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2005

 

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Cómo Combatir el Deterioro del Idioma
 

Por Manuel Calvo
Número 43

Sueño con un mundo en el que se muriera por una coma
Ciorán

¿Está devaluado el lenguaje?
Cualquier análisis del estilo periodístico debe ir forzosamente precedida de un recordatorio sobre la necesidad de corrección del lenguaje y, en lo que se refiere a los países de habla castellana, la manifestación de un cierto desprecio hacia el lenguaje, de negativas consecuencias culturales y profesionales. Se pierden el amor a las palabras y la preocupación no ya por escribir bien, sino por expresarse correctamente.
Para las nuevas generaciones habría que recordar las conocidas frases de Pedro Salinas sobre el lenguaje: "Sentiremos mejor lo que sentimos, pensaremos mejor lo que pensamos, cuanto más profunda y delicadamente conozcamos sus fuerzas, sus primores, sus infinitas aptitudes para expresarnos". En su célebre conferencia sobre "Defensa del Lenguaje", pronunciada el 24 de mayo de 1944 en la Universidad de Puerto Rico, tiene estas frases impresionantes, que hoy serían mucho más duras todavía:

¿Tiene derecho ninguna generación a descuidar o abandonar esta santa misión transmisora de su lengua, por flojedad o por inconsciencia? ¿Puede una generación aceptar la cínica postura de legar a sus hijos menos patrimonio espiritual que el que recibió de sus padres?

Se ha dicho que la devaluación del lenguaje es tan grande como la de la moneda. El académico Lázaro Carreter llegaba más lejos: "Millares de manazas y chapuceros están maltratando el lenguaje. Basta leer con atención gran parte de lo que se o se escribe para consumo público: aunque en una ojeada superficial parezca sano, fijando la mirada se advierte que, en grandes zonas, el tejido está fofo, exangüe y agusanado".

Aunque ello no sea ningún consuelo, recordemos que este deterioro idiomático de los medios informativos no afecta solamente al idioma castellano. Hermann Hesse, refiriéndose al alemán, hablaba de "masificación degradante" y de "una jerga de mendigos, empobrecida y piojosa". "Casi una tragedia", añadía.

Grandes escritores, en todos los tiempos, han expresado sus quejas y sus protestas por el deterioro de sus respectivos idiomas. En nuestro siglo, y fuera de España, uno de los más constantes y duros ha sido Ernst Jünger. En Eumeswill (1977) clama: "La decadencia del lenguaje no es tanto una enfermedad cuanto un síntoma. Se estanca el agua de la vida. La palabra tiene todavía significación, pero no sentido. Es cada vez más desplazada por las cifras. Es incapaz de poesía, ineficaz para la oración. Los placeres groseros sustituyen a los del espíritu". Jünger se queja de quienes se sienten llamados a despojar de su follaje a la lengua y a prestigiar la jerga. "Y así, con el pretexto de facilitar la comunicación, despojan al pueblo de su lengua".

No es necesario recordar que estos juicios de Jünger están pensados para el alemán, donde -según me hace ver Emilio Lorenzo- un prefijo separable de la oración principal puede aparecer varias líneas más abajo si se incluyen oraciones subordinadas (de relativo u otras).

El castellano -por lo menos en España- atraviesa una era de abandono y anarquía: enseñanza deficiente, descuido en los medios informativos, traducciones infames, muletillas y palabras que no son signo de vitalidad, sino de incultura, y otros males (Alfonso de la Serna).

Sintaxis defectuosa, pobreza de vocabulario, plurales bárbaros, uso defectuoso de palabras como "alternativa", "compromiso", y hasta "restar", desgaste de vocablos como "trascendental" y de expresiones como "en profundidad", gerundios mal empleados, desconocimiento de la función sintáctica de las preposiciones (el "dequeísmo", etc.) , anglicismos ("sponsor", "nominación" y centenares más), destrucción de la frontera silábica, exceso de adjetivos y abundancia de tópicos, sintaxis "intransitable", que diría García Márquez, son algunos de los males de nuestro idioma.

En suma, un español deleznable, limitado, empobrecido, monótono, en cuyo uso habitual declinan la metáfora, la riqueza del léxico e incluso el bueno gusto. Nuestro idioma vive "como si fuera una lengua amputada, agredida desde los medios de comunicación, desde el Parlamento y desde la vida cotidiana" (editorial de "El País", 7-12-1991).

Para el gramático y académico Rafael Lapesa, el mal verdadero de nuestro uso lingüístico consiste en "la incorrección, la chapucería, fomentadas por la prisa y la incultura", y que tiene su origen en la deficiencia de la formación escolar. Para García Yebra, el galicismo en nuestra lengua es no sólo léxico y sintáctico, sino prosódico y morfológico.

¿Será posible que, en este campo, hayamos retrocedido? En otros tiempos, como recuerda Francisco Ayala, la expresión gramaticalmente correcta era cuestión de cortesía y de urbanidad, de la que nadie se dispensaba en público. Y mucho antes, Luis Vélez de Guevara, en su clásico El diablo cojuelo critica con gran ingenio los errores idiomáticos de la época y cita ejemplos de pobreza de lenguaje:

porque un consonante obliga
a lo que el hombre no piensa.

Por otra parte, no todos los expertos son pesimistas. En cuanto al panorama general, el catedrático y académico Emilio Lorenzo me justificaba en una carta la situación actual porque ahora son miles los protagonistas que llegan a las tribunas, sean de la radio, la televisión o meras "Cartas al director". ¿Cuándo han tenido acceso los "analfabetos funcionales" a un auditorio de millones de espectadores o radioyentes? Nada digamos -añade- de los ases del balón, los premiados en la lotería o los encuestados sobre la Unión Europea.

En cuanto a los periodistas, llamamientos y recriminaciones no han tenido hasta ahora demasiado fruto, salvo en casos ejemplares, pero aislados, como la creación del Departamento de Español Urgente en la Agencia EFE. Se trata de un problema grave, sobre todo si se relaciona con opiniones como la del académico Manuel Alvar, para quien el porvenir de la lengua está en manos de los periodistas y no de los profesores.

Otro estamento de gran influencia social y de mala conducta idiomática suele ser el de los políticos y los funcionarios de la Administración. En este sentido se registran algunos esfuerzos, como la publicación de un Manual de estilo del lenguaje administrativo (Ministerio para las Administraciones Públicas, Madrid, 1991).

Las palabras y la lengua
Hay que decir algo sobre las palabras, que son no sólo la primera invención del hombre, y quizá la más grandiosa, sino en este caso nuestra herramienta de trabajo, y no sólo en la prensa escrita, sino también en radio y televisión.

Preocupa esta cuestión a los periodistas y los medios de información, pero debería preocuparnos a todos, aunque hemos de reconocer que son minoría los interesados por esta cuestión, vital para alguien cuyo oficio es expresarse.

Entre nosotros, vale la pena recordar a Ramón Gómez de la Serna, uno de nuestros hacedores del idioma en el siglo XX. Para Ramón, la palabra no es sólo lo que se oye, sino lo que se ve, lo que se huele y hasta lo que se toca, y la palabra es independiente del hombre, tiene vida propia.

Sería un ejercicio útil y enriquecedor analizar los distintos conceptos y matices, a veces contradictorios, que esconden palabras tan aparentemente unívocas como "revolución", "libertad", "democracia", "pacifismo". "socialismo", "raza", "colonialismo", "subdesarrollo", "tercer mundo", "libre comercio", "explotación" y hasta "federalismo". "Como símbolo, la Torre de Babel es intemporal", decía Arthur Koestler. La manipulación semántica y la utilización de las ambigüedades del vocabulario pueden explicarnos que muchas veces la palabra no nos remita al objeto o a la realidad, sino a la imagen que cada uno de nosotros tenemos de ellos.

En el periodismo, el lenguaje sufre también lo que se han llamado "escondites" y que no son otra cosa que ocultaciones de realidades, telones o cortinas que se interponen entre la realidad y su expresión. Y ello puede no suceder por voluntad de quien se expresa, sino por esa dinámica de la lengua, que hace que muchas palabras e vacíen de contenido por el uso, mientras surgen otras lozanas y recién estrenadas.

Quizá por estas razones se dice que las palabras son más poderosas que los hechos. "Una palabra queda, un hecho pasa", escribe, jugando a la paradoja, Joseph Roth, y remacha: "Los hechos y las acciones son meros fantasmas en comparación con la realidad, y, sobre todo, con la realidad sobrenatural de la palabra".

El estudioso y académico Emilio Lorenzo afirma que el español está lleno de verbos maravillosos, sin paralelo en otras lenguas: ensimismarse, desvivirse, escarmentar, etc.

Oscar Handlin ha puesto ejemplos de palabras cuyo significado se explica por su contrario: así, en Estados Unidos, "blanco" significa "no negro". Las palabras suelen ser producto de la historia o de los conflictos de raza, religión, ideología, etc. Aunque Handlin se refiere a la historia, sus observaciones nos sirven a quienes hemos de enfrentarnos con problemas de expresión.

Objetivos actuales
Un texto legal estableció en España las enseñanzas mínimas de la secundaria:

1. Capacidad de expresarse oralmente y por escrito mediante discursos coherentes, correctos, creativos y adecuados a las diversas situaciones de comunicación y a las diferentes finalidades comunicativas.
2. Comprender discursos orales y escritos científicos, culturales, técnicos, etcétera, atendiendo a las peculiaridades comunicativas de cada uno de ellos.
3. Observar la situación lingüística -de la propia comunidad, de España y del mundo- y estudiar las relaciones entre las diversas lenguas del país y sus variedades como manifestaciones de su naturaleza sociohistórica, para favorecer una actitud consciente y respetuosa con la riqueza plurilingüe y pluricultural.
4. Utilizar y valorar el lenguaje oral y escrito como medio eficaz para la comunicación interpersonal, para la adquisición de nuevos aprendizajes, para la comprensión y análisis de la realidad y para la organización racional de la acción.
5. Reflexionar sobre los distintos componentes de la lengua y sobre el propio uso, analizando y corrigiendo las propias producciones lingüísticas y empleando en ello los conceptos y procedimientos adecuados.
6. Interpretar y valorar críticamente obras literarias, identificando los elementos que configuran su naturaleza artística, descubriendo en ellas el uso creativo de la lengua, relacionándolas con una tradición cultural y reconociendo las condiciones sociales de su producción y recepción.

Los tres últimos párrafos se refieren al conocimiento y valoración de la literatura española.

Normas básicas de carácter general
Ante la imposibilidad de referirme en su integridad a un tema tan vasto y tan complejo, he tratado de resumir algunas normas básicas. En la bibliografía final figuran algunos textos para quienes deseen ampliar una cuestión de tanta trascendencia en la Comunicación, y especialmente en la comunicación de la ciencia al público.

-En primer lugar, buscar la comprensión generalizada. Cualquier tipo de comunicación periodística será inútil si su expresión no coincide con el código del receptor, no sólo en lo que se refiere al lenguaje, sino a la realidad del contexto socio?cultural en que se produce. Como consecuencia, debe procurarse utilizar un habla unívoca, lo menos ambigua posible, de estructura sintáctica racional, y tratar de evitar o reducir a lo indispensable el uso de adjetivos.
-La primera condición que la lógica impone al lenguaje es la de ser claro y evitar la imprecisión. Una lengua puede utilizar la ambigüedad como un recurso estilístico pero no puede ser imprecisa porque entonces se produce un vacío comunicativo, y si la lengua es algo, es un sistema de comunicación (García Domínguez, Seminario sobre El Neologismo Necesario). En este sentido, debe tenerse en cuenta la polisemia (una palabra con varios significados), ya que puede ser causa de ambigüedad y prestarse a equívocos.
-Consejos de Bertrand Russell: 1º Si basta una palabra corta, no emplear una larga. 2º Si se quiere emitir un juicio con muchas especificaciones, deben escribirse algunas de estas en frases separadas. 3º Evitar que el principio de la frase induzca al lector a esperar algo que se contradiga al final con ella.
-Tener en cuenta que la acción sólo puede ser expresada por un sujeto, un verbo y un complemento, incluso el adjetivo retrasa el avance, reduce el brío y a veces el ritmo. En la frase enunciativa, si consta de tres elementos, el verbo suele colocarse intercalado y de los otros dos precede uno (el de mayor interés) y los demás van al final.

No obstante, la construcción de la frase castellana goza de holgura y libertad y el orden de las palabras puede depender más de la idea o del hecho que quieran expresarse que de la rigidez gramatical, siempre que no se conculquen las normas que modifican el sentido de la frase y dicen, por tanto, lo contrario de lo que queríamos decir.

-Combatir la monotonía y el tópico. Tratar de encontrar, como aconseja Mario Benedetti, un sustantivo que nunca había colindado con un adjetivo cualquiera; el hallazgo de una sola palabra que transforma un lugar común en un lugar extraordinario; la novedad de una sensación o, mejor aún, la manera nueva de expresar una sensación trillada y hasta la invención de una palabra.
-En el lenguaje periodístico hay que procurar la economía de expresión y evitar el pleonasmo, la redundancia, lo superfluo, si queremos alcanzar eficiencia y concisión. Pero sin extremosidades, ya que la concisión máxima suele equivaler a ambigüedad y la efectividad de una comunicación depende tanto de que ésta sea breve como de que sea inequívoca. Como en la función empresarial, es necesario conseguir la máxima eficacia con el mínimo coste. Es cierto que la riqueza de vocabulario es cualidad positiva del periodista y del escritor, pero también lo es que con un mínimo de voces y de giros pueden expresarse muchos matices.

El neologismo es un cambio reciente en las lenguas, afectadas, como toda creación social, por una mutabilidad que le da vida y permanencia, y singularmente en esta era de innovación científica y tecnológica. Los neologismos pueden ser útiles, pero también superfluos, y debe buscarse, en los resquicios del diccionario, si existe algún vocablo anticuado que pueda sustituir al recién llegado.

Ante los términos científicos y técnicos -recuerda Lázaro Carreter-, se han desarrollado dos actitudes principales: una, apropiárselos sin más, y decir by-pass, leasing o hardware, lo cual se corresponde con una actitud pasiva y diríase que acríticamente rendida ante el superior modelo norteamericano (posición dominante entre nosotros) y otra, presentar cara ante tal superioridad con una cierta arrogancia y tratando de nacionalizar los tecnicismos extranjeros.

-Tengamos siempre a mano la herramienta básica, el diccionario, que no es, como se dice a veces, un cementerio de palabras, sino un arsenal, una guía, una orientación, un código de referencia, una garantía e incluso un libro de lectura.
-Periodistas experimentados ofrecen estos criterios sobre el estilo periodístico, recogidos por la Sociedad Interamericana de Prensa:

* Escribir frases cortas.
* Preferir lo simple a lo complicado.
* Preferir lo concreto y desechar lo abstruso.
* Usar palabras comunes.
* Omitir palabras innecesarias.
* Emplear verbos en voz activa.
* Redactar con sencillez, naturalmente.

-Habría de añadirse el cuidado con el mal uso de gerundios, preposiciones, relativos, etc. Recordemos que el diccionario de la Real Academia llama "gerundiano" al estilo "hinchado y ridículo" y que una segunda acepción de la palabra "gerundio", (advirtiendo que es voz en desuso) en este mismo diccionario, dice así: "Persona que habla o escribe en estilo hinchado, afectando inoportunamente erudición e ingenio".
-Debe tenerse en cuenta, asimismo, que el idioma no se aprende por mera impregnaciòn del ambiente, por simple contagio. Como aconseja el Manual de español urgente, editado por la Agencia Efe, se debe estudiar poniendo atención en la lectura de buenos escritores, y desconfiando del propio conocimiento.
-El mexicano Fernando del Río afirma algo que pudiéramos suscribir muchos de quienes hemos dedicado la vida al periodismo, si bien debe tenerse en cuenta que puede no ser adecuado para todos, ya que cada uno se va creando sus métodos, sus sistemas y hasta sus manías:

Perdamos el miedo a escribir; no nos quedemos viendo la hoja de papel en blanco porque "no sabemos cómo empezar". Sencillamente, escribamos lo que pensamos en ese momento, tal como se nos venga a la mente. Las mejoras vendrán con la corrección y la revisión del texto... El único secreto de la buena redacción ni siquiera es secreto: es corregir una y otra vez.

-Ernst Jünger, en sus Radiaciones. Diarios de la Segunda Guerra Mundial, intercala con frecuencia observaciones sobre el estilo. He aquí algunos ejemplos, en los casos en que, aun habiendo formulado tales observaciones para el idioma alemán, son aplicables al castellano y a los abusos que cometemos:

* El uso del punto y coma, que considera el sustituto necesario del punto en aquellos casos en que la frase prosigue su marcha lógica.
* La defensa del sustantivo (en ello coincide con Azorín), que es, "en todos los casos", más enérgico que el empleo de formas verbales. En general, afirma, poseen más fuerza los verbos que se derivan de sustantivos; por el contrario, los sustantivos derivados de formas verbales son más flojos.
* Elogio de la exigencia de Schopenhauer de no introducir frases de relativo en la frase principal, sobre todo por lo que se refiere a la conducción clara y lógica de los pensamientos y a su secuencia. En cambio, la presentación de imágenes y la participación en ella puede incrementarse incluso con la inserción de frases de relativo.
* El uso del pluscuamperfecto durante párrafos largos hace leñoso, rígido el texto. Es recomendable contentarse con el imperfecto, a costa de la exactitud gramatical, y hacer sonar de vez en cuando el pluscuamperfecto.

Sugerencias para informar sobre el conocimiento
Además de otros recursos son útiles otras posibilidades ofrecidas por el lenguaje, como la metáfora, la hipérbole, la analogía, la transposición, la parábola, la ironía. Aquí se habla de algunos de ellos. Debe tenerse en cuenta que a veces estas clasificaciones tienen propósitos didácticos y pueden no responder a la realidad, ya que en unos casos se solapan (como les gusta decir a los ingenieros) y en otros son tan tenues las diferencias y los límites que pueden confundirse y en ocasiones ser conceptos equivalentes. Ante todo, unas breves definiciones.

ANALOGIA: relación de semejanza.
METAFORA: traslado de sentido por sustitución analógica.
PARADOJA: algo que va en contra de la opinión común o de lo establecido.
TRANSPOSICION: figura que consiste en alterar el orden normal de las voces en la oración, pero que aquí se utiliza con un sentido más amplio: trasladar hechos o conceptos a otras áreas del pensamiento o de la acción y a conceptos o magnitudes familiares para el hombre medio y que ayudan a la comprensión.

En mi vida profesional he escuchado imágenes que me han llamado la atención. Por ejemplo, si los fragmentos de ADN pudieran estirarse sin romperse, sólo el de uno de nosotros sería suficiente para ir al Sol y volver.

El científico y divulgador David Suzuki, canadiense, que trabajó durante tres decenios sobre la mosca del vinagre, llega a la conclusión de que, en gran medida, los cambios que se producen en nuestras vidas son similares a las diferentes etapas por las que atraviesa la vida de una mosca: legado genético, óvulo inicial, recién nacido, fases de maduración, etc.

Hay metáforas y paradojas muy válidas para la explicación de los hechos científicos. Los autores de Une logique de la communication (1967) dan la siguiente definición de paradoja: una contradicción que se plantea al concluir una deducción correcta a partir de premisas consistentes. Ortega dedica un capítulo a la metáfora en su Ensayo de estética, y para predicar con el ejemplo llama a la metáfora "bomba atómica mental". Jurdant cita algunas de ellas: "metales que no existen aún" (¿còmo se puede hablar de cosas que no existen?), "soñar antes de nacer", "el álgebra de lo imposible", "los rayos cósmicos, mensajeros de la galaxia", "la luz de mañana es ya sólida" (combinación de dos paradojas), etc. Borges afirma, quizá con alguna exageración, que las metáforas realmente eficaces son siempre las mismas: la comparación del paso del tiempo con un río y de la muerte con el sueño. Pablo Neruda y Federico García Lorca son también maestros en el uso de la metáfora.

En cierta ocasión, Einstein respondió a un entrevistador con esta metáfora: "Somos como un muchachito que entra en una biblioteca inmensa, cuyas paredes están cubiertas de libros escritos en muchas lenguas distintas. El niño sabe que alguien ha de haberlos escrito, pero no sabe ni quién ni cómo. Tampoco comprende los idiomas en los que están escritos. Pero observa un orden claro en su clasificación, un plan misterioso que no comprende pero que sospecha vagamente. Esta es en mi opinión la actitud frente a Dios de la mente humana, incluso de la mejor y más preparada" (Gardner, 1989).

Para terminar con este epígrafe, un consejo de amigo a los lectores: que relean Alturas de Machu Picchu, de Neruda (una de las más impresionantes colecciones de metáforas en nuestra lengua) y la Historia de la eternidad, de Borges, donde se registran preciosas metáforas.

Las transposiciones, las reducciones de hechos y cifras a escalas más accesibles a nuestra comprensión y a nuestra imaginación, sirven para llegar mejor al público. La referencia a conceptos o magnitudes que sean de conocimiento público o con los que el hombre medio esté familiarizado, ayudará a la comprensión. He aquí un ejemplo de cómo se consiguió, hace algunos años, ofrecer ciertas nociones válidas sobre la distribución de razas y religiones en el mundo:

Reduzcamos el mundo a una aldea de cien habitantes. Los blancos serán 31 y los no blancos, 69. Habría 33 cristianos (23 católicos y 10 protestantes), y los otros 67 serían judíos, musulmanes, budistas, hindúes, sintoístas y otros no cristianos (Thomas Patrick Melady, conferencia en Madrid, 28-3-1966).

Otro ejemplo de transposiciones e imágenes, que podría considerarse también como metáfora e incluso como analogía, corresponde a un Premio Nobel, el argentino Luis F. Leloir. He aquí cómo explica, para el público, el mecanismo por el cual los azúcares se transforman, son asimilados y proveen de energía a las células del organismo: "Imagine usted una carretilla (el medio de transporte, la uridina difosfato) llevando carbón (la energía, la glucosa) que puede quemarse o acumularse en la carbonería?hígado. En la práctica, consiste en el proceso por el cual los alimentos, una vez ingeridos por los animales o el hombre, se transforman en glucosa. (Entrevista en "La Nación, de Buenos Aires, 15-11-1970).

El propio Einstein imaginó y estableció algunas paradojas en relación con sus descubrimientos. Una de las curiosidades más repetidas es una quintilla sobre la relatividad. En ella, a la paradoja se añade la personificación, que en ocasiones puede ser una metáfora:

Había una joven llamada Bright,
que viajaba mucho más aprisa que la luz.
Un día partió
por el camino de la Relatividad
y volvió la noche anterior.

Consejos de los maestros
Anoto aquí productos de reflexiones, lecturas, etc. que he creído que pueden ser útiles para cumplir esta tarea de escribir ciencia, que es tarea de escribir.

Sé muy bien que escribir es difícil, y que se da en muy pocos elegidos de los dioses, pero todos debemos aspirar a ello. Escribir no es sólo juntar y relacionar palabras, sino comunicar sugestivamente ideas y sensaciones. Utilizando la antigua imagen, del mismo modo que el alfarero convierte en formas artísticas un barro que los demás nos limitamos a quitarnos de los zapatos, el escritor se vale de un material que está al alcance de todos, las palabras, pero será escritor de verdad, y no mero escribidor, si posee "la aptitud de dar a un texto la más alta comunicabilidad emocional" (Pierre Rer, Una temporada con Lacan).

* Lightman (1991) aconseja escribir sobre la ciencia de modo que el resultado sea arte y para ello debemos establecer ambas conexiones.
* En su deliciosa Historia del cerco de Lisboa, Saramago escribe esta frase aparentemente paradójica: "...añadiéndole parte suficiente de imaginación para hacerla más auténtica y real". Se habla con frecuencia de la imaginación del científico y del escritor, pero menos de la imaginación del periodista, y también la necesita en ciertos casos.
* Describir, más que escribir, exige, como mínimo, por parte del autor, tiempo de escritura (de hacer memoria) y de disipación de otro interés que no sea el de la libertad y la emoción de conjugar en un texto recreación, aventura, belleza y conocimiento.
* Un ejemplo de léxico, entre nosotros, es el de Miguel Delibes. Torrente Ballester ha dicho de él: "Delibes se echa al campo con su escopeta y su can, y sabe nombrar lo que le rodea, lo que le acompaña, lo que le sale al paso. No es de los que dicen "pájaro", "hierba", "bicho", sino que llama a cada cosa por su nombre". Llamar a cada cosa por su nombre es, en periodismo, uno de los más válidos objetivos, y en su vertiente de difusión de la ciencia, un ideal al que creo que todos deberíamos tratar de acercarnos.

Pero esto no es tarea fácil, ya que topamos con la famosa polisemia, que se da en la lengua, pero no en el habla. En cualquier idioma, hay palabras con sentidos muy diversos. Son válidas, en parte, para los periodistas las proposiciones que Ludwig Wittgenstein, en su Tractatus logico-philosophicus, y que fueron escritas dentro de un análisis de la estructura lógica del lenguaje y refiriéndose al campo de la ciencia (Küng, 1979):

I. Lo que se puede en general decir, se puede decir claramente.
II. De lo que no se puede hablar, se debe callar.

Y se relaciona con esta frase de Herder a Hamann, citada por Ernst Jünger en su libro La Tijera (1990): "Cuando mis ojos sean claros, lo será también mi estilo".

Ello implica dominar el tema y el léxico, en toda su complejidad semántica. Cuando ello ocurra, el escritor será capaz de encontrar otras palabras equivalentes y esto sirve como test para saber si el periodista ha entendido el tema o no. En el primer caso, puede encontrar equivalencias semánticas de palabras (lo que los lingüistas llaman "capacidad de reformulación").

Ello plantea el problema del neologismo. Las lenguas se renuevan constantemente y lo que debe evitarse no es el enriquecimiento, sino el empobrecimiento. Ya Feijoo observaba que la censura a la introducción de voces nuevas o extrañas se debe a que "hay muy pocas manos que tengan la destreza necesaria para hacer esa mezcla" (se refiere a las combinaciones nuevas o desusadas).


Referencias:

Calvo Hernando, Manuel: Periodismo Científico. Paraninfo. Madrid. 1977; 2ª,edición, 1992.
----- El neologismo necesario. Fundación EFE, Madrid, 1992.
Gardner, Martín: Los porqués de un escriba filósofo. Tusquets, Barcelona, 1989.
Jünger, Ernst: Eumeswill. Seix Barral, Barcelona, 1980; Radiaciones. Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Vol. 2. Tusquets Editores, Barcelona, 1992.
Manual de Español Urgente. Agencia Efe-Ediciones Cátedra. Madrid, 1987.
"Manual de Estilo". Centro Técnico de la Sociedad Interamericana de Prensa. Nueva York, 1965. Hoy, las grandes empresas informativas publican o actualizan sus libros de estilo.
Russell, Bertrand: Retratos de memoria y otros ensayos. Alianza Editorial. Madrid, 1976.
Sábato, Ernesto: Uno y el Universo. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1952.
Salinas, Pedro: El Defensor. Alianza Editorial, Madrid, 1967.
Saramago, José: Historia del cerco de Lisboa. Seix Barral, Barcelona, 1990.
Suzuki, David: Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor, Barcelona, 1990.


Dr. Manuel Calvo Hernando
Presidente de Honor de la Asociación Española de Periodismo Científico, España