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La Leyenda Negra de un Pintor Maldito: Paul Gauguin
 

Por Iñigo Sarriugarte
Número 36

¿A qué he llegado? A un completo fracaso. Los enemigos y la mala suerte me han perseguido sin cesar......; cuanto más avanzo más me hundo; muchas personas encuentran protección porque se manifiestan débiles y saben cómo pedir ayuda. A mí nadie me ha protegido porque me consideraban fuerte y porque he sido demasiado orgulloso. (P. Gauguin)

En el año 2003 se ha celebrado el centenario de la muerte del pintor francés Paul Gauguin (París, 1848 - Islas Marquesas 1903), por lo que se han preparado grandes eventos expositivos sobre la vida y obra de este artista, cuya existencia estuvo marcada por los escándalos sexuales, enfermedades, problemas judiciales, incapacidad de adaptación con las comunidades europeas y una genialidad que abrió numerosas puertas para el arte del siglo XX.

Gauguin nace en una familia relativamente acomodada y de tendencias republicanas, que se traslada a Perú en 1849, huyendo de Luis Napoleón. Parte de su infancia transcurre en la principesca mansión de los Tristán y Moscoso de Lima. Descendiente de una familia aragonesa con ascendencia peruana por línea materna, de ahí que su primera lengua sea el castellano. Sus recuerdos de Perú le condicionaran durante toda su vida, de ahí, que se auto-bautizara como el "salvaje peruano".

La abuela del P.Gauguin, Flora Tristán, fue una importante precursora del feminismo, por la que el escritor Mario Vargas Llosa siempre ha mantenido un especial interés, después de leer sus memorias "Peregrinaciones de una paria". De hecho, Flora Tristán, junto a Paul Gauguin, son el eje de su novela "El Paraíso en la otra esquina". Esta feminista pregonó la igualdad de la mujer en una sociedad absolutamente patriarcal, defendiendo la igualdad social en unos años en que empezaba a brotar con fuerza la lucha sindical. Tanto su abuela, como Paul Gauguin, vivieron en Perú por algún tiempo, no obstante, nunca se conocieron, ya que este nació cuatro años después del fallecimiento de su abuela. Ambos tuvieron que convivir con la sociedad francesa, en la cual nunca se sintieron integrados. Los dos se entregaron a sus sueños, ella a sus sueños políticos y él a los artísticos, comprometiendo sus vidas por la búsqueda de unos ideales que pudieran transformar la sociedad de su tiempo.

Cuando Paul tenía 7 años regresa con su familia a Francia. En su juventud, trabaja como marinero, recorriendo el mundo y a los 25 años se casa con la danesa Mette Sophie Gad, pintora aficionada, con la que tuvo 5 hijos. Durante esos años, su trabajo se centra en actividades de Bolsa, acercándose al mundo del arte como comprador. Quizás, sea esta la etapa más próspera a nivel económico del artista, ya que desde el momento en que decide asumir una completa dedicación a la pintura, su camino se convierte en una verdadera procesión de desgracias y vicisitudes. En un principio, se dedica a la pintura como hobby, posteriormente su técnica se perfecciona, convirtiéndose en pintor académico, lo que le permitió exponer en el Salón de París en 1876. Tres años después, se une a los impresionistas, alejándose de las pautas más convencionales. Pero, será la pérdida de su trabajo motivada por una crisis en la bolsa, debido a los estragos económicos de la guerra franco-prusiana, lo que le inclina a dedicarse completamente a la pintura. Su obsesión por la pintura produce que su mujer le abandone, llevándose a sus cinco hijos a Dinamarca.

En 1886 y tras su fracaso matrimonial, decide marchar a la región de Bretaña, adquiriendo un cierto reconocimiento entre los pintores más jóvenes. Durante ese mismo año, en Pont-Aven, se enamora de la pintora de 17 años Madeleine Bernard, pero esta finalmente otorgará su amor al también pintor Charles Laval. Este fracaso amoroso hace insoportable su estancia en Pont-Aven, trasladándose a Arles, invitado por Van Gogh. Sus escarceos con las amantes son continuos, deja embarazada a otra de sus amantes, Juliette Huet, a quien abandonara posteriormente.

Durante su estancia en Pont-Aven, sus cuadros asumen una temática bretona. Pero, su verdadera obsesión es ir más allá de cualquier convencionalismo artístico y social y, para ello, decide dar el primer paso hacia una aventura que marcará el arte del siglo XX: su marcha a Panama y las Antillas francesas, instalándose especialmente en Martinica, en el año 1887, donde aparecen sus primeras propuestas marcadas por el indigenismo. La estancia en estas tierras favorece el incremento de la luminosidad en los colores de sus lienzos. Antes de su marcha a Panamá, ya se encuentra tísico, aspecto que reforzaría esa fama de artista maldecido. Sus problemas económicos son una constante, así como la dificultad a la hora de vender sus cuadros, que no son entendidos ni por el público ni por la crítica, ajena a toda esta exaltación de indigenismo.

En 1888, nuevamente se encuentra en Pont-Aven, después del fracaso y la desilusión de su estancia en Martinica. De esta manera, los cuadros sobre temas bretones se siguen repitiendo, junto con una técnica que augura un nuevo tratamiento visual de la pintura, caracterizada por la autonomía del color y el proceso de pintar bajo la memoria.

El investigador David Sweetman (1998, p.562) afirma lo siguiente de Paul Gauguin:

Mas que sentirse irritado por una situación concreta, es posible que la principal razón para que decidiera abandonar Francia para siempre residía en que se había convertido en víctima de su propio mito. Considerándose a sí mismo como un salvaje, siempre deseoso de irse hasta los confines de la tierra en busca de su arte, era imposible que se estableciera en medio de la rutina del mundo del arte parisino, que se convirtiera simplemente en otra figura en lucha por hacerse con un espacio para exponer y conseguir llamar la atención de críticos todavía más jóvenes que él.

En 1891, viaja a Tahití, isla donde realiza sus famosos y conocidos cuadros sobre temática indígena. Se instala en Papeete, no obstante, marcha a Mataïea, dejando el ambiente contaminado de esta isla por los europeos, con el objetivo de buscar una mayor libertad personal y artística, así como por la necesidad de instalarse en otro lugar que favoreciera la recuperación de su bronquitis. Conoce a una joven mestiza llamada Titi, que pronto es sustituida por una niña de trece años llamada Teha'amana, que es vendida por sus padres por una buena provisión de mercancías, que debió adquirir a crédito. Esta joven le dio una hija, cuyos descendientes se encuentran dispersos por Hiva Oa. Más adelante y tal como solía hacer habitualmente abandonará a su amante. Mario Vargas Llosa (2003, p. 43) reconstruye en su última novela como podría haber sido este suceso:

Confesarías a Teha'amana tus planes de retorno a Francia sólo en el último momento. Eso se terminaba, también. Debías estar agradecido a esta chiquilla. Su cuerpecito joven, su languidez, su espíritu despierto, te habían hecho gozar, rejuvenecer, y a ratos sentirte un primitivo. Su viveza natural, su diligencia, su docilidad, su compañía te hicieron la vida llevadera. Pero el amor estaba excluido de tu existencia, obstáculo insalvable para tu misión de artista, pues aburguesaba a los hombres. Ahora, con esa semilla tuya en las entrañas, la chiquilla comenzaría a hincharse, se volvería una de esas nativas adiposas, monstruosas, por la que tú, en vez de afecto y deseo, sentirías repulsión. Mejor cortar esa relación antes que terminara de mala manera. ¿Y el hijo o la hija que tendrías? Bueno, sería un bastardo más en este mundo de bastardos.

Posteriormente, entra en su vida Annah, una exótica javanesa, que es presentada por el marchante Ambroise Vollard. Según David Sweetman (1998, pp. 525-526), "como es lógico, Gauguin afirmaba que Annah tenía trece años, la edad mística que parece haber representado para él, más que un momento cronológico preciso, el instante sagrado en que una muchacha se siente mujer."

El artista tenía la costumbre de mostrar una colección de postales pornográficas a las adolescentes muchachas tahitianas. De hecho, fueron abundantes en número los cuadros de pubescentes amantes tahitianas, lo que demuestra, guste o no, su tendencia pederasta, hablamos de amantes de 13 y 14 años, actitud que en la época desató numerosas polémicas, pero que incluso, hoy en día, el escándalo hubiera sido mucho mayor, debido a la mayor sensibilidad ante este problema. Hoy Gauguin posiblemente hubiera sido enjuiciado, ya que realmente tenía una clara tendencia hacia la pederastia.

No obstante y aportando algo de luz sobre el tema, debemos afirmar que su precaria salud tampoco le permitió hacer grandes hazañas sexuales ni excesos, eso sí contagió la sífilis a muchas de sus amantes, ingresando en la lista de los personajes sifilíticos de la historia, entre los cuales podemos encontrar al Marqués de Sade, Franz Schubert, Lord Byron, Arturd Rimbaud, Paul Verlaine, Charles Baudelaire, Nietzsche, Oscar Wilde y los pintores Francisco de Goya y Vicent Van Gogh, entre otros muchos.

Posteriormente, en el transcurso de una breve estancia en Bretaña, en 1894, en el trascurso de una refriega en el puerto pesquero de Concarneau, a trece kilómetros de Pont-Aven, sufre fuertes heridas en una pierna, para mitigar los dolores posteriores y conciliar el sueño abusa de la morfina con el alcohol. Por otra parte, durante estos años, su técnica está muy asentada, de hecho, la autonomía del color se presenta totalmente establecida y la temática asume una nueva realidad totalmente alejada del convencionalismo occidental.

En 1895, de vuelta a Papete y sin su amante Annah, que se había escapado, al no poder aguantar el carácter avinagrado del artista, recibe la noticia de la muerte de su madre, lo que le produce una absoluta dependencia del alcohol. Durante este año, se plantea que si su vida no mejora se quitaría la vida, situación que se repetirá en varias situaciones en el futuro. Por suerte, obtiene un trabajo en el catastro, pero su situación económica sigue siendo lamentable, viviendo en una choza con una gran pobreza y donde las ratas realizan diversos destrozos en cuadros y dibujos.

La posterior noticia de la muerte de su hija de 20 años, Aline, le producen fuertes problemas alucinatorios y paranoicos. Su situación vital se hace insoportable, uniendo a todo esto la tuberculosis, sífilis, blenorragia, asma, fiebres, alteraciones gastrointestinales y complicaciones de piel y vista.

En 1901, marcha a las islas Marquesas, a 1.400 kilómetros al nordeste de Tahití, en busca de nuevos estímulos para su arte, donde nuevamente vuelve a tener relaciones con una joven de catorce años, llamada Marie Rose Vascho, de la que tiene un hijo. Hoy en día, en estas islas se siguen contando numerosas historias y leyendas del artista, con el nombre de Koké, tal y como se le conocía en la zona.

Entre los diferentes artistas con los que entabló relación destacan Edgar Degas, Eduard Monet, Ignacio Zuloaga, Camille Pisarro, Paul Cezanne, Emile Bernard y Paco Durrio, pero especialmente significativo fue su encuentro con Vicent Van Gogh.

Paul Gauguin convivió una temporada en Arles con Van Gogh, exactamente dos meses, entre octubre y diciembre de 1888. Esta etapa resulta uno de los episodios más oscuros de ambos artistas. De hecho, las cartas de ambos no comentan aspectos relevantes de su relación profesional y de amistad.

Van Gogh le conoció después de su estancia en Martinica, quedándose abrumado por la actitud aventurera de un pintor que se alejó de la decadencia del mundo occidental. Este le pidió a su hermano que convenciera a Gauguin para que se viniera a vivir a Provenza. Fundaron una comunidad de artistas en Arles de la que fueron los pioneros, con el objetivo de compartir absolutamente todo, sin propiedades privadas ni dinero.
Su relación fue tan tormentosa, que incluso según cuenta Gauguin (del cual cuentan solía mentir muy a menudo) el pintor holandés le intentó matar. No obstante, Gauguin se ha intentando defender continuamente de las numerosas acusaciones que recibió, ya que se le ha declarado como uno de los principales responsables de la locura de Van Gogh. El pintor francés no aguantaba el desorden de Van Gogh, así como su incipiente extracción de dinero común para pagarse los favores de Rachel, la prostituta favorita del artista holandés. En cierta ocasión, Van Gogh quiso incorporar al pintor puntillista Seurat a su comunidad, a quien admiraba. Esto produjo un fuerte enfrentamiento con Gauguin, quien detestaba no sólo al pintor, sino también sus técnicas divisionistas. Van Gogh se proclamaba realista a ultranza, situando su caballete al aire libre, mientras que Gauguin afirmaba que la verdadera esencia del pintor era la memoria, no la realidad. Estas diferencias, junto a otras muchas, produjo un fuerte choque entre ambos artistas. Según los principales biógrafos de Van Gogh, la frustración de su relación profesional con Gauguin, en el que había puesto tantas ilusiones y esperanzas, así como la partida de su amigo, antes de lo esperado, pudo ser el detonante de sus posteriores crisis psiquiátricas.

El 23 de diciembre de 1888 tuvieron un fuerte altercado. Supuestamente, se cree que el pintor holandés amenazó a Gauguin con una navaja. Más tarde, Van Gogh sosteniendo la navaja con la mano derecha se rebanó parte de la oreja izquierda, comenzando desde arriba en dirección descendiente. Van Gogh envolvió la sección cortada en un paño y en el burdel "La Casa de la Tolerancia Número Uno" se lo regaló a Rachel. Posteriormente, sería hospitalizado prácticamente durante todo un año en el sanatorio mental de Saint Rémy.

Entre los diferentes escritos del artista francés, debemos destacar los de carácter religioso marcados por una visión revolucionaria y un cristianismo anticatólico (tal y como aparece en el panfleto"El espíritu moderno y el catolicismo"), sus descripciones de soledad e incomprensión por parte de sus colegas y críticos ("Historias de un pintamonas"), así como otros escritos "Noa, Noa, la isla feliz", "Escritos de un salvaje", "Avant et Aprés" y "Cartas a Georges Daniel Monfried", entre otros. Junto a estos textos, realizó campañas político-jurídicas para exonerar a las familias indígenas, que vivían lejos de Atuona, de la obligación de enviar a sus hijos al colegio. Igualmente, se manifiesta públicamente en contra de la prohibición de comprar alcohol o de pagar el impuesto para la construcción de carreteras. En definitiva, todo un cúmulo de propuestas rebeldes contra todo lo que significaba el orden y la moral de la colonia francesa. Mostró una absoluta rebeldía ante la sociedad europea de fines del siglo XIX, reflejando a un ser angustiado, que necesitaba ser libre y que buscaba la felicidad más allá de las normas sociales y morales. Esto conllevó que las instancias católicas y la gendarmería le persiguieran y le hicieran la vida imposible. Fue sometido a varios procesos judiciales, lo que le privó de su casa y de sus escasas pertenencias.

Exaltaba las civilizaciones primitivas, no corrompidas por el abuso de la razón occidental y las normativas eclesiásticas. En definitiva, buscaba una sociedad inundada por la felicidad, alejada de restricciones sociales y de pensamiento. Estas islas le parecieron uno de los pocos lugares del mundo donde se podía ser libre. Un ideal que fue perseguido por otros intelectuales occidentales, como el escritor escocés Robert Louis Stevenson, autor de "El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde", "La isla del Tesoro" y "La flecha negra", quien también acabó en los Mares del Sur, convirtiéndose en una leyenda para los indígenas por su poder de inventar historias, de hecho, fue apodado "Tusitala", el contador de cuentos.

Sus primeros cuadros importantes son pintados cuando tenía más de 30 años, exactamente podríamos situar su periodo más productivo entre los 40 y 50 años. En este sentido, la influencia pictórica de Gauguin ha sido muy notable, de hecho, ha marcado como discípulos suyos a los pintores de la escuela de Pont-Aven y a los nabis; igualmente Pablo Picasso se sintió impresionado por la energía de su arte primitivo, inspirándose en la escultura Oviri para la realización de "Las Señoritas de Avignon"; Henri Matisse y otros pintores fauves se quedaron fascinados con la exaltación cromática de sus cuadros y su luz cálida y notable; los expresionistas alemanes compartieron el interés del artista por los ídolos, los ritos paganos y la estatuaria primitiva; incluso, el arte abstracto también puso sus ojos en las propuestas del artista francés, ya que este proclamó la superioridad del color sobre el dibujo y la fuerza del gesto creativo e instantáneo. Consiguió con su pintura una superación de la mera realidad descrita, convirtiendo la naturaleza en expresión libre de emociones y en un medio para la imaginación del artista.


Referencias:

Sweetman, D. (1998). Paul Gauguin. Biografía de un salvaje. Barcelona: Paidós Testimonios.
Vargas Llosa, M. (2003). El Paraíso en la otra esquina. Madrid: Alfaguara.


Iñigo Sarriugarte Gómez
Profesor Asociado en el Depto. de Historia del Arte, Universidad del País Vasco, España y Profesor Colaborador en el Instituto de Estudios del Ocio de la Universidad de Deusto, España