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Octubre -Noviembre
2004

 

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El Botanitas y su Destino
 

Por Hildegard Allbrecht
Número 41

El Botanitas nació desteñido es decir, blanco- color de la gente bonita en un país donde nacer prieto le hubiera destinado a una larga lucha -una batalla ardua de demostrar a cada paso no ser naco. (Solo amasando una respetable fortuna o adquiriendo una amplia cultura se salva este tan terco atolladero socio económico)

El Botanitas también nació pobre es decir, sin parientes ni dinero. Destinado así a virar solo sobre su propio eje y totalmente fuera de las órbitas de la buena atención medica, la buena alimentación, las buenas escuelas, y los muy buenos viajes al extranjero

Nació de madre soltera- mujer de extracción humilde y persona cuya vida él vino a llenar por completo. Ella se culpaba porque sabía que nunca le daría el apoyo y cariño paterno ni una figura masculina a quien emular pero tampoco le daría una figura autoritaria, ignorante y déspota ante quien rebelar.

Desde antes de nacer ya operaban estos factores elementales que juntos edificarían (conjugarían) el destino tan particular de El Botanitas

Nació pues sano, blanco, vivaz, y con lo que llegaría a manifestarse como una inteligencia y memoria excepcional (todos buenos augurios existenciales)

Al llegar su hermosa criatura, la madre lo llenó de besos y de sustantivos: mi rey, mi amor, mi tesoro, mi bombón. Desde siempre el niño se supo deseado, selecto y apetitoso. Lo que le permitió crecer sin los escollos del rechazo y baja estima y lógicamente, se volvió buena persona.

Mientras la madre trabajaba, El Botanitas creció como pudo. Por irregularidades escolares y por enamorarse de la maestra de tercero, tardó 6 años en completar su 4 grado de primaria Después desertó `por aburrido no antes de recibir para siempre su apodo de Botanitas. Resulta que en aquel entonces la madre trabajaba como asistente en un negocio de banquetes a domicilio. Acostumbraba a diario sustraer del trabajo una buena dotación de botanas para que al otro día su hijo los comiera y los compartiera en el recreo donde los compañeros por cariño lo nombraron para siempre “el Botanitas”

El Botanitas abandonó la escuela apenas sabiendo leer. Prefirió la libertad de la calle a los confines del aula y a temprana edad eligió ingresar a la Escuela de la Vida donde adquirió conocimientos profundos y habilidades diversas... todo sin abrir jamás un libro.

La suerte quiso que- ya adolescente- en una noche de hambre se encontrara caminando sin rumbo y sin dinero en pleno centro de la capital. En seco se detuvo al pasar por un escaparate donde a la vista de todos se disponía una mesa repleto de botanas. El “Botanitas intuyó que estas serían repartidas gratuitamente. Impulsado por el hambre y los felices recuerdos de su ya lejana infancia se armó de valor y entró a sentarse y esperar su turno para el reparto.

Botanitas había entrado en una librería donde un avispado librero duplicaba sus ventas organizando presentaciones de autores y libros contemporáneos. Allí fue donde Botanitos -ya doctorado de la Escuela de la Vida- inició un insólito diplomado. En forma recurrente asistía asiduamente a cuanta presentación con vino de honor hubiera donde con paciencia se surtía de botanas y se alegraba con algo de alcohol. Todo sin abrir jamás un libro.

Su presencia en tales eventos no causó alarma ni rechazo alguno. Al contrario, blanco, alto, delgado, de cabello largo, mal vestido pero limpio fácilmente pasaba por intelectual. Su aspecto era quijotesco en joven, en guapo y en ¡flaco!

Por su asistencia tan asiduo a estas reuniones y gracias a su buena memoria acabó por adquirir en pocos años un barniz de cultura asombroso. Con solo escuchar a tantos cultos presentadores pronto supo de escuelas literarias, de autores contemporáneos, del contenido de los últimos libros de moda y pudo a veces intervenir con preguntas o comentarios novedosos e inteligentes o pudo ubicar con acierto la nueva obra de zutano dentro de la escuela mengana a pesar de una marcada influencia perengañiana

Tiene que ser un gran literato se dijeron las señoritas del publico. Una de ellas, ya algo mayor, hasta ahora insignificante estudiante de letras pero quien ya daba clases de literatura se enamoró perdidamente de él. Y con ansia cada noche esperaba su aparición.

Una noche de plano lo cazó llevándole ella misma un plato de botanas y entablando una frágil conversación. Se gustaron y después de un intenso pero breve cortejo de besos, abrazos y otros arrumacos y muy poco intercambio verbal se casaron- un poco a sorpresa de ambos- y el inevitable choque cultural no tardó en presentarse.

Pero, ¡O sorpresa! La inteligente y pragmática estudiante de letras no amedrentó. Sin mortificarse en lo mas mínimo, construyó un invaluable banco de datos con solo escuchar – absorta- todas las vivencias de su amado. Con lo cual empezó a escribir exitosamente gran cantidad de cuentos y hasta novelas cortas.

Pronto alcanzó ella el éxito y la fama, siempre con su fiel y ahora indispensable, y halagado Botanitas a su lado. Él, tan inteligente como siempre, aceptó con agrado las nuevas comodidades incluyendo buenos viajes al extranjero para continuar su placentera vida. Todo sin abrir jamás un libro.

Y, aunque no me lo crean, ¡Fueron Felices! Ella alcanzó éxito, fama y amor. Él siguió sabiéndose selecto- elegido. Mas adelante tuvieron un nuevo botanitas quien con la inteligencia y bondad de su padre y la decisión, guía y fama de la madre fácilmente se transformaría a futuro en auténtico hombre de letras. ¿Cosas del destino?

. . .

Corolario obligado: La ya afamada escritora con la entusiasta anuencia de su marido, tuvo a bien localizar a su suegra quien de momento trabajaba las largas jornadas de empleada doméstica porque el negocio de banquetes a domicilio hace tiempo había quebrado. La nuera le quitó de trabajar y la instaló como abuela feliz a cuidar a su incoloro aunque hermoso nieto a quien pronto llenó de besos y los sustantivos de: mi rey, mi tesoro, mi amor, mi bombón y ahora: mi precioso“Botanitas”.


Hildegard Allbrecht Vda. de Sotomayor
Escritora mexicana