito
y no encuentro otra respuesta ni otra distancia que el llanto
(...)
He venido a decirlo.
En Espacio Virtual:
He aquí este ejercicio
alrededor de la vehemencia, la obstinación inconfundible
de los primeros temblores,
soñando un rostro (...)
tal vez como símbolo de
un mundo que busca el amor, la apariencia intermedia de lo humano
y lo espejo.
En La otra orilla, último
poema de Betania, con la elección del título nos desplazamos
ya, hacia el siguiente cuerpo de este poemario y leemos:
Yo iba a decir algo; cogí
la pluma para eso, cogí mi alma para eso;
¿qué iba a decir? ...
II. Apariciones. La segunda parte
inicia con unos versos de T.S. Eliot que se traducen más
o menos así: Algunas veces estas meditaciones aún
sorprenden a la noche atribulada y al reposo del mediodía.
En él, José Carlos transita hacia el anhelo de la
revelación buscando develar el misterio, buscando quién
se lo devele por medio del amor, buscando hacerlo juntos, porque
en esta sección se advierte un sutil movimiento de traslación
del "yo" hacia el "nosotros" y la mujer hace
su aparición. La componen los siguientes poemas: Apariciones;
Relación de los hechos; Rueda nocturna; Memoria; la mujer
del cuadro; Causas nocturnas; Forma última; El reposo del
guerrero; La corona de hierro y La bella durmiente.
Leemos en Apariciones, casi
al principio:
Todo aquello respiraba en nosotros,
todo aquello ponía su peso en nuestros corazones, su luminosa
y quieta avalancha,
su pesada gota de vida humedeciendo ciertas entradas del alma
(...)
Todo aquello ponía por
un momento su otra parte en nosotros; ...
Y más adelante:
He aquí la vocación
de recordarlo,
he aquí el instante en que es necesario que el sueño
se saque de su interior sus vestiduras
con un movimiento de prestidigitación;
es necesaria esta invocación, este derrame de aguas y de
signos y transcripciones nocturnas: (...)
Oh imágenes, mediaciones
entre el hombre y su sueño; ...
En Relación de los hechos
nos habla de:
...la mujer que atraviesa la noche
con una inscripción azul en los ojos,
el hombre que juega distraído con el amanecer como con
un cuchillo filoso y deslumbrante.
Y sigue:
Y sin embargo, allí estábamos,
(...)
como una suave advertencia,
en esa búsqueda, cuando el presentimiento de los cuerpos
son los labios.
En La mujer del cuadro nos
dice de ella:
Lo empiezas a saber, (...)
Ya cruzas la puerta,
Ya sabes que el dolor es un mensajero servil del infinito, (...)
En Causas nocturnas, José
Carlos busca fijar el instante probable como aquel en que:
...los cuerpos memorizan cuando
la sangre intenta el ritmo de lo infinito.
La bella durmiente inicia
con un epígrafe de Carlos Pellicer: Aunque vengas mañana
en tu ausencia de hoy perdí algún reino:
...y acariciamos temblando los
labios de esa boca, que parece atravesada por aquel irresistible
deseo de morder el infinito,
pasamos los dedos por el suelo de esa frente que se resiste a
la revelación, (...)
Y más adelante:
(Alguien acaba de encender la
noche en nuestros ojos, alguien acaba de asistir a una ejecución
en nuestra mirada), ...
Nos entregamos por un instante
al instante, (...)
Por un instante somos los otros,
aquellos dos en los que tanto soñamos. (...)
Juntos los dos, a punto de tomar
el misterio, (...)
a punto solamente,
a punto de algo.
Y como si la incapacidad para fijar
el instante amoroso fuera un mal presagio para él o una intuición,
no puedo dejar de reproducir otros versos de José Carlos
pensando en las circunstancias tan conocidas de su muerte:
Ya no sé quienes somos;
en un acantilado el mar bruñe la roca con la lechosa luz
de un movimiento crepuscular y vacío,
la primavera retoca sus retratos canturreando en voz baja,
pasan las aves que le faltaban a la noche...
III. Reglas del juego. Abre
con una cita de Octavio Paz: Yo no daría la vida por mi
vida: es otra mi verdadera historia. En este tercer tiempo se
agrupan los poemas donde el hombre, una vez descorrido el velo de
Maya, recorre su camino, solo, dueño de su libre albedrío
y de su propio destino adquiriendo conciencia de que está
obligado a trascender su propia historia en tanto que la transita.
En este capítulo el anhelo de revelación lo ha abandonado
y se yergue, en su lugar, una necesidad de rebelión. Lo integran
los siguientes poemas: Las reglas del juego; Epica; El fugitivo;
Señal nocturna; El pequeño César; Cierto paseo;
Licantropía, Sentado en una piedra; El azar de las perforaciones;
Ulises regresa; El hombre de la máscara de hierro y Sueño
de Navidad. Sólo resaltaré de entre todos éstos,
los siguientes versos, del primero:
Cada uno debe entrar en su propio
degüello, cada uno retocando su respiración,...
De Cierto paseo:
...estoy trastabillando en mi
imagen sagrada,
midiéndome el traje de una resurrección que no me
facilita vivir,
que no cumple mi alma..
En Licantropía se
vuelve a Perse:
...he estado mordiendo pacientemente
vuestros corazones, esperando el soñado contagio,
pero ha sido inútil, ustedes le temen a su propia divinidad,
y de sus corazones huyó el hombre que un día quisieron
ser.
Sentado en una piedra, dice:
No estaba preparado para llorar,
no estaba preparado para creer en mí,
para herrarme con el sello candente de la libertad (...)
En El azar de las perforaciones:
...mi única hazaña
ha sido no ser verdadero, mentir con la conciencia de que digo
la verdad (...)
Y casi enseguida:
He utilizado la palabra amor como
un bisturí,
y después he contemplado esa cicatriz verdosa que queda
en lo amado y en el amante ...
Finalmente, en Sueño de
Navidad leemos:
¿De qué nos ufanamos?
¿De qué orden divino nos ufanamos?
IV. Ragtime. La última
parte la compone este único poema dedicado a Héctor
Raúl Valero que nos sitúa, desde la elección
del título, en nuestra contemporaneidad, en nuestro colectivo
de hombres atrapados en una modernidad que nos ha hecho perder nuestros
sueños y el mapa que nos conduce a ellos. En ella, Becerra
deja constancia de su camino y de su intento por develar el misterio,
por fijar el instante como eternidad.
He aquí mi parte, he aquí
mi parte en este esfuerzo por destetarnos de la muerte ...
En la utilización de la anterior
estructura gramatical que se repite como una constante en Relación
de los hechos: He aquí esta mirada; he aquí este delirio;
he aquí mi mano; he aquí la historia, hay algo
más que una fórmula que quisiera desentrañar.
La poesía de José Carlos Becerra se vierte a través
del versículo por imperiosa necesidad. Recordemos que los
versículos, con cada una de las divisiones internas de sus
capítulos, forman las estructuras de ciertos libros sagrados,
como la Biblia y el Torah; en la primera, fuente de la Verdad cristiana,
es el libro por excelencia de la revelación para occidente.
En su transcripción al lenguaje
literario el versículo se corresponde con un ejercicio de
verso libre en el cual, al desaparecer el obligado cómputo
de sílabas, de pausas y de acentos y al eliminarse la rima,
el lenguaje centra su atención en el contenido de las ideas
que sustentan al poema y el efecto rítmico se logra por otros
medios: Al no existir los elementos acústicos para crearlo,
éste es conseguido a través de la reiteración
de ideas, de ciertas palabras, de ciertas frases, es decir, de ciertas
estructuras sintácticas que en muchas ocasiones operan como
un efecto estilístico o mnemotécnico o didáctico,
pero que en este caso buscan un tono que se corresponda con lo sacro
porque en Relación de los hechos, José Carlos
está oficiando un rito; por eso encuentra en la forma del
versículo el medio idóneo para su vehemencia y su
obsesión por la resurrección y la revelación
y con ese instrumento cumple su liturgia sagrada y acomete el esfuerzo
por descorrer el velo que nos separa de nuestro origen divino.
Me importa señalar que el
lenguaje, en gran medida simbólico, que recorre el texto
íntegro responde a los requerimientos del poeta para oficiar:
un sitio donde llevar a cabo el rito; una sacerdotisa que lo secunde;
unas palabras que lo designen; una suerte de letanía que
lo fije. Para esto, en la pluma del poeta se organizan una serie
de campos semánticos, de sustantivos repetidos en sinonimias
varias que hacen posible la ceremonia. Así, el sitio del
oficio esta en: templos, iglesias, navíos, palacios, castillos,
islas, atrios, ciudades, reino. Cada una de estas palabras utilizadas
como metáfora de este último Reino, o lugar de la
resurrección de la carne.
En su condición de mortal,
es decir, en su condición de soledad, el oficiante invoca
la concupiscencia de la mujer; en su poesía está siempre
presente la sacerdotisa bajo los nombres de: niña, doncella,
muchacha, princesa, bella durmiente; mujer, a fin de cuentas.
Las palabras que se requieren para
hablar de sacrificio: degüello, cicatriz, sangre, ofrenda,
dolor.
La letanía, la salmodia de
una fórmula melódica que quizás busca adormecer
los sentidos del oficiante cuando se entregue a sí mismo
en inmolación: He aquí esta mirada; he aquí
mi parte; he aquí esta historia; heme aquí. "Heme
aquí" dice, después de haber intentado recuperar
para nosotros el tiempo de la fábula y del mito, después
de colocarnos ante el umbral e invitarnos con él a traspasarlo.
No cabe duda, José Carlos
Becerra sabía lo que estaba haciendo. Era un elegido de los
dioses, por eso murió joven, de cara a Grecia, en el camino
que lo conducía a reencontrarse con el mito, ... en ese
viaje que la mirada todavía sostiene, su mirada.
Referencias:
José Carlos Becerra, Relación
de los hechos, ERA, México, 1985.
Soledad Jiménez
Egresada de la Escuela
de Escritores del Estado de Morelos "Ricardo Garibay",
Sogem |