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Abril - Mayo
2005

 

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La Ficción y otras Realidades
 

Por Jerónimo Rivera
Número 44

En lugar de ser simplemente lo contrario de la realidad,
la ficción nos comunica algo acerca de la realidad
1

Sentado frente al televisor paso las tardes calurosas de junio. Es 1982 y a medida que las horas pasan soy Superman y puedo volar muy alto, me convierto en un super agente capaz de hablar por un teléfono portátil instalado en mi lapicero y, como el hombre nuclear, puedo tener dispositivos que me permiten mirar más allá y llegar a donde otros no pueden. Mientras tanto en el salón de la justicia, los superamigos discuten si es la imaginación de un niño la que lo lleva a perder sus límites de la realidad o si son ellos los culpables de que a tanto infante idealista le haya dado por tirarse de la terraza con una capa sobre los hombros.

La fantasía nutre la imaginación de cualquier niño, pero es importante no olvidar que ésta no surge de la nada y que nada es totalmente imaginado. Lo que llamamos imaginación no es más que un tercer paso en el proceso de asimilación del sentido de la imagen, en el cual somos capaces de crear imágenes que en ocasiones pueden ser únicas y originales, pero que siempre se construyen a partir de otras ya conocidas.

A menudo creemos que la imaginación es el terreno de lo ilimitado, donde el tiempo y el espacio parecieran obedecer a caprichos y al reino de la locura, pero hasta la locura tiene su cordura. Lo que en una época puede parecer propio de la fantasía y ha llevado a tildar a muchos de locos (basta pensar en la historia de Robert Koch, el descubridor de los microbios), puede ser perfectamente posible en otra gracias a los inventos científicos que a menudo parten de la ficción para materializarse en la vida cotidiana.

Es popular aquel dicho de que las brujas no existen… pero de que las hay, las hay. Pues yo confieso desde mi radical escepticismo que sí existen y yo las he visto… miles de veces he soñado con ellas, las he imaginado y hasta las he visto reproducidas en cine y televisión. ¿En que podría basarse alguien para afirmar categóricamente que no existen? Tal vez en que no hay pruebas científicas de su existencia, pero este argumento no es válido si entramos al terreno de la ficción, que no es, como muchos afirman, lo contrario de la realidad, porque más bien, como plantea Schmidt “la auténtica ficción es que la realidad existe”2.

El cine, para muchos la imagen con mayor iconicidad, nos ha presentado una gran cantidad de ideas que han aportado a esta incertidumbre, con películas como Matrix y Abre los Ojos, que han puesto en entredicho la realidad a partir del concepto de la simulación. ¿qué es la realidad? Si la respuesta fuera que realidad es todo lo que podemos percibir a través de nuestros sentidos, entonces el simulacro se presentaría como una realidad cuya claridad y verosimilitud puede representar e inclusive sustituír la realidad en la cual fue inspirada.

Hace algunos años estábamos muy seguros de cuáles eran nuestros límites, antes de Copérnico lo estaban aún más, pero nuestra Era está atravesada por la complejidad3 y la convivencia armónica de contrarios que ya no parecen tal, si no dos lados de una misma moneda que sobreviven el uno gracias al otro. Según Omar Calabrese, estamos en la época del fragmento y la globalización, del límite y el exceso, en definitiva, del más o menos y el no sé que, una época en la que hemos llegado a dudar hasta de la duda y a ser, según Regis Debray, “la primera generación que puede creerse autorizada por los aparatos para dar crédito a sus ojos”.

Virtualidad y simulacro
Pero, a todas estas, ¿en dónde termina la realidad?. Algunos dirían, de manera equivocada, que termina en la virtualidad o que la ficción es sólo un escape a la realidad. La historia del arte ha tomado partido al señalar al surrealismo como una forma de realidad, que presenta de manera sugerente una realidad compuesta por imágenes oníricas que evocan sueños sólo existentes en la mente de quien los genera y que no obedecen a las lógicas positivistas, pareciendo en ocasiones que escapan a cualquier lógica.

Sin embargo, incluso el cine de ciencia ficción tiene normas estrictas que definen sus límites, apelando a la coherencia de la película y ocasionando una autorregulación que, paradójicamente, le permite a los creadores tener una mayor libertad.

En su afán por encontrar los límites de la realidad, muchos han opuesto a ella la virtualidad, pero después se ha propuesto que lo virtual no es más que la realidad en potencia, lo que aún no ocurre en nuestro espacio - tiempo, pero que es susceptible de ocurrir.

¿Quién podría decir, por ejemplo, que un piloto no experimenta un vuelo real con un simulador?. Estos aparatos han sido usados desde hace muchos años para reproducir las condiciones y sensaciones de un vuelo real, eliminando el riesgo como posibilidad. Gracias a los simuladores no encontramos aviones de enseñanza surcando nuestros cielos.

Por lo tanto, es muy válido argumentar que cada vez somos más conscientes de que ignoramos los límites de nuestro mundo conocido. Nuestra capacidad de asombro es menor y la realidad, que muchas veces supera a la ficción nos ha demostrado que, virtualmente, todo es posible.


Notas:

1 W. Iser “La realidad de la ficción” citado por Fernando Vásquez Rodríguez en “El lobo... viene el lobo. Alcances del Relato en la Educación” , documento inédito Pontifica Universidad Javeriana
2 Sigfried Schmidt, citado por Fernando Vásquez Rodríguez en “¡El lobo... viene el lobo! Alcances del Relato en la Educación”, documento inédito Pontifica Universidad Javeriana
3 Objeto de estudio del teórico francés Edgar Morin, que ha estructurado toda una teoría acerca del pensamiento complejo.


Jerónimo León Rivera Betancur
Docente Investigador, Director del Grupo IMAGO,Facultad de Comunicación,Universidad de Medellín,Colombia