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Junio - Julio
2004

 

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Roces
 

Por Juan Carlos Bonilla
Número 39

De libertad, amor y fugas están hechos los sueños, de miradas, sentimientos y culpas, está hecha la piel.

Ahora, tal como no se esperaba, de junta recreo mi vida, y si tuviera que entrevistarlos, seguramente lo haría en ese lugar de algarabía, con paredes pintadas de brisa mágica, mesas de ceniza fundida y sillas de estorbo vacilador.

- Está hecho, ahí los veo – digo yo, sabiendo anticipadamente que los iba a dejar plantados. Solamente acompañarlos con una pluma omnisciente, desde mi cuarto los voy a observar.

Llegaron los tres, indistintamente vestidos igual, el primero y más pequeño de los tres se llamó pelón, el segundo, de aproximadamente veintitrés años, se llama Juancho, que a diferencia del primero, llevaba pantalones rectos y una playera menos holgada, y ya por último, si por eso menos o más importante, el señor Bonilla, que al estar vestido igual que los anteriores, llevaba un traje formal, tan formal como los tenis de sus dos compañeros, pero tan fachoso como una historia de quien sabe cuantos años.

Yo los observaba desde la otra esquina aproximadamente a diez kilómetros y dos centímetros de ahí, con mirada inquisidora y tratando de no perder detalle de todo el espacio que los cuatro al mismo tiempo ocupábamos.

Algo extraño ocurrirá aquí, fue como si desde un principio ya se conocieran, cada uno a su estilo se veía suelto y confiado, acompañado de dos personas que aunque nunca se hubieran visto ya se conocían, porque sucede que personas de tan distintas edades entre unos siete y cuarenta y tantos años por lógica se repelen. Pero en este caso, en el silencio de mi ausencia, se sentía la franqueza y la confianza que se respiraban uno a otro.

Sin duda alguna fue una extraña experiencia saber que me esperaban y sin embargo parecía no importarles mi tardanza, pero nada tan extraño como la forma en que se hablaban entre ellos, y más que se entendieran. Fue difícil asimilarles a partir de que escuché la primera voz, que fue la del pelón, este niño perspicaz y un tanto inquieto que miraba con ojo analítico cada centímetro del cuarto y una cierta ansiedad, que en un encuentro que sucederá después, él me dijo que tiene prisa por irse corriendo a su entrenamiento de fútbol que sucedió dentro de dos horas a partir de mañana. Qué raro, ya no sólo pienso, si no también escribo como aquellos tres personajes que me sorprenden cuando hablarán aquella tarde, fue demasiado supondré el impacto de esta entrevista que desde aquella silla observo con inquietud.

El momento seguramente tenía que ser brillante, así que lo mejor que pudo pasar fue escuchar una canción que los tres conocerán, una especie de himno que los unió desde el principio, una canción que los acompaña, acompañó y acompañará varias veces. La canción que sonaba al mismo tiempo en cinta magnetofónica, CD y Mp3, era “Paradise City” del ya no fallecido grupo de rock “Guns n’ Roses”, bajo la fatídica voz de Axl Rose.

Yo sabré leer las miradas de los tres, en la del pelón se advertía la magia y novedad de la nueva canción de Axl y la cantaba en silencio prendido por las percusiones. Juancho sentía la nostalgia de haberla cantado en una fiesta bien retro hace dos semanas., y el señor Bonilla pensaba en sus viejos, sabía que la gozaba igual que ellos hubieran gozado “Yesterday” en sus tiempos.

Aunque nunca llegué, lancé una primer pregunta al aire, y aunque no me escucharon por estar tarareando concentradamente “where the grass is green and the girls are pretty…”, los tres contestaron al mismo tiempo que era súper, chida, excelente canción. No me quedó la menor duda, es una buena rola.

Increíblemente las historias provocan diferentes tipos de compasión, y no creeré que por la edad suceda que nos cuesta más trabajo sentir y pensar de la misma manera y con la misma intensidad que cuando niños, adultos o a medio fallecer. Yo sabré que pensar en mamá me causa tanto placer como escribirle.

Miraba yo el techo del cuarto, pensaba qué podría preguntarles con la intención de que los tres me pudieran contestar, así que pensé en la familia, pero no, quién sabe si para alguno sería como abrir una llaga, luego pensé en el amor, pero al pelón no le iba a emocionar tanto, el deporte, no tampoco, la escuela, mmmm no, tampoco y de política ni hablar – se acabó, me largo y que hagan lo que quieran – digo al instante en que una voz interrumpe mi partida y me obligue a regresar al instante a mis anotaciones.

- Mamá debe estar preocupada, siempre lo está y papá viaja mucho, mejor le hablaré un día de estos – dice el pelón intentando hacer plática y jugando con la fantasía de su mente en la que se siente independiente y seguro. – Mi viejo también solía viajar mucho, y me gustaba acompañarlo – suena del otro lado de la mesa, es el Sr. Bonilla que quería hablar también, pero ninguno de los dos parece escucharle, y esto se ha repetido desde que llegó, a nadie parece importarle este viejo de cara larga y gestos amables, inclusive a mi él me agrada, pero no me provoca ninguna inspiración, si pudiera lo excluiría –¿Quién rayos lo invitó?-

Juancho parecía divagar hondamente, se veía distraído de la conversación, pero igualmente le interesaba lo que ahí sucedía, y aun que borrosamente percataba la presencia del Sr. Bonilla, decidió iniciar una charla con el pelón.

- Yo recordaré cuándo tendré tu edad como me gustaba jugar fútbol, pero me acuerdo más de cuándo mamá declamaba sus poemas en la carretera y mis hermanas y yo escuchábamos con quejas, aun que en realidad nos gustara escucharla entre bromas- y terminando de decir esto, dio un trago a la cerveza que yo le proporcioné abierta y helada esperando el momento en el que dijera algo.

- A mi madre también le gustaba la poesía – ¡aghhhhh!, ¿qué acaso no entiende este señor que nadie lo escucha?, sin embargo esto no parece importarle, observa con impávida seguridad y asombro a sus compañeros, como hechizado por su juventud no tan perdida y la espontaneidad de sus comentarios tan extraños y fuera de lugar.

-Oiga, usted, si usted, podría darme a mi un refresco Zubba, hace mucho que no lo he probado, y por como lo veo, será difícil que lo vuelva a probar – Me sorprendo de que el pelón me pida a algo tan extraño, pero no puedo negar algo tan lógico como un refresco de uva que se vende solamente en provincia, así que por el momento me retiro a conseguir aquel refresco.

No había ganado casi nada de esta entrevista, no tengo información y al parecer no la tendré, regreso igual que como vine pero ahora acompañado de un refresco de uva sin gas, para encontrarme con la noticia de que se han ido, los he perdido, por lo menos hasta que vuelvan a estar juntos, con la misma ropa y las mismas ganas de concedérseme verlos, supongo que están molestos por que nunca llegué, pero que igualmente les agrado, tanto como ellos me agradan a mi, si no, simplemente no hubieran tenido la atención de dejar esta nota que dice así:

Estimado señor, en vista de su tardanza, no hubo más remedio que retirarnos, realmente nunca hubo un refresco como usted podrá darse cuenta, y al ser nosotros un producto de su poco ingenio y su falta de seriedad, decidimos retirarnos, usted ha decidido olvidarse de cuanto sucedió con el pelón, pero no se preocupe, los niños no sienten ese resentimiento característico de la gente adulta, pero tome en cuenta cuanto ha dejado pasar y cuanto ha olvidado acerca de lo que una vez de niño pelón pudo enseñarle. Por otro lado, justificamos la ausencia y el deseo de desaparecer de usted, a cualquiera le daría miedo enfrentarse a una entrevista con su propio yo, ya que sabemos que respuestas a preguntas personales y de carácter íntimo, son difíciles de encontrar, sobre todo por esa carencia profunda de información, pero no se tenga resentimiento, no puede odiar lo que usted a fuerza de rutina no ha tenido tiempo de indagar, a lo mejor la misma monotonía que le hizo olvidar cuanta fantasía salió en algún momento de ese niño perspicaz, analítico e inquieto, y en el mismo sentido, a Juancho a lo mejor ni siquiera pareció importarle. Y ya como conclusión, justifico su poca intención de conocerme a mi, su yo inmediato, el miedo a lo desconocido es tan valido como el miedo al olvido al que se ha abandonado a sí mismo, pero no guardo ningún recelo, seguramente soy la única persona a la que le aseguro va a volver a ver, y antes de lo que usted se imagina.

P.D. Haga de esto un buen momento, que valga la pena el tiempo que lo esperaron, por que yo seguramente lo estaré esperando.

Atte. Sr. Bonilla


Juan Carlos Bonilla
Estudiante de la carrera de Ciencias de la Comunicación del ITESM Campus Estado de México, México.