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Por Concepción Travesedo
Número
47
Hace
algunos días encontré en Internet
un interesante sitio argentino <http://www.periodismosocial.org>
que dedicaba un espacio al tratamiento informativo
que recibió el ataque terrorista del 11-M
por parte de los medios de comunicación
españoles. La directora del portal, Alicia
Cytrynblum, lanzaba lastimosas denuncias basadas
en la supuesta (para ella incuestionable) voluntad
manipuladora del gobierno de Aznar durante aquellos
trágicos días.
Dicha acusación,
poco vigente ya entre los sectores informados
de la sociedad española aunque muy extendida
aún en el ámbito internacional,
ha sido propagada desde una plataforma que no
es, como cabría esperar, el partido que
obtuvo la victoria electoral en medio de la conmoción
sobrevenida. La razón de que Cytrynblum
crea constatado que el gobierno español
mintió y manipuló radica en el
desproporcionado predicamento del que gozan los
medios del Grupo PRISA en América Latina
y el resto de Europa, siendo comúnmente
incluidos en el selecto grupo de los medios de
referencia internacional.
Grosso error. Existe un
límite que ningún medio de comunicación
de prestigio sobrepasa utilizando su ideología
como pretexto. Los medios de referencia internacional
editorializan desde sus conocidos perfiles ideológicos,
y ello no sólo no es negativo, sino que
enriquece el debate y beneficia a la pluralidad
informativa. Lo que nunca hacen es sobrepasar
la frontera que lleva a un medio de comunicación
a renegar de su principal función informativa
para transformarse en una herramienta de partido.
Los medios del Grupo PRISA exceden ese límite
en demasiadas ocasiones, como cuando intentaron
eludir informar sobre el terrorismo de Estado
y la corrupción en los gobiernos de Felipe
González, o durante aquellos cuatro días
de marzo de 2004 en los que la rama más
sectaria del grupo, su emisora de radio Cadena
Ser, hizo el juego sucio de construir un contexto
ficticio que, en su choque con la realidad, provocó
un peligroso estado de conmoción y desconcierto
en la sociedad española.
Resulta difícil
discernir dónde empieza el PSOE y dónde
el Grupo PRISA. Su grado de simbiosis en la definición
de sus estrategias de comunicación para
la creación de según qué
clima de opinión es absoluto. Sin embargo,
como víctima de las informaciones y los
análisis difundidos aquellos días
desde los micrófonos de la Ser, debo decir
que mi impresión es que, en aquella ocasión,
la fructífera estrategia no fue tanto
mérito del aparato político como
del mediático, si es que entre ellos cabe
alguna distinción.
Los españoles hemos
optado por mentirnos respecto a lo sucedido entre
el 11 y el 14 de marzo de 2004. En nuestro imaginario
colectivo se rememoran los cuatro días
como una especie de ensoñación.
La mitad del país que simpatiza con el
PSOE no quiere recordar cómo alcanzó
el poder, y la mitad que vota PP no soporta la
idea de que el apoyo a la guerra de Irak tuviera
alguna relación con la salvajada de Atocha.
Nos decimos que dimos un ejemplo de solidaridad
y convivencia, pero esto sólo es cierto
en lo que atañe a miles de personas que
el jueves 11 de marzo se movilizaron para acudir
a ayudar a las víctimas.
El resto del país,
medios de comunicación, políticos
y la sociedad en su conjunto, dimos una imagen
deplorable, aún más deshonrosa
en su contraste con la reacción del pueblo
británico tras los atentados del 7 de
julio en Londres. Muchos, en todos los ámbitos
y todos los sectores, estuvieron desde el primer
día infinitamente más entregados
al cálculo electoral que a la adhesión
con las víctimas.
Se dice que nuestros medios
de comunicación aumentaron la incertidumbre
en lugar de reducirla. Pero eso es una verdad
a medias. La mayoría, incluyendo el buque
insignia del Grupo PRISA, el diario El País,
actuaron como cabe esperar en un país
democrático sumido en una profunda crisis:
como meros transmisores de la información
proporcionada por el gobierno y las fuerzas de
seguridad del Estado. La excepción fue
la Cadena Ser y algún medio afín
que proporcionó un mayor ámbito
de cobertura a su propagación de una realidad
artificial construida sobre noticias falsas y
escandalosas insinuaciones. Los que siguen creyendo
la versión de las mentiras gubernamentales
opinan que la actitud de la emisora fue valiente
y enormemente meritoria al hacer fracasar los
intentos de manipulación de la opinión
pública. Obviamente se han quedado con
lo que oyeron aquellos días. Han renunciado
a la tarea de analizar los hechos objetivos y
posteriormente demostrados. Seguro desconocen
datos como los que describiré en posteriores
líneas.
Responsables del Grupo
PRISA han ironizado ante las críticas
exponiendo los ambiciosos proyectos que abordarían
si contaran con el poder de influencia que les
adjudican sus censores, ¡tanto como para
destronar un gobierno con mayoría absoluta
en sólo tres días! Este cinismo
hace como que no entiende de comunicación
en situaciones de crisis. El pasado mes de agosto
más de 1000 peregrinos murieron en una
avalancha en un puente sobre el río Tigris
en Irak. Alguien avisó de la existencia
de una bomba. Pocos escucharían la alerta
directamente de los labios de quien la difundiera.
Pero su pánico se contagió en segundos
a miles de personas que huyeron de no sabían
qué provocando en su estampida la muerte
de cientos. Ese es el poder que tienen los rumores
en un contexto de miedo e incertidumbre.
La repercusión
de las informaciones difundidas por la Ser aquellos
días fue tal que en la Comisión
Parlamentaria de Investigación del 11-M,
celebrada los pasados meses de julio a diciembre,
lo que se dirimió no fue la veracidad
del anterior gobierno en contraposición
a la de la oposición socialista, sino
la del ex Ministro de Interior Ángel Acebes,
encargado de informar a la opinión pública
del desarrollo de las investigaciones, en oposición
a la de la Cadena Ser. Durante la primera jornada
de comparecencias, la directora del Instituto
Anatómico Forense de Madrid declaró
que nunca había existido el menor indicio
de la presencia de terroristas suicidas en los
trenes, una de las más impactantes “exclusivas”
difundidas por la Ser desde el mismo día
de los atentados. El PSOE, para desagraviar a
la Cadena, citó posteriormente a otro
miembro del Instituto para que expusiera la científica
matización de que no por haber quedado
sin demostrar había que concluir que no
estuvieran.
Durante aquella pantomima
de Comisión, en la que sólo dos
políticos salvaguardaron la dignidad de
nuestro Parlamento, el catalán Jordi Jané
y el canario Paulino Rivero, el gobierno socialista
convocó o vetó cuantas comparecencias
estimó convenientes, y aún así
le resultó imposible poner sobre la mesa
ni una sola prueba de las acusaciones cuya refutación
inspiran este artículo. En aquellos días,
acercarse al kiosco y contrastar las portadas
de los distintos diarios españoles de
información general suponía un
ejercicio de auténtico masoquismo para
quienes amamos el periodismo. Lo verde se explicaba
rojo por unos y era descrito como negro por otros,
y la desfachatez al encabezar textos con títulos
que contradecían los contenidos alcanzó
un pico histórico en el diario El País,
inquieto ante la aridez de pruebas que apuntalaran
la teoría de las mentiras de Aznar construida
por su brazo radiofónico.
No es de extrañar
el desconcierto del diario de PRISA. Incluso
los que durante la crisis del 11-M cedimos nuestra
credibilidad a la Ser en detrimento del gobierno,
y más tarde nos indignamos ante los desmentidos
de aquellas informaciones que nos habían
llevado a creer en el “engaño masivo”,
suponíamos que más pronto que tarde
alguna de las personas citadas para declarar
sacaría los colores al PP. Entre los miembros
de las fuerzas de seguridad convocados hubo ex
altos cargos del gobierno de Aznar, así
como sus sustitutos recién ascendidos
por el gobierno de Zapatero. Nadie, tampoco en
el segundo grupo, declaró haber facilitado
al gobierno alguna información de relevancia
que no hubiera sido inmediatamente trasladada
a la opinión pública, todos reconocieron
haber desarrollado sus investigaciones con absoluta
independencia, y quedó claro que no se
había recibido la más mínima
consigna para dirigirlas en una dirección
u otra.
Quien conozca la politización
de nuestras fuerzas de seguridad sabe que los
sectores cercanos al PSOE habrían revelado
cualquier hecho que hubiera servido para demostrar
las ocultaciones del PP. Si no lo hicieron fue,
simple y llanamente, porque no tenían
nada que descubrir. De hecho, resulta imposible
creer que alguien en el gobierno de Aznar hubiera
podido pensar ni por un instante que podía
esconder algún dato. Los medios del Grupo
PRISA habrían tardado segundos en ser
informados por sus muchos confidentes dentro
de los distintos cuerpos. Tanto es así,
que entre las exclusivas de las que se jacta
la Cadena se encuentra la de anunciar el contenido
de alguna rueda de prensa de Acebes minutos antes
de que tuviera lugar.
Y sin embargo, la idea
de que Aznar fue tan estúpido como para
creer que podía engañarnos pervive
en el exterior, donde las ramificaciones y los
intereses creados por el Grupo PRISA desequilibran
los flujos de información procedentes
de España. Teniendo en cuenta que la percepción
del engaño fue la que llevó a cientos
de miles de personas que no iban a votar al PSOE
a hacerlo, y coligiendo la importancia de salvaguardar
el prestigio de su imperio mediático,
no extraña el esfuerzo consagrado por
PRISA para perpetuar esta falacia.
Entre las noticias transcritas
por la mencionada Alicia Cytrynblum para contextualizar
su denuncia se encuentran dos de las más
divulgadas por los defensores de la teoría
del engaño masivo. Primero, las llamadas
gubernamentales realizadas el mismo día
de los atentados a los corresponsales extranjeros
en Madrid para convencerles de la autoría
de ETA. Y segundo, la misiva enviada con el mismo
objetivo por la entonces Ministra de Exteriores,
Ana de Palacio, al colectivo de embajadores de
España en el extranjero. El texto explicaba:
“Ante los esfuerzos que desde alguna fuerza
política se han hecho para intentar confundir
sobre la autoría del atentado de Madrid”,
el ministro del Interior, Ángel Acebes,
ha confirmado la autoría de ETA y así
lo demuestra el explosivo y el patrón
empleado en los atentados, “que es el habitual
de ETA”.
Estas dos iniciativas
del anterior gobierno español dan para
explicar muchas cosas. La primera, que sus propios
errores tácticos en la política
de comunicación participaron con honores
en la construcción de una apariencia de
intento de manipulación. Por mucho que,
en el convencimiento de la autoría de
ETA, el día de los atentados se quisiera
deslegitimar las voces que apuntaban en otro
sentido, ambas iniciativas resultaron poco ortodoxas,
y analizadas como hechos aislados conducen inevitablemente
a la condena.
El caso es que no deben
interpretarse fuera del contexto en el que se
consideraron necesarias. Aquel día, las
ediciones digitales de Internet de la mayoría
de la prensa internacional concedían una
importancia inmerecida al hecho de que Arnaldo
Otegui, el portavoz del brazo político
de ETA, negara su autoría. Puede que para
los periodistas extranjeros, desconocedores de
la trayectoria de la banda criminal vasca, aquello
tuviera algún significado, pero en España
estas palabras merecieron la misma credibilidad
que el anuncio del fin del mundo por Paco Rabanne
hace algunos años. Los medios internacionales,
que acaban de descubrir el fenómeno del
terrorismo islamista, rememoraron ante aquellas
salvajes imágenes que jamás debieron
dar la vuelta al mundo otros atentados en Nueva
York, Bali o Tanzania. Pero en España
conocimos a Josu Ternera mucho antes que a Ben
Laden. Llevábamos 30 años viendo
amasijos de hierro, restos humanos y sangre,
y siempre los había puesto ahí
ETA sin avisar y, en ocasiones, sin reconocer
posteriormente su autoría.
Así, las primeras
fuentes que consideraron plausible la autoría
islamista se basaron en un profundo desconocimiento
de nuestra experiencia con el terrorismo y de
las recientes detenciones de etarras que proyectaban
atentados muy similares al del 11-M. No obstante,
en una atmósfera en la que nadie tardó
en hacer cálculos electorales, fueron
inmediatamente relacionadas con las amenazas
recibidas por nuestra participación en
la guerra de Irak y elevadas a la categoría
de “relevantes” por parte de aquellos
medios que presintieron una victoria arrolladora
de la derecha. Encontraron la posibilidad de
mitigar una reacción que, de cualquier
forma, creían inevitable. No en vano,
el propio presidente del gobierno nacionalista
del País Vasco, cuyo partido tiene línea
directa con la banda separatista, dio por segura
la autoría etarra desde primera hora de
la mañana.
Respecto a la relevante
información sobre los explosivos transmitida
a los embajadores y corresponsales, resulta significativo
que, a día de hoy, siga sin conocerse
el tipo que fue utilizado para hacer estallar
los trenes. Sin embargo, en su momento, el anuncio
por parte de Acebes de que se trataba de Titadine
consolidó la pista etarra, según
reconoció el propio juez Garzón
ante la Comisión de Investigación.
En este sentido, se esperaban
con anhelo las declaraciones ante la Comisión
de los especialistas en desactivación
de explosivos de la policía de Madrid
implicados en las pesquisas. El PSOE y sus medios
afines pusieron grandes esperanzas en unas comparecencias
que debían demostrar que Acebes se había
inventado este dato. Esperanzas frustradas, puesto
que la policía reconoció su error
en el diagnóstico inicial y haber trasmitido
la información al Ministro de Interior.
La tarde de los atentados,
Gemma Nierga, periodista de la Ser conocida por
sus discrepancias con la política antiterrorista
de Aznar y defensora de la negociación
con la banda vasca, retransmitía desde
una terraza en un edificio frente a la estación
de Atocha. La escuché durante un buen
rato. Habría jurado que describía
los cadáveres y bolsas de restos humanos
producto de un huracán o una catástrofe
natural. No parecía que hubiera una mano
humana implicada en el horror que describía.
Mejor no tocar el tema de la autoría.
Evidentemente, estaba convencida de que correspondía
a ETA.
Ella, el director de El
País según sus propias declaraciones,
y el resto de la opinión pública
española hasta que nuestra seguridad se
tambaleó a las 20.20h cuando Ángel
Acebes informó de que la policía
había encontrado en la furgoneta utilizada
por los terroristas una cinta en árabe
con versículos del Corán. Así,
el Ministro anunció el mismo día
del atentado que se abría una nueva línea
de investigación que apuntaba al terrorismo
islamista, aunque la pista etarra seguía
siendo la más sólida. En la Cadena
Ser el aséptico estilo Nierga cedió
el testigo a una retórica rabiosa y a
una calculada agresividad verbal que impregnó
sus ondas hasta el mismo día de las elecciones.
A las 22.00h, en lo que
supuso el inicio de la página más
negra de la historia de la emisora, se comunicó:
“Tres fuentes distintas de la lucha antiterrorista
han confirmado a la Cadena SER que en el primer
vagón del tren que estalló antes
de llegar a Atocha iba un terrorista suicida.
Interior no lo confirma”. Esta noticia,
que el Gobierno de Aznar siempre supo falsa,
tuvo tal repercusión que determinó
como ningún otro factor el desarrollo
de la información gubernamental y del
resto de los medios de comunicación en
los sucesivos días.
La mañana del viernes,
los españoles desconfiaban del hallazgo
de una cinta coránica hacia la que alguien
parecía haber conducido deliberadamente
a la policía utilizando una enorme flecha
de luces de neón. Pero “sabían”
que en el tren se habían encontrado los
cadáveres de terroristas de Al Qaeda,
por lo que observaban incrédulos al desvergonzado
Ministro Acebes afirmando que “la línea
prioritaria de investigación” seguía
siendo ETA. Cinco meses después, una vez
descartada plenamente la presencia de suicidas,
Carlos Llamas, desde cuyo programa nocturno se
desarrolló una auténtica campaña
de agitación, declaraba cínicamente:
“¿Era tan ilógico pensar
que el 11-M pudiera haber suicidas? Unas semanas
después hubo siete…”.
Pero lo realmente llamativo
es que tantos españoles cediéramos
nuestra credibilidad a una emisora de radio en
detrimento de nuestro gobierno democrático.
Quizás la explicación se encuentre
en los dos años precedentes, en los que
los fallos en la gestión de sendas crisis
mermaron la credibilidad del gobierno frente
a una oposición que supo explotar hábilmente
las tragedias. Tanto, que se responsabilizó
a la administración central de dos accidentes
tan incontrolables como el hundimiento de un
petrolero con bandera de Bahamas en aguas internacionales
cerca de las costas gallegas, o la muerte de
67 soldados españoles de misión
con la OTAN en un accidente aéreo provocado
por un fallo humano.
Pero ¿quién
podía sospechar el viernes 12 de marzo
que, exceptuando el hallazgo de la cinta con
versos del Corán, las demás informaciones
que apuntaban a Al Qaeda, y que convertían
en indignantes las comparecencias de miembros
del gobierno insistiendo en la preeminencia de
la pista etarra, fueran falsas?
Al tiempo, mientras se
alimentaba la hipótesis islámica,
se hacía lo propio con la del atentado/venganza
por esa guerra de Irak que Aznar se había
empeñado en apoyar. Semanas más
tarde (16 de abril), El País titularía
en primera página: “Bin Laden afirma
que el 11M es un castigo a España por
su acción en Irak”, cuando las palabras
exactas del saudí transcritas en páginas
interiores eran que había sido consecuencia
“de la política de España
en Irak, Afganistán y Palestina",
una matización nada insignificante, sobre
todo teniendo en cuenta que Zapatero no ha introducido
ningún cambio respecto a nuestra política
exterior en relación con Afganistán
y Palestina. ¿Si sufrimos otro atentado
islamista, se lo achacará PRISA al gobierno?
Sea como sea, el viernes
12 por la noche, en Barcelona la policía
tuvo que escoltar fuera de una manifestación
de repulsa contra el atentado al ministro de
Economía, Rodrigo Rato, y al líder
del PP catalán, Josep Piqué, ante
el intento de agresión de un grupo de
exaltados. En la Cadena Ser se calificó
la situación de “pequeños
incidentes anecdóticos a pie de página”,
pero varias televisiones mostraron unas imágenes
cargadas de tensión.
Cuando el sábado
13, jornada oficial de reflexión en vísperas
de la apertura de las urnas, la Ser anunció
la existencia de un informe del Centro Nacional
de Inteligencia que señalaba la autoría
islamista en un 99% la indignación creció.
El boca a boca y las alteradas diatribas dirigidas
al gobierno por los tertulianos de la emisora
impidieron, sin embargo, que trascendiera con
igual repercusión el rotundo desmentido
del director de la agencia de inteligencia española.
Hoy ya sabemos que el
CNI no elaboró su primer informe sobre
los atentados hasta el día 15, después
incluso de la celebración de elecciones.
Su director afirmó en la Comisión
de Investigación que el día 11
había trasladado a Zapatero su convencimiento
de que ETA era la autora, e incluso que el CNI
siguió investigando su pista hasta mucho
después. También, que aquel sábado
había recibido una llamada del Secretario
de Estado de Comunicación preguntando
por la “exclusiva” de la Ser. La
emisora tituló la noticia en su Web: “El
ex director del CNI desvela que fue el ex secretario
de Estado de Comunicación quien le presionó
para desmentir a la SER”.
Personalmente sí
tuve conocimiento actualizado del desmentido,
puesto que la deformación profesional
me llevó a pasar esos días rodeada
de periódicos, saltando de Internet a
la televisión, y con un pinganillo radiofónico
perennemente encajado en la oreja. Por eso también
escuché a la Ser insistir en que mantenía
su información en contra de lo declarado
por el director del CNI. Las informaciones contradictorias,
los accesos de rabia de algunos tertulianos y
las gravísimas acusaciones veladas acabaron
por engullirme junto a otros miles de españoles.
Se dice que enfrentado a la tragedia el ser humano
busca desesperadamente un chivo expiatorio. Puesto
que no sabíamos quién había
puesto las bombas y necesitábamos urgentemente
alguna certeza, penetró con facilidad
la idea de que no había peor culpa que
la de un Gobierno que intentaba engañarnos.
El sábado a las
16.00h, Acebes informó de la detención
de varios marroquíes supuestamente implicados
en los atentados. En su comparecencia el Ministro
asumió que la nacionalidad de los detenidos
reforzaba la línea islamista, pero (como
declararía el director del CNI ante la
Comisión) no se cerraba la pista etarra.
A las 18.30, la Ser informó de la presencia
de manifestantes ante la sede del PP en Madrid.
La noticia se difundió con un halo de
“respetabilidad” hacia aquellos ciudadanos
que usaban su derecho a la protesta pacífica
ante un gobierno al que exigían “conocer
la verdad”. Un buen reclamo para otros
miles de simpatizantes de los partidos de la
oposición que, horas después, mostraban
las mismas pancartas y utilizaban los mismos
eslóganes en Sevilla o en la Coruña:
“Vosotros, fascistas, sois los terroristas”,
“Aznar responsable”, “Queremos
saber la verdad”, “Asesinos”…
El miércoles siguiente, votantes del gobierno
recién derrotado en las urnas convocaron
un acto de desagravio ante la sede del PP en
Madrid. Entre ellos hubo algunos exaltados que,
si hubieran decidido no esperar tanto para expresar
su ira, se podrían haber encontrado con
los que hacían lo propio cuatro días
antes, con las consecuencias que todos podemos
imaginar.
Sin entrar a dedicar ni
una milésima de segundo a la inmoral traslación
de la responsabilidad por el asesinato de 200
personas a los miembros de un partido democrático,
sí merece la pena atender al hecho de
que se exigiera insistentemente “conocer
la verdad”, cuando hoy sabemos que las
fuerzas de seguridad llegaron a temer que se
frustrara la detención de los sospechosos
a causa de la detallada exposición del
desarrollo de las investigaciones que Acebes
estaba ofreciendo públicamente.
No obstante, en el traspaso
del día 13 al 14, cuando apagué
la radio y busqué el sueño, lo
hice convencida de que no había gente
más mezquina sobre la faz de la Tierra
que Aznar y Acebes. Acababa de escuchar la rueda
de prensa en la que el Ministro de Interior informaba
de que a las 20.00h alguien había telefoneado
a Telemadrid anunciando la colocación
de un vídeo reivindicativo en una papelera
de la mezquita de la M-30 madrileña. El
vídeo, ya traducido del árabe,
anunciaba la autoría islamista. Nada más
cortar la conexión con la rueda de prensa,
el jefe de informativos de la Ser intervino para
comunicar a sus oyentes que él conocía
la existencia de un vídeo desde la mañana,
insinuando que el gobierno lo había ocultado
hasta que los españoles estuvieran durmiendo.
El conocido periodista Carlos Carnicero, uno
de los tertulianos más representativos
del estilo “Ser”, pidió sosiego
a los manifestantes porque no se debía
dar “motivos al gobierno” para que
declarara un “estado de excepcionalidad”.
Esas fueron las últimas noticias que escuché
antes de ir a votar el domingo. Hoy sé
que el vídeo se localizó a la exacta
hora y en los exactos términos señalados
por Ángel Acebes.
El tratamiento informativo
del 11 al 14-M ha dado lugar a una vastísima
literatura en España. Este artículo
presenta la particularidad de que renuncia al
academicismo en beneficio de la experiencia directa,
con todo lo que ello implica de emocionalidad
y subjetivismo. Pero qué mejor manera
de abordar el análisis del efecto de unos
contenidos en un contexto dado que haber vivido
ese contexto. Cuando un año después
de los atentados volví a escuchar algunos
de los cortes de la programación de la
Ser que más me impactaron en su momento,
nada me sonó igual a como lo hizo en medio
del caos, la conmoción y la angustia que
envolvieron esas emisiones 12 meses antes.
La Web de la Cadena Ser
proporciona acceso gratuito a su Fonoteca, que
contiene el registro de todas sus emisiones desde
el 1 de enero de 2003. A los pocos días
de las elecciones, cuando se empezaron a oír
las primeras voces críticas contra la
emisora, los curiosos que buscaban los cortes
más polémicos se encontraban con
que los cuatro días se habían suprimido
íntegramente del registro. Esa medida
puso en entredicho a la Cadena más que
la certificación de la falsedad de varias
de sus informaciones. Los reproches y las grabaciones
piratas que circularon por la Red obligaron a
restaurarlas un año más tarde.
Hay quien todavía dice: “bueno,
han tardado, pero que las saquen a la luz demuestra
que no tienen nada que esconder”, cuando
lo realmente significativo es que las ocultaran
tanto tiempo.
Ningún
medio de comunicación de referencia internacional
afrontaría el hecho confirmado de haber
trasladado a la opinión pública
tres noticias falsas de semejante relevancia
sin una riada de destituciones, peticiones de
disculpas y crisis interna. Hace algún
tiempo la CBS despidió a cuatro de sus
periodistas, seguidos por la renuncia del veterano
Dan Rather, por haber emitido un reportaje en
el que se acusaba al presidente Bush de malas
prácticas durante su servicio militar.
La investigación no pudo ratificar que
los documentos utilizados en el reportaje fueran
falsos, pero los despidos se produjeron igualmente
porque se estimó que no se había
confirmado su autenticidad antes de hacerlos
públicos. Un mes antes de los atentados
en Madrid, el director de Informativos de France
2 dimitió tras anunciar que Alain Juppé
dejaba la política en el exacto momento
en que el aludido declaraba en otro programa
que mantenía todos sus cargos. La Cadena
Ser, a través de los Premios Ondas que
patrocina, galardonó a sus propios servicios
informativos con el Premio Ondas a la Mejor Cobertura
por su trabajo entre el 11 y el 14 de marzo.
Para
mayor información:
Programación
de la Cadena Ser desde el 11 al 14 de marzo de
2004. <http://www.cadenaser.com/static/especiales/2005/sonidos11_14/index.html>
Especial del diario ABC sobre la Comisión
de Investigación del 11-M. <http://www.abc.es/especiales/index.asp?cid=10165&mode=HOME>
Cronograma del diario El Periódico sobre
la crisis del 11 al 14-M. <http://www.elperiodico.com/info/suplementos/11m/default.asp>
El 11–M y el proceso de formación
de la opinión pública en situaciones
de crisis. Guillermo López García.
II Congreso Online del Observatorio para
la Cibersociedad (2004)<http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html>
“Del 11-M al 14-M: estrategia yihadista,
elecciones generales y opinión pública”.
Javier Noya. Real Instituto Elcano de Estudios
Internacionales y Estratégicos. 21.7.04.
<http://www.realinstitutoelcano.com/analisis/562.asp>
“Miedo o engaño: el encuadramiento
de los atentados terroristas del 11-M en Madrid
y la rendición de cuentas electoral”.
José A. Olmeda. Real Instituto Elcano
de Estudios Internacionales y Estratégicos.
24.6.05. <http://www.realinstitutoelcano.com/documentos/206.asp>
“Guerra, terrorismo y elecciones: incidencia
electoral de los atentados islamistas en Madrid”.
Narciso Michavila. Real Instituto Elcano
de Estudios Internacionales y Estratégicos.
10.3.05. <http://www.realinstitutoelcano.com/documentos/180.asp>
“11-M y 14-M en la prensa de referencia
internacional: posicionamientos nacionales, alianzas
continentales y coaliciones geoestratégicas”.
Grupo de Estudios Avanzados de Comunicación-Universidad
Rey Juan Carlos. Real Instituto Elcano de
Estudios Internacionales y Estratégicos.
23.7.04. <http://www.realinstitutoelcano.com/documentos/130.asp>
"72 horas de 'agit-prop' en la SER",
y "Periodismo moderno reconvertido a 'agit
prop'". El Mundo. 21 de marzo de 2004
“Las verdaderas mentiras sobre el atentado”.
José Luís Dader. Sala de Prensa.
Nº 66, abril de 2004. <http://www.saladeprensa.org/art548.htm>
Discursos de Zapatero y Aznar ante la Comisión
de Investigación. Bitácora
Almendrón. <http://mail.almendron.com/politica/terror/madrid11m.htm>
Comunicado íntegro emitido por la Cadena
SER tras la comparecencia del ex presidente Aznar
en la Comisión de Investigación
en la que acusaba a la Cadena (20 de noviembre
de 2004). Bitácora Almendrón.
<http://mail.almendron.com/politica/terror/madrid11m_c.htm>
Carta dirigida a Jesús Ceberio, director
de EL PAÍS, por Eduardo Zaplana, ministro
portavoz del Gobierno y respuesta de Jesús
Ceberio: A propósito de mentiras (EL PAIS,
27 de marzo de 2004). Bitácora Almendrón.
<http://mail.almendron.com/politica/terror/archivo/2004/madrid11m_b_04.htm>
Documentos desclasificados el 18 de marzo de
2004 por el anterior gobierno en un intento de
demostrar la falsedad de las acusaciones de manipulación
informativa: nº 1: Secuencias de hechos
y comparecencias tras el atentado del 11 de Marzo,
nº 2: Atentados terroristas en Madrid, nº
3: Cronología de actuaciones en relación
con la intervención del vehículo
Renault, modelo Kangoo, matrícula 0576-BRX,
nº 4: Correo enviado por Ana Palacio, nº
5: Informe de Carmen Baladía, directora
del Instituto Anatómico Forense de Madrid,
nº 6: Valoración del presunto comunicado
de Al Qaida reivindicando el atentado de Madrid.
Bitácora Almendrón. <http://mail.almendron.com/politica/terror/madrid11m_c.htm>
Dra.
Concepción Travesedo de Castilla
Departamento de periodismo, Facultad de Ciencias
de la Comunicación, Universidad
de Málaga, España. |