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Por María Eiletiía Lara
Número 38
El mundo contemporáneo
implica pensar la globalización más allá de
la fetichización económica que se le ha dado al término.
Sin lugar a dudas, el fenómeno ha dado para pensarse como
el elemento regulador de la economía mundial, y que aquel
país que no se encuentra inmerso en su dinámica, debe
apresurarse a entrar en ella, y no quedar al margen del progreso
y el desarrollo. Se le ha tachado de la creadora de todos los males
de nuestro tiempo, de una modernidad más que maléfica.
Se le han atribuido también los más grandes beneficios
que puede tener la humanidad en cuanto a adelantos tecnológicos
desarrollados por el hombre. Sin embargo, tampoco se puede olvidar
que el fenómeno de la globalización es producto de
un proceso histórico, diferentes pensadores de todo el mundo
han adoptado posturas diversas en cuanto a sus orígenes y
efectos.
La globalización, entendida
como momento de madurez del capitalismo o como la idea de que todos
somos parte de un mismo mundo, la aldea global o el ángel
y diablo de las brechas económicas entre países, nos
llevaría solamente a un mismo punto: hacia la reflexión
de las transformaciones que en la vida cotidiana ha generado.
El término globalización
fue acuñado con el fin de describir el alcance de los desarrollos
que se dan en la actualidad, para el caso, no nos interesa desarrollar
un debate acerca de lo que los globalistas, tradicionalistas, transformacionalistas
(Cochrane-Pain, 2000) o lo que los escépticos o radicales
(Giddens, 2001) opinan sobre la globalización.
No hay duda de que las fuerzas de
la globalización han cambiado las relaciones políticas
y económicas de los países. En el entorno cultural,
el fenómeno ha cambiado el rostro de muchas de las culturas
del mundo. Tratar de entender hacia dónde nos lleva la globalización
en estos términos, nos lleva a matizar y detenernos en un
elemento que para el desarrollo del presente ensayo es importante:
el contexto. Las fuerzas homogeneizadoras de la modernidad no penetran
de la misma forma en todos los rincones del planeta. Los contextos
culturales entablan una lucha entre sus fuerzas y las de la globalización
que tienen que ver con ideologías, tradiciones, creencias
y con el modo mismo de entender la cultura.
Cultura y globalización:
un contexto para la música
La globalización
y sus efectos en un espacio cultural como el de México, que
se nutre de modos de vida diversos, supone un repertorio de contextos
culturales tan diferentes como sus modos y creencias. Salirnos del
imaginario colectivo de la globalización como un ente homogeneizador
y trasladarnos a contextos reales de la vida cotidiana nos llevaría
a la imposibilidad práctica de pensar una cultura global.
Al adentrarnos en contextos regionales,
nos damos cuenta de un sinnúmero de manifestaciones culturales,
que insertas en un contexto globalizado más amplio, nos permiten
comprender algunas de las formas en que las personas integran y
organizan las fuerzas de la tradición con las fuerzas de
la innovación.
Una de las manifestaciones culturales
más difundidas del noroeste del país es la que tiene
que ver con la música popular. La manera en la que se internaliza
y lleva a la práctica la tradición popular de los
pueblos, las innovaciones, la industria cultural y los avances tecnológicos,
han permitido el desarrollo de formas diferentes de ritualización.
La globalización y su relación
con la cultura ha sido digna de numerosos análisis. El caso
de la música popular, hablando de géneros como el
rock o el pop es una manifestación cultural que se ha convertido
en una especie de insumo consumible en casi todo el mundo. Géneros
populares llamados de “corte grupero” como la música
norteña y la de banda han logrado hoy en día una participación
significativa en el contexto de la globalización: han logrado
su aceptación en culturas ajenas a la de su referencia.
Existen dos maneras predominantes
de ver las implicaciones de la globalización en las manifestaciones
culturales. El caso del norte de México no está exento.
Por un lado, se encuentra la preocupación
de la generación de una sociedad de consumo derivada de la
modernización. La megacomercialización de la música
es parte de la lógica que opera en un contexto globalizado.
De ahí la inquietud por preservar las manifestaciones que
enaltezcan la identidad de la región y el enfrentamiento
de algunos sectores con las fuerzas manipuladoras del gusto. Se
persigue la preservación de la identidad regional y las tradiciones
musicales de los pueblos, cada vez más invadidas por la cultura
pop que todo lo nulifica.
Por otra parte, existe una forma
de ver a la globalización como el camino perfecto para ensanchar
las posibilidades de expandir la identidad de la región.
Es decir, la globalización representa el instrumento a través
del cual se encuentra el equilibrio entre lo cotidiano, la tradición
y la enorme fuerza totalizadora. Ésta nos brinda la posibilidad
de trascender comprensivamente más allá de las zonas
geográficas y culturales de origen. Las posibilidades aumentan
para géneros tan representativos en el norte del país
y el sur de Estados Unidos, con la explosión de tecnologías
de la comunicación, la informática, el almacenamiento
digital, la apertura del ciberespacio, las luchas por la reivindicación
de las diferencias, la inmigración y los desplazamientos
demográficos (Pelinsky, 1997).
Esto es lo que he dado en llamar,
el espacio de la música globalizada. Como la globalización
significa cosas distintas, para personas distintas, que viven en
medios culturales diferentes, me limitaré a presentar aquellos
elementos de la globalización que parecen haber tenido más
repercusión en la manera de pensar y acceder a la música
popular recientemente en el norte de México.
Globalización ,
música e identidad
La música
no sólo representa rasgos sónicos, simboliza pensamientos
y prácticas políticas, sociales y culturales de nuestro
tiempo. La música posee el poder de ofrecer a la gente la
experiencia corporal de sus identidades imaginadas en el momento
del performance. (Frith, 1986) Es casi imposible hablar
de manifestaciones culturales locales sin hablar de identidad, sobre
todo, cuando el reforzamiento de lo local en entidades geográficamente
delimitadas, y donde las identidades localmente reconocidas están
en serios problemas al enfrentarse a la confirmación de un
espacio local propio. El papel de la música popular en estas
circunstancias, se vuelve determinante dentro del enfrentamiento
entre la homogeneización y diversidad en un contexto de diferencias
culturales importantes, hablo aquí del norte y su posición
generalmente opuesta (en términos del gusto musical) con
el centro y suroeste de México.
a) La música globalizada
Los estados del norte se caracterizan
por mantener una interconexión de tipo discursiva y cultural
con el mundo globalizado y mediatizado que maneja el capital global
a gran escala. Esta característica se la da su estrecha relación
con Estados Unidos, el líder propulsor de las fuerzas de
la globalización, al que todos le temen, pero el que todos
quieren ser. La relación de los estados fronterizos con Estados
Unidos, permite a la identidad local, la posibilidad de abrirse
a la identidad diaspórica que le ofrece la globalización.
Sin embargo, esta interconexión
representa algo más que materia sonora. Gracias a los intercambios
de prácticas culturales y discursivas permitidas por la globalización,
el asunto de la música local se vuelve más complejo,
ya no importan tanto las condiciones de producción en las
que éstas prácticas se desarrollan, la materia sonora
queda en segundo plano. Lo importante en este contexto es la situacionalidad
social de la música. A pesar de la globalización de
los medios de producción y distribución musical, las
identidades locales no desaparecen. Por el contrario, echan mano
de estos recursos. La globalización de la industria musical
sirve para la confirmación de espacios locales propios.
En el norte de México, al
igual que en otras ciudades del país, se llevan a cabo los
llamados “bailes masivos” o “megaconciertos”,
que dan paso a un fenómeno que se da en casi todo el mundo.
Implica un alto poder de consumo que va desde el ritual de la compra
o acceso a los boletos, a la adquisición de todo tipo de
fetiches relacionados con el evento y por supuesto la compra de
música grabada en varios formatos.
La música popular representa
hoy en día parte de la política cultural de los gobiernos
estatales, aunque se encuentran todavía lejos de la vanguardia
en proyección exterior de la cultura de la región.
La permeabilidad de la música popular norteña en relación
a su contexto, ha permitido que se descubra al fin en el entorno
local, la posibilidad que posee la música como constructora
de mundos simbólicos, la posibilidad de proyectar la cultura
norteña a través de un imaginario provisto de un sinfín
de historias protagonizadas por personajes emblemáticos del
contexto de la región.
En Estados como Arizona y California,
la música popular norteña de México ocupa el
segundo sitio en la programación radiofónica, rebasando
géneros musicales de origen latino como el rock, la trova,
la salsa, el merengue y los ritmos afroantillanos1.
En términos de producción
de música popular, el estado de California se ha convertido
en cuna de una cantidad significativa de intérpretes de la
música norteña, casas productoras y organizadoras
de eventos masivos en donde la participación se basa en su
mayoría, en grupos del estado de Sonora y Sinaloa. No hay
ejemplo más claro que Los Tigres del Norte, Los incomparables
de Tijuana, Los Alegres de la Sierra, Miguel y Miguel, Lupillo Rivera,
que figuran entre las estrellas más globalizadas de la música
popular norteña en México. Las ventas de discos de
estos intérpretes, tan sólo en los estados de California,
Arizona, Sonora y Sinaloa rebasan las 500 mil copias vendidas.
La música se convierte en
un vehículo de identidad entre la cultura local de referencia
y las culturas externas. Hablamos aquí, de un nivel pragmático-interaccional
de la música, que permite la creación de imaginarios
compartidos, vehículos de identidad y cohesión social.
Las características sonoras de la música se convierten
en un marco de referencia de valores que recrean un contexto cultural
específico, esto da pie a la apropiación de prácticas
culturales en las cuales la música se integra de manera muy
sutil a la cotidianeidad de contextos culturales diversos. Desde
el punto de vista de Certeau, no existe posibilidad de apropiación
de una forma cultural que no la «subvierta desde dentro»,
por así decirlo, a partir del modo en que sus usuarios la
ajustan a sus disposiciones más básicas y sus necesidades
inmediatas. (Certeau, 1979) Desde esta perspectiva la música
dentro de los contextos culturales de las microrregiones, tiene
una dimensión profundamente social.
b) La música popular norteña
y las nuevas tecnologías
Si bien es cierto, la relación
entre la producción y recepción de la música
popular ha sido modificada por la llegada de las nuevas tecnologías,
las nuevas condiciones de circulación y recepción
no son exclusivas de los géneros musicales de esta región.
Las acusaciones que se le han hecho
al papel de las nuevas tecnologías en torno a que representan
una amenaza para la tradición y la preservación de
la música popular contemporánea, la convierte en una
fuerza constantemente amenazadora de la autenticidad de las formas
musicales.
Los antecedentes de la producción
de formas musicales distintivas de la región, están
estrechamente relacionados con el contexto rural que ha sido el
creador de la mayor parte de los cantos populares del norte de México.
La celebración de las cosechas, las festividades de los santos
patronos, le llegada de las lluvias de verano, etc.. Sin embargo,
la llegada de las nuevas tecnologías ha creado la posibilidad
de formas alternativas de expresión musical. Simon Frith,
destacado crítico musical, desarrolla este hecho en el artículo
'El arte frente a la tecnología: el extraño caso de
la música popular' donde argumenta que la tecnología,
en tanto que posibilidad alternativa a la reproducción mecánica,
indudablemente ha sido condición necesaria para la expansión
del negocio del ocio a manos de las multinacionales, y para alcanzar
técnicas más sofisticadas de manipulación ideológica,
pero también ha hecho pensables nuevas posibilidades de democracia
cultural así como nuevas formas de expresión individuales
y colectivas.” (Frith, 1986)
En épocas no muy lejanas,
las grabaciones de la música popular del norte eran promovidas
por compañías diminutas que financiaban productos
acabados de mala calidad, con intérpretes legendarios como
Fidel Pastor “El Coyote Blanco”, Indalecio Anaya “El
Gato Negro”, Los Pelados del Norte, Los Cadetes de Durango,
Fredy Bojórquez “El Puma de Sinaloa” entre otros.
El género ha sido en la actualidad adoptado por grandes bandas
y hasta nutridas orquestas de viento que graban en discos compactos
y con las posibilidades que ofrecen las computadoras en relación
a los programas de ficheros compartidos a través de internet.
La modernidad ha traído consigo la descontextualización
de la manera de componer, interpretar y escuchar la música
popular. Los orígenes rurales del campesinado que componía
e interpretaba la música ha sido cambiado por los formatos
comerciales que rigen la lógica de operación del mercado
globalizado. Sin embrago, más allá de la estigmatización
del fenómeno, podemos hablar de un proceso de ruptura y desplazamiento,
que más allá de tratar de desaparecer las raíces
originales del lirismo popular, ha creado nuevas formas de expresión
musical y prácticas culturales diversas.
Una reflexión a manera
de conclusión
El discurso de la
música popular se distorsiona en dimensiones importantes
y contradictorias. Por un lado, las tecnologías de la comunicación
permiten el acceso inmediato a la tradición del pasado y
la música popular contemporánea, creando vínculos
de identidad entre culturas de referencia diferentes, mientras que
por el otro, ha transformado el discurso cultural de la música
popular creando nuevas formas discursivas y actividades culturales
diferentes. La práctica inmediata que se desarrolla en torno
a las nuevas tecnologías ha transformado la manera de ver
la realidad histórica de un contexto como el campesino. Las
relaciones de significación en torno a la producción
de la música popular del norte del país produce prácticas
simbólicas cuyo referente general está basado en las
exigencias del mercado global. Sin embargo, las formas musicales
de antaño prevalecen como floridas manifestaciones de la
cultura regional, en una lucha constante con las fuerzas de un fenómeno,
en muchas ocasiones venido a menos, llamado globalización.
Notas:
1
Actas del Congreso de la Rama Latinoamericana de la Asociación
Internacional para el Estudio de la Música Popular, México-2002
Lic.
María Eiletiía Suhei Lara López
Departamento de Historia del Instituto Nacional
de Antropología e Historia sede Sonora, México |