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Por Juan Carlos Bonilla
Número 37
Pasado el tiempo, uno puede
hablar de locos y de Dioses y de drogas y de cuanta cosa uno quiera,
pero realmente dentro de las rejas de la prisión esto deja
de ser importante, cada grano que recubre esta pared de ladrillos
parece un instante vivido en el sucedáneo mundo extravagante
de las equivocaciones, por que seamos realistas, vivimos este mundo
en torno a errores cometidos una y otra vez, si no fuera así
no tendría sentido la historia, la ciencia política,
el estudio mismo de la comunicación, las novelas, la pasión
y mucho menos el amor. Imaginemos un mundo perfecto muy a la Aldous
Huxley, donde la misma derrota del mundo feliz se encuentra en la
perfección de sus habitantes, desde Alfas hasta Epsilones,
todos hechos de una manera predestinada y perfecta para vivir una
vida acorde a sus capacidades y colocadas estratégicamente
como tablero de ajedrez, es más, todo fuera tan sencillo
como ser peones o reyes. Pero seamos realistas, no podríamos
concebir ni siquiera el amor verdadero sino, por una verdadera atracción
hacia las desgracias de la persona amada.
Que fácil es escribir desde
mi celda, criticar al mundo y volverme ese Dios que le ha dado vida
al mundo de mi imaginación, como lo ha hecho Miguel de Unamuno,
Kundera o el mismo Jesucristo, es más que sería del
pobre de Omar, si Omar, aquel del que me acuerdo como loco teniendo
problemas para abrir una cerveza y que acabó enamorado de
la misma, recuerdo que él y chela tuvieron tantos problemas
antes de consumir su amor en un beso que acabaría con la
vida de la misma, pobre, Omar se veía tan triste al haber
perdido a su querida, pero en verdad el es un auténtico cabrón,
enseguida llegó otra igual, la tomó con sus manos
de gigante y ya se había olvidado de la anterior. Pues no
sé, parece bastante estúpido, pero en una algarabía
orgiástica con ayuda de sustancias, se pueden crear y reproducir
pasiones tan fuertes y absurdas como las de la vida real, sólo
es cuestión de pensar en lo más absurdo, comparar
hasta el fondo con algo muy importante, y podremos pasar un buen
momento de lo más simpático y quién sabe, a
lo mejor hasta escribir un libro o hasta en una revista importante
o hasta la misma Biblia.
Por que en este grano que veo en
la pared, que solamente sería posible gracias a aquel impostor
de Dios que conocí aquel día en un parque, se ve la
figura de Adriana, si, claro que es Adriana, pobrecilla, yo la vi
en pleno viaje somático ser expulsada del mundo de las personas
con voluntad a causa del desprecio que le hizo a Ricardo Flores,
aquel catrín que vaya, que suerte se carga ese tipo, sabe
conseguir las mejores drogas para atraer a las chicas hacia él
privándolas de toda voluntad, no sé, yo creo que en
definitiva si es una violación, una chica del calibre de
Adriana no puede dejar de sentir repulsión hacia aquella
prominente barriga, que asco, y aquellos dientes amarilloverdosos,
su olor es casi tan repugnante como su aspecto, y no podemos olvidar
aquella verruga que hace un juego perfecto con lo grasosos de su
piel que brilla poco más que el tumulto de joyería
que adorna su ostentoso cuerpo como a un árbol de navidad
seco y plagado de gusanos. Pero en fin, espero no crear en la voluntad
de mi drogadicción un mundo tan patético y situaciones
tan repugnantes como estas, el ver a Adriana en los brazos de aquel
cerdo, observar su delicado cuerpo con los ojos rojos siendo besado
y lengüeteado por su saliva que yo creía radioactiva,
esto si sería más cruel que una tortura directo a
mis genitales, no solo verlo, en fin, sólo fue un viaje,
pero ese maldito viejo creído Jesucristo supersatánico,
que en su delirio me dice que yo fui el creador, eso si que no,
y si no, que muera aquí ahogado en mi propia miseria o por
la misma mano de Adriana.
Imaginar cuantas cosas putrefactas
se pueden crear en un desquebrajado instante de insolencia, imaginarlo
realmente multiplicado por la gran cantidad de drogos que habitan
nuestro mundo, y no sólo eso, los que hayan sido creados
en otro viaje, cuántas personas no estarán en este
momento confinadas al mundo de la broma y de lo absurdo, cuántas
personas limitadas al confín de máscaras puestas por
la voluntad de un hombre insolente y ególatra. No sólo
Dios, el creó un mundo, los drogadictos crearon otros, a
lo mejor y hasta comunas emancipadas y felices, los escritores,
los novelistas, todos, todos somos Dioses, todos somos creadores
de vidas y sin darnos cuenta destinos que alteran mundos, personas,
sociedades, culturas y políticas, pero aun así, somos
impotentes a defendernos de nosotros mismos, como si fuera este
un mundo de Dioses librando guerras entre nosotros mismos. Tenemos
como mejor ejemplo a Bill Gates, Quentin Tarantino, Emilio Azcarraga,
y sus muy variadas y enfocadas instituciones, pero como siempre,
el lado bueno de luchadores de la justicia que ahora se conocen
mejor como críticos de la sociedad, o de la comunicación,
personalidades como McLuhan, Sartori, Marx, Luhmann, Hesse, Soler
o Burroughs.
Vidas entregadas a la lucha, pero
como siempre existe una próxima y una próxima y otra
próxima generación, los futuros estudiosos de sucesos
y críticas, la nueva era infinita, que empieza por ser una
parte liberal revolucionaria y acabo por ser conservadora de su
propio tiempo, y me propongo dentro de mis próximos números
hacer un suceso de relaciones antiguas con contemporáneas,
crear nuevo seres y mundos, sin parar, personajes que vivan paralelamente
mi mundo, mi contexto y nuestra vida, por que es nuestra, es viva
imagen de nosotros mismos todo lo que gira alrededor, no importa
si somos publicistas o científicos, artistas o críticos,
gobernantes o gobernados, bajo la óptica de la comunicación,
nuestras relaciones son intrínsecas y dialécticas,
somos mero objeto de estudio de nosotros mismos y vivimos con una
sola razón, experimentar hasta lo no conocible, la muerte,
vivir para morir, respirar para acabar asfixiados y sentir para
acabar inertes.
Juan
Carlos Bonilla
Estudiante de Ciencias de la
Comunicación en el Tecnológico
de Monterrey, Campus Estado de México, México. |