Por Hildegard Allbrecht
Número 41
El Botanitas nació
desteñido es decir, blanco- color de la gente bonita en un
país donde nacer prieto le hubiera destinado a una larga
lucha -una batalla ardua de demostrar a cada paso no ser naco. (Solo
amasando una respetable fortuna o adquiriendo una amplia cultura
se salva este tan terco atolladero socio económico)
El Botanitas también nació pobre
es decir, sin parientes ni dinero. Destinado así a virar
solo sobre su propio eje y totalmente fuera de las órbitas
de la buena atención medica, la buena alimentación,
las buenas escuelas, y los muy buenos viajes al extranjero
Nació de madre soltera- mujer de extracción
humilde y persona cuya vida él vino a llenar por completo.
Ella se culpaba porque sabía que nunca le daría el
apoyo y cariño paterno ni una figura masculina a quien emular
pero tampoco le daría una figura autoritaria, ignorante y
déspota ante quien rebelar.
Desde antes de nacer ya operaban estos factores
elementales que juntos edificarían (conjugarían) el
destino tan particular de El Botanitas
Nació pues sano, blanco, vivaz, y con lo
que llegaría a manifestarse como una inteligencia y memoria
excepcional (todos buenos augurios existenciales)
Al llegar su hermosa criatura, la madre lo llenó
de besos y de sustantivos: mi rey, mi amor, mi tesoro, mi bombón.
Desde siempre el niño se supo deseado, selecto y apetitoso.
Lo que le permitió crecer sin los escollos del rechazo y
baja estima y lógicamente, se volvió buena persona.
Mientras la madre trabajaba, El Botanitas creció
como pudo. Por irregularidades escolares y por enamorarse de la
maestra de tercero, tardó 6 años en completar su 4
grado de primaria Después desertó `por aburrido no
antes de recibir para siempre su apodo de Botanitas. Resulta que
en aquel entonces la madre trabajaba como asistente en un negocio
de banquetes a domicilio. Acostumbraba a diario sustraer del trabajo
una buena dotación de botanas para que al otro día
su hijo los comiera y los compartiera en el recreo donde los compañeros
por cariño lo nombraron para siempre “el Botanitas”
El Botanitas abandonó la escuela apenas
sabiendo leer. Prefirió la libertad de la calle a los confines
del aula y a temprana edad eligió ingresar a la Escuela de
la Vida donde adquirió conocimientos profundos y habilidades
diversas... todo sin abrir jamás un libro.
La suerte quiso que- ya adolescente- en una noche
de hambre se encontrara caminando sin rumbo y sin dinero en pleno
centro de la capital. En seco se detuvo al pasar por un escaparate
donde a la vista de todos se disponía una mesa repleto de
botanas. El “Botanitas intuyó que estas serían
repartidas gratuitamente. Impulsado por el hambre y los felices
recuerdos de su ya lejana infancia se armó de valor y entró
a sentarse y esperar su turno para el reparto.
Botanitas había entrado en una librería
donde un avispado librero duplicaba sus ventas organizando presentaciones
de autores y libros contemporáneos. Allí fue donde
Botanitos -ya doctorado de la Escuela de la Vida- inició
un insólito diplomado. En forma recurrente asistía
asiduamente a cuanta presentación con vino de honor hubiera
donde con paciencia se surtía de botanas y se alegraba con
algo de alcohol. Todo sin abrir jamás un libro.
Su presencia en tales eventos no causó alarma
ni rechazo alguno. Al contrario, blanco, alto, delgado, de cabello
largo, mal vestido pero limpio fácilmente pasaba por intelectual.
Su aspecto era quijotesco en joven, en guapo y en ¡flaco!
Por su asistencia tan asiduo
a estas reuniones y gracias a su buena memoria acabó por
adquirir en pocos años un barniz de cultura asombroso. Con
solo escuchar a tantos cultos presentadores pronto supo de escuelas
literarias, de autores contemporáneos, del contenido
de los últimos libros de moda y pudo a veces intervenir con
preguntas o comentarios novedosos e inteligentes o pudo ubicar con
acierto la nueva obra de zutano dentro de la escuela mengana a pesar
de una marcada influencia perengañiana
Tiene que ser un gran literato se dijeron las señoritas
del publico. Una de ellas, ya algo mayor, hasta ahora insignificante
estudiante de letras pero quien ya daba clases de literatura se
enamoró perdidamente de él. Y con ansia cada noche
esperaba su aparición.
Una noche de plano lo cazó llevándole
ella misma un plato de botanas y entablando una frágil conversación.
Se gustaron y después de un intenso pero breve cortejo de
besos, abrazos y otros arrumacos y muy poco intercambio verbal se
casaron- un poco a sorpresa de ambos- y el inevitable choque cultural
no tardó en presentarse.
Pero, ¡O sorpresa! La inteligente y pragmática
estudiante de letras no amedrentó. Sin mortificarse en lo
mas mínimo, construyó un invaluable banco de datos
con solo escuchar – absorta- todas las vivencias de su amado.
Con lo cual empezó a escribir exitosamente gran cantidad
de cuentos y hasta novelas cortas.
Pronto alcanzó ella el éxito y la
fama, siempre con su fiel y ahora indispensable, y halagado Botanitas
a su lado. Él, tan inteligente como siempre, aceptó
con agrado las nuevas comodidades incluyendo buenos viajes al extranjero
para continuar su placentera vida. Todo sin abrir jamás un
libro.
Y, aunque no me lo crean, ¡Fueron Felices!
Ella alcanzó éxito, fama y amor. Él siguió
sabiéndose selecto- elegido. Mas adelante tuvieron un nuevo
botanitas quien con la inteligencia y bondad de su padre y la decisión,
guía y fama de la madre fácilmente se transformaría
a futuro en auténtico hombre de letras. ¿Cosas del
destino?
. . .
Corolario obligado: La ya afamada
escritora con la entusiasta anuencia de su marido, tuvo a bien localizar
a su suegra quien de momento trabajaba las largas jornadas de empleada
doméstica porque el negocio de banquetes a domicilio hace
tiempo había quebrado. La nuera le quitó de trabajar
y la instaló como abuela feliz a cuidar a su incoloro aunque
hermoso nieto a quien pronto llenó de besos y los sustantivos
de: mi rey, mi tesoro, mi amor, mi bombón y ahora: mi precioso“Botanitas”.
Hildegard
Allbrecht Vda. de Sotomayor
Escritora mexicana |