|
Por Armando Torres
Número 37
Alejandro salió
de la reunión enojado, en parte porque Lorenza –la
única, la inclasificable- se le había ocurrido comenzar
a coquetear con un fulanito de nombre raro.
También porque todos habían
hecho broma de su peinado: “te dormiste en la peluquería”,
“no sabía que ibas a hacer tu primera comunión”.
Y también porque había terminado discutiendo con Julio
sobre la ley de Hacienda en una fiesta ¡en esta fiesta! ,
lo único que logró es que todos se alejaran.
Había dejado de llover por
lo que decidió caminar hasta su casa. Se aflojó la
corbata y pensó en Lorenza –la insoslayable- pensar
que alguna vez se dijo que podría hacer todo por ella, todo
claro, menos decirle que la amaba.
Recordó cuando la conoció,
no caminaba: flotaba –la etérea Lorenza- no hablaba:
cantaba-la bosanova Lorenza- y su nariz ahí, claramente presente
que recomponía su rostro –Lorenza Picasso-, porque
todo su rostro partía de su nariz, el sol de su universo.
A lo lejos distinguió un
gato husmeando en unas bolsas con basura, Alejandro tomó
una piedra y la lanzó sin mucha convicción ni puntería.
1 día, dos días, tres semanas preparando a diario
el discurso del amor –nocturno a Lorenza- pero sin hallar
el lugar, el momento adecuado, el ambiente, la canción que
encajara para conquistarla la cumbre –Everett Lorenza- El
gato volteó por un instante y regresó a su búsqueda.
Seguramente a ella él no le importaba, aunque eso no apagaba
su amor, más bien lo ennoblecía –Alejandro Byron-
le anticipaba su destino de lucha y sacrificio que tendría
que enfrentar. Por ella –su Lorenza Dulcinea-, para que al
final como todo romántico se declarara vencido.
Recordó el día en
que estuvo más cerca de ella, cuando el profesor de literatura
le preguntó a su Lorenza –su platónica Lorenza-,
sobre la dialéctica de la soledad. Alejandro entró
al rescate explicando que todo se oponía al amor, las clases
sociales, la religión, la tradición, el color de la
piel, la indiferencia, y fue la primera vez en que estuvo seguro
que sus almas se encontraban y se unían en una sola –su
Lorenza alma gemela. Al terminar la clase Lorenza ni lo miró
pero él estaba seguro que la conexión entre ellos
existía.
El verdadero caballero debe combatir
por su dama aún a sabiendas que perderá. Y la muerte
heroica es el único camino honorable para dar fe de su amor,
si Lord Bayron perdió la vida peleando en Grecia, él
tenía que buscar su Waterloo –Lorenza Josefina. La
brisa comenzaba nuevamente y un relámpago iluminó
la calle poco alumbrada.
La música ruidosa de beat
disco circulaba por todos los cuerpos de los asistentes a la fiesta.
Lorenza rodeada de un grupo de jóvenes que aplaudían
su agilidad, bailaba con fulanito, no pudo escuchar su nombre pero
no importó, era guapo, algo más que suficiente para
ella. Tal vez era lo mejor que había en la fiesta, ella por
su puesto, Lorenza la grande era casi lo mejor que había
en la fiesta, porque Julia la anfitriona era perfecta. La única
diferencia entre ellas era la nariz. Julia la tenía pequeña,
fina, en Cambio Cyrano Lorenza sabía que ese era el detalle
más desagradable de su rostro, y aunque había intentado
convencer a sus padres de una cirugía no se mostraron especialmente
convencidos, tal vez si saliera bien en sus calificaciones...
La música se alentó
y unas cuantas parejas quedaron en el centro de la sala. Lorenza
se dejó abrazar por fulanito y percibió un ligero
olor a sudor.
Sacar buenas calificaciones, eso
estaba un poco difícil sobre todo en literatura y en química,
definitivamente necesitaba la ayuda de alguien, ¿pero quién?
Sus amigas eran bastante malas para esas materias y ni modo de pedirle
ayuda al hígado de Susana. De los chicos el único
que salía bien en esas materias era Alejandro, el que casi
siempre se sentaba detrás de ella en las clases, el de corte
de pelo rarito, el que nunca le hablaba. Es más Lorenza creía
ni siquiera se daba cuenta que ella existía. ¡Qué
curiosa sensación! Estar con fulanito y pensar en Alejandro,
viéndolo bien no era feo y hasta olía bien, la vez
que él contestó la pregunta en literatura evitando
que el maestro la ridiculizara, al salir pasó junto a él
y pudo percibir un aroma dulce y suave, tal vez si no fuera tan
tímido y con ese peinado...
El cielo se despejaba de nuevo,
la luna medio vacía y una estrella que se movía a
lo lejos. Si ella su Lorenza ignota, estuviera en este momento aquí
utilizaría las frases tanto tiempo ensayadas: “cuando
alguien ve una estrella fugaz puede pedir un deseo y éste
se cumple. Mi deseo sería fundirme contigo, ya que tu eres
lo que he anhelado en mi vida” . La luz seguía moviéndose
a velocidad constante. No eso no era una estrella, era un vulgar
avión. Llegó a su casa entró sin encender las
luces y sin desvestirse se tendió en la cama ante el cansancio
y el aburrimiento que le provocaba esta situación.
Salir de la fiesta al bar como si no supiera
que esto era el inicio del estira y afloja, besos robados, acurrucamientos,
humo cubriéndola en oleadas, más copas, Lorenza, la
guapa, la jaladora subió al auto de fulanito , y al final,
a su cama cansada y aburrida.
El texto Alejandro y Lorenza obtuvo
una mención en el Festival de Las Artes celebrado en el ITESM
Campus Morelia en 2003.
Mtro.
Armando Torres Rodríguez
Profesor del ITESM Campus Central
de Veracruz, Ver., México |