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Por Mario Pérez-Montoro
Número 38
Introducción
A
estas alturas, ya nadie pone en duda que internet puede ser considerado
como uno de los avances tecnológicos aparecidos en las últimas
décadas que más y mayores consecuencias está
teniendo en nuestras vidas.
La mayoría de las actividades humanas comienzan a articularse
sobre esa implantación global de las tecnologías de
la información y de la comunicación. Entre otras ventajas,
la utilización, a partir de estas nuevas tecnologías,
de entornos virtuales está permitiendo superar las limitaciones
derivadas de las diferencias temporales y espaciales entre emisores
y receptores que aparecían en otros protocolos de comunicación
y transmisión de información más tradicionales.
La consolidación de este nuevo fenómeno se ha trasladado
también al ámbito de lo teórico. En las últimas
décadas continuamente están apareciendo en el mercado
infinidad de trabajos (libros, artículos periodísticos,
revistas especializadas, etc.) centrados en el empeño de
caracterizar nuestra civilización contemporánea como
la Sociedad de la Información2.
Si embargo, es importante señalar que existe un rasgo común
que comparten la inmensa mayoría de estos trabajos y que,
por extensión, caracteriza también nuestra actitud
frente a esa nueva etapa de nuestra sociedad. Ese rasgo consiste
en considerar como sinónimos —y, por tanto, como conceptos
intercambiables— los términos “información”
y “comunicación”. En esos textos y en nuestro
lenguaje coloquial acostumbra a deslizarse el error de identificar
esos términos como dos expresiones distintas de un mismo
fenómeno. Nadie tiene claro en qué consiste ese fenómeno,
pero casi todos convenimos sin darle excesiva importancia en que
podemos referirnos al mismo utilizando indistintamente cualquiera
de esos dos términos.
Ninguna persona puede poner en duda que, en el contexto de los entornos
virtuales e internet, el fenómeno de la comunicación
y el de la información se encuentran muy cercanos y que,
en algunos escenarios concretos, se solapan abiertamente. Sin embargo,
la identificación sin reservas de esos dos términos
no deja de ser más que un error derivado de nuestra dejadez
y falta de finura conceptual. El objetivo de este trabajo es mostrar
que, si bien la relación entre esos dos términos es
estrecha en los contextos virtuales, nos encontramos frente a dos
fenómenos claramente diferenciables que poseen propiedades
y características que los distinguen.
Para cubrir este objetivo, vamos a desdoblar el artículo
en dos apartados. Con el primero de ellos (apartado 2), intentamos
mostrar cómo podemos entender los contextos informativos
en los entornos virtuales. En concreto, desde una perspectiva conceptual,
abordamos, por un lado, la noción de flujo informativo y
los elementos que en éste se ven involucrados (apartado 2.1)
y, por otro, tratamos algunos aspectos estrechamente relacionados
con ese hecho intuitivo consistente en que las señales son
capaces de informar sobre lo que ocurre en la realidad: las claves
de codificación involucradas en el flujo informativo dentro
de estos entornos y la fiabilidad y la falibilidad que éstas
ejemplifican (apartado 2.2). En el segundo apartado (apartado 3)
abordamos los procesos de comunicación en los contextos virtuales
haciendo directa referencia a las diferencias entre el fenómeno
de la información y el de la comunicación (apartado
3.1) y a los elementos que intervienen en un proceso comunicativo
(3.2).
Los Contextos Informativos en Entornos Virtuales
Para
introducirnos en el tema de los contextos informativos en los entornos
virtuales vamos a poner sobre la mesa la pregunta que va a articular
los contenidos de esta primera parte del trabajo: ¿en qué
consiste realmente el fenómeno de la información del
que todo el mundo habla actualmente y que parece estructurar casi
todas las parcelas de nuestra vida?
Si nos detenemos a pensar sobre esta pregunta, la primera impresión
que tenemos es que podemos decir muchas cosas al respecto. Pero
inmediatamente nos damos cuenta de que tras nuestras propuestas
acostumbra a encontrarse un confuso conjunto de ideas desarticuladas
que hacen referencia, en la mayoría de los casos, a entidades
como los emisores, las señales, los mensajes y los receptores.
El objetivo de este apartado es intentar coordinar y articular esas
ideas que todos poseemos dentro de una propuesta clara que nos permita
responder a esa pregunta inicial y entender intuitivamente el fenómeno
de la información en los entornos virtuales. Esta propuesta
pasa por explicar en qué consiste el flujo informativo en
estos entornos, qué elementos entran en juego cuando una
señal transporta cierta información y cuáles
son las características de las claves de codificación
que permiten la existencia del flujo informativo.
La
noción de flujo informativo en los entornos virtuales3
Siempre
que se intenta describir una entidad (o fenómeno), ya sea
de naturaleza conceptual o material, es una buena estrategia comenzar
revisando la etimología y el significado de la palabra que
utilizamos para referirnos a esa entidad (o fenómeno) que
pretendemos caracterizar. En el caso que nos ocupa, si consultamos
el diccionario etimológico de Joan Corominas (1984, p. 932)
obtenemos que la palabra “información” proviene
del término original latino “informare”, cuyo
significado original es “dar forma”. Y si revisamos
además el diccionario de la Real Academia Española
(1992, p. 822) nos encontramos que en una de sus acepciones la palabra
“informar” significa “enterar”, “dar
noticia”. Es justo esta manera de entender esa palabra la
que adoptaremos a lo largo de todo este trabajo.
En este sentido, podemos decir que los entornos virtuales se encuentran
poblados de información: algunos acaecimientos que forman
parte de esos entornos informan o dan noticia sobre lo que ocurre
o puede ocurrir. Así, por ejemplo, el cuadro de diálogo
con la expresión escrita “You have a new e-mail”
que aparece de repente en la pantalla de mi ordenador informa o
da noticia de que tengo mensajes pendientes de lectura en mi cuenta
de correo electrónico, el símbolo rojo del aspa que
aparece en la barra de mi navegador informa o da noticia de que
si lo pulso con el ratón abortaré la conexión
electrónica que se está produciendo en este momento,
o el icono en forma de mano con el dedo índice extendido
que aparece al colocar el cursor de mi ordenador sobre una frase
de la pantalla informa o da noticia de que vinculado a esa frase
existe un enlace a cuyo contenido puedo acceder pulsando sobre la
misma. En todos estos casos decimos que, dentro de este entorno,
se ha producido un contexto o episodio de flujo informativo.
Los
elementos del contexto informativo
En términos generales, podemos afirmar que entre
los ejemplos que acabamos de introducir intervienen, principalmente,
señales de tipo convencional. En todo contexto o episodio
de flujo informativo que se produce en un entorno virtual y en el
que se ve envuelto una señal de tipo convencional podemos
distinguir una serie de elementos. Principalmente tres: la señal,
su contenido informativo y el emisor de la señal.
La señal puede identificarse como el acaecimiento o la parcela
de la realidad (algo que ocurre) que transporta (lleva o indica)
cierta información, como el soporte material de la información.
El contenido informativo, en cambio, debe ser entendido como la
información que transporta la señal. Pero ¿con
qué podemos identificar esa información transportada
por una señal? O dicho de otra forma: ¿cómo
podemos describir esa noticia que nos ofrece un acaecimiento sobre
una parcela de la realidad y que se identifica como su contenido
informativo? Estrictamente hablando, el contenido informativo es
una proposición4 o una
idea asociada a una señal y en la que se afirma que en la
realidad ha ocurrido —o que en un futuro ocurrirá—
algo en concreto.
Si nos preguntamos por la naturaleza de esos dos elementos que forman
parte de todo contexto de flujo informativo en los entornos virtuales,
podemos señalar que la señal es algo de naturaleza
material y la proposición o idea identificada como contenido
informativo de la misma es algo dotado de una naturaleza conceptual.
Para ilustrar estas ideas tan sólo debemos recurrir a uno
de los ejemplos introducidos hasta ahora. Gracias a nuestra experiencia
hemos podido comprobar que siempre (o al menos en la mayoría
de las ocasiones) que el cuadro de diálogo con la expresión
escrita “You have a new e-mail” aparece de repente en
la pantalla de mi ordenador, tengo mensajes pendientes de lectura
en mi cuenta de correo electrónico. En este sentido podemos
decir que es cuadro de diálogo informa de que hay mensajes
sin leer. Imaginemos ahora que en mi ordenador aparece ese cuadro
de diálogo. En esta situación se está produciendo
un episodio de flujo informativo. Pero ¿cuál es la
señal involucrada en ese episodio? El cuadro de diálogo
que aparece en la pantalla. ¿Y el contenido informativo transportado
por esa señal? La proposición o idea que afirma que
existen mensajes sin leer en mi cuenta de correo.
Pero la señal y el contenido informativo no son los únicos
elementos básicos del flujo informativo en los entornos virtuales.
En este tipo de entornos en los que se ve envuelta una señal
de tipo convencional nos encontramos frente a un tipo especial de
contextos en los que, además de poder identificar la señal
y el contenido informativo, interviene necesariamente un tercer
elemento. Ese tercer elemento no es nada más que el emisor
de la señal que transmite la información.
De esta manera, en el ejemplo del cuadro de diálogo que aparece
en la pantalla podemos identificar una señal (el propio cuadro
de diálogo), un contenido informativo (que tengo algún
mensaje electrónico sin leer) y el emisor de esa señal
(la persona que me ha enviado ese mensaje (o mensajes) que no he
leído todavía).5
Es importante señalar que en este tipo de contextos es necesario
identificar también el emisor de la señal para poder
concluir que nos encontramos frente a un genuino contexto informativo.
Si no lo identificamos corremos el riesgo de estar tomando como
un episodio de información un contexto en el que no se ve
envuelta ningún tipo de información.
Las
claves de codificación
Una
vez que hemos identificado los elementos principales que intervienen
en este tipo contexto o episodio de flujo informativo cabe preguntarnos
ahora: ¿por qué razón esas señales convencionales
son capaces o pueden transportar información?
La propiedad que poseen esta clase de señales de dar cierta
noticia —o de transportar asociada una determinada
proposición identificable como su contenido informativo—
no puede ser considerada como una propiedad que éstas posean
o dejen de poseer de un modo caprichoso, sino que se encuentra derivada
de un código (o clave de codificación) del que éstas
participan. Una clave de codificación (o código) permite
que una señal transporte cierta información al poner
en relación o asociar convencionalmente la señal y
el acaecimiento sobre el que ésta informa. Por tanto, en
un entorno virtual,6 para poder
afirmar que una señal de esta clase transporta cierta información
debe existir algún tipo código, un vínculo
convencional implícito o explícito, entre la señal
y el acaecimiento sobre el que ésta da noticia.7
Volvamos a nuestro ejemplo de la pantalla de nuestro ordenador para
ilustrar estas ideas. En el ejemplo, el cuadro de diálogo
con la expresión escrita “You have a new e-mail”
que aparece de repente en la pantalla de mi ordenador (la señal),
informa de que tengo mensajes pendientes de lectura en mi cuenta
de correo electrónico gracias a la existencia de un código
(una clave de codificación) que le asocia ese contenido semántico
(algo de natural conceptual) a la señal (algo físico).
Las claves de codificación (o códigos) sustentadoras
del flujo informativo se caracterizan por ejemplificar dos propiedades
que en un principio podrían parecer contrapuestas e incompatibles:
por un lado, estos códigos son fiables; pero, sin embargo,
por otro lado, estas claves son también falibles.
Decimos que ejemplifican la propiedad de la fiabilidad porque para
poder considerar que cierta señal transporta un contenido
informativo determinado debe existir un código que vincule
esa señal y un acaecimiento (el acaecimiento sobre el que
ésta informa) que sea lo suficientemente fiable como
para asegurar que cuando ocurre la señal sea posible concluir
que se ha producido ese acaecimiento concreto sobre el que informa.
De esta manera, si identificamos una clave de codificación
que sustenta el hecho de que cierta señal transporta un contenido
informativo P, la clave debe asegurar que en la mayoría8
de los casos cuando se produce la señal ocurre lo afirmado
por P.
Por otro lado, decimos que las claves de codificación, debido
a su naturaleza convencional, ejemplifican también la propiedad
de la falibilidad porque éstas pueden no garantizar en
todo momento la ocurrencia de lo afirmado por el contenido
informativo una vez que se ha producido la señal. En este
sentido, podemos atribuirles a la mayoría de las claves de
codificación la propiedad de poder soportar excepciones,
la propiedad de presentar cierto grado de falibilidad: si P es el
contenido informativo que se le supone a una señal, la clave
de codificación que habilita este flujo puede permitir, en
algunas situaciones concretas, que se produzca una ocurrencia de
una señal sin que ocurra lo afirmado por P. Cuando esto ocurre
diremos que se ha producido un episodio de desinformación9:
la señal ya no transporta ese contenido informativo debido
a que ésta acontece sin que se produzca también el
acaecimiento sobre cuya ocurrencia daba noticia. En estos casos
afirmaremos que la señal desinforma que se ha producido
ese acaecimiento concreto.
Los episodios de desinformación no pueden ser considerados
como un fenómeno excepcional o que rara vez ocurra. A lo
largo del día, en lo entornos virtuales, se nos pueden presentar
situaciones en las que podríamos identificar claramente fenómenos
de este tipo. Así, por ejemplo, un virus que haya infectado
nuestro ordenador puede provocar que, independientemente de que
tengamos o no mensajes pendientes de lectura en nuestro ordenador,
aparezca arbitrariamente el cuadro de diálogo con la expresión
escrita “You have a new e-mail” en la pantalla. En esas
circunstancias el cuadro de diálogo no puede ser considerado
como una señal que transporte ese supuesto contenido informativo
(existen mensajes pendientes de lectura) que anteriormente se le
atribuía, se trata en este caso tan sólo de un episodio
de desinformación.
Los Procesos de Comunicación en Entornos Virtuales
En
el apartado anterior nos propusimos como objetivo intentar introducir
una serie de ideas intuitivas que permitiesen tener una imagen clara
de cómo podemos entender los contextos informativos en los
entornos virtuales. Ese objetivo no estaría cubierto y el
interrogante no quedaría en parte resuelto si no completásemos
también nuestro argumento ofreciendo una reflexión
sobre un fenómeno muy cercano al de la información,
y en muchas ocasiones mal entendido, como el de la comunicación.
Con este apartado se pretende suministrar una reflexión intuitiva
(en la medida de lo posible) que sirva como punto de partida para
reflexiones posteriores y que permita acercarse de una manera entendedora
al fenómeno de la comunicación en los entornos virtuales.
Para cubrir ese objetivo, desdoblamos nuestra tarea en dos subapartados.
Por un lado, en el primer subapartado, intentamos mostrar que, aunque
el fenómeno de la comunicación y el de la información
se encuentran muy cercanos en este tipo de entornos y que, en algunas
circunstancias, se solapan abiertamente, nos encontramos frente
a dos fenómenos claramente diferenciables que poseen propiedades
y características que los distinguen.
Por otro lado, en el segundo subapartado, se introducen y se describen
los elementos básicos que intervienen en la mayoría
de los episodios en los que se producen comunicación. En
concreto, expondremos que en todo proceso comunicativo ejemplificado
en un entorno virtual y donde se transmite cierta información
pueden llegar a intervenir, por un lado, una serie de elementos
(el emisor, la señal original, el contenido informativo,
el transmisor, la señal emitida, el canal de comunicación,
la señal recibida, el transmisor inverso, la señal
final, el receptor, la situación, el contexto, el código
y el feedback) dotados de unas funciones determinadas y,
por otro lado, un factor de disfunción (la fuente de ruido).
Información y comunicación en entornos virtuales
Como
ya indicamos al principio de nuestro trabajo, es muy habitual considerar
como sinónimos —y, por tanto, como conceptos intercambiables—
los términos información y comunicación.
Sin embargo, el objetivo de este primer subapartado es mostrar que
si bien en los entornos virtuales la relación entre esos
dos términos es estrecha, nos encontramos frente a dos fenómenos
claramente diferenciables que poseen propiedades y características
que los distinguen.
Para poner de manifiesto esas diferencias, vamos a comenzar mostrando
cómo en los contextos informativos y en los comunicativos
intervienen elementos básicos distintos, para pasar más
tarde a mostrar cómo esos dos tipos distintos de contextos
difieren entre ellos también por el comportamiento de los
agentes implicados en los mismos.
Los
elementos básicos de los contextos informativos y comunicativos
En el segundo apartado pudimos comprobar que, en este tipo
de entornos y en términos generales, la señal, el
contenido informativo y el emisor son los tres elementos básicos
de los contextos informativos.
Por otro lado, intuitivamente, en los entornos virtuales podemos
definir los procesos de comunicación como aquellos en los
cuales un emisor transmite cierto contenido informativo (cierta
información) a un receptor mediante el uso de una señal.
Por tanto, en todos los contextos comunicativos siempre es posible
identificar los siguientes elementos básicos: el emisor,
la señal, el contenido informativo y el receptor. Todo contexto
en el que no existan o no se puedan identificar claramente cada
uno de estos cuatro elementos debe ser considerado como un episodio
en el cual no se ha producido comunicación.
Imaginemos un típico contexto comunicativo: recibo un e-mail
de un amigo en el que me propone quedar en una cafetería
cercana a mi residencia a tomar un té a las cinco de la tarde
y al que yo le contesto afirmativamente con otro e-mail. Si obviamos
de momento mi e-mail de respuesta, en este entorno se ha producido
un contexto comunicativo donde se pueden distinguir los siguientes
elementos básicos: el emisor (mi amigo), la señal
(el e-mail que yo recibo), el contenido informativo (la proposición
o idea en la que se me convoca a tomar un té en un lugar
determinado a las cinco) y el receptor (yo mismo).
Introducidos los elementos básicos de los contextos informativos
y de los comunicativos ya podemos mostrar algunas diferencias claras
dentro de los entornos virtuales. En primer lugar, en estos entornos
hay que destacar que en ambos contextos, tanto en los informativos
como en los comunicativos, la señal, el contenido informativos
y el emisor son elementos imprescindibles (no existe comunicación
ni flujo informativo sino existe una señal, un emisor y un
contenido informativo). En segundo lugar, hemos de señalar
que el receptor es un elemento necesario dentro de los contextos
comunicativos (no existe comunicación si no existe un receptor),
aunque no es en absoluto necesario cuando hablamos de contextos
informativos.
Como se desprende de lo expuesto, a partir de los elementos necesarios
que comparten los dos tipos de contexto, podemos considerar que
en los entornos virtuales la totalidad de los episodios comunicacionales
debe ser considerada como un subconjunto de la totalidad de los
contextos de flujo informativo. Esto significa que siempre que se
produce un contexto de comunicación éste incluye necesariamente
un flujo de información, pero no siempre que ocurre un episodio
de flujo informativo podemos decir que nos encontramos frente a
un contexto comunicacional (puede producirse flujo informativo que
no se vea envuelto dentro un contexto comunicacional).
Así por ejemplo, en el caso en el que mi amigo me envíe
el e-mail para quedar por la tarde y que yo leo (un contexto típicamente
comunicacional) se produce un flujo o contexto informativo, es decir,
se ve envuelta una señal (el e-mail) que transporta un contenido
informativo determinado (que hemos de quedar en unas coordenadas
espacio-temporales determinadas) y un emisor (mi amigo). En cambio,
si yo no leo el e-mail de mi amigo, aunque el e-mail continúe
informando de que podemos quedar en esas coordenadas (caso típico
de flujo o contexto informativo), no podemos asegurar que a través
de esta señal se está produciendo un acto comunicativo.
El
comportamiento de los agentes implicados en los contextos informativos
y comunicativos dentro de los entornos virtuales
Una vez que hemos mostrado las diferencias entre los contextos
informativos y los comunicativos respecto a los elementos básicos
que los constituyen dentro de los entornos virtuales, pasemos a
identificar otro orden de características que los distinguen
y que se encuentran relacionadas directamente con el comportamiento
de los agentes implicados en esos contextos dentro de esos entornos:
la intencionalidad de la transmisión y el efecto en el receptor.
Como acabamos de señalar, en este tipo de entornos, la figura
del emisor es imprescindible tanto en los contextos informativos
como en los comunicativos (no existe flujo informativo ni comunicación
si no existe un emisor). Ahora bien, en estos entornos, para que
se produzca respectivamente un episodio de flujo informativo o de
comunicación ¿es suficiente con el hecho de que intervenga
un emisor? La respuesta es clara: no. Para que se produzca un episodio
de cualquiera de esos dos tipos contexto es necesario también
que el emisor tenga la intención de transmitir cierta información
(cierto contenido informativo) utilizando la señal en cuestión.
Ilustremos este punto mediante uno de los ejemplos ya introducido.
Retomemos de nuevo, el ejemplo del e-mail que me envía mi
amigo. Imaginemos que hoy es 28 de diciembre (día de los
Santos Inocentes) y que mi amigo ha decidido gastarme una pequeña
broma. La broma (de mal gusto considero) consiste en convocarme
para tomar un té y luego no presentarse. ¿Qué
podemos decir al respecto? En este caso diríamos que nos
encontramos frente a un presunto contexto informativo (un episodio
de desinformación, en definitiva) en el que no se produce
ningún tipo de episodio de flujo ya que aunque exista un
emisor (mi amigo) éste no tiene la intención de transmitir
cierta información (que nos veremos esta tarde para tomar
café) utilizando el e-mail.
Pasemos a mostrar la otra característica que, en este caso,
diferencia a estos dos tipos de contexto. Como ya hemos señalado,
la figura del receptor es un elemento necesario dentro de los contextos
comunicativos (no existe comunicación sino existe un receptor),
aunque no es en absoluto necesario cuando hablamos de contextos
informativos. Ahora bien, para que se produzca un episodio de comunicación
en un entorno virtual ¿es suficiente con el hecho de que
intervenga un receptor? La respuesta es clara: no. Para que se produzca
un episodio comunicacional en este tipo de entornos es necesario
también que en el receptor se produzca cierto efecto a partir
de esa información transmitida y asociada a la señal
utilizada. O dicho de otra manera, para que se produzca comunicación,
la información transmitida por la señal debe causar
cierto efecto en el receptor que la recibe. El mínimo efecto
que se exige es que el receptor reciba la información (o
contenido informativo) asociada a la señal.
Ilustremos este punto a partir del ejemplo del e-mail. Imaginemos
que mi amigo me ha enviado el mensaje con la intención de
transmitirle la información de que nos encontraremos a las
cinco para tomar un té y que yo lo abro y lo leo. Desgraciadamente,
mi ordenador está infectado con un extraño virus que
borra el contenido dejando en blanco el cuerpo de todos los mensajes
que recibo de mi amigo. En este caso tampoco se ha producido un
acto comunicativo ya que aunque exista un emisor (mi amigo), una
señal (el e-mail), una información (que nos veremos
a las cinco para tomar un té) y un receptor (yo mismo), en
este último esa información no ha causado ningún
efecto, ni tan siquiera el efecto mínimo consistente en el
propio hecho de recibir la información.
Este efecto en el receptor requerido nos permite establecer una
clara diferencia, dentro de los entornos virtuales, entre los contextos
comunicativos y los informativos: en todos los episodios en los
que se produce comunicación ha de intervenir un receptor
y además en ese receptor debe producirse cierto efecto a
partir de la información transmitida por el emisor a través
de la señal; en cambio, en los episodios de flujo informativo
no tiene por qué intervenir ningún tipo de receptor
(y, por tanto, no se puede exigir que en éste se produzca
un efecto a partir de la información involucrada en el flujo).
Los elementos del contexto comunicativo en los entornos virtualers
Hasta
el momento, dentro de los entornos virtuales, hemos identificado
el emisor, la señal, el contenido informativo y el receptor
como elementos fundamentales de todo contexto comunicativo. Éstos
nos sirvieron, en el apartado anterior, para establecer unas diferencias
claras respecto a los contextos informativos. En este segundo apartado
vamos a abundar un poco más sobre éstos elementos
y vamos a recoger otros que, aunque no puedan ser considerados como
básicos, también intervienen en la mayoría
de los episodios en los que se producen comunicación.
Para introducir todos estos elementos vamos a recuperar algunas
de las ideas defendidas por Shannon y Weaver en su famosa Teoría
Matemática de la Comunicación10.
Teniendo como objetivo la claridad expositiva, nos hemos tomado
la libertad de realizar pequeñas adaptaciones y modificaciones
sobre esas ideas y completarlas con una serie de elementos (la situación,
el contexto, el código y la noción de feedback)
que no son contemplados por estos autores.
En términos generales, podemos decir que, dentro de los entornos
virtuales, en todo contexto comunicativo en el que se produce un
flujo o una transmisión de información pueden identificarse
los siguientes elementos: el emisor, el mensaje1 (o señal
original), el contenido informativo, el transmisor, la señal
emitida, el canal, la señal recibida, el transmisor inverso,
el mensaje2 (o señal final), el receptor, la situación,
el contexto, el código, la fuente de ruido y el feedback.
Todos estos elementos y las relaciones que entre ellos se establecen
pueden ser representadas a partir de la figura 111.
Clic
en la imagen para ampliar
Figura
1: Elementos que intervienen en los episodios de comunicación
involucrados en los entornos virtuales.
Como
se desprende de esta figura, en el proceso comunicativo donde se
transmite cierta información pueden llegar a intervenir,
por un lado, una serie de elementos (el emisor, el mensaje1 (o señal
original), el contenido informativo, el transmisor, la señal
emitida, el canal de comunicación, la señal recibida,
el transmisor inverso, el mensaje2 (o señal final), el receptor,
la situación, el contexto, el código y el feedback)
dotados de unas funciones determinadas y, por otro lado, un factor
de disfunción (la fuente de ruido).
En concreto, este proceso puede describirse de la siguiente manera.
El emisor (la fuente de información, el elemento del que
parte el proceso comunicativo, y que se caracteriza por su intención
de transmitir cierta información a un receptor) selecciona
una señal concreta o una cadena de señales (a partir
de ahora nos referiremos a esta señal utilizando las expresiones
“señal original” o “mensaje1”) de
entre un conjunto de señales posibles (o de cadenas de señales
posibles). Esta señal original o mensaje1 transporta un contenido
informativo determinado.
El transmisor se encarga de transformar o traducir ese mensaje produciendo
para ello una señal (señal emitida) que a la postre
es la que será transmitida. Esta señal emitida debe
transportar la misma información que el mensaje1. En muchas
ocasiones es el propio emisor el que actúa de transmisor
ofreciendo esa transformación o traducción del mensaje1.
Para que esa operación tenga éxito, el producto de
la traducción, la señal emitida, debe ofrecerse de
acuerdo a un código y en sintonía con cierto contexto.
Un código no es nada más que un sistema de señales
gobernadas por un conjunto de reglas que determinan cómo
y en qué contextos las señales pueden ser usadas y
combinadas para transmitir información. No hay que ir muy
lejos para encontrar códigos: el código morse, el
código de banderas utilizado en la marina o incluso cualquiera
de las lenguas naturales que hablamos (catalán, castellano,
inglés, etc.) con sus reglas sintácticas y semánticas
puede ser consideradas como ejemplos de códigos. El contexto,
en cambio, debe identificarse como el conjunto de señales
que ya han sido trasmitidas anteriormente y que preceden a la señal
emitida.
La señal emitida circula por el canal de comunicación,
adecuándose al mismo y partiendo desde el transmisor. El
canal no es nada más que el medio material cuya alteración
permite esa transmisión de la señal emitida. El aire
(cuando hablamos en persona con alguien), el papel (cuando escribimos
a alguien) o el cable telefónico (cuando conversamos utilizando
un teléfono) son ejemplos de canal de comunicación.
La señal emitida llega a través del canal al transmisor
inverso. Cuando alcanza esa posición pasamos a denominarla
señal recibida. Esta señal recibida acostumbra a coincidir
con la señal emitida. El transmisor inverso (una especie
de transmisor con la función comunicativa invertida) se encarga
de descodificar, transformar o traducir esa señal recibida
y convertirla en el mensaje2 (o señal final). Recordemos
que este mensaje2, si no se ha producido nada que altere el proceso,
transporta la misma información que la señal recibida,
que la emitida y, por tanto, que el mensaje1. En muchas ocasiones
es el propio receptor el que actúa de transmisor inverso
realizando esa transformación o traducción de la señal
recibida. Para que esa operación tenga éxito, el producto
de la traducción, la señal emitida, debe ofrecerse
de acuerdo al código y en sintonía con el contexto.
El receptor, destinatario último del proceso comunicativo,
recibe e interpreta esa señal final, experimentando cierto
efecto a partir de esa información surgida originalmente
del emisor y que se ha mantenido a lo largo de toda la cadena de
elementos.
Ahora que ya hemos introducido la noción de transmisor inverso,
es importante señalar que uno de los requisitos básicos
que se deben exigir para que se produzca realmente comunicación
es que el transmisor (o el emisor, si es éste el que desarrolla
esta función) y el transmisor inverso (o el receptor, si
es éste el que realiza esta actividad), al producir sus respectivas
traducciones, compartan y utilicen el mismo código y se encuentren
en sintonía con el mismo contexto. El incumplimiento de este
requisito puede provocar que la información que transporta
la señal original (o mensaje1) no se corresponda con la asociada
a la señal final (o mensaje2), no alcanzándose de
esta manera el objetivo de la comunicación: transmitir cierto
contenido informativo desde el emisor al receptor.
Además, en todo contexto comunicativo es posible identificar
también otro elemento: la situación. La situación
debe entenderse como todo el entorno espacio-temporal en el que
se produce la comunicación. El conocimiento de la misma también
contribuye a la correcta actuación comunicativa del emisor
y a la correcta interpretación por parte del receptor. Así,
por ejemplo, si un emisor escribe en un e-mail el enunciado “está
lloviendo aquí y ahora”, esta señal emitida
sólo tendrá sentido y será correctamente interpretada
si tanto el emisor como el receptor conocen el entorno en el que
se está produciendo el acto comunicativo, o dicho de otra
manera, son capaces de saber qué espacio físico se
corresponde con la palabra “aquí” y qué
momento de tiempo se corresponde con la palabra “ahora”.
Estrechamente relacionado con la figura del receptor se encuentra
el fenómeno del feedback (o retroalimentación).
Cuando, en el apartado anterior, mostramos las diferencias entre
la mera información y la comunicación, señalamos
como requisito para que se produzca ésta última el
hecho de que existiera un receptor y que éste experimentara
algún efecto a partir de la información que surgía
del emisor. El feedback o retroalimentación debe identificarse
como la respuesta del receptor, dirigida hacia el emisor, respecto
al efecto que le produce la información que recibe. Por ejemplo,
en el contexto de una sesión de chat, el signo de
la sonrisa ;-) que nos ofrece la persona a la que le acabamos de
contar un buen chiste, o el enunciado “¿de verdad?”
que escribe alguien tras haber escuchado el relato de una historia
sorprendente, son dos claros ejemplo de feedback o retroalimentación.
La función básica del feedback es doble. Por un lado
permite mostrar el grado en el que el receptor está implicado
en el proceso comunicativo que le propone el emisor. Así
por ejemplo, cuando realizamos una sesión de chat
con una amigo, acostumbramos a escribir de vez en cuando expresiones
como “¡Sí, sí!” o “¡Claro,
claro!” para demostrarle a nuestro receptor que nos encontramos
al otro lado de la pantalla de nuestro ordenador (no se ha cortado
la comunicación) y que estamos metidos en la conversación.
Y por otro lado, permite que el emisor ajuste las señales
y los contenidos informativos que transmite para maximizar la comunicación.
De esta manera por ejemplo, en el mismo contexto del chat, si una
persona (el emisor) decide explicarle a otra (el receptor) un chiste
y no recibe una símbolo de sonrisa ;-) como premio, el emisor
puede concluir que no se ha entendido el chiste y que quizá
haga falta realizar algunas explicaciones adicionales.
Por último, hemos de señalar que, desgraciadamente,
en muchas ocasiones, el proceso global de la comunicación
que acabamos de describir no se produce tal y como esperábamos.
En algunas situaciones concretas interviene una fuente de interferencias,
distorsión o ruido que produce una diferencia significativa
entre la señal original emitida por el transmisor y la que
finalmente recibe el receptor. Esta diferencia entre las señales
provoca que el contenido informativo que llega al receptor no coincida
con el que originariamente fue seleccionado en la fuente de información
o emisor, frustrándose de esta manera el proceso o el intento
comunicativo.
Hasta aquí llegaría la descripción de todos
los elementos que intervienen en un acto o proceso comunicativo.
Pasemos, por último, a ilustrar con más detalle el
funcionamiento de este proceso en los entornos virtuales, a través
de un sencillo ejemplo.
Imaginemos, el siguiente acto comunicativo. Una persona se encuentra
en casa y, recordando que hoy es el día en que un amigo suyo
cumple años, decide enviarle un e-mail para felicitarle.
En ese contexto, podemos decir que nuestro protagonista es la fuente
de información o emisor, y el enunciado escrito (“¡feliz
cumpleaños!”, supongamos) que utiliza para felicitar
a su amigo es el mensaje1 o señal original seleccionada,
el mensaje que quiere transmitir. Este mensaje —esas palabras
escritas, en definitiva— ha sido elegido de entre todas las
posibles producciones lingüísticas, como por ejemplo
“¡enhorabuena!” o “¡feliz aniversario!”,
que normalmente utilizamos para felicitar a alguien en el día
de su cumpleaños. El ordenador, junto al modem, serían
identificados como el transmisor de ese proceso comunicativo. Estos
dos aparatos traducirían las palabras escritas en una señal
eléctrica (la señal emitida). Esa señal eléctrica
se transmitirá a través del tendido o cableado telefónico
que actuará de canal de comunicación en este caso.
Gracias a ese cableado, la señal será recibida en
el modem del ordenador de su amigo. Este aparato, junto al propio
ordenado, pueden ser identificados como el transmisor inverso y
transformarán la señal eléctrica recibida en
un mensaje2 o señal final, concretamente en un correo en
el que aparecerá escrita la expresión “¡feliz
cumpleaños!”. Por último, el amigo de nuestro
protagonista debe ser considerado como el receptor de ese acto comunicativo.
El envío de un e-mail de repuesta en el que se incluya la
expresión escrita “¡Muchísimas gracias!”
que remite el amigo tras leer la felicitación podría
ser identificado como el feedback.
Sin embargo, en algunas situaciones, puede ocurrir que en la línea
telefónica, en el canal de comunicación, se produzcan
interferencias o distorsiones que hagan variar la señal emitida
por el transmisor de tal forma que el transmisor inverso, el ordenador
y el modem del amigo, reciba una señal distinta. Esa variación
en la señal eléctrica recibida acostumbra a provocar
que, en el aparato receptor del amigo, puedan aparecer nuevos caracteres
o que se supriman algunos de los caracteres que en un principio
aparecían en el mensaje1 o señal original. Esta variación
de mensajes puede, en muchas ocasiones, hacer peligrar seriamente
la comunicación entre los dos personajes.
Notas:
1
Los resultados que aparecen en este trabajo se integran dentro del
proyecto de investigación KAIMI (Knowledge Assets Identification
and Methodology of Implementation in Organizational Knowledge Management)
que se está desarrollando gracias a la financiación
económica del IN3 (Internet Interdisciplinary Institute)
de la Universitat Oberta de Catalunya.
2 Existen verdaderos ríos
de tinta sobre el tema de la Sociedad de la Información.
Entre toda esta literatura hay que destacar los tres valiosos y
exhaustivos volúmenes de Manuel Castells, profesor de la
Universitat Oberta de Catalunya (CASTELLS, Manuel (1997). La
era de la información. Madrid: Alianza editorial. Volúmenes
I, II y III).
3 Para profundizar sobre la noción
general (no sólo en los entornos virtuales) de flujo informativo
puede consultarse PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ, Mario (2004).
The Phenomenon of Information. Lanham (Maryland): Scarecrow
Press. (En prensa).
4 En términos técnicos
podemos decir que una proposición debe identificarse como
un objeto abstracto no lingüístico dotado de un valor
de verdad.
5 En el caso del ejemplo del símbolo
rojo del aspa que aparece en la barra de mi navegador, el propio
símbolo es la señal, la proposición consistente
en que si lo pulso con el raton abortaré la conexión
electrónica que se está produciendo es su contenido
informativo y el diseñador que participó en el desarrollo
y programación del navegador puede identificarse como el
emisor. En el caso del icono en forma de mano con el dedo índice
extendido, el icono puede reconocerse como la señal, la idea
de que vinculado a esa frase existe un enlace a cuyo contenido puedo
acceder pulsando sobre la misma es el contenido informativo que
transporta esa señal y la persona que ha programado ese enlace
puede identificarse como el emisor de esa señal.
6 Insistimos en remarcar el tipo
de contexto para indicar indirectamente que la mayoría de
los señales que suelen circular en éstos suelen ser
de tipo convencional y, por tanto, que esa codificación es
también de naturaleza convencional (no natural).
7 Algunos autores, en referencia
a las señales de tipo convencional, han intentado describir
lo que aquí hemos denominado claves de codificación.
Así, por ejemplo, Dretske (en DRETSKE, F. I. (1981).
Knowledge and the flow of information. Cambridge, Massachusetts:
The MIT Press/Bradford Books) lo ha hecho en términos probabilísticos
y Barwise y Perry (en BARWISE, J. y PERRY, J. (1983). Situations
and attitudes. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press/Bradford
Books, principalmente) lo han realizado apelando a la existencia
de lo que ellos han llamado "restricciones entre tipos de situaciones".
Yo mismo, en PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ, Mario (2004).
The Phenomenon of Information. Lanham (Maryland): Scarecrow
Press, he intentado dar cuenta de esos vínculos en términos
de canales de información.
8 Como veremos a continuación,
el grado de fiabilidad que debe ser exigido a una clave de codificación
sustentadora de flujo informativo no tiene que ser absoluto.
9 Con este término tan
sólo intentamos recoger el contenido semántico de
la palabra inglesa “misinformation” que se utiliza en
la literatura especializada (principalmente en BARWISE, J. y PERRY,
J. (1983). Situations and attitudes. Cambridge, Massachusetts:
The MIT Press/Bradford Books), sobre el tema.
10 Esta teoría se encuentra
recogida en un libro que, incluyendo un prólogo de Warren
Weaver, fue publicado en 1949 con el título The Mathematical
Theory of Communication por la University of Illinois Press.
Esta obra se presentaba claramente divida en dos partes. En la primera
parte, que recogía la contribución de Weaver, anticipaba
en un lenguaje no matemático y divulgativo los principales
conceptos y resultados del trabajo de Shannon. En esa misma parte,
se incluía además, un modelo teórico que intentaba
representar los elementos y las relaciones implicadas en un contexto
comunicativo en el que se produce un flujo o una transmisión
de información. Ese modelo propuesto llegaría a tener
tanta influencia en el desarrollo posterior de la teoría
de la comunicación que consiguió eclipsar en parte
otros de los logros conceptuales de esa obra. Y en la segunda parte,
incluyéndose de nuevo el mismo modelo, Shannon presentó
y desarrolló una teoría que tenía como objetivo
principal definir matemáticamente todas aquellas magnitudes
que intervienen en las situaciones donde se produce un flujo o transmisión
de información y conseguir, a partir de esas definiciones,
un cálculo de la cantidad de información que puede
ser transportada a través de un canal y la identificación,
además, de las formas de maximizar la eficacia de ese proceso.
11 Para revisar otros modelos
o propuestas conceptuales que explican el fenómeno de la
comunicación puede consultarse, por ejemplo, la obra RODRIGO
ALSINA, Miquel (1985). Los modelos de la comunicación.
Editorial Tecnos, Madrid y WOLF, Mauro (1996). La investigación
de la comunicación de masas. Ediciones Paidós,
Barcelona.
Referencias:
BARWISE,
J. y PERRY, J. (1983). Situations and attitudes. Cambridge,
Massachusetts: The MIT Press/Bradford Books. (Existe una traducción
de esta obra al español realizada por José Ignacio
Olmos: BARWISE, J. y PERRY, J. (1992). Situaciones y actitudes.
Madrid:Visor).
CASTELLS, Manuel (1997). La era de la información. Economía,
sociedad y cultura. Madrid: Alianza editorial. Vol. 1.
CASTELLS, Manuel (1998). La era de la información. Economía,
sociedad y cultura. Madrid: Alianza editorial. Vol. 2.
CASTELLS, Manuel (1998). La era de la información. Economía,
sociedad y cultura. Madrid: Alianza editorial. Vol. 3.
COROMINAS, J. (1984). Diccionario crítico etimológico
castellano e hispánico. Madrid: Gredos.
DEVLIN, K. (1991). Logic and Information. Cambridge: Cambridge
University Press.
DRETSKE, F. I. (1981). Knowledge and the flow of information.
Cambridge, Massachusetts: The MIT Press/Bradford Books. (Existe
una traducción al español de esta obra realizada por
Margarita Vicedo, Montserrat Guillla y Fina Pizarro: DRETSKE, F.
I. (1987). Conocimiento e información. Barcelona: Salvat
Editores).
HARTLEY, R.V.L. (1928). “Transmission of Information”.
En Bell System Technical Journal, vol. 7, págs.
535-563.
ISRAEL, D. y PERRY, J. (1990). What is information?. En P. HANSON
(ed.), Information, language and cognition. Vancouver:
University of British Columbia Press.
NYQUIST, Harry (1924). “Certain Factors Affecting Telegraph
Speed”. En Bell System Technical Journal, vol. 3,
págs. 324.
NYQUIST, Harry (1928). “Certain Topics in Telegraph Transmission
Theory”. En A.I.E.E. Trans., vol. 47, págs.
617.
PÉREZ-MONTORO, Mario (2004). The Phenomenon of Information.
Lanham (Maryland): Scarecrow Press. (Existe una versión en
español de esta obra: PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ,
M. (2000). El fenómeno de la información.
Editorial Trotta, Madrid).
PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ, Mario (1998). “Agentes
y procesos de adquisición de información”. En
Revista de Filosofía, 3ª época, vol
XI, núm. 20, págs. 251-274.
PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ, Mario (1999). “Fundamentos
básicos de la Teoría de la Información”.
En ROVIRA, Cristòfol y CODINA, LLuís (ed.) Documentación
Digital: Curso de postgrado impartido a distancia a través
de Internet, Volumen 1, julio 1999 (CD-ROM). Barcelona: Universitat
Pompeu Fabra. Sección Científica de Biblioteconomía
y Documentación (documentación del curso de postgrado
impartido en línea, <http://docdigital.upf.es>).
PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ, Mario (2001a). “Elementos
para una caracterización conceptual del fenómeno de
la información”. En Comunicación y Cultura.
(En prensa).
PÉREZ-MONTORO GUTIÉRREZ, Mario (2001b). “La
propuesta teórica de Shannon y Weaver sobre el fenómeno
de la comunicación: fundamentos explicativos, influencias
y limitaciones”. En Comunicación y Cultura.
(En prensa).
PERRY, J. (1985). “Language, mind, and information”.
Center for the Study of Language and Information, Report No. CSLI-85-44.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1989). Diccionario de la lengua
española. Madrid: Espasa-Calpe S.A..
RODRIGO ALSINA, Miquel (1985). Los modelos de la comunicación.
Editorial Tecnos, Madrid.
SHANNON, C. (1948). “A Mathematical Theory of Communication”.
En Bell System Technical Journal, 27, 379-423, 623-656.
SHANNON, C. y WEAVER, W. (1949). The Mathematical Theory of
Communication. University of Illinois Press, Urbana.
WEAVER, W. (1949). “Recent Contributions to the Mathematical
Theory of Communication”. En SHANNON, C. y WEAVER, W. (1949).
The Mathematical Theory of Communication. University of
Illinois Press, Urbana.
WOLF, Mauro (1996). La investigación de la comunicación
de masas. Ediciones Paidós, Barcelona.
Dr.
Mario Pérez-Montoro Gutiérrez
D octor en Filosofía y Ciencias de la Educación por
la Universidat de Barcelona, España. |