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Abril - Mayo
2004

 

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Todo Tiene un Límite
 

Por Carlos Fara
Número 38

"Quien sabe detenerse no corre peligro, y puede durar eternamente", dice Lao Tsé en su clásico Tao Te Ching. El autor chino entendía que lo primordial es tender a la armonía, ya que toda acción recae sobre uno mismo. Este principio no parece ser tenido demasiado en cuenta en la política argentina de los últimos tiempos.

¿Quién empezó? Esa parece ser la pregunta sin respuesta acabada del último mes. ¿Empezaron los grupos guerrilleros matando hombres de las fuerzas armadas, o las fuerzas armadas fusilando civiles en 1956? ¿Empezó el peronismo bonaerense tratando de cobrarse deudas con el presidente, o Kirchner atacando a los gobernadores justicialistas? ¿Empezaron las empresas de energía que no que hicieron inversiones, o la recesión más profunda de la historia que las desalentó? Todo parece estar puesto en blanco y negro.

Las FF.AA., las empresas privatizadas, los jueces de la Corte enrolados con el menemismo, el FMI, los “fondos buitres”, o los piqueteros duros son actores aislados de la sociedad civil, fáciles de atacar, y que no jugaron ningún papel en que Kirchner llegara al poder. Varios de los gobernadores justicialistas y particularmente el peronismo bonaerense no cumplen ninguna de las dos condiciones.

La clave de todo es que el presidente llega a su cargo con el 22% de los votos, no con una mayoría legitimada en las urnas. Por primera vez, un presidente peronista logra la presidencia sin ser antes líder del movimiento. El peronismo tiene una matriz cultural marcada por el carisma y la seducción. Como mencionamos en esta misma columna en diciembre: “En el peronismo, después de Perón, sólo se sostienen en el largo plazo los exitosos, los seductores y los que conducen efectivamente al conjunto”.

Kirchner es exitoso en el gobierno, por ahora, pero no seduce. Respecto a la conducción, trata de ejercerla a fuerza de un duro disciplinamiento. Es respetado, pero no amado. Lo que pasó el viernes 26 de marzo en el congreso del partido produjo un quiebre interno que ya no se volverá a reconstituir (más allá de cómo termine formalmente la saga).

Este hecho, políticamente mucho más importante que la marcha convocada por Blumberg, desata varios interrogantes.

¿Traerá problemas para la gobernabilidad? No en el corto plazo, gracias a Duhalde –el mejor aliado del presidente, aunque Kirchner no lo crea- y las encuestas que le seguirán sonriendo al oficialismo, más allá de que quizá no sostenga niveles tan altos todo el tiempo. Claro: lo fundamental pasará sin problemas, las demás iniciativas comenzarán a trabarse un poco.

¿Era necesario otro frente de conflicto? Ya tenía bastante con el tema externo, las tarifas, los piquetes, la desocupación, la corrupción en sus distintos ámbitos y la inseguridad. En principio no parecía recomendable sumarse uno más. Mucho menos cuando eso implica entrar en contradicción con el sector más grueso de su bloque de diputados nacionales.

¿Se rompió la luna de miel con la sociedad? Esta es la pregunta tan meneada en los últimos días, sobre todo a partir de la marcha convocada por Blumberg. Algún día la miel se termina, lo cual es una señal de madurez. Pero no implica ruptura con la opinión pública rápidamente.

¿Cuáles son las cosas que debería tener en cuenta el gobierno? En primer lugar, que basa su popularidad en el deseo de la sociedad de una tregua post crisis, y en la satisfacción simbólica que venía otorgando (Corte, PAMI, derechos humanos, deuda externa, etc.). Pero los dos factores se agotan en algún momento.

En segundo lugar, que el gobierno gana en esta etapa cuando la gente compara a Kirchner con Menem y de la Rúa, el presente vs. el pasado. Sin embargo, en algún momento la sociedad comenzará a comparar a Kirchner con sí mismo, y si no se perciben acciones concretas (subrayo “perciben”), el estándar de aprobación bajará lógicamente (y potenciará a los adversarios internos).

La tercer cuestión es que al poner mucho énfasis respecto a que se hacen las cosas que la gente quiere, la marcha Blumberg le plantea todo un desafío respecto a qué hará cuándo la opinión pública pida cosas que no son del agrado del gobierno. Quizá entre en contradicciones insalvables.

La cuarta es que no se puede gobernar eternamente desde el conflicto, porque en algún momento las cosas no salen como se esperaba. Cuando se presentan problemas en la política, tarde o temprano tiene efectos sobre la percepción ciudadana.

Lao Tsé consideraba que la sabiduría consistía en reconocer límites.

Originalmente publicado en el diario El Cronista de Hoy


Carlos Fara
Director Ejecutivo de Fara & Asociados, Argentina