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Por Ximena Esteinou
Número 37
El
amor es potencia integradora, generadora, sanadora, es un estado
auténtico que surge de la conciencia. A medida que vamos
ampliando nuestro conocimiento sobre la vida, el amor cobra mayor
fuerza en nuestro interior enraizando con hondura sus conductos
más delicados y vehementes. Al tener el interior invadido
de amor la vida adquiere su sentido último y esto germina
el exterior sin detenerse a pedir permiso, ya que amar es el profundo
impulso vital de todo ser vivo por conectarse ecuánimemente
con el centro de la existencia y establecer vínculos genuinos
con los otros.
El
amor es una postura inclusora conectada al corazón del universo.
Al amar nos preñamos de vigor. Este estado nos empapa de
intuición, nos sumerge en expresión haciéndonos
valorar cualquier forma de vida en el cosmos. El amor es una fuerza
opulenta que otorga libertad, sabiduría, nos sensibiliza
y seduce para que entreguemos sin reparos o juicios lo más
hermoso de nuestra esencia en el transcurso del camino. Paralelamente
nos acompaña en las etapas dolorosas brindándonos
la oportunidad de transitar el sufrimiento amorosa y dignamente,
para hacernos llegar a los lugares más potentes de nuestro
interior, tocar nuestros inmensos recursos y descubrir que su fuerza
es medicina regeneradora. Nunca estamos solos, el amor nos escolta
todo el tiempo, vive con nosotros; aún en los momentos de
desesperanza y sinsabor cuando olvidamos nuestra capacidad curativa
y amorosa, el amor encuentra los conductos necesarios para abrazarnos.
Depende de nosotros aceptar sus obsequios (las llamadas “casualidades“
que más bien son una guía para encontrar nuestra misión).
El amor no se cansa de permanecer a nuestro lado. Por el contrario
su labor esencial es mostrarnos el camino adecuado incrementando
nuestra conciencia.
El
amor es una cualidad que se nos da junto con la vida, nacemos con
ella, somos seres amorosos por naturaleza, por tanto es natural
que nuestra necesidad primordial sea amar y ser amados. Los seres
humanos, los animales y cualquier ser vivo se entristece, devasta
y deprime cuando vive el desamor o en desamor. Todo esto explica
que la vida en esas circunstancias parezca carente de significado,
y de pronto su sentido último se paralice.
Son
tiempos cruciales por que nos toca decidir entre vivir en la evasión
y la felicidad artificial que produce el materialismo o vivir en
amor: un estado invariable, productivo, verdadero e inmortal. En
ningún momento quiero decir que lo material no sea necesario
o bello, por el contrario cualquier creación humana es hermosa
e imprescindible. Hay una gran diferencia entre crear y poseer desde
y para la vida; y utilizar nuestros recursos, conocimientos y oportunidades
egoísta e inconscientemente sin importar las consecuencias
o sin contemplar el dolor para sobrevivir mediocre y “cómodamente“
nuestra estadía sobre la tierra.
No
se trata de juzgar sino de recuestionarnos y afinar nuestra intuición
para retomar el camino hacia el interior, hacia el encuentro con
nuestro espíritu y nuestra enorme capacidad amorosa que está
en espera de ser desplegada.
Es
cuestión de encontrar el equilibrio, no de caer en fanatismos
o extremos. La vida es una oportunidad para hacernos conscientes
de nuestra existencia, de nuestro potencial y trascender desde nuestra
virtud más sabia y poderosa: el amor.
Los
seres humanos somos seres luminosos, poderosos, co-creadores de
la vida misma, nacemos dotados de amor. El mal es una elección,
no una característica que poseamos por naturaleza, se construye
con cada decisión incorrecta que tomamos, cuando nos traicionamos
optando por el desamor. No es el odio lo que mata al amor sino el
miedo. La traición, el egoísmo y el narcisismo constituyen
la fórmula perfecta para construir hombres temerosos de sí
mismos, carentes de dar o recibir amor, desconectados de su interior;
convirtiéndose así en seres realmente pobres y débiles
por elección. Son estos seres los que comenten las injusticias
más despreciables, inhumanas y aberrantes. Detrás
de cada asesino, abusador, o cualquier líder de la injusticia
se encuentran seres escasos de amor, su esencia más profunda
está dañada y enferma por todas las veces que han
traicionado su capacidad amorosa. Son seres impotentes que no pueden
expandirse en el amor por eso destrozan a su paso todo lo amoroso
y realmente valioso en la vida. Sus acciones están respaldadas
por la envidia proveniente de los huecos insaciables que se alojan
en el alma cuando se traiciona el espíritu.
No
hay por que temerle a nuestra fuerza amorosa. Ésta es generosa,
poderosa y vital. Es al miedo al que hay que huirle sin pensarlo.
El
amor es aquello que hace posible las metamorfosis, nos obsequia
los elementos oportunos para extender las alas, trascender y volar
con entera libertad hacia la verdad. El amor es ese brillo resplandeciente
que proviene del alma y se refleja en la mirada acusando lo prodigioso
de la vida, es todo acto de perdón, comprensión, conmoción,
es lo que hace posible lo quimérico. El amor es un sentimiento
fácil de reconocer: es benévolo, acoge el alma y cuida
del otro. Es la fuerza última que nos une por encima del
rencor, el desazón, el temor o cualquier acto de alevosía.
Sus raíces emanan del rincón supremo en donde se gesta
la energía del universo.
La
fuerza del amor es tan intensa que repara todo tipo de heridas,
es una pócima renovadora, magia real para curar el dolor
y lo más increíble es que nacimos con ella. Somos
seres sanadores de los desgarramientos más profundos. Todo
consiste en elegir el amor y permitirle que se extienda en nuestro
interior.
El
amor es energía inmortal e indestructible ya que su característica
principal radica en regenerar, por está razón siempre
tiene la última palabra frente al desamor o la traición.
El amor nos permite percibir el aroma de lo invisible, nos muestra
la función de la vida, pule nuestros sentidos para deleitarnos
con sus acciones, repara lo agrietado, florece lo devastado, es
música celestial que hace bailar con ritmo unísono
al universo, suma, renueva, es líquido nutritivo del que
continuamente estamos sedientos, está inmerso en el viento
y genera oportunidades. Es insistente y sin lugar a dudas encuentra
los medios propicios para hacerse presente, agasajar, reconfortar,
curar, procrear y materializarse. El amor nos hace vivir en sincronía
con Dios, nos conecta con su fuerza de forma tangible. Es lo que
hace posible la vida y la oportunidad de descubrirla.
Ximena
Esteinou Loera Chávez |