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Por Javier Esteinou
Número 38
Los
medios de información y la construcción de imaginarios
sociales
Debido a las nuevas capacidades tecnológico-materiales que
durante el siglo XX y principios del siglo XXI conquistaron los
medios de información colectivos, especialmente los electrónicos
y a las transformaciones urbano políticas que se dieron;
éstos se convirtieron en el centro del poder ideológico
y político contemporáneo de nuestra nación
En este sentido, de haber sido instrumentos de difusión relevantes
en 1960 en México, de transformarse en instituciones importantes
de socialización en 1970 y de convertirse en el cuarto
poder político a partir de 1980, como corresponsables
del poder; al principio del 2000 se transformaron en el vértice
del poder actual. Es decir, ya no solo son simples instituciones
importantes de información o el cuarto poder, sino
que ahora se han convertido en el “Primer Poder" ideológico
que existe en nuestra sociedad.
Con
dicha mutación cultural los medios de información
se han convertido en las extensiones del hombre y de las instituciones
y en consecuencia han construido una nueva zona de acción
social: el espacio virtual. En este sentido, la emergencia de los
medios de comunicación y de las nuevas tecnologías
de información en México, no sólo representó
la maduración del modelo de la Sociedad de la Información
y la radical transformación de las superestructuras culturales
de nuestras comunidades; sino que básicamente, el fenómeno
más relevante que produjo, fue la expansión intensiva
de la dimensión ideológica de la sociedad mexicana
a una esfera más amplia y versátil.
Así,
el espacio publico comprendido como el territorio libre, abierto
y autónomo donde participan los individuos, los grupos y
las instituciones según sus intereses y necesidades, se transformó
sustancialmente con la existencia de los medios de información
originando nuevas esferas públicas, según fueron las
características y el impacto social que produjo cada nueva
tecnología de comunicación que emergió en nuestro
territorio. En este espacio público se dan acciones privadas
y acciones públicas. Las acciones privadas responden a intereses
particulares, la mayor de las veces mercantiles y no están
abiertas a todos los sectores. Las acciones públicas son
colectivas y están abiertas a todos los sectores para discutir
las realidades y problemas de conjunto. En este sentido, la revolución
tecnológica de los medios de información los convirtió
en las herramientas básicas para construir lo público
y actuar sobre la cosa pública.
Es
por ello, que con la presencia de los medios de comunicación
lo que se transformó en nuestra República, a corto
plazo, fue el esqueleto ideológico de la sociedad en su conjunto
y a largo plazo, el del Estado mexicano. Dicho espacio se convirtió
en una nueva franja de interacción social donde se produjeron
fenómenos de ampliación y extensión de las
personas, los grupos, las instituciones y del Estado dando origen
en México a la Sociedad Extensa. De esta manera,
con ampliación de la sociedad extensa, vía la acción
de las tecnologías de información, el Estado experimentó
una gran transformación al interior de su estructura y dinámica
económica, política, social y cultural, pues las tareas
de construcción, dirección y cohesión ideológica
que realiza, entraron en una nueva fase de extensión geométrica
que dio origen a una nueva faceta del poder: el moderno Estado
Ampliado.
De
esta forma, se creó, cada vez más, una sociedad mediática
que produjo una nueva atmósfera cultural colectiva de naturaleza
virtual o comunicósfera que ocasionó
que el conjunto de las principales instituciones de gobernabilidad,
ahora funcionen a distancia por intermediación de los canales
de información, especialmente electrónicos y las nuevas
tecnologías de información. En este sentido, la casi
totalidad de las instituciones tradicionales como son la escuela,
los partidos políticos, el Congreso, la iglesia, las secretarias
de Estado, las empresas, los órganos de gobierno, los movimientos
sociales, las dinámicas comunitarias, etc. buscan proyectarse
y ampliarse vía los medios de información, asumiendo
las reglas mediáticas que imponen estos, ya que lo que no
aparece en los medios muy difícilmente existe en la conciencia
colectiva: Los medios se convirtieron en el epicentro cultural,
ideológico y espiritual de la sociedad mexicana de principios
del nuevo milenio.
Derivado
de lo anterior constatamos que en la actualidad, no existen vehículos
más eficaces para transmitir la información colectiva
a la sociedad que la radio y la televisión. Estos medios,
de suyo neutrales como tecnologías, transportan los mensajes
fundamentales que moldean la personalidad de los mexicanos. En este
sentido, las aspiraciones del pueblo, los anhelos del país
que queremos ser y la visión del mundo y de la vida, se construyen
en la nación lenta, cotidiana y eficazmente a través
del contenido de la programación de los sistemas de comunicación
colectivos.
Por
lo tanto, ya no ha sido el discurso político ni la acción
de los representantes populares y ni siquiera la prensa tradicional
lo que ha permitido a los mexicanos tener una visión cotidiana
de si mismos y del futuro de nuestra nación. En la actualidad,
son las redes de televisoras y radiodifusoras, quienes acceden permanentemente
a la mente de los mexicanos y les informan o les deseducan sobre
la conducta a seguir en la sociedad contemporánea que nos
corresponde vivir1.
De
ésta forma, aunque los medios de difusión no son instituciones
omnipotentes para producir efectos automáticos sobre los
auditorios, gracias a las evolucionadas capacidades materiales que
han alcanzado poseen suficientes habilidades tecno-ideológicas
efectivas, históricamente ya comprobadas, para crear y cambiar
las formas de pensar y actuar, y para imprimir fuertes direcciones
sociales a los campos de conciencias de los mexicanos: su principal
poder es virtual y mediático y de aquí se derivan
otras influencias económicas, políticas, mentales
y espirituales sobre la sociedad.
Dichas
tendencias se generan a través de la práctica de la
agenda setting, que es la capacidad informativa y pedagógica
que despliegan los medios de información para centrar cotidianamente
la atención de los diversos públicos en sólo
algunas realidades y no en otras, vía sus políticas
de información o de programación. Con ello, de forma
silenciosa permanentemente construyen una jerarquía del conocimiento
de la realidad, de los valores, de la política, de la cultura,
de la historia y de la vida que se convierte en un marco fundamental
de referencia y de acción que articula a los ciudadanos.
Así, la agenda setting se ha transformado en una
de las principales herramientas comunicativas para construir diariamente
la hegemonía social en México.
En
éste sentido, la construcción o destrucción
de la realidad masiva cotidiana, es decir, de lo que existe o no
existe, de lo que es bueno o es malo, de lo que hay que recordar
o hay que olvidar, de lo que es importante o no, de lo que es verdad
o es mentira, de lo que es visible o invisible, de lo que son valores
o antivalores, de lo que es la opinión pública o de
lo que no es, de lo que es virtuoso o no, de lo que hay que hablar
o hay que silenciar, de lo que hay que admirar o rechazar, de lo
que es el éxito o el fracaso, etc, se elabora, cada vez más,
especialmente en las grandes ciudades, desde los medios colectivos
de difusión.
Así,
el peso de los canales de información masiva es tan acentuado
sobre la conformación mental de la sociedad que podemos decir
que la realidad no son los medios de información, pero los
medios contribuyen sustancialmente a construir la realidad central
que reconoce la mayoría de la población. No son la
política, pero hoy día no se puede hacer política
sin la acción persuasiva de los sistemas de información
colectivos. No son el aparato jurídico, pero hoy día
los medios se han convertido en los tribunales electrónicos
que linchan o absuelven a las figuras públicas antes de que
el Estado recurra a los procesos constitucionales de oficio. No
son los partidos políticos pero producen el mayor caudillismo
electrónico que toda la capacidad proselitista directa que
realizan las organizaciones políticas. No son la única
fuerza de modelación social, pero ellos nos orientan mentalmente
para ver fundamentalmente hacia el Norte y no hacia el sur del continente.
No son la economía, pero ninguna economía contemporánea
puede funcionar sin la cultura de consumo que producen los medios
de información, vía su práctica publicitaria.
No son la moral, pero ellos indican que se puede tolerar y que se
puede reprimir. No son los sentimientos, pero en la actualidad el
campo emocional de los grandes grupos se mueve al ritmo de la programación
de los medios. No son la geografía, pero hoy aprendemos las
coordenadas geográficas fundamentales a través de
la programación de los medios. No son el pensamiento, pero
nos dicen sobre que pensar y como pensar. No son la memoria del
país, pero hoy día la agenda cotidiana del recuerdo
social se construye progresivamente desde los medios de difusión
de masas. No son la imaginación, pero son las instituciones
con mayor capacidad simbólica para crear y reproducir los
imaginarios sociales. No son la dinámica social, pero los
conglomerados humanos se articulan o desarticulan a partir de la
información que distribuyen los medios. No son la historia,
pero ellos reconstruyen la historia central de las naciones, etc.
En pocas palabras, son como el oxígeno, no lo son todo, pero
sin la presencia de este no puede existir la vida.
Esto
significa, que la construcción de la conciencia, la cultura,
la identidad, los valores cotidianos, en una idea, la visión
de la vida diaria colectiva, cada, vez más, se elabora a
través de los medios de información y no mediante
otras instituciones como las células familiares, la escuela,
la iglesia, los círculos culturales, el aparato burocrático
o los partidos políticos. Es decir, si a principio del siglo
XX la realidad colectiva se conocía de forma más directa,
a comienzos del siglo XXI progresivamente conocemos más la
realidad a través de las mediaciones que aportan los medios
de información y no vía otras instancias de socialización
mental.
Esta
asombrosa expansión tecnológica material de los medios
de información creó a principios del siglo XXI una
sociedad mexicana altamente mediatizada en sus procesos colectivos
de interacción que cambió radicalmente las formas
tradicionales de convivencia, organización, participación
e inserción comunitarias.
Los medios de información bajo el modelo de comunicación-mercado
El proceso de modernización que ha experimentado México
desde 1993 a la fecha con la firma del Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos y Canadá (TLC), ha producido profundos
cambios en las estructuras culturales e informativas de nuestra
República que han modificado la mentalidad de la sociedad
mexicana. La mutación más grande que se ha generado,
ha sido el retiro creciente del Estado Mexicano como instancia rectora
de los procesos de cultura y comunicación nacionales, para
delegar ahora su dirección a la dinámica del mercado
bajo el mecanismo de acción de la oferta y la demanda informativa.
Así, la rectoría del Estado en el campo de la conciencia
de lo público ha quedado substituida por la intervención
de las leyes del mercado con su Mano Invisible de regulación
natural; que no ha sido otra realidad que la acción de la
Garra Invisible de los intereses de los grandes monopolios
de la difusión sobre el proceso de la cultura y la conciencia
nacional.
Con
ello, se ha aplicado la política del laissez faire informativo
en el terreno comunicativo o cultural, o lo que es lo mismo,
asumir la mentalidad de que lo que no deja dinero a nivel cultural,
no sirve. Bases que, llevadas a sus últimas consecuencias,
en la práctica real han planteado el peligro de que en vez
de fortalecer nuestra cultura nacional en este período de
globalización, ésta se flexibilice, y en ocasiones,
hasta erosione más nuestros valores para incorporarnos eficientemente
como sociedad y sin restricción alguna a la nueva estructura
de competencia y de acumulación de los mercados mundiales.
De
ésta forma, ante el florecimiento en nuestro país
en la década de los noventas de las tesis modernizadoras
que han sostenido el adelgazamiento, la privatización, el
repliegue, la desregulación, la globalización y la
transnacionalización de todos los campos de lo público;
hoy se ha formulado oficialmente, cada vez más, con mayor
convencimiento que la dirección cultural de la sociedad mexicana
no debe conducirse por la acción interventora de políticas
planificadoras del Estado; sino que debe ser guiada por el equilibrio
natural y perfecto que produce el juego de los
libres principios del mercado entre productores y consumidores
culturales.
Debido
a ésta tendencia, se ha reforzado notablemente el modelo
de Comunicación-Mercado en nuestro país y
se ha marginado la presencia de otros modelos de comunicación
social. Dicho modelo se ha caracterizado por alterar la concepción
tradicional de la naturaleza de la actividad comunicativa que la
comprendía como un producto social y se ha pasado, con mayor
velocidad, a entenderla ahora como una simple mercancía más
que debe estar regida por los principios de la oferta y la demanda.
Con
ello, los procesos de comunicación se han concebido crecientemente
como instrumentos aceleradores del proceso de realización
de capital y no como herramientas culturales para la elevación
de la conciencia y el cambio colectivo para resolver nuestros problemas
de crecimiento nacional, particularmente ecológicos. Esto,
ha contribuido a producir una nueva valoración estratégica
del campo de las telecomunicaciones y de la industria audiovisual
desatando una lucha nacional por la concentración privatizada
de las cadenas de difusión sin ningún precedente histórico
en el país y la región.
La
aplicación mayoritaria de este modelo, ha generado en la
sociedad mexicana un fuerte desorden informativo, que ha producido
silenciosamente una anarquía cultural al permitir que estemos
altamente informados sobre lo secundario y no sobre lo fundamental.
Dicha anarquía cultural, dirigida por la mano invisible del
mercado, ha creado un caos en la conciencia colectiva que ha impedido
resolver más rápidamente nuestros grandes problemas
de crecimiento nacional, especialmente en el terreno ecológico.
En
este sentido, así como en el terreno productivo para conservar
el precio de las mercancías, la ley de la oferta y la demanda
del mercado ha obligado permanentemente a desperdiciar miles de
toneladas de productos en nuestro país plagado de carencias
vitales; de igual forma, la aplicación de los principios
del mercado al campo de la conciencia ha obligado a producir, a
través de las industrias culturales, las ideologías
del desperdicio más rentables, y a sacrificar los valores
más importantes que nos constituyen como comunidad, memoria
y Nación en la medida en que no sean altamente lucrativos
en términos monetarios y de corto plazo, o que se opongan
al crecimiento del mercado. Es decir, en la sociedad mexicana regida
exclusiva o mayoritariamente por los principios de la oferta y la
demanda, el mercado está liquidando naturalmente
a todas aquellas formas culturales que son ineficientes
para respaldar e impulsar el proceso de sobre acumulación
y super consumo social y fomenta a las que si permiten su expansión
material.
De
ésta forma, a partir del reinado de los principios del mercado
en el campo cultural, cada vez más, hemos presenciado la
práctica de un Malthusianismo Cultural que ha permitido
que sólo sobrevivan aquellas estructuras de conciencia que
sean las más aptas para existir, desde los criterios del
mercado. Así, con la aplicación de la Mano Invisible
del Mercado sobre los procesos de comunicación la conciencia
de lo social, ha sido desplazada para dar paso a la mentalidad de
los negocios, el pensamiento de la ganancia ilimitada, el deseo
del lucro, la inclinación dominante por el pragmatismo económico,
la ideología de la posesión material como sentido
de la vida, y la visión del progreso técnico como
nueva religión, por encima de otros valores urgentes para
la sobrevivencia colectiva, especialmente ecológicos.
Así,
mientras en nuestra sociedad ha existido la necesidad estratégica
de contribuir a producir desde los medios de información,
especialmente electrónicos, una mentalidad para la sobrevivencia
social como es la construcción de una cultura para la conservación
del medio ambiente, una cultura del agua, una cultura de la racionalización
de los recursos no renovables, una cultura de la defensa de las
especies animales, una cultura de la protección de la biodiversidad,
una cultura de promoción de la vida, etcétera; en
ese mismo contexto de prioridades sociales, los canales de difusión
electrónicos gobernados por los principios del mercado, han
tendido a construir una atmósfera de desperdicio cultural
al producir una cultura de la frivolidad, una cultura del hiperconsumo,
una cultura de la novedad, una cultura de la transnacionalización,
una cultura light, una cultura del espectáculo, una cultura
del star system, una cultura del inmediatismo, una cultura
del sensacionalismo, etcétera, que son altamente rentables,
a corto plazo, pero nos han llevado a despilfarrar la enorme energía
humana que existe en el país para enfrentar nuestros grandes
problemas de crecimiento y de sobrevivencia humana, particularmente,
en la relación que mantenemos con la naturaleza.
Debido
a esto, podemos decir que al iniciarse el siglo XXI, el proyecto
modernizador introducido al país ha formado intensivamente
una nueva Cultura Chatarra de la expansión del capital
y una reducción de la Cultura de la Vida y de la Humanización
que tanto requiere nuestra sobrevivencia nacional. Esto debido,
a que desde los criterios monetaristas de la modernidad, el impulso
de la Cultura de la Vida y de la Humanización
no es una actividad lucrativa que valga la pena fomentarla, a menos
que el proyecto de desarrollo material llegue a fases críticas
en las que el deterioro humano y social avance tanto que se establezca
en contradicción con la tasa de producción y concentración
de la riqueza.
Con
la acumulación de dichas tendencias, hemos sido conducidos
como sociedad al establecimiento de un sistema de Comunicación
Salvaje que ha producido silenciosamente frente a nuestras
narices, una enorme crisis cultural, ética y moral que ha
colaborado a minar algunas bases fundamentales de nuestra civilización,
prioritariamente a nivel ecológico. Proceso de comunicación
salvaje que se ha caracterizado por privilegiar lo superfluo por
sobre lo básico, el espectáculo por sobre el pensamiento
profundo, la evasión de la realidad por sobre el incremento
de nuestros niveles de conciencia, la incitación al consumo
por sobre la participación ciudadana, el financiamiento de
los proyectos eminentemente lucrativos por sobre los humanistas,
la cosificación de nuestros sentidos por sobre la humanización
de nuestra conciencia, la homogeneización mental por sobre
la diferenciación cultural, la mentalidad del desperdicio
por sobre las actitudes comunitarias sustentables, etcétera.
Derivada
de las lógicas anteriores y de la respectiva anarquía
cultural, ha surgido en la atmósfera mental de México
una Cultura Idiota que se distingue por construir una visión
de la vida altamente fragmentada, descontextualizada y superficial
que se produce con los enormes y rápidos torrentes de información
secundaria o terciaria que transmiten los medios de información
sobre nuestros sentidos. Promueve la difusión de la información
secundaria y no el impulso de la sabiduría. Dicha cultura,
amparada en la tesis de la Libertad de Comunicación,
nos ha llevado a saber cada vez más del gran mundo externo
y cada día menos de nosotros como Nación, comunidades
y como personas.
Su
modelo se caracteriza por promover en grandes dimensiones la difusión
intensiva de la información secundaria, la violencia temática,
el consumo exacerbado, la invasión de la privacía,
la banalización de la realidad, la comunicación alarmante,
morbosa y sensacionalista, la imposición mental del principio
de la ganancia a toda costa, la frivolidad informativa, el entretenimiento
vulgar y estrafalario, la cosmovisión hollywodense de la
vida, etcétera, con tal de obtener raitings y vender; en
detrimento de la presencia de los contenidos estratégicos
que requerimos producir para transformar nuestras conciencias y
sobrevivir como pueblo y civilización.
De ésta forma, la modernidad mexicana de mercado ha planteado
que en la fase de apertura de libre comercio “la basura informativa
tiene libertad para circular en los medios de difusión”2,
y la consecuencia de abdicar de la construcción de una cultura
para la sobrevivencia humana al iniciar el siglo XXI, vía
los canales de información, es el triunfo de la cultura idiota
en México. En este sentido, podemos pensar que debido a que
la nueva forma de financiamiento que plantea el modelo neoliberal
lleva a que los medios gubernamentales se comercialicen más,
y por lo tanto, sean los patrocinadores quienes determinen el contenido
de transmisión de los canales, cada vez más, ha sido
más difícil promover una cultura de la defensa
del medio ambiente desde estos, pues el esquema de sostenimiento
de dichas empresas ha buscado crecientemente la obtención
de la máxima ganancia monetaria, a corto plazo.
La
evidencia histórica demuestra que la aplicación desregulada
de la dinámica de la Mano Invisible del Mercado
a los procesos de comunicación colectivos, no ha construido
en nuestras sociedades un sistema de comunicación superior;
sino que ha formado un complejo modelo de comunicación inferior
y enano orientado hacia la muerte de las comunidades. En este sentido,
podemos afirmar, por ejemplo, que la globalización audiovisual
del libre comercio en la década de los 90 no abrió
nuevos espacios de televisión superior, sino que degradó
los contenidos con tal de acumular más. Hay que recordar
que el mercado por sí mismo no tiene ética, ni corazón,
ni se preocupa por lo humano y lo social. Su objetivo es la rápida
y creciente acumulación de riqueza a expensas de lo que sea.
Por consiguiente, es una ley que en la medida en que funciona autónomamente,
sin sólidos contrapesos planificadores, puede introducir
en las comunidades una relación social de comunicación
salvaje.
Con
la acumulación de éstas tendencias culturales que
ha producido la dinámica del mercado sobre los medios de
comunicación, se ha generado en el seno cultural del país
una profunda crisis ético-moral que es más fuerte
que la crisis económica y política y que está
provocando a largo plazo el silencioso colapso de nuestra sociedad.
Es decir, al examinar el origen de la crisis nacional, observamos
que tradicionalmente se han privilegiado, casi con exclusividad,
las explicaciones de carácter económico y político
que han producido este fenómeno; y se ha olvidado que detrás
de dichos factores infraestructurales existe una drástica
crisis de cultura y de valores nacionales que es la que, en última
instancia, ha provocado el colapso de nuestra sociedad, especialmente
en la esfera ecológica. En este sentido, podemos afirmar
que por debajo de la crisis de desarrollo material que está
experimentando nuestro país, existe una severa bancarrota
ético-moral que está produciendo el proceso de decadencia
de nuestra República como pocas veces se ha presentado en
toda la historia de México3.
Es
por ello, que al olvidar o renunciar a que la ética y moral
fueran el alma de nuestra dirección nacional, permitimos
que el proyecto salvaje de la acumulación de capital a escala
mundial, promovido por la ideología de la modernidad neoliberal,
especialmente a través de los medios de difusión colectivos,
actuara como las fuerzas que rigieran la dinámica cotidiana
de nuestra sociedad. Con esto, hemos creado un proceso colectivo
de descomposición de los valores y códigos sociales
elementales que hacen posible la convivencia comunitaria y hemos
generado una sociedad profundamente enferma que, cada vez más,
pierde su capacidad mental de auto dirección equilibrada4.
De
ésta forma, al incorporarse México aceleradamente
al proceso de modernización internacional, se ha construido
en el país un nuevo sistema de valores que han producido
una cultura de la deshumanización y no del avance de la persona.
Así, constatamos que un conjunto de antivalores como el individualismo,
el culto al Ego, la ganancia monetaria a corto plazo a costa de
lo que sea, la avaricia, el consumismo ilimitado, la codicia sin
freno, el placer irrestricto, la obsesión por la acumulación,
etcétera; ahora son presentados por nuestro decadente sistema
cultural; especialmente difundido por los medios de información
electrónicos, como los nuevos valores modernos que
hay que perseguir e imitar para tener éxito y aceptación
social5.
El
gobierno progresivo de este complejo sistema de antivalores nacionales
ha creado una reforzamiento de la cultura de la acumulación
materialista que está exterminando todas las relaciones de
armonía y de formas de vida en nuestro territorio. Así,
cada vez más, desde el modelo de comunicación-mercado,
disfrazado de moderno y avanzado, se refuerza en nuestra sociedad
la presencia de la Cultura de la Muerte que plantea la
deformación o destrucción de cualquier valor, estructura
mental, sistema ético o idiosincrasia con tal de vender y
acumular. Dicha cultura mina todas las relaciones básicas
de convivencia del hombre con su entorno y evita la construcción
de una cultura de la protección y armonía con la naturaleza6.
La
presencia de ésta devastación cultural que vive la
sociedad mexicana a principios del siglo XXI, refleja que no asistimos
a un simple reajuste cíclico o coyuntural más de las
estructuras económicas, políticas o culturales de
nuestra sociedad; sino que ahora estamos ante una profunda crisis
de civilización, que tiene su origen en el deterioro de su
fundamento ético-moral y que ha afectado negativamente todos
los niveles de la interacción social, especialmente, en la
relación que mantenemos con la naturaleza. De aquí,
la necesidad urgente de preguntarnos:
¿Cómo
construir desde los medios de información una política
de comunicación que permita elaborar una cultura de promoción
del medio ambiente para sobrevivir y no una simple cultura chatarra
para la acumulación de capital ?
De
aquí, la importancia central de efectuar una profunda Reforma
del Estado en materia de comunicación y cultura colectiva
que permita que el funcionamiento público de las industrias
culturales se encuentre ética y responsablemente orientado
y supervisado por el Estado y la sociedad civil mexicana y no sólo
por las caprichosas dinámicas del mercado que ha introducido
la globalización contemporánea.
Comunicación social y cambio de modelo de desarrollo
El origen de la grave devastación ecológica que se
practica cotidianamente en todas las dimensiones de la vida contemporánea
del país y del Valle de México, no está causado
por la presencia de maldad o perversión en los actos de los
individuos, sino por la gradual acumulación colectiva de
un bajísimo nivel de conciencia del hombre sobre la relación
de respeto y equilibrio que los seres humanos debemos de mantener
con la naturaleza y con nosotros mismos. Por ello, la solución
profunda a la severa crisis ecológica que experimentamos
a nivel nacional y del Valle de México, no reside sólo
en la inversión de nuevos créditos agropecuarios aislados
que promueve el Estado, o en el activismo verde, o en la aplicación
de programas ecológicos coyunturales, o en las campañas
aisladas para adoptar un árbol, etcétera; sino que
se basa en el radical cambio de nuestra conciencia humana frente
a la forma como nos relacionamos con la naturaleza y los actos prácticos
que de ésta se derivan.
En
este sentido, podemos decir que ante la profunda estructural que
acompaña el principio del siglo XXI hoy debemos de considerar
con rigurosa prioridad que o cambiamos radicalmente nuestro
actual nivel de conciencia espiritual y los actos prácticos
que de ésta se derivan o cada día será más
difícil sobrevivir como especie humana en el Valle de México.
Esto es, con la actual jerarquía de valores dominantes
que a principios del siglo XXI reinan en la atmósfera cultural
de nuestra sociedad, ya no podemos sobrevivir; y por lo tanto, no
podemos evitar la destrucción de nuestra especie humana.
Por
lo tanto, hay que considerar que salvo los problemas que nos impone
la dinámica de la naturaleza como son las inundaciones en
el Bajío, los terremotos en el Valle de México, las
heladas en la frontera norte, las plagas en el Golfo, los huracanes
en las costas, etcétera; el resto de los problemas que tenemos
en nuestra sociedad, como la creciente pobreza, la fuerte desnutrición,
las altas tasas de natalidad, la destrucción ecológica,
la arraigada corrupción, la macro concentración urbana,
el aniquilamiento de especies animales, el uso irracional de recursos
energéticos, el acentuado alcoholismo, el grave desempleo,
la seria farmacodependencia, las agudas sequías, etcétera,
son realidades producidas por la mente del hombre y que pueden modificarse
en la medida que se corrijan nuestras estructuras cerebrales y afectivas
como sociedad. Es decir, aunque aparentemente todas estas contradicciones
surgen por procesos políticos, por formas de organización
social, de tendencias históricas, de modelos de producción,
de herencias materiales, de determinaciones económicas, de
desequilibrios entre campo y ciudad, etcétera, en última
instancia, todos estos hechos parten de las visiones profundas,
que los individuos poseemos sobre el hombre, el mundo y la vida;
y de las prácticas sociales que de éstas se derivan.
Por
lo mismo, frente a este panorama, es necesario subrayar que son
situaciones que no nos imponen la dinámica espontánea
de las fuerzas naturales, sino que las genera nuestro entendimiento
oscuro y deformado. Por ello, insistimos que en nuestras sociedades
podrá existir progreso tecnológico, aumento de riqueza,
expansión material, incremento de las comunicaciones, perfeccionamiento
científico, reagrupación política, modernización
social, apertura de mercados, etcétera, pero si no hay transformación
de nuestras estructuras psíquicas, finalmente, no hay avance
de nuestras comunidades.
Es
por esto, que el proyecto civilizatorio más importante para
el nuevo milenio que comienza no será la formación
de nuevos bloques económicos por zonas geográficas,
la expansión de nuevos mercados, el flujo de nuevos capitales,
la irradiación de nuevas tecnologías, la conquista
de mayores mercados, la producción de un nuevo nivel de competitividad
y de eficiencia mundial, la aplicación de óptimos
controles de calidad productiva, etcétera, como ahora lo
plantean las premisas de los proyectos de desarrollo moderno; sino
lo medular será cambiar el nivel de conciencia del hombre
sobre si mismo, sobre su sociedad y sobre la misión que le
corresponde desempeñar en el Planeta Tierra. En este sentido,
podemos decir que la profunda crisis que vivimos a principios
del siglo XXI, en última instancia, no es una crisis de productividad,
de tecnología, de inventiva, de eficiencia, de capital, etcétera,
como nos lo han hecho creer las nuevas doctrinas del mercado que
han conquistado todos los rincones del mundo; sino que es una profunda
crisis de valores culturales y espirituales que se traducen en desastrosas
consecuencias económicas, políticas, sociales y ecológicas
para la vida de los seres. Es la quiebra de ideologías, de
concepciones del mundo y de sentidos de la vida. Es el fracaso de
la visión desbocada del hemisferio izquierdo del cerebro
del hombre, especialmente occidental, que ha atravesado el interior
de nuestro corazón, mente, cultura y civilización.
En
la actualidad debemos tener presente que en nuestro país,
frente a la tradicional acción del sistema escolar y religioso,
los medios de información y en particular la televisión
se ha convertido en la principal red educativa capaz de cambiar,
con mayor rapidez y agilidad, los valores, las actitudes, los hábitos
y las conductas de los receptores. En una idea, dirige la cultura
cotidiana en cada sexenio de gobierno. Es decir, los canales electrónicos
se han transformado en los principales mediadores culturales, a
través de los cuales el Estado articula ideológicamente
a nuestra sociedad, convirtiéndose en las principales redes
organizadoras colectivas de la historia moderna de México.
Sin
embargo, esta mediación central entre grupos, empresas y
sociedad que ejercen los medios y la televisión, no significa
en ningún momento, que la capacidad de persuasión
que realizan éstos sea omnipotentemente eficaz o absolutamente
aplastante para convertir en socialmente dominante cualquier mensaje
transmitido por éstos y mecánicamente doblegar las
conciencias y las acciones de todos los ciudadanos que son tocados
por la infraestructura mediática de las industrias culturales.
La capacidad de convencimiento de los medios y en particular de
la televisión tiene diversos límites de competencia
muy precisos, y los principales son los tres siguientes:
Primero,
las informaciones de los medios que reciben, decodifican e interiorizan
los receptores nunca se asimilan homogéneamente en ellos
con el mismo signo ideológico, emocional y energético
con la que se emiten; sino que varían según son sus
situaciones históricas, antropológicas, religiosas,
económicas, familiares, políticas, culturales, materiales,
regionales, étnicas, productivas, etc, que los determinan
como seres humanos. No debemos olvidar que los públicos no
son pasivos, ni neutros, ni socialmente vírgenes, sino que
éstos practican sus propios procesamientos de lo que los
medios les ofrece de acuerdo a sus propias experiencias de vida
y sus inserciones sociales.
Segundo,
la habilidad seductora de los medios, especialmente de los audiovisuales
nunca puede rebasar el peso de la realidad que enfrentan los auditorios
o espectadores, pues siempre las circunstancias de sus vidas concretas
son más fuertes que el poder simbólico que alcanza
la información y las imágenes que se difunden: La
realidad y la experiencia personal es más fuerte que la producción
simbólica y virtual de los medios. En este sentido, es necesario
subrayar que los medios no sustituyen a la dinámica económica,
política, social y existencial de los hombres; sino que la
apoyan o debilitan con base en los proyectos globales que existen
detrás de éstos. De lo contrario, sobrevaloraríamos
el papel de éstos al otorgarle fantasiosamente una absoluta
capacidad transformadora, cuando sólo son tecnologías
mediadoras muy perfeccionadas de representación y conocimiento
de la realidad.
Tercero,
cuando la gama de discurso que transmiten los medios encuentran
las condiciones psicológicas favorables en los campos de
conciencia de los públicos, éstos son asimilados en
un alto porcentaje y viceversa, destacando la tendencia de reforzar
orientaciones previamente ya existentes en el seno de los individuos
y las comunidades o crear nuevas si son necesarias.
Es
por ello, que ante los límites reales de acción de
los medios los grupos concientes en el cambio del medio regenerativo
del ambiente tienen la oportunidad de actuar para transformar a
la sociedad en otra dirección. Es decir, la posibilidad de
construir una nueva cultura ecológica, vía los medios
de información, es posible lograrla retomando la relación
fundamental que existe entre cultura-comunicación-desarrollo.
Por
este motivo, si no actuamos ahora desde la comunicación y
la cultura en ésta elemental dirección de construir
una nueva cultura ecológica para el Valle de México,
para los próximos siglos tendremos ciudades más grandes
que las que ahora conocemos, nuevas máquinas que deslumbrarán
nuestra atención, concentraciones inimaginables de capital
en algunas sociedades, avanzados sistemas de comunicación
de la 30ª generación, estructuras cibernéticas
inteligentes en casi todas las áreas de la vida
cotidiana, elevadísimos pasos viales a desniveles, medicamentos
que prolongarán más el promedio biológico de
nuestras vidas, acceso a mercancías internacionales de todo
tipo, etcétera; pero también tendremos un hombre más
destruido que el que ahora conocemos, pues habrá perdido
en proporciones superiores la armonía con el medio ambiente,
consigo mismo y con todas las formas de vida que lo rodean.
Elementos
para la construcción de un modelo mediático de comunicación
para el crecimiento sustentable
Frente
a la cruda dinámica de aniquilación ecológica
que se experimenta en el Valle de México, es urgente que
el Estado y la sociedad civil atiendan a través de los medios
de comunicación este panorama apocalíptico sobre la
naturaleza que la conciencia de los mexicanos hemos construido en
esta zona de la nación. Debemos de considerar que es probable
que en un mediano plazo la sociedad mexicana podrá haber
resuelto la problemática económica, política
y social de nuestra historia moderna, pero de continuar ésta
tendencia devastadora del medio ambiente, también es muy
posible que ya no tengamos un hábitat donde sobrevivir. Con
ello, de igual forma todo se habrá perdido, pues no tendremos
espacios donde existir.
No
debemos olvidar que la superación de la crisis de civilización
que nos enmarca a principios del siglo XXI, requiere la producción
de un nuevo eje cultural; y este en nuestro país, creemos
que deberá girar alrededor de la renovación de los
medios de comunicación nacionales, especialmente de la televisión,
que son las instituciones culturales que más rápidamente
difunden, promueven, inculcan, cambian, deforman o destruyen los
valores colectivos.
Para
avanzar en una nueva dirección cardinal en ésta crisis
de civilización, hoy contamos con una infinidad de recursos
materiales y tecnológicos para lograrlo, como son una enorme
gama de medios de información colectivos, grandes redes de
bibliotecas, importantes sistemas de casas de cultura, numerosas
escuelas de comunicación, estructuras extensas de nuevas
tecnologías de información, complejos sistemas de
educación formal e informal, nuevos sistemas de autopistas
electrónicas, etcétera. Lo único que ahora
falta, es que el Estado y la sociedad civil aprovechen ese amplio
sistema nervioso electrónico para construir un nuevo proyecto
cultural que modifique nuestras cosmovisiones alienadas y conductas
depredadoras sobre la naturaleza; y creen otros valores y actitudes
de protección hacia el entorno ecológico que nos rodea
en el Valle de México.
Sin
embargo, paradójicamente ante ésta urgente realidad
observamos que el Estado Mexicano teniendo infraestructura comunicativa
y cultural de sobra para lograr un avance notable en el cambio de
nuestra mentalidad colectiva frente a los problemas ecológicos;
una vez más, el cerebro de nuestra sociedad se mantiene aletargado
y su crecimiento evoluciona a un ritmo infinitamente más
lento que el que exigen las necesidades de desenvolvimiento de la
población nacional. La evidencia empírica de
la devastación de la naturaleza parece señalar que
más que haber avanzado sobre la base del desarrollo que sería
la promoción del ser humano y armonía con su entorno,
hemos retrocedido en ésta, privilegiando la expansión
material y tecnológica de la sociedad.
Por
ello, pensamos que el colaborar ahora desde los medios de información
colectivos y otras instancias culturales a descontaminar la atmósfera,
a rescatar las cadenas de reproducción de la vida, a regenerar
los ciclos ecológicos, a racionalizar el uso de los recursos
no renovables, a buscar fuentes alternativas de energía,
a respetar la vida animal, etcétera, en una idea, a desarrollar
al hombre en armonía con la naturaleza y el cosmos, no es
romanticismo, ni mesianismo, ni voluntarismo político, ni
idealismo; sino que son exigencias elementales para lograr nuestra
sobrevivencia humana.
Hoy,
es indispensable considerar que a principios del siglo XXI la
edificación del nuevo Estado Mexicano no se puede construir
sobre la base de los viejos valores sociales, especialmente, cuando
fueron dichos principios los que nos llevaron a la profunda crisis
estructural y de civilización que actualmente vivimos. En
ésta coyuntura, es indispensable reconocer que el verdadero
Estado moderno, no surge de la realización de simples cambios
administrativos, de las aperturas políticas, de las transformaciones
tecnológicas, de las concesiones a la inversión extranjera,
del adelgazamiento gubernamental, de las modificaciones de la retórica
oficial, de las reformas electorales, etcétera; sino que,
en última instancia, parte del cambio mental de la población.
Esto
es, las verdaderas bases del moderno Estado Mexicano tienen que
surgir de la profundidad y coherencia que posea su proyecto cultural
y comunicativo con las prioridades de desarrollo sustentable, y
no de las simples respuestas coyunturales atrevidas que se pretendan
implementar en el terreno económico y político. Por
lo que es indispensable construir colectivamente, a través
de los canales de información, nuevos valores que produzcan
una nueva visión cotidiana sobre nuestras vidas, nuestro
Valle de México, nuestra Nación, nuestra historia
y nuestro entorno natural.
Perspectiva
que hasta el momento sólo ha sido concebida por el Estado
de forma muy limitada, cuando exclusivamente a nivel discursivo
se ha pretendido atender la efervescencia política y la macro
concentración urbana en el Valle de México y el gobierno
ha reconocido la necesidad de que se debe formar, respectivamente,
una nueva cultura política y una nueva cultura para la convivencia
en la zona metropolitana; marginando una enorme cantidad de realidades
prioritarias, como la construcción de una cultura ambiental,
que también deben ser urgentemente atendidas por la acción
cultural del gobierno y del sector civil para poder sobrevivir.
De
lo contrario, se intentará implementar un proyecto de desarrollo
material de la sociedad mexicana, sin un programa racional colectivo
que lo respalde. Esto implicará gobernar sin bases mentales,
pues se intentará modificar el estómago, los brazos
y los pulmones del país, sin transformar la cabeza social,
lo cual, creará un gobierno descerebrado. Esto es, el ejecutivo
gobernará en una atmósfera esquizofrénica,
pues la cabeza del ente social, en el mejor de los casos, pensará
en los valores de las exquisiteces sensoriales, mientras el cuerpo
masivo luchará por sobrevivir en el crudo remolino de la
realidad nacional.
En
la fase de profunda crisis de desarrollo por la que atraviesa el
Valle de México, hoy es indispensable abandonar la dinámica
de la Mano Invisible del Mercado que ha dirigido el contenido
de los medios de información colectivos durante las últimas
décadas en el país y rescatar la función rectora
del Estado para planificar con responsabilidad social la programación
de los canales de comunicación y construir una nueva cultura
ambiental para el desarrollo sustentable.
Para
construir desde los medios de comunicación colectivos una
nueva Cultura de la Vida que fomente la defensa y conservación
de la naturaleza, es necesario realizar, entre otras, las siguientes
acciones:
1.-
A principios del siglo XXI en México, es fundamental replantear
el pacto cultural que articula a la sociedad mexicana y construir
otro que produzca una nueva cultura para el desarrollo social sustentable.
Dentro de este pacto debe reformularse la relación de equilibrio
que los mexicanos debemos de mantener con la naturaleza para sobrevivir,
especialmente en el Valle de México.
2.-
Es necesario que el Estado y la sociedad civil incluyan dentro de
las prioridades del Plan Global de Desarrollo de la sociedad
mexicana, el papel que los medios de comunicación deben ejercer
para crear una cultura de defensa y conservación de la naturaleza.
3.-
Ante el elevado grado de devastación de la vida al que hemos
llegado, es necesario considerar que la comunicación
y la cultura no pueden seguirse concibiendo medievalmente en términos
instrumentales como la simple transmisión de información
de una entidad a otra o como la decoración culta de instituciones
o empresas. Hoy, es indispensable rescatar la esencia social de
la comunicación y la cultura para entenderlas como la creación
de procesos de humanización de los individuos para conservar
las condiciones de reproducción de la vida y para evolucionar
hacia fases superiores de desarrollo de la especie humana.
4.-
Frente al proceso internacionalizador de todos los aspectos de la
vida que ha introducido la modernidad y que ahora está formando
una nueva cultura globalizadora, cuyo objetivo es la creación
de las condiciones psíco-afectivo-materiales para que funcione
el Modelo del Libre Mercado a costa de lo que sea; ahora, es muy
urgente formar paralelamente a nivel global otro proceso mental
superior que evite el negativo avance de la Cultura de la
Muerte que progresivamente se extiende en el área
metropolitana en México. Para esto, es necesario construir
a través de los principales medios de comunicación
y otras infraestructuras educativas una globalización cultural
y comunicativa orientada hacia la defensa y conservación
de la vida y no para la simple realización del proceso de
super concentración de capital, en escalas cada vez mayores.
Bajo
ésta perspectiva, hay que considerar que así como
en los umbrales del siglo XXI la globalización de la economía
ha integrado a los mercados mundiales abriendo nuevos frentes en
las relaciones macroeconómicas; ahora al iniciar el tercer
milenio es indispensable impulsar la emergencia de una nueva Conciencia
Regional que permita el rescate y la creación de valores
para la defensa de los ecosistemas que demanda la sobrevivencia
humana.
En
este sentido, así como las sociedades capitalistas modernas
para afianzar la fase de industrialización de sus economías
produjeron una conciencia consumista, acumuladora de bienes, fraccionadora
del hombre humano y del corto plazo; ahora para sobrevivir como
especie estamos obligados a formar otra conciencia humana ya no
desde estos parámetros artificiales de la concentración
material, mal denominado Nuevo Orden Mundial; sino desde
la protección al mar, el llamado del respeto a las razas,
la conservación de las cadenas de reproducción de
la vida, la limpieza de la atmósfera, la armonía con
la Tierra, la descontaminación del agua, la regeneración
de los bosques, la rehumanización de las ciudades, el rescate
de los ríos, la armonía con los ciclos del universo,
la sobrevivencia de la biodiversidad, en una idea, desde el llamado
de la reconstrucción de la vida en el Valle de México.
5.-
Frente al estado límite de sobrevivencia humana al que progresivamente
nos acercamos como especie, es indispensable que el Estado y la
sociedad civil creen una Nueva Cultura Ecológica
en la población, a través de los medios de comunicación
electrónicos. Esto quiere decir que una pieza estratégica
para que los proyectos de desarrollo nacional puedan echar verdaderas
raíces económicas y políticas en la población
para alcanzar, a nivel elemental, las metas propuestas en el terreno
de la sobrevivencia ecológica; antes, el Estado, a través
de los medios de comunicación electrónicos y particularmente
de la televisión, tiene que formar en la conciencia de los
ciudadanos una nueva cultura global para gobernar en el terreno
ambiental, de explotación racional de los recursos naturales,
de aprovechamiento responsable de los energéticos, de conservación
de especies animales, de defensa de los mares, de uso racional del
agua, de protección de los lagos, de revaloración
de las cadenas de reproducción de las especies, de limpieza
de la atmósfera, etcétera. Es decir, construir una
cultura de defensa y reproducción de la vida y no de promoción
de la muerte.
Ello
significa, que el Estado Mexicano debe fundamentalmente canalizar
la mayoría de su energía financiera, material, artística
y espiritual hacia la producción, por ejemplo, de una nueva
cultura agrícola para la producción de alimentos que
disminuya las más de 12 mil toneladas de nutrientes que actualmente
importamos para existir. Una nueva cultura natural que evite que
se sigan destruyendo más de 200 especies animales y vegetales
que se han aniquilado en lo que va de este siglo en nuestra República.
Una nueva cultura forestal que disminuya la erosión de más
de 800 mil hectáreas anuales que se destruyen en nuestra
reserva territorial. Una nueva cultura acuífera que permita
darle un valor racional al agua para aprovecharla civilizadamente
y ahorrar el 30 % del líquido potable que hoy se desperdicia
irresponsablemente en las urbes. Una nueva cultura ecológica
que contribuya a disminuir las más de 6,000 toneladas diarias
de partículas contaminantes que se acumulan en la atmósfera
del Valle de México y las principales ciudades del país,
y que silenciosamente cada vez más nos suprimen la vida.
Una nueva cultura energética que nos lleve a vivir justamente
la transición por la que atraviesa el país al pasar
de la era del petróleo a otra fase de desarrollo motriz,
etcétera.
De
no producirse ésta cultura orgánica y democrática
en el área ecológica, de muy poco o nada, servirá
para el urgente programa de crecimiento nacional la belleza producida
por la retórica literaria, la luz generada por la pintura
exquisita, las estrofas rítmicas de la poesía, las
curvas excelsas de la escultura perfecta, la plástica deliciosa
de la danza, los lenguajes artísticos del cine, etcétera,
si antes no se produce una verdadera cultura cotidiana y plural
que incremente los niveles de claridad y de compromiso grupal de
la población frente a los grandes problemas nacionales de
sobrevivencia ecológica que nos ahogan. Esto es, de no generarse
ésta orientación de conocimiento orgánico hacia
los principales problemas que obstaculizan nuestro proyecto de crecimiento
nacional, el Estado posibilitará la acumulación de
una sensibilidad más refinada para la elite del país
pero que, finalmente, no podrá ser aprovechada extensivamente
por nuestra sociedad, pues el hambre, el desempleo, la destrucción
ambiental, la violencia, la neurosis, la contaminación, la
enajenación, la pobreza, la hacinación, etcétera,
generan la destrucción de nuestra sociedad. En una idea,
la deshumanización que cada vez más se acentúa
en el Valle de México, serán los jinetes del Apocalipsis
que harán inaccesibles todos estos deleites para la mayoría
de la población.
De
lo contrario, el proceso de modernización del Valle de México
sólo habrá conseguido mantener la autonomía
en los brazos y piernas del organismo social, pero no en su cerebro
colectivo. Ante lo cual debemos preguntarnos ¿ De qué
clase de modernización y progreso se trata ?
6.-
La creación de ésta nueva cultura ecológica
para el Valle de México y el resto de la República,
no podrá basarse exclusivamente en las formas tradicionales
que ha empleado el Estado Mexicano para intentar formar las dosis
mínimas de conciencia informativa frente a la crisis de relación
con la naturaleza, como han sido el empleo esporádico e inconstante
de campañas de sensibilización colectiva, vía
acciones publicitarias o de propaganda. Hoy, la formación
de una nueva cultura para la promoción del medio ambiente
debe cimentarse, por lo menos, en los siguientes ocho niveles paralelos
de estructuración de la cultura, los comportamientos y la
participación social: a.- Conocimiento del problema, b.-
Cambio de valores, c.-Modificaciones de actitudes negativas, d.-
Creación de nuevas formas de organización y participación
civil, e.- Aplicación de la coerción, f.- Producción
de gratificaciones sociales, g.- Generación de nuevos ritos,
y finalmente, h.- Elaboración de una nueva tradición
frente al medio ambiente.
A.-
Conocimiento del Problema
Se
deben emplear los medios de información colectivos para dar
a conocer a los auditorios el problema que se requiere solucionar
en todas sus dimensiones, y el punto específico y la forma
en que se quiere resolver a corto, mediano y largo plazo.
B.-
Cambio de Valores
Para
construir una propuesta sólida de Nueva Cultura Ambiental
además de las múltiples informaciones que se deben
dar a conocer a la sociedad sobre la grave situación del
problema que se vive, es necesario producir un cambio profundo de
valores colectivos e individuales para que la población anhele
y se articule alrededor de los nuevos ejes axiológicos del
desarrollo sustentable y no de los viejos valores del estancamiento
social impulsados por el modelo de crecimiento del desperdicio.
Por ello, hay que producir un cuidadoso trabajo de ingeniería
cultural para que la posesión, la conservación y el
disfrute del medio ambiente, se eleve a valor de profunda aspiración,
demanda y reconocimiento generacional, a través de la planificación
del contenido de los medios de comunicación y del aparato
global de la cultura en el Valle de México y en el país.
Para
apoyar este cambio de valores sociales alrededor de la conservación
e impulso del medio ambiente, es necesario formar desde el aparato
mediático y otras redes culturales de socialización
y educación, nuevos sueños e ilusiones colectivos
que nos lleven a todos los sectores sociales a desear, gozar y buscar
desde nuestras cotidianas profundidades psíquicas y lúdicas,
la protección y expansión del medio ambiente. Con
ello, lo que se pretende es crear la conciencia racional y placentera
en la población de que la ecología no sólo
es un recurso indispensable y escaso para existir; sino sobre todo,
es el centro de la vida que debemos preservar para sobrevivir.
C.-
Modificación de Actitudes Negativas
A partir de la sensibilización anterior a través de
la acción educativa de los medios de comunicación
y del aparato cultural de apoyo, se debe inducir una modificación
de conductas para corregir el problema ambiental. Esto implica contar
con un claro diagnóstico previo sobre cuáles son las
principales causas de dicho conflicto. Frente a ésta situación,
hay que delimitar, por ejemplo, los 30 comportamientos negativos
más importantes que cotidianamente practican los ciudadanos,
las organizaciones, las empresas y el Estado para producir este
conflicto; y paralelamente, hay que elaborar, desde la acción
cultural e informativa, los 30 contra comportamientos positivos
que debe asimilar la sociedad del Valle de México para corregir
la actitud colectiva frente a la ecología.
D.-
Creación de Nuevas Formas de Organización y Participación
Civil
Para
apoyar las acciones anteriores, no basta con mantener una intensa
política de información sobre los problemas para modificar
valores y generar un cambio positivo de conductas, sino que también
se requieren producir una nueva forma de organización ciudadana
frente a la destrucción ecológica. Dicha forma de
cohesión social debe responder a algunas de las siguientes
preguntas: ¿Cómo se debe organizar la población
para conservar el medio ambiente sustentable?, ¿Cómo
se debe agrupar para recuperar rápidamente las áreas
perdidas?, ¿Cómo se debe integrar para denunciar cotidianamente
la destrucción ambiental?, ¿Cómo se debe organizar
para ampliar sustantivamente las áreas verdes en el Valle
de México?
E.-
Aplicación del Nivel Coercitivo
Para
darle fuerza a todas las iniciativas anteriores, es indispensable
la existencia de un aparato legal y judicial muy preciso y eficiente
que penalice el no cumplimiento de los acuerdos sociales básicos
sobre cómo cuidar y conservar la naturaleza. De lo contrario,
ninguna de las acciones anteriores tendrá validez y arraigo
social, ya que para que un grupo social llegue a ser conducido exclusivamente
por la vía cultural, lleva mucho tiempo de maduración.
Mientras el nivel civilizatorio madura, es indispensable contar
con una reglamentación legal mínima que señale
límites de comportamientos ecológicos básicos,
aleccione a los infractores y cree garantías sociales para
la conservación de estos recursos naturales.
La
penalización debe oscilar desde la fijación de comportamientos
sociales elementales hacia la naturaleza; hasta la determinación
de las multas y castigos por abuso o uso irresponsable de estos
recursos.
F.-
Producción de Gratificaciones Sociales
Además de las instancias anteriores, se requiere producir
un conjunto sistemático de acciones que no sólo castiguen
o marquen límites a los ciudadanos, sino que sobretodo, premien
socialmente a aquellos individuos, grupos, organizaciones y empresas
que adopten relevantemente una nueva actitud positiva ante el cuidado
del medio ambiente. Estos mecanismos de motivación pueden
oscilar, por ejemplo, desde la entrega de reconocimientos a las
escuelas que colaboren a la reforestación en el estiaje;
hasta la exención de impuestos a las fábricas que
eviten contaminar la atmósfera en el Valle de México,
o a las empresas que reaprovechen sus desechos tóxicos para
otros fines productivos dentro de sus propias instalaciones, etcétera.
G.-
Producción de Nuevos Ritos
Además de la aplicación de todas las acciones anteriores,
para que se pueda instrumentar cotidianamente la Nueva Cultura
Ambiental en el Valle de México es necesario la creación
de un sistema de nuevos ritos ecológicos. Esto significa
que es necesario producir en la población nuevas costumbres
fijas a lo largo de todo el año, que afiancen los nuevos
valores culturales y conductas generados alrededor de la Nueva
Cultura Ambiental. Por ejemplo, se puede crear una Semana
del Medio Ambiente en el período más agudo de
la etapa de destrucción de la naturaleza, cuyo objetivo sea
regenerar el ambiente. Se puede introducir la Semana de la Reforestación
donde los ciudadanos se dediquen a proteger las áreas verdes
de la Ciudad de México.
H.-
Construcción de Una Nueva Tradición Ambiental
Para
que la presencia de todos los elementos anteriores cobre, en el
largo plazo, forma de demanda y defensa espontánea de la
población, se deben afianzar estos logros alrededor de la
producción de una nueva tradición frente a la naturaleza.
Esto significa, que los avances que se logren conquistar hay que
darles una perspectiva de arraigamiento en identidad regional cotidiana
de la ciudad de México con raíces históricas.
Para ello, se debe destacar, a través de todo el complejo
informativo y cultural de la región, que la acumulación
de pequeñas acciones en favor de la conservación y
el cuidado de la naturaleza, crea gradualmente una nueva actitud
ciudadana ante el medio ambiente y que es un deseo comunitario el
que se siga manteniendo a largo plazo.
7.-
Para construir ésta nueva cultura ambiental en el Valle de
México, es necesario que la sociedad civil organizada presione
sistemáticamente al gobierno desde todos los frentes político-culturales,
para que jurídicamente se transforme el marco legal de operación
de los medios de comunicación colectivos, especialmente los
electrónicos, y se democraticen los proyectos de comunicación
de masas en el país.
8.-
Mientras madura la realización de otras propuestas de largo
plazo, es necesario, a corto y mediano plazo, abrir en los canales
de difusión de masas nuevos espacios de análisis,
discusión y propuestas sobre la problemática ecológica
en el Valle de México y la República mexicana. Dentro
de estos espacios los grupos ecologistas y los investigadores universitarios
deben ocupar un lugar centralmente privilegiado.
Hasta
el momento, a principios del siglo XXI, en plena fase de modernidad
cultural, es paradójico que la programación televisiva
y radiofónica de los principales medios de comunicación
colectivos nacionales dedican un alto porcentaje de sus espacios
estratégicos para la transmisión de los deportes,
los espectáculos, las modas, las telenovelas, los noticiarios
sensacionalistas, las recetas de cocina, la información internacional
del último momento, etcétera; pero no obstante, el
grado tan avanzado de la crisis ecológica que vivimos cotidianamente,
no existen espacios informativos sustancialmente relevantes para
examinar, discutir y solucionar la grave realidad ecológica
en el Valle de México y en el resto del país.
9.-
Es indispensable que las escuelas de comunicación en México,
especialmente de la zona metropolitana, incluyan en sus planes de
estudio e investigación, el análisis de la relación
ecología-comunicación, para formar nuevas generaciones
de profesionales que creen alternativas de comunicación eficientes
para elaborar ésta nueva cultura sobre el medio ambiente.
10.-
Para presionar con mayor velocidad el surgimiento de una nueva cultura
del medio ambiente en el Valle de México, las organizaciones
más consolidadas de la sociedad civil nacional deben organizar
a los públicos de los medios de comunicación nacionales
y extranjeros, particularmente electrónicos, para que no
consuman aquellas mercancías o servicios que se anuncien
respaldados por mensajes orientados claramente hacia la destrucción
ecológica o al fomento de la cultura de la muerte.
Si
no actuamos ahora a través del conjunto de medios de información
y cultura de masas transformando nuestras mentalidades para estar
más conscientes de nuestros problemas de sobrevivencia natural
y de nuestras alternativas de solución en el área
metropolitana y del país; para el próximo siglo heredaremos
una sociedad enormemente más erosionada, inhumana e inhabitable
que la que ahora enfrentamos. Hoy, la infraestructura de instituciones
culturales del país tienen que dar salidas de sobrevivencia
ecológica y humana a la nación.
De
no buscar ésta salida, el alma cultural de nuestra sociedad
correrá el gran riesgo de quedar sepultada por los nuevos
espejismos de la modernidad y sus derivados simbólicos parasitarios
de ésta nueva fase del desarrollo de la sociedad internacional,
sin atender la resolución de las grandes contradicciones
que impiden nuestro avance social, especialmente en la relación
que mantenemos con la naturaleza. Con ello, la crisis ambiental
avanzará reduciendo, a corto plazo, nuestro nivel de calidad
de vida, y a largo plazo, podrá llegar a los límites
de aniquilar la especie humana.
Sintetizando,
podemos decir que de no realizarse una severa reforma moral y cultural
en el Valle de México y en el país sobre la relación
que guardamos con la naturaleza, especialmente a través de
los grandes sistemas nerviosos que construyen los medios de comunicación;
se volverá a vivir la profunda contradicción existente
entre la cultura nacional y el proyecto de desarrollo global que
se ha arrastrado en las últimas décadas. Cada uno
se disparará por senderos distintos, la cabeza social avanzará
por un lado y el cuerpo por otro, aumentando rápidamente,
con ello, la descomposición de nuestra comunidad nacional.
Sabemos
que ante el funcionamiento autoritario, la estructura vertical,
la dinámica improvisada, el perfil eminentemente mercantil,
su gestión mayoritariamente acrítica, su vinculación
inorgánica con las necesidades prioritarias de nuestra sociedad,
su alto centralismo y la falta de voluntad política de nuestros
gobernantes para transformar los medios audiovisuales, que caracterizan
la operación de los medios de comunicación, especialmente
electrónicos, en México; la creación de ésta
Nueva Cultura de Defensa Ambiental supone la realización
de una gran empresa; pero también sabemos que es el desafío
elemental del rescate y conservación de la vida por la cual
tiene sentido luchar apasionadamente.
Notas:
1
Labra, Armando; Prólogo, La legislación mexicana
en radio y televisión, Colección Ensayos, Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México,
D.F., primera reimpresión 1989, página 7.
2 La Cultura Idiota,
Carl Bernstein, Revista Nexos No. 177, México, D.F., septiembre
de 1992, 6 páginas.
3 Crisis Económica-Política,
Cultura y Reforma Moral, Octava Semana de la Investigación
Científica, Cuadernos de Extensión Universitaria,
Octava Semana de Investigación Científica, Coordinación
de Extensión Universitaria, Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Xochimilco, México, D.F., octubre de 1998, páginas
173 a 177; y Crisis, Valores y Reforma Moral, (Tres partes),
periódico Excelsior, 3 de septiembre de 1996.
4 Crisis Económica-Política,
Cultura y Reforma Moral, Obra citada, páginas 137 a
177.
5 Crisis Económica-Política,
Cultura y Reforma Moral, Obra citada, páginas 137 a
177.
6 Crisis Económica-Política,
Cultura y Reforma Moral, Obra citada, páginas 137 a
177.
Dr.
Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación y Comunicación
de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Xochimilco, México, D.F. |