Por Graciela Castillo
Número 38
Llama
la atención la nota que aparece en el periódico mexicano
de análisis de medios “Zócalo” (Marzo
2004) sobre la pugna entre el gobierno de Pablo Salazar (Gobernador
de Chiapas) y los medios de comunicación. La historia no
comienza ni termina en la denuncia y recomendación de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para el
actual gobierno de Chiapas sobre el manejo penal sobre los “delitos”
de difamación y calumnia por parte de la prensa; hay que
revisar la historia de la relación entre gobierno y medios
en este caso en particular para formarse una opinión justa.
Mientras hubo gobiernos priístas
impuestos desde el centro del país, los periódicos
chiapanecos funcionaron como voceros del gobernador en turno; a
cambio recibieron toneladas de “chayotes” que les permitieron
crecer. De otra manera no se explica como en uno de los estados
con altos índices de analfabetismo se tiren diariamente una
respetable cantidad de ejemplares con ínfimo contenido informativo,
que las empresas de medios adquieran nuevos equipos e incluso, que
el dueño de uno de éstos haya tenido oportunidad –
en el transcurso del sexenio pasado – de adquirir un departamento
en Paris.
En palabras de un periodista
avecindado durante muchos años en Tuxtla Gutiérrez
“los medios trabajan de cara al gobierno y de espaldas a la
sociedad”. Las notas publicadas, hasta antes del levantamiento
zapatista, eran las que elaboraban la oficina de comunicación
social del Estado, por esto, hasta el año de 1995 los periódicos
locales no circulaban los lunes ya que “la oficina de comunicación
no trabajaba los domingos”.
Así, mientras los gobiernos
priístas dominaron la escena, los periódicos chiapanecos
se dedicaron a promover la imagen pública del gobernador
en turno, hasta que el EZLN modificó las características
del manejo de información. Esto se demostró en especial
durante el año de 1994; el público lector con intenciones
de enterarse sobre la situación del Estado no buscaba explicaciones
ni noticias en los periódicos locales: los medios con mayor
circulación en cuanto al consumo de noticias sobre la situación
local resultaron ser los que llegaban del Distrito Federal, en especial
“La Jornada” y “Reforma”.
Al atenuarse el conflicto,
la relación con los medios y el gobierno del Estado continúo.
El problema de los “derechos humanos” y la “libertad
de expresión” surgió al declarar el gobernador
electo, Pablo Salazar, que se terminaba el financiamiento del gobierno
para la prensa; y algo sabría Salazar de esto, ya que durante
los diez meses que Javier López Moreno gobernó el
Chiapas en 1994 el nuevo gobernador fungió como Secretario
de Gobierno.
La reacción de los
dueños de los periódicos – encabezados por el
director de “Cuarto Poder” – fue indignarse por
poner en evidencia un hecho del que cualquiera relacionado con los
medios locales podría dar fe (aunque no se atreviese a denunciarlo
públicamente). Se consideraron atacados y formaron un frente
para defenderse. Puede afirmarse que, hasta la fecha, no se encuentran
en la mayor parte de los periódicos de Tuxtla notas que favorezcan
la imagen del gobernador... excepto en “La República”,
diario que antes de ser comprado por la Organización Editorial
Mexicana fue utilizado como el vocero “oficial” del
gobierno de Pablo Salazar.
Conociendo como es la estructura
política y social en México, no es extraño
que la pugna entre el gobernador y los “ofendidos” periodistas
haya llegado hasta comisiones de Derechos Humanos; tampoco es extraño
que en pleno ejercicio del autoritarismo el gobierno de Salazar
– poder legislativo incluido – apruebe una legislación
para que se considere que hablar mal de una persona pública
sea un delito que se debe pagar con cárcel de tres a nueve
años de prisión y multas de cien a mil días
de salario (artículo 169, Código Penal del Estado
de Chiapas).
En todo caso, ni prensa ni
gobierno están libres de pecado. Es absurdo que se acoja
a los derechos humanos una prensa que siempre mantuvo una relación
con el gobierno en donde ambos salían beneficiados en perjuicio
de los lectores y de la población, en general. Los derechos
humanos que deberían denunciarse no son los de la supuesta
“libertad de expresión” que el gobierno de Chiapas
interpreta como “calumnia”. Más bien tendrían
que ver con la libertad de formarse opinión y tomar decisiones
– ambos derechos de la ciudadanía.
El concepto de libertad tiene
que ver con la capacidad de autorregular acciones por parte de quien
la ejerce. La libertad de expresión tendría que regularse
a partir de la estructura de los diarios, con figuras que se utilizan
en otros países como la de “Defensor del Lector”.
Sin embargo estamos lejos todavía de que gobierno, periodistas
y lectores tengan claro cuál es la función de la prensa
en el desarrollo social, mientras tanto, seguiremos viendo como
unos y otros se hacen los ofendidos sin avanzar en la idea de una
sociedad participativa, en donde los ciudadanos marcan la pauta
del desarrollo.
Mtra.
Luz Graciela Castillo
Profesora del departamento de Comunicación
del TESM Campus Estado de México, Mexico |