|
Por Ignacio Mazzola
Número 41
En este trabajo
queremos referirnos solamente a un texto y a un problema
de los elaborados por el grandioso crítico ruso Mijail M.
Bajtín. Nos referimos, específicamente, al justamente
célebre artículo “El problema de los géneros
discursivos”, que se encuentra incluido en su libro Estética
de la creación verbal, editado en México por
Siglo XXI Editores1.
Es éste un gran texto de
Bajtín, donde se tratan importantes problemas. Sin embargo
encontramos en él serias ambigüedades, que quisiéramos
señalar para, eventualmente, abrir el debate. Cabe decir
aquí que éste trabajo forma parte de una investigación
de más largo aliento, por lo que numerosos problema serán
solamente señalados y otros abiertamente dejados de lado.
Si el lector es benévolo, y nos admite éstas limitaciones,
tal vez encuentre cierta justeza en nuestras afirmaciones. En caso
contrario, bienvenidas serán las críticas.
Empecemos señalando algo
sumamente importante para comprender la orientación del pensamiento
de Bajtín: él está interesado en estudiar el
real proceso de la comunicación discursiva. Este
es un punto que, como sabemos, lo ubica en un plano prácticamente
opuesto a aquel en que se ubicaba Saussure. Pero además,
dado ese interés, y puesto que la comunicación es,
piensa, necesariamente entre por lo menos dos personas, rompe con
toda una tradición intelectual que consideraba que la función
esencial del lenguaje era “la expresión del mundo individual
del hablante” o bien la “generación del pensamiento
independientemente de la comunicación” (p.256).
¿Qué lo impulsa a
estudiar el proceso real de la comunicación discursiva si,
desde Saussure, estaba instalada la opinión de que “el
habla”, esto es: el uso de la lengua en una situación
particular, era un fenómeno individual, contingente y caótico
y por tanto no analizable científicamente?
Bajtín advierte que, en los
procesos de comunicación discursiva real, los enunciados
tienen similitudes importantes, sobre todo –dirá–
aquellos que se producen en una misma “esfera de la actividad
humana”, por lo cual se inclinará a pensar que la “construcción”
que de ellos se hace no debe ser totalmente arbitraria ni libre.
Entonces se pregunta por los factores que o bien inducen o bien
determinan las similitudes. Leyendo el texto encontramos dos de
estos “factores”: por un lado “unas condiciones
determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación
discursiva” (p.252. Nos. subrayamos) O sea, condiciones específicas
de cada esfera de la actividad humana en la cual se produzca comunicación
discursiva. Por otro lado, el segundo factor a tener en cuenta sería
“una función determinada” (p.252) de
la comunicación discursiva2.
Estos dos factores determinantes o “generantes” (véase
p.252) los deja en un plano muy general y concentrándose
en aquello que determinan o generan, esto es, los enunciados mismos,
nota entonces que estableciendo ciertos criterios de observación
de los enunciados, criterios de posible aplicación sistemática
(observación de: el tema, la estructura y el estilo de un
enunciado) se pueden ordenar los enunciados concretos en géneros
típicos de enunciación o géneros discursivos,
pero al mismo tiempo advierte una serie de propiedades que hacen
de los enunciados unidades reales con carácter
ontológico. Esto último le permite ahondar
sobre los criterios de observación, no sin algunos problemas,
como veremos. Pero no nos adelantemos o, en todo caso, aclaremos
nuestras intenciones (y nuestro vocabulario).
Está claro que no pretendemos
exponer “sin más” el texto de Bajtín.
Los lectores, por lo demás, probablemente lo conocen, dada
la fama del mismo. Lo que queremos sí hacer es lo siguiente:
puesto que encontramos el artículo algo confuso y puesto
que, en segundo lugar, cuando hemos hecho un esfuerzo por disipar
la confusión se nos aparece también poco sistemático,
creemos que es posible problematizar algunos de los postulados del
mismo. (Uno de ellos es el referido en la nota al pie número
uno.) Creemos haber encontrado un núcleo problemático
que nos permitirá una cierta ordenación del trabajo
de Bajtín de cara a futuras lecturas, al tiempo que nos dará
oportunidad de plantear una tesis distinta a la que nos propone
el autor en un punto sumamente importante en la economía
del texto. Introduciremos entonces, y antes que nada, una distinción
que ya mencionamos como de pasada más arriba, que Bajtín
“utiliza” pero no explicita y de la que, por lo tanto,
no extrae las consecuencias.
La distinción es la siguiente:
no es lo mismo el enunciado en tanto “hecho”, que
el enunciado en cuanto objeto / unidad de análisis de una
investigación científica. Ciertamente el enunciado
tiene un estatuto ontológico, por decirlo un tanto pomposamente,
en tanto que unidad real de la comunicación discursiva. Y
en ese sentido cada enunciado particular y concreto es una unidad,
indivisible, individual, irrepetible e irreductible. En este sentido
tiene propiedades constitutivas que enumeraremos. Pero, por otro
lado, el enunciado en tanto que unidad de un análisis científico
es un objeto “construido” a partir de una serie de rasgos
resaltados que permitirán la aplicación de criterios
sistemáticos de identificación y análisis de
ese objeto. Diremos entonces que esos rasgos son constructivos
del enunciado.
Ahora podemos hacer dos preguntas
que nos llevarán a plantear un problema que encontramos en
Bajtín y que, para anticiparnos, tiene que ver con el cambio
de los sujetos discursivos. Por un lado ¿cuáles
son los rasgos constructivos del enunciado en tanto que
unidad de análisis de la lingüística “del
enunciado”? y por otro ¿cuáles son las propiedades
constitutivas del enunciado en tanto “hecho”?
O, de otro modo, 1)¿cómo distinguimos el enunciado
como unidad apropiada para el análisis lingüístico?
y, 2) ¿qué caracteriza al enunciado en tanto que enunciado?
La respuesta a la primer pregunta tiene que ver con el establecimiento
de criterios “metodológicos” que se “adapten”
a las propiedades del enunciado en tanto “hecho”, de
manera que empecemos por la segunda, que es por otro lado la más
difícil.
Haremos un listado de las propiedades
constitutivas del enunciado en tanto hecho. O sea, en la medida
en que una de estas propiedades no esté presente no podremos
hablar de enunciado en ningún sentido válido. Esta
lista, que no implica jerarquía, está basada en aquellos
aspectos del enunciado (en cualquiera de los dos sentido, puesto
que, justamente, el autor no hace la diferencia que nosotros indicamos)
que Bajtín trabaja a lo largo de su texto pero que nosotros
hemos extraído en tanto constitutivos del enunciado. Sorprenderá
la ausencia de “el cambio de sujeto discursivo” pero
intentaremos justificarla.
Son constitutivas del enunciado
en tanto unidad real de la comunicación discursiva las siguientes
propiedades: 1) pertenecer a un hablante; 2) estar orientado3
3) determinar una respuesta; 4) tener un carácter concluso
o “plenitud de sentido”; 5) poseer un objetivo; 6) ser
un “eslabón” en una “cadena” organizada
de enunciados4; 7) enfrentarse
de una manera directa e inmediata con la realidad (contexto extra-verbal);
8) poseer expresividad o “actitud expresiva”; 9) poseer
un objeto; 10) hacer uso del lenguaje5.
Se nos permitirá por ahora
enumerar estas propiedades como constitutivas del enunciado de una
manera dogmática. Sin embargo ha de tenerse en cuenta que
las hemos “extraído” de las opiniones del propio
Bajtín vertidas en el texto que nos convoca. Tal vez esta
exposición precisaría una mucho mayor extensión,
pero ya hemos indicado que por le momento nos es imposible. Claro
que podríamos argumentar en defensa de estos postulados.
Ahora bien, nos limitaremos, aquí, a argumentar en contra
de incluir al “cambio de sujeto hablante” como propiedad
constitutiva del enunciado (en sentido ontológico)
simplemente porque Bajtín la esgrime como tal todo el tiempo
y con énfasis. Propondremos un nuevo estatuto para ese “fenómeno”,
que será el de “criterio metodológico”
o sea que, en nuestra caracterización sería una propiedad
constructiva y ya no constitutiva. Pero antes permítasenos
observemos lo siguiente. También de manera “dogmática.”
De las diez propiedades constitutivas
del enunciado en tanto enunciado, las primeras ocho son también
propiedades constitutivas de toda “comunicación intencional”6
(en la medida que se introduzcan ciertos cambios terminológicos
que no hacen al sentido). De manera que si no son
útiles para distinguir “tipos de comunicación”7
entre sí, tampoco lo son, ninguna de ellas, para distinguir
tipos de enunciados (que conformarían a su vez -según
Bajtín- distintos “géneros discursivos”)
puesto que estos son constitutivamente comunicativos (en virtud
de la definición y de las propiedades)8.
Las propiedades 8, 9 y 10 también son constitutivas de todos
y cada uno de los enunciados en tanto hechos con carácter
ontológico, de manera que tampoco sirven para diferenciarlos.
Ahora bien, obsérvese que son sólo estas tres propiedades
las que nos permiten diferenciar a los enunciados en tanto que unidades
de análisis (objetos construidos) de la investigación
científica. Esto es manifiesto. En el plano ontológico
esas propiedades no sirven para diferenciar enunciados en tanto
hechos, pero en el plano de la observación “tipificante”
(o sea científica) es evidente que no todos los enunciados
tienen una misma “actitud expresiva” (8), un mismo objeto,
tema o temática (9) ni hacen un mismo “uso de la lengua”,
estructuración (uso de la lengua léxico y gramaticalmente
correcto).
Entonces, si estos son los criterios
observacionales de diferenciación de los enunciados en tanto
objetos de consideración científica, también
son los criterios de reagrupación en “géneros
discursivos”, o como quiera que se llame a este concepto que
trata de designar una “unidad” que es, nuevamente, objeto
de análisis científico, y no unidad con carácter
ontológico. Si se puede decir del enunciado que “no
es una unidad convencional, sino real” (p.260), habrá
que decir de los géneros discursivos lo opuesto: “no
son una unidad real, sino convencional” dado que son unidades
de análisis científicas, puesto que todo los objetos
científicos son “construcciones convencionales”.
(Recuérdese criterios de efectividad, repetibilidad e intersubjetividad.)
Hasta aquí entonces un punto
que es el siguiente: no todas aquellas disquisiciones, idas y venidas,
esbozos y especificaciones de Bajtín son pertinentes para
la diferenciación y reagrupación de los enunciados
desde un punto de vista observacional científico, muchos
menos ontológico. En otro sentido, tampoco son pertinentes
de cara al problema (científico) de los géneros discursivos.
Y hemos indicado en el párrafo precedente cuáles distinciones
si lo son. Hemos visto así mismo en qué medida esto
y la distinción entre el plano ontológico y el epistemológico
del enunciado no están claras en Bajtín.
Pasemos ahora al otro asunto que
arriba mencionamos: el problema del “cambio del sujeto de
la enunciación.” Diremos que este “fenómeno”
no es relevante desde el punto de vista ontológico del enunciado,
o sea, no es una propiedad necesaria del mismo, y es un fenómeno
útil pero no imprescindible desde el punto de vista observacional
científico. Se tendrán que admitir claro todas las
propiedades que arriba enumeramos. Empezaremos por los ejemplos.
Consideremos un libro que es una
complicación de artículos. Visto desde el punto de
vista ontológico, el libro como unidad reúne todas
las propiedades constitutivas del enunciado enumeradas. (Dejamos
al lector el ejercicio de corroborarlo) Y por otro lado, también
desde el punto de vista ontológico, cada artículo
en sí mismo, reúne todas las mismas propiedades. Y
no hay allí, en ningún momento entre los artículos,
cambio en el sujeto de la enunciación.
Pasemos a un segundo ejemplo, más
complejo. Consideremos la siguiente situación. Dos amigo
se acaban de mudar a un nuevo departamento el día de ayer.
La semana pasada estuvieron discutiendo los problemas inherentes
al texto de Bajtín y no han tenido ocasión de volver
a hacerlo pero la discusión quedó a medias. Hoy a
la mañana mientras A desayunaba con galletitas de agua antes
de irse comentó: “Estaría bueno ver dónde
hay una panadería para probar las facturas y así tenerlas
en cuenta.” A la tarde justo cuando B salía del edificio,
A entraba, y tras los saludos B enunció: “Escucha:
estuve releyendo el texto y no estoy de acuerdo con Bajtín
en incluir el cambio del sujeto hablante como una dimensión
constitutiva del enunciado en tanto que enunciado. Y otra cosa:
acá a la vuelta hay una panadería con unas medialunas
increíbles. Compra media docena así tomamos mate que
vuelvo en media hora. Chau.” y salió, “Chau”
-dijo A.
Entonces, ¿cuántos
“enunciados”, desde el punto de vista de la observación
tipificante, único punto de vista desde el cual tiene sentido
la diferenciación, hay en la alocución de B? Nosotros
diremos que hay allí dos enunciados, puesto que: i) hay dos
actitudes expresivas, claramente distinguibles. ii) hay dos objetos
de enunciados: el texto de Bajtín y la panadería y
sus media lunas; y iii) hay dos estructuras, construidas léxico
y gramaticalmente de manera correcta, distintas. ¡Pero no
hay cambio en el sujeto hablante!
Diremos, para terminar, que creemos,
a pesar de las consecuencias que ello tiene para lo que aquí
se ha expuesto, que el criterio principal para la diferenciación
de los enunciados, desde un punto de vista observacional con
un grado muy discutible de cientificidad, y sin aclarar los términos
que utilizaremos, es la “plenitud de sentido”. Y en
esto estamos trabajando.
Notas:
1
Mijail M. Bajtín, Estética de la creación
verbal, Siglo XXI Editores, México, 1982. Nos referiremos
siempre a ésta edición. Cuando se realicen citas textuales,
se indicará entre paréntesis el número de la
página correspondiete a ésta edición.
2 Cabe señalar que Bajtín
no hace aquí ningún esfuerzo analítico por
indicar a qué se refiere con “condiciones específicas”
de cada esfera de acción humana, ni tampoco por enumerar
cuáles serían las distintas funciones u objetivos
que puede tener la comunicación discursiva. Esto es un problema
porque, se podría decir, al igual que con los enunciados
sólo existen “contextos particulares, concretos”
de enunciación, o bien “función concreta, específica”
de comunicación. En relación con el texto esto se
podría poner de ésta manera: lo de “esferas
de la actividad humana en las que se produce comunicación
discursiva” remite a algo así cómo “géneros
contextuales” o, en el caso del segundo factor, “géneros
funcionales”, lo cual es, como decíamos, problemático,
dado que la validez del concepto de “géneros discursivos”
descansa sobre y sólo sobre una caracterización valida
del enunciado en cuanto unidad (en los dos sentidos que se señalan
más adelante), unidades con las cuales Bajtín no cuenta
en los casos de las “esferas de actividad” y las “funciones
comunicativas”. Sigamos con el razonamiento en sólo
uno de los casos: o bien existe una sola “esfera” de
la acción humana, aquella en la que, justamente, se realiza
la “acción humana” sin más, o bien hay
que aportar criterios para distinguir las esferas en función
de acciones humanas específicas pero agrupables bajo una
misma esfera, o sea “típicas” en algún
sentido. Lo mismo se puede decir de las funciones de la comunicación
discursiva.
3 Lo cual implica el “Reconocimiento
del Otro” como miembro de una comunicación discursiva
(p.261)
4 En este punto las palabras con
comillas son de esa manera resaltadas porque creemos que se utilizan
con un sentido metafórico, de manera que no son “exactas”,
o mejor dicho, “son discutibles”. Por otro lado este
punto incluye o supone que el enunciado se “enfrenta de una
manera directa e inmediata con otros enunciados (previos y / o posteriores)”
5 De manera léxica y gramaticalmente
correcta.
6 Aquí hay por lo menos
dos problemas. Por un lado: ¿Qué es la comunicación?
Propondremos una definición provisional acorde con nuestro
argumento. La comunicación es una producción en la
cual intervienen tres “elementos”: i) información,
ii) participación y iii) comprensión. Tengamos en
cuenta que es el tercer elemento, la comprensión, el que
“cierra” la comunicación si la consideráramos
una unidad discreta, esto es, no continua. El cierre del “circulo”
(puesto que los “elementos” parecen “encadenarse”
de manera circular) entonces estaría dado de ésta
manera: la comunicación es comprensión (iii) de una
determinada información (i) de la cual uno participa (ii)
si la comprende (iii). Pero, como dijimos, (propiedad 3) puesto
que la comunicación determina una respuesta, la consideración
de la comunicación como una unidad discreta es sólo
provisional, puesto que necesariamente habrá una “respuesta”
comunicativa (de algún tipo). Hasta aquí el primer
problema. Vamos con el segundo: decimos comunicación “intencional”
porque se nos ocurre al menos un caso de “comunicación”,
según nuestra definición, que no lo es (intencional)
y para la cual no todas las propiedades arriba enumeradas son constitutivas.
7 Que se podrían distinguir,
dada la definición de comunicación más arriba,
por el “tipo” de información y el “modo”
de participación y comprensión.
8 En realidad el listado de propiedades
no dice más que la definición, sólo que hay
un grado mayor de diferenciación.
Referencias:
Bajtín, M. (1982). Estética
de la creación verbal. México:Siglo XXI
Ignacio
Mazzola
Estudiante de Sociología, Universidad
de Buenos Aires, Argentina |