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Por Martha Márquez
Número 35
La
sociedad, la cultura y el sistema político mexicano se hallan
en un proceso de cambios multifacéticos que dibujan una nueva
praxis y formas cada vez más inéditas de resolución
de conflictos políticos, derivado ello de las tendencias
que a escala universal atraviesan por los más diversos contextos
y países, signados por la globalización capitalista.
En este contexto, las turbulencias y cambios hiperveloces, de coexistencia
del postmodernismo con resabios premodernos, ha cambiado el rol
y el impacto de los medios de comunicación masivos en nuestras
sociedades, como agentes de socialización política
y cultural, que intentan homogeneizar a las diversas culturas y
definiendo las orientaciones no solo económicas, sino políticas,
sociales y culturales de los países.
Por otra parte, se asiste a una reconfiguración de los partidos
políticos, los cuales atraviesan por enormes crisis sistémicas,
de representación y agregación de las demandas e intereses
plurales, perdiendo así su capacidad de interlocución
de la sociedad frente al estado, emergiendo la sociedad civil, la
cual está llamada a ocupar cada vez más el espacio
público político, definiéndolo cotidianamente
y presionando así a los poderes del Estado, así como
a los distintos actores políticos, hacia mayores niveles
de democratización de las naciones.
En este contexto, se registra una auténtica disputa por la
esfera pública, por parte de los actores políticos,
económicos y sociales, por influir en la definición
de la agenda pública, a fin de que sus intereses prevalezcan
y tengan posibilidades de resolución. Lo anterior, en el
marco de un proceso democratizador acorde con las exigencias nacionales
y globalizadoras que actualmente enfrentamos.
Ante este panorama, es importante conocer si los contenidos de los
mensajes políticos y, por otra parte, el uso del espacio
de los medios, realmente están coincidiendo con los indicadores
y valores de la democracia, a fin de lograr un cambio estructural
de fondo en pos de la democracia sustantiva.
Al observar la irrupción de formas y discursos políticos
en el espacio de los medios, que poseen características distintas
a las que tradicionalmente se habían adoptado en nuestro
país; nos surge la inquietud, basada en los desarrollos descriptivos
de autores como Sartori, de preguntarnos si las modalidades que
adoptan los mensajes políticos en los medios, construidas
bajo la sistematización de disciplinas o enfoques tales como
la mercadotecnia política, la ingeniería de imagen,
la publicidad política, etc., están teniendo consecuencias
en la forma y los conceptos de la política, dando por resultado
la necesidad de una redefinición de la estructura y la conceptualización
del quehacer político.
Las nuevas formas de utilizar los medios de comunicación
por la política y los políticos transforman la concepción
de la propia política, que a nuestro juicio tiene repercusiones
en la sociedad en general y en los proyectos nacionales de desarrollo,
particularmente en las formas y modalidades de construcción
de una Democracia.
Por ejemplo, la sustitución del espacio público y
sus arenas por el espacio de los medios, nos puede llevar a ignorar
el papel de la sociedad civil, confundiendo el debate entre las
élites políticas como si fuera todo el universo de
lo político.
Otro ejemplo de la perversión de la política - para
utilizar palabras de Lipovetsky - sería el que los mensajes
políticos, al competir por la atención de la audiencia
en un medio donde la programación está orientada a
la diversión y el entretenimiento (TV), están optando
por modalidades de espectáculo, más que de explicación
y de contenidos de fondo, quedando así los contenidos políticos
reducidos a lo frívolo y banal.
La adopción del espacio mediático como espacio público,
y la consecuente reducción de este último ¿en
qué medida y forma estarían coadyuvando en procesos
genuinamente democratizadores?
La respuesta es a la vez, complicada y amplia, por tanto, limitaremos
el universo del problema al ámbito de la televisión
y a su uso particular en la publicidad política en la contienda
electoral para la presidencia del país en el 2000. Los paradigmas
con los que confrontaremos el uso político de los medios
en su posible rol democratizador, será la concepción
de la democracia ideal y las democracias realmente existentes, así
como la caracterización de los países en transición
a la democracia.
De esta manera, el objetivo general que anima el presente trabajo
de investigación atiende al propósito de observar
en qué medida y forma los mensajes de las campañas
políticas de los candidatos a la presidencia de la República
para el periodo 2000-2006, transmitidos como spots de publicidad
política por la televisión abierta, coinciden con
los indicadores de los valores de la democracia, incidiendo, o no,
en los procesos de democratización en México.
Así la hipótesis, que nos sirve más de eje
rector que de afirmación a aprobar, señala lo siguiente:
el discurso político en los medios masivos, en el ámbito
académico y de algunos actores políticos en nuestra
nación señala que nos enfrentamos claramente a un
proceso de transición democrática. En esa tónica,
las campañas políticas de los candidatos están
manejando la información de manera pertinente y acorde con
los procesos democratizadores. La condición de México
frente a la democracia es de transición, lo que se refleja
en las características de los periodos electorales en el
momento de su instrumentación.
Vitrina metodológica
Para la realización de esta investigación se consideró
lo siguiente:
1) Analizar los spots transmitidos por la TV abierta: Televisa,
canales: 2,4,5 y 9; TV Azteca, canales: 7 y 13; CNI, canal 40; Instituto
Politécnico Nacional, canal 11, durante el periodo autorizado
por el IFE, como tiempo de campañas electorales:
Las
campañas electorales, que comprenden el conjunto de actividades
que pueden desarrollar los partidos políticos, las coaliciones
y los candidatos registrados en búsqueda del voto popular,
se pueden iniciar en el momento mismo en que la autoridad electoral
resuelve sobre el registro de las candidaturas correspondientes
(del 1 al 15 de enero del año 2000) y, en todos los casos
debe concluir tres días antes de la jornada electoral,
es decir, no se puede realizar ningún acto de campaña
a partir del jueves 29 de junio del año 2000. (IFE: 2000)
2)
La cantidad de spots analizados se limitó a los que fue posible
obtener de los propios partidos y otros fueron obtenidos de grabaciones
caseras.
Cabe señalar que los tres partidos (PRI, PAN y PRD) recurrieron
al recurso de acortar spots de mayor duración, se analizaron
aquí las versiones largas.
Asimismo, nos resultó muy difícil obtener el spot
PAN-30 "Mañas", pues fue uno de los más
polémicos que sólo se transmitió dos días
al aire y en el CEN del PAN, como en "Amigos de Fox" se
nos negó. Finalmente lo obtuvimos y nos reservamos la fuente.
3) Posteriormente se diseñó una hoja de registro
de datos, donde se anotaron los diferentes indicadores que corresponden
a los cuatro valores democráticos observados (libertades
democráticas, igualdad política, fraternidad o tolerancia
y derechos individuales) y sus distintas tendencias (positivo, neutra
o negativa).
Los 92 spots fueron analizados en repetidas ocasiones, a fin de
generar fiabilidad respecto a la conceptualización previa
de las categorías, realizada con base en diversos autores
y su correspondencia en el material observado.
Se utilizó como categoría extra: la de "formato",
para establecer el rumbo de la creatividad publicitaria, para su
definición acudimos al español Juan Ignacio Rospir
en el texto "La globalización de las campañas
políticas". (Muñoz-Alonso: 1999)
4) Los resultados fueron procesados con el programa estadístico
SPSS.
Resultados y conclusiones
Podemos pensar que si el discurso publicitario, durante las campañas
electorales transforma su modalidad asertiva a negativa; si los
valores de la democracia, defendidos en los numerosos discursos
políticos "serios" de los candidatos, dejan de
tener referencia en el discurso de la publicidad política
competitiva, puede deberse simplemente a la intención de
ser congruente con las enseñanzas de Maquiavelo y el legado
del gran "asesor de marketing político" de Hitler:
Goebbels; sin olvidar a los sofistas retratados por Platón
en sus diálogos.
Sin embargo, más allá de cualquier posible especulación,
nuestra investigación nos coloca en la posición de
poder declarar que el apego a los valores de la democracia estuvo
muy lejos del discurso publicitario de las campañas políticas
del 2000, lo que manifiesta claramente una profunda incongruencia
entre, por un lado, las pretensiones democráticas manifiestas
en los planes y programas de gobierno y, por otro, las actitudes,
conductas y declaraciones altamente antidemocráticas de los
aspirantes al Ejecutivo en la arena competitiva de la publicidad
política televisiva.
Así, la lectura de los diversos analistas de las democracias
realmente existentes, que llevamos a cabo para dar sustento teórico
a este trabajo, nos permite comprender que la democracia sustantiva
conlleva, entre otras muchas condiciones, que la participación,
la tolerancia, la pluralidad lleguen a nuestro hogar, a nuestras
relaciones afectivas y pragmáticas, y por supuesto al discurso
publicitario en las campañas. No importan las cosas dichas
en los discursos de cualquier tipo, importa que la opinión,
la actitud y la conducta democráticas atraviesen horizontal
y verticalmente a nuestra sociedad entera.
Revisamos diversos autores que nos ofrecieron la posibilidad de
dibujar los criterios de lo que significa la democracia y sus indicadores
en las democracias realmente existentes, a pesar de las múltiples
aristas que conlleva la democracia como forma de gobierno y como
paradigma globalizador, nos atrevimos a presentar un cuadro que
define un modelo empírico de democracia.
Aún cuando el cuadro sintético, puede omitir información
que a criterio de otros resulte fundamental, nos permitió
observar los indicadores necesarios para determinar por una parte,
la ubicación de nuestro país en el panorama democrático
y, por otra, saber qué buscar en la publicidad política.
Observamos una serie de asimetrías y diferenciales que daban
ventajas y oportunidades a simple vista, al Partido Revolucionario
Institucional, las que a la luz de los resultados de la elección,
se transformaron en auténticas paradojas: pese a tener la
mayoría de los recursos económicos y políticos
y haber tenido un gran despliegue de sus recursos simbólicos
en el sistema massmediático, el PRI sucumbió en las
urnas ante el hartazgo de la sociedad mexicana y las exigencias
democratizantes del entorno económico global. Así,
70 años de corporativismo, clientelismo y alquimia electoral
se intentaron disfrazar a la moda, colocando en la escena las prácticas
del marketing político, dando lugar a un híbrido,
muy a la mexicana, entre las campañas tradicionales y las
planeadas estratégicamente. El protagonismo del sistema massmediático
mexicano, resultó más que claro dando por resultado
otra paradoja: unos vencedores no previstos: Televisa y TV Azteca,
entre otras, empresas mediáticas que sumaron fuertes cantidades
de dólares a su capital, de por sí ya considerable.
Consideramos la publicidad política como issue de la Comunicación
política, y como una parte del diseño de una campaña
electoral. Asimismo, como dicha publicidad atiende a la lógica
de los juegos del lenguaje, que podemos decir ahora se generan como
un uso específico de los indicadores democráticos,
evaluados en esta investigación, de tal manera que las supuestas
reglas democráticas de las elecciones, encuentran un espacio
simbólico de libertad, casi anarquía, en el ámbito
publicitario.
Así, se retoman los recursos económicos, políticos,
simbólicos de los actores y partidos, como verdaderos misiles,
a favor o en contra, en la contienda por el poder más codiciado,
hasta ahora, en el país: el Ejecutivo Federal.
Mediante el diseño de un instrumento de investigación,
observamos que los contraindicadores de los valores de la democracia
más frecuentes fueron los que atentan contra: la libertad
de expresión y opinión; la igualdad frente a la diversidad
y la tolerancia en su indicador de respeto a la diversidad. Podemos
dar cuenta de lo anterior, a través de la publicidad negativa,
que se entiende aquí como un formato creativo con llamados
a lo irracional, a los prejuicios raciales, culturales y sociales
que se comercializan como ideas políticas, y que también
consiste en etiquetar negativamente al adversario, a partir de sus
características y errores, con la intención de ridiculizarlo
y reducir su imagen. Observamos que las campañas de los tres
principales protagonistas (PRI, AC, AM) de la contienda electoral
del 2000, se recrean ampliamente en lo anteriormente descrito, baste
recordar las siguientes frases: "...me ha dicho mariquita,
chaparrito, mandilón, "la vestida"."; "Labastida
tiene nuevas mañas", mientras en la imagen se observa
a Labastida cargando a Montiel, aludiendo así a una supuesta
homosexualidad; o bien "que no te cuente historias", y
enseguida la imagen de Fox al equivocarse en la fecha de la expropiación
petrolera, etcétera. Así, detrás de estos juegos
del lenguaje existe una mayor o menor dosis de intolerancia y descalificación
que se refleja como discriminación transferida, de minorías
o grupos, por ejemplo de los homosexuales, o de los desinformados.
Recuperando el pensamiento, así como los valores e indicadores
en los que confluyen los autores contemporáneos representativos
de la misma (Robert Dahl, Adam Przeworski, Juan Linz, Guillermo
O'Donnell, Alan Touraine, David Beetham y Giovanni Sartori) puede
afirmarse que dichos especialistas coinciden en señalar como
indicadores de las democracias realmente existentes los siguientes:
respeto a los derechos civiles y políticos; libertad de
asociación, expresión, reunión y sufragio;
además la tolerancia y la pluralidad. En efecto,
la observancia de estos valores representa los supuestos "mínimos"
de todo régimen político que se precie de ser democrático;
así, al confrontar estos postulados con nuestros resultados
se aprecia que el discurso publicitario de los candidatos de la
contienda electoral del 2000, contravino en grado significativo
los valores democráticos, ya que entre los tres adversarios
(PRI, AC, AM) se pronunciaron en sentido contrario a diez (de los
23) de los postulados inherentes a la democracia, lo cual representa
casi la mitad (47%) de los indicadores revisados.
Estos resultados, contradictorios, reflejan en principio una gran
paradoja de las compañas políticas: mientras más
se maneje el discurso no-democrático, mayores posibilidades
de ganar una elección democrática.
El hecho de que en la publicidad política, del proceso aludido,
no se haya respetado el discurso de la democracia, puede deberse
a nuestro juicio, a una de las dos siguientes razones: 1) seguimos
en un régimen autocrático; manteniendo los "aparatos
de poder autoritarios" de los cuales nos habla Przeworski;
o en su caso, en la congelación de un régimen híbrido
(Schmitter), en el que no se alcanza el mínimo procedimiento
democrático, pero que no regresa al status quo anterior.
En este escenario predominaría la ambigüedad institucional
(Cansino), por así convenir al nuevo régimen: a veces
de "fachada democrática", a veces, veladamente
o abiertamente autoritario. 2) Nos encontramos en un periodo franco
de transición, en donde se confunde prácticas políticas
y discursos democráticos con los no-democráticos.
En este escenario, México se ubicaría como un régimen
político de democracia no consolidada (Schmitter), caracterizado
por estar condenado a la democracia, pero sin poder gozar de ella,
al no existir el juego justo entre los actores políticos;
ni los acuerdos generales de civilidad política.
Asimismo, Juan Linz afirma que en un régimen democrático
se garantiza la competencia libre y no violenta entre los líderes
para obtener votos; aquí, sabemos que la violencia se
puede manifestar no sólo en su forma física-material,
sino también en forma psicológica-simbólica,
la que claramente advertimos en el juego de descalificaciones, diatribas,
etiquetas y escándalos entre los protagonistas de la elección
sujeta a estudio, misma que se dio en la publicidad política
en la fase competitiva de las campañas.
También, retomando el marco normativo-democrático
abordado en la investigación, respecto al análisis
contextual (es decir más allá de la publicidad política
estudiada aquí), Robert Dahl señala que en un régimen
democrático, se garantizan los derechos de los líderes
políticos a competir en busca de votos. Si bien estos
derechos son consagrados "de jure" en nuestro sistema
electoral, se aprecia que, "de facto", predominan los
acuerdos cupulares y autodesignaciones de los líderes que
cuentan con mayores recursos de poder (sobre todo económicos),
haciendo nulos los derechos de la mayoría de líderes
que carecen de los mismos.
Lo anterior pudo observarse claramente con Vicente Fox, que se subió
al carro electoral del PAN, superponiéndose y rebasando a
la estructura de dicho partido, así como a sus líderes
más reconocidos. En el caso de Cárdenas, del PRD,
que algunos califican de "caudillo", por tercera ocasión
presentó su candidatura presidencial, en detrimento del derecho
de otros líderes del partido a asumir dicho compromiso político.
En el PRI, por su parte, llegó el candidato Labastida, tras
un proceso interno de simulación de elecciones "primarias",
a sabiendas de que era de antemano, el candidato favorito del entonces
presidente Zedillo. Con ello se canceló el derecho de otros
liderazgos a competir en busca de votos.
Otro supuesto democrático es la diversidad de fuentes
de información, lo señalan así Dahl y O'Donnell.
En México, la equidad cuantitativa y cualitativa que refleja
el tratamiento de la información partidista (dentro y fuera
del periodo de elecciones) por los diferentes medios impresos y
electrónicos, sigue siendo un problema, como lo explican
las diferentes investigaciones consultadas.
Asimismo Robert Dahl afirma, que otro indicador democrático,
es la existencia de instituciones que garanticen que la política
del gobierno dependa del voto, en este punto parece ser que se ha
avanzado al observar la existencia de al menos tres instancias fundamentales
en los procesos electorales: IFE (Instituto Federal Electoral);
TRIFE (Tribunal Federal Electoral, dependiente del poder judicial
de la federación); y la Fiscalía Especial de Delitos
Electorales, que depende de la PGR.
Aún así, estas instituciones poco o nada pueden hacer
frente a los votos corporativos y clientelares, que persisten en
el contexto nacional.
Por último, nos referimos a la noción de institucionalización
de la incertidumbre de Adam Przeworski, la cual estipula que
ningún actor político, ni candidato a ningún
cargo de elección popular, tanto del Ejecutivo como del Legislativo,
conoce de antemano los resultados de las elecciones: de lo contrario,
no habría tal democracia, sino su simulación. Dicha
situación de incertidumbre predominó en la elección
presidencial del 2000; sin embargo el reto será a nuestro
juicio, "institucionalizarla" para las futuras elecciones,
lo contrario significaría una "regresión autoritaria".
Por otra parte, más allá del análisis de la
publicidad política, el tema tratado, nos condujo a reflexionar
sobre la situación de nuestro país respecto al panorama
democrático. Dichas reflexiones, las agrupamos en los siguientes
cinco puntos:
1)
México se incluye entre los países latinoamericanos
que pugnan entre los avances democráticos y las regresiones
autoritarias. En efecto el 2 de julio del año 2000 significó
un gran avance en términos de transición política
hacia la democracia electoral. Sin embargo, aún en este nivel
(político-electoral) ha sido insuficiente el paso dado, ya
que en la escala local se siguen observando las viejas prácticas
caciquiles (v.gr. Tabasco), constituyendo a ciertas regiones del
país en verdaderos enclaves autoritarios. Por ello, la celebrada
transición democrática quedó acotada a ciertas
dimensiones y escalas políticas de la nación, predominando
así la ambigüedad y la combinación dialéctica
democracia-autoritarismo.
Por ello, y suponiendo como lo hacen numerosos tratadistas (Cancino,
Lujambio, Woldenberg, Silva-Herzog, Crespo, entre otros) que el
2 de julio de 2000 México culminó su ya larga transición
hacia la democracia, aún faltaría la transición
cultural hacia la misma; esta última de mucho mayor duración
y complejidad, en virtud de la necesaria educación de la
sociedad civil y política, en los valores y principios democráticos.
Dicha cultura democrática constituye pues la introyección,
práctica cotidiana y proyección masiva de los valores,
principios y el ethos propios de una auténtica democracia
sustantiva; tales como la libertad, la igualdad, la tolerancia,
el pluralismo, la legalidad, la solidaridad social, el respeto a
la diferencia y a los derechos humanos, la participación,
la cultura dialógica y deliberativa, la autonomía
de las diversas asociaciones y corporaciones frente al Estado, la
madurez y corresponsabilidad cívica, y en fin, aquellos otros
que otorgan validez y existencia de pleno derecho a la ciudadanía.
Así pues, la construcción de ciudadanía cívica
y democrática, es un gran pasivo hacia la verdadera consolidación
democrática, que vuelve más difícil y lejana
cualquier tentativa de regresión autoritaria, al desmantelar
definitivamente el viejo régimen.
2) En segundo término, se aprecia que el 2 de julio
del 2000 es el año de la alternancia: después de 70
años ininterrumpidos de detentar el poder a través
de la presidencia de la república, el PRI se vio forzado
a abandonarla. El solo hecho es de suyo relevante, ya que la alternancia
es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que
exista la democracia.
Ahora bien, las transiciones democráticas pueden ser "pactadas",
o bien, "votadas", queda en México este asunto
por esclarecer, ya que, si bien existe un consenso con relación
a que fue "votada", es decir, por medio de las urnas y
los votos, existe otra versión de que más bien fue
"pactada" entre las élites políticas nacionales;
encabezando dicho proceso el entonces presidente de la república,
Ernesto Zedillo.
Esta última versión presume que existen indicios,
como el hecho de no haber dado todo el apoyo del aparato gubernamental
y del partido al candidato Francisco Labastida. Así se habrán
dejado de dar ciertos apoyos y prácticas de campaña
que en otras ocasiones habían garantizado al PRI los triunfos
electorales, en todos los niveles, llegando muchas veces a la obtención
del "carro completo" mediante la maquinaria Presidente-Partido-Gobierno.
3) Una tercera reflexión, sería en el sentido
de que no existe una correlación directa o contundente entre
mayores y mejores recursos (económicos; simbólicos
y políticos en términos de distribución de
poder) y triunfo electoral, al menos en la coyuntura objeto de análisis.
Lo anterior, en razón de que, no obstante que el PRI contó
con grandes recursos de todo tipo, posicionándose con ventaja
en la relación asimétrica con respecto de los otros
partidos y alianzas, así como entre candidatos: los recursos
no guardaron una relación directamente proporcional con los
votos emitidos, por el contrario la derrota del PRI fue contundente.
Observamos que habrá que matizar la posición de ventaja
del PRI, sobre todo en el ámbito de los recursos simbólicos
o capital simbólico. Dicho partido, a lo largo de su campaña
tuvo una presencia mediática más incisiva en términos
cualitativos y cuantitativos, que los otros, sin embargo, existió
un desfase respecto a sus efectos en la ciudadanía, que se
explica por la imagen erosionada del otrora partido oficial, las
causas, entre otras: la pérdida de eficacia en la conducción
de la economía, la elevada tasa de desempleo, la corrupción,
el incremento de la pobreza y la inseguridad. Los errores y consecuencias
negativas del priísmo de 70 años fueron más
bien capitalizados simbólicamente por Vicente Fox en su campaña,
a través de una estrategia maniquea de polarización,
donde el PAN y Fox se erigieron como la alternativa "buena"
frente a los "malos" del PRI.
Asimismo, las elecciones primarias del PRI, funcionaron más
como recurso simbólico negativo para dicho partido, ya que
dicho proceso, en vez de fungir como un evento de legitimidad para
el candidato triunfante y de alarde de unidad interna del partido,
devino exactamente en lo contrario. El desaseo del proceso de elecciones
primarias, sumado al encono entre los precandidatos y la publicidad
negativa, concluyeron en una fractura interna entre las élites
del partido, la que redundó en una descoordinación,
o en ocasiones en una franca rebeldía, de grandes núcleos
y huestes del partido de cara a la elección presidencial.
4) Otra reflexión, es que las campañas electorales
en México, en la coyuntura en análisis, son a la vez
efecto y causa de la transición política. Así,
las campañas, desde la perspectiva de su diseño y
planeación mostraron (sobre todo en los casos del PRI y la
Alianza por México) que se distinguen por la misma ambigüedad
que los procesos de transición a la democracia: coexisten
las prácticas tradicionales, las que tienen sedimento en
"los tiempos del PRI", con las formas modernas que conllevan
la irrupción de la mercadotecnia política y la planeación
estratégica.
5) La utilización del marketing político se
hace evidente en nuestro país, en el momento en que el sistema
de partidos pasa de ser hegemónico a otro de tipo competitivo
en la década de los noventa. Cumpliéndose así
una de las premisas democráticas anotadas por Adam Przeworski,
que señala la necesidad de institucionalizar la incertidumbre
en los periodos electorales.
Muchas y variadas pueden ser las reflexiones, nosotros planteamos
las anteriores como algunas de las relevantes. Nuestra investigación,
además de ofrecernos respuestas sobre la utilización
del discurso democrático como insumo del discurso publicitario,
y algunos de los rasgos de México respecto a sus logros democráticos;
también nos abrió un amplio espectro de dudas, preguntas
e inquietudes, que abordaremos en futuras investigaciones.
Martha
Alicia Márquez Rodríguez
Colegio Nacional de Ciencias
Políticas y Administración Publica,
México. |