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Por Carlos Montoya
Número 41
Tal parece que
la preocupación por las deficientes habilidades de comunicación
escrita en los estudiantes de secundaria y universidad no es sólo
latinoamericana. Alrededor del mundo se ha acrecentado el esfuerzo
por formar profesionales con vastos conocimientos en su materia
específica, pero con otras destrezas que le permitan moverse
de manera fluida y exitosa en el cada vez más competido mundo
laboral. En un ambiente orientado de manera creciente hacia el intercambio,
bien sea de bienes, servicios o conocimientos, se ha encontrado
que las capacidades comunicativas juegan un papel tan importante
como la experiencia o el dominio de la información; tal parece
que un profesional pasa más tiempo comunicándose con
colegas y clientes que aplicando su conocimiento a una labor específica
(como sí lo hace un técnico o un tecnólogo)
se entiende, entonces, la progresiva inclinación de los empleadores
por contratar individuos con fortalezas en la expresión y
lectura tanto verbal como escrita. Atendiendo a esta preocupación,
las instituciones educativas de los países económicamente
poderosos han orientado muchos de sus esfuerzos a la enseñanza
y perfeccionamiento de las habilidades escritas; surge así
en los años 60 el movimiento de escritura a través
del currículo (WAC, por sus siglas en inglés) con
énfasis en la educación primaria y secundaria en el
Reino Unido y más inclinado a la educación superior
en los Estados Unidos. En el Reino Unido, como en casi el resto
de Europa, el énfasis primordial hacia la lecto-escritura
y el pensamiento lógico matemático se hace en primaria
y secundaria, por lo tanto, se espera que el desempeño universitario
sea óptimo, razón por la cual sólo se destinan
uno o dos cursos por programa académico de pregrado o postgrado
al reforzamiento, más que a la enseñanza, de la escritura.
Por otro lado, poco más de treinta años de experiencia
le han dado a la nación norteamericana un liderazgo evidente
en este campo de la educación.
Metodologías
Generalizando, cuatro
metodologías básicas son las más comunes en
el sistema norteamericano:
El centro de escritura: Es un lugar
a donde van los estudiantes de pregrado y postgrado a mejorar o
preparar sus escritos. Allí encuentran profesores que orientan
desde la concepción de la idea hasta los últimos retoques.
El trabajo de estos asesores está más orientado a
que el estudiante tome conciencia de sus debilidades, realice ejercicios
para superarlas y encuentre su propia voz, de tal manera que pueda
entregar un trabajo original y bien escrito.
Materias de escritura intensiva:
Son asignaturas en las que a la par del área específica,
se enfatiza en la escritura. Suelen otorgar crédito académico
por la parte de escritura. Su función es familiarizar a los
estudiantes con la terminología y el estilo particular de
redactar en cada área, así como ponerlos en situaciones
comunicativas similares a las que enfrentarían en la vida
profesional.
Auxiliares docentes: Por lo general
son estudiantes de doctorado que trabajan como ayudantes de los
profesores titulares de materias intensivas. Su función es
apoyar la realización de los trabajos escritos (de manera
similar a como se hace en el centro de escritura) y ayudar en el
proceso de evaluación. La disponibilidad está supeditada
a la carga académica del auxiliar, pero no es difícil
que se tengan dos o tres auxiliares por materia que se distribuyan
el trabajo.
Revisión de pares: En algunas
ocasiones los profesores hacen que los estudiantes intercambien
entre sí sus trabajos y que se hagan comentarios mutuos.
Con esto se pretende que en un ambiente más relajado los
pupilos aprendan a criticar y ser criticados y que identificando
las fallas en los trabajos ajenos, puedan hacerlo posteriormente
en los propios.
Análisis de caso
Con algunas diferencias,
cada universidad realiza una o varias de estas labores. Partiendo
de lo anterior, se evaluaron diferentes instituciones con el objetivo
de seleccionar una que permitiera analizar a fondo el sistema. La
Universidad seleccionada fue Missouri, en el estado del mismo nombre,
por concentrar en sí las cuatro metodologías. Si bien,
como en muchas universidades norteamericanas, el trabajo se concentra
en el Centro de Escritura, lo interesante de Missouri es su interés
por descentralizase. Se realizó una visita entre el 19 y
el 27 de Agosto del 2003, durante la cual se asistió a un
curso para docentes de la institución, se adelantaron diversas
entrevistas con miembros de diferentes facultades y se mantuvo un
diálogo permanente con los miembros del Centro de Escritura
del Campus1.
El centro, con más de quince
años de funcionamiento, se encuentra emplazado en el campus.
Su ubicación, junto a la zona de comidas y la tienda institucional,
lo hace fácilmente localizable. Bien sea mediante un presentación
durante el proceso de inducción o con pequeños volantes
que se reparten entre los alumnos, el centro promociona sus servicios
a la comunidad académica y se encuentra abierto tanto para
estudiantes como profesores. De esta forma se inicia un proceso
paralelo en el que el estudiante escoge por su propia iniciativa
asistir al centro y la necesidad al tomar un curso de escritura
intensiva lo lleva allí. Pero vamos a dividirlo para facilitar
su explicación.
Como primer paso, todos los estudiantes,
no importa el programa, deben tomar un curso de escritura (English
20) en éste se le dan las bases necesarias para continuar
con su vida universitaria. Posterior a este curso deben tomar, a
manera de complemento, un curso de escritura intensiva. El primer
curso otorga un crédito y el segundo otro. Para escoger su
segundo curso el estudiante cuenta con un buen número de
posibilidades, de hecho, no es raro que un estudiante termine asistiendo
a dos o tres materias de escritura intensiva por semestre, sin embargo,
sólo una (la que cada estudiante designe con antelación)
le contará para su segundo crédito. En cualquier momento
de este proceso y a lo largo de todo su programa los estudiantes
están en libertad de solicitar ayuda al Centro de Escritura,
aunque cada materia cuenta con sus ayudantes. Los auxiliares docentes
deben detectar a aquellos estudiantes con mayores dificultades en
escritura y ayudarles a superarlas, de igual manera, orientan a
los estudiantes en el uso del tono y la terminología particulares
de su disciplina, algunas veces simplemente ayudan a que alguno
de los pupilos se desatore en cualquier parte del proceso de producción
o le orientan en la toma de decisiones sobre el orden expositivo.
Para el auxiliar docente no existen tareas más importantes
que otras, ni hay partes del proceso de escritura con más
prioridad que otras, así que no es poco común el seguimiento
cuidadoso de cada asignación, bien sea a solicitud del interesado
o por un llamado directo. Otro recurso bastante socorrido, aunque
pocas veces tiene efecto en las calificaciones, es la revisión
de pares. Por lo general se realizan ejercicios de escritura no
formal que luego son intercambiados entre los mismos estudiantes.
De esta manera el alumno aprende a criticar y ser criticado, de
paso adquiere confianza al poder confrontar su escrito en un espacio
menos riguroso y sin la presión de una nota. Sin importar
cuál método se emplee o que se acuda a la revisión
de pares, al centro de escritura y al auxiliar de docencia, siempre
se espera que el docente mantenga el control permanente sobre el
proceso educativo, así como en la asignación de calificaciones
y, en todo caso, se hace el intento de que la relación estudiantes
– docente sea de 20 a 1, sin tomar en cuenta a los auxiliares
docentes en este índice, aunque pueden ser usados estudiantes
de posgrado para balancear la proporción.
Énfasis del trabajo
Existen tres preocupaciones
básicas sobre las que se basa el trabajo del centro de escritura
y a partir de las cuales se pretende un acuerdo general para trabajar
de manera concertada: la asignación de tareas, los criterios
de evaluación y la cita de fuentes.
Asignación de tareas: Se
afirma que una tarea mal asignada redunda en una tarea mal hecha,
lo cual es más fácil de aceptar que de asumir. Realmente
es bastante lógico lo que se expresa, pero a la vez se dificulta
ponerlo en práctica porque, simplemente, la mayoría
de los docentes universitarios no fueron entrenados para la tarea
que están realizando, es decir, aunque la docencia es ahora
su carrera, fueron preparados para un área distinta. El profesor
universitario llega al aula con un basto conocimiento en su materia,
pero con apenas unos cuantos rudimentos y algunas intuiciones en
docencia. Cómo se reaccione a este fenómeno depende
de la personalidad de cada uno; por un lado tenemos docentes abiertos
y hambrientos de conocimientos que buscan nuevas metodologías
para incorporar a su trabajo, por otro tenemos a algunos más
reservados, renuentes a reconocer sus vacíos por temor a
perder la autoridad que han ganado a fuerza de duros estudios y
trabajos. En el medio, toda la gama que podamos pensar. Desde esta
situación se justifica el énfasis hecho en la asignación
de tareas. Se sugiere, entonces, que las tareas se basen más
en problemas que en temas; que el problema desafíe la imaginación
y el conocimiento del estudiante, pero que no sea indescifrable;
que de manera clara se especifiquen los objetivos de aprendizaje,
descripción de la asignación, público objeto,
las condiciones establecidas, fechas de revisión y entrega,
extensión del trabajo, criterios de evaluación y a
qué porcentaje corresponde la nota que se asignará.
En general se espera un ajuste a la matriz RAFT2
(Rol, Audiencia, Formato, Tarea/tema).
Por otro lado, los lineamientos
generales para una materia de escritura intensiva son:
- Que cada curso involucre múltiples
tareas lo suficientemente complejas como para exigirle al estudiante
una labor importante de revisión.
- Que se escriba al menos veinte
páginas por curso.
Se espera que al menos una tarea traiga consigo un tema que acepte
más de una interpretación, explicación, análisis
o evaluación aceptables.
- Las tareas de escritura deben
ser distribuidas a lo largo del período académico
y comprender el mayor componente de evaluación.
Criterios de evaluación
Llegado el momento de adjudicar calificaciones se tiene en cuenta
varios factores. Como primera consideración se encuentra
el nivel de entrada del estudiante. Si en algo insiste el Centro
de Escritura en sus talleres es en valorar la dificultad de escribir
que padece un joven sin mucho entrenamiento. Es común que
se le pida a los profesores realizar una lista de sus propias dificultades
al momento de escribir y la comparen con las de sus estudiantes.
Básicamente la conclusión será que si para
un profesor con trayectoria y entrenamiento continúa habiendo
dificultades, qué no pasará con un joven recién
ingresado al sistema universitario. La invitación, pues,
no es a ignorar las fallas de los estudiantes, sino a ser un poco
más indulgentes y pacientes, pero firmes, al momento de evaluar.
También se hace énfasis
en diferenciar las tareas formales de las informales. Las primeras
tienen como fin último la comunicación, por ende,
se espera un mayor grado de corrección y que se ajuste a
las necesidades del lector. Por lo general conducirá a una
calificación considerablemente significativa dentro de los
porcentajes evaluativos del período. La segunda tiene como
función principal el aprendizaje, está orientada hacia
el mismo escritor y presenta menos rigor técnico. En la mayoría
de los casos no lleva calificación o esta es poco representativa
dentro del conjunto.
Un tercer acento se ubica sobre
la relación entre la asignación de la tarea y la calificación.
Si la tarea está bien redactada y si las condiciones de evaluación
son claras, habrá una alta posibilidad de que esta deje un
buen aprendizaje y redunde en un trabajo bien hecho. Aquí
se invita al docente a pensar en que si mejora su sistema de evaluación
y asignación de trabajos, seguramente se minimizarán
las fallas involuntarias en el estudiante. Por otro lado, criterios
evaluativos claros darán al profesor un soporte más
sólido para emitir una nota, incrementar la rigurosidad y
adelantar un comentario.
El cuarto aspecto a considerar es
el trabajo de retroalimentación. Para que haya un proceso
educativo de verdad es necesario que el estudiante entienda dónde
están sus fallas y tenga la posibilidad de corregir. Aquí
se hace importante que el docente no haga un trabajo de edición
o corrección de estilo, sino que señale el lugar donde
existen puntos débiles en el escrito y encomiende al estudiante
la búsqueda y corrección de las fallas. De igual manera,
el trabajo de retroalimentación hace énfasis en la
comunicabilidad del escrito, más que en la mecánica,
es decir, la comprensibilidad del mensaje y la exposición
coherente de las ideas es más importante que la preceptiva
(principalmente la ortografía) Para que al docente no se
le vaya la vida devolviendo escritos para su arreglo se hace imprescindible,
entonces, estimular en el estudiante una cultura de la revisión,
mediante una exigencia alta en el producto final; hacer énfasis
en este último aspecto ciertamente ahorrará mucho
trabajo innecesario.
Citas y referencias
De alguna manera la Internet se ha convertido en un arma de doble
filo para el mundo académico. Por un lado provee información
rápida y permite acceder a material y personas ubicadas en
lugares remotos, sin embargo, por otro, los estudiantes recurren
cada vez más a este recurso para evadir sus responsabilidades.
El “copy, paste” se convierte en una práctica
muy común y los profesores se sienten bastante frustrados
y decepcionados. Tal parece que el panorama norteamericano no es
diferente. Del taller para profesores en Missouri (que dura tres
intensos días) se dedica una mañana entera a reflexionar
sobre la situación. Se comparten estrategias para detectar
posibles fraudes y para estimular el uso de diferentes fuentes,
así como su correcta referencia. En términos generales,
se plantea la necesidad de que cada curso, sin importar si es de
escritura intensiva o no, ponga un especial cuidado en este aspecto,
de tal forma que el estudiante sienta que es un asunto serio y realmente
importante.
Contextualización
Junto al entusiasmo
que genera el movimiento de escritura a través del currículo,
surgen de manera inmediata algunas dudas con respecto a su aplicación
en Latinoamérica.
Quizás la objeción
más común en el contexto latinoamericano apunte hacia
la retroalimentación. Si tenemos en cuenta que el idioma
Español es bastante normativizado y que el aprendizaje de
la lengua en las escuelas se orienta principalmente hacia la memorización
y aplicación de la regla, se hace bastante difícil
para maestros y estudiantes salirse de dicho esquema. Por otro lado,
para nosotros la corrección idiomática está
directamente asociada con la comprensibilidad de un texto; una coma,
un acento, una letra trocada cambian por completo el sentido de
una frase. La riqueza semántica del idioma se viene en nuestra
contra cuando existe la exigencia de la claridad y la precisión,
llega la regla, por lo tanto, a regular la multiplicidad de posibles
interpretaciones. Encontrar el punto intermedio es el reto que enfrentamos
ahora.
La asignación de tareas se
resiente con la tradición también. Sin que sea oficial,
se arrastra una práctica coercitiva y dogmática de
la educación, en al cual el alma humana debe ser domada mediante
el castigo, la sumisión y el ejercicio ascético. No
hace más de treinta años el brasilero Paolo Freire
fue exiliado de su país por atreverse a proponer una educación
emancipadora y divertida, que estimulara el pensamiento crítico.
Si bien cada vez es una práctica menos común, no es
fácil desprenderse de quinientos años de rigidez.
Otra dificultad frecuente es la
falta de puntos de referencia. Hasta donde sabemos las únicas
universidades latinoamericanas que de manera oficial se encuentran
implementando un programa de este tipo son la Universidad de Buenos
Aires (Argentina) y la Universidad EARTH (Costa Rica). Recabar información,
así sea informal, se hace bastante difícil. La mayoría
de las universidades que tienen programas de promoción de
la escritura incorporan una materia de composición escrita
o de Español al currículo de las diferentes facultades,
pero eso es todo. Algunas hacen actividades extraclase (invitan
escritores a dictar conferencias, ofrecen cursos libres de escritura
técnica o creativa, implementan concursos estudiantiles)
pero eso no comporta un plan de transversalización. Se habla
mucho de la necesidad de cruzar contenidos, especialmente de materias
como ética, escritura y matemáticas, pero no existe
una exigencia formal; se deja a la iniciativa de cada profesor.
En los niveles de educación primaria y secundaria también
se comenta mucho, pero ha sido difícil dar el paso de la
teoría a la práctica, esto hace que al momento el
material que se consigue se oriente hacia la teorización
del cruce de contenidos, pero muy poco a la aplicación específica
en alguna materia o en algún nivel.
Finalmente, no se pueden ignorar
las deficiencias de base en el estudiante que llega a la educación
superior. Debido a los programas de igualdad de oportunidades, diferentes
universidades están aceptando estudiantes de comunidades
indígenas o de grupos étnicos y sitios tradicionalmente
marginados en cada país. Si bien la intención es loable,
el impacto sobre el equilibrio en el perfil de entrada de los estudiantes
es importante: tenemos grupos en los cuales se cuenta con estudiantes
que tienen sólidas bases académicas y lingüísticas
a la par de aquellos cuyos antecedentes les ubican al extremo opuesto
y, en el medio, toda la gama. De aquí surgen varias interrogantes:
¿Necesariamente todo plagio, omisión o error en las
citas es mala intención estudiantil? ¿Corresponde
al estudiante arreglárselas como pueda? ¿Es culpa
del sistema universitario? Mi respuesta a las tres preguntas es
no. Salvando las excepciones, la mayoría de los estudiantes
universitarios tienen el firme deseo y necesidad de aprender, quieren
hacerlo bien y salir airosos de una manera más que decorosa,
sin embargo, en Latinoamérica no es necesario pertenecer
a un grupo marginado para carecer de igualdad de oportunidades;
las instituciones públicas de enseñanza primaria y
secundaria simplemente no pueden establecer un punto de equilibrio
entre lo que se les demanda y las carencias, más que recursos,
que poseen para atender esa requerimiento. Por consiguiente, la
mayoría de estudiantes del sistema universitario en nuestro
continente no tiene el bagaje académico y lingüístico
necesario para cumplir con las exigencias académicas. Sucede,
entonces, que las empresas recriminan a las instituciones de educación
superior por el bajo nivel de los egresados, los profesores universitarios
se quejan porque sus colegas de los niveles iniciales no hicieron
nada para remediar el problema, estos a su vez se lamentan de la
ineficiencia de la educación primaria y secundaria y, en
estos niveles, se resienten del exceso de estudiantes y la falta
de apoyo estatal y privado. Todos esperan que alguien haga algo
o que el estudiante supere sus insuficiencias por su propia iniciativa.
En este atolladero quizás la solución sea poner todos
(incluidos estudiantes y empresarios) un poco de sí mismos,
sobre todo en términos de tolerancia. La conclusión
más importante sería entender que la enseñanza
– aprendizaje de la escritura a través del currículo
es un asunto de paciencia, perseverancia y trabajo en equipo.
Notas:
1
El Campus Writng Center es dirigido por la Dra. Martha Townsend,
una de las máximas autoridades mundiales en escritura a través
del currículo.
2 RAFT: Role, Audience, Format,
Task/Theme.
Bibliografía
y mayor información:
Fulwiler, Toby and Young, Art. (1990)
Programs that work.
Boynton/Cook.
Young, Art. (1999) Writing across the curriculum. Prentice
Hall. New Jersey.
Bean, John. (2001) Engaging ideas. Jossey – Bass.
San Francisco.
Campus Writing Program. Universidad de Missouri. Columbia,
MO. Taller y visita académica entre el 19 y el 27 de Agosto
de 2003.
Carlos
Montoya Álvarez
Profesor, Universidad EARTH, Costa Rica |