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Por Mariano Robles
Número
45
Se
ha abierto la cortina, entra en el escenario
un joven cargado de libros. El joven se muestra
cansado y lejos de sentirse orgulloso por estar
a punto de concluir sus estudios, está
preocupado por saber en dónde va a trabajar
y cuánto va a ganar.
La trama anterior,
parte de una obra de teatro cotidiana, es representada
por cada uno de los alumnos que entregamos a
la sociedad, anual, semestral o trimestralmente.
No hemos sido capaces de lograr formar una idea
distinta de las profesiones que no sea un medio
de recuperación de la inversión
que se hizo durante años por parte de
nuestros padres o por nosotros mismos. ¡Qué
simpática forma de entender la profesión!
El hecho de que sea simpática o linda1,
no quita las consecuencias que devienen por la
práctica de dicha visión.
Ejercicio profesional
con miras a la remuneración que se obtendrá
con cada una de las acciones y las labores en
las que se admite participar; prácticas
defectuosas y resultados poco favorables para
las personas que reciben los trabajos de dichos
profesionistas, pues son personas que en su vida,
nunca han visto la importancia de la calidad
de su trabajo; no hay un compromiso con el mismo,
si eso no es posible de traducirse en una mayor
ganancia (sólo en esos casos están
dispuestos a capacitarse o actualizarse, a crear
o investigar); o permite el acceso a un status
frente a la sociedad que genera un reconocimiento
y privilegios de los cuales el resto de las personas
no puede disfrutar; ello ha hecho de los alumnos
personas incapaces de encontrar un fin en el
ejercicio profesional, pues les hemos dado la
maravillosa formación de que todo se vende,
incluso ellos mismos y su imagen.
Ésta
es la gran labor que hemos realizado los profesores
de todos los niveles haciendo del alumnado un
hermoso grupo de terroristas dispuestos a volar
el World Trade Center, si con ello se
ganan una buena remuneración o una buena
reputación.
En efecto, pensemos
pragmáticamente, que es la manera en que
nos han educado a pensar y se dice que es la
normal, la que todo mundo practica. Siendo coherentes
con la visión actual, debemos aceptar
que para mucha gente Bin Laden y qué decir
Bush, han logrado una excelente imagen pública;
es más podríamos calificarlos como
exitosos. Ambos han ganado bastante dinero, ambos
han vendido su imagen de: "nosotros somos
los buenos, ellos son los malos", "acabemos
con el gran satán", "defendamos
la libertad"; ambos tiene varios partidarios
y ambos ejercen su profesión acorde a
su propia subjetividad, es decir, sin que interfiera
alguien que pueda detener su impulso, ni siquiera
ellos mismos.
Pocos son los
que ven como superfluos, e incluso como molestos
e innecesarios los goces de los demás.
(Dice Schopenhauer, y citando a Homero, agrega:)
Piedras preciosas, mármol, adornos de
marfil, estatuillas tirrenas, cuadros utensilios
de plata, túnicas teñidas de púrpura
de Getulia (...) Muchos las codician, pero también
hay alguno que no da valor alguno a su posesión2.
Si a lo anteriormente
dicho agregamos la uniformidad del conocimiento,
técnicas y herramientas que dejan al alumno
desprotegido frente a la realidad humana (compleja)
ante la cual debe ejercer, y en la cual se requieren
modelos creativos y flexibles que respondan a
las personas y no se conviertan en criterios
de eficacia y validez moral (no ética)
frente a las personas que los ejecutan; como
si el ejercicio profesional consistiera sólo
en la repetición de una misma técnica
o labor que ha sido probada y validada por alguien
capaz de determinar la labor de una profesión
en todos los casos y para todos los tiempos con
su modelo o herramienta. Dice Aranguren, en el
contexto del trabajo del voluntariado que:"La
educación que se imparte hoy prepara del
peor modo posible para ese cultivo de la acción.
La Universidad imparte un saber formalista que
impele el dogmatismo ideológico o, por
reacción, a la ironía estéril"3.
Foucault afirma
que, nadie es ingenuo en la interpretación
de los textos y citando a Althusser nos dice:
"no hay lecturas inocentes, deberíamos
empezar por confesar de qué lecturas somos
culpables"4
Llevado este argumento a la educación
escolarizada diríamos con ambos, que no
hay sistema educativo inocente, deberíamos
empezar por confesar en qué sistema nos
hemos formado, del cual, podríamos ser
culpables. Pensemos en el argumento que los militares
nazis usaron para eximirse de la responsabilidad
de haber asesinado a tantos seres humanos a sangre
fría, ‘yo sólo cumplí
órdenes’. La manera en que deformamos
a los futuros profesionistas en la actualidad
desde el primer momento en que entran en contacto
con la educación escolarizada, tiene que
ver con un argumento similar: yo sólo
hice lo que me enseñaron; yo sólo
hice lo que el sistema me pidió.
De acuerdo a
lo dicho hasta el momento, podemos afirmar que
son dos los argumentos en los que se basa la
trama de esta obra; los personajes deben aprender
y con ello serán lo suficientemente buenos
actores que los fines y los medios de su actuación
deben ser: la racionalidad instrumental y la
idea de autoestima en función de la posesión;
estos son los criterios de validez moral e instrumental,
pues dicha obra está basada en la idea
de tomar decisiones profesionales que tienen
como criterio principal la relación ‘costo
– beneficio’, y como consecuencia
de la anterior, ‘cuánto tengo o
qué imagen tienen de mí - cuánto
valgo’.
Este escrito
tiene como única finalidad, el colocarnos
frente a una realidad, la cual, si bien no es
responsabilidad únicamente de aquellos
que participamos en la educación escolarizada
(me incluyo entre los responsables y mi lengua
sangra al escribir esto), no niega nuestra parte
de responsabilidad5;
pensemos en el tipo de obra que queremos para
nuestra vida y para nuestra alumnos, pues como
dice José Luis Trueba: pensar es colocarse
frente a nuestras propias miserias, y darnos
cuenta de lo pobre que es nuestra realidad particular;
pensar es darnos cuenta de la vigencia de Shakespeare
cuando afirmaba que ‘los locos guían
a los ciegos’ y que ser pesimista es una
consecuencia de pensar6.
¿Cuál es la razón de dicha
miseria? ¿Cuál es el papel que
queremos representar? La tarea del educador es
la de hacer del estudiante un individuo singular,
un ser que piense por sí mismo, capaz
de decidir y profesar; un ser con carácter;
digno de mostrar a los demás lo que es
y lo que puede hacer por los demás, pues
"no hay nada más parecido a nosotros
que lo que hacemos". Profesar es el modo
en el que nos manifestamos en el mundo (no el
modo en el que nos ven, lo cual es simple imagen
probablemente vacía, sin fondo); profesar
es realizarse en el acto de saberse expresar
frente a los demás; lo cual implica, mostrarnos
frente a los demás tal y como somos, tal
y como queremos ser, tal y como quisiéramos
que los demás fueran.
El título
de este texto está basado en el escrito
que el ecónomo y filósofo, premio
nobel de economía del año 98, Amartya
Sen, ha escrito para el Clarín.com
con el título: "Cómo
humanizar la economía".
Al referirme
a cómo humanizar las universidades, quiero
decir, cómo hacer que las universidades
se preocupen por el desarrollo humano y no por
el desarrollo de sistemas y políticas
económicas y técnicas, que lejos
de dar solución al problema de la pobreza,
polarizan la situación enfocándose
sólo en los medios por los que se debería
de desarrollar la sociedad y no por el fin verdadero,
el cual es el desarrollo humano. En otras palabras,
la economía, la política, la ciencia
y la técnica no son fines en sí
mismos, sino medios para el desarrollo humano.
Vivimos en una
época en la que, la mayor parte del planeta
está ingresando en la famosa globalización,
de la cual todos hablamos y nadie niega su existencia,
su influencia en nuestras vidas. La globalización
también ha entrado a nuestras universidades,
los alumnos buscan ser competentes en un mundo
globalizado, ya no es suficiente tener una licenciatura,
ahora hay que contar con maestrías, doctorados,
diplomados, y todas las herramientas que nos
permitan ser parte de aquel grupo selecto que
tendrá una mejor oportunidad laboral.
La universidad nos da estas herramientas, nos
muestra cuales son las supuestas vanguardias
en cada una de nuestras especialidades y nos
asegura (generalizando) que habremos de conseguir
un buen empleo siendo un egresado de tal o cual
universidad. ¡Aun no sé cómo
hacen las universidades para ofrecer lo mismo
y seguir siendo únicas y competentes!
Parece ser que
de un detalle se han olvidado muchas universidades,
aun cuando se anuncian como tales, es el tema
de la profesión. El egresado de una universidad
es alguien que ha hecho una promesa pública
al recibir su título, y ni su universidad,
ni la sociedad en general le han demandado lo
que él ha prometido: ‘Poner sus
conocimientos al servicio de las necesidades
sociales y sino que la sociedad se lo demande’.
Si no somos
capaces de hacer que nuestros egresados cumplan
su palabra, dada la promesa que hicieron frente
a los amigos, parientes y autoridades universitarias,
antes de recibir su título; ¿verdaderamente
los que profesamos en las universidades, estaremos
ejerciendo nuestra profesión de manera
adecuada? Hay que pensar en la forma recomendada
por Schopenhauer, de lo contrario seguiremos
en nuestra misma miseria.
Notas:
1
Adjetivo
empleado por un semiólogo y semiótico,
amigo y compañero de esta universidad,
que designa los pensamientos sin ningún
contenido relevante, pero que lucen por ser muy
expresivos y efusivos; lo lindo es lo limpio.
2
Homero, cit. pos.
Schopenhauer, Arthur (2002) Aforismos sobre
el arte de saber vivir. México: Santillana
S. A. El comentario entre paréntesis es
ajeno a la cita.
3
Aranguren Gonzalo,
Luis A. (2000) Vivir es comprometerse.
México: IMDOSOC.
4
Foucault, Michel
(1995) Nietzsche, Freud, Marx. Buenos
Aires: El Cielo por Asalto.
5
Por ejemplo,
los medios de comunicación, a través
de los noticieros hacen eco a semejante visión
de las profesiones, escuchamos hablar de ladrones
profesionales, de secuestradores profesionales,
etc... ¿Qué entienden por profesión?
La manera en que se entiende la profesión,
en este contexto, es como forma de saciar las
necesidades económicas que la gente vive
dentro de un sistema comercial, para la cual,
la venta de drogas y el secuestro serían
las mejores opciones, y en ese pobre sentido
de profesar, serían las mejores profesiones;
o si se trata de fama y gloria, poner una bomba
en el metro de España, estrellar aviones
en las torres gemelas o dar la orden de asesinar
con bombas inteligentes a una población
por encontrar a un terrorista o por motivos comerciales,
al igual que especular en épocas de crisis
con las necesidad de los caídos en las
batallas comerciales, darían mucho más
prestigio que cualquiera de las reconocidas profesiones.
6
Cfr. Schopenhauer,
Arthur. Op. Cit. p. 12 y 13. Prólogo
de José Luis Trueba.
Mtro.
Mariano Robles
Universidad Anáhuac,
México, D.F., México |