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El Carácter de la Razón: Una Mirada a la Ética de Baruch Spinoza
 

Por Alejandro Ocampo
Número 36

Decir que Spinoza llevó a su máximas consecuencias el racionalismo, no por sabido es menos sabio, sin embargo, por lo general y pretencioso del enunciado, no necesariamente alude de manera correcta al estructurado y profundo pensamiento de este filósofo de origen judio-hispánico avecindado en Holanda. La vida y obra de Spinoza reflejan no sólo un verdadero compromiso, sino también un congruente cuestionamiento a dogmas y privilegios de su tiempo, tal vez por eso Toni Negri lo describe como subversivo. Considerado por algunos como menor en aras de su racionalismo exacerbado, el pensamiento de Spinoza es por demás conciliador y muestra una faceta del hombre que nadie se había atrevido a indagar, quizá porque sólo él imagino al racional ser y desechó al infinitamente elucubrado ser racional.

Para entender a Spinoza es necesario volver a Parménides de Elea. Existe un hilo conductor y una estrecha conexión de pensamientos entre el presocrático y este filósofo del siglo XVII, inclusive más que con el mismo Descartes. No es casualidad que muchos consideren a Parménides el primer racionalista que, a diferencia de sus contemporáneos, no le interesó indagar de qué están hechas todas las cosas, sino comprender el todo como un gran ente dador de vida, como un sistema del que no podría escapar nadie.

Parménides y Spinoza comparten, en primera instancia, el carácter deductivo de su pensamiento, característica por demás distintiva del racionalismo. Ambos inician con planteamientos generales cual bases sobre las que se fundamentarán y, a su vez, permitirá a sus ideas una ingeniosa e infranqueable libertad de acción. En segunda instancia, y como consecuencia de lo anterior, no hay nada fuera de lo racional, ni de lo planteado por la razón, sólo es real aquello que es y como lo que no es real, no es, simplemente no existe.

El postulado parmenídeo parte de una inocentemente perversa frase, inobjetable en un principio, pero con consecuencias terribles: "Es necesario decir y pensar que el ser es, porque es posible que el ser sea y es imposible que el no-ser sea" (Parménides en Buss Mitchell, 1999, p. 19). A partir de ello es posible afirmar que el ser es inmutable, eterno, único y por ende, omnipresente. No hay nada que escape al ser, no hay nada fuera del ser, pues eso sólo significaría que es el no ser. El ser es y el no-ser, no es.

Es a partir de aquí donde Spinoza comienza, sin obviarlo por supuesto, a desarrollar su visión del mundo y su concepto de ética, ambas unidas e inconcebibles por separado. Spinoza no propone un conjunto de deberes, sino las consecuencias de un actuar racional; Spinoza no se pronuncia por un deber ser, sino por un ser; no impone, sólo señala. Al igual que con Parménides, al aceptar sus definiciones y postulados, será poco que menos que imposible no poder aceptar sus particularidades. El nombre del juego es deductivo, ordenado y desestima todo aquello no entendible por la razón, simplemente porque no existe nada fuera de ella. Aristóteles entendió perfectamente el sentido de la filosofía parmenídea cuando en el primer libro de la Metafísica señala: "La unidad de Parménides parece ser la unidad racional" (Aristóteles, 2002, p. 19). A la postre, lo mismo sucedería con Spinoza.

La Ética Demostrada Según el Orden Geométrico, al más puro estilo de un moderno y común libro de física, se concreta a predecir lo que sucedería previos acuerdos metodológicos y mínimos necesarios para que el experimento se desarrolle y compruebe lo anteriormente expresado en teoría. Si para Descartes y aún para Euclides, la geometría resultó ser el campo perfecto de las ideas claras y distintas ¿Por qué no explicar y más aún, demostrar, el carácter del hombre a través de esas maravillosas estructuras y formas de pensamiento? Nótese las palabras carácter y demostración, Spinoza entendió muy bien que la ética no era un conjunto de normas impuestas y sujetas a castigo o reprimenda en caso de no acatarlas, sino toda una serie de características que distinguen a una persona de entre las demás, es decir, carácter y demostrada, porque esa forma de ser existe, es verificable en la realidad y además constituye un comportamiento lógico de una persona.

El panteísmo de Spinoza
La Ética Demostrada Según el Orden Geométrico parte de conceptos tan generales como Dios y el origen del alma, para terminar en la libertad del hombre y la fuerza de sus afecciones. En cinco partes, Spinoza delimita y traza la conducta de hombre de acuerdo a la razón, razón que sería no sólo el común denominador de todos, sino el gran ente integrador del hombre, incluso Dios está circunscrito por su razón.

Su racionalismo y su origen judío, con el que tuvo muchos problemas por su espíritu crítico, no le impidieron concebir la existencia de Dios, así de simple y de complejo. Spinoza formula una tesis panteísta a través de una posición racionalista que termina en ubicar que todo es Dios, como el único que posee todos los atributos, o como él mismo indica en sus primeras definiciones: "Entiendo por Dios un ser absolutamente infinito, es decir, una sustancia constituida por una infinidad de atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita" (Spinoza, 1984, p. 25).

Dios pues, existe necesariamente al ser la única "sustancia constituida por la infinidad de atributos de los que cada uno expresa una esencia eterna e infinita" (Spinoza, 1984, p. 33). Nada escapa a Dios, es la única sustancia, es decir, Dios es lo que se concibe por sí y no depende de nadie ni nada para formarse, se basta a sí mismo, por ello es que tiene un número infinito de atributos y se le necesita para explicar a todo lo que existe.

Y es justamente aquí en donde el panteísmo de Spinoza tiene una variación, pues no lo concibe bajo la forma común: Dios es todo, sino todo en Dios: "Todo lo que es, es en Dios y nada puede existir ni concebirse sin Dios" (Spinoza, 1984, p. 37) En pocas palabras, fuera de Dios no puede existir ni concebirse sustancia alguna, por ello Dios tiene todos los atributos, algunos los comparte de forma completa, algunos de forma completa. Dios es el gran ente integrador y poseedor de todo, el origen y la sustancia de todo cuanto existe.

Dios posee naturaleza eterna e inmutable, por ende es trascendente, justo como el ser de Parménides. Dios es el ente dinamizador de la creación, el principio y fin de todo cuanto existe.

En cuanto al actuar de Dios, su conducta está determinada por su propia naturaleza. El carácter racional, o mejor dicho, la racionalidad es una frontera que el mismo Dios no puede rebasar, simplemente porque su actuar se vería mermado al perder la infinitud de sus atributos, pues como lo menciona el segundo corolario de la proposición XXXII de la primera parte:

Se sigue : 2°, que la voluntad y el entendimiento sostienen con la naturaleza de Dios la misma relación que el movimiento y el reposo, y, absolutamente, que todas las cosas de la Naturaleza que (Prop. 29) deben ser determinadas a existir y a obrar de cierta manera. Porque la voluntad, como todas las demás cosas necesita de una causa que la determine a existir y a producir algún efecto de cierta manera. Y aunque de una voluntad dada, o de un entendimiento dado, se siga una infinidad de cosas, no se puede decir por esto que Dios obra por la libertad de su voluntad; así como no se puede decir, porque del movimiento y del reposo se sigan ciertas cosas (y porque estos efectos sean también innumerables), que Dios obra por la libertad del movimiento y del reposo. Por consiguiente, la voluntad no pertenece a la naturaleza de Dios más que las otras cosas de la Naturaleza y el reposo y todas las demás cosas, que hemos demostrado que siguen en la necesidad de la naturaleza divina y son determinadas por ellas a existir y a producir algún efecto de cierta manera (Spinoza, 1984, p. 55).

La naturaleza divina y la voluntad son causa necesaria aún en Dios mismo, es una forma de, al mismo tiempo, justificar su existencia y manifestar sus actos. Por otra parte si la voluntad y el entendimiento son un cierto modo de pensar: es justamente la razón la gran causa necesaria, la que une y engloba todo. Dios es sólo cosa pensante.

Cuerpo, alma y pensamiento
Esta estructura y visión puramente racional, no podría funcionar sin encontrar una razón trascendente y que funcione a manera de modelo rector, esta razón, es la relación causa-efecto. Presente en todo y abierta manifestación de la necesidad de explicar el porqué de las cosas, Dios incluido y sometido, la relación causa-efecto desciende desde la Naturaleza divina. El axioma III de la primera parte señala: "De una causa determinada que se supone dada, se sigue necesariamente un efecto y, por el contrario, si no es dada ninguna causa determinada, es imposible que se siga un efecto "(Spinoza, 1984, p. 26). Esta réplica de la tercera ley de Newton presenta dos cuestiones: la atracción del estudio del carácter por parte de los racionalistas y, que no hay nada que escape a lo racional. La proposición XXVI señala: "Una cosa determinada a producir algún efecto ha sido determinada necesariamente por Dios; y la que no ha sido determinada por Dios no puede determinarse por sí misma a producir un efecto" (Spinoza, 1984, p. 50)

Como buen cartesiano, Spinoza comienza por separar el alma y el cuerpo: "Entiendo por cuerpo, un modo que expresa la esencia de Dios, en cuanto se le considera como cosa extensa de una manera cierta y determinada" (Spinoza, 1984, p. 67) y más adelante "El Alma humana no envuelve el conocimiento adecuado de las partes que componen el Cuerpo humano" (Spinoza, 1984, p. 94). El hombre pues se compone de una Res Extensa y una Res Cogintans que, sin embargo no son mutuamente excluyentes o hasta denigrante la primera para la segunda como en el racionalismo cartesiano. El cuerpo es parte importante del hombre en tanto es una creación divina, que sigue a una causa y terminará en un efecto. En resumen, el cuerpo es también una creación de la necesaria voluntad de Dios, de ese envolvente espíritu racional. Pero Spinoza las entiende unidas para que el hombre desempeñe sus funciones propias, inclusive se deshace de dictados que él considera caducos en cuanto al hombre como el corruptor de la naturaleza y como ente separado de ésta por sus sentimientos y pasiones:

Creen, efectivamente, que el hombre perturba el orden de la Naturaleza en vez de seguirle, que tiene sobre sus propias acciones un poder absoluto y sólo toma de sí mismo su determinación. Buscan la causa de la impotencia y la inconsistencia del hombre, no en la potencia común de la Naturaleza, sino en no sé qué vicio de la naturaleza y, por este motivo, se lamentan o se burlan de ella, la desprecian o, lo que es más frecuente, la aborrecen; el que censura con más elocuencia o mayor sutilidad la impotencia del Alma humana es considerado como un ser divino (Spinoza, 1984, p. 121).

Los sentimientos, pues, son parte de la Naturaleza humana, el quitarlos sería tanto como que el hombre perdiera su característica de hombre. Spinoza no propone una dominación de las pasiones y sentimientos al estilo mesurado de Sócrates o equilibrado de Aristóteles, sino un pleno conocimiento de ellos, pues parte de la premisa de que nada es suficientemente dañino si se conocen sus consecuencias.

Los sentimientos, o las afecciones como él las llama, se dibujan en las ideas de falso, verdadero e inadecuado. Para empezar "Toda idea que es absoluta en nosotros, es decir, adecuada y perfecta, es verdadera" (Spinoza, 1984, p. 100) y si las ideas adecuadas y perfectas son aquellas que constituyen la esencia del Alma, en relación directa con Dios, las ideas verdaderas no serán otras que las formuladas con y gracias a la razón.

Las ideas falsas no serán otras que las confusas e incompletas, es decir, las que se encuentran privadas del conocimiento de las cosas. Enseguida surgen las ideas inadecuadas y confusas, pero todas estás ideas, por su falta de conocimiento y su inexactitud no pueden estar en sintonía con Dios, con la esencia del Alma y con la razón, sino sólo en relación con el Alma en particular de alguien. Esas ideas inadecuadas, bien podrían ser llamadas afecciones. Su imperfección e inexactitud radica en ser discordantes con la esencia del Alma, con Dios y con la razón. La proposición III de la tercera parte lo señala de esta manera: "Las acciones del Alma nacen únicamente de las ideas adecuadas; las pasiones dependen sólo de las ideas inadecuadas" (Spinoza, 1984, p. 123).

Ello lleva a otro punto, no menos importante en la obra de Spinoza y tema central en el racionalismo y visiones opuestas: el conocimiento.

La posición en relación a la posibilidad de conocer en Spinoza es, de la misma forma que en sujeto cartesiano, igual ante el conocimiento. Todos los hombres son iguales cuando conocen, pero Spinoza introduce una variante al mencionar la figura de Dios, porque al ser Dios una cosa que piensa "Por consiguiente, lo que da el conocimiento de la esencia eterna e infinita de Dios es común a todos y se halla igualmente en la parte y en el todo, y, por consiguiente este conocimiento será adecuado" (Spinoza, 1984, p. 112). Sólo porque todos tienen esa esencia, todos pueden conocer, por decirlo de algún modo, la acción de conocer se ejecuta porque se conoce una parte de Dios.

En consonancia con lo ya expuesto, la idea adecuada será aquella "en cuanto se la considera en sí misma, sin relación al objeto" (Spinoza, 1984, p. 68). La idea adecuada no necesita de auxiliar alguno para serlo, se trata de una idea intrínseca, de una idea verdadera, su carácter no está en función de una demostración externa, sino de un conocimiento interno.

Conclusiones
Spinoza demuestra no sólo la compatibilidad entre lo humano y la razón, sino la unión de ambas, lo que no pueda entrar o acoplarse es simplemente porque no es parte de la Naturaleza divina: la razón.

Dios es la única sustancia, el gran poseedor de todos los atributos, pero su existencia está supeditada a la razón como la gran ordenadora y dictadora, la razón flota en el ambiente que respira Dios. Su existencia es necesaria en la medida de ser el creador, inspirador y causa de todo lo que hay. Todo en Dios.

La conducta humana está sujeta a una serie de afecciones, sentimientos, pasiones y equivocaciones, que son producto de su propia Alma y del desconocimiento, su trabajo consiste en conocerlas y saber la forma en cómo actuarán en él. La ética es el estudio de esas afecciones, prediciendo lo que ocurrirá si... y describiendo la forma de actuar de una persona que conciba de igual manera el mundo.

La mejor manera de evitar los errores es actuar con conocimiento de causa, pues nada se escapa de la relación causa-efecto y al conocer la causa por ende se conocerá también el efecto lo que implica predecir y entender el porqué. ¿Algún parecido con la ciencia?. Es posible afirmar que Spinoza no intenta otra cosa que desvelar la verdadera naturaleza del error.

Spinoza no concibe a un hombre aislado o separado de la naturaleza o del orden, sino a un integrante más de ese conjunto, lo cual significa que está en constante posibilidad de conocer a Dios y, más aún, en Dios. Si Platón decía que conocemos cuando recordamos, Spinoza señala que esto es posible sólo cuando conocemos a Dios.


Referencias:

Aristóteles (2002). Metafísica. México: Porrúa
Buss Mitchell, H. (1999). Raíces de la sabiduría. México: Thomson
Spinoza, B. (1984). Ética. Madrid: Sarpe


Mtro. Alejandro Ocampo
Director del Proyecto Internet de ITESM Campus Estado de México, México. Así como de Razón y Palabra, primera publicación electrónica espacializada en Comunicación en América Latina