Por Carlos Fara
Número 41
Cuando Alfonsín
cumplía un año y medio de gobierno, y la inflación
empezaba a cerrarle todos los pasos, salió adelante con el
Plan Austral. Cuando Menem llevaba unos 20 meses y los precios de
las góndolas volvían a escaparse, pone a Cavallo de
ministro y empieza su época de esplendor. De la Rúa
a los 15 meses cambia a Machinea por López Murphy y Cavallo,
sucesivamente, aunque en esta oportunidad sin éxito.
Kirchner a los 15 meses, prácticamente
sin cambios de gabinete, y no siendo la crisis económica
lo que obliga a pegar un golpe de timón por primera vez en
20 años, ha hecho algunos cambios tácticos que frenaron
su deterioro. Su gestión había caído del 60
% de imagen positiva en diciembre, según nuestras mediciones
de la zona metropolitana, al 40 % en mayo cuando cumplió
un año. Ahora se ubica en el 42 %, lo cual significa que
estadísticamente frenó la caída y quizá
recupere algo de lo que perdió por el camino.
Pareciera que entre los 15 y 20 meses de gestión
los presidentes caen en la cuenta de que efectivamente hay cosas
que no funcionan. Es lógico: cuesta adaptarse a otra geografía,
otra lógica, otra dimensión y otra magnitud de desencantos.
Por suerte, ya no es la inflación
lo que obliga a reaccionar. Sin embargo, dominar la inseguridad,
la pobreza y la desocupación requerirán mucho más
tiempo y esfuerzo que frenar los aumentos exacerbados de precios.
Dijimos en esta misma columna que
el gobierno al cumplir un año estaba sufriendo un fuerte
desgaste producto de dos cuestiones: la persistencia de problemas
en la gestión y el conflicto político inducido desde
el propio oficialismo. ¿Por qué el gobierno se estabiliza?
Porque modifica cuestiones en esos dos aspectos. Deja la confrontación
como política permanente, sellando una paz con Duhalde, bajando
el perfil del propio presidente y de sus voceros habituales, administrándolo
con inteligencia. Cambia de actitud con respecto a los piqueteros,
hace cambios en seguridad, aumenta las jubilaciones, sube el salario
mínimo.
Sobre todo llama la atención
el aprendizaje en el plano comunicacional. El gobierno parece haber
encontrado el manual de la buena comunicación política.
La actitud frente a la marcha de Blumberg fue todo un acierto. La
respuesta del jefe de gabinete a la mamá de Nicolás
había sido demasiado. El presidente empezó a comprender
que salir a poner la cara sistemáticamente y con fuerza no
siempre es un buen negocio.
Hay muchos dirigentes que siguen
estrictamente el principio de que todo debe ser contestado, porque
lo importante es tener la última palabra en un intercambio
de declaraciones. Sin embargo, en política no siempre es
cierto que el que calla otorga. Sí, algo otorga. Pero el
costo que se paga es más barato que la respuesta encendida.
Resultado de todo esto: crece la aprobación
de la política económica, de la negociación
de la deuda, sube la cantidad de gente que está en desacuerdo
con que el presidente se pelea todo el tiempo, se recupera la imagen
de los ministros y mejoran las expectativas sobre el futuro personal
(aunque no sobre el país). El presidente parece estar presidiendo
y no jugando a la política.
Pero quizá lo más importante de todo
no está en la superficie, sino debajo del agua. La aprobación
al gobierno que venía siendo más alta en la Capital
que en el GBA, ahora se invirtió: el conurbano aplaude más.
Al mismo tiempo, y en consonancia con lo que se apuntaba recién,
el apoyo era más elevado en los sectores medio altos que
en la clase baja superior e inferior (50 % de la población
aproximadamente). Ahora perdió espacio en el bloque alto
sobre todo. De todos modos, cabe apuntar que en el sector marginal
(20 % de la sociedad metropolitana) siempre fue donde más
elogios recogió. Ahí es donde llega su hermana Alicia,
donde más se sienten los planes sociales.
Si este cambio cualitativo se mantiene en el tiempo,
el presidente habrá logrado una gran cosa: pararse desde
su base. Un presidente justicialista puede ganar más o menos
espacio en los sectores medios, pero es políticamente inviable
trocar unas fichas por otras. A la inversa se podría aconsejar
a un mandatario radical.
La escena culminante de la película
china “Héroe” se produce cuando un guerrero,
que supuestamente tenía como intención asesinar al
emperador que estaba unificando el país, le realiza un falso
ataque mientras le dice: “Ud. debe comprender que la misión
del guerrero es desechar la espada”. Kirchner puso sus armas
en reposo ¿por cuánto tiempo?
Carlos
Fara
Director genera de Carlos Fara y Asociados,
Argentina |