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2005

 

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Introducción
 

Por Tatiana Millán y Domingo Barbolla
Número 45

“La virtualización reinventa una cultura nómada, no mediante un retorno a las culturas de pastores o al paleolítico, sino creando un entorno de interacciones sociales donde las relaciones se configuran con un mínimo de inercia (...) un lazo social que no estaría fundado ni en la pertenencia territorial o institucional, ni en las relaciones de poder”
(Levy, 1998: 56-57).

Paradigmas digitales
La revolución de fin de siglo supuso dos factores novedosos, primero venir de la mano de una tecnología de integración en vez de una de sustitución, y el otro es que los nuevos modelos de interconexión conducen por primera vez a la individualización y no a la sociedad de masas. No existe una única verdad, como decía Protágoras "el hombre es la medida de todas las cosas", ya no se imponen otras medidas. Los sistemas binarios prescinden de nociones de verdad y falsedad, desarrollan sus propios modelos. Tampoco podemos oponer unas tecnologías a otras. La clave es la interactividad que llega a producir una “intercreatividad”. Nos movemos de un elemento a otro a través de una red espontánea, de manera informal, donde todos estamos al mismo nivel, sin jerarquía. Somos suministradores y al mismo tiempo consumidores, damos y recibimos. Podemos expresarnos y a la vez inventar o reinventar.

El paso de las tecnologías analógicas a digitales está modificando nuestra forma de afrontar la realidad, nuestra vinculación con el exterior, nuestros modos de percepción y de relación con los demás, porque la “tecnología remite hoy no a unos aparatos sino a nuevos modos de percepción” (Barbero, 2000:1). La gran novedad cultural de la imagen digital radica en que no es una tecnología de la reproducción sino de la producción (Gubern, 1996). Hemos pasado con los nuevos medios de comunicación de realizar una copia de la realidad a traducirla a códigos desvirtuándola de sus características básicas. La imagen digital se torna un simulacro de lo real pero llegando a adquirir una perfección más alta que la de la propia realidad. No se trata "ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real" (Baudrillard, 1984: 9-10). Si el postmodernismo se distingue por un incesante afán por inventar nuevas dimensiones de percepción y acción (Baudrillard, 1984), la red es el emblema del nuevo siglo. Se puede decir que hemos construido un nuevo entorno no físico donde habitar y de características más versátiles, los entornos virtuales.

Algunos teóricos desmienten la objetividad de estos espacios, que no son más que "entornos sintéticos en un tiempo real y que se erigen en una realidad ilusoria (de illudere = engañar)" (Gubern, 1996:156), porque no tienen un referente material más que el propio hombre y sus espacios imaginarios. Un "paradójico lugar y un espacio sin extensión, un espacio figurativo inmaterial, un espacio mental iconizado esterescópicamente que permite el efecto de penetración ilusoria en un territorio infográfico para vivir dentro de una imagen sin tener impresión de que se está dentro de la imagen y viajar así en la inmovilidad" (Gubern, 1996:1). Se habla de la pérdida de realidad, del "empobrecimiento de la experiencia humana o de la desrealización del sujeto" (Subirats, 2001:14).

Pero no hay mayor realidad que aquella que se demuestra a través de su influencia en el propio hombre y las nuevas tecnologías de información y la comunicación están generando efectos emocionales en la población (Gubern, 2000). Las consecuencias a nivel emocional y psicológica son tan importantes que algunos teóricos desarrollan ya un nuevo término para definir el estudio de estos procesos, la "tecnolopsicología" (De Kerckhove, 1999). Por otra parte, la realidad simbólica que implican los procesos de digitalización tienen más allá de sus aspectos inmateriales un referente físico, no debemos olvidar "que estas construcciones icónicas se elaboran sobre la base de nuestra experiencia pasada y presente con este mundo y con este universo” (Maldonado, 1999:76) y por tanto el mundo virtual no está desvinculado del mundo material que es su referente inicial y del cual se alimenta para existir.

La "sensación material ha sido reemplazada por el reino de lo inmaterial, el átomo que se mide y sopesa ha sido sustituido por el bit " (Verdú, 1996:108), como consecuencia el ser humano está remodelando su propia idiosincrasia a través de las nuevas extensiones tecnológicas que plantean una nueva situación en el mundo y en relación a los otros. "El hombre comprendió muy tempranamente que su identidad era vulnerable, pues dejaba jirones de ella por donde pasaba, en forma de huellas, sombras y reflejos" (Gubern, 2001: 37), en cada nuevo desarrollo tecnológico nos dejamos parte de lo que hemos sido hasta ahora y la sociedad adquiere parámetros nuevos de desarrollo. Cambian las fórmulas básicas de posicionamiento del hombre, la red se ha convertido en “un microcosmo digital en el que no existen fronteras ni distancias” (Joyanes, 1997:16). Tiempo y espacio desaparecen en sus conceptos clásicos, todo está cercano, todo es aquí y ahora.

Las nuevas tecnologías se implantan como extensiones que amplían nuestro propio pensamiento, la capacidad de nuestra mente (De Kerckhove, 1997). Los nuevos modos de ser y hacer definen el concepto de cibercultura que se desarrolla definiendo “el conjunto de técnicas, de maneras de hacer, de maneras de ser, de valores, de representaciones que están relacionadas con la extensión del ciberespacio" (Lévy, 1997). Dentro de este nuevo entorno el hombre habita, crea y se recrea, alterando su hábitat natural, socializándose dentro de las pautas distintas que le influyen en su desarrollo como ser. Porque la “tecnología informática transforma no sólo nuestras vidas, sino también el imaginario en el cual vivimos” (Levis, 1997: 27) y con ello cambiamos la esencia de lo que hemos sido hasta ahora, cambiamos nuestro motor de existencia, nuestras formas de “estar” y “no estar”.

Nos encontramos en la etapa de mayor complejidad dentro del proceso evolutivo del hombre que tras la superación del entorno natural y posteriormente del urbano, construye el entorno virtual (Echevarría, 1999 y 2000), una etapa de complejidad sin precedentes, de superación del propio cuerpo y de las limitaciones materiales, el hombre establece parte de su existencia sin necesidad de elementos físicos de base, desarrollando lo que realmente “distingue a nuestra especie como rareza biológica, su capacidad de procesar símbolos” (Castells, 1997: 52). Se impone una realidad intangible más allá del entorno físico. En la sociedad del consumo y como proceso paradójico pasamos "de la prioridad de valores materialistas hacia los postmaterialistas” (Pérez Alonso-Cánovas, 2003:27). Lo intangible tiene su valor y su influencia, podemos creer, sentir, perder y ganar en transacciones de valor puramente simbólico. Por primera vez el hombre mira hacia dentro y a partir de ahí establece sus lazos de conexión con el exterior.

Formas de acción e interacción
En la era digital se implanta una nueva forma de sociedad basada en las “nuevas modalidades de comunicación, nuevas formas de ser, nuevos lazos sociales, y con ellos nuevos colectivos” (Vayreda, 2004: 6). Ampliamos nuestras fórmulas de comunicación con los otros, el territorio no es el único determinante de comunidades y grupos, más allá del espacio físico se extiende el espacio generado por medios electrónicos que amplía los contextos y da prioridad a otros referentes. Ya no hay duda de que "estamos ante un nuevo espacio social, y no simplemente ante un medio de información y comunicación" (Echeverría, 2000:108). Un "espacio de conversación y acuerdo intersubjetivo" (Reguillo, 2000: 42) que está creando un nuevo concepto de cultura que lo envuelve todo.

Frente a las limitaciones de las comunidades tradicionales donde cada individuo crea sus lazos de pertenencia a un grupo en función de determinantes geográficos, con los imperativos de adaptación a entornos poco afines, se alza el entorno virtual y "millones de personas de todos los continentes participan también en los grupos sociales formados por intermedio de los ordenadores y conocidos como comunidades virtuales" (Rheingold,1996:15). La mayoría de los teóricos encuentran un concepto distinto que define estos ámbitos virtuales, Castells habla de “un espacio de flujos que sustituye al espacio en lugares" (2001:452), Bonder de un "terreno intangible al que se accede por medios tangibles" (2002: 29), Yus de un entorno "que es único en su sustitución de la red social real”, (2001:56), Echevarría define del Tercer Entorno (1999), para Sánchez hemos conquistado el Sexto Continente (2001). En definitiva un espacio sin territorios definidos que ha llevado a hablar de “desterritorialización” (Lévy, 1999). Para algunos no deja de ser una utopía, nuevas formas de control y descontrol, pero nada más. Para otros un espacio de relación al que se llega sin condicionantes, sin cuerpos y sus limitaciones de raza, sexo, capacidades físicas, sin cánones de belleza, sólo es necesario la capacidad de entrar, la posibilidad de “estar” asociada a limitaciones tecnológicas superables. No existen las distancias. ¿Utopía o realidad?.

Realidad e hiperrealidad
El ordenador “ha redefinido la función y la esencia del hombre” (Yehya, 2001:11). Ha modificado nuestros referentes. Frente a la televisión que nos daba un mundo hecho, sin posibilidad de modificar, de entrar y participar, la Red incita a la acción. La televisión nos mostraba el mundo real pero traspasada la pantalla del ordenador podemos preguntarnos si realmente aquello que observamos y que nos influye es real o sólo es una imagen proyectada de lo real. Para Verdú lo que "tocamos es lo real y aquello lo hiperreal" (1996:108) y la pantalla no es más que el límite entre la realidad real y la realidad virtual (Castells y Bofarull, 2002: 61).

La forma de ser y comunicar en la red difiere de los imperativos que se imponen en el mundo físico, "Internet se ha convertido en un significativo laboratorio social para la experimentación con las construcciones y reconstrucciones del Yo que caracterizan la vida posmoderna. En su realidad virtual nos autocreamos" (Turkle, 1997: 228-229). Si es un hecho que el hombre se ve reflejado en lo que mira y termina siendo lo que expresa, los nuevos territorios van a modificar lo que somos, sentimos y creemos. El paso a entornos virtuales como una forma cada vez mayor de vivencia está creando un hombre con necesidades diferentes.

No puede negarse la existencia de aquello que influye y tiene consecuencias, existe aunque no lo haga al mismo nivel que otras realidades. Lo virtual ha hecho poner en duda muchas verdades materiales, las bases de las transacciones virtuales son simbólicas y por tanto adquieren diferentes interpretaciones en función de los sujetos. Cada individuo recrea sus propios referentes.

De la cultura de masas al individuo
Los anteriores planteamientos analógicos han creado una cultura de masas sustentada en las influencias homogeneizadoras que tenían los contenidos audiovisuales concentrados en un número de referencias limitadas y por tanto de influencias, el paso a lo digital y la expansión de la red con su multiplicación de mensajes está haciendo que volvamos al concepto de individuo como elemento social clave. El hombre continúa siendo parte de una masa segmentada por gustos e intereses pero vuelve a recuperar su definición en ella.

En lo esencial, las masas actuales han dejado de ser masas capaces de reunirse en tumultos; han entrado en un régimen en el que su propiedad de masa ya no se expresa de manera adecuada en la asamblea física (…). En ella uno es masa en tanto individuo. Ahora se es masa sin ver a los otros (Sloterdijk, 2002:17).

Una sociedad moldeada por medios de comunicación cada vez más individualistas donde a veces la audiencia es sólo una persona.

El hombre vuelve a ser el centro de su universo, el status perdido por la sociedad de lo homogéneo, de los valores moldeados por los medios que lanzaban mensajes reducidos a grupos amplios, vuelve a recuperarse por un medio donde cada persona se relaciona como individualidad y tiene capacidad de lanzar su propio mensaje. Todo cabe en la red. La minoría ya no existe en su unión con otras minorías, no se pierde lo pequeño y lo grande ya no es tan grande, su influencia se diluye. Un nuevo tipo de censura se alza, frente a la negación del mensaje de las formas de control clásicas, tenemos la multiplicación de mensajes contradictorios. Frente a la censura por la eliminación del objeto está la censura por la saturación del objeto, la pérdida de un mensaje entre miles de mensajes.

Una posibilidad de estudio: La Ciberantropología
Ante esta nueva situación cabe preguntarse con qué realidades culturales se encuentra el antropólogo, qué problemas cabe plantearse y con qué instrumentos intelectuales, es decir, categorías, conceptos, teorías y valores se enfrenta a esta situación cambiante o de transición , y ¿cómo se vincula la Antropología a las nuevas tecnologías en el ámbito del ordenador y las ciencias cognitivas?. Al contestar a esta pregunta hacemos un poco de historia siguiendo el guión de la profesora MªJesús Buxó (1996: 418-419). Inicialmente - dirá- el ordenador ha interesado por su aplicabilidad al trabajo de campo en su calidad de base de datos, confección de listas de informantes, análisis de parentesco y redes etnosománticas, el procesamiento relacional de observación de comportamiento y datos cualitativos, el tratamiento estadístico y la elaboración de diversas simulaciones (Boone y Wood, 1992). A partir de la segunda mitad de los años ochenta y noventa, el énfasis se ha ido centrando en los ordenadores y la computación entendidos como procesos culturales y como agentes de cambio social. Vinculados a la Sociología de la Ciencia (Woolgar, 1985 y otros), y denominada actualmente Antropología de la Ciencia y la Tecnología, esta especialización se interesa por las construcciones sociales de las nuevas tecnologías tanto en su implicación como realidades histórico-culturales y formas dominantes de conocimiento como por las características sociales de los grupos de interés, los laboratorios de invención, los ingenieros y científicos en tanto que intérpretes relevantes en la forma de identificar los problemas y optar por técnicas y métodos. Además del interés por la construcción del conocimiento científico e ingeniero, se estudian también los efectos de tecnologías como, por ejemplo, el ordenador, sobre la gente y su interacción en diferentes ambientes laborales y domésticos (Hakken, 1993).

En 1992, se produce un hito importante para la Ciberantropología, sería en la conferencia anual de la American Anthropological Association en donde se afianzan los conceptos de cibercultura y ciberespacio y se define la cybor anthropology como el estudio etnográfico de las relaciones entre los hombres y las máquinas en el final del siglo XX en el que las nuevas tecnologías sirven como agentes de producción social y cultural. Se aborda la adaptación humana a las máquinas y otros aspectos relativos a la creación de nuevas dependencias entre países pobres y ricos, y la configuración de las nuevas marginalidades en las que unos colectivos quedan más afectados que otros como, por ejemplo, el trabajo electrónico asociado a la feminización de la pobreza.

En noviembre de 1995, en la reunión de la American Anthropological Association- continúa manifestando la profesora Mª Jesús Buxó- , estos estudios han crecido y se han reorientado en la dirección de investigar las comunidades electrónicas tanto desde la perspectiva de los contextos donde las tecnologías del ordenador se desarrollan, como la interacción entre los diseñadores y los usuarios y las comunidades que resultan de esa interacción, a veces imaginadas e inventadas, pero capaces de crear nuevas identidades, los cyborgs, los vecinos electrónicos así como vivir en regiones y comunidades que resultan de esa interacción. Y otras contribuciones orientadas a poner en evidencia cómo la etnografía puede contribuir a que las industrias entiendan mejor el contexto social del aprendizaje de la innovación en contextos concretos, como el laboral, los centros de enseñanza, el doméstico y el recreativo. En los primeros casos interesa la transformación de los procesos de trabajo, los tipos de apropiación y las formas y discrepantes de considerar el trabajo y la tecnología por parte de empresarios y trabajadores.

Los problemas del consumo, prestigio y educación, se tratarían en los años ochenta. Así, la compra del ordenador personal incluso para aquellos que no tienen ninguna necesidad práctica, pero que reproduce dentro de la unidad doméstica las relaciones de poder y prestigio. Las adiciones tanto en término de consumo de juegos, como la marginalidad del hacker cuyo aislamiento no es contra el sistema, sino orientado a romper el acceso de códigos restringidos e inaccesibles y con ello entrar en el sistema de redes informáticas como parte de su aventura y éxito personal. Ya en el comienzo del milenio, temas que importan a la antropología y sociología se muestran en los congresos virtuales que irrumpen en los portales tutelados -casi siempre- por entidades académicas. Entre ellos, el I Congreso Online del Observatorio para la Cibersociedad1 que se celebra en septiembre del 2002, con grupos de trabajo como: Cibercultura del gobierno digital; Cibercultura, gestión y políticas culturales; Ciberespacio e sociabilidade; Democracia y participación ciudadana en la sociedad interconectada; El investigador en la sociedad digitalizada; Fracturas sociales, fracturas digitales, etc.

La Ciudad Virtual de Antropología y Arqueología2, en sus congresos virtuales del año 1998, 2000, 2001 y 2002, con comunicaciones como: Cibercultura, ¿realidad o invención?; Ciberantropología, la expansión global de Internet; La palabra cibernética; Sobre la naturaleza de la realidad virtual; Internet como medio y objeto de estudio en antropología. El IX Congreso de Antropología de la FAAEE, de septiembre del 2002, dedica el simposio 4 a “Ciudadan@s de silicio, Ciudadan@s del ciberespacio: ¿Un nuevo campo social para las identidades colectivas?”, en el que se han admitido comunicaciones como:”Viajando sin brújula”. Reflexiones en torno a la experiencia etnográfica en chats: la Observación Participante on line; Cultura e Inteligencia Artificial: los chattestbots o cuando las máquinas hablan sin pensar; Creación, espacio y transgresión en Internet; Hacia una sociedad metafísica; La globalización como espacio de identidades y el “chauvinismo” aislacionista de la exaltación diferencial; Nuevas etnologías y ciberespacio: reformulaciones metodológicas. Este contexto ciberespacial es un campo de estudio donde podemos analizar la interacción de los individuos o informantes cibernautas y la creación de una denominada “cibercultura” en la Red.

Y, por último, otro ineludible tema de análisis antropológico son las repercusiones y transformaciones socioculturales que estas nuevas tecnologías y este nuevo mundo virtual están generando en el mundo real de algunos usuarios. El objeto de la ciberantropología o Antropología Ciborg, según Downey, Dumit & Williams (1995)3 sería: “En primer lugar, se debería ocupar de la ciencia y la tecnología contemporáneas como actividades culturales; el objeto sería observar y analizar detenidamente cómo es la gente y el discurso científico y cómo este se convierte en significativo en sus vidas cotidianas. En segundo lugar, se cuestiona la posición central que ha ocupado siempre la figura del ser humano en la antropología, proponiendo una alternativa crítica a este humano-centrismo abusivo; la máquina debería entrar a formar parte del objeto de la antropología, en tanto que creadora y modificadora de cultura. Por último, la Antropología Ciborg abordaría de qué modo las tecnologías llegan a participar como agentes productores y reproductores de los diversos aspectos de la vida social” (J. Mayans, 2000:2). Mª Jesús Buxó (1996:419), dirá: “esta situación controvertida y paradójica se resume en dos ámbitos de la construcción de la realidad, la ciencia y la cultura, en los que el incremento de la complejidad obliga a establecer una nueva concepción del saber para entender el problema nuclear de nuestra época: la articulación de la tecnociencia y el humanismo. El gran protagonista de este nuevo saber son las tecnologías inteligentes y la clave saber orientarlas científicamente y culturalmente”.

El método y las técnicas

Partiendo de la etnografía, veamos las peculiaridades que implica el objeto de estudio que hemos planteado, para ellos seguiremos la estela de lo aportado por Joans Mayans (2000:5). ¿Sentado en un ordenador se puede hacer investigación etnográfica?, si queremos realizar una investigación etnográfica sobre una comunidad virtual como puede ser un canal de chat en IRC -modalidad de espacio de conversación abierto, gratuito e instantáneo- no tenemos más remedio que realizar la mayor parte del trabajo de campo sentado ante un ordenador. Resulta - dirá J. Mayans, - “hasta cierto punto paradójico imaginar un disciplinado trabajo de observación participante en completa soledad y aislamiento físico. Del mismo modo que puede resultar sorprendente el hecho de disponer de todas las conversaciones, absolutamente todas, guardadas y transcritas perfectamente y al instante, con una corrección y detalle que para sí quisieran los más cientifistas y meticulosos de los etnógrafos. O el hecho de tener la posibilidad de asistir en plano de igualdad -aparentemente- a toda la vida pública de un grupo”.

La cara y la cruz de la moneda: soledad física y datos inmensos con muy poco esfuerzo, siempre y cuando nos fiemos de que esos datos son reales y no ficticios, puesto que su marco de observación es reducidísimo, puesto que se limita a la pantalla del ordenador. Y lo que fluye a través de ésta puede ser muy simple y básico, especialmente en comparación con las interacciones copresenciales que caracterizan cualquier objeto precedente. Sin embargo, tenemos que contar con todas estas peculiaridades y dificultades, ellas son el primer fruto de la etnografía on line y una muestra inequívoca de que estas investigaciones generarán debates metodológicos y de gran interés. Por otro lado, en la mayoría de las ocasiones, estos dilemas metodológicos son aún más importantes, por el mero hecho de que son dilemas compartidos por la comunidad indígena, por los usuarios en cuestión, estamos, de nuevo, inmersos en el universo del Otro, esta vez con los mismos problemas de espacio, tiempo, credibilidad y confianza, ya que no es solamente el investigador el que experimenta la inquietud de entrar en unas relaciones humanas intensas tan sólo a través del pequeño espacio de la pantalla de un ordenador.

El espacio queda supeditado a otros parámetros que si cabe aportan ventajas en la investigación, así vemos que en el espacio convencional “uno de los problemas fundamentales en el estudio de cualquier relación sociocultural y, al mismo tiempo, de los más desatendidos en su verdadera significación antropológica, es el de territorialidad. Su trascendencia radica en que el territorio es el sustrato espacial necesario de toda relación humana, y su problemática estriba en que el hombre nunca accede a ese sustrato directamente, sino a través de una elaboración significativa que en ningún caso está determinada por las supuestas condiciones físicas del territorio” (J.L. García, 1976:13). De otra forma, pero manteniendo el mismo esquema de espacio y tiempo, el profesor Fernández de la Rota (1994:64) llega a decir: “espacio y tiempo son dos campos semánticos en los que se apoya continuamente nuestra recíproca metamorfosis. El mismo reloj es ya una representación del tiempo a través de una analogía espacial. Este tipo de tareas de carácter metafórico las estamos realizando continuamente sin caer en la cuenta, se han convertido en metáforas muertas para nosotros”. Esa misma inquietud y esas mismas dudas las comparte el científico social con toda su comunidad de estudio. Gran parte de las dificultades que encuentra no son muy diferentes a las que encuentra cualquier usuario a la hora de vivir on line. De este modo descubrimos que nuestras propias dificultades metodológicas son, a la vez, un hallazgo muy significativo.

En segundo lugar, es complejo situarse como etnógrafo en la vertiente de un orden claro, teniendo en cuenta que la noción de espacio euclidiano y de tiempo al uso se derrumba. Ni siquiera puede asemejarse con las variedades de tiempo no-lineales o cíclicos que algunos antropólogos han subrayado en los llamados pueblos primitivos y, también en los pueblos pre-modernos. En la Red no existe el día ni la noche, como tampoco existen horarios locales, que tienden a invalidarse cuanto más heterogéneo es el grupo de usuarios. Sin embargo, no sólo el tiempo como variable contextual se vuelve un tanto inasible en la comunicaciones mediadas por ordenador, también lo hace, de alguna forma, en su interior. Desde estos parámetros, si la actividad que se produce en esta forma de comunicación es un flujo difícilmente temporalizable y donde no hay momentos de inicio ni final que sean válidos:

Nos encontramos que cualquier punto en el tiempo es tan significativo como otro cualquiera. Del mismo modo, y con las fronteras físicas/geográficas rotas por el empequeñecimiento del mundo que produce la tecnología, sumadas a la facilidad con que cualquier usuario se mueve de un lado a otro de Internet, frecuentando diversos espacios, incluso de forma simultánea, resulta que también cualquier lugar es tan significativo como otro cualquiera. Ante esta realidad, el etnógrafo del ciberespacio no tiene más remedio que escoger su tiempo/lugar de estudio de forma absolutamente arbitraria. Otra, por tanto, dificultad metodológica de primer orden ( J. Mayans, 2000:5-6).

Viejas y nuevas etnografías, se convierten en dos forma legítimas de hacer etnografía, en el ciberespacio nos encontramos con un espacio hecho de vectores, de conexiones, un mapa de líneas de recepción y comunicación de contenidos, plagados de nudos y grupos pírricos, a través de los cuales cada usuario va creando su propio espacio y su propio itinerario en el ciberespacio. Estamos hablando de usuarios, hombres y mujeres que forjan relaciones en forma de cultura, desapareciendo únicamente el concepto euclidiano de espacio. El Otro y el Tele-Otro se convierten en la misma meta a la que llegar y con las mismas técnicas si sabemos cambiar de contexto, la mirada y el sentido siguen estando como lo específico en un nuevo escenario que recrea el hombre en su mundo previamente. Esta es la naturaleza del ciberspacio, aquí es dónde debemos ir a buscar al Tele-Otro. La etnografía constituye un viejo método de trabajo e investigación perfectamente válido para aproximarnos a las nuevas tecnologías, una vez adaptado a las peculiaridades concretas con las que lo Ciborg nos desafía, desafío que en nada nos aleja del hombre como creador de la cibercultura.

Se nos pide a los “científicos sociales” que preveamos ese futuro en el que el tiempo se haga más grande precisamente al comprimirse el tiempo-espacio; se nos pide que nos dejemos llevar por la inteligencia de hoy a esos lugares sin nombre y sin destino; se nos pide mostrar el rostro que la biología va dibujando en la materia humana; se nos pide que inventemos el futuro precisamente con una nueva troncalidad: un espacio-tiempo de otro grosor.

Conclusiones
“De manera fundamental, el uso de los medios de comunicación transforma la organización espacial y temporal de la vida social, creando nuevas formas de acción e interacción” (Thompson, 1998:17). El presente nos sitúa en unas coordenadas espacio-temporales que deben su sentido a parámetros medidos por una comunidad cultural determinada, bien sean estos en los albores de la humanidad o en este tercer milenio. Precisamente debemos a “nuestra puesta en pie” la evolución posterior como especie sujeta a un espacio con posibilidades de ser recorrido, a un espacio físico que necesitó ser controlado desde una posición de la que nuestros antepasados no tuvieron: el reto era conseguirlo. El hombre en verdadera simbiosis con su cuerpo modifico este, desde las extremidades a su propio cerebro, todo lo demás fue creado y recreado en su nueva inserción como especie emergente. El tiempo biológico conformaba el ritmo de adaptación a lo exterior de él mismo, al espacio abrazado con nuevas manos hasta hacer indisoluble y relativo el espacio-tiempo. En ocasiones los ritmos se explicaron de formas diversas pero todas conscientes de ser misteriosamente inseparables. Hoy sabemos –gracias a Albert Einstein- que estos dos conceptos reales en nuestra mente están tan entrelazados, que sin ellos como soporte no seríamos capaces de ser lo que somos: expresión inteligente de la materia. El uno y el otro –relativamente- dialogan y en ese escenario compartido el hombre emerge con nueva conciencia.

Hoy el entramado espacio-tiempo se adueña –una vez más y como siempre- de nuestra percepción de lo que llamamos real, emergiendo el símbolo de lo real en lo que hemos llamado “virtual”. En ese contexto entonces emerge "un metahombre" que trasciende (Piscitelli, 1998, 85). Es, el único momento de la historia humana que nos confunde el propio suelo que pisamos; anteriormente el abismo de espacio-tiempo se dibujaba a través del misterio de la muerte siempre mitigada por creencias en la continuidad; hoy, decimos, que lo real se nos escapa en la virtualidad de otras realidades que sin llegar a definir nos muestran con claridad ese mismo entramado de tiempo-espacio que antes no cuestionábamos más que con la muerte. Lo virtual lo entrecomillamos para separarlo de lo que creemos como real, sin darnos cuenta que lo uno y lo otro han estado siempre con nosotros, con la única diferencia de parecer lo mismo, precisamente por ser el tronco cimentador la escenografía tiempo-espacio.

"Se producen fenómenos de mundialización de imaginarios (...) valores desterritorializados y a los que corresponden también nuevas figuras de la memoria" (Martín Barbero, 1998: 15). En el escaparate posible de un pequeño ordenador este concepto unificador tiempo-espacio, generan lo llamado realidad virtual, permitida precisamente por cambios en los parámetros que hasta ahora teníamos de estas dos dimensiones en una misma. El espacio prolongado en territorios que a través del tiempo cabria recorrer se contrae al absorber el tiempo –casi prescindiendo de él- y adueñarse de mil posibilidades de hacer. Espacio y tiempo germen del hombre en el actuar se aminoran hasta casi desaparecer cuando el hombre se adentra –gracias a su tecnología construida- en la mente de otros humanos al comunicarse y comunicarse. ¿Cómo seremos después? ¿Cómo seremos si de prolongarnos ante este nuevo artilugio que parece tragarse el tiempo-espacio? ¿Cómo somos ya?. "Cada cuerpo individual se convierte en parte receptora de un inmenso hipercuerpo híbrido y mundializado." (Levy, 1999; 30).

Nos hicimos hombres como especie al emerger erguidos frente a las sabanas africanas, desde ahí cobró sentido más de un millón de años descubriendo el territorio y forjando el tiempo histórico en los últimos 10.000 años. Será en el presente en lo que se ha venido en llamar la “revolución del ciborg”, la tercera gran revolución que ha tenido la humanidad, en donde las dimensiones troncales del existir –tiempo y espacio- modificaran, al igual que lo hicieron en el comienzo, al ser humano. Lo ciborg –hombre y máquina a la vez- será el engranaje básico a tener en cuenta desde la dimensión de la nueva cultura por hacer.

Theilar de Chardin, nos aportó, en la década de los cincuenta, el concepto “noosfera”, siendo éste un entramado de inteligencia que poblando la atmósfera interior estaría compuesta de toda la inteligencia humana como suma de las inteligencias individuales. Así nacería una superinteligencia que regiría el destino de los hombres; inteligencia que en el pensamiento de este autor es evolución de la propia materia. En el tiempo del tercer milenio volvemos la vista a la creación de la inteligencia compartida en la posibilidad técnica que nos permite ya las comunicaciones mediadas por ordenador: la Red. Es posible físicamente –desde lo no físico, o desde la escasez de materia que representa las pulsaciones digitales- la conexión en breve espacio de tiempo con otros humanos en territorios lejanos; tiempo y espacio contraídos en la creación social. Creación que es intercambio de hombres con hombres, de máquinas con máquinas.

El conocimiento generado por la inteligencia humana y expresado en forma de tecnología, nos conduce a cambios sustantivos. Cabe pensar que la inteligencia humana ganará en complejidad de forma exponencial y esto posibilitará artefactos más refinados que a su vez nos revertirán en formas de hacer y de ser. Los autores que se ocupan hoy del ciberespacio han abordado el tema del cuerpo tomando en cuenta la dimensión de traslación, posibilitado por las nuevas tecnologías de comunicación (Stone, 1991; Turkle, 1995; Levy, 1999; De Kerckhove, 1995 y 1997). El agrandamiento del cerebro ha sido –y previsiblemente seguirá siendo- uno de las modificaciones biológicas que a lo largo del tiempo nos ha hecho seres humanos. La visión global de los retos con los que tendrá que enfrentar nuestra especie será mantenido por muchos, democratizando tanto los problemas como las soluciones a los mismos.

La especie humana tiene la capacidad técnica de afrontar el futuro comprendiendo que la noosfera global ha de ser la suma exponencial de cada uno de los componentes de la misma. Se forjaran identidades específicas desde las posibilidades de la Red, a la vez que los valores nucleares de la convivencia serán más comunes que nunca. No es posible que sea de otra forma, el individualismo atrincherado en el yo no tiene sentido en un espacio-tiempo condensado e infinito; la inteligencia albergará necesidades de hermandad humana como soporte a la trilogía espacio-tiempo-hombre en humanidad, lo contrario parece pensamiento del pasado, espacio-tiempo en la amplitud de la sabana: enemigos a conquistar. La nueva dimensión une a las personas, cimenta las inteligencias en necesidad mutua y específica, haciendo del futuro un lugar más común, más posible en la creación compartida y uniforme a la vez que específica y única en sí misma. Esperanza, por tanto, por el salto evolutivo que representan los nuevos tiempos.


Notas:

1 <http://cibersociedad.rediris.es/congreso/index.html>
2 <http://www.antropologia.com.ar/>
3 <http://cibersociedad.rediris.es/mayans/nuevas.htm>


Referencias:

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Buxó I Rey, M. J. (1996): Antropología, prospectiva y nuevas tecnologías. Ensayos de Antropología Cultural. Homenaje a Claudio Esteva-Fabregat. Barcelona: Ariel.
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Dra. Tatiana Millán Paredes
Profesora Titular Interina, Área de Comunicación Audiovisual, Universidad de Extremadura, España
Dr. Domingo Barbolla Camarero
Profesor Titular, Departamento de Psicología y Sociología, Universidad de Extremadura, España