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Por Javier Esteinou
Número 40
La Fundación
para la Democracia y la Fundación Arturo Rosenblueth,
encabezados por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
y un conjunto de intelectuales destacados con el compromiso de cambio
nacional, elaboró el documento denominado“Un México
Para Todos: Construyamos Un Proyecto Alternativo”1,
con el fin de abrir la discusión colectiva sobre el modelo
futuro de sociedad mexicana que deseamos edificar para los próximas
décadas en el país.
Dicho documento expone que el proyecto neoliberal
que han impulsado los cuatro últimos gobiernos federales
del PRI y el PAN, no ha cumplido las promesas de llevar a México
al primer mundo, lograr un crecimiento económico sostenido
y durable, garantizar el bienestar para todos los mexicanos y mexicanas
y erradicar la pobreza, entre otras muchas que sus propagandistas
prometieron. Por el contrario, ha mostrado, en cambio, que no tiene
nada bueno que ofrecer a la sociedad.
Por ello, México se debate
hoy en el estancamiento y la creciente subordinación económica,
el atraso y la dependencia tecnológica, el desempleo y la
generalización de la informalidad, la creciente pobreza,
la carencia de infraestructura y servicios públicos esenciales
para el crecimiento y el desarrollo social, la ausencia de Estado
de Derecho, la violación de los derechos humanos y sociales,
la violencia asfixiante, la corrupción y la impunidad, en
medio de una crisis de la credibilidad de los partidos políticos,
los órganos legislativos y los gobiernos.
Derivado de ello, por ejemplo, cientos de miles de mexicanos tienen
que atravesar ilegalmente la frontera con Estados Unidos y sufrir
vejaciones, exclusión, represión y aún el riesgo
de perder la vida, para buscar en el vecino país los ingresos
que no pueden obtener en México para su propia supervivencia
y la de sus familias. Paradójicamente, las remesas de estos
emigrantes se han convertido en la mayor fuente de divisas del país
y la condición de subsistencia de millones de mexicanos pobres.
Sin embargo, el actual gobierno
foxista insiste en profundizar el proyecto neoliberal de inserción
subordinada en una globalización inequitativa y
polarizada, contraria a la soberanía nacional y a los intereses
del pueblo mexicano. El contexto internacional de este empeño
son las evidencias del fracaso del modelo neoliberal, las guerras
focalizadas, la exacerbación del poder mundial unipolar,
y la emergencia de nuevos movimientos políticos y sociales
que postulan que un mundo diferente es posible.
Frente a ello, es necesario elaborar
un nuevo proyecto para la nación, que postule un nuevo rumbo
para el México del futuro, donde el diálogo plural
y fraternal construya un programa político que oriente la
lucha de los mexicanos y mexicanas por satisfacer sus reivindicaciones
históricas y construir una sociedad equitativa, justa, incluyente
y sustentable para las generaciones presentes y futuras.
De ésta forma, la visión
del México futuro que pretende levantar esta propuesta supone
edificar, en el mediano y largo plazos, una sociedad diferente que
se caracterice por ser un país soberano, con una sociedad
igualitaria, incluyente y sin pobreza; con un patrón de desarrollo
económico distinto al neoliberal; con una educación
integral, democrática, plural y de calidad; con una democracia
participativa; con un federalismo equitativo; y especialmente, con
un proyecto de comunicación democrática.
En relación a este último plano comunicativo se plantean
3 niveles a considerar: Las tecnologías de la información,
los medios de información colectivos y la comunicación
internacional2.
En cuanto a la tecnologías
de la información éstas debe ser una de las
herramientas principales de inclusión social y desarrollo,
en función de lo cual deberemos conseguir que todos los ciudadanos
tengan acceso a los bienes o medios y a la capacitación para
utilizarla; es preciso extender el conocimiento y la utilización
de la tecnología de la información a todas las actividades,
en todo el territorio, en los distintos ámbitos de gobierno
y con todos los habitantes.
Debemos estimular el involucramiento
de la comunidad científica en los espacios educativos, instituciones
especializadas y empresas privadas, en la investigación y
producción de tecnología propia, con el propósito
de obtener una progresiva independencia en el desarrollo comunicacional.
Una forma de multiplicar esta posibilidad
consistirá en adoptar y promover el uso de software libre,
cuyo desarrollo es una base importante para instrumentar la participación
interactiva de los ciudadanos y utilizar con mayor libertad y autonomía
el mundo digital.
En el rubro referente a los medios
de comunicación electrónica la propuesta
señala que éstos están concentrados y ligados
con los intereses de los gobiernos en turno. La definición
de sus contenidos, por tanto, depende de idénticos criterios
de dominación y control. La aparente diversidad de programación
de las cinco redes nacionales de televisión está en
manos de dos personas que, en última instancia, deciden lo
que cien millones de personas pueden ver y oír. En cambio,
Internet, el más abierto de los medios y el de mayor capacidad
revulsiva, es por ahora el de acceso más limitado. Esta realidad
señala que el derecho a la información y la democratización
de la comunicación, son todavía objetivos por alcanzar.
Es necesario rescatar el carácter
de interés público de éstos para hacerlos accesibles
a distintos sectores de la sociedad; que diversifiquemos la posesión
y establezcamos acuerdos sobre el desarrollo de contenidos en función
de necesidades culturales y educativas. Los medios, en tanto concesiones,
deben atender a las necesidades de las políticas de Estado,
no de gobierno, y éstas, a su vez, deben definirse a partir
de las necesidades del conjunto de los habitantes.
Para ello, hay cambios profundos
e integrales pendientes de ejecutar, que la sociedad civil ha demandado
y que los gobiernos han eludido sistemáticamente. Durante
la actual administración, se promulgó la Ley de Transparencia
y Acceso a la Información Pública Gubernamental, que
constituye un avance importante a pesar de las resistencias en distintas
instancias de gobierno, pero siguen congeladas las iniciativas para
reglamentar los artículos 6º y 7º de la Constitución,
las propuestas para reformar la Ley de Radio y Televisión,
que data de 1960 y deja a discreción del ejecutivo el otorgamiento
de concesiones, y las correspondientes a la Ley de Imprenta de 1917,
que afecta a la libertad de expresión. Asimismo el actual
gobierno ha entregado a los concesionarios los tiempos oficiales
de que disponía. Otros rezagos normativos que el gobierno
se resiste a atender tienen que ver con la transparencia publicitaria,
el derecho de réplica, el código de ética periodística,
la cláusula de conciencia, el secreto profesional, y el consejo
ciudadano de regulación y control.
Una ciudadanía bien informada
y crítica requiere de espacios mediáticos diversos,
plurales y abiertos, alineados con el interés público
y no con el éxito mercadológico, sea político
o comercial. La diversidad cultural y étnica, que es parte
esencial e indisoluble de nuestra identidad nacional, debe tener
expresión plena a través de los distintos medios de
comunicación y en el intercambio informativo. Las políticas
de comunicación e información, por tanto, constituyen
una política de Estado que será preciso asumir.
Esta premisa exige el apoyo y la
ampliación de las experiencias alternativas, el fortalecimiento
del sistema radiofónico indígena, el impulso de la
radio y televisión comunitarias, la recuperación de
la presencia oficial a través de medios locales, estatales
y federales y la transformación integral de la legislación
existente desde los planteamientos que la sociedad ha formulado.
El cine mexicano está esperando
el momento de una vigorosa recuperación. El Estado debe establecer
un sistema de subvenciones y apoyos que lo doten de una nueva infraestructura,
de una red de distribución competitiva y eficiente en México
y el extranjero, y de recursos suficientes para estimular la creación
independiente y de alta calidad.
Será necesario revisar los
tratados de libre comercio, sobre todo el TLCAN, en materia de productos
culturales para proteger al cine mexicano, la producción
televisual y la industria editorial y discográfica. Es preciso
aumentar el gasto destinado al renglón de la cultura en general
y diseñar mecanismos fiscales de apoyo a la producción
y difusión cultural.
El gobierno debe utilizar sus facultades
legales para que los medios de comunicación destinen tiempo
y recursos a la producción artística nacional y a
la difusión del arte y la cultura universales; y buscar mecanismos
que induzcan a las universidades privadas a destinar parte de sus
ingresos a la extensión universitaria y la difusión
cultural3.
En relación al intercambio
comunicacional con otros países es desventajoso
para México y América Latina; desventaja apenas matizada
con el esfuerzo de la sociedad en la construcción de redes
alternativas. Según el criterio dominante en los países
hegemónicos, la información debe circular como mercancía,
no como instrumento para enriquecer la formación y el conocimiento
de las personas. La selección, tratamiento de contenidos,
producción y difusión a escala mundial, está
en manos de unos cuantos mega-grupos de multimedia que simplifican
los acontecimientos y los presentan como espectáculo de alto
impacto sensorial, sin rigor, descontextualizados, fraccionados
y valoraciones sesgadas y tendenciosas. Los medios locales les son
funcionales.
México está desprotegido,
aún en el ámbito de tratados comerciales, porque esta
materia al igual que la producción cultural, ha sido ajena
a la preocupación de sus gobiernos. La actual administración
considera que los productos de las industrias culturales son de
esparcimiento y comercio, en tanto sobre la cuestión comunicacional
carece de una posición clara y por ende, de una política
expresa.
La comunicación y la información
no necesariamente tienen que convertirse en mercancía, constituyen
una cuestión cultural y educativa con impacto en el desarrollo
de nuestra propia identidad. Esto significa que en las relaciones
de intercambio deben constituir una excepción cultural,
figura que en los tratados comerciales protege los bienes y servicios
con contenido cultural y evita su tratamiento como mercancía.
La excepción cultural es una cláusula que
reconoce y utiliza la OMC y permite que bienes relacionados con
la producción cultural y la propiedad intelectual no sean
tratados como mercancías en el mercado mundial. En América
Latina sólo Brasil tiene propuestas de protección
de su industria cultural. No está claro que la excepción
cultural incluya a la comunicación y la información.
Este enfoque requiere de políticas
articuladas con el resto de América Latina para fortalecer
posiciones al momento de negociar con los países hegemónicos
y de revisar los apartados correspondientes del TLCAN y de todos
los tratados comerciales presentes y futuros.
En síntesis, se puede decir
que con éste proyecto se busca que fluya la información
abierta, veraz y plural, accesible a todos los mexicanos, que difunda
la cultura y la identidad nacionales, impulse la solidaridad de
los pueblos, promueva la participación ciudadana y sea instrumento
de la educación y el desarrollo humano y social. La revolución
comunicacional en curso, cuyos alcances y consecuencias aún
no pueden preverse ni ponderarse plenamente, trae consigo la multiplicación
de las posibilidades de interconexión, intercambio de información
e interactuación. Pero al mismo tiempo hace más profunda
y amplia la brecha entre los que tienen y los que no tienen, los
que poseen y controlan los medios tecnológicos y los que
quedan subordinados.
Al tiempo que los grandes conglomerados
económicos amplían sus posibilidades de control y
hegemonía, los pueblos pueden disponer de un instrumento
que potencia sus capacidades de organización, proposición
y desarrollo. Sin embargo, la accesibilidad a la tecnología
de la información es diferenciada, a escala nacional, regional
y mundial.
La construcción de una comunicación
democrática se debe realizar con los objetivos de ampliar
el acceso a la tecnología de la información, cambiar
las condiciones para el desarrollo de medios y contenidos comunicacionales
y buscar un relativo equilibrio en los intercambios con los países
desarrollados, en particular de los productos vinculados a la cultura
y la educación.
Ante todas estas reflexiones queda
claro que la agenda del cambio comunicacional para el nuevo gobierno
2006-2012 para generar un transición en este terreno, deberá
atender entre otros, los siguientes aspectos básicos del
mapa comunicativo nacional: ampliar el acceso a las tecnologías
culturales; modificar las condiciones para el desarrollo de los
medios; buscar el equilibrio cultural y educativo en los intercambios
con los países en desarrollo; acceso plural y democrático
a los bienes informativos y a los medios; capacitación de
la sociedad civil para participar en los medios; rescatar la vocación
del interés publico de los medios; convertir a los medios
de públicos en medios de Estado y no de gobierno; regular
el artículo 5° y 6° constitucional; suprimir la discrecionalidad
en el proceso de otorgamiento o renovación de las concesiones;
reformar la Ley Federal de Radio y Televisión; actualizar
la Ley de Imprenta de 1917; lograr la transparencia publicitaria;
crear un verdadero Derecho de Réplica; promover los códigos
de ética periodística; regular la cláusula
de conciencia y el secreto profesional; crear los Consejos Ciudadanos
de regulación y Control de los Canales de información;
fortalecer el sistema de radiodifusión indígena; impulsar
las radios y televisiones comunitarias; manejar la comunicación
como un producto social y no como una mercancía regulada
por la “Mano Invisible del Mercado”; y finalmente, los
procesos de intercambio comunicativo y cultural en los Tratados
Comerciales bajo el régimen de excepción cultural.
Sin embargo, además de todas
éstas realidades básicas es necesario considerar de
forma complementaria la inclusión de los siguientes 3 aspectos
para enriquecer más este proyecto estratégico para
transformar comunicativamente a la sociedad mexicana del siglo XXI:
En primer término, debido
a que con su desarrollo tecnológico los medios de información
colectivos se han convertido en las principales instituciones modeladoras
de la conciencia y cultura colectiva, el Estado y el gobierno mexicano
los debe considerar como parte medular de la construcción
de las políticas culturales nacionales y de su regulación
jurídica correspondiente. En éste sentido, debe evitarse
que el diseño y la consideración de las políticas
culturales en México por parte del gobierno y del sector
intelectual del país, sólo consideren las problemáticas
correspondientes a los campos educativo, museográfico, arqueológico,
etnográfico, operístico, dancístico, musical,
literario, poético, etc; y sistemáticamente excluyan
el reconocimiento, la incorporación y el peso trascendental
que producen los medios de comunicación en éste ámbito
medular de la vida mental de nuestra nación.
En segundo término, si los
medios se han convertido en las principales instituciones de aculturación
y educación masiva, es fundamental que los contenidos de
los medios además de estar regidos por la normatividad actual,
también deben ser regulados vertebralmente por el espíritu
y la letra del artículo 3° constitucional referente a
la cultura y la educación nacional. Dicha normatividad señala
que “la educación que imparte el Estado tenderá
a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser
humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria,
la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia
y la justicia. ... El criterio que orientará a esa educación
se basará en los dictados del progreso científico
y luchará contra la ignorancia y sus efectos, la servidumbre,
los fanatismos y los prejuicios. Además será democrática
..., nacional ... y contribuirá a la mejor convivencia humana”4.
Finalmente, en tercer término,
es necesario que considere en materia de cultura y acceso a los
canales de información el punto 9 de los Acuerdos de
San Andrés Larráinzar y el punto 7 de la Iniciativa
de Ley de Reforma de Cultura y Derechos Indígenas, que
en esencia formularon que el Estado mexicano reconoce que “los
pueblos indígenas tienen el derecho a la libre determinación
y a la autonomía, como parte del Estado mexicano .... para
adquirir, operar y administrar sus propios medios de comunicación”5.
De aquí, la necesidad estratégica
de realizar una profunda reforma comunicacional del Estado mexicano
que permita crear en la nación un nuevo modelo de comunicación
colectivo que posibilite la participación de todos los sectores
para lograr la transición informativa pacifica a la democracia.
Una nación no puede sobrevivir democráticamente con
la participación comunicativa de sólo un grupo privilegiado
y la marginación de la mayoría social: La paz social
se construye con la participación de todos los sectores.
De lo contrario, la dinámica social de sobrevivencia desesperada,
especialmente del “México Bronco”, se desbordará
por las vías violentas no institucionales, produciendo una
profunda crisis de gobernabilidad y de equilibrio de todo el sistema
social.
Notas:
1
Un México Para Todos. Construyamos Un Proyecto Alternativo.
(Propuesta Para la Discusión), Fundación Para
la Democracia y Fundación Arturo Rosenblueth, México,
D.F, febrero del 2004, 69 paginas.
2 Un México Para Todos.
Construyamos Un Proyecto Alternativo, Obra cit, paginas 65
a 67.
3 Un México Para Todos.
Construyamos Un Proyecto Alternativo, Obra citada, paginas
47 y 48.
4 Constitución Política
de Los Estados Unidos Mexicanos, Editorial ALCO, México,
D.F., 1998, página 5 y 6.
5
Acuerdos de San Andrés Larráinzar, en: Chiapas
Con Justicia y Dignidad. Memoria de Acuerdos, Compromisos, Acciones
y Obras, Coordinación Para el Diálogo y la Negociación
en Chiapas, Gobierno de México, México, D.F, noviembre
del 2000, paginas 91 a 93 e Iniciativa de ley enviada por el
Presidente Fox al H. Congreso de la Unión, Presidencia
de la República, Gobierno de México, México,
D.F., 5 de diciembre del 2000, 8 paginas, <http://www.presidencia.gob.mx>
Dr.
Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación y Comunicación
de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Xochimilco, México, D.F., México |