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Agosto -Septiembre
2004

 

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Jugar al Julio Verne
 

Por Carlos Backmann
Número 40

Hace ya casi un siglo de la muerte de Julio Verne, aquel hombre que vivió de 1828 a 1905, y que en su obra nos dejó muy claro que "Todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad." Es en esta época cuando la capacidad imaginativa de Julio Verne empieza a caducar y sería interesante que encontráramos sus mismas habilidades en estos días; encontrar a alguien con la capacidad de jugar, imaginar y decir, aunque pocos le crean, cómo será la vida dentro de un siglo.

Aún sobrevive en nuestras ideas aquella imagen de las novelas críticas de ficción de mediados del siglo XX, que escribían encerrando en sus hogares a las personas, bajo el yugo de la luz del televisor que se alcanzaba a asomar por las ranuras de puertas y ventanas. Esa perspectiva ha venido desapareciendo, y aunque hay quienes quieren retomarla para hablar de Internet y la vida permanente en casa, están cometiendo el mismo error, ya ni siquiera están imaginando; con Internet pasará todo lo contrario, el hombre será más confiado de moverse y estar comunicado al mismo tiempo, el concepto de “oficina móvil” es un gran ejemplo de esto. Pero mi intención aquí no es hablar sobre lo que Internet nos dará dentro de unos años, el objetivo es pues, jugar a ser Julio Verne y mostrar cómo puede verse el mundo, no en unos sino en muchos años.

Primeramente, podría visualizar un panorama macro del futuro; en el transcurso del siglo XXI, los adelantos tecnológicos en el espacio serán cada vez más veloces, y llegará el momento en que lo más común para las personas sea vivir fuera del planeta. Pero no viviríamos en otros planetas, sino en estaciones o bases más aptas para la vida humana, quienes estarían en los demás planetas de la galaxia serían máquinas especiales, capaces de extraer los recursos vitales de lugares lejanos, en beneficio de nuestras estaciones. Es interesante comenzar a imaginar el caso de tener que viajar de una estación a otra para ir de trabajo o visitar algún amigo. Pero esto parece muy aburrido, vivir permanentemente en una estación sería como permanecer en un reclusorio; pero si tenemos la capacidad de viajar de una estación a otra, obviamente también se podrán hacer visitas a otros planetas, con fines turísticos o por simple esparcimiento. De hecho, tener que planear un viaje de vacaciones a otro planeta puede resultar algo más emocionante que lo que ahora conocemos.

Y si tenemos máquinas trabajando en otros planetas, también podrá haber algunos hombres que hagan otro tipo de trabajo junto a ellas, lo que quiere decir que existen las condiciones para que vivamos en otros planetas. ¿No podría suceder que alguien del próximo siglo diga que se queda a vivir ahí con algunos semejantes y formen su propia civilización? Sólo a alguien de mi época se le ocurre que un hombre de esa época vaya a proponer tal cosa, es como si una persona con todos los lujos de la tecnología actual regresara a las cavernas; pues, la tecnología de aquel entonces se convertiría en algo con lo que el hombre no podría vivir, seguirán teniendo esa capacidad de ser extensiones del hombre pero en un nivel más acentuado. Es más, las concepciones del tiempo y alimenticias cambiarán bastante de las que ahora conocemos, los días y las noches podrán no existir y habremos de fijarnos otra escala temporal; de la misma forma, los alimentos habrán de ser procesados desde otros planetas, y si vivimos en estaciones, ¿por qué no transformar a la Tierra en una granja para la galaxia entera?

También puedo imaginar un panorama micro, que sería la visión cotidiana del futuro del hombre en el próximo siglo. Si en la actualidad las cámaras están teniendo mucho éxito, en un futuro a todos nos acompañará una “diariamente”, y grabará todas nuestras actividades; al final de éstas, podremos consultarla para recordar algún momento específico y guardarlo en una especie de bitácora, que podremos dejar como archivo de nosotros mismos una vez que estemos muertos. En cuanto a las enfermedades, una especialidad de la actual Ingeniería Genética estará como pionera; existirá la posibilidad de regenerar partes del cuerpo humano a partir de mezclar material genético del hombre con el de algunos reptiles, incluso, si el paciente no desea tal medida, estará la posibilidad de instalar piezas robóticas igualmente hábiles y hasta mejoradas.

Desde una postura muy ambiciosa, puedo imaginar que la comunicación telepática se convierte en una realidad, pero no será porque el hombre desarrolle tal habilidad de manera natural, sino con ayuda de la tecnología; aquí coloco la idea de una tecnología diminuta como extensión de nuestro cuerpo, que nos permitirá comunicarnos con el pensamiento mientras hacemos otras cosas a distancias de años luz. Además, la publicidad tendrá una gran importancia, ¿por qué no imaginar los centros comerciales establecidos también en estaciones espaciales? De la misma forma, podemos imaginar un operador en casa que diga cuáles son los productos necesarios, para de ahí, recurrir a la publicidad de los respectivos artículos, ésta nos podría acompañar durante nuestras actividades si así lo deseamos, en otra especie de extensión tecnológica, y al momento de irla a comprar y ante la variedad de artículos, podemos mostrar el comercial en la tienda para que nos otorguen precisamente el que buscamos; los vendedores serán ya obsoletos, y la máquina vendedora nos dará únicamente lo que pidamos al precio justo, y si no tiene el producto, nos ofrecerá algún similar. Todavía puedo vislumbrar la periferia de nuestra Vía Láctea adornada por tipos de espectaculares, aunque la publicidad misma tendría que adecuarse a las velocidades o condiciones del viaje interplanetario.

Éstas son sólo dos perspectivas para imaginar una realidad lejana, pero a partir de estas dos se nos pueden ocurrir muchas más, aun queda pendiente aclarar cómo nos vamos a divertir o en qué vamos a trabajar. Tal vez apenas estamos comenzando un transcurso de la historia que consiste en generar tecnología, primero como herramienta para la supervivencia, para posteriormente, dedicarnos al trabajo cada vez menos físico y más intelectivo, de ahí que al ser humano no se le identifique si no es al lado de la tecnología.


Carlos Enrique Backmann Castañeda
Estudiante de Ciencias de la Comunicación, ITESM Campus Estado de México, México