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Febrero - Marzo
2004

 

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Viernes
 

Por Adriana del Moral
Número 37

Viernes. Que la peli repetida. Que sobreviviré a Madrid, como a mi pequeña ciudad de tilos y diagonales. Como a Baires: inescrupulosa y febril.

Que puedo ser yo misma o tal vez otra, a cada hora: como esos rostros que día a día deambulan en el Metro: de Sol a Atocha, de Gran Vía a Tribunal, apostando destinos: de Antón Martín a Plaza Benavente.

Que puedo ser ese "casi siempre" teñido de soledades, de destierros, de dulces compañías, noches o días...

Hoy ya se ve desde el jardín de el Retiro -con sus aguas quietas, su palacito de cristal- que las decisiones -como en los cuentos- tienen un principio y un final: tal como tomarse aquel vinito preferido de la Plaza Santa Ana o degustarse la mejor bocata con salsa rosa en El Brillante. De cara a Atocha, de espalda al Prado. De sol, de luna.

Pues sí: grandes decisiones o simples momentos, para la Puerta del Sol dá igual. Pequeños, fragantes, prudentes, desprotegidos. Todos abrazados, apostando a lo mismo, en el corazón de Madrid.

Y qué va, de eso se trata: un camino al andar que suena a poeta loco, no hay vuelta: siempre taconea en la Preciados como la más pura verdad...

Pero para que el tiempo de pasión no mude y el corazón viva de certezas siempre hay que guardarse un lápiz de color, y atesorarlo en el bolsillo cual diamante cruzando la puerta de arribo al avión: aquel monstruo blanco, implacable, que tan lejos nos lleve.

Tal la dicha de ese rojo carmín que en la Puerta de Alcalá se ha cruzado conmigo . Con él , intacto y permanente dibujé este sueño simple, paciente, luminoso. Como el de cualquiera de los mortales, de esos que se pueden contar o que no, pero que siempre existen. Y mezclado entre las nubes, sobreviviente entre los riachos cortos de la lejanía, cuando las luces de Buenos Aires brillaban, ahí lo solté...

Ya sabemos: a miles de kilómetros de altura, si los dioses existieran , ya se habrían encargado para entonces de las lágrimas que nos dejaron los vacíos.

Que todo no puede ser, casi todo no se puede. Y por si alguien no lo dijo, siempre habrá alguien que lo proclamará.

Que sí. Que basta de lagrimear. Se acabaron los minutos y este Southern Winds ya pisó este suelo. El cielo allá. La tierra hoy. Esta la cercanía, tantos los pasos. Para el Obelisco , dá igual.
¿Y qué hay de esta vez? Esta vez, que un espejo sin cobardías me seguirá de puntillas.

¿Qué quedó de aquella vez? Aquella vez, exánime en calle Princesa, sin tener sitio alguno dónde dormir...Renunciando a tantísima cosa, a las utopías dormidas: abrigando un sueño apuñado y loco: listo a volar, presto a cumplir.


Lic. Adriana del Moral
Licenciada en Biología Universidad Nacional de La Plata, Argentina.