|
Por Adriana Del Moral
Número 36
Estar
aquí
Hasta
que Buenos Aires mejore,
estar aquí
es cosa de suerte y de prisas.
Parece tan poca cosa y tan fácil.
Sin embargo ese encuentro
con esta porción de mundo
por momentos se pasea fatalmente obvio:
y es que ganarle un encuentro de arrebato
a las calles tiene el temiblemente hermoso
desafío:
que hay días de despertar
con el corazón floreciente, con la certeza en el alma
con el fundarse o tal vez recrearse.
Y mañanas en que el soñar y
el escepticismo semejan cruzar el abismo
sobre la cuerda más floja
que atrevida, intente unir dos estrellas de cosmos lejanos.
Eso sí, al festín de muchos,
la torpeza del más pequeñín escéptico
casi siempre le dá preciosa ventaja al vago soñador.
Y es que , quien sueña llega casi siempre con el tiempo
sobrado hacia donde va.
Y porque en realidad, después de uno encontrarse
en la monótona batalla que en el fondo quizá
no había deseado,
se dé cuenta que no hay vuelta: que de nuevo
la pelea allí está, despojada,
esperando que el sol le filtre su otoño,
la vuelva más primavera,
la tiente de arrebatos,
o en el mejor de los casos le deje un legado de lo probable,
de lo posible
de lo fugaz y por qué no, de lo inolvidable,
hasta que Buenos Aires mejore.
De
soles y de lunas
De
soles se trata este legado.
Por qué no, de lo posible.
Y es que anhelo que
sean apenas algunas nubes blancas
las que enmascaren por las mañanas,
a estos días.
Y que una partecita de cielo
sea solo la que no se vea.
Acaso aquella que, jacarandas y tilos
hayan declarado este verano
como suya.
Ya sabemos de lo probable:
Que algún lagrimón
nos achique la mirada ,
que el recuerdo nos invada, que la nostalgia
nos desarme, o que el corazón nos regrese
a un diciembre inolvidable,
poco claro, inmerso en dudas,
de muertes sin razones, y de desconsuelos
perdurables.
Más aún, lo posible acaso sea
esta rara ecuación de quedarse,
de irse, de volver,
esta "x" causa de jugarse,
de resistirse,
de empatar,
de ganar y de perder.
Pero por si acaso la tristeza
agasaje a nuestras lágrimas,
también de lunas se trata
este legado.
De los sueños , de las certezas
de los deseos y del querer.
De las sonrisas por la tarde,
de los encuentros,
las maravillas de los minutos,
esos de la vida, festejándote.
Y es que ya sabemos: desmesurarse
en los deseos
tiene irremediablemente la utopía , de saberse
uno, despojado y pleno,
escéptico y soñador.
La utopía del cielo
ocultando al sol,
de la luna, sombreando estrellas.
Y de nosotros, apenitas y
por las dudas, soñándonos.
Adriana
Del Moral
Licenciada
en Biología Universidad Nacional de La
Plata, Argentina. |