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Por Michel
Costantini
Número 38
Palabras
claves: comunicación, dominante,
enunciado, función, isotopía, isotropismo, metasemiótico,
transformación, semiótica.
Resumen
¿Como comunicar sobre la comunicación ?, ¿cómo
decir mejor el juego de los signos en su efectividad ? Para contestar
estas preguntas, proponemos volver a “ las seis funciones
del lenguaje según Jakobson ”, verdadero comentario
teórico y didáctico, que expone muchos problemas,
recordando unas distinciones (tales como factor vs función)
y nociones (tales como "dominante", "jerarquización")
olvidadas y necesarias, y tomando el ejemplo de la "función
metalingüística" para definir, en el marco de la
semiótica general, las condiciones de pertinencia del instrumento
jakobsoniano, en términos de extensión y transformación.
El
artista minimalista Donald Judd, a fines de los años cincuenta
y al empezar el decenio siguiente, pensaba que los pintores y los
escultores de su tiempo —y de su país, los Estados
Unidos de América—, habían echado fuera el tema
—operación debida a los expresionistas abstractos,
Rothko, Pollock y otros—, pero que permanecía en sus
obras la presencia de un Sujeto operador y la impronta de su personalidad.
Judd pedía que igualmente los artistas echasen fuera a este
Sujeto, sus sentimientos, su individualidad. Finalmente, dirá
que la obra no se refiere a nada, o que la obra sólo se refiere
a sí misma.
En aquel tiempo también trabajaba Algirdas Julien Greimas,
con otros, en constituir una “ ciencia nueva ”, digamos
mejor : en fundar una disciplina de lectura de los signos, excluyendo
precisamente al Sujeto, enunciador de esos signos —mucho antes,
en el fin del siglo XIX, el tema, que llamaba el referente, había
sido excluido por Ferdinand de Saussure—, todas exclusiones
legadas a una exigencia metodológica. La más importante
manifestación de los inicios de aquellos trabajos fue la
Sémantique structurale1,
en 1966 ; luego, en 1968 apareció el libro de Umberto Eco
La struttura assente2.
El año siguiente fue creada en Paris la Asociación
Internacional de Semiótica, donde estaban presentes Benveniste,
Eco, Greimas y Jakobson (citamos a aquellos de quienes hablamos
en este artículo).
Esos semióticos y sus discípulos o sencillamente sucesores,
para hablar de la comunicación —su objeto más
general, ya que no se limita la semiótica a un aspecto de
ésa, aislada por algunos, la llamada “ significación
”—, utilizan, desde hace mucho tiempo, lo que llaman
« las seis funciones del lenguaje según Jakobson »,
es decir según su ponencia titulada « Closing Statements
: Linguistics and Poetics », pronunciada en un coloquio de
la Universidad de Indiana, publicada en 1960, y traducida en francés
en los Essais de linguistique générale (véase,
para la traducción española, los Ensayos de lingüística
general, Seix Barral, Barcelona, 1975, Ariel, Barcelona, 1984).
Pero desde entonces muchos investigadores han respondido continuamente
a aquel mecanismo, demasiado simplificador –sobre todo porque
llegó a ser banal, particularmente en el aspecto didáctico–,
y también demasiado dependiente de la fascinación
que encontró Jakobson en la teoría de la información
tras la lectura de la Teoría matemática de la
comunicación de Shannon y Weaver, aparecida diez años
antes, con todas las limitaciones legadas a la naturaleza mecánica,
técnica de los polos emisor y receptor en cibernética,
por ejemplo.
Hubo veneración, hubo crítica, hubo refección,
muchas refecciones interesantes, como la de Daniel Delas3.
¿Cuántas veces no hemos visto y oído hablar
de este esquema ? Hubo sobre todo reduplicación sin pensamiento,
aplicación sin espíritu. Por este motivo, me parece
que hace falta, hoy en día y en el marco de la semiótica,
considerar de nuevo cómo comunicar sobre la comunicación,
cómo explicar mejor el juego de los signos en su efecto real
y general, sin olvidar el punto de vista que hemos eligido, semiótico,
es decir estructural. Y para llegar a hacerlo, primero hace
falta esclarecer unas confusiones peligrosas.
La gran confusión
No
confundir factores y funciones. El texto de Jakobson habla de “
seis factores de la comunicación verbal ”, llamados
también “ elementos principales ” o aún
“constituyentes ”: el emisor (addresser) que,
utilizando un código (code), produce un mensaje
(message) para el destinatario (addressee), gracias
a un contacto (contact), a propósito de un contexto
(context). A cada factor correspondería una función
(dicen unos : del factor se deriva una función). Noten ustedes,
sin embargo, por favor:
1)
la expresión “ comunicación verbal ”;
este esquema fue extendido a todos los objetos de la semiótica,
desde la literatura hasta el comportamiento o la publicidad televisiva
; aquí hablaremos de la comunicación semiótica,
es decir general, cuyos modos son icónicos, gestuales,
arquitecturales, conductistas, y las manifestaciones muchas veces
sincréticas (teatro, cine, etc.);
2) las variaciones terminológicas bastante importantes
en la denominación de los factores ;
a. en vez de “ destinatario ”, encontramos “
receptor ”, “ alocutario ”, y preferimos “
enunciatario ”;
b. por consecuencia elegimos “ enunciador ”, y no
hablaremos de “ locutor”, “ emisor ”,
“ autor ”, “ remitente ” “ codificador
”,
c. preferimos “ enunciado ” y no hablaremos de “
mensaje ”;
d. al lado de “ contacto ”, demasiado abstracto, encontramos
“ canal ”, demasiado concreto, y “ medio ”,
ambivalente, por lo que preferimos este último;
3) otras variaciones terminológicas, más
desconcertantes, en la denominación de las funciones son:
a.
la que corresponde al enunciador está considerada “
emotiva ” (emotive), pero también “
expresiva ” o “ sintomática ” ;
b. corresponde al enunciatario la “ conativa ” (conative),
“ imperativa ”, “ apelativa ” o “
suscitativa ”, pero preferimos, claro, “ impresiva
”, por simetría con “ expresiva ” ;
c. la función relativa al contexto la llaman “
cognitiva ” (he encontrado también “ cognoscitiva
”), “ denotativa ”, “ informativa ”,
“ enunciativa ”, “ representativa ”,
y “ referencial ” (referential), que conservamos.
Esas
variaciones enseñan la gran confusión del vocabulario.
Detrás de las palabras se encuentra la gran confusión
de los conceptos, detrás de esa última, la ambiguëdad
del esquema jakobsoniano. Creemos que nuestro esbozo de
organización dará una mejor comprensión de
la estructura semiótica de la comunicación.
No confundir función y función. Claro que hay una
historia de las funciones. Ya en 1918, Karl Bühler organizaba
el lenguaje con una tríada de funciones, correspondientes
a los tres polos de la communicación, Kundgabe (notificación),
Auslösung (suscitación) y Darstellung
(representación o descripción): se habla de ELLO,
se lo “ describe ”, TÚ escucha —está
suscitado–, escucha YO que habla —está notificando—,
ahora el TÚ de antes se vuelve YO que habla, y TÚ,
el YO de antes, escucha la respuesta sobre el tema de ELLO (indefinido,
ya que puede ser un “ otro ” ELLO).
En su libro de 19344 Bühler
proponía el modelo del organon, representación
triangular del acto de habla, que derivó en tres funciones,
Ausdruck (expresión), Appell (llamada o
apelación), y la misma Darstellung. Jakobson conocía
bien esta tríada, gracias al Círculo Lingüístico
de Praga, del cual el Ruso era el animador principal, y donde el
esquema de Bühler fue aceptado fácilmente, ya que permitía
resolver unos problemas todavía controvertidos antes de que
Bühler se marchara hacia los Estados Unidos, lo cual ocurrió
en el año de 1939; Roman Jakobson también salió
en esa misma fecha, pasando por Dinamarca, Noruega y Suecia.
Pero en Praga, su compañero Mukarovsky y Jakobson desarrollaron
una cuarta función, llamada estética, que de manera
más o menos idéntica, se llamará “ poética
” en el Jakobson de 1960. La función estética,
sin embargo, nació como otra denominación en el contexto
bühleriano de una función llamada: poética,
por los formalistas rusos de los años veinte, tal como Osip
Brik, Chklovski, y …Jakobson, en un contexto teórico
un poco diferente.
La quinta y la sexta función, a mi parecer, nacen sólo
en este último tiempo, teniendo un origen extrasemiótico:
la fática correspondiente al medio, en la terminología
etnológica de Bronislaw Malinowski; y la metalingüística
(correspondiente al código) en la lógica filosófica.
No
confundir discurso y discurso. Distinguimos tres tipos
de discursos, que muchas veces no distingue la gente, tres tipos
que por lo menos se mezclan sin discusión:
- el discurso ontológico
- el discurso epistemológico
- el discurso metodológico.
La
ontología preguntaría : “ ¿Qué
es eso ? ”. La epistemología preguntaría : “
¿Qué podemos saber de eso ? ”. La metodología
preguntaría : “ ¿ Cómo podemos hacer
para saber algo de eso, conocer y decir eso mejor, describirlo mejor
?”
El discurso de las seis funciones, en el marco de la semiótica,
propone una contestación de nivel epistemológico.
No dice nada de lo que es el lenguaje, ni siquiera un lenguaje,
por ejemplo el verbal, pero sí dice mucho del modelo que
permite buscar lo que podemos saber de la comunicación,
y abre la posibilidad de inventar métodos para contestar
mejor la pregunta.
No
confundir ratio essendi y ratio cognoscendi. En el marco
de un discurso epistémico, es decir sin ninguna intención
ontológica, podemos hablar sin embargo de la génesis
de las cosas, de su modelo, una lectura de las cosas como pensamos
que llegan a ser, a existir : tal es la ratio essendi.
Pero el discurso fundamental de la semiótica brota del resultado
de la enunciación para dirigirse hacia sus factores externos
: empieza así por el estudio del enunciado, de la misma manera
que, en narratología, el discurso semiótico empieza
por el programa final, luego volviendo a los programas preliminarios
que lo determinan. Tal es la ratio cognoscendi.
No
confundir vinculación y focalización. La
mayor dificuldad en la aplicación del modelo es ésa,
quizás : cada función, ya en el discurso jakobsoniano
inicial, y también, y sobretodo, en las diversas variaciones
de la voz popular, en sus muchísimas aplicaciones apresuradas
no tienen la misma relación al factor correspondiente. Ejemplos
: “ vinculada con ”, “ esta centrada en /sobre
”, “ orientada/orientación hacia ”, “
ordenación hacia ”, “ focalización ”,
“ acentuación ”, “ tiene como único
objeto ”, de tal manera que, cada vez, para cada función,
para cada ejemplo, tendríamos que precisar si se trata de
una exclusividad o de una insistencia. El mérito de Klinkenberg5
fue la tentativa de unificar (sea esto dicho “ centrado en
”), pero sin resistir a la prueba de la realidad : si digo
“ yo ” en un diálogo, luego “ tú
”, etc., ¿diremos que se trata de un texto centrado
en la función expresiva y, alternativamente, en la función
impresiva? Y sobre todo : ¿tendrá alguna eficacia?,
¿despertará algún interés este análisis?
Así
y entonces, trabajaremos tomando como base lo siguiente
: pongamos seis factores de la comunicación
(verbal y no-verbal) que no desarrollan el mismo papel puesto que
enunciado supone enunciador, enunciatario
y medio como condiciones externas, sistema —que
prefiero a código— como condición interna, y
referente como condición mediana (se trata de este
real exterior hacia el cual se dirige la atención del enunciado
; el común de la gente dice con razón que el referente
es exterior al mensaje, rodea la comunicación, y que al mismo
tiempo se inserta en ella).
A estas seis funciones cuya relación con
los factores no conocemos con exactitud, las llamamos:
1)
expresiva (correspondiendo al YO de la comunicación),
2) impresiva (correspondiendo al TÚ),
3) referencial (correspondiendo al ESO —de que
se habla, de lo que significamos, de que proponemos significancia,
palabra bastante vaga que traduce el concepto de “ signifiance
” de Emile Benveniste); por otra parte, sin crítica,
conservamos las denominaciones anteriores para las funciones
4) poética y
5) fática, transformando sólo la
6) metalingüística en metasemiótica,
ya que extendimos la problemática a todas las semiosis.
El
gran olvido
No
olvidar la eficacia. El esquema de Jakobson es un instrumento
de comprensión de las realidades, no un modelo de la realidad.
Si un modelo, reflejo abstracto de la realidad, presenta graves
dificultades de utilización, tenemos que cambiar el modelo.
En cambio, si un instrumento parece poco operatorio frente a un
objeto, particularmente un objeto nuevo, no tenemos que cambiarlo,
sino que tenemos que adaptarlo a ese objeto, usando pertinencia
y prudencia. En efecto, por ejemplo,
si
se introducen ad hoc nuevas funciones del lenguaje, la
lingüística funcional se disuelve en una enumeración
pre-teórica de actos de habla6.
Hemos
dicho ya que las “ seis funciones ” fueron concebidas
en el marco de la poética verbal (el coloquio de Bloomington
era más precisamente de estilística). También
se ha comentado que la semiótica extiende sus consideraciones
a todas las otras semiosis ; así toma (o no) los instrumentos
de la lingúistica (discurso epistemológico con dirección
metodológica), no sus conceptos epistemológicos con
pretensión ontológica.
El instrumento jakobsoniano, que servía –sobre
todo, en la ponencia y en la publicación iniciales–
para establecer las bases sobre las cuales el autor podía
desarrollar la situación del acto poético en el lenguaje
verbal, cuando se encuentra extendido a las otras funciones y sobre
todo a los otros procesos semióticos7,
se encuentra en problemas, seguramente, sin embargo no tenemos que
cambiarlo.
No
olvidar la ejemplaridad. Los enunciados breves —así
como “ hoy es lunes ” ilustrando la función referencial–
son únicamente ejemplos de tipo gramatical, en el marco de
la gramática semiótica, y de estatuto teórico-doctrinal
(¿cuáles son los seis factores del lenguaje ? ¿cuáles
son sus seis funciones ?). No tienen ninguna eficacia práctica
para la lectura de los textos.
No hubiera olvidado Jakobson la experiencia de Stanislavsky —citado
en sus Ensayos—, el hombre de teatro ruso capaz de
pedir a un comediante que pronunciara “ hoy es lunes ”
dando al enunciado veinte o treinta significados. En tal proceso,
los rasgos dichos suprasegmentales8—tonalidad,
ritmo, timbre— y los elementos como la mímica pueden
hacer variar el significado. Lo puede también el co-texto
: ”hoy es lunes ” o “ la luna se clarea en el
lago ” no tienen misma función (o mismo significado),
en una breve novela de Maupassant, en un haï ku japonese, en
el teatro de Chejov, en una conversación telefónica,
en un artículo de El País, etc.
No
olvidar la jerarquía. Cuando leemos la discusión
jakobsoniana, podemos interrogarnos : ¿tenemos que
seguir llamando todo eso igualmente “ función ”
? Ya en Bühler no se puede decir que un texto tiene función
referencial o expresiva sin un análisis de su organización
completa.
A
la vez que distingue estas funciones del lenguaje, Bühler
postula la norma en que los actos de habla implican las tres funciones
conjuntamente. La especificidad de un acto de habla viene dada
por la jerarquía de sus funciones antes que por la exclusividad
de cualquiera de ellas9.
Y
de nuevo en el Jakobson de 1960:
Aunque
distinguimos seis aspectos básicos del lenguaje, difícilmente
podríamos encontrar, sin embargo, mensajes verbales que
cumplieran sólo una función. La diversidad no reside
en el monopolio de una de estas funciones, sino en un diferente
orden jerárquico. La estructura verbal de un mensaje depende
primariamente de la función predominante10.
En
verdad, se trata de dominante, si quieren de dominante
factorial en un enunciado —de cualquier extensión
que sea—. El interés del término resulta de
su referencia al concepto que conocemos por el mismo Roman Jakobson
desde la publicación de las conferencias de Brno (particularmente
el artículo “ La dominante ” en los Ensayos).
No
olvidar la gradación. Verdaderamente, las fronteras se quedan
frágiles, de vez en cuando indiscernibles : aquí la
función referencial parece primordial, allá cuasi
olvidada ; aquí el texto parece demasiado breve, allá
más amplio que lo necesario. Los pasajes son más importantes
que las fronteras. Por ejemplo, si no tenemos que olvidar las diferencias
entre índices y signos, tampoco podemos olvidar sus semejanzas,
y la integración de los primeros en el sistema de los segundos.
Como se sabe bien, un índice es por ejemplo el humo que indica
el fuego, a lo lejos. No se lee fácilmente, porque no pertenece
a un sistema. Depende de un saber enciclopédico externo:
aparece el humo (natural o no, de incendio o no, rítmicamente
integrado en un sistema semiótico, tal como el de los Indios,
etc.), exige un conocimiento de las huertas de los ciervos, según
el terreno, la temporada, etc., aunque la lluvia ha borrado algo,
etc. Por lo contrario, el objeto de la semiótica es el conjunto
de los signos que forman sistemas (organización de sistemas
en el modo sincrónico y en el modo diacrónico). Pero
se sabe también que, con los índices, es necesario
una inferencia, es necesario convertir la percepción en significante
de un significado, y que tal operación aproxime el mundo
de los índices al mundo de los signos.
Añadiré que en la expresión oral como en la
visual, ya sea gestual, pictórica u otra, hay muchos índices
del YO, por ejemplo. Los índices multiplicados, acumulados,
pueden componerse entre ellos eventualmente con los signos explícitos,
y así formar un sistema debajo de la mirada del aparato semiótico.
Entonces los índices se van constituyendo signos y se puede
hablar de isotopías. Sobre este base se funda la psicosemiótica,
que estudia el proceso discursivo de producción de significación
por los comportamientos11.
Así y entonces, trabajaremos sobre las bases
siguientes: buscamos algo en un texto, un fragmento de
texto, o un conjunto de textos, cuya delimitación y determinación
tenemos que probar : la extensión del enunciado elegido debe
ser pertinente para un análisis general, y para aquello que
queremos producir : análisis lingüístico transfrástico,
o genérico, análisis icónico, de un cuadro,
de un ciclo, de la obra de un pintor o de las produciones de una
época, etc…
Y, ¿qué buscamos? Queremos saber cuando la orientación
nos lleva hacia uno más que a otro, o dos más que
otros entre los factores que determinan la configuración
(y, necesariamente, como es necesaria la relación del significante
y del significado, el valor) del enunciado.
Un criterio en esta orientación es la redundancia de los
elementos manifestados en el texto, lo que crea o funda una isotopía.
Esta isotopía puede ser centrada en el YO (un texto verbal
donde hay redundancia de lexemas como “ yo ”, “
me ”, “ mi ”, las primeras personas del verbo,
etc.; una serie de autorretratos, un comportamiento narcísistico
con marcas explícitas y redundantes) o el TÚ (un texto
donde hay redundancia de lexemos como “ tú ”,
“ te ”, “ ti ”, las segundas personas del
verbo, etc.; un conjunto de carteles publicitarios que siempre convocan
al destinatario consumidor de modo explícito e insistente,
etc.). Cuando podemos establecer las isotopías, sólo
entonces podemos definir su jerarquía, y así podemos
proponer un esbozo de sistema.
Trabajo
e isotropismo : el ejemplo metasemiótico
Quisiera
concluir esta primera presentación con un breve estudio de
la dominante factorial metasemiótica, y luego, en un trabajo
posterior, adelantarme en el camino de las otras. Pues bien, digo
algo a propósito de algo, o, mejor, en términos de
semiótica general, significo algo a propósito de algo,
usando un instrumento para decir, para significar ; este instrumento
se llama “ enunciado ”.
Eso es —la operación del enunciado— una activación
del factor “referente”.
Y ahora digo : significo algo a propósito de algo que he
dicho, que he significado, que digo —acabo de decir—,
que diré/significaré, que has dicho, que dices, y
que aún dirás, que ha dicho, que dice, y que aún
dirá… Eso es una activación del factor “
sistema ”. Utilizo un instrumento-para-significar (el esquema
de Roman Jakobson, lo hemos dicho, tiene que ser considerado también
como un instrumento, pero no se trata de un nivel idéntico
: instrumento para comprender el significar, para comunicar sobre
la comunicación, es un meta-instrumento), utilizo un instrumento
dicho “ enunciado ”, que significa respecto a otro “
enunciado ” (perteneciendo o no a la misma semiosis12).
Aquí está un metadiscurso, un discurso volviendo a
otro discurso, fragmento de sí mismo o parte de un discurso
ajeno (entonces se llama “ cita ”).
Como acabamos de constatarlo, el metadiscurso se encuentra en la
superficie de la manifestación significante, aquí
sólo podemos localizarlo, no se trata de un elemento estructural,
de tal manera que los estudios sobre el fenómeno metadiscursivo
en la telenovela o el radioteatro (pienso en unas ponencias del
V° Congreso de la Asociación Internacional de Semiótica
Visual, en São Paulo, 1996), exigen mucho trabajo “
arqueológico ” hacia las estructuras ; en cambio, a
nivel estructural la activación del factor “ sistema
” depende de la activación del factor “ referente
”: se trata de la jerarquización necesaria y de la
disimetría que tendremos que introducir en el esquema jakobsoniano.
Por otro lado, no podemos limitar la definición de la dominante
metasemiótica como un enunciado que ofrece o solicita información
sobre el código. Así se habla a veces de manera común,
quizá porque respecto de la función metasemiótica,
Jakobson recuerda : “ Cada vez que el destinador y/o el destinatario
juzgan necesario verificar si utilizan verdaderamente el mismo código,
el discurso está centrado en el código : cumple una
función metalingüística (o de glosa)”.
Pero no basta. Tomemos unos ejemplos. “ Alguien dijo : ‘Todo
pasa’ ”, “ Como dice Cristo : ‘Felices los
pobres’… ”.
Ninguna diferencia, desde este punto de vista, con escribir “
Picasso ha pintado muchos cuadros, jugando con fragmentos o totalidad
de Las Meninas velazquianas ”. Se trata en efecto
de una correlación establecida en un enunciado único
de fragmentos perteneciendo a discursos distintos, a dos procesos
: el primero de éstos, por así decir encuadrándolo,
tiene su origen en el enunciador actual, sin mediación, el
otro en el enunciador de la cita, generalmente anterior, aunque
sea el mismo YO (“como acabo de decir…”, el pintor
que cita su pintura, etc.), y mediatizado por el primero.
Pero el problema se transforma en un problema más agudo si
consideramos ahora los cuadros mismos de Picasso. Claro que éstos
citan Las Meninas. ¿ Son procesos metasemióticos
de los de Velázquez ? Quizás, pero no lo están
porque citan Las Meninas. Lo están porque trabajan
sobre este proceso velazquiano, porque ponen a la luz algunos
de sus aspectos más conocidos, dan nuevos rasgos a las cosas
y a la gente del ilustre cuadro, finalmente porque no sólo
trabajan sobre él, sino que lo trabajan.
Podemos escribir : la enunciación (la de Picasso) produce
un enunciado (los cuadros) cuya función dominante referencial
de tipo interno nos presenta el cuadro de Velázquez —tal
o tal fragmento de ese cuadro—, como referente, pero trabajándolo
de modo que surja otra significación, o, por decirlo mejor,
que cambie la manifestación de la significancia. Esos procesos
—esos cuadros— activan el factor sistema, pero por la
cita de otros procesos —de esos que Klinkenberg llama homosemióticos,
otros cuadros—, no por la discusión directa de unos
aspectos del código (para conservar aquí la denominación
tradicional), y así manifestan la dominante metasemiótica
de tipo metaprocesal.
Tomemos otro ejemplo : el pintor americano Roy Lichtenstein, según
Klinkenberg, en su Précis…, op. cit., trabaja
sobre la manera de Mondrian, trabaja sobre los elementos constitutivos
de esta manera, es decir finalmente sobre los elementos de un sistema
(mejor dicho subsistema) visual, y trabaja también sobre
los elementos de otro sistema, él de los cómics (todo
eso, Klinkenberg lo llama códigos) : así Roy Lichtenstein
“ élargit le code de la peinture en y injectant des
signes que ses prédécesseurs avaient bannis ”.
Se trataría de un enunciado metasemiótico de tipo
metasistémico.
Llamaremos metasemiótico un texto —el objeto de la
análisis semiótica—que trabaja el sistema directamente
o indirectamente, con redundancia de manifestaciones : el trabajo
parece la condición esencial de la pertinencia de las isotopías,
de la existencia de un isotropismo—isotopía
de focalización en un factor, dominante factorial.
Como lo sugiere el traductor francés de los Ensayos…
a propósito de la función poética (pág.
221, NDT 2), los ejemplos franceses [“ OAS, assassins ”
/ o - a - s a – sa – sê/ y “ OAS, SS ”
/ o - a – s es – es/) tienen una acción estructurante
” sobre la realidad social y cultural porque trabajan la materia
del significante por el principio de isocronía, la aliteración,
el eco doble, la paronomasia, etc., y por eso tienen un significado
específico.
Más allá, nos hace falta subrayar que todos los ejemplos
dados por Jakobson suponen la distinción en el mensaje o,
para nosotros, el enunciado del significante y del significado,
precisamente porque el trabajo sobre el significante transforma
por efecto de consecuencia el significado. Recuérdense “
I like Ike ” y el fuerte análisis que da de esas tres
palabras el autor de los Ensayos.
Dos parámetros, finalmente, parecen esenciales : la extensión
legada a las distinciones, a la gradación, y a las isotopías
para la definición de una unicidad del corpus, y la transformación
legada a la jerarquización, a la focalización y al
trabajo para una definición de la dominante. No sirve nada
repetir : aquí está la función metalingüística,
cuando oigo “¿ qué quiere decir ?”, o
cada vez que veo un pincel pintado en un cuadro; no sirve nada más
repetir : aquí está la fática, porque dices
“bueno, bueno”, aquí está la conativa,
si el padrón grita siempre “¡Trabaja, levántate!”,
etc.
Pero sí podemos, estableciendo con pertinencia la extensión
y la transformación de un texto, definir su género
o su estilo —es decir analizar un fenómeno de comunicación
desde el punto de vista colectivo e individual—, habremos,
entonces, utilizado con eficacia las famosas “seis funciones”
de la comunicación, el instrumento, de origen jakobsoniano,
de los seis isotropismos.
Notas:
1
Sémantique
structurale. Recherche de méthode, Paris, Flammarion,
1966. Trad. esp. Semántica estructural. Investigación
metodológica, Madrid, Gredos, 1976.
2
La
struttura assente, Milano, Bompiani. Trad. esp. La estructura
ausente, Barcelona, Lumen, 1972.
3 Roman
Jakobson, Paris, Bertrand-Lacoste, 1993.
4 Sprachtheorie.
Die Darstellungsfunktion der Sprache, Jena, Fischer. Trad.
esp. Teoría del lenguaje, Madrid, Revista de Occidente,
1973. En su artículo de 1960, Roman Jakobson se refiere al
texto un poco anterior, “ Die Axiomatik der Sprachwissenschaft
”, Kant-Studien 38, 19-90 (Berlin, 1933).
5 Précis
de sémiotique générale, Bruxelles, De
Boeck Université, 1996.
6 Lubomir
DoleQel, “ Semiótica de la comunicación literaria
”, in Jesús G. Maestro (compil.), Nuevas perspectivas
en semiología literaria, “ Lecturas ”, Arco/Libros,
Madrid, 2002, págs. 173-218 (artículo in inglés
parecido en Strumenti Critici, 1, 1986, págs. 5-48).
7 Quiero
recordar que, en esta ponencia terminal y conclusiva del coloquio
de Bloomington, Roman Jakobson contestaba la pregunta : ¿Cómo
un mensaje verbal se transforma en obra de arte? Así, en
un texto de treinta y nueve páginas, las otras funciones
ocupan sólo seis, y las otras semióticas aparecen
muy poco, indirectamente.
8 Todo
lo que no pertenece a la segmentación monemática o
fonemática puede ser dicho prosodico, de tal manera que el
termino americano “ suprasegmental ” conviene, dice
André Martinet (A functional view of language, Oxford,
Clarendon, 1962, trad. fr. Langue et fonction, texto rev.,
Paris, Gonthier/Denoël, 1969, pág. 47). Al inverso,
proponemos llamar prosódicos, en toda semiosis, los rasgos
de este tipo.Lubomir
9 Dole?el,
loc. cit., página 177.
10 Lubomir
DoleQel, loc. cit., subraya, antes de citar Roman Jakobson
(Linguistics and Poetics precisamente), que el filólogo
ruso (como decía definirse) “ aceptó el principio
bühleriano de la polifuncionalidad jerárquica”.
11 V.
Ivan Darrault-Harris, Jean-Pierre Klein, Pour une psychiatrie
de l’ellipse, Paris, PUF (col. Formes sémiotiques),
1993.
12 Aquí
no trabajaremos sobre la distinción “ metasemióticas
homosemióticas y metasemióticas heterosemióticas
”, aunque sea muy importante, véase Klinkenberg, op.
cit., pág. 44.
Michel
Costantini
catedrático de Semiótica de Artes y Literatura en la
Universidad Paris 8 (Vincennes Saint-Denis),
Francia. |