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2004

 

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La Música Popular en el Norte de México en Tiempos de Globalización
 

Por María Eiletiía Lara
Número 38

El mundo contemporáneo implica pensar la globalización más allá de la fetichización económica que se le ha dado al término. Sin lugar a dudas, el fenómeno ha dado para pensarse como el elemento regulador de la economía mundial, y que aquel país que no se encuentra inmerso en su dinámica, debe apresurarse a entrar en ella, y no quedar al margen del progreso y el desarrollo. Se le ha tachado de la creadora de todos los males de nuestro tiempo, de una modernidad más que maléfica. Se le han atribuido también los más grandes beneficios que puede tener la humanidad en cuanto a adelantos tecnológicos desarrollados por el hombre. Sin embargo, tampoco se puede olvidar que el fenómeno de la globalización es producto de un proceso histórico, diferentes pensadores de todo el mundo han adoptado posturas diversas en cuanto a sus orígenes y efectos.

La globalización, entendida como momento de madurez del capitalismo o como la idea de que todos somos parte de un mismo mundo, la aldea global o el ángel y diablo de las brechas económicas entre países, nos llevaría solamente a un mismo punto: hacia la reflexión de las transformaciones que en la vida cotidiana ha generado.

El término globalización fue acuñado con el fin de describir el alcance de los desarrollos que se dan en la actualidad, para el caso, no nos interesa desarrollar un debate acerca de lo que los globalistas, tradicionalistas, transformacionalistas (Cochrane-Pain, 2000) o lo que los escépticos o radicales (Giddens, 2001) opinan sobre la globalización.

No hay duda de que las fuerzas de la globalización han cambiado las relaciones políticas y económicas de los países. En el entorno cultural, el fenómeno ha cambiado el rostro de muchas de las culturas del mundo. Tratar de entender hacia dónde nos lleva la globalización en estos términos, nos lleva a matizar y detenernos en un elemento que para el desarrollo del presente ensayo es importante: el contexto. Las fuerzas homogeneizadoras de la modernidad no penetran de la misma forma en todos los rincones del planeta. Los contextos culturales entablan una lucha entre sus fuerzas y las de la globalización que tienen que ver con ideologías, tradiciones, creencias y con el modo mismo de entender la cultura.

Cultura y globalización: un contexto para la música
La globalización y sus efectos en un espacio cultural como el de México, que se nutre de modos de vida diversos, supone un repertorio de contextos culturales tan diferentes como sus modos y creencias. Salirnos del imaginario colectivo de la globalización como un ente homogeneizador y trasladarnos a contextos reales de la vida cotidiana nos llevaría a la imposibilidad práctica de pensar una cultura global.

Al adentrarnos en contextos regionales, nos damos cuenta de un sinnúmero de manifestaciones culturales, que insertas en un contexto globalizado más amplio, nos permiten comprender algunas de las formas en que las personas integran y organizan las fuerzas de la tradición con las fuerzas de la innovación.

Una de las manifestaciones culturales más difundidas del noroeste del país es la que tiene que ver con la música popular. La manera en la que se internaliza y lleva a la práctica la tradición popular de los pueblos, las innovaciones, la industria cultural y los avances tecnológicos, han permitido el desarrollo de formas diferentes de ritualización.

La globalización y su relación con la cultura ha sido digna de numerosos análisis. El caso de la música popular, hablando de géneros como el rock o el pop es una manifestación cultural que se ha convertido en una especie de insumo consumible en casi todo el mundo. Géneros populares llamados de “corte grupero” como la música norteña y la de banda han logrado hoy en día una participación significativa en el contexto de la globalización: han logrado su aceptación en culturas ajenas a la de su referencia.

Existen dos maneras predominantes de ver las implicaciones de la globalización en las manifestaciones culturales. El caso del norte de México no está exento.

Por un lado, se encuentra la preocupación de la generación de una sociedad de consumo derivada de la modernización. La megacomercialización de la música es parte de la lógica que opera en un contexto globalizado. De ahí la inquietud por preservar las manifestaciones que enaltezcan la identidad de la región y el enfrentamiento de algunos sectores con las fuerzas manipuladoras del gusto. Se persigue la preservación de la identidad regional y las tradiciones musicales de los pueblos, cada vez más invadidas por la cultura pop que todo lo nulifica.

Por otra parte, existe una forma de ver a la globalización como el camino perfecto para ensanchar las posibilidades de expandir la identidad de la región. Es decir, la globalización representa el instrumento a través del cual se encuentra el equilibrio entre lo cotidiano, la tradición y la enorme fuerza totalizadora. Ésta nos brinda la posibilidad de trascender comprensivamente más allá de las zonas geográficas y culturales de origen. Las posibilidades aumentan para géneros tan representativos en el norte del país y el sur de Estados Unidos, con la explosión de tecnologías de la comunicación, la informática, el almacenamiento digital, la apertura del ciberespacio, las luchas por la reivindicación de las diferencias, la inmigración y los desplazamientos demográficos (Pelinsky, 1997).

Esto es lo que he dado en llamar, el espacio de la música globalizada. Como la globalización significa cosas distintas, para personas distintas, que viven en medios culturales diferentes, me limitaré a presentar aquellos elementos de la globalización que parecen haber tenido más repercusión en la manera de pensar y acceder a la música popular recientemente en el norte de México.

Globalización , música e identidad
La música no sólo representa rasgos sónicos, simboliza pensamientos y prácticas políticas, sociales y culturales de nuestro tiempo. La música posee el poder de ofrecer a la gente la experiencia corporal de sus identidades imaginadas en el momento del performance. (Frith, 1986) Es casi imposible hablar de manifestaciones culturales locales sin hablar de identidad, sobre todo, cuando el reforzamiento de lo local en entidades geográficamente delimitadas, y donde las identidades localmente reconocidas están en serios problemas al enfrentarse a la confirmación de un espacio local propio. El papel de la música popular en estas circunstancias, se vuelve determinante dentro del enfrentamiento entre la homogeneización y diversidad en un contexto de diferencias culturales importantes, hablo aquí del norte y su posición generalmente opuesta (en términos del gusto musical) con el centro y suroeste de México.

a) La música globalizada
Los estados del norte se caracterizan por mantener una interconexión de tipo discursiva y cultural con el mundo globalizado y mediatizado que maneja el capital global a gran escala. Esta característica se la da su estrecha relación con Estados Unidos, el líder propulsor de las fuerzas de la globalización, al que todos le temen, pero el que todos quieren ser. La relación de los estados fronterizos con Estados Unidos, permite a la identidad local, la posibilidad de abrirse a la identidad diaspórica que le ofrece la globalización.

Sin embargo, esta interconexión representa algo más que materia sonora. Gracias a los intercambios de prácticas culturales y discursivas permitidas por la globalización, el asunto de la música local se vuelve más complejo, ya no importan tanto las condiciones de producción en las que éstas prácticas se desarrollan, la materia sonora queda en segundo plano. Lo importante en este contexto es la situacionalidad social de la música. A pesar de la globalización de los medios de producción y distribución musical, las identidades locales no desaparecen. Por el contrario, echan mano de estos recursos. La globalización de la industria musical sirve para la confirmación de espacios locales propios.

En el norte de México, al igual que en otras ciudades del país, se llevan a cabo los llamados “bailes masivos” o “megaconciertos”, que dan paso a un fenómeno que se da en casi todo el mundo. Implica un alto poder de consumo que va desde el ritual de la compra o acceso a los boletos, a la adquisición de todo tipo de fetiches relacionados con el evento y por supuesto la compra de música grabada en varios formatos.

La música popular representa hoy en día parte de la política cultural de los gobiernos estatales, aunque se encuentran todavía lejos de la vanguardia en proyección exterior de la cultura de la región. La permeabilidad de la música popular norteña en relación a su contexto, ha permitido que se descubra al fin en el entorno local, la posibilidad que posee la música como constructora de mundos simbólicos, la posibilidad de proyectar la cultura norteña a través de un imaginario provisto de un sinfín de historias protagonizadas por personajes emblemáticos del contexto de la región.

En Estados como Arizona y California, la música popular norteña de México ocupa el segundo sitio en la programación radiofónica, rebasando géneros musicales de origen latino como el rock, la trova, la salsa, el merengue y los ritmos afroantillanos1.

En términos de producción de música popular, el estado de California se ha convertido en cuna de una cantidad significativa de intérpretes de la música norteña, casas productoras y organizadoras de eventos masivos en donde la participación se basa en su mayoría, en grupos del estado de Sonora y Sinaloa. No hay ejemplo más claro que Los Tigres del Norte, Los incomparables de Tijuana, Los Alegres de la Sierra, Miguel y Miguel, Lupillo Rivera, que figuran entre las estrellas más globalizadas de la música popular norteña en México. Las ventas de discos de estos intérpretes, tan sólo en los estados de California, Arizona, Sonora y Sinaloa rebasan las 500 mil copias vendidas.

La música se convierte en un vehículo de identidad entre la cultura local de referencia y las culturas externas. Hablamos aquí, de un nivel pragmático-interaccional de la música, que permite la creación de imaginarios compartidos, vehículos de identidad y cohesión social. Las características sonoras de la música se convierten en un marco de referencia de valores que recrean un contexto cultural específico, esto da pie a la apropiación de prácticas culturales en las cuales la música se integra de manera muy sutil a la cotidianeidad de contextos culturales diversos. Desde el punto de vista de Certeau, no existe posibilidad de apropiación de una forma cultural que no la «subvierta desde dentro», por así decirlo, a partir del modo en que sus usuarios la ajustan a sus disposiciones más básicas y sus necesidades inmediatas. (Certeau, 1979) Desde esta perspectiva la música dentro de los contextos culturales de las microrregiones, tiene una dimensión profundamente social.

b) La música popular norteña y las nuevas tecnologías
Si bien es cierto, la relación entre la producción y recepción de la música popular ha sido modificada por la llegada de las nuevas tecnologías, las nuevas condiciones de circulación y recepción no son exclusivas de los géneros musicales de esta región.

Las acusaciones que se le han hecho al papel de las nuevas tecnologías en torno a que representan una amenaza para la tradición y la preservación de la música popular contemporánea, la convierte en una fuerza constantemente amenazadora de la autenticidad de las formas musicales.

Los antecedentes de la producción de formas musicales distintivas de la región, están estrechamente relacionados con el contexto rural que ha sido el creador de la mayor parte de los cantos populares del norte de México. La celebración de las cosechas, las festividades de los santos patronos, le llegada de las lluvias de verano, etc.. Sin embargo, la llegada de las nuevas tecnologías ha creado la posibilidad de formas alternativas de expresión musical. Simon Frith, destacado crítico musical, desarrolla este hecho en el artículo 'El arte frente a la tecnología: el extraño caso de la música popular' donde argumenta que la tecnología, en tanto que posibilidad alternativa a la reproducción mecánica, indudablemente ha sido condición necesaria para la expansión del negocio del ocio a manos de las multinacionales, y para alcanzar técnicas más sofisticadas de manipulación ideológica, pero también ha hecho pensables nuevas posibilidades de democracia cultural así como nuevas formas de expresión individuales y colectivas.” (Frith, 1986)

En épocas no muy lejanas, las grabaciones de la música popular del norte eran promovidas por compañías diminutas que financiaban productos acabados de mala calidad, con intérpretes legendarios como Fidel Pastor “El Coyote Blanco”, Indalecio Anaya “El Gato Negro”, Los Pelados del Norte, Los Cadetes de Durango, Fredy Bojórquez “El Puma de Sinaloa” entre otros. El género ha sido en la actualidad adoptado por grandes bandas y hasta nutridas orquestas de viento que graban en discos compactos y con las posibilidades que ofrecen las computadoras en relación a los programas de ficheros compartidos a través de internet. La modernidad ha traído consigo la descontextualización de la manera de componer, interpretar y escuchar la música popular. Los orígenes rurales del campesinado que componía e interpretaba la música ha sido cambiado por los formatos comerciales que rigen la lógica de operación del mercado globalizado. Sin embrago, más allá de la estigmatización del fenómeno, podemos hablar de un proceso de ruptura y desplazamiento, que más allá de tratar de desaparecer las raíces originales del lirismo popular, ha creado nuevas formas de expresión musical y prácticas culturales diversas.

Una reflexión a manera de conclusión
El discurso de la música popular se distorsiona en dimensiones importantes y contradictorias. Por un lado, las tecnologías de la comunicación permiten el acceso inmediato a la tradición del pasado y la música popular contemporánea, creando vínculos de identidad entre culturas de referencia diferentes, mientras que por el otro, ha transformado el discurso cultural de la música popular creando nuevas formas discursivas y actividades culturales diferentes. La práctica inmediata que se desarrolla en torno a las nuevas tecnologías ha transformado la manera de ver la realidad histórica de un contexto como el campesino. Las relaciones de significación en torno a la producción de la música popular del norte del país produce prácticas simbólicas cuyo referente general está basado en las exigencias del mercado global. Sin embargo, las formas musicales de antaño prevalecen como floridas manifestaciones de la cultura regional, en una lucha constante con las fuerzas de un fenómeno, en muchas ocasiones venido a menos, llamado globalización.


Notas:

1 Actas del Congreso de la Rama Latinoamericana de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular, México-2002


Lic. María Eiletiía Suhei Lara López
Departamento de Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia sede Sonora, México