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Agosto -Septiembre
2004

 

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Vínculos y Subjetividad en los Nuevos Contextos Electrónicos. hacia una Escucha Abierta y Desprejuiciada
 

Por Roberto Balaguer
Número 40

Comenzar diciendo que lo desconocido como tal genera temores, aprehensión, inseguridades pareciera ser a la vez tan repetitivo como necesario al detenerse a pensar en las nuevas formas de contactarse, de estar en el mundo posibilitadas por las nuevas tecnologías de comunicación. Resultan éstas disquisiciones que las generaciones más jóvenes ni se plantean, ya en el acierto o en el error, o mejor dicho: en el cambio.

Se escucha hablar de los primeros casos de adicción a Internet, el contexto más desestabilizador dentro de las nuevas tecnologías, diciendo como se dijo en el reciente Forum de Barcelona 2004 que “es un mito y no una enfermedad”. Se corre sin más el riesgo de banalizar situaciones clínicas en una reacción defensiva frente a un problema real poco conocido aún.
Técnicamente hablando la adicción a la Red no existe porque lo que genera adicción no es la red sino los distintos entornos que la conforman. La gente en todo caso se vuelve adicta a lo que hace en la Red, que en buena medida tiene que ver con el contacto social, a pesar de todos los prejuicios y desconocimientos al respecto.

Como señala Turkle refiriéndose a la cuestión adictiva de la Red:
“Las computadoras y las redes de comunicación no son drogas. Son medios complejos que diferentes personas (y diferentes grupos sociales, políticos para el caso) usan de distintas maneras. A pesar de esto, la noción de adicción parece irresistible. X cantidad de uso de heroína no es nunca una buena cosa; la misma cantidad de actividad en Internet puede ser beneficiosa o dañina, dependiendo del contenido de los mensajes y el rol de la actividad en la vida de la persona que lo hace”.

Las hipótesis en relación a las nuevas tecnologías deben por tanto estar siempre contextualizadas y amparadas en lo que efectivamente ocurre en esos nuevos entornos digitales.
Para conocer mejor las características de la Red, para poder escuchar abierta y apropiadamente es imprescindible distinguir en primera instancia los distintos entornos que conforman la misma:

Navegación por la www, intercambio de correos electrónicos, foros de discusión asincrónicos, listas de correo temáticas, chats, MUDS (juego basado en personajes), los llamados metamundos, la tele-conferencia con sonido e imagen, intercambio de archivos MP3, páginas web personales, el Messenger y los weblogs.

Cada uno de ellos son entornos diferentes con funciones distintas dentro del ámbito de la Red. En cada uno de ellos suceden muy distintas cosas, estando los avatares muy dependientes de las características del entorno en cuestión. Los distintos lugares lo que hacen es favorecer los despliegues discursivos, la nueva subjetividad en ciernes, pero en formas claramente diferenciables.

Internet es un facilitador, un catalizador de la personalidad. Los distintos entornos así lo permiten; generalizar las hipótesis sin distinción de lugares es un ejercicio algo peligroso.

Peligros desde la clínica
La clínica psicoanalítica nace en los albores del siglo XX en un tiempo desde varios ángulos similar al actual y desde varias aristas bien distinto.

Lewcowicz gustaba hablar del momento histórico actual como signado por la fluidez, Bauman elige hablar de modernidad líquida, pero unidos ambos en su concepción de esta nueva era como contrapuesta a un mundo signado por lo sólido y material.

La sobrevaloración de la experiencia material, presencial, sólida es patrimonio nuestro, de los nacidos en una era moderna acorralada por el cambio.

Cristina Corea definía la subjetividad como “la serie de operaciones que se hace para habitar un dispositivo, una situación, un mundo”.

Existe hoy una subjetividad que se encuentra en serias dificultades para ser elegida como la princeps en este mundo globalizado, de los flujos, de las redes, tecnificado, sobremoderno. Desde ella se vuelve difícil vislumbrar los cambios sin apelar a las pérdidas como referente permanente. Riesgo y pérdida son pareja inseparable, cambios y nostalgia también.

El mundo de hoy es un mundo que transcurre buena parte del tiempo en esos lugares que magistralmente Augé denominara no-lugares, espacios que de alguna forma no nos pertenecen, no son colonizables.

En esos lugares donde no es necesaria la identificación, donde fluimos sin necesidad de contacto es donde habita la juventud en forma cada vez más intensa.

Vivir los cambios como pérdida, escucharlos desde la pérdida puede ser tan “políticamente correcto” como “absurdamente defensivo”, o desde el discurso juvenil: “estúpidamente inexistente”.

Plantea Schroeder (2004) en relación al Psicoanálisis y los cambios epocales: “Para ello es preciso observar los caracteres metafísicos de nuestras metapsicologías y mantener una actitud de deconstrucción permanente, de modo de no intentar resolver los renovados problemas que nos imponen las prácticas sociales de hoy, con las preguntas de ayer como herramientas”.

El riesgo es realizar entonces lecturas solamente desde lo que ya sabemos, y esto que sabemos está atravesado por lo material, por lo sólido y todo aquello que así no sea, podrá ser interpelado entonces desde la pérdida, desde lo imaginario, desde la desvalorización.

Se corre el riesgo de forzar las teorías, y sobre todo dejar de estar con el oído atento a lo novedoso, aquello que al principio es ruido, interpelante molestia pero que vuelve una y otra vez insistentemente, queramos escucharlo o no. Se corre el riesgo de forzar las teorías para evitar el riesgo del vacío, de lo nuevo, de lo no-sabido.

¿Como escuchamos desde la clínica los nuevos contextos electrónicos, las experiencias reales y subrayo reales de nuestros pacientes en el mundo digital?

Nuestra formación tiende a hacernos pensarlos desde la sustitución, desde la falta de, desde la ausencia, desde la pérdida. Nuestra experiencia práctica, personal cotidiana nos muestra otras cosas muy diferentes. La experiencia práctica, del día a día de nuestros pacientes o allegados jóvenes habla desde lo cotidiano, lo común, lo cercano, no desde la nostalgia.

Al intentar teorizar tendemos a elegir lo que nos conmueve y no lo que es habitual, lo normal, lo que hacemos todos en el día a día, pero ello recorta la realidad y el pensamiento.

A veces lo cercano, por obvio, por cotidiano es lo que más se nos resiste a la vista y al análisis.

El mundo material tan incierto, cambiante, ese mundo en permanente riesgo de pérdida de trabajo, familia, está ofreciendo hoy entornos electrónicos de mayor permanencia que son digitales, pero no siempre virtuales. Los vínculos que se establecen a traves de Internet en la inmensa mayoría de los casos resultan indiferenciables de los vínculos dependientes del espacio geográfico, salvo un segmento muy reducido de la población.

La cuestión clínica diferencial relevante a mi juicio es cuando efectivamente se da una sustitución de una vida por otra, ahí encontramos las dificultades, cuando la vida digital se traga la real hasta hacerla desaparecer casi por completo.

Nunca escuchamos desde la objetividad total (Bleichmar, 1997), nuestra práctica se asienta en una cosmovisión, en un recorrido teórico tan personal como innegable, en un contexto tecnológico que opera como marco dentro del cual nos movemos más o menos cómodamente, etc..

Señala De Souza (2004) recientemente que hubo “mutación civilizatoria, cambios de paradigmas o acontecimientos significativos que produjeron cambios profundos en la sociedad que no pudieron ser acompañados o comprendidos cabalmente aún por el Psicoanálisis”.

Freud fue el primero en descubrir el dispositivo psicoanalítico donde en el silencio y también en la ausencia de la mirada del otro se empezaban a desplegar cuestiones que en la “vida real” no aparecían. Así comenzó el Psicoanálisis más de un siglo atrás. El dispositivo no fue un tema menor. El ciberespacio es un lugar que Barlow describe como “un mundo silencioso (donde) toda la conversación es tipeada. Para entrar en él, uno abandona cuerpo y espacio y se vuelve una cuestión de palabras solamente” (Rushkoff, 1999). Cualquier similitud con un diván es mera coincidencia.


Referencias:

Augé, M. (2000) “Sobremodernidad.Del mundo de hoy al mundo de mañana”
Disponible en: <http://www.memoria.com.mx/129/auge.htm>
Balaguer, R. (2001) “La adicción a Internet” en Adicción, Montevideo: Cuadernos de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay
Balaguer, R. (2003) Internet: un nuevo espacio psicosocial, Montevideo: Ed. Trilce
Bauman, Z. (2000) Modernidad Líquida, México: Fondo de Cultura Económica, 2002
Bleichmar, H. (1997) Avances en psicoterapia psicoanalítica, Barcelona: Paidós
De Souza, N. (2004) “Reflexiones, desde hoy, Siglo XXI, Tercer Milenio, acerca del poder, los ideales y el psicoanálisis” Trabajo presentado en el 3º Congreso de Psicoanálisis – XIII Jornadas, Montevideo 2004
Rushkoff, D. (1999) Playing the Future: What We Can Learn from Digital Kids, New York: Berkley Publishing Group
Schroeder, D. (2004) “Ideales, psicoanálisis y nuevas formas de subjetivación: una encrucijada interdisciplinaria” Trabajo presentado en el 3º Congreso de Psicoanálisis – XIII Jornadas, Montevideo 2004
Turkle, S. (1995) La vida en pantalla: La identidad en la era de Internet, Barcelona: Paidós, 1997


Lic. Roberto Balaguer Prestes
Psicólogo uruguayo