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Octubre - Noviembre 2003

 

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Entre Pecados, Pecadores, Silencios y Denuncias
 

Por Alberto Ferreyra
Número 35

La edición 3761 de la revista El Gráfico (5 de noviembre de 1991) incluye de páginas 26 a 31 una serie de notas de investigación bajo el título "Historias de la mala vida".

Reza la bajada: "El fútbol tiene, no hay dudas, un sub-mundo alimentado por la corrupción. La venta de jugadores, la presencia de intermediarios, los contratos, etc., son campo fértil para que algunos asuman el negociado como un dato descarnado de la realidad. El GRÁFICO investigó en fuentes insospechadas, escuchó relatos y constató testimonios para entregar este informe que deja un alarmante panorama de la actividad. Para leer y preocuparse".

La introducción a las diversas historias, en página 28, reconoce como comunes en el fútbol las prácticas ilegítimas: "Rumores, versiones, suposicones, sospechas mejor o peor fundamentadas, trascendidos, chismes, secretos muy mal guardados sobre la venalidad de Fulano o Mengano... ¿Quién medianamente ligado con el fútbol alguna vez no los escuchó? Por ejemplo, uno con este contenido: "Los dirigentes son unos ladrones, vendieron a todos los jugadores y ahora resulta que no tenemos ni equipo ni plata...". Un cliché que es parte del folklore futbolero argentino desde siempre".

Es cierto. Y porque es cierto, lo menos que se esperaba de una nota presentada como "informe", resultante de consultar "fuentes insospechadas", escuchar "relatos" y constatar "testimonios", era una buena pila de nombres.

Quien esperó eso terminó insatisfecho la lectura. Tal vez porque Telenoche Investiga acostumbró a que se viera la cara de quienes estaban inmersos en el delito. Quizás porque la expresión "se dice el pecado, pero no el pecador" reconoce su origen en la curiosidad por conocer a los que ejecutan determinadas acciones. A lo mejor porque se sabe que lo apuntado en la bajada es una verdad de Perogrullo, nada novedoso, nada como para valer seis páginas de una revista semanal, a menos que se aportasen nombres llamativos.

En favor de la nota cabe señalar que, dada la sospecha de retracción ante el juez de quien acusa frente a un periodista sin siquiera animarse a dar su nombre de pila, referir por nombre y apellido al que se le imputan acciones deshonestas es problemático. Si lo único que se tiene es un testimonio, o varios, endeble a la hora de defenderse de la querella que probablemente inicie el acusado, mencionar por las claras su identidad es riesgoso.

Es aquí donde entra a tallar la habilidad del periodista para administrar recursos lingüísticos. Alejandro Dolina suele decir en su programa radial "La Venganza Será Terrible" que en los intentos iniciales para ponerse de novio conviene declararse de forma tal que, si no hay correspondencia de intereses, pueda negarse la pregunta "¿Vos te estás tirando un lance?".

Lo que vale para procuras afectivas rige para el ejercicio periodístico. Existen personajes como Carlos Salvador Bilardo capaces de escuchar las más grandes descalificaciones sin por ello ir a la Justicia a acusar por injurias a los periodistas deportivos. Claro que también están aquellos que prefieren que las alusiones a ellos se ratifiquen en tribunales. Lo sabe Julio Humberto Grondona. A quien era titular de la AFA en setiembre de 2003 no le resultó gratis llamar "desequilibrado" al ex árbitro Javier Castrilli, tal lo consignado en la columna de opinión de Miguel Bossio en página 53 de Clarín del 18 de setiembre de 2003.

Las ganas y Castrilli
¿Cómo hace el periodista para no quedarse con las ganas de decir lo que siente? ¿Puede ejercerse el periodismo desde la exagerada conciencia del alto costo del uso de un adjetivo? ¿Es posible alumbrar la idea de libertad de prensa allí donde prevalecen voces tales como "¡ojo!", "cuidado", "guarda porque éste te hace juicio a la primera de cambio"?

Si Julio Humberto Grondona hubiera dicho que "a juicio de algunas de sus conductas, acaso varios llamarían desequilibrado a Javier Castrilli", la idea del desequilibrio habría permanecido y difícilmente se lo hubiera condenado a Grondona por términos injuriosos. Su decir no habría sido más que la presunción de la obvia diferencia de criterios entre las personas. En vista de que el género humano no ha encontrado acuerdo respecto de figuras del orden de Jesucristo, Gandhi y otros que a la vista de muchos son irreprochables, no hay por qué pensar que lo lograría en torno de Javier Castrilli. Basta preguntar acerca de este ex referí a hinchas de Talleres y de River en derredor del inconcluso 2-2 que disputaban en Córdoba en 1993 para advertir las divergencias. Al fin y al cabo, esa tarde de 22 de mayo Castrilli expulsó a Alejandro Kenig, Catalino Rivarola, Ariel Boldrini, Norberto Ortega Sánchez y Francisco Rivadero, futbolistas de Talleres. Por quedarse con menos del límite de siete jugadores, al club cordobés se le dio por perdido el juego 2 a 0.

Algún admirador de Castrilli podrá decir que su principio en el referato era la ecuanimidad y que por eso el 10 de mayo de 1992 expulsó cuatro jugadores de River (Oscar Acosta, Ángel Comizzo, Fabián Basualdo y Jorge Higuaín) en el histórico cotejo que los millonarios perdieron 0-5 de locales ante Newell's.

Ejemplos de expulsados a un lado y a otro abundan en la carrera de Javier Castrilli, lo que no lo convierte en justo, ni en buen árbitro. No debe olvidarse que fue el juez asistente que no vio, pese a estar ubicado en la misma línea, un manotazo de Claudio García convalidado como gol de Racing en un partido con Independiente válido por la Supercopa de 1992.

En el programa "Sin Cassette", del canal TyC Sports, Luis Islas, arquero de Independiente que sufrió la convalidación del ilegítimo manotazo, reconoció haberle dicho de todo a Javier Castrilli. Sin embargo no fue expulsado. El mismo hombre que desde la posición de árbitro principal sacaba tarjeta roja ante los insultos no actuó igual frente a Luis Islas, según dichos del arquero, desde su lugar de árbitro asistente.

Quedarse con las ganas de calificar ha de ser problemático para un periodista puesto a opinar, como jorobado es hablar o escribir en medio de un enojo.

-¿Sería apropiado decir "un nuevo mamarracho del juez Juan Pérez" ante un arbitraje malo?
-No si Juan Pérez es de esa gente que trabaja, pero vive de las querellas.
-¿Y qué pasa si lo hecho por Juan Pérez fue efectivamente un mamarracho?
-Vale la pena recordar el peso que la información tiene para suscitar opiniones. Seguir a Dante Panzeri, quien solía afirmar que "sin archivo no hay periodismo", y enumerar la lista de desastres es una forma de ofrecer al lector la noción de que lo de Pérez fue malo, sin darle por ello la posibilidad de victoria en el Palacio de Justicia.

No es tan difícil para alguien que desde primer año de su carrera universitaria se adiestra en la aplicación de sobreentendidos, presupuestos, metáforas, metonimias y otras figuras retóricas.
El presidente del Banco Central, Adolfo Prat Gay, no estudió Ciencias de la Comunicación. No le hizo falta para saber las ventajas de algunas respuestas formalmente indirectas. Consultado a inicio de 2003 acerca de si el dólar iba a bajar, palabras más, palabras menos, expresó: "Yo no digo que quiero un dólar bajo, digo que quiero un peso fuerte".

Finalmente
Ahora sí, como en algunos noticieros y novelas, después de los anuncios del comienzo, queda para el último tramo la nota de El Gráfico prometida:

A veces los debuts generan situaciones graciosas. Ese fue el caso de dos que se iniciaban en la cometa: un conocido empresario de plaza y el entonces presidente de un club bonaerense. El dirigente, de gran reputación en la zona, quería su parte en el negocio, pero los nervios por esa situación, inédita para él, comenzaron a traicionarlo. Cometió el error de citar al empresario y a los dirigentes extranjeros que venían a comprarle un par de jugadores en un bar de esquina, donde no se pudo cerrar el trato.

-¡Rajemos! Me olvidé que al quiosco de diarios que está acá nomás lo atiende el Indio, un pibe que juega en la tercera.
Las cuatro personas iniciaron una recorrida. Los compradores no entendían el nerviosismo del presidente. "Quédense tranquilos, ya llamamos a nuestro país y nos dieron el okey. Los pases están hechos", le dijeron para serenarlo, pero sin conseguirlo.
-Quiero un lugar tranquilo para que cerremos todo.
-Vamos a la sede de su club...
-¡No!

Al presidente en apuros le pareció que los recreos sobre el Río de la Plata eran el mejor lugar. Dijo que iba al baño -uno bastante precario que había en el balneario- y se enloqueció haciéndole señas al empresario de que él también debía tener ganas de orinar. Finalmente cobró su parte, pero el primer gasto que tuvo que hacer seguro que no lo había programado: limpieza y lustrado de sus zapatos. Una tabla podrida, en la que estaba apoyado, cedió en el mismo momento en que se juntó con sus ansiados 2.000 dólares.

La nota tiene color, cuenta con diálogo, citas textuales, el nombre de un río, cifras, pero carece de lo que el lector tipo pretende saber: quiénes estuvieron involucrados en la maniobra, más allá de la corrupción en sí, cuya existencia se sabe de antemano.

Además, las pistas no valen demasiado. "El Indio" no es un sobrenombre tan poco común como el nombre Esperidión, de manera que su presencia no ayuda a elucidar de qué jugador se trata. Menos aún si el referido es jugador de tercera división, a la que los hinchas no prestan atención.

Decir "conocido empresario de plaza" es como decir "mi primo Jorge González vive en Capital Federal, usted que también vive en la capital, ¿lo conoce?". Y "club bonaerense" es tan claro cual dato como lo resulta "el alfiler que buscás está en algún lugar de la casa".

Por eso la nota no tiene peso periodístico.
Distinto es el caso de ésta:

Hay buenas muestras de que no siempre coincide lo que sale de un club con lo que entra en el bolsillo de los jugadores. Un mediocampista, que acaba de volver al país procedente del fútbol europeo, es un ejemplo válido. Se había cerrado la operación por 70.000 dólares, pero cuando estaba por firmar contrato, el presidente del club que lo repatrió le detuvo la mano.
-¿Podemos poner 80.000?
-Podemos.
Sucedió hace muy poco. "De frente manteca", como se dice en la jerga.

Aquí hay más elementos para que el lector descubra de qué jugador y de qué club se trata.

El tema es que si resulta fácil para el lector también lo es para el directivo y el jugador involucrados. ¿Entonces no se publica por miedo a una querella? No. Se publica, pues si algún directivo se da por aludido corre peligro de quedar ante el mundillo futbolero como aquel que se da vuelta en la calle cuando alguien grita: "¡Idiota!".

La nota que más se aproxima al ideal de aquellas que mandan al diablo la idea de "se dice el pecado, pero no el pecador" es la que sigue:

Tres ejemplos de que la institucionalización del no cobro del 15% (N. del R: porcentaje que le toca cobrar por ley al jugador cada vez que es transferido de un club a otro) por parte de los futbolistas no respeta montos de las transferencias:
- Leo Rodríguez no recibió los 225.000 dólares que le correspondían por su traspaso al Olympique de Marsella. Lo dijo el mismo jugador.
- Fabián Castro renunció al suyo en el módico pase (5.000 dólares) de Atlanta a San Lorenzo. El 15 % eran apenas 750 dólares.
- Cuando a principios de campeonato un grupo empresario encabezado por el hijo del ex presidente de San Lorenzo, Héctor Hugo Habib, tenía casi comprado por 80.000 dólares a Antonio Vidal González, éste, para que no se frustrara la operación, había aceptado que no le pagaran los 12.000 dólares que le correspondían.
El no cobro no implica necesariamente la existencia de dolo, pero genera un campo demasiado fértil para la suspicacia, aunque haya casos en que los aumentos de "retención" de ese porcentaje resultan conmovedores: "mantenimiento de las divisiones inferiores", por ejemplo".

Otro cantar
La tapa de El Gráfico del 7 de mayo de 1985 tiene en su parte inferior dos títulos concernientes al ex campeón mundial de boxeo Santos Laciar: "El triunfo de Laciar" y "Exclusivo: una increíble historia de intrigas e intereses".

De páginas 4 a 7 se despliega la cobertura de la novena defensa exitosa de Laciar de su corona mundial frente a Antoine Montero. El título es: "Hasta el 10mo. alimentó el fuego, después agarró la manguera", en referencia al giro que dio la pelea en la décima vuelta. No hay bajada, sí antetítulo: "Santos Laciar defendió por 9na. vez su corona mundial ganándole por puntos a Antoine Montero. Igualó el record de Pascualito Pérez".

Las páginas 8, 9, 10, 11, 12 y 13 se dedican a una historia en la que Santos Laciar no luce como arriba del ring. No es pegador, sino castigado. No es poderoso, es débil. No es dueño de la situación, sino víctima. Título: "Un hombre atormentado". Bajada: "Esta es una circunstancia real. La descubrimos, casi sin proponernos, en la intimidad de la concentración del equipo de Laciar en Grenoble, apenas unos días antes del combate. El hombre que subió al ring para enfrentar a Montero, era un ser angustiado por una relación humana y profesional invadida de dudas y presiones. Creímos que valía la pena desnudarlas, tal como nos la relataron los testigos, y aquí la contamos, asumiendo que hemos vulnerado secretos y confidencias".

Uno de los achaques a la serie de notas en torno de corrupción en el fútbol era la ausencia de nombres. Se esquivaba el plano novedoso, aspiración del periodismo, y se entraba en uno obvio (¿alguien no sabe que es posible la deshonestidad allí donde danzan cientos de miles de billetes?) que en general no daba nombres ni pistas buenas sobre los corruptos.

La nota titulada "Un hombre atormentado" evita las vueltas. Al hablar del manager de Santos Laciar, Francisco Giordano, dice "Francisco Giordano". El problema es que deja expuestas, con igual meridiana claridad, a las fuentes.

Este tipo de tarea periodística convoca al recuerdo del dicho en el que quien ofrece pan termina con la mano mordida, o del otro, relativo a cómo terminan los comedidos.

La nota, y el colorido con que la escriben los periodistas Carlos Irusta y Enrique Romero, es un material magnífico para darle cuerda a la discusión sobre periodismo y adentrarse en claves a fin de obtener datos.

No quedar en evidencia
"A algunos lugares tenés que ir sin grabador ni libreta porque si no, no te dejan entrar", aseguró Marcelo Irastorza, periodista de Diario Puntal (de Río Cuarto), en la mesa de prensa "Periodismo Interpretativo", el 23 de setiembre de 2003 en la Universidad Nacional de Río Cuarto.

Lo expresado por Irastorza encuentra en la nota "Un hombre atormentado" un ejemplo claro, así escrito por Carlos Irusta a propósito de un diálogo con Carlos Laciar, también boxeador y protagonista del semifondo de la pelea por el título mundial de su hermano, Santos Laciar:

-Y, a veces pasan cosas que a uno no le gustan y se las tiene que aguantar hasta que al final dice basta.
-¿Por ejemplo?
-Dale, no me vas a decir que no sabés -me dijo Carlos Laciar con un gesto cómplice-. Lo que pasó con mi viaje a Grenoble, por ejemplo.
-No, no lo sé
-obviamente, guarde las manos en el bolsillo para evitar el acto reflejo de tomar la lapicera-. Contame.
No ponerse a escribir le permitió a Irusta escuchar, y luego publicar, esto:
-Si no es por Falucho no viajo, había 6 pasajes y el sexto querían utilizarlo para el doctor Corrales y no para mí. Imaginate, yo soy un laburante, tengo una mujer y una hija, quiero ganarme un manguito. Para mí, venir acá significaba llevarme unos dólares y no quería perderme la oportunidad. Decí que mi hermano hinchó tanto que al final se aceptó.
-¿Cómo "se aceptó"? ¿Quién aceptó?
-Cacho
(por Giordano), ¿quién va a ser si el que manda en todo es él?
-¿En todo? ¿No te parece mucho?.

El par de interrogantes de Carlos Irusta es un indicador de la desconfianza que Marcos Jure, periodista de Puntal, sugirió tener frente a los datos de entrevistados, en la misma mesa de prensa que se cumplió en la Universidad Nacional de Río Cuarto en setiembre de 2003. De la desconfianza -probablemente simulada- de Irusta surgió esta confesión detallada de Carlos Laciar:

-Cómo será que manda en todo que para que me aceptaran en este viaje el convenio dice que tengo que pagarme el hotel y la comida. ¿Te parece poco?
-Esperá, esperá: si vos te tenés que pagar el hotel, de arranque tenés un gasto de 360 dólares como mínimo a 12 días de 30 dólares cada uno. Sumale un promedio de 50 dólares diarios de comida y son 600, o sea que entre las dos cosas tenés 960 dólares. Decime: ¿cuánto te pagan por pelear en el semifondo? (...)
-Me dan 1.500 dólares.
-¡Pero entonces estás peleando gratis!
-¿Y acaso no peleé gratis en la isla Margarita, el año pasado, cuando se hizo la Convención de la Asociación Mundial? Si Giordano me saca ahora el 20% de mi bolsa como él quiere, me parece que al final voy a quedar debiendo guita. Claro, mi hermano le va a decir que no me descuente un solo mango. Es más, Falucho (Santos Laciar) va a pagar mis gastos de hotel.

Subtítulo claro
"Por favor no me mandés en cana" es el subtítulo de página 11. Es lo que pidió el boxeador Mario Demarco a Carlos Irusta, una vez que quedó contra las cuerdas dada la astuta aplicación que Irusta hizo del método de sacar de mentira a verdad:
-Che, me enteré lo del Falucho -le dije, sin saber cómo continuaría el chiste, pero seguro de que Marito picaría-. Qué lío, ¿no?
-¿Y a vos quién te contó eso?
Me quedé callado. La cara de Demarco estaba transfigurada en un gesto de preocupación instantánea y profunda.
-Y... yo tengo amigos en todas partes.
-Sí, pero guarda, mirá que yo soy uno de los pocos que lo saben, a ver si todavía creen que botoneé yo...
-¿Estás loco? A ver, decime lo que vos sabés y yo te digo lo que sé yo...

Ahí nomás, el monólogo de Demarco:

Laciar anda mal, muy mal (...) El problema es su relación con Giordano, un problema de guita. Pero de mucha guita, ¿eh? Yo mismo no sé todo ni cuánto, pero es muchísima... El pibe está preocupado, muy preocupado, porque no sabe cómo encarar el problema, cómo recuperar lo que él ya piensa que perdió definitivamente. Yo le dije que bueno, que si le prestó a un señor pudiente como Giordano, seguramente le van a devolver la plata, pero él tiene miedo de que no sea así. ¿Sabés qué pasa? Se corre la bola en Carlos Paz que Giordano juega muy fuerte y que firma todo lo que le ponen delante... Entonces, claro, tiene que entrar a buscar plata de cualquier manera... Parece que esos 50.000 dólares que Laciar le prestó en el '82, después de la pelea con Betulio González, no aparecieron nunca más y Falucho prefirió callarse la boca y darlos por perdidos.
Después de otras palabras de Demarco, este toque de color de Irusta
(Por supuesto, me quedé callado, asentí permanentemente con la cabeza entrecerrando los ojos y no pude evitar un escalofrío espeso que me bajó desde la nuca) y nuevos testimonios de la confianza del boxeador:
Yo te cuento esto porque vos también lo sabés y porque sos amigo mío y porque no me vas a mandar jamás en cana y porque era amigo de tu viejo y porque nos vemos siempre en el Luna. ¿No me vas a mandar en cana, no? (...) No, claro, nada está firmado, si no Falucho no tendría miedo, pero, ahora, ¿cómo puede probar todo lo que le deben sin un miserable papel? Para colmo, ni cuenta corriente en un banco tiene, le maneja todo Giordano y cada vez que necesita un peso tiene que ir y pedírselo, así que depende de él para todo. Una vez, en la casa, Laciar me agarró de la mano, me llevó a la cocina, abrió la heladera y me mostró lo que había adentro: nada. '¿A vos te parece que tengo que tener mi heladera vacía con todo lo que gano mientras él (por Giordano) tiene que pasarla a lo grande?.
Lo último relativo al diálogo Carlos Irusta - Mario Demarco está en primera persona plural desde el periodista y singular desde el boxeador:
Nos dimos un abrazo, como contagiados por el clima del relato, como si quisiéramos compartir un cacho de la felicidad de ser pobres pero vivir tranquilos. No me mandés en cana, por favor, Carlitos, callate la boca.

Un pedido familiar
Enrique Romero fue el enviado a Villa Carlos Paz, donde habló con la familia de los Laciar. Narra en primera persona: "Aquí a diez mil kilómetros de altura, mientras el Fokker de Aerolíneas Argentinas devora kilómetros para llegar a Buenos Aires, no puedo dejar de pensar en esa imagen del final de la nota allá en Carlos Paz, cuando Alicia -la tierna novia de Santos Benigno Laciar- con una sonrisa me sirvió el último mate de la ronda y entre severa y graciosa me dijo:

-Cuidado con lo que va a escribir. Si publica todo lo que hablamos hoy le juro que lo voy a buscar a Buenos Aires. Lo buscaré por todo Buenos Aires hasta que lo encuentre y me tendrá que escuchar... Mucho cuidadito con que se sepa lo que se habló acá.
En las últimas líneas de la página 12 y en las iniciales de la 13 Romero vuelve a la autorreferencia: "Y aquí estoy, tratando de ser fiel a mi oficio y a los lectores. Tratando de servir como puedo a un campeón del mundo. Porque todo esto que me dijeron, todo esto que ocurre hace unos meses no sé porqué me hizo recordar a Nicolino Locche, primero, Nicolino a quien quiero tanto y luego a Carlos Monzón, Monzón y su affaire con Lectoure y la intromisión de Steinberg. Porque aquí en Carlos Paz, recogí estas palabras. Primero las de su madre: "Y sí... yo soy una de las que no quiero que Falucho pelee más... Ya sufrió bastante, ya se sacrificó bastante". Más palabras y la nota que sigue con la madre para girar luego a la novia de Falucho Laciar:

-Yo no puedo decir nada. Nada, pero sé que Falucho tuvo problemas. Que le prestó dinero a Giordano (50.000 dólares) y que todavía no se los ha devuelto. Y entonces es Alicia la que entra en la rueda.
-Y Falucho no se los va a pedir. Los otros días me dijo que si con eso le paga lo que alguna vez Giordano hizo por él, lo deja así... No le pide más nada. Yo lo veo sufrir a Falucho y estoy de acuerdo con que no pelee más.
-¡Pero 50.000 dólares es mucho dinero!, por una pieza que le dio Giordano cuando Laciar llegó a Carlos Paz.
-Pero Falucho es así y lo de la pieza es mentira también. Giordano le dio la pieza cuando ya era campeón del mundo. Falucho vino a Carlos Paz con Bustos (su antiguo manager) y la esposa. Y alquilaron una casa. Después que fue campeón recién le dio la pieza.
-Yo tenía otra historia... Giordano me dijo...
-La historia verdadera es ésa. No hay otra (me confiesa Alicia) pero no lo vaya a escribir... Falucho sufre mucho por los problemas..."
La nota "Un hombre atormentado" empezada en página 8 concluye así en la 13:
"Aclaración de los autores:
'Queridos amigos, Demarco y Carlos Laciar, sé que al leer esta nota se sentirán traicionados. Pues bien: no tenía alternativa; los traicionaba a ustedes o a los lectores. No lo dudé' (Irusta).
A la madre y a la novia de Laciar: 'La profesión y el respeto a nuestro público me obligaron a contar lo que conté. Lo siento' (Romero)".

Está claro el compromiso de Irusta y de Romero respecto de la noticia. Sin embargo, sus fuentes tienen derecho de quejarse pues hablaron en unos casos a condición de reserva de identidad y en otros, a cambio de que no se publicara lo que habían expresado.

A cuento del destino de los secretos, un periodista riocuartense solía decirle risueño a quien se los confiaba: "Quédese tranquilo que esto no va a salir de la provincia".

Cualquiera tiene derecho de quejarse ante quien da cuenta de un hecho a un periodista para que no lo divulgue. Es análogo a abrir una sidra para no tomarla.

Algunos pueden pensar que si a una persona se le dice algo como secreto, lo menos que debe hacer es respetarlo. Sí. Sssí. ¿Sí?

Depende del secreto.
Si un periodista obedece a quien le pide que no avise a nadie que en 15 minutos consumará un delito, es lisa y llanamente cómplice por haber tenido conocimiento y no haber denunciado.

Hay secretos cuya revelación por parte del poseedor son una suerte de premio para el que los recibe. Algo así como: "Has estado siempre tan cerca de mí que merecés saber esto".
Otros son contados con tal de que no se diga quién los hizo circular: "Mirá, la verdad es que fulano está acomodado con el jefe, pero vos ni te acordás del que te lo dijo". Tal tipo de situación deja al nuevo enterado del secreto en libertad de hacer correr la versión. Aquí se dice el pecado y el pecador, no así el denunciante.

Los más parecidos a darle a un chico una pelota y prohibirle jugar al fútbol quedan englobados por esta idea: "Mirá, la verdad es que fulano está acomodado con el jefe, pero vos ni te acordás de esto ni del que te lo dijo". Aquí no se puede decir el pecado ni el pecador, tampoco el denunciante.

Toda vez que ocurra este planteo ante un ser humano discreto, el secreto quedará a buen resguardo.

Las complicaciones aparecen cuando las confidencias son a gente más acostumbrada a divulgar que a atesorar. No está de más tener presente las frases iniciales de "Los Reveladores de Secretos", una de las Crónicas del Ángel Gris, de Alejandro Dolina1: "La abolición de secretos es tal vez la actividad más difundida de este mundo.

El periodismo, el trabajo científico, los horarios del ferrocarril, las balanzas, la policía y los letreros de las fondas persiguen, si bien se mira, un fin común: poner en conocimiento de las gentes datos que permanecían ignorados".

La persona que sea prudente y no tenga segundas intenciones evitará poner un secreto a consideración de otra para la cual hacerlo saber fuera apetitoso. En la telecomedia Seinfeld, el protagonista Jerry sabía que con presionar un poco nomás a George Costanza bastaba para obtener información secreta, dada la condición de estómago resfriado de su amigo.

O sea: si alguien le pasaba un dato a George era debido a la ignorancia de su facilidad para despojarse de secretos o en plan de hacer correr una versión sin demasiada culpa, al menos ante los demás. La frase "Yo se lo dije confidencialmente, no tengo la culpa de que él lo haya contado" sintetiza la tranquilidad que se procuran los que hacen rodar una versión y pretenden sentirse traicionados por quienes saben que son incapaces de callar.

Lo antedicho no exime de responsabilidad a los periodistas Carlos Irusta y Enrique Romero, ni carga las tintas contra Mario Demarco ("no me mandés en cana, por favor, Carlitos, callate la boca") o la novia de Santos Laciar ("Si publica todo lo que hablamos hoy le juro que lo voy a buscar a Buenos Aires").

Las conciencias de Demarco y de Alicia, novia de Santos Laciar, saben si contaron a sospecha de que no les iban a guardar el secreto o si realmente hablaron con el fin de que en los periodistas, no en los cientos de miles de lectores, terminara la confesión.

Irusta y Romero afirman en El Gráfico que saben de su falta al secreto, aunque no la lamentan gran cosa en términos relativos al valor de la información.

¿Qué habría sucedido si hubieran actuado acorde con lo sugerido por la profesora Liliana Llobet, titular de la asignatura Periodismo y Comunicación Impresa de la Universidad Nacional de Río Cuarto? Habrían planteado antes de comenzar las entrevistas que todo lo dicho sería susceptible de publicación. La ausencia de este paso, que no demanda más de pocos segundos, abrió las puertas a una falta, más allá del acierto en cuanto a testimonios de la nota en sí. ¿Quién se anima inmediatamente después de leer lo elaborado por Irusta y Romero a contar secretos a un periodista? Todo aquél que no generalice. Todo aquél que jamás se haya quemado con leche. Todo aquél que no tenga intenciones de que sea mantenido como tal lo que lanza al ruedo con la denominación "secreto".

Con reservas
Lo acontecido remite a la figura de los testigos de identidad reservada. Un criterio de seguridad y de gratitud hacia el testigo se unen para mantener absoluto silencio a su respecto.

La nota de Irusta y Romero no devuelve la gratitud de la reserva de la fuente a todos los que denunciaron las penurias de Santos Laciar por su vínculo con Francisco Giordano. Quizás no ponga en riesgo a Demarco ni a la madre y novia de Laciar -no es lo mismo delatar a un manager sospechado de lento para devolver dinero que a un asesino serial.

Lo menos complicado habría sido publicar una nota como la primera de este trabajo, sosa, sin datos precisos ni pistas como la gente, con la idea rectora de denunciar de forma tal que nadie pague. Claro que también es menos complicado comer pan duro que caminar dos cuadras hasta la panadería y no por menos complicado es mejor.

Una alternativa viable habría sido publicar las diversas especies relativas a Giordano, sin mencionar las fuentes. Habría sido superador de lo propuesto en el párrafo anterior, aunque menos sabroso que la nota que en definitiva publicaron, con nombres de supuestos pecadores, con detalles de los pecados, con identidad de los denunciantes y disculpas a posteriori.

En fin, "el equilibrio justo" es una frase mucho más fácil de encontrar asociada a los cigarrillos Jockey Suaves que a este tipo de ejercicio periodístico.

Agradecimiento especial: al comunicador social Gustavo Roldán, por su generosa cesión de pilas de ejemplares de El Gráfico, entre los cuales están los empleados para el trabajo.


Notas:

1 Dolina, A. Crónicas del Ángel Gris. Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999 (edición corregida y aumentada)


Lic. Alberto Enrique Ferreyra
Departamento de Ciencias de la Comunicación, Universidad de Río Cuarto Argentina.