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Por Antonio Caro
Número 39
La fuerza del
régimen actual, de magnitud mundial,
estriba en que se ejerce de manera anónima, imperceptible,
y por ende intocable y tanto más coercitiva.
Para liberarnos de él es urgente hacerlo aparecer
VIVIANE FORRESTER
El objeto del presente trabajo es
fundamentar y exponer una nueva visión de los mass-media
–utilizando esta expresión anglosajona en lugar de
su ambigua e imprecisa adaptación al castellano “medios
de comunicación de masas”– entendidos, conforme
a la terminología marxista, como superestructura-media:
esto es, como dispositivo de carácter epifenoménico
cuya razón de ser hay que encontrar en la base estructural
o infraestructura que existe tras la misma y a cuyo servicio funciona.
Planteamiento éste a doble nivel que, desde mi punto de vista,
hasta el momento no se ha acometido con el necesario rigor y que
nos permitirá apreciar tanto las fuerzas efectivas
que funcionan en la actualidad bajo la superficie de los mass-media
hoy vigentes como el significado preciso que revisten los
escenarios que, como veremos, se distinguen en su seno.
Mientras que, por lo demás, el predominio creciente de la
publicidad que se aprecia en tales media nos pondrá
en la pista del cometido instituyente, en cuanto instrumento
de organización de la cohesión social, que aquéllos
ejercen en la actualidad, en virtud de la colusión que tiene
lugar en en una creciente mayoría de ellos entre contenidos
(pretendidamente) no publicitarios y contenidos (directamente) publicitarios.
Y que cumple, dentro del principal de los dos escenarios mediáticos
que como veremos se distinguen en la actualidad, una funcionalidad
de índole propiamente económica: puesto que actúa
como vehículo de extracción, cara a la cuasi-clase
social constituida por los consumidores, de la plusvalía
que alimenta el funcionamiento del vigente capitalismo de consumo
(conforme a la terminología popularizada entre nosotros por
el sociólogo Jesús Ibáñez: cf. Ibáñez
1986).
Los conceptos que aquí se
desarrollan, cuyos primeros esbozos por parte del autor datan de
una fecha tan lejana como 1977 y que se han plasmado por el momento
parcialmente en algunos trabajos preliminares (Caro 2001 y 2004),
forman parte de mi proyecto por ayudar a desentrañar, en
la medida de mis posibilidades, los mecanismos que actúan
dentro del mencionado capitalismo de consumo (que se encuentra actualmente,
por lo demás, en proceso de transición hacia lo que
podemos denominar capitalismo virtual: cf. Caro
2002). Mecanismos entre los cuales tanto la superestructura-media
como la publicidad ocupan sin ninguna duda un lugar primordial.
Para imprimir la máxima claridad
posible a la exposición, he utilizado el sistema de preguntas
y respuestas, de modo que el lector pueda apreciar a primera vista
qué entiendo por cada uno de los conceptos y categorías
que se desarrollan a continuación.
¿Qué es la
superestructura-media?
Una nueva concepción de los actuales mass-media,
que pretende contemplarlos como un todo abarcando los diferentes
escenarios que se distinguen en su seno, las funciones específicas
que tales escenarios cumplen y los dispositivos estructurales
al servicio de determinados grupos e intereses que existen
en la base de los mismos.
¿Por qué hablar
de superestructura con relación a los actuales mass-media?
Porque los actuales mass-media funcionan a dos niveles:
1) un nivel epidérmico o supraestructural constituido en
general por un imaginario en el que se intenta hacer participar
a los destinatarios (más que receptores) mediáticos;
y 2) un nivel de base o infraestructural donde se sedimentan los
intereses (de índole económica o de otro
tipo) a cuyo servicio se construyen y publicitan tales imaginarios.
Doble nivel cuya misión consiste en “naturalizar”
y revestir de un brillo ideológico estos intereses
haciendo que los destinatarios de la superestructura-media los asuman
como propios.
¿Por qué hablar
de destinatarios de la superestructura-media más que de receptores
mediáticos?
Porque el tipo de
comunicación unidireccional que es propia de los
mass-media actúa como precondición para la adhesión
de sus destinatarios a los imaginarios que construye y publicita
la superestructura-media, que es la finalidad última que
ésta persigue. Y así, la audiencia en la
que se aglomeran los receptores de los diferentes mass-media
reviste un cometido instrumental al servicio de aquella adhesión
(con el resultado de que el valor imaginario de cada medio
estará en relación directa con su volumen de audiencia).
De modo que más que de transmisión comunicativa
–que implicaría algún tipo de acción
totalitaria sobre los receptores, la cual está reñida
con la naturaleza de la superestructura-media– hay que hablar
de participación comunitaria de los destinatarios
de los medios en un imaginario comúnmente asumido que determina
en gran medida su identidad individual y actúa como
instrumento de cohesión social. Lo que redunda,
finalmente, a favor de los intereses de los grupos de poder que
están en la base de tales imaginarios.
¿En qué sentido
la unidireccionalidad de los mass-media condiciona el funcionamiento
de la superestructura-media?
En el sentido de
que hace posible esa participación comunitaria en
un imaginario instituido. Por el contrario, una comunicación
bidireccional –como la que posibilita en principio
Internet y es propia, en general, de la comunicación persona
a persona– no constituye el acceso adecuado para esa participación
comunitaria, en la medida que proporciona a los interlocutores una
libertad dialéctica que dificultaría decisivamente
la impregnación colectiva en un imaginario común.
Por lo demás, esta dimensión unidireccional pone de
relieve la naturaleza clasista que está en la base
de la superestructura-media, ya que en el origen de todo imaginario
instituido existe una minoría dominante que lo instituye
a su servicio. Y así, la participación comunitaria
en un concreto imaginario instituido que, como veremos, promueven
y facultan en la actualidad los mass-media pertenece al
mismo orden de cosas que la adhesión al poder establecido
de que daba testimonio en las sociedades estamentales el ‘pueblo
llano’ cuando dicho poder se mostraba ante él
revestido de los emblemas y cortejos que lo distancian y a la vez
lo hacen visible: situación ésta que, no
por casualidad, se ha reproducido recientemente en Madrid con ocasión
de la boda de los Príncipes de Asturias, cuando una parte
de ese ‘pueblo llano’ se ha dedicado a atesorar a posteriori
fragmentos incluso irrisorios de esa mostración, prolongando
así en carne viva la escenificación mediática
del acontecimiento que previamente había construido y publicitado
la televisión (aglomerando una audiencia como nunca
antes se había conocido en España). Y esta es también
la razón de que la construcción del imaginario instituido
por los mass-media participe de la misma primordialidad
icónica que caracterizó –y sigue caracterizando
en determinados ámbitos– la mostración pública
del poder real.
¿Qué sucedería
si una comunicación bidireccional sustituyera a la unidireccional
que es propia de los mass-media o entrara en conflicto con la misma?
Que, como acabamos de ver, se pondría gravemente en cuestión
la viabilidad de los mass-media para construir y publicitar
imaginarios sociales. Ya que dicha bidireccionalidad se traduciría
en una diversidad comunicativa de naturaleza caótica que
cuestionaría de entrada la adhesión comunitaria a
un específico imaginario. Una muestra significativa de ello
se ha dado recientemente en España con ocasión de
la guerrilla comunicacional que precedió a las elecciones
generales del 14 de marzo: cuando el gobierno del PP intentó
insertar en el imaginario terrorista instituido, el cual
atribuye de manera automática cualquier acción terrorista
que tenga lugar en territorio español a la organización
ETA, los salvajes atentados sucedidos en Madrid tres días
antes: imaginario éste compartido por una gran mayoría
de los españoles y en cuya construcción han tenido
una participación decisiva los medios de comunicación.
Y fue la disonancia creciente que tuvo lugar entre ese imaginario
instituido y tales atentados conforme se fueron conociendo las circunstancias
que concurrieron en los mismos lo que originó la citada guerrilla
comunicacional, estructurada en torno al envío inorganizado
y caótico de miles de mensajes bidireccionales intercambiados
persona a persona a través del correo electrónico
y los teléfonos móviles. Con el resultado de que esta
intervención comunicacional por una parte de la sociedad
civil absolutamente imprevista consiguió neutralizar en gran
medida la acción massmediática cuidadosamente planificada
del Gobierno. Hasta el extremo de constituir un factor decisivo,
según todas las interpretaciones, en la consiguiente derrota
electoral del partido en el poder1.
¿Qué escenarios
mediáticos se distinguen dentro de la superestructura-media?
Básicamente dos: uno mayoritario y en expansión representado
por la televisión generalista y otro minoritario
y en retroceso representado por la prensa de referencia.
(Ya que, aunque la audiencia de la televisión generalista
se encuentre en cierta medida en retroceso –en especial entre
los sectores jóvenes y en lo concerniente a los países
más desarrollados a nivel comunicativo–, sin embargo
su incidencia en cuanto foco de construcción y publicitación
de un específico imaginario social no cesa de aumentar; hasta
el punto de cohesionar en la actualidad a prácticamente toda
la humanidad en un mismo imaginario instituido, además de
incidir de manera decisiva en el conjunto de los media).
¿Qué imaginarios
sociales construyen y publicitan los escenarios mediáticos
hoy vigentes?
Básicamente dos: 1) un imaginario dominante y mayoritario
centrado en el consumo, con arreglo al cual las actividades
de consumo constituyen el eje de todas las expectativas sociales
e individuales y tendencialmente dirigido a construir y potenciar
la cuasi-clase social de los consumidores, en lo concerniente
al escenario mediático que protagoniza la televisión
generalista; y 2) un imaginario secundario y minoritario centrado
en la acción política, cuyo objeto es construir
en sus destinatarios, compuestos en lo esencial por lo que hoy subsiste
de opinión pública, una ilusión de participación
política que entra crecientemente en contradicción
con la realidad de los hechos, en lo concerniente al imaginario
que protagoniza la prensa de referencia.
¿Qué contenidos
comunicativos forman parte de tales escenarios mediáticos?
Básicamente dos: 1) unos contenidos propios del medio,
elaborados o adquiridos por el medido y dirigidos a la información,
a la formación o al entretenimiento de sus receptores; y
2) unos contenidos ajenos al medio, de índole publicitaria,
que éste se limita a insertar sin intervenir en su elaboración
y dirigidos en lo esencial a la institución de sus destinatarios
en un imaginario social centrado en el consumo, creando así
las condiciones para la extracción de plusvalía entre
los miembros de la cuasi-clase social que constituyen los consumidores.
¿Cómo afecta
a su contenido comunicativo el imaginario a cuyo servicio se encuentra
cada medio?
Mientras en el caso
del escenario mediático cuyo exponente máximo es la
televisión generalista ambos contenidos han ido confluyendo
entre sí hasta tender a confundirse en el híbrido
que los círculos profesionales anglosajones conocen con el
término advertainment2
(y que designa a la vez dicha hibridación y la decantación
progresiva de la práctica totalidad de los contenidos televisivos
hacia los destinados al entretenimiento), en el caso del escenario
cuyo exponente es la prensa de referencia tiende a mantenerse la
diferencia entre ambos. Y ello en relación directa tanto
con la incidencia respectiva que tiene la construcción y
publicitación del imaginario consumista (que en
el caso de la prensa de referencia no constituye el objetivo principal)
como con la importancia que reviste para cada medio en específico
la financiación publicitaria. De modo que, en lo concerniente
al primer escenario mediático, los contenidos aparentemente
no publicitarios o “propios del medio” se han
convertido en la práctica en un instrumento para captar contenidos
publicitarios ajenos. Lo cual redunda en una indefinición
progresiva del medio que se hace especialmente patente en el
caso de la televisión generalista, mientras crece su relevancia
como soporte del citado imaginario consumista.
¿Qué dispositivos
estructurales actúan en la base de cada uno de ambos escenarios
mediáticos?
Básicamente dos: 1) un dispositivo diseñado y conducido
por la cuasi-clase social compuesta por los gestores y detentadores
de la industria del advertainment, los cuales se contraponen como
cuasi-clase dominante-instituyente a la cuasi-clase dominada-instituida
que constituyen los consumidores, en el caso del escenario mediático
representado por la televisión generalista (industria ésta
que ocupa un lugar avanzado en el marco de la actual economía
globalizada, en la medida que la publicidad, la comunicación,
los medios y el entretenimiento han ido confluyendo
entre sí hasta configurarse en la práctica como la
punta de lanza de esa economía globalizada3);
y 2) un dispositivo gestionado y dirigido por los miembros de la
casta social conocida como clase política, en el
caso del escenario mediático cuyo principal exponente es
la prensa de referencia.
¿Cómo funciona,
en el caso del escenario mediático presidido por el imaginario
consumista, la relación entre los dos niveles, superestructural
e infraestructural, que se distinguen en la superestructura-media?
Dicha relación se establece en los siguientes términos:
mientras, en primer lugar, el escenario mediático superestructural
construye un imaginario centrado en el consumo que muestra la adquisición
y el consumo de cualquier producto como un acto pleno:
plenitud ésta que se manifiesta en la entidad semiósica
de carácter autorreferencial con que la publicidad dota
a la marca (cf. Caro 1993), en segundo lugar el dispositivo
infraestructural que está en la base de ese escenario se
vale de la fascinación resultante para hacer experimentar
al destinatario como necesidad del producto lo que sólo
es a fin de cuentas adhesión al imaginario construido
en torno a la marca. Originándose así la alienación
definitoria que caracteriza las actividades y comportamientos
de consumo tal como éstas se plantean en la actual sociedad
capitalista, y que los detentadores del dispositivo estructural
que está en la base de la superestructura-media utilizan
en su propio beneficio como procedimiento, indispensable para el
funcionamiento del propio sistema, para la extracción de
plusvalía entre los componentes de la cuasi-clase social
constituida por los consumidores. Plusvalía ésta
basada en el valor de consumo que, como he expresado en
otro lugar (cf. Caro 1967 y 2002), ha sustituido al valor-trabajo
como patrón de la actual producción capitalista: valor
de consumo éste con arreglo al cual el valor de lo producido
está en relación directa con las expectativas de consumo
generadas a favor del producto en virtud de su entidad semiósica
tal como ésta se plasma en el imaginario de
que se ha dotado a su marca (de modo que cuanto más fascinante
sea ese imaginario, mayores serán en principio las expectativas
de consumo generadas a favor del respectivo producto). Y son las
plusvalías resultantes de la diferencia que pueda llegar
a existir entre costo de producción del producto más
construcción del imaginario de la marca y las expectativas
de consumo generadas de las que se apropia el capitalista como rentabilidad
de su inversión: de modo que mientras más énfasis
se ponga en la construcción imaginaria de la marca
y menos en la elaboración material del producto,
mayores serán en principio las expectativas de consumo generadas
y, por consiguiente, el margen de plusvalías (lo cual implica
como prerrequisito la citada alienación del consumidor, basada
en su fascinación por el imaginario de la marca, el cual
carece en sí mismo de cualquier valor). Mientras
que, como resultado de lo anterior, la economía en su conjunto
se incursiona en un gigantesco proceso de especulación
inflacionaria y de derroche generalizado de recursos según
el cual la mayor parte de los costos “productivos” se
destinan en la actualidad a la construcción (y publicitación)
imaginaria de las marcas y no a la elaboración material
de los productos. (Lo que apareja, entre otras cosas, la pérdida
de valor que experimenta en la actualidad esta elaboración
material de los productos)4
¿Cómo funciona,
en el caso del escenario mediático presidido por el imaginario
de la participación política la relación entre
los dos niveles, superestructural e infraestructural, que se distinguen
en la superestructura-media?
Mientras la prensa de referencia escenifica en la actualidad un
imaginario centrado en la participación política de
la opinión pública, lo cierto es que esta escenificación
funciona al servicio específico de la clase política
que está en su base, la cual se escenifica ante sí
misma como dotada de un poder representativo que ha ido perdiendo
en la práctica (y que resulta paralelo a su configuración
como casta social escindida, cuyos miembros se apoyan mutuamente
en la medida que susm papeles son en buena medida intercambiables).
Los causas de semejante pérdida exceden el espacio aquí
disponible y parte de las mismas las he tratado en otros trabajos
(cf. Caro 2001 y 2004). Como ha señalado Habermas
(1962), lo que él denomina publicidad burguesa fue
perdiendo parte de su relevancia social cuando la capacidad política
para incidir en la opinión pública fue sustituida
en buena medida por una publicidad comercial a la que correspondió
en lo primordial organizar desde entonces la cohesión social
(tal como ha expresado Jesús Ibáñez con su
aforismo “Mañana, cadáveres, gozaréis”,
que pone en parangón el ejercicio de esa cohesión
social tal como ha sido protagonizado, respectivamente, por la religión,
la política y la publicidad: cf. Ibáñez
1989). Y así, la pérdida de incidencia representativa
de los políticos, paralela a su enclaustramiento como
casta social escindida, es una consecuencia directa de la emergencia
del imaginario consumista hoy dominante al que corresponde
ejercer actualmente en lo básico esa cohesión social.
De este modo, la decadencia de la prensa de referencia –que
conoce prácticamente en todo el mundo una pérdida
paulatina de lectores– es consecuencia directa de la pérdida
de relevancia del imaginario de la participación política
del cual aquélla constituye su escenario mediático.
Pérdida de relevancia ésta que se expresa tanto en
la paulatina absorción de los modos de la publicidad comercial
por la comunicación política (cf. Caro 2000)
como en la citada deriva autorreferencial según la cual el
imaginario de la participación política que protagoniza
la prensa de referencia se reduce cada vez más a escenificación
ante sí misma de la clase política escindida. Mientras
que el propio escenario mediático que construye
esa prensa de referencia se ve cuestionado en sí mismo ante
la competencia que suponen los telediarios o la prensa de difusión
gratuita.
Notas:
1
La conmoción que provocó en el seno del PP esta intervención
comunicativa por una parte de la sociedad española ha provocado
que sus dirigentes hayan decidido utilizar de manera absolutamente
mimética y fuera de contexto, en su campaña publicitaria
para las elecciones al Parlamento europeo de 13 de junio de 2004,
la expresión “pásalo” con que concluían
los mensajes enviados a teléfonos móviles utilizados
en el marco de la citada guerrilla comunicacional (El País,
26.5.2004).
2 Resultado de la fusión
de las palabras inglesas advertising (publicidad) y entertainment
(entretenimiento).
3 De modo que, en el marco de
dicha economía globalizada, cabe hablar de una “definición
específicamente comunicativa de la producción social”
desde el momento que “la comunicación es uno de los
sectores hegemónicos de la producción” (Hardt
y Negri 2000 [2002]: 47 y 46). Sobre el creciente predominio del
entretenimiento en la economía, véase Wolf (1999).
4 El autor es consciente de que
el mecanismo que aquí se expone en rápida síntesis
necesita una exposición mucho más detallada, que espera
acometer en un próximo trabajo.
Referencias:
CARO,
A. (1967). La sociedad de consumo. Mención especial
en el I Premio de Ensayos Taurus (inédito).
——— (1993). La publicidad de la significación.
Marco, concepto y taxonomía. Tesis doctoral. Madrid:
Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense, 2001 (edición
en CD-Rom).
——— (2000). “Políticas de imagen,
imagen de la política”. Publifilia. Revista de
Culturas Publicitarias, 3: 83-96.
——— (2001). “La superestructura media. Medios,
polìtica, publicidad”. En Valores y medios de comunicación.
De la innovación mediática a la creación cultural.
J. Benavides y E. Fernández, eds. Madrid: Edipo: 359-368.
——— (2002). “Del valor de consumo a la corporación
como valor”. Sphera Publica. Revista de Ciencias
Sociales y de la Comunicación, 2: 65-79.
——— (2004). “La superestructura-media y
la disolución de la política en el capitalismo virtual”.
Presentado al concurso Pensar a contracorriente, Editorial
de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro.
HABERMAS, J. (1962). Historia y crítica de la opinión
pública. La transformación estructural de la vida
pública. Barcelona: Gustavo Gili, 1981.
HARDT, M. y NEGRI, A. (2000). Imperio. Barcelona: Paidós
Ibérica, 2002.
IBÁÑEZ, J. (1986). “Una publicidad que se anuncia
a sí misma”, Telos, 8: 117-123. Reproducido
en J. Ibáñez, Por una sociología de la vida
cotidiana. Madrid: Siglo XXI, 1994: 227-241.
——— (1989). “Publicidad, la tercera palabra
de Dios”. Revista de Occidente, 92: 73-96. Reproducido
en J. Ibáñez, Por una sociología de la vida
cotidiana. Madrid: Siglo XXI, 1994: 165-185.
WOLF, M. J. (1999). The Entertainment Economy. How Mega-Media
Forces Are Transforming Our Lives. Nueva York: Times Books
/ Random House, Inc.
Dr. Antonio
Caro Almela
Universidad Complutense de Madrid, España
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