Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Octubre - Noviembre
2004

 

Número actual
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52)(55) 58645613
Fax. (52)(55) 58645613

Colección de Cuentos Cortos
 

Por Luis Rueda
Número 41

Cuento Numero Uno

Me han citado y aquí me encuentro, subiendo estrecha veredas, haciendo a un lado las telas de araña, escuchando el chirriar de animales extraños, techado por árboles y lianas, helechos gigantes, rumbo al Cerro del Mono Blanco, me acompañan dos venaditas desnudas, y como privilegiado de los dioses y consentido de las diosas, amante de las vestales, queridísimo por las chicuelas de los congales y burdeles, me encuentro tendido sobre un catre de yute, dueño de rechinidos, dentro de una choza elaborada con hojas de palmas, piso de tierra; aguantando un calor sofocante y espantando los mosquitos bebedores de sangre, que vienen a disfrutar el sabroso néctar que corre por dentro de mis venas; totalmente encuerado, sufriendo mi cuerpo los embates de los manojos de hojas de acuyo, yerbasanta y epazote, que con fiereza el brujo ataviado con vestido de mil colores, y apestando a zopilote, azota sobre mi, sin piedad alguna, al tiempo que entona con voz chillona e inteligible, cánticos mágicos, mientras una virginal santera, acaricia todo mi cuerpo, pasando un huevo de gallina negra, mientras me susurra, no sudes, no tiembles, que no te espanten los truenos déjalo que asorde y al rayo que estrague, ¡tranquilo que te faltan mis rigores!, cuida tu cuerpo, no lo agotes, prometo extraer a los malos espíritus, me dice con voz que acaricia, espíritus chocarreros y burlones; que me tienen como atarantado, ... tienen como atarantado, perdido, extraviado, pálido; como poseído y adueñado por un alma muerta; el ambiente que priva en el interior del cuartucho es sofocante, asfixiante, mi cuerpo bañado con perlas de sudor que se confunde con las lociones de aroma dulzón y perjúmenes de ¨siete machos¨ y aceites de coyoles ¨tresañeros¨ , bebiendo brebajes y pócimas que contienen uñas de moscas, alas de araña virgen, cascos de abejitas tiernas; todo ello revuelto con jugo de mandrágora, hongos y peyotes de Doña María Sabina; como te podrás dar cuenta, no me encuentro dueño de mis cinco sentidos, alucino, vuelo, navego entre el averno y diablitas, hasta el cielo y angelitas, ¡cuidado Oliveira! dile a la palomilla del callejón, que no se me acerquen, porque mis sueños y pesadillas los pueden cegar, pero quizás mis realidades los hagan despertar de sus delirios alucinantes, y pierdan gran parte de sus gracias y acervos; aquí, el dolor se encuentra impregnado en el aire, cada vez que respiras, gimes y aúllas... , sin emitir ningún sonido.........
¡Aquí estoy! Cadavérico.

Cuento Numero Dos

¿Estoy? o ¿me encuentro?, como medio despertando, como medio desatarugado, como medio zonzo, que no zombie, me levanto trastabillando, con mejillas y barbas punzantes, empapado de sudor agrio, por poco y me voy de bruces, sobre el brocal; me puedo ahogar díjeme, mejor hago uso del aguamanil, para lavar mis manos con agua bendita y así poder tocar las almas, aprovecho asperjar con la misma, el templito el templito donde me encuentro, el cual ni siquiera tiene el techo artesonado con alegorías de la muerte, ni capiteles corintios, como aquellos del templo de Zeus; me tallan con árnica, usando cerbatanas me arrojan fuego para purificarme; cubiertas sus cabezas con celadas y capa militar sobre los hombros, con candiles en las manos y caminando sobre piso búcaro, braman los cíclopes tratando de expresarse como catón el censor, me arrean como mula hacia el altar y con una palanca de uña hendida en un extremo, me extraen las penas del alma; el botafumeiro, sostenido por dos sacerdotisas azabaches virginales, cuyas insinuantes formas se perciben a través de sus túnicas; sin cespitar, obedecían a la Vestal vestida con perlas de sudor; y ante el umbral de la vieja, hedionda y lúgubre casona de caronte, me susurran, ¿amenaza? o ¿intimidación?, si juras ante Ulema, discreción, y la promesa de cumplirnos eternas noches de bacanal desenfreno; te diremos el secreto; pero si tu no cumples, si tu fallas; nuestro ululato te hará morir; uncido a la yunta y como bestia de labor como castigo perpetuo, si es que no cumplo, si es que fallo; solo les recuerdo, para que se les agua la boca, que por mi tubérculo circula sangre perenne; de acuerdo, confiamos en ti, despejaremos el velario, ¡ella a vuelto, Venus! ........ de momento sentí desvanecerme, díjeme, estas ceremonias me están acabando, pero no...¡me retornó el espíritu ursino!, desapareció parcialmente la miasma que invadía mi cuerpo, alma y espíritu, pero de repente, me dije; calma, no sean estas un Caballo de Troya; no sea yo un vulgar Acteón, imploro a Reshpu, me ilumine; que Renán se una a mis plegarias; que el proscenio cuente con las Columnas de Bernini, asegúrense que el acratóforo rebose, algo digno de mi; burlas y plañideras no estén presentes; el Propileo reluciente, los absurdos mis aliados, que nada me sorprenda, que estos momentos sean nombrados, Tiempos de Adviento; que el agiosimandro sea batido, pero,... pero qué ocurre... escucho muchos gritos, me cachetean, me abofetean, siento el hielo en los huevos, alguien me grita, .... ¿estoy delirando?, ¿desvanecido estuve? ¿por cuánto tiempo? ¿qué fue lo que mojó mis andrajos? ¡mis vómitos!, dices que no soporté las bebidas alucinógenas, ¿porqué tantas moscas verdes? ¿porqué estos gusanos amarillentos y babosos? ... me dices que se alimentas de mi putridez, ¿qué hacen aquí los funerarios? ¡Horus, no lo permitas! esto es una runfla de mentiras, díganme que no es cierto ... no más purgantes por favor, no más pócimas... solo la quiero a ella... a ella ...a nadie más... mi semen y tubérculo nunca de las azabaches ni Vestal ninguna, todo tuyo, tu semilla, ajuar única, sitial regio y santísimo, tu trueque de los Dioses, sonaja de mis oídos, semántica del amor, tu Portinari...

Cuento Numero Tres

Encogido fetal, dentro de una hamaca de tejido burdo con cuerda de pita ... raspaba mi costado, colgada entre el dolor y la blasfemia, entre sueños, aturdido, pude escuchar allá a lo lejos, voces sórdidas que se cuchicheaban, garrapateaban en el aire, hay que echarlo de aquí, ha convertido este templo en un orco infecto, este putañero amigo de Safo luce terrible, solo se la pasa mascullando sandeces, míralo bien, parece como algo masticado y luego escupido, los abrojos anidan en él, está para el arrastre. Por más esfuerzos que hacía, conmigo en dichas condiciones, desconocía en que lugar me encontraba, yo, ahí tendido, engarabatado, exangüe, y sin aliento.

Porqué, nadie atiende a mi llamado, cargado de angustia. ¿estoy murmurando, o solo pensando? .

Acaso tendré que invocar al Dios supremo, para que Zeus, aparte su irritación de mí, recordarle que no soy Prometeo, a veces los Dioses no entienden y se equivocan, y de qué tamaño son sus errores, así de grandototes.

Casi ni pensar puedo, me pesan las ideas, peor que un fardo de teca con cadillos sobre los hombros; mucho menos puedo hablar, no se diga gritar, ¿otra vez inconsciente? Me sumerjo en la oscuridad una vez más, como la rueda de la fortuna, caigo en el silencio, me asusté muchísimo, tengo mucho miedo de perder la razón, a morir encerrado dentro de mi; no entiendo nada, terror pánico me envuelve; que extraño es todo esto, sigo sin entender; ¡mi instinto!, me había olvidado de él, me ordena alejarme de situaciones y objetos temidos; pero que es lo que debo hacer, que racional me escucho ahora; de repente, así como si nada, vi una sombra acariciando paredes y pisos. Suspiré, respiré hondo, descansé, sentí su tez tibia, cariñosa y sus labios húmedos, recorrer mi cuerpo a cuenta gotas, reconociéndolo, curándolo, y yo estremeciéndome.

Será esta la lucidez, ¡Carajo! Que ocurre. Calma, me dice ella, fuiste atrapado entre una madeja de confusiones, con la complicidad de tus capitas de barniz cultural; me acurruqué entre sus brazos, entrelazamos nuestras columnas, mi cabeza escondida entre sus montes gemelos, cansado, cerré los ojos; no duermas, ya lo hiciste en demasía; ahora hijo de Cirino, muéstrame la inagotable vena líquida de tu lezna, llena esta Fuente, un tanto reseca, esto es lo que ocasionan las aguas de lloviznas ocasionales; después te esperan allá en el púlpito, como libamen, la sed golosa de las aldeanas para que cumplas con la liturgia lúbrica y por último las musas desean de su vate, elimine el ventalle de sus vértices y los llene con espuma.

Hacía frío, salí a mear, el chorro al salir causó vapor, y levantó polvo al caer, estaba vivo, era yo.

Cuento Número Cuatro
Bodas en el Cielo y en el Infierno.

Bajamos de los Ménalos las Ninfas y yo, cumplidos los ritos me señalé el sendero; decidí consultarlo, Iris me entregó la venia, ¡Oh profundidad! A ti Visnú me encomiendo; aire fresco rezaba mi oído, desde el cielo rojizo abrirse como piernas para dar a luz un jardín cerrado de oyameles, pinos y cipreses; en el centro un géiser emerge del brocal cosquilleando a las nubes, alrededor meandros de arriates con azucenas y lirios en flor, en tiestos olor de gardenias; al apearme, fui recibido por doncellas lascivas sentadas en carroza tirada por grifos rodaba en silencio solemne entre pálida luz de antorchas que cerraron mis ojos.

Despierto escoltado por cidonias que al menor movimiento de sus túnicas dejaban a la vista desnudeces muy apetecibles, repetidas en espejos incrustados en suntuosa galería, en cada una de sus paredes laterales el arte mudéjar espléndido, en candeleros de oro repujado iluminaban los cirios; en el centro Laocoonte rodeado por cuatro columnas del Templo de Zeus luciendo sus capiteles corintios; la música alegre de birimbaos y la ensoñadora que emanaba de siringas y zampoñas que besaban los labios de las Náyades, en las manos de Ninfas los sistros agitados; al verla mi voz se detuvo en la garganta, ahí estaba, con el incienso a sus pies desnudos, leía los tárgumes con su mirada soslayada, con vírgula de platino me señala el proedria, ella voz del oráculo, templo exquisito; atrás del tafanario, una bujeta de ensortijados enjambres burga buriel, al abrir las puertas del palacio de Sargón, aquella emanación la miel inmiscible, inherente a su aroma, trasminan y vuelan desprendidos; abandoné mi asiento, religiosamente hincado castrando el panal; soltó la vírgula; echó sus brazos hacia atrás rodeó una de las columnas, adosada a ella estrechó sus manos y nadamás reclinó su cabeza, lágrimas en sus mejillas, cerró sus ojos; gimiendo, deslizándonos caímos sobre la estera de paja mezclada con hojas de mirto y laurel; en el trujal el madero de fuego quedó en pavesa, el bermellón se adueñó de la sábana blanca, mientras aves doradas sobre florido licor, ambos escribimos sobre libros pintados nuestros cantos, con esta guerra de flores dimos placer al dios, en el cielo los esponsales, mis ojos llenos de sueño la vieron vestida con basquiña diluirse en la bruma.

Escucha, no hay magia alguna que pueda liberarte, ni montada en escoba; desde el fin de la miseria de tu fugaz vivir, te precipitaste con aquella mueca extraña que como un postigo en tu rostro desencajado adornaba, dentro de un barranco estrecho, que parecía tumba, tenía las medidas de tu cuerpo, respirabas agitado; paraninfo fracasado; descendiste a la oquedad, viaje oscuro y frío; rehén de la angustia, los miedos que se alimentan de tus miedos, sacerdotes que mirando hacia el atrás de tus tiempos se divierten con la danza frenética de tus personajes burlescos, patético espectáculo, ritos barbitúricos, pálidas esperanzas montadas en vientos falsos.

Con mi cuerpo embarrado de greda, ahogado por el llanto, la llamé y sollozando le dije, que se den los silbos para el combate, mi plumaje ya está humeante; divino licor a mis labios, blanco pulque.

¿A donde iremos que no haya muerte? Solo venimos a llenar agujeros en la tierra o a teñir con hollín los aires.

Consagra la tierra con sangre guerrera, en noche doncella me dijo, con luna cercada por pálidos colores cumplí, en el Serengueti salían de sus cubiles gruñendo una veintena de apestosas hienas moteadas, al mando una hembra de espantosos colmillos; fingían saludos con muecas e inclinaciones recíprocas, emprendieron el recorrido, oteando, cruzaron la frontera del territorio propio, de repente risas ajenas amenazadoras, decididas al enfrentamiento.

De malaquita el menhir que se repetía formando un aro, en su centro, altar de cuarzo cielo sostenía un toro de lidia macho célibe y capón, a su alrededor cervatillas, abriendo sus corolas, Pasifae asentía.

Sus manos hundieron con fuerza el cuchillo de obsidiana y rápida lo abrió en diagonal, abundante sangre emanaba su bao, introduciendo sus manos certeras cortaron hígado y corazón, palpitaban en cuenco de aguamarina. Inminente la cruenta carnicería. Del interior de cincuenta gargantas escapaban escalofriantes aullidos, risas infernales, ruidos de guerreros, las dos manadas con hocicos babeantes de sangre se despedazaban, a la media noche treinta cadáveres despanzurrados dejaron purpúrea la arena, purificada.

En el metate vísceras martajadas, hervidas en acetre de oro blanco y en comal de cobre bruñido se quemaron como incienso; limpió sus labios en pila bautismal de Carrara, para mamar de ella infusiones de hololisque, saliva amarga para el enjuto, se anegaron mis infiernos con ánimas, no escuché más el zurear, mi cuerpo embarrado con martaja solo sintió su sangre caliente, el mensú del conclapache abanicaba el anafre quemaba alcanfor y mejorana, como fetiche falo en faldistorio, celsitud y saña en la conjunción con ánimas célicas, es vivir la agonía, órdago orgasmo, oleado por sus besos anís cerré mis ojos.


Luis Fernando Rueda Flores Calderón