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Por Maricruz Castro
Número
46
La
inclusión de los llamados discursos marginales
en el amplio espectro de los estudios culturales
parecería un movimiento lógico,
al analizar las prácticas sociales contemporáneas.
Aquello que permanecía fuera del centro
y, por lo tanto, dentro de la ortodoxia comunitaria,
de pronto prometía revelar la existencia
de un universo mucho más complejo y plural,
al dotar de un sentido distinto a lo emanado
desde las instituciones. Sin embargo, esta perspectiva
también es susceptible de ser problematizada,
pues configura una cartografía muy estable,
en donde el centro permanece fijo dentro de un
espectro delimitado y los márgenes pertenecerían
a aquello que lo circunda. El centro, así,
se identificaría con la homogeneidad,
las identidades sociales naturalizadas y las
convenciones de la representación marcadas
por la mirada occidental (blanca y heterosexual,
por lo menos). El margen estaría señalado
por la diferencia, a través del estatus
del forastero, el intruso, el excluido.
¿Cuál
sería el resultado si se movilizaran los
enfoques, en torno del núcleo y su periferia?,
¿en dónde, por ejemplo, termina
el centro y comienza el margen?, ¿qué
es incluido y desplazado, entre uno y otro espacio?
Y sus fronteras, ¿se reducen a una cuestión
de espacios geográficos y/o simbólicos?
Si siguiéramos esta metáfora, en
un simulacro cartográfico, en la que un
plano fijo registrara sacudidas y trepidaciones,
¿no habría, acaso, un “descentramiento”
que produciría muchos centros que, en
ese vaivén, podrían, incluso, rozar,
rebasar, imbricarse con sus antiguos márgenes?
Los productos cinematográficos contemporáneos,
así como un gran número de prácticas
estéticas, ponen en entredicho el poder
de un centro rector único, del cual emana
un poder omnímodo y ubicuo, destinado
a minar los discursos distantes a él.
En cambio, han favorecido nuevas representaciones
sociales que complejizan las nociones del centro
y el margen, el adentro y el afuera, el poderoso
y el débil. Beatriz Sarlo recuerda la
importancia de las estrategias de incorporación
entre los distintos agentes sociales que repercuten
en la transmisión de una cultura. Cita
a Raymond Williams, quien advierte: “Se
debe volver a pensar en las fuentes de lo que
no es impuesto; de aquellas prácticas,
experiencias y valores que no forman parte de
la cultura dominante” (2004: 15). En su
lugar, habría que aproximarse a los espacios
sociales que albergan a una gran multitud de
sujetos e imaginarios, cuyas interacciones son
continuas, recíprocas (aun cuando no sean
siempre simétricas), inestables, con entradas,
salidas, permanencias provisionales, desdoblamientos
y presencias fantasmagóricas (evocadas,
convocadas, inventadas).
Los enfoques
vertidos en este número monográfico
de Razón y Palabra, “Miradas
desde el margen. El cine y sus discursos”,
favorecen la comprensión de la gran variedad
de ópticas que, desde el celuloide, re-trabajan,
re-imaginan, re-construyen, las tramas y los
escenarios clásicos en los cuales se desenvuelven
sus historias que, por demás, sitúan
al espectador y/o al sujeto social en redes discursivas
alteradas. Es decir, redes que arrojan nuevas
significaciones, a raíz de la puesta en
marcha de procesos creadores que colisionan,
aceptan de manera parcial, recuperan o escuchan
los ecos de otros procesos estéticos del
pasado. Si acordamos con Sarlo que, durante la
década de los años 20 y 30, “El
cine produce un público que mira; construye
precisamente una mirada y un modo de ver”
(2004: 128), también coincidimos con Ruby
Rich que en el de los años 80, los nuevos
órdenes sociales producen un nuevo espectador,
tanto mediante dinámicas de identificación
como de innovadoras estrategias formales (1995:
179). En aquéllos y en éstas se
instituyen, pero también se minan; se
introducen y/o se ratifican discursos públicos
que promueven modelos de actuación y de
pensamiento en las colectividades.
El lector de
esta edición de Razón y Palabra
entrará en contacto, primero, con los
textos más orientados hacia la discusión
de la teoría cinematográfica que,
como se verá, están marcados también
por las interrogantes sobre sus presupuestos,
lo cual implica la sombra de la sospecha acerca
de los sistemas de legitimidad académica,
cultural y crítica. De una u otra forma,
los artículos ponen en crisis conceptos
que parecían inevitables, dado que en
ellos descansan los fundamentos del fenómeno
cinematográfico. Así, el teórico
y productor audiovisual peruano, Ichi Terukina,
propone una metodología basada en lo que
él denomina “el principio materialista”
y, retomando algunas de las ideas de Karl Marx,
procura evitar las trampas del idealismo. Analiza
el funcionamiento básico del fenómeno
cinematográfico y evidencia de qué
manera se ha priorizado la noción de la
“imagen en movimiento” y olvidado
que ésta se origina a partir de una imagen
visual estática. Después de una
cuidadosa exposición y discusión
con los principales presupuestos sobre el tema,
logra demostrar la naturaleza “fluida”
del cinegrama.
El deseo de
nuestros articulistas ha sido considerar ciertas
temáticas y determinados elementos audiovisuales
desde “otro” lugar, uno que interrogue
la posición que ocupan, erosionando así
los presupuestos de una simetría estructural
y oposicional en la amplia gama de los temas
y los recursos fílmicos abordados. Por
ejemplo, Lauro Zavala, en “Cine clásico,
moderno y posmoderno”, propone un modelo
que identifica las diferencias esenciales entre
películas que pertenecen, por las estrategias
cinematográficas utilizadas, a alguna
de dichas tradiciones. Sin embargo, en el momento
en el que se detiene en casos concretos, percibe
que la cronología no es determinante para
la clasificación del filme y que el análisis
de los rasgos de cada elementos semiótico,
en el enclave de dicho modelo, funciona de manera
indicial y no tipológica. La singularidad
de la obra estética y el contexto de su
lectura favorecen la activación permanente
de un contrato simbólico entre el texto,
el receptor y el contexto.
Si los márgenes
se multiplican y reformulan la supuesta singularidad
que los aislaba del devenir social, los centros,
por su parte, vuelven a considerarse, como entidades
que no pueden entenderse como “puras”
o como “contaminadas” debido a su
contacto con el otro, sino mas bien como sistemas
abiertos, cuya composición lleva en sí
misma lo que Diane Fuss ha llamado el dentro/fuera.
La autora de Identification Papers advierte
la utilidad de recurrir a este tipo de representaciones,
con la intención de volverlas “del
revés para exponer sus operaciones críticas
y su mecanismo interior” (1999: 114). Es
decir, siguen siendo necesarias, por lo menos
como punto de partida, para identificar la ubicación
de sujetos y objetos silenciados, desplazados,
modelados a partir del estereotipo forjado tanto
en torno de quienes pueblan los márgenes
como de quienes habitan los centros. En el artículo
que presento, “El feminismo y el cine realizado
por mujeres en México” intento evidenciar
los entrecruzamientos entre la teoría
feminista, la cinematográfica y su práctica,
mediante lo que aconteció en la producción
fílmica en la década de los ochenta
en México. Observo cómo las discusiones
generadas en el interior del movimiento feminista
se reflejan, con sus particularidades, sus variadas
interpretaciones, sus acoplamientos, sus rechazos,
incluso con cierto desfase temporal, en el cine
hecho por mujeres en ese país.
La ampliación
de los intereses temáticos, herencia de
los enfoques feministas, es visible en la serie
de artículos que se despliegan a continuación,
dentro de la lógica de cómo se
ha organizado este monográfico: el incesto,
la homosexualidad, las representaciones de las
fronteras, los procesos identitarios y de búsqueda
son algunos de los ejes que permiten entrever
cómo los contenidos “marginales”
(tabú, prohibidos, censurados o veladamente
abordados) dentro del imaginario social ocupan
un sitio preponderante en la agenda de los investigadores
sobre el cine contemporáneo. Si bien,
el artículo sobre el feminismo y el cine
hecho por mujeres en México pretende proponer
algunas líneas teóricas que pueden
ser profundizadas en análisis concretos
posteriores, en los siguientes cuatro textos,
la mirada se posa en igual número de películas,
producidas en ese país. Roxana Foladori
elige un filme clave en la historia del cine
mexicano: La mujer del puerto (1933)
de Arcady Boytler. Demuestra de qué manera
se manejan los estereotipos de género
ante una construcción social tan poco
flexible como lo es el incesto. Para ello, recurre
al análisis de secuencias precisas, el
cual revela el vínculo causa efecto, entre
la trasgresión femenina y el castigo;
el patriarcado que reposa en su estatus de incuestionable
autoridad y su dinámica sustitutiva, en
torno de la Ley; la pérdida de la virginidad
como un rito irreversible y, por lo tanto, impregnada
por el sentido de la culpa; y, por último,
la relación inseparable entre el sistema
de parentesco y el de los géneros.
La provocadora
película de Jaime Humberto Hermosillo,
Doña Herlinda y su hijo, fue
escogida por Antoine Rodríguez para reflexionar
sobre las normas y los márgenes en la
sociedad mexicana. Revela los mecanismos a través
de los cuales se manifiesta el poder de las formas
sociales y bien podría hacer suya la afirmación
de James C. Scott: “El discurso público,
cuando no es claramente engañoso, difícilmente
da cuenta de todo lo que sucede en las relaciones
de poder” (2000: 25). El pacto entre el
orden visible de la heterosexualidad y el invisible,
por su papel marginal, de la homosexualidad permite
que la maquinaria institucional continúe
su marcha sin alteraciones. Si la hermana incestuosa
de La mujer del puerto debe suicidarse
como una manera de reafirmar la moral social,
poco más de cincuenta años después,
Hermosillo elimina el sentido trágico
de la marginalidad, reta al imaginario en torno
de los estereotipos homoeróticos y reafirma
su vigencia, al dialogar con las prácticas
cotidianas presentes.
Un acercamiento
al manejo de los espacios en Rojo Amanecer
posibilita a Héctor Ramírez
y a Alexander Kubak discutir en qué forma
se construyen los ámbitos de poder. Auxiliados
por los conceptos sobre el poder y la sociedad
disciplinaria de Michel Foucault y la interpretación
que María Inés García Canal
realiza sobre ellos, proponen que la novedad
temática de la película de Jorge
Fons (la matanza de Tlatelolco) y la inteligencia
de la historia al reunir a tres generaciones
y, por lo tanto, a tres hitos históricos
en México (la revolución, el alemanismo
y el movimiento estudiantil del 68), no supera,
sin embargo, los estereotipos en cuanto al género
y la edad. Cristina Cervantes, por su lado, explora
las relaciones establecidas entre los diversos
soportes textuales de una misma historia: El
coronel no tiene quien le escriba. Se apoya
en el modelo de traducción/adaptación
de Imanol Zumalde y lo aplica en escenas clave
para encontrar los vínculos hipertextuales
entre la novela de García Márquez,
el guión de Paz Alicia Garciadiego y la
película de Arturo Ripstein. La autoridad
del texto literario original permanece intacta,
a pesar de los cambios geográficos, inclusión,
exclusión y/o modificación de personajes
y diálogos, en su proceso de transformación
hacia un producto audiovisual.
El cine postrevolucionario
en Cuba es un ejemplo de lo que sucedió,
a partir de la década de los sesenta aproximadamente,
en otros países latinoamericanos: la búsqueda
de una estética que dibujara un perfil
propio, acorde con los intereses y los compromiso
con la sociedad de sus creadores. A través
de su aproximación a Retrato de Teresa
de Pastor Vega, Brígida Pastor evidencia
la contradicción de una producción
artística que da cuenta de las transformaciones
sociales y económicas y su impacto en
las relaciones interpersonales, pero que no afronta
de manera conclusiva las perspectivas jerárquicas
de las construcciones de género. No obstante,
apunta los múltiples aciertos de Vega,
al jugar, por lo menos, con dos de los niveles
del texto cinematográfico: lo narrado
y su estructura formal. El desenlace del filme
propone a una nueva mujer “con su propia
identidad sexual, independiente y activa”.
La heterogeneidad
temática desplegada en este número
de Razón y Palabra muestra muchos
vasos comunicantes, sin importar si los temas
desarrollados se generan en los ámbitos
latinoamericanos, de América del Norte
o Europa. Graciela Martínez-Zalce, como
los demás articulistas, descentra su mirada
y no elige la frontera México-Estados
Unidos, como se esperaría por las conflictivas,
complejas y cambiantes relaciones de este espacio
geográfico. En cambio, opta por analizar
las máscaras que encubren la “civilidad”
de otras dos sociedades vecinas (la canadiense
y la estadounidense), mediante dos producciones
cinematográficas recientes, cuyos creadores
gozan hoy de gran éxito entre el público
receptor. South Park: Bigger, Longer and
Uncut de Trey Parker y Matt Stone y Canadian
Bacon de Michael Moore se valen de la ironía
para llevar hasta el absurdo los estereotipos
nacionalistas. Concluye, de manera sugerente
de qué forma “incrustada en la vida
cotidiana, la cultura popular ayuda a comprender
cómo se percibe una nación”.
Rose Lema retoma
el tópico del western y a su máximo
realizador: John Ford, a través del análisis
de su penúltima película, The Man
who Shot Liberty Valence. A diferencia de muchos
de los estudiosos consultados sobre la obra de
Ford, decide centrarse en una metáfora:
el desierto y el jardín. La sintetiza
en la imagen del cacto, leit-motiv visual del
filme, y al cual va siguiendo, paso por paso,
desde las primeras tomas de apertura hasta las
de cierre. A través de la noción
de “reflectáfora”, enfatiza
las transformaciones dinámicas registradas
por personajes y objetos, a lo largo de la cinta,
las cuales apuntan hacia la institucionalización
del Este “civilizatorio” sobre un
Oeste condenado a desaparecer, al igual que el
género cinematográfico al cual
consagró este inmigrante irlandés
gran parte de su trabajo como realizador.
Los esfuerzos
del feminismo por visibilizar la obra realizada
por las mujeres en los ámbitos más
diversos se concretan en el propósito
de Begoña Siles Ojeda, quien se ha dedicado
en los últimos años a revisitar
el legado cinematográfico de la tempranamente
desaparecida directora española, Pilar
Miró. Divide su trabajo en dos partes:
por un lado, sitúa a Miró en el
contexto histórico y artístico
en el que se desarrolló como cineasta
y funcionaria cultural. Por el otro, analiza
a los sujetos femeninos y a los masculinos y
demuestra cómo ambos se rigen, a lo largo
de todas sus cintas, por la racionalidad moderna,
obliterando los ángulos emocionales y
privados; observa sus coincidencias y sus divergencias,
desde las esferas más diversas: la posesión
de la palabra y su productividad simbólica,
la muerte, el hogar y el espacio temporal, entre
otras.
La relación
entre el feminismo y el cine realizado por mujeres
vuelve a ser retomada, a través de la
aproximación de Mónica Szurmuk
a una de las cineastas femeninas contemporáneas
más célebres: la británica
Sally Potter. La autora añade un elemento
a esta díada: las perspectivas del poscolonialismo
y con estas herramientas teóricas reflexiona,
desde un enfoque deconstruccionista, sobre el
documental como género cinematográfico,
el juego de roles establecido entre la realizadora
y su doble personaje en el enclave de la ficción
y la metaficción fílmicas. La identidad
y la otredad, interrogantes persistentes en varios
de los textos presentados en este número
monográfico, se manifiestan en las variables
de la lengua, la geografía, la religión,
los oficios. La repartición de estos ámbitos
y sus enfoques marcarían las diferencias
entre la directora y su actor que son, a la vez,
la alumna y el profesor de tango; estos roles
invierten los órdenes sociales usuales
que, sin embargo, siguen regidos por una mirada
colonialista que subordina y fija al otro.
La heterogeneidad
de acercamientos y la diversidad de los intereses
expuestos en “Miradas desde el margen.
El cine y sus discursos” indican que el
propósito que aglutinó a los artículos
aquí presentados no está agotado
en lo absoluto. Sin embargo, cada uno de los
textos, con mayor o menor énfasis, responde
a las preguntas sobre cómo interactúan
los núcleos y las periferias críticas
y conceptuales, de qué manera se perturban
entre sí. Esto, por sí mismo, favorece
las reflexiones alrededor de la necesidad de
seguir ahondando en el tema, sus delimitaciones
(si las hubiera), sus articulaciones y sus representaciones,
en el sentido foucaultiano, recuperado por Fuss,
de ser: “más una materia de reinvención
perpetua que de descubrimiento definitivo”
(1999: 123).
Referencias:
FUSS, Diane.
Identification Papers. New York: Routledge,
1995.
---------------. “Dentro/Fuera” en
Neus Carbonell y Meri Torras (comps.). Feminismos
literarios. Madrid: Arco Libro, 1999.
RICH, B. Ruby. “An/Other View of New Latin
American Cinema” en Laura Pietropaolo y
Ada Testaferri. Feminisms in the Cinema.
Bloomington: Indiana University Press, 1995.
SARLO, Beatriz. La imaginación técnica.
Sueños modernos de la cultura argentina.
1ª ed., 2ª reimp., Buenos Aires: Nueva
Visión, 2004.
SCOTT,
James C. Los dominados y el arte de la resistencia.
Discursos ocultos. México: ERA, 2000.
Dra.
Maricruz Castro Ricalde
Profesora titular del Tecnológico
de Monterrey, campus Toluca, Estado de
México. Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores. México. |