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Por Javier Trabadela
Número
45
Resumen
En
los últimos años hemos asistido
a la transformación digital de muchos
elementos en nuestra vida cotidiana. La utilización
de la nueva tecnología ha propiciado,
en la mayoría de los casos, una simplificación
de complejos y laboriosos procesos en diferentes
ámbitos. En el caso de la fotografía,
la implantación y extensión a todos
los usuarios de la tecnología digital
ha significado un cambio muy importante y no
tanto porque ha cambiado el instrumento –la
cámara–, sino porque se ha producido
un cambio de mentalidad y de forma de realizar
las fotografías. Ahora el autor controla
todos los procesos creativos: desde la selección
de la realidad, hasta la imagen final.
El objeto de estudio de este artículo
será el apuntar sucintamente algunos de
los cambios que se han producido en la forma
en la que trabajan los fotógrafos hoy
en día, derivados de la digitalización
del proceso, centrándonos en los aspectos
no tanto tecnológicos, como los cambios
que en la práctica fotográfica
han provocado la aparición de la cámara
y del laboratorio digitales.
En cuanto a las referencias utilizadas, por desgracia
no hay muchas fuentes que hayan abordado el tema
desde el punto de vista de la praxis fotográfica,
sino más bien desde el uso del aparato
tecnológico, por tanto me fundamentaré
en fuentes bibliográficas genéricas
sobre imagen y fotografía, así
como en la propia experiencia personal como fotógrafo
profesional.
Antecedentes
del cambio de la fotografía tradicional
a la digital
En el siglo XX
se produjo una auténtica revolución
industrial y, con el consiguiente cambio tecnológico,
se empezaron a demandar nuevos sistemas de procesamiento
y transmisión de la información.
Surgieron nuevos medios de comunicación
basados en un primer momento en la tecnología
electrónica mal denominada analógica
y, posteriormente, en la digital.
Fueron la aplicación
de la imagen electrónica, con el nacimiento
de la televisión en los años 30,
y la aparición de un soporte donde registrarla,
con los grabadores de imágenes en cinta
(VCRs) a partir de los 50, junto con la necesidad
de aplicar la tecnología de las imágenes
electrónicas a medios de transmisión
de información inalámbricos (para,
por ejemplo, enviar fotos de la Luna desde un
satélite en el espacio a la Tierra) los
que sentaron las bases de la aparición
de la fotografía digital.
Las primeras
cámaras fotográficas digitales
surgen en las factorías de las distintas
empresas en los años 70, que se van desarrollando
simultáneamente a las mejoras que se van
introduciendo en las cámaras tradicionales:
microprocesadores, autofoco, flash incorporado,
etc.
Asimismo, se
desarrollan paralelamente los ordenadores y en
la década de los 80 aparecen los primeros
ordenadores personales que empiezan a llegar
a los hogares y suponen un cambio en los hábitos
personales, fundamentalmente de los adolescentes.
En la misma
década se perfeccionan las cámaras
digitales, apareciendo las que incorporan algún
tipo de dispositivo de almacenamiento extraíble
de las imágenes digitales, como es el
caso de la Mavica de Sony, que permite guardar
las fotografías en un disco de tres pulgadas
y media y, por tanto, utilizarlo directamente
en el ordenador personal.
En estos años
y en los siguientes las cámaras tradicionales,
que usan carretes de película fotográfica,
van implementándose, especialmente las
cámaras denominadas “compactas”,
que son cámaras muy pequeñas, de
visor directo, sencillas de manejar y con multitud
de prestaciones, ya que se les incorporan funciones
que hasta ese momento eran únicas de las
cámaras réflex de objetivos intercambiables:
diferentes velocidades de obturación,
diferentes posibilidades de abertura de diafragma,
un objetivo zoom incorporado –no extraíble–
con distintas distancias focales, temporizador
de disparo, etc.
En los años
90, debido a la constante investigación
que realizan las marcas fotográficas e
informáticas (se incorporan a este mercado
varias empresas que no tenían tradición
fotográfica), se dan constantes innovaciones
en las cámaras digitales, que, además
de concebirse para profesionales –como
ocurría en décadas anteriores–,
empiezan a fabricarse pensando en el consumidor
aficionado a la fotografía, empiezan a
ser relativamente asequibles y de un uso muy
sencillo, ya que se tiende a fabricar cámaras
digitales “compactas” por la posibilidad
de implantación que ofrecen y por el éxito
que habían tenido la “compactas”
de carretes.
Se sigue trabajando
en los soportes de almacenamiento y se desarrollan
las tarjetas de memoria extraíbles, comercializando
cada marca su propio formato de memoria. El almacenamiento
de las imágenes en formato digital había
sido uno de los problemas fundamentales para
el desarrollo de esta tecnología, ya que
sí que existían previamente las
imágenes electrónicas y la forma
de almacenarlas en cinta magnética, pero
no existía un soporte estándar
de reducido tamaño donde guardarlas.
Pero no es hasta
principios de la década actual, cuando
las cámaras digitales se universalizan
en los países más desarrollados
y se convierten en uno de los bienes de consumo
más demandados. Además se empieza
a producir un proceso de convergencia de medios,
de tal forma que, por ejemplo, se incorporan
cámaras digitales a los móviles
se empiezan a estandarizar las tarjetas de memoria,
se empiezan a comercializar los visores portátiles
de fotografías (que suelen ser también
discos duros portátiles) etc., lo que
va a revolucionar la forma de crear y compartir
imágenes.
No obstante,
en toda la transición de un sistema a
otro, ha habido –y aún continúa
habiéndolos– muchos fotógrafos
profesionales y aficionados que son reticentes
a cambiar sus cámaras tradicionales por
aparatos digitales. Muchos esgrimen el argumento
de que la fotografía digital no es lo
mismo que la tradicional y que la calidad aún
no es la misma (cuando la calidad de la fotografía
digital ya es similar o superior a la tradicional);
otros simplemente no se fían y no quieren
hacer fotografías que no tienen físicamente
en sus manos o que no pueden archivar en sus
álbumes de negativos o diapositivas y,
además, ponen en duda sus perspectivas
de futuro: dicen que los archivos informáticos
no durarán mucho, que cambiarán
los formatos, que no se fían de los soportes
ópticos para su almacenamiento, etc. En
fin, como cada vez que hay cualquier cambio,
los usuarios profesionales tienden a seguir utilizando
lo que conocen y son a priori reticentes al cambio.
Sin embargo,
los usuarios no profesionales, los fotógrafos
amateur, han sabido ver las claras ventajas que
ofrece la fotografía digital y prefieren
invertir algo más de dinero en una cámara
compacta digital que en una tradicional. Además,
se encuentran con que cada vez hay más
dificultades para seguir con sus cámaras
tradicionales ya que, por ejemplo, empieza a
ser complicado conseguir determinado tipo de
carretes de película o pilas específicas
para las cámaras que tienen ya unos años
o cualquier accesorio específico de la
fotografía convencional.
En definitiva,
“Tal y como los fotógrafos del siglo
XX fueron adaptándose a las nuevas técnicas
de revelado e impresión fotográficos,
tenemos ahora que someternos a la tecnología
digital.” (Sánchez & De Lope,
2003, p. 23).
Las
innovaciones técnicas de las cámaras
digitales
De todos es sabido
que las cámaras digitales incorpora diversos
dispositivos que suponen un cambio importante
respecto a las cámaras fotográficas
tradicionales. Esos dispositivos no van a ser
objeto de estudio aquí ya que prácticamente
todo lo que se suele publicar sobre fotografía
digital hace referencia a los mismos. Sin embargo
sí veremos con posterioridad la influencia
que esos cambios tienen en la práctica
fotográfica.
El primer cambio
y más evidente, es el cambio de soporte
de las imágenes. Se ha producido la desaparición
de la película fotográfica en las
cámaras digitales, siendo sustituida por
algún dispositivo de almacenamiento de
datos: memoria interna, tarjeta de memoria extraíble,
soporte óptico o magnético, etc.
Otro cambio
muy importante, derivado del anterior, es que
ahora las cámaras incorporan un “conversor”
de imagen lumínica a imagen electrónica
y de ésta a información digital,
que es el sensor, en sus diferentes tipologías
y tamaños y los dispositivos de procesado
que contiene la cámara.
Entre los principales
cambios, también hemos de destacar la
incorporación de una pequeña pantalla
electrónica (LCD) que, en la mayoría
de los casos, hace las veces de visor y que nos
permite ver / revisar las imágenes.
Por último,
no podemos olvidar que el cambio a lo digital
ha supuesto, primero que no se vaya perdiendo
calidad en los procesos de copiado de una generación
a otra y, segundo, que se reduzca el tiempo de
procesado a prácticamente cero, es decir,
se puede decir que la fotografía digital
nos permite realizar, ver y enviar las imágenes
de forma casi instantánea.
Hay otros muchos
cambios que han supuesto diferencias en la forma
en la que los fotógrafos toman las imágenes,
pero los anteriores son los que tienen repercusiones
más importantes, repercusiones que, como
hemos dicho anteriormente, con frecuencia no
son tenidas en cuenta.
La práctica
fotográfica con cámaras tradicionales
El proceso fotográfico
en las cámaras tradicionales era un proceso
básicamente lineal, entendido como un
procedimiento en el que había que tomar
una serie de decisiones en cuanto al soporte,
el tipo de película, en función
de las necesidades del fotógrafo y en
función de las características
de la imagen final que quisiéramos obtener.
Es decir, una vez tomada una decisión,
esa elección condicionaba el proceso siguiente
y éste el ulterior. Asimismo, se debían
hacer todas las fotos una a una, en el mismo
formato, y acabar el carrete –o cambiarlo
por otro, lo cual era laborioso y se corría
el riesgo de perder lo ya hecho–, para
poder hacer otro tipo de imágenes o cambiar
a otra situación radicalmente diferente.
Otra característica
de la fotografía tradicional es que la
imagen era latente, es decir, eran imágenes
que se sabía que estaban presentes en
la película pero que no se podían
ver hasta que fueran llevadas al laboratorio
para ser reveladas y positivadas (en el caso
de utilizar película negativa), lo que
ocasionaba muchos problemas a los fotógrafos
porque no podían comprobar in situ lo
que había hecho, pero que dotaba a la
fotografía de una cierta magia que aún
hoy echan de menos muchos fotógrafos que
utilizan cámaras digitales.
Debido al considerable
coste económico de la fotografía,
los fotógrafos que utilizaban métodos
tradicionales (cámaras convencionales
de película), tendían a rentabilizar
al máximo los carretes, con algunas excepciones,
como cuando, por ejemplo, se hacían de
fotos importantes varias exposiciones con pequeñas
variaciones para asegurarnos tener la imagen
bien en cuanto a luz.
En el procedimiento
fotográfico químico se corrían
muchos riesgos ya que había muchos momentos
en todo el proceso en los que podíamos
perder las imágenes. En primer lugar,
se podía estar utilizando un carrete de
película defectuoso o que hubiera caducado
y, hasta que se revelara, podía ser velado
al ser expuesto accidentalmente a la luz (abriendo
la tapa o al sacarlo de forma inadecuada). También
influía la conservación de los
carretes, dónde se guardaba la cámara
y cuánto se tardaba en llevar a revelar
los carretes.
Los fotógrafos
controlaban el proceso creativo precisamente
hasta ahí, hasta que dejaban el carrete
en un laboratorio para que lo revelaran. Eso
implicaba que posteriormente las fotografías
podían sufrir algún cambio, con
frecuencia en lo referente al encuadre y a la
exposición y el color de la imagen final.
Todo dependía de la profesionalidad del
laboratorio, pero era habitual que las imágenes
nos las dieran cortadas en los bordes y con la
luz y los colores diferentes a como los queríamos,
en definitiva, la imagen que obteníamos
no se correspondía en muchos casos con
la imagen que nosotros habíamos visto
al tomar la fotografía, ni siquiera en
el caso de las diapositivas que requerían
un procesado menor.
El tiempo que
se necesitaba desde que se hacía la foto
hasta que el fotógrafo se desplazaba físicamente
al laboratorio y esperaba el procesado de los
carretes era, como mínimo, de más
de una hora.
Además,
se tenía el problema de que la calidad
descendía al hacer una copia de una copia
(con las generaciones) y el hecho de manipular
el original implicaba, por mucho cuidado que
se tuviera con el negativo, un cierto deterioro
por su uso. La conservación también
era un reto, ya que todos los originales fotográficos
se iban deteriorando con el paso de los años
(de décadas).
La práctica
fotográfica con cámaras digitales
Todo
el proceso descrito anteriormente ha cambiado
casi en su totalidad. El motivo principal ha
sido el cambio tecnológico, pero también
se está produciendo, como vamos a ver,
un cambio de mentalidad a la hora de realizar
las fotografías.
La sustitución
del carrete fotográfico por la tarjeta
de memoria ha hecho que fotografiar deje de ser
un proceso en cierta medida lineal para pasar
a ser un procedimiento en el que las decisiones
que se tomen para una fotografía concreta
no tienen que afectar necesariamente a la siguiente.
Mientras que en la fotografía convencional
si se seleccionaba, por ejemplo, un carrete de
sensibilidad ISO 400 había que acabarlo
o cambiarlo si queríamos pasar a otra
situación que nos demandara otro tipo
de película, con las cámaras digitales
podemos ir cambiando la sensibilidad de la “película”
foto a foto, simplemente mediante un ajuste en
el menú, ya que se va modificando la respuesta
del sensor a la luz y del procesado de las imágenes.
Además, en fotografía digital se
puede detener el proceso donde se quiera y volver
a retomarlo donde acabó o volver a empezarlo
desde el principio si fuera preciso.
Por otro lado,
el uso de la pantalla LCD que tienen la mayoría
de las cámaras digitales ha supuesto una
revolución de la fotografía. Antes,
como hemos visto, se mantenía una cierta
expectación por el resultado desde que
se había hecho la fotografía, hasta
que se recogía el resultado final en el
laboratorio. Con la digitalización de
la fotografía y la incorporación
de las pantallas a las cámaras, esa expectación
desaparece totalmente y el fotógrafo se
encuentra con imágenes patentes que, por
ejemplo, puede repetir si no le gusta el encuadre,
la exposición, etc.
El hecho de
que ya no sea necesario que los fotógrafos
vayan al laboratorio a que revelen y positiven
sus fotografías, sino que lo puedan hacer
por sí mismos en su propio laboratorio
digital, –en su casa con un ordenador personal
y una impresora–, permite que el creador
pueda controlar todo el proceso desde el inicio
hasta el final, pudiendo hacer las modificaciones
de las imágenes que sean necesarias para
conseguir una imagen lo más fiel posible
a la imagen que esa persona vio originariamente
(si es eso lo que se pretende), o lo contrario,
(si se pretende que la imagen se desmarque de
la realidad).
Como es lógico,
no todo son ventajas y, al igual que existía
el riesgo en la fotografía convencional
de que se perdieran las fotografías por
un carrete defectuoso o caducado o que se velara
después, existe un riesgo similar en fotografía
digital ya que, podemos utilizar una tarjeta
de memoria que esté defectuosa o que se
pueda deteriorar según la vamos utilizando.
Puede ser también que borremos los archivos
fotográficos por error –en la tarjeta
mientras que la tenemos en la cámara y,
por ejemplo, las revisamos o en el propio ordenador–,
o también puede ser que se pierdan los
datos al adquirir formato la tarjeta, al extraer
la tarjeta de la cámara o en otras situaciones.
Por tanto, es una situación parecida (hay
menor riesgo en la fotografía digital)
con la única diferencia de que han cambiado
los elementos.
Sigue también
existiendo el problema del laboratorio, en este
caso digital, ya que la mayoría de los
usuarios sigue enviando sus fotos a positivar,
entre otras cosas, porque no es rentable imprimir
las fotografías digitales en casa, ya
que cada copia sale mucho más cara: hay
que comprar el papel especial para fotografías,
se gasta mucha tinta y la durabilidad de la copia
es muy limitada, debido al uso de tintas acuosas
que se deterioran a los meses o pocos años,
especialmente si se dejan en lugares con mucha
luz natural. Al enviar las fotos a positivar
a un laboratorio digital comercial, de nuevo
se tiene el problema de cómo quedarán
los colores, si bien ahora no debería
haber reencuadres ni cambios de exposición,
puesto que, por lo general, el fotógrafo
lleva las imágenes digitales ya ajustadas
y retocadas, listas para ser impresas.
Cambios
más allá del aspecto tecnológico
Pero,
¿son todas estas modificaciones técnicas
la panacea de la creación de la imagen?
¿Ha habido cambios a la hora de realizar
las fotografías determinados por la digitalización
del proceso? ¿Y son exclusivamente cambios
tecnológicos? ¿Y los cambios tecnológicos
son todos ventajosos?
Es lícito
pensar que la tecnología digital no nos
asegura realizar buenas fotografías y,
también, que sí ha habido cambios
a la hora de fotografiar derivados del cambio
tecnológico siendo básicamente
de metodología y que también ha
habido cambios incluso a nivel perceptual, aunque
desconocemos que se haya realizado ningún
estudio serio sobre el tema. Al no haber encontrado
referencias bibliográficas sobre el tema
a tratar, como adelantaba en el resumen de este
artículo, he fundamentado en gran medida
la exposición de esos cambios en la experiencia
personal como fotógrafo con ambas tecnologías.
De entre los
posibles cambios que se están produciendo
en la práctica fotográfica, derivados
de la digitalización del proceso creativo
fotográfico, podríamos destacar
los siguientes:
a) Desaparece
el condicionante de la película fotográfica
considerada como limitadora de la creatividad
–como hemos visto, la elección
de una película no condiciona el resultado
de todas las imágenes, ni determina cuándo
empieza o termina la sesión creativa–.
b) El
hecho de que desparezca la película influye
en el creador de forma que, como con esta tecnología
tomar fotografías es “gratis”,
se suele tender a no “economizar”
a la hora de realizar fotos, es decir, mientras
que con la fotografía convencional, los
fotógrafos se cuidaban mucho de hacer
las fotos justas y necesarias para obtener el
resultado previsto, aquí no va a haber
límites excepto el número máximo
de archivos que permitan guardar las tarjetas
de memoria que se utilicen. Todo ello es una
ventaja ya que, por ejemplo, se pueden realizar
múltiples exposiciones de una misma imagen
para asegurarnos que el resultado va a ser bueno,
pero deriva, también, en una pérdida
de “fiabilidad” del fotógrafo,
quien se vuelve “cómodo”
y prefiere, por ejemplo, hacer muchas fotos
iguales con distintas exposiciones que detenerse
a exponer correctamente la imagen.
c) Relacionado
con el punto anterior, el hecho de que el proceso
creativo del fotógrafo no termine tras
realizar las fotografías, como ocurría
antes –a no ser que el fotógrafo
tuviera su propio laboratorio químico
y su propio cuarto oscuro donde revelar y positivar–,
suele condicionar también el proceso
creativo. Al igual que sucede con el número
de fotografías, que con la digitalización
aumenta exponencialmente, como se pueden ajustar
y retocar las imágenes en casa después
de hacerlas, el fotógrafo tiende a relajarse
en el momento de la toma y, como conclusión
general se puede decir que el archivo “original”
pierde calidad intrínseca con respecto
a las imágenes químicas. El fotógrafo,
sabedor de que puede mejorar el original en
su ordenador, no suele preocuparse por obtener
el mejor original posible, la mejor foto posible,
–que debería ser el principal objetivo
de cualquier creador: tener el mejor punto de
partida–.
d) Otra
diferencia fundamental en la concepción
de la imagen es que la imagen convencional,
por lo general, era creada como un todo, siendo
la imagen en su totalidad el principio y fin
de la creación. Sin embargo, la imagen
digital se caracteriza por su fragmentación,
porque normalmente es concebida con fines integradores
en otras imágenes más complejas
o como imagen receptora de otras imágenes
fragmentadas. Es decir, la imagen digital en
su totalidad o segmentada, se convierte en un
elemento más del alfabeto visual.
e) Partiendo
de la base de que la digitalización de
la fotografía ha simplificado todos los
niveles del proceso de la toma de imágenes,
por todo lo anterior podemos decir que, en términos
de trabajo personal del fotógrafo, la
fotografía digital implica una dedicación
mayor de tiempo por parte del fotógrafo
tras haber hecho la foto. El creador ha de descargar
las imágenes en el ordenador, ajustarlas,
seleccionarlas, clasificarlas, prepararlas para
la impresión si es ése el destino
final, etc. Esto, como hemos visto, tiene la
ventaja de que se controla el proceso pero,
también, la desventaja, de que se invierte
un tiempo mayor en cada imagen.
f) El
hecho de que tengamos la posibilidad de revisar
las imágenes en la pantalla LCD en el
momento de la toma de la fotografía es
algo muy útil, pero también tiene
un aspecto muy negativo.
Hay un dicho clásico en fotoperiodismo
que es algo así como “si ves la
fotografía es que no la has hecho”,
queriendo decir que si se estaba viendo una
buena fotografía a través del
visor de la cámara es que la fotografía
no se estaba registrando en la película
–y por eso se podía ver a través
del espejo–. Tras la digitalización
del proceso y la incorporación de pantallas
de cristal líquido en las cámaras
digitales, se podría sustituir ese dicho
por otro que fuera más o menos así:
“si estás viendo la fotografía
anterior te perderás la siguiente”.
Muchas veces, y no creo que haya algún
fotógrafo al que no le haya ocurrida
ninguna vez, no hacemos una buena fotografía,
nos la perdemos, porque en ese preciso instante
estábamos revisando en la pantalla las
fotografías tomadas con anterioridad.
g) Las
concepciones de la fotografía como index
(Dubois, citado en Zunzunegui, 1998, p. 141),
o como reflejo de la realidad, parece ser que
han finalizado, si no lo habían hecho
ya anteriormente, con la fotografía digital.
Sin embargo, de nuevo, hay que decir que la
digitalización de la fotografía
ha permitido facilitar ciertos procesos, pero
eso no implica necesariamente que los procesos
sean novedosos o que no existieran previamente
con la fotografía convencional.
h) El
hecho de que estemos hablando de tecnología
digital, implica que se pueden hacer copias
de fotografías perfectas, independientemente
de en qué generación nos encontremos,
sin que haya pérdida alguna de calidad.
Siempre se corre el riesgo de que pueda haber
un defecto en el proceso de copiado en algún
archivo intermedio, pero no es lo habitual.
Esto tiene muchas implicaciones, pero la primera
y más evidente es que nos permite compartir
las imágenes digitales con tantas personas
como queramos y sin ningún coste directo.
Otra consecuencia de ello es la autoría.
Es uno de los frentes más importantes
abiertos hoy en día relacionados con
los archivos digitales. Si un fotógrafo
ha hecho un autorretrato de él y unos
amigos y se lo ha enviado a ellos, ¿cómo
podrá demostrar que esa fotografía
la ha realizado él? Éste es un
caso muy particular, pero pensemos en otro ejemplo
diferente: si un fotógrafo ha tomado
una imagen muy valiosa de un animal en peligro
de extinción y se la envía al
parque natural encargado del cuidado de este
tipo de animales para que forme parte de su
archivo, en el futuro, si alguien ve esa fotografía,
¿sabrá que es obra del fotógrafo
y no de la institución? En definitiva,
antes se podía “demostrar”
en cierta medida la autoría, por ejemplo,
presentando los negativos originales de una
determinada copia (de hecho era condición
habitual y obligatoria en cualquier concurso
fotográfico a la hora de que le concedieran
premios a los fotógrafos), pero ahora,
si el fotógrafo comparte los archivos
originales, en su máxima calidad con
otras personas, ¿quién le dice
que esas personas, que tienen un archivo idéntico
al suyo, no se van a apropiar de su autoría?
Se han conseguido y se siguen buscando medios
tecnológicos que permitan añadir
una firma digital a los archivos de fotografía
digital, aunque seguramente existirá
el peligro de que alguien cree el programa con
fines “opuestos” que permita modificar
dicha firma.
Una de las recomendaciones que se suelen dar
en relación a esto es que nunca se compartan
las imágenes a su calidad original, sino
que se reduzcan en tamaño y/o en calidad
previamente a ser enviadas a alguien, de tal
forma que el fotógrafo se asegure el
custodiar el archivo con el tamaño y
calidad mejores.
i) Relacionado
con los dos puntos anteriores, sí es
cierto que es quizás ahora cuando mayor
importancia cobran los aspectos éticos
y de control relacionados con la imagen. Al
haberse simplificado los procesos de manipulación
de la fotografía, cabría pensar
que no siempre se manipularán las imágenes
digitales con fines legítimos, por tanto,
se hace necesario que se tracen unos límites.
Es evidente que esto es mucho más importante
en algunos ámbitos o géneros fotográficos,
ya que no será lo mismo llevar al límite
las posibilidades de manipulación en
fotografía artística que en fotografía
de prensa (donde se pretende conseguir transmitir
la veracidad de los hechos que han tenido lugar
en algún lugar –y en donde suele
haber códigos éticos normalizados–).
Pero, aun en el caso de la fotografía
artística que parece que se podría
admitir cualquier cosa por sus fines claramente
creativos, aunque seguramente sí es legal,
¿sería legítimo, por ejemplo,
cambiar partes de un cuerpo de una persona y
ponerlas en otra? ¿Y qué pasaría
cuando esa persona se viera modificada hasta
ese punto? Es cierto que esto ha venido ocurriendo
secularmente por ejemplo en pintura, pero la
cuestión está en que la fotografía
siempre implica o ha implicado –por lo
menos hasta ahora– una cierta relación
de analogía entre la imagen y el referente.
j) Según
la clasificación que hacen los profesores
Villafañe y Mínguez (1996, pp.
55 y siguientes) de las imágenes en relación
a su definición estructural, las imágenes
fotográficas convencionales se encuadrarían
dentro de las imágenes fijas y aisladas.
Sin embargo, las cámaras fotográficas
nos permiten también grabar imágenes
móviles, secuenciales e incluso sonoras,
lo que nos otorga muchas más posibilidades
creativas. Se tiene la posibilidad de crear
archivos de audio o de vídeo, también
ráfagas de fotos (ya se podía
hacer en fotografía tradicional), pero
es que ahora se suele incluir un software que
facilita unificar las fotos aisladas tomadas
a modo de ráfaga una detrás de
la otra con un breve intervalo de tiempo, en
una única imagen (por ejemplo, para hacer
fotografías panorámicas).
k) La
fotografía digital implica un control
preciso de todos los elementos técnicos
inmersos en el proceso de creación. Ésta
suele ser otra de las razones por las cuales
algunos fotógrafos son reacios a la digitalización
ya que, en muchos casos, piensan que no van
a ser capaces de adaptarse a todos estos aparatos
a priori complicados. Al final, lo que suele
ocurrir, es que los dispositivos no son tan
complicados como puedan parecer, pero sí
exigen cierta pericia o, al menos, estar acostumbrado
a su uso. Hay que recordar que, como mínimo,
un fotógrafo “digital” deberá
conocer cómo funciona la cámara
digital y los sistemas de almacenamiento de
los archivos: las tarjetas de memoria. A partir
de ahí, tendrá la opción
de llevar directamente la tarjeta a un laboratorio
para que le impriman las fotos digitales o podrá
trabajar en su propio laboratorio digital, para
lo cual deberá saber manejar el ordenador
y sus periféricos, especialmente la impresora.
Todo esto está relacionado con otro aspecto
muy importante de la fotografía digital:
el control de la imagen. Hasta ahora, si se
trabajaba con una cámara convencional
se sabía que midiendo bien la luz y si
la exposición era la adecuada, se podía
obtener una imagen correcta en cuanto a luz
y color (salvo lo ya comentado con anterioridad
de pequeñas variaciones en los laboratorios).
Sin embargo, en la fotografía digital,
hay muchos más parámetros y pasos
intermedios que debemos tener en todo momento
perfectamente controlados. Para controlar la
luminosidad y el color de las imágenes,
debemos ajustar adecuadamente todos los elementos
que nos sirven para ver u obtener las imágenes,
empezando por la pantalla LCD de la cámara,
siguiendo por el monitor del ordenador y terminando
por la impresora. De nada sirve tener una imagen
que se vea correctamente en la pantalla de la
cámara si luego resulta que la pantalla
está mal ajustada, estando, por ejemplo
muy oscura (nos saldrían todas las fotografías
sobreexpuestas ya que las haríamos con
más luz de la necesaria con el fin de
verlas bien en la pantalla). Lo mismo sucedería
con el monitor, si tenemos el color, el brillo
o el contraste mal ajustados, ajustaremos todas
las imágenes mal y no obtendremos buenos
resultados. El caso de la impresora es el más
evidente, puesto que si no la ajustamos bien
los colores saldrán completamente diferentes
a lo que vemos en la pantalla (que de por sí
será diferente porque la tecnología
usada para la reproducción de a imagen
es completamente distinta).
l) Otro
condicionamiento de la fotografía digital,
al menos en la mayoría de las cámaras
de gama media-baja actuales (aunque siguen mejorando
con los años), es que la toma de la fotografía
no es inmediata, ya que existe un retardo desde
que se aprieta el botón de disparo hasta
que realmente se hace la fotografía.
Esto es debido a que la cámara necesita
procesar la orden que le hemos dado. Como digo,
este tiempo se ha ido reduciendo con la evolución
de las cámaras, hasta el punto de que
hoy en día es ya casi imperceptible en
las cámaras nuevas y es previsible que
desaparezca totalmente.
Es evidente que este defecto condiciona notablemente
la toma de imágenes ya que, por ejemplo,
si se realizan fotografías de acontecimientos
deportivos, puede ser que desde que se aprieta
el botón hasta que realmente se haya
hecho la foto, haya pasado el momento que al
fotógrafo le interesaba capturar.
m) Por
último, y éste es un cambio que
aún no se ha producido pero que es previsible
que tendrá lugar en pocos años,
es el cambio en la materialidad de la imagen
última: la fotografía.
De momento, cuando se hacen fotografías,
se piensa fundamentalmente en obtener una copia
en papel que luego se puede enseñar o
guardar en un álbum o incluso enmarcar.
Pero la fotografía digital, al no ser
“material”, está avocada
a no estar representada en una superficie física
como pueda ser el papel, sino más bien
a una superficie lumínica como puedan
ser pantallas de cristal líquido, proyecciones
sobre superficies texturazas o transparencias
o monitores.
Si pensamos por un momento en la cantidad de
fotografías digitales que se han hecho
y que sus autores guardan en discos ópticos
(CD o DVD) o en los discos duros de los ordenadores
y que sólo son vistas en el monitor del
ordenador por su autor y en contadas ocasiones,
nos daremos cuenta que la naturaleza de la imagen
digital derivará en un cambio también
de usos y costumbres en los usuarios de esas
imágenes, de forma que aparecerán
(ya lo están haciendo) nuevas formas
de difusión de esas imágenes,
por ejemplo los “marcos” digitales,
donde nosotros, en lugar de tener una única
foto enmarcada colgada en la pared o sobre un
mueble del salón, tendremos cientos o
miles de ellas en un único “marco”
que podremos cambiar según nuestros gustos
o estados de ánimo o podrán por
sí solas ir variando a modo de presentación
de diapositivas.
Conclusiones
En estos últimos
años se ha venido produciendo, primero,
la transición de la fotografía
convencional a la fotografía digitalizada,
y, finalmente, a la digital. La tecnología
digital ha simplificado y facilitado procesos
de manipulación que no nos deben asustar,
puesto que siempre se han podido hacer en el
laboratorio químico, ocurriendo que ahora
se realizan con un simple “clic”
del ratón del ordenador. Lo que sí
nos plantea esta circunstancia es el reto de
ver cómo va evolucionando el uso de esos
recursos técnicos y cuáles van
siendo los condicionamientos éticos personales
de los fotógrafos.
Los cambios
tecnológicos del instrumento fotográfico,
de la cámara, son evidentes, pero lo que
a veces no es tan evidente es que esos cambios
están influyendo decisivamente en la manera
en que los fotógrafos toman las fotografías,
perdiéndose precisión y exactitud
en la toma de las imágenes originales,
relegándolas a procesos ulteriores de
ajuste y retoque. Por otro lado, los programas
de ajuste y retoque fotográfico son ya
tan precisos y sencillos de usar que nos atreveríamos
a decir que la tendencia futura es precisamente
ésa: la acomodación o relajación
del creador en el momento de la toma de la imagen,
con la certeza de que se podrá resolver
cualquier problema con posterioridad en el “laboratorio
digital”. Se trataría de obtener
una “materia prima” con unas condiciones
suficientes para que luego pueda ser transformada
en el “laboratorio digital”.
Además
de este descenso de la precisión técnica,
tiene lugar otro problema importante y que, por
mucho que avance la tecnología, no parece
que se pueda conseguir una solución, que
es la tendencia que tienen los fotógrafos,
quizás por la curiosidad innata del ser
humano, a mirar la pantalla incorporada en la
cámara para ver el resultado de la fotografía
que acaba de tomar. Como hemos visto, lo más
habitual es que esto produzca que se pierdan
otras posibles fotografías que pueden
estar pasando en esos momentos ante sus cámaras.
Evidentemente, sería el caso de fotografías
en las que lo fotografiado está cambiando,
se está moviendo –por ejemplo, en
fotoperiodismo–; si la situación
está perfectamente controlada –por
ejemplo, en fotografía de estudio–
se puede y debe “perder” todo el
tiempo que se necesite en revisar las imágenes
que se han tomado, con el fin de asegurarse de
que el resultado se corresponde con lo pretendido.
En definitiva,
hay diversos cambios en la mentalidad de los
fotógrafos, tanto profesionales como aficionados,
que están teniendo lugar en nuestros días
y que necesitan ser estudiados en profundidad.
Igualmente, hay que decir, que, puesto que estamos
en los inicios de esa transformación total,
quizás también sea necesario esperar
algún tiempo para realizar dicho estudio.
Terminar diciendo
que en estas breves páginas, el autor
ha intentado apuntar algunos de los cambios que
se están produciendo derivados de la digitalización,
como paso previo a posteriores investigaciones
que habrán de realizarse ya que estamos
en el inicio del proceso de cambio y, además,
en tecnología digital, lo que se diga
hoy probablemente no es valedero para mañana.
Referencias:
Sánchez
Peral, J. M. & De Lope Tizón, J. L.
(2003). Fotografía Digital. Madrid:
Anaya.
Villafañe, J. & Mínguez, N.
(1996). Principios de Teoría General
de la Imagen. Madrid: Pirámide.
Zunzunegui, S. (1998). Pensar la Imagen.
Madrid: Cátedra.
Javier
Trabadela Robles
Profesor de Teoría de la Imagen y de Fotografía
Digital en el Área de Comunicación
Audiovisual y Publicidad de la Universidad
de Extremadura, España |