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Editorial
 

Por Alejandro Ocampo
Número 42

Llegamos al límite entre el 2004 y 2005. Es el momento en el que del aprendizaje y las reflexiones de cada día, se haga un balance y una introspección profunda. Ciertamente se viven momentos buenos y otros no tanto, sin embargo, cabe recordar que del éxito se aprende casi nada o nada, se aprende mucho más de los fracasos y de los momentos tristes. La maravillosa posibilidad de la persona de aprender por cuenta propia es lo que hace que la vida tenga sentido y continúe.

Para Razón y Palabra, este año fue sin duda bastante bueno. Gracias a ustedes nuestra marca de visitas se ha incrementado notablemente, sobre todo de países por lo que profesamos particular aprecio. Ojalá estemos correspondiendo su cada vez mayor interés en la revista. Recuerden que este espacio de convergencia es de todos, por lo que siempre agradecemos sus comentarios, críticas y sugerencias.

Respecto al 2005, sin duda, se puede vislumbrar mejor que el 2004. Lo interesante de iniciar un año es que da pié al desarrollo de nuevas ideas, propósitos y formas de hacer las cosas. Lo importante es no perder esa capacidad de asombro y una aptitud cultural que nos permita conocer formas diferentes no sólo de ser y actuar, sino de mirar al mundo y nuestra realidad. Aprender a ser, aprender a hacer, aprender a conocer, aprender a comprender, aprender a aprender, y aprender a desaprender, son cuestiones que tenemos que practicar en este 2005.

La edición que tienen ante sus ojos, corrió a cargo de los doctores Inmaculada Martínez y Pedro Rojo, de la Universidad de Murcia, España, así como de la doctora Amaia Arribas, hoy integrante de la Cátedra de Comunicación Estratégica y Cibercultura del Tec de Monterrey Campus Estado de México. Se trata de un muy interesante número que versa sobre la Comunicación y la tecnología, sin embargo, a diferencia de otras ediciones con temáticas similares, en esta ocasión se aborda el tema desde varios rincones de Europa y, además, el centro del debate no es el hecho mismo, sino la persona desde varias dimensiones. Este último punto es particularmente importante porque ante la idea de que las tecnologías son frías y han desplazado al hombre, es imprescindible que las personas que a diario caminan por nuestras ciudades recuperen su valor frente a las creaciones, paradójicamente, humanas. De lo que se trata es de hacer éticas a esas creaciones. Ojalá se vea esta postura no sólo con las llamadas nuevas tecnologías de información y comunicación, sino con todas las creaciones, inventos y demás artículos fabricados por el hombre, así como con las que no lo son, en el respeto a sus espacios y formas.

Y hablando de ética, me parece que para el 2005 será particularmente prudente la práctica de la ética discursiva. En México se trata de un año clave para las elecciones federales del 2006. Baste esta cita de Jürgen Habermas para ilustrar lo que se pretende con esta propuesta:

Por tanto, la aceptabilidad racional de una emisión reposa en último término en razones conectadas con determinadas propiedades del mismo proceso de argumentación. Nombraré sólo las cuatro más importantes: a) nadie que pueda hacer una contribución relevante puede ser excluido de la participación; b) a todos se les dan las mismas oportunidades de hacer sus aportaciones; c) los participantes tienen que decir lo que opinan; d) la comunicación tiene que estar libre de coacciones tanto internas como externas, de modo que las tomas de posición con un sí o con un no ante las pretensiones de validez susceptibles de crítica únicamente sean motivadas por la fuerza de la convicción de los mejores argumentos (Habermas, J. (2003). Ética discursiva. En Gómez, C. (Ed.) Doce textos fundamentales de la Ética del siglo XX. España: Alianza, pp. 180-181)

Ojalá imperen estos dictados no sólo en los asuntos políticos, sino al interior de nuestras sociedades y en nuestras prácticas cotidianas. Después de todo la ética no es el último instrumento para resolver conflictos, sino el primero para ejercer y dar testimonio en todo el día, todos los días

Así pues, como en una maravillosa caricatura de Mafalda, sin mucho trascendente que decir: les deseamos a todos nuestros lectores una muy feliz navidad y un muy próspero año nuevo.


Alejandro Ocampo
Director de Razón y Palabra.