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Agosto -Septiembre
2004

 

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Introducción
 

Por Tanius Karam
Número 40

En el número actual con el que esta prestigiada revista electrónica llega a su número 40, queremos brindar una manera de tributo a la Escuela de Palo Alto (EPA), o que ha sido considerado la “Universidad Invisible”.

Es probable que a muchos estudiantes de comunicación en licenciatura el nombre de Palo Alto no diga mucho; por desgracia las clases de teorías en comunicación siguen privilegiadas por el estudio de los medios, o teorías sociales que describen desde distintos paradigmas el comportamiento de las industrias culturales. Esta delimitación tiene que ver con un problema mayor, que llamo “uni-disciplinarización” de los estudios de comunicación (reducidos al ámbito de los medios de información colectiva). Si bien la preocupación universitaria, académica de la comunicación tiene un gran peso en la influencia y desarrollo de los medios masivos, nos parece, en el siglo XXI asistimos a una necesaria expansión conceptual, a un diálogo fructífero y abierto con las ciencias naturales, a la incorporación de nuevos paradigmas (y no únicamente los positivistas o hermenéuticos) y enfoques para el estudio de fenómenos más amplias. Estas y otras propuestas han sido delineadas en el entorno más amplio de las ciencias sociales en el texto de la Comisión Gulbenkain (Wallerstein, I –coord-. Para abrir las ciencias sociales, México, Siglo XXI, 1996)

La Escuela de Palo Alto constituye una verdadera refundación del saber comunicativo. Si bien el aglutinador principal de esta “universidad invisible” fue el Mental Research Institute que se afincó en lo que era entonces un plácido pueblo en las afueras de San Francisco, este espacio institucional fue el medio por el que pasaron con distintos grados de permanencia autores como Bateson, Mead, Goffman, Jackson, Satir, Hall, Scheflen, Birdwhistell y Watzlawick, entre otros a lo largo de 30 años. La gran contribución de la Escuela de Palo para la ciencia de la comunicación es el haber aplicado la teoría de sistemas para el estudio de la comunicación, como lo señala el propio Manuel Martín Serrano en su libro Teoría de la Comunicación (1982, UCM, Madrid).

La EPA se arraiga en una tradición de renovación y búsqueda: teoría de sistemas, interaccionismo simbólico; todo en sus investigadores es novedad e imaginación, desde la epistemología hasta la terapia de la comunicación. En uno de sus fundadores intelectuales, Gregory Bateson cabe el proyecto de haber sugerido como centro organizador de las ciencias sociales y naturales a la comunicación, empeño que por desgracia no ha sido del todo referido o explorado en algunos debates sobre “disciplina” o “transdisciplina” a propósito de la comunicación (“ciencia”, “ciencias”…). Libros como Espíritu persona y sociedad (Paidos, Buenos Aires, 1972) o Pasos hacia una ecología de la mente (Planeta, Buenos Aires, 1991) tendrían que ser fundamentales en estos empeños definitorios o intentos fundaciones. Pero queda claro si dicha debate se siguen haciendo tomando los estudios de comunicación social como anclaje u objeto de referencia de los debates, no se puede esperar. Es por ello que desde la EPA tenemos un horizonte de reflexión mucho más amplio que puede dialogar incluso con nuestros viejos paradigmas sociales para pensar la comunicación (social).

Esperamos que estas notas ya permitan aquilatar la importancia de promover como centro de las Teorías en Comunicación a la Escuela de Palo Alto, que dentro del giro teórico-conceptual y epistemológica reivindica por una parte la interacción social como objeto legítimo para la “ciencia de la comunicación” y la sistémica como su epistemología. Es natural que en los sesenta, bajo la fuerte politización de los estudios en comunicación, el imperio de lo social e la configuración de su objeto, de lo macro sobre lo inmediato (por más que esta década sea el “boom” de lo “cuali” sobre lo “cuanti”), la ideologización de los paradigmas este aporte no fuera del todo considerado; además tenía el pecado de origen: provenir de los EE.UU.

La Escuela de Palo Alto pide un reconsideración en los planes de estudio en nuestras carreras, que por cierto ayudaría a fortalecer el diálogo de nuestra área de estudios con el trabajo social, la psicología familiar o la ingeniería social. Creemos que falta todavía para que EPA tenga una presencia sostenida en la definición de lo que teoría de comunicación quiere decir. De hecho los usos y reconocimiento de los autores de EPA no ha provenido de los estudios de comunicación, ni los “comunicólogos-comunicadores” han sido sus principales difusores. Por tal motivo uno de nuestros objetivos es difundir el trabajo de EPA más allá de la Teoría de la Comunicación Humana de Watzlawick, Beavin y Jackson, e integrar sus presupuestas a una Teoría más amplia que dé cuenta de la manera como dos sistemas de información se afectan.

Uno de los aportes inmediatos de la EPA fueron los aportes para el estudio sistémico de la comunicación y la interacción familiar. El planteamiento de su perspectiva sistémica permitió entender cómo se puede diferenciar una familia <normal> de una <patológica>. El modelo puso énfasis en los niveles de flexibilidad que uno y otro tipo de familia desarrollan para adaptarse y responder a las dificultades cotidianas. En otras palabras, mientras los sistemas familiares <normales> emplean una amplia gama de conductas, los sistemas patológicos se muestran rígidos, bloqueados y carentes de alternativas. Este modelo adscrito a la propuesta familiar, ha sido extensivo a otras esferas de la vida social (como la educación y las organizaciones); es por ello que EPA tiene una pertinencia aun por explorar los sistemas de interacción en la vida social.

En este monográfico el lector encontrará una serie de artículos, lo mismo visiones integradas (el artículo de Marta Rizo) que aspectos más particulares (el artículo sobre la gran terapeuta familiar V. Satir); aspectos de teoría y epistemología (como el trabajo de Jesús Galindo) que reportes de investigación donde se aplican algunos supuestos de EPA (el trabajo de Janet García, Luis Alfonso Guadarrama). Nos ha parecido pertinente incluir una reseña, y un listado de links donde el lector pueda profundizar. Afortunadamente la web facilita tener alguna información de los dos o tres libros que en castellano solían circular sobre este tema (todavía hasta hace no mucho). De esa forma, vemos en esta colección de textos una primera mirada que espero suscitar la curiosidad, invitar a la lectura tanto de clásicos (Mead, Bateson), como de autores particulares.

Esperamos que esta lectura provoque la curiosidad. En realidad han quedado muchas aristas no señaladas por los autores y la articulación. Tal vez en otro esfuerzo y oportunidad de Razón y Palabra podamos aumentar por ejemplo las propuestas de los autores clásicos que quedan en esta colección de artículos apenas delineada.


Dr. Tanius Karam
Academia de Comunicación y Cultura, Universidad de la Ciudad de México , México