Por Roberto Balaguer
Número 40
Comenzar diciendo
que lo desconocido como tal genera temores, aprehensión,
inseguridades pareciera ser a la vez tan repetitivo como necesario
al detenerse a pensar en las nuevas formas de contactarse, de estar
en el mundo posibilitadas por las nuevas tecnologías de comunicación.
Resultan éstas disquisiciones que las generaciones más
jóvenes ni se plantean, ya en el acierto o en el error, o
mejor dicho: en el cambio.
Se escucha hablar de los primeros casos de adicción
a Internet, el contexto más desestabilizador dentro de las
nuevas tecnologías, diciendo como se dijo en el reciente
Forum de Barcelona 2004 que “es un mito y no una enfermedad”.
Se corre sin más el riesgo de banalizar situaciones clínicas
en una reacción defensiva frente a un problema real poco
conocido aún.
Técnicamente hablando la adicción a la Red no existe
porque lo que genera adicción no es la red sino los distintos
entornos que la conforman. La gente en todo caso se vuelve adicta
a lo que hace en la Red, que en buena medida tiene que ver con el
contacto social, a pesar de todos los prejuicios y desconocimientos
al respecto.
Como señala Turkle refiriéndose a
la cuestión adictiva de la Red:
“Las computadoras y las redes de comunicación no son
drogas. Son medios complejos que diferentes personas (y diferentes
grupos sociales, políticos para el caso) usan de distintas
maneras. A pesar de esto, la noción de adicción parece
irresistible. X cantidad de uso de heroína no es nunca una
buena cosa; la misma cantidad de actividad en Internet puede ser
beneficiosa o dañina, dependiendo del contenido de los mensajes
y el rol de la actividad en la vida de la persona que lo hace”.
Las hipótesis en relación
a las nuevas tecnologías deben por tanto estar siempre contextualizadas
y amparadas en lo que efectivamente ocurre en esos nuevos entornos
digitales.
Para conocer mejor las características de la Red, para poder
escuchar abierta y apropiadamente es imprescindible distinguir en
primera instancia los distintos entornos que conforman la misma:
Navegación por la www, intercambio
de correos electrónicos, foros de discusión asincrónicos,
listas de correo temáticas, chats, MUDS (juego basado en
personajes), los llamados metamundos, la tele-conferencia con sonido
e imagen, intercambio de archivos MP3, páginas web personales,
el Messenger y los weblogs.
Cada uno de ellos son entornos diferentes
con funciones distintas dentro del ámbito de la Red. En cada
uno de ellos suceden muy distintas cosas, estando los avatares muy
dependientes de las características del entorno en cuestión.
Los distintos lugares lo que hacen es favorecer los despliegues
discursivos, la nueva subjetividad en ciernes, pero en formas claramente
diferenciables.
Internet es un facilitador, un catalizador
de la personalidad. Los distintos entornos así lo permiten;
generalizar las hipótesis sin distinción de lugares
es un ejercicio algo peligroso.
Peligros desde la clínica
La clínica
psicoanalítica nace en los albores del siglo XX en un tiempo
desde varios ángulos similar al actual y desde varias aristas
bien distinto.
Lewcowicz gustaba hablar del momento
histórico actual como signado por la fluidez, Bauman elige
hablar de modernidad líquida, pero unidos ambos en su concepción
de esta nueva era como contrapuesta a un mundo signado por lo sólido
y material.
La sobrevaloración de la
experiencia material, presencial, sólida es patrimonio nuestro,
de los nacidos en una era moderna acorralada por el cambio.
Cristina Corea definía la
subjetividad como “la serie de operaciones que se hace para
habitar un dispositivo, una situación, un mundo”.
Existe hoy una subjetividad que
se encuentra en serias dificultades para ser elegida como la princeps
en este mundo globalizado, de los flujos, de las redes, tecnificado,
sobremoderno. Desde ella se vuelve difícil vislumbrar los
cambios sin apelar a las pérdidas como referente permanente.
Riesgo y pérdida son pareja inseparable, cambios y nostalgia
también.
El mundo de hoy es un mundo que
transcurre buena parte del tiempo en esos lugares que magistralmente
Augé denominara no-lugares, espacios que de alguna forma
no nos pertenecen, no son colonizables.
En esos lugares donde no es necesaria
la identificación, donde fluimos sin necesidad de contacto
es donde habita la juventud en forma cada vez más intensa.
Vivir los cambios como pérdida,
escucharlos desde la pérdida puede ser tan “políticamente
correcto” como “absurdamente defensivo”, o desde
el discurso juvenil: “estúpidamente inexistente”.
Plantea Schroeder (2004) en relación
al Psicoanálisis y los cambios epocales: “Para ello
es preciso observar los caracteres metafísicos de nuestras
metapsicologías y mantener una actitud de deconstrucción
permanente, de modo de no intentar resolver los renovados problemas
que nos imponen las prácticas sociales de hoy, con las preguntas
de ayer como herramientas”.
El riesgo es realizar entonces lecturas
solamente desde lo que ya sabemos, y esto que sabemos está
atravesado por lo material, por lo sólido y todo aquello
que así no sea, podrá ser interpelado entonces desde
la pérdida, desde lo imaginario, desde la desvalorización.
Se corre el riesgo de forzar las
teorías, y sobre todo dejar de estar con el oído atento
a lo novedoso, aquello que al principio es ruido, interpelante molestia
pero que vuelve una y otra vez insistentemente, queramos escucharlo
o no. Se corre el riesgo de forzar las teorías para evitar
el riesgo del vacío, de lo nuevo, de lo no-sabido.
¿Como escuchamos desde la
clínica los nuevos contextos electrónicos, las experiencias
reales y subrayo reales de nuestros pacientes en el mundo digital?
Nuestra formación tiende
a hacernos pensarlos desde la sustitución, desde la falta
de, desde la ausencia, desde la pérdida. Nuestra experiencia
práctica, personal cotidiana nos muestra otras cosas muy
diferentes. La experiencia práctica, del día a día
de nuestros pacientes o allegados jóvenes habla desde lo
cotidiano, lo común, lo cercano, no desde la nostalgia.
Al intentar teorizar tendemos a
elegir lo que nos conmueve y no lo que es habitual, lo normal, lo
que hacemos todos en el día a día, pero ello recorta
la realidad y el pensamiento.
A veces lo cercano, por obvio, por
cotidiano es lo que más se nos resiste a la vista y al análisis.
El mundo material tan incierto,
cambiante, ese mundo en permanente riesgo de pérdida de trabajo,
familia, está ofreciendo hoy entornos electrónicos
de mayor permanencia que son digitales, pero no siempre virtuales.
Los vínculos que se establecen a traves de Internet en la
inmensa mayoría de los casos resultan indiferenciables de
los vínculos dependientes del espacio geográfico,
salvo un segmento muy reducido de la población.
La cuestión clínica
diferencial relevante a mi juicio es cuando efectivamente se da
una sustitución de una vida por otra, ahí encontramos
las dificultades, cuando la vida digital se traga la real hasta
hacerla desaparecer casi por completo.
Nunca escuchamos desde la objetividad
total (Bleichmar, 1997), nuestra práctica se asienta en una
cosmovisión, en un recorrido teórico tan personal
como innegable, en un contexto tecnológico que opera como
marco dentro del cual nos movemos más o menos cómodamente,
etc..
Señala De Souza (2004) recientemente
que hubo “mutación civilizatoria, cambios de paradigmas
o acontecimientos significativos que produjeron cambios profundos
en la sociedad que no pudieron ser acompañados o comprendidos
cabalmente aún por el Psicoanálisis”.
Freud fue el primero en descubrir
el dispositivo psicoanalítico donde en el silencio y también
en la ausencia de la mirada del otro se empezaban a desplegar cuestiones
que en la “vida real” no aparecían. Así
comenzó el Psicoanálisis más de un siglo atrás.
El dispositivo no fue un tema menor. El ciberespacio es un lugar
que Barlow describe como “un mundo silencioso (donde) toda
la conversación es tipeada. Para entrar en él, uno
abandona cuerpo y espacio y se vuelve una cuestión de palabras
solamente” (Rushkoff, 1999). Cualquier similitud con un diván
es mera coincidencia.
Referencias:
Augé, M. (2000) “Sobremodernidad.Del
mundo de hoy al mundo de mañana”
Disponible en: <http://www.memoria.com.mx/129/auge.htm>
Balaguer, R. (2001) “La adicción a Internet”
en Adicción, Montevideo: Cuadernos de la Coordinadora
de Psicólogos del Uruguay
Balaguer, R. (2003) Internet: un nuevo espacio psicosocial,
Montevideo: Ed. Trilce
Bauman, Z. (2000) Modernidad Líquida, México:
Fondo de Cultura Económica, 2002
Bleichmar, H. (1997) Avances en psicoterapia psicoanalítica,
Barcelona: Paidós
De Souza, N. (2004) “Reflexiones, desde hoy, Siglo XXI, Tercer
Milenio, acerca del poder, los ideales y el psicoanálisis”
Trabajo presentado en el 3º Congreso de Psicoanálisis
– XIII Jornadas, Montevideo 2004
Rushkoff, D. (1999) Playing the Future: What We Can Learn from
Digital Kids, New York: Berkley Publishing Group
Schroeder, D. (2004) “Ideales, psicoanálisis y nuevas
formas de subjetivación: una encrucijada interdisciplinaria”
Trabajo presentado en el 3º Congreso de Psicoanálisis
– XIII Jornadas, Montevideo 2004
Turkle, S. (1995) La vida en pantalla: La identidad en la era
de Internet, Barcelona: Paidós, 1997
Lic.
Roberto Balaguer Prestes
Psicólogo uruguayo |