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Febrero - Marzo
2004

 

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Alejandro y Lorenza
 

Por Armando Torres
Número 37

Alejandro salió de la reunión enojado, en parte porque Lorenza –la única, la inclasificable- se le había ocurrido comenzar a coquetear con un fulanito de nombre raro.

También porque todos habían hecho broma de su peinado: “te dormiste en la peluquería”, “no sabía que ibas a hacer tu primera comunión”. Y también porque había terminado discutiendo con Julio sobre la ley de Hacienda en una fiesta ¡en esta fiesta! , lo único que logró es que todos se alejaran.

Había dejado de llover por lo que decidió caminar hasta su casa. Se aflojó la corbata y pensó en Lorenza –la insoslayable- pensar que alguna vez se dijo que podría hacer todo por ella, todo claro, menos decirle que la amaba.

Recordó cuando la conoció, no caminaba: flotaba –la etérea Lorenza- no hablaba: cantaba-la bosanova Lorenza- y su nariz ahí, claramente presente que recomponía su rostro –Lorenza Picasso-, porque todo su rostro partía de su nariz, el sol de su universo.

A lo lejos distinguió un gato husmeando en unas bolsas con basura, Alejandro tomó una piedra y la lanzó sin mucha convicción ni puntería. 1 día, dos días, tres semanas preparando a diario el discurso del amor –nocturno a Lorenza- pero sin hallar el lugar, el momento adecuado, el ambiente, la canción que encajara para conquistarla la cumbre –Everett Lorenza- El gato volteó por un instante y regresó a su búsqueda. Seguramente a ella él no le importaba, aunque eso no apagaba su amor, más bien lo ennoblecía –Alejandro Byron- le anticipaba su destino de lucha y sacrificio que tendría que enfrentar. Por ella –su Lorenza Dulcinea-, para que al final como todo romántico se declarara vencido.

Recordó el día en que estuvo más cerca de ella, cuando el profesor de literatura le preguntó a su Lorenza –su platónica Lorenza-, sobre la dialéctica de la soledad. Alejandro entró al rescate explicando que todo se oponía al amor, las clases sociales, la religión, la tradición, el color de la piel, la indiferencia, y fue la primera vez en que estuvo seguro que sus almas se encontraban y se unían en una sola –su Lorenza alma gemela. Al terminar la clase Lorenza ni lo miró pero él estaba seguro que la conexión entre ellos existía.

El verdadero caballero debe combatir por su dama aún a sabiendas que perderá. Y la muerte heroica es el único camino honorable para dar fe de su amor, si Lord Bayron perdió la vida peleando en Grecia, él tenía que buscar su Waterloo –Lorenza Josefina. La brisa comenzaba nuevamente y un relámpago iluminó la calle poco alumbrada.

La música ruidosa de beat disco circulaba por todos los cuerpos de los asistentes a la fiesta. Lorenza rodeada de un grupo de jóvenes que aplaudían su agilidad, bailaba con fulanito, no pudo escuchar su nombre pero no importó, era guapo, algo más que suficiente para ella. Tal vez era lo mejor que había en la fiesta, ella por su puesto, Lorenza la grande era casi lo mejor que había en la fiesta, porque Julia la anfitriona era perfecta. La única diferencia entre ellas era la nariz. Julia la tenía pequeña, fina, en Cambio Cyrano Lorenza sabía que ese era el detalle más desagradable de su rostro, y aunque había intentado convencer a sus padres de una cirugía no se mostraron especialmente convencidos, tal vez si saliera bien en sus calificaciones...

La música se alentó y unas cuantas parejas quedaron en el centro de la sala. Lorenza se dejó abrazar por fulanito y percibió un ligero olor a sudor.

Sacar buenas calificaciones, eso estaba un poco difícil sobre todo en literatura y en química, definitivamente necesitaba la ayuda de alguien, ¿pero quién? Sus amigas eran bastante malas para esas materias y ni modo de pedirle ayuda al hígado de Susana. De los chicos el único que salía bien en esas materias era Alejandro, el que casi siempre se sentaba detrás de ella en las clases, el de corte de pelo rarito, el que nunca le hablaba. Es más Lorenza creía ni siquiera se daba cuenta que ella existía. ¡Qué curiosa sensación! Estar con fulanito y pensar en Alejandro, viéndolo bien no era feo y hasta olía bien, la vez que él contestó la pregunta en literatura evitando que el maestro la ridiculizara, al salir pasó junto a él y pudo percibir un aroma dulce y suave, tal vez si no fuera tan tímido y con ese peinado...

El cielo se despejaba de nuevo, la luna medio vacía y una estrella que se movía a lo lejos. Si ella su Lorenza ignota, estuviera en este momento aquí utilizaría las frases tanto tiempo ensayadas: “cuando alguien ve una estrella fugaz puede pedir un deseo y éste se cumple. Mi deseo sería fundirme contigo, ya que tu eres lo que he anhelado en mi vida” . La luz seguía moviéndose a velocidad constante. No eso no era una estrella, era un vulgar avión. Llegó a su casa entró sin encender las luces y sin desvestirse se tendió en la cama ante el cansancio y el aburrimiento que le provocaba esta situación.

Salir de la fiesta al bar como si no supiera que esto era el inicio del estira y afloja, besos robados, acurrucamientos, humo cubriéndola en oleadas, más copas, Lorenza, la guapa, la jaladora subió al auto de fulanito , y al final, a su cama cansada y aburrida.

El texto Alejandro y Lorenza obtuvo una mención en el Festival de Las Artes celebrado en el ITESM Campus Morelia en 2003.


Mtro. Armando Torres Rodríguez
Profesor del ITESM Campus Central de Veracruz, Ver., México